Una noche con Diane Lane
¿Fue un sueño, o fue real?...
UNA NOCHE CON DIANE LANE
Dedicado a ella
Y al abrir los ojos, ella estaba allí
Era de noche, la oscuridad entraba por la ventana de mi habitación. La cama estaba revuelta, como si un huracán hubiera pasado por ella, claro que siempre me muevo mucho al dormir, salvo que tenga una mujer al lado y eso después de haberme dado un revolcón con ella. Vamos, que estaría revuelta de todas maneras. Tras ojear todo el cuarto, volví la mirada al mismo sitio, y ella estaba allí
Al instante mil preguntas atravesaron mi mente, sorprendido por la situación. ¿Era un sueño, o era real?, ¿acaso estaba desvariando, o quizá los dioses me habían bendecido con aquella visión celestial?. Esas y otras dudas me asaltaron hasta que todas ellas se desvanecieron como humo en la niebla cuando comprendí la verdad.
Iba a vivir un gran momento en mi vida. No necesitaba saber nada más.
Allí, sentada en el lateral de mi cama, mirándome fijamente con ojos de gata salvaje, estaba Diane Lane, mi Diane, el cuerpo, el deseo hecho mujer: la sufrida viuda que se reencontraba con sus amigos de la niñez en Cuando Llega El Otoño , la esposa traicionera que me hizo sudar con sus retozones en Infiel , la escritora que se mudaba a Italia en Bajo El Sol De La Toscana , la sufrida esposa de La Tormenta Perfecta , la profesora que ayuda a Keanu Reeves en Hardball , la desconsolada divorciada en busca de amor en Y Que Le Gusten Los Perros (con toda seguridad, su mejor película)
Me encontraba a miles de kilómetros de casa, en una habitación que no era la mía, en una cama que no era la mía en un hotel por donde esa tarde en el pasillo de recepción, aunque muy fugazmente, creí verla entre el gentío, o quizás a alguien muy parecido no podía asegurarlo, pero se parecía tanto a Diane y de pronto ella surgió en mitad de la noche en mi cuarto, como aparecida de la nada Quizá me siguió para ver donde me alojaba y luego engañó al recepcionista para poder entrar, o quizá vino detrás de mí y entró justo después, ocultándose, esperando el momento de venir por mí Había tantas posibilidades Por mi cabeza pasó la idea de hablar, de preguntárselo, pero en cuanto la miré fijamente a los ojos guardé silencio, pues sobraban las palabras. Sabíamos lo que queríamos.
No perdí ni un instante. Me incorporé sobre la cama para admirarla, dándome cuenta de que estaba en ropa interior(un dos piezas negro que cubría lo justo), y el resto de su ropa desperdigada por la habitación. La recorrí con la mirada de arriba abajo, deleitándome con cada curva, con cada centímetro de su excitante y voluptuoso cuerpo. Presa de la duda me acerqué a ella para tocarla, para saber si era real. Posé mi mano sobre su hombro, luego subí para acariciarle la cara, y la besé apasionadamente.
Un solo beso y me sentí como si un ángel me tocara con su gracia, o como si un diablo me estuviera torturando. Sus labios ardían al contacto con los míos, eran fuego que me ahogaba y abrasaba, quemándome hasta las entrañas. Al primero le siguió otro, y luego otro, y un millón más, en un arrebato que no tardó en convertirse en un duelo de titanes. Diane reaccionó con furia desmedida, agarrándome con fuerza con ánimos de no soltarme ni aunque la vida le fuera en ello. Me tumbó sobre la cama y ella se puso encima de mí, juntando nuestros cuerpos que se retorcían sobre las sábanas con una necesidad que rayaba la locura, como liberándonos de todo lo que llevábamos reprimido por dentro desde hacía tanto.
Era como un huracán entre mis brazos. La rodeé con mis manos y las pasaba de un lado a otro, satisfaciendo su necesidad de palparla, de sentirla. Deslizándolas por su espalda, bajé hasta su redondas nalgas y las sobé lánguidamente, palmeándolas por debajo de sus braguitas negras, e incluso dándoles algún que otro cachete. Ella correspondía con su lengua rasposa jugando con la mía, empujándola a la fuerza con la suya, en una serie de besos que casi nos dejaban sin aliento. La tanda de morreos a la que nos sometíamos solo servía para encender más nuestros cuerpos, que pedían a gritos el amor que el otro le estaba dando.
A mis narices llegó el aroma de su pelo, de su cuerpo exultante una fragancia suave y melosa que invitaba al pecado un olor dulzón empezó a propagarse por el cuarto, creando una mágica atmósfera llena de sensualidad toda ella me hacía palpitar el corazón a mil por hora, poniendo mi libido por las nubes había deseado tenerla para mí así desde hacía tantos años ya hacía tanto tiempo y ahora por fin veía la oportunidad de resarcirme haciendo que se pusiera a cuatro patas seguí debajo de ella y disfruté de la visión de sus carnes jugosas y sus pechos deslumbrantes y como un niño con un juguete nuevo, me lancé de lleno de jugar con ellos
Presa de la ansiedad le quité el sujetador a mordiscos, liberando de su prisión aquel majestuoso par de tetas que ya había visto en la pantalla grande, pero que ahora veía en todo su esplendor eran bellísimos, perfectos, muy sensibles al tacto se las apreté y aflojé todo lo que quise, jugué a tironear ligeramente de sus preciosas cerezas color nácar solo para oírla gemir hambriento como estaba alcé un poco la cabeza y me los metí en la boca, uno por otro, cambiándolos cada poco se los chupaba cariñosamente, los lamía como si fueran sabrosos pirulís de vainilla Diane se derretía de manera deliciosa en mis manos, parecía que estuviera manejando a una muñeca a mis oídos llegaban sus gemidos, a mi cuerpo sus espasmos de placer cuando vibraba al son de mis caricias y al mirarme, sabía que quería más
En mitad de nuestros juegos amorosos escuchaba palabras y sonidos que salían de su boca cuando mis labios no la sellaban: baby, daddy, honey, darling, sweetheart gracias a que dominaba algo el idioma supe su traducción y se los devolví lo mejor que pude, al tiempo que mis ganas me llevaron a darle unos cuantos chupetones en el cuello, dejándole un buen morado Diane cerró los ojos para dejarse llevar y me abrazaba con fuerza, como no queriendo dejarme jamás ni que yo la dejase a ella, aunque eso sería lo último que haría en ese momento. Llevé una de mis manos a su espalda para volver a jugar con su culito respingón, mientras que la otra fue enviada a otros menesteres, haciendo malabarismos para quitarle esa última e inútil prenda que tapaba su tesoro más preciado. Una vez éste quedó al descubierto, me dispuse a explorarlo
Al contacto de mi dedo índice con ella, Diane se echó en la cama para dejar que yo tomase el mando de la situación, para dejarme hacer lo que quisiera con ella Fui explorándola con lentitud, viendo maravillado el efecto que producía mi dedo juguetón en su estupenda anatomía pasé de su clítoris a su panocha palpitante y luego de vuelta a su clítoris, alternando las caricias, haciendo subir lentamente las cotas de excitación de ambos sin dejar de toquetearla nos enzarzamos en la segunda ronda de la tanda de morreos, pues nos era imposible no paladearnos el uno al otro. En tanto, mis dedos, que ya eran dos, habían logrado el efecto deseado y ya estaban bien mojaditos, fruto de su garrochita que empezaba a chorrear, y cuando ella estaba punto de gozar los retiré rápidamente para sustituirlos por mi lengua
Fui torpe al principio, pues pocas veces lo había hecho, pero ella fue guiándome a lo largo de toda mi maniobra, diciéndome donde y como presionar posó sus manos en mi nuca y me indicaba lo que quería y como lo quería me hundí en ella, para luego recorrer la superficie de sus labios vaginales, subir hasta su clítoris para mordisquearlo y después vuelta abajo, jugando a trazar letras y números entre sus piernas sus manos, que me tenían bien agarrado, me cogieron del pelo y me tiraron un poco de él, causándome algo de daño...pero diciéndome sin lugar a dudas que ella lo estaba haciendo de fábula, y que mis dibujos con la lengua sobre su cuquita la ponían a mil
Muy animado y entusiasmado redoblé mis esfuerzos para descubrir el sabor de sus jugos, que enseguida fluían como agua de mayo, llegando a mi boca para ser degustados cual paladar de sibarita que estuviera dándose un banquete con su manjar favorito Procuraba no ensañarme demasiado, pues no deseaba que ella gozase antes de lo previsto, aunque contenerse no era nada fácil teniendo a semejante diosa del sexo en la cama Diane estaba rendida en ella, inmóvil como una estatua, permitiéndome seguir mis avances le di besitos sobre su pucha, sobre sus muslos, después recorría su vientre con mi lengua, daba vueltas en su ombligo y volvía abajo, degustándola a placer hasta que de golpe saltó como una tigresa e hizo cambiar las tornas, dispuesta a demostrar que ella también conocía sus trucos y que los iba a descubrir en el acto
Desplazándome ligeramente sobre la cama para apoyarme en la cabecera de ésta, alcé un poco la vista para no perder detalle de todo. Quería verlo, lo deseaba, lo necesitaba desesperadamente. Diane intercambió un par de miradas conmigo y luego me guiñó un ojo con sonrisa pícara, dándome a entender que me relajase y disfrutase del viaje, que me lo iba a pasar de miedo la muy perra me tenía bien caliente y ansioso, y ella lo sabía. Sus manos me tenían bien sujeto por mi tranca y me la acariciaban con lentitud, afianzando mi erección para que ella pudiera dar el siguiente paso como una gatita mimosa, ronroneaba y murmuraba pequeños piropos que supe no necesitaban traducción y en cuanto me la puso erguida como un poste, quedando bien firme y dura como mármol, Diane abrió la boca, y agachó la cabeza
Fue como si de repente una ola de calor hubiera entrado en la habitación, me sentía consumido por llamas que me mortificaban. Era un suplicio como pocas veces había llegado a sentir, pues Diane se había puesto muy juguetona, chupándomela entera pero después sacándosela toda, haciendo amagos de volver a metérsela en la boca pero solo dándome algún que otro beso en la punta y algún lametón, dejándome con la miel en los labios Cada vez que la veía acercarse me quedaba a la expectativa, pero casi siempre se iba por las ramas, sin que sus manos permitieran que aquello se aflojara ni por un segundo Aquel juego era infernal, insoportable una y otra vez me provocaba y calentaba, a veces chupando solo la puntita del glande, a veces pasando la lengua por ella, a veces besándola la forma en que me dominaba me hizo sentir un deseo incontenible de empotrarla contra la pared y arremeterla con todas mis fuerzas para empalarla con mi manubrio, pero ahora ella mandaba y yo debía esperar, una espera que me tenía en vilo
Con todo, mi cuerpo parecía estar embotado de ella, anegado por completo. Estaba inundado de Diane Lane, mi venerada Diane. En mis narices aún conservaba el dulce aroma de sus cabellos; en mi boca tenía el sabor de sus besos, de su jugosa lengua; en mis oídos aún resonaban como un eco sus gemidos, sus piropos, cada uno de sus murmullos mientras fue mía; en las yemas de mis dedos aún podía sentir la suavidad y tersura de su piel, y en mis ojos aún podía verla como en una de sus películas, con su preciosa carita de ángel gimiendo de placer. Me sentía en otro mundo, como si estuviera envuelto en ella.
Por fin, después de tenerme en ese estado de expectativa/frustración hasta un punto que creía imposible, dio rienda suelta a todos sus deseos y se lanzó de lleno a por mí, obsequiándome con el premio por el que estaba suspirando desde que se había puesto a jugar conmigo y si antes ella se retorcía al compás de mi lengua, ahora yo lo hacía al compás de la suya, enroscada al tronco de mi verga como una serpiente por el tronco de un pequeño árbol me sentía como si estuviera desnudo y atravesase una selva, rozándome continuamente con plantas que me acariciaban con lacerante suavidad todo mi cuerpo estaba sometido al deseo de aquella hembra en celo que tenía delante de mí y que, en ese momento, me tenía todo para ella
Su cabeza iba y venía mamándome con unas ganas y un saber hacer que me dejaba estupefacto. Nunca antes me había encontrado con una experta mamadora de la categoría de ella. Aquello era infinitamente mejor que las (incontables) fantasías que había tenido con ella, mientras me pajeaba frenéticamente, allá en casa Su boquita de cielo tragaba que era una barbaridad, parecía que no la daban de comer desde hacía meses enteros me devoraba el miembro con fervor, tragándolo hasta el fondo, que hasta que su nariz llegaba a tocarme el pubis Su cabeza iba de un lado a otro aspirándome con energía, apretándome con tanta gana que creía me la iba a arrancar de un tirón
La dejé proseguir bastante rato, deleitándome con sus artes, presenciando lo rico que me estaba haciendo sentir y aunque lo deseaba con todas mis fuerzas, me era casi imposible mantener los ojos abiertos para ver como mi adorada y venerada Diane Lane chupaba con gula mi tiesa poronga, empapándola en saliva, preparándola para el evento que había soñado toda mi vida aguanté hasta que rechiné entre dientes fruto de las calentura que ella me provocaba, y Diane cesó de golpe volvimos a besarnos una vez más, y la puse entre la cama y yo, enterrándola bajo mi cuerpo, aprisionándola de que no se me escapara ella gruñó un poco, diciéndome que antes muerta que dejarme así abrió sus piernas de par en par, invitándome a disfrutar lo que siempre había deseado hacer luego las cruzó por mi cintura, al tiempo que yo me acerqué, con mi mano sujetándome la verga, guiándola hasta aquel húmedo y cálido recoveco y con poco que hice fuerza, me hundí dentro suyo, uniéndonos
Pasé mi brazo derecho por detrás de su cabeza, y el otro por su espalda ella hizo lo propio para tenerme bien sujeto y agarrados el uno al otro, empecé a bombearla el ambiente era de lo más sublime, absolutamente delicioso le estaba haciendo el amor a Diane Lane, echándole el mejor polvo de mi vida El calor y la calidez de su fantástico coñito era un placer indescriptible su conejito se tragaba toda mi zanahoria, se acoplaban perfectamente su cabeza en el hueco de mi hombro su cuerpo con el mío nuestros sexos entrelazados nos quemábamos, nos calcinábamos de principio a fin, era como morir y subir al cielo mis estocadas fueron rítmicas, a veces fuertes y a veces suaves, pero siempre imparables y pronto fueron seguidas por los meneos pélvicos de Diane, acompasando su cuerpo al mío en un baile amatorio que jamás pensé pudiera llegar a vivir
Su cuerpo pronto dio signos de luchar contra el mío, de pugnar por salirse de la prisión a la que estaba sometida me giré para cambiar nuestras posiciones, quedando ella encima de mí, dándola a ella el control de la situación otra vez ahora Diane se agitaba sobre mi tranca, se apretaba y desencajaba el rostro en una mueca de dolor y placer que se me antojaba maravillosa alcé un poco la cabeza y la hundí entre sus preciosas tetas, lamiendo su canalillo mientras mis manos las amasaban y mis pulgares hacían otro tanto con sus pezones nacarados Su cuerpo me tenía tan cachondo y tan caliente que podría fundir una viga de hierro con solo tocarla No podía parar de saborear y lamer aquel par de ricos pasteles, escuchando con atención como ella gemía y chillaba de gusto a la vez que seguía penetrándose ella sola.
De sopetón cambió de posición y de estar tendida sobre mí, paso a estar sentada sobre mi verga, clavándosela con cada loco vaivén, como si fuera una amazona y yo el caballo que estuviera montando Los movimientos que hacía con las caderas casi simulaban la danza del vientre, sus músculos vaginales me oprimían la polla hasta sentir que la tenía estrujadísima Se echó un poco para atrás y puso las manos sobre la cama, con expresión de enloquecer Sus vaivenes se hicieron mejores, más fuertes incluso, y más increíbles No me equivocaba con ella: Diane era una diosa del sexo, una verdadera deidad que todas las mujeres envidiarían los trucos de los que hacía gala conmigo no los había visto nunca, eran espléndidos, arrebatadores y yo cada vez estaba más salido, más cerca del clímax
Le apreté el culo, le masajeé sus preciosos senos, recorrí su vientre plano y suave me podía la necesidad de tocarla, de saber que estaba pasando de verdad, que efectivamente me estaba follando Diane Lane no dejé de acariciarla ni por un segundo, no podía parar, no quería incapaz de aguantarme por más tiempo, di salida a mi lado más salvaje, cogiendo con fuerza a Diane por la cintura y cumpliendo el seño antes mencionado, llevándola contra la pared, empotrándola contra ella, y empalándola con mi ariete vikingo mi musa sexual se aferró a mí, dándome pequeños mordiscos en mi labio inferior y en mi cuello, incitándome a que lo hiciera hasta el fondo, a que me enseñara con toda mi pasión Cruzó otra vez sus piernas alrededor mío para darme más facilidades, y me puse a todo trapo a darle el repaso de su vida
Fueron interminables minutos de un ritmo diabólico, de chillidos, gritos, espasmos, convulsiones y de desgarros como no he vuelto a vivirlo nunca sus uñas se clavaron en mi espalda y me hicieron gritar de dolor de la fuerza con que se apretaba, pasándolas por uno y otro lado el vocerío que estábamos armando fue acallado rápidamente con nuestras bocas famélicas, enzarzándonos en la tercera tanda de besos que casi podrían batir un record Buscando una forma mejor de barrenarla, bajé mis manos hasta llegar a sus redondeadas nalgas y las apreté tan fuerte como ella me apretaba a mí, afianzándome para la recta final Diane me lo pedía a gritos, de su boca salían atropelladas exclamaciones de placer que hacían las delicias de mis sentidos: Oh honey fuck me oh please fuck me more oh darling, give me more, much more fuck me deeply oh yees so deeeeeeeeeep
El sudor nos bañaba el cuerpo que era increíble. El polvo que estábamos echando sería digno de los libros de historia, de figurar en el Kamasutra y el Tao del Amor y el Sexo. Con un pequeño empujón Diane nos hizo salir de la pared y volver a la cama, echándonos en ella para terminar aquel maratoniano folleteo. Lo que ocurrió a continuación solo puedo describirlo con una palabra: inconcedible. En cuanto estuvimos en la cama de nuevo, Diane me puso como antes, yo debajo y ella encima, sentada sobre mí pero sin darme tiempo a reaccionar ella se giró, dejándome atónito Había girado 180º sobre mí, sin sacar si troncho de su panocha, de forma que ahora tenía la espalda delante mío me quedé alucinado Diane se clavaba mi verga de espaldas a mí, en unas posición idónea para lo que hizo después, que fue echarse sobre mi cuerpo para quedar tumbados de lado(del izquierdo)
Levanté una de sus piernas y la sujeté con firmeza, mientras mi brazo izquierdo pasó por debajo de su cuerpo y se apretó contra sus tetas, reteniéndola muy cerquita de mí para arremeter con todas las ganas de que disponía En esa postura lo tenía a huevo para darle con un ritmo seco y potente, para follarla hasta dejarme la polla en el intento que gozada de polvo, que increíble sesión de sexo estaba teniendo Diane pasó su mano derecha por detrás de su cuerpo y me acariciaba para pedirme más, que le diera todo mi cuerpo, mi corazón, mis pensamientos, mi misma alma se lo iba a dar todo, hasta la última fibra de mi ser si fuera preciso Besé su cuello y luego nos morreamos algo más, ansiosos por gozar bombeé más fuerte, ella jadeaba y se retorcía por efecto de mi polla acometiéndola, convulsionándola de arriba abajo así hasta que finalmente el clímax sobrevino como un violentísimo choque de trenes a toda velocidad, gritando de placer como auténticos dementes oh síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Podíamos escuchar el palpitar de nuestros corazones, incluso lo forzado de nuestras respiraciones había sido genial, yujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu no había palabras que pudieran describir la magia y el placer de esos momentos posteriores, los dos abrazados, después que ella se girara para estar frente a frente, mirándonos con dulzura y sonriendo, dejándonos llevar por la marea nos acariciábamos lentamente, relajándonos, disfrutando de la calma después de la tormenta, una calma culminante de un momento único en nuestras vidas tenía mis sentidos embotados de ella, atrofiados por su cuerpo, por sus olores, por sus sabores, sus sonidos apenas hubo palabras, no nos hacían falta, lo decíamos todo con los ojos
Aunque difícil de creer, repetimos un par de veces más, recorriendo todo mi cuarto de hotel hasta el baño, echando el último en la ducha, y de paso dándome dos de mis más añorados caprichos, pues la ducha ha sido y es uno de mis lugares favoritos para hacer el amor; ese fue el primer capricho. El segundo fue el placer de sodomizarla, cosa que jamás podría olvidar dado que eso también ocurrió en la ducha Después de semejante repaso caímos rendidos en la cama, abrazados, triunfantes no podíamos dejar de sonreírnos, de sentirnos, tocándonos, besándonos Hundí mi nariz en su pelo y perdí la cabeza, quería perderme para siempre con ella, irme a donde nadie nos encontrara estar entre sus brazos fue un instante tan sublime que no pude evitar contener un par de lágrimas, que ella, con toda su dulzura, me enjuagó para después besarme las mejillas con la más tierna de sus sonrisas y así, muy juntos los dos, caímos en brazos de Morfeo, abrazados amorosamente
Y al abrir los ojos, ella ya no estaba allí
Era de día, la luz entraba por la ventana de mi habitación. La cama estaba revuelta, como si un huracán hubiera pasado por ella, claro que siempre me muevo mucho al dormir, salvo que tenga una mujer al lado y eso después de haberme dado un revolcón con ella. Vamos, que estaría revuelta de todas maneras. Tras ojear todo el cuarto, volví la mirada al mismo sitio, pero ella ya no estaba allí
Con todo, mi cuerpo parecía estar embotado de ella, anegado por completo. Estaba inundado de Diane Lane, mi venerada Diane. En mis narices aún conservaba el dulce aroma de sus cabellos; en mi boca tenía el sabor de sus besos, de su jugosa lengua; en mis oídos aún resonaban como un eco sus gemidos, sus piropos, cada uno de sus murmullos mientras fue mía; en las yemas de mis dedos aún podía sentir la suavidad y tersura de su piel, y en mis ojos aún podía verla como en una de sus películas, con su preciosa carita de ángel gimiendo de placer. Me sentía en otro mundo, como si aún estuviera envuelto en ella.
Al instante mil preguntas atravesaron mi mente, sorprendido por la situación. ¿Fue un sueño, o fue real?, ¿acaso estaba desvariando, o quizá los dioses me habían bendecido con aquella visión celestial?. Esas y otras dudas me asaltaron hasta que todas ellas se desvanecieron como humo en la niebla cuando comprendí la verdad.
Había vivido un gran momento en mi vida. No necesitaba saber nada más
Diane