Una noche común y sin corriente

Permanecíamos acostados en mi cama con el subterfugio de reposar la cena, nuestros cuerpos se encontraban separados de forma remota, evitando así cualquier contacto físico

Permanecíamos acostados en mi cama con el subterfugio de reposar la cena, nuestros cuerpos se encontraban separados de forma remota, evitando así cualquier contacto físico. Por lo contrario su mirada demandaba el roce de nuestros cuerpos, aquella misma mirada que en nuestro último encuentro realizó el papel del único medio de comunicación entre ella y yo. En esta oportunidad nuestra conversación fluía sobre infinidades de temas, nuestras manos se acariciaban y mientras ella me halagaba acerca de la suavidad de mis manos, yo me encontraba enfocado en como sus ojos mantenían un ciclo, dirigiendo su mirada de mis ojos a mi boca y de mi boca a mis ojos.

Mientras la abrazaba me sorprendió con lo que fue nuestro primer beso, una muestra clara de lo que su mirada deseaba con el ciclo anterior. Yo me encontraba acariciando y besando suavemente su espalda, ella me miró y pidió que paralizara dicha actividad, pero su cuerpo totalmente erizado y sus ojos aclamaban que continuara. Mientras en mi habitación el tiempo parecía detenerse, nuestros besos iban aumentando en profundidad y nuestras caricias en intimidad, el aroma que emanaba de su cuerpo era totalmente diferente al cotidiano, en este caso era una fragancia que estaba siendo desprendida por una persona en total excitación. Nos detuvimos en varias oportunidades porque era demasiado tarde y ella tenía que irse, pero esa misión era fallida cada vez que conectaban nuestras miradas, ocasionando un desborde en el deseo y la pasión. Le advertí que si realmente quería llegar temprano a su casa tenía que dejar de besarme o que si no tenía que correr con las consecuencias, ella lo tomo como un juego de seducción. Su mano se dirigió hacia mi miembro con la finalidad de constatar que tan excitado me encontraba, algo que ya había experimentado con su pierna. Mientas seguía acariciando con sus manos mi cuerpo, su boca se encontraba a centímetros de la mía. Nuestros cuerpos yacían semidesnudos y en esta ocasión yo me encontraba encima de ella, dejando que mis labios y mis manos experimentara la totalidad de su cuerpo, detallaba lentamente como su piel aceptaba cada caricia, cada beso, como su excitación aumentaba y el descontrol de su cuerpo se hacía presente cuando besaba y chupaba simultáneamente sus senos, mi boca se mantenía rozando la suya, sin besarse, y nuestros cuerpos estaban al borde de la efervescencia. Ella no aguanto más y me pidió que lo hiciera, créanme que no se refería exactamente a que la besara, luego de varios segundos nos encontrábamos retrasando su llegada a casa, rompiendo algunas reglas, desbastando paradigmas, yo encima de ella y ella con sus piernas sobre mis hombros, mi mano sobre su cuello y ambos disfrutando todo el placer que se había mantenido aprisionado. Nuestro momento de despedirse llegó y yo solo anhelaba un próximo encuentro, en el cual me permitiera aplicar total dominación, azotar ese lindo trasero que me ponía mal, que su aroma volviera a quedar impregnado sobre mis sabanas y volver a sembrar esa duda de si ponerse su ropa interior o irse sin ella debido a que era muy incómodo ponérsela a causa del grado de humectación que tenía.