Una noche

Una noche de amor con mi esposa.

En la noche, ya una vez acabados los quehaceres de la casa, mi esposa, una mujer simple que no gusta de cosas muy extravagantes, pero eso si, bella y sensual. Con una cara de niña tierna, que cuenta con la capacidad de realizar las miradas más excitantes que jamás haya visto, ni siquiera en las revistas porno; sus pechos de tamaño perfecto – 34 B – están duros y turgentes, tal y como se los conocí la primera vez que le hice el amor. Ahora tiene un poco de llantitas en el estómago, producto de los embarazos que ha tenido gracias a mi verga; pero lo que ha estado mejorando, son sus nalgas y piernas, antes no tenía esas fabulosas carnes que ahora se carga. Nalgas redondas y grandes que te invitan a querer darle unos buenos azotes o te llaman a conocer y estimular su centro, pequeño y cerrado – pues nunca me ha dejado meterle nada más que mi dedo –.

Ese día, desde la mañana antes de salir a trabajar, le advertí a mi esposa que esa noche le iba a dar unas buenas nalgadas porque la noche anterior me había dejado caliente, pues nada más ella había alcanzado el orgasmo y una vez que lo logró me dijo que lo dejáramos para luego, ya que estaba cansada. "Si, esta bien", fue lo que le dije, pues ya no había nada más que hacer. Estaba cansada, después de todo el día en la casa, además del tremendo orgasmo que tuvo debido a tanto lengüetazo en su clítoris y también en su ano, mientras ella medio me masturbaba a como podía sobando su clítoris sobre mi pecho para lograr su premio. Se movía de atrás hacia adelante y yo batallaba un poco para poder lamerle el culo, que se había lavado para ese momento de pasión y lujuria desenfrenada. Cada vez que le pasaba la lengua por su ojete, suspiraba con más fuerza, jadeaba y se inclinaba para frotarse su encharcada vagina sobre el pelo de mi pecho, sin dejar de sujetar mi pene.

Cuando por fin pude meterle la punta de mi lengua en su ano y después de masajearle hasta el cansancio sus firmes pechos y ni hablar de lo duro de sus pezones, fue cuando lo escuche:

¡¡¡AAAAAAAAAAGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHHHHHH!!!

Chorreó como hacía mucho tiempo no lo había hecho, no sé si fue por haber agregado la chupada de culo a nuestros habituales juegos previos o la abstinencia de casi dos semanas de no habernos ni siquiera tocado por encima de nuestras ropas, pero en esa ocasión, dejó todo mi pecho lleno de su miel.

Aprovechando un poco su condición, rápidamente le pedí que se diera la vuelta, pero antes de poder hacerle algo, se echó sobre mí, voraz, deseosa, con una mirada llena de lujuria y un hilo de saliva en la comisura de sus labios, lo que la junto a su cara de ángel la hacía lucir más sensual; me dio un beso lleno de pasión, metía su lengua en mi boca, la pasaba por toda mi cara, mi cuello, estaba todavía dentro de éxtasis, del cual no la deje salir, pues a penas pude, le mandé mi pene hasta lo más profundo de su vagina húmeda y chorreante, lo que le provocó que arqueara su cuerpo y diera un suspiro de alivio al sentir mi virilidad en sus entrañas.

Ella comenzó a mover sus redondas nalgas al ritmo de mis embestidas lo que ayudaba a que fueran más profundas, hasta llegar a tocar la entrada de su útero. Yo me movía lo bestia, estaba totalmente excitado al verla toda sudada, deseosa de sentirse poseída, cercana a conseguir otro orgasmo, el cual le ayudaría a alcanzar al chuparle las tetas, pero en especial sus pezones los cuales estaban muy sensibles, pues al mínimo roce, ya estaba jadeando y pidiéndome más, que los metiera en mi boca, que se los comiera. Me metí todo lo que pude de su seno en mi boca, lo succionaba, lo chupaba mientras con mi lengua le masajeaba el pezón. Cabalgaba con la intensión de arrancarme el pene y quedárselo dentro.

Cuando le avisé que estaba por terminar, se puso como loca, más me besaba, pasaba su lengua por mi pecho, le pedí que se pusiera de a cuatro, lo cual hizo rápidamente, no le dí mucho tiempo a que se acomodará pues ya la estaba ensartando, y ella solo me pedía que me aguantara unos minutos más que ya estaba por correrse ella también, gritaba, jadeaba, suspiraba, mientras se veía en los espejos que había mandado poner en nuestra habitación, y veía su cara como se transformaba mientras su orgasmo se estaba produciendo y al estallar, me oprimió el pene tan rico que no pude hacer nada y también estallé inundándola toda.

Fue el orgasmo más poderoso que había tenido en semanas, me dejo temblando, pero como es bien sabido que las mujeres se recuperan más rápido, a penas me acosté en la cama, mi esposa me empezó a besar mi pene todo flácido, lleno de nuestros jugos. Yo aproveche, todavía noqueado, para poder mamarle nuevamente su clítoris y su vagina que estaba expulsando mi semen mezclado con su miel, lo que nos producía más morbo aún. Logró que mi pene resucitara tan rápido como nunca antes y empezó a menearlo tan deliciosamente, mientras le metía un dedo por su vagina y con la otra mano le daba las nalgadas que le había prometido, y que a estas alturas nos ponían a los dos más y más calientes, al grado de que al mismo tiempo, sin previo aviso le aventé mi leche en su boca y ella me lleno la mía con una mezcla de jugos y orina de la que bebí todo lo que pude, mientras le pedía que se tragara mis espermas lo cual ya no teniendo más remedio, lo hizo.

Después de eso, nos besamos, nos abrazamos y nos quedamos dormidos, unidos y desnudos con la brisa de la noche rozando nuestros sexos húmedos.