¿Una natilla para merendar?
Nunca una merienda fue tan provechosa...
Relato 4º ¿Una natilla para merendar?
Julia se sentó en el escalón de la puerta que daba al patio interior de la tienda.
Tenía quince minutos para merendar.
Destapó la natilla y se relamió a la vista de la galleta con canela, mmmmmm...
Metió la cuchara y mientras la dirigía a la boca cerró los ojos. Saboreo despacio. La olió.
Y otra vez la vio.
No podía quitarse la imagen de la cabeza.
Llevaba todo el turno evitándola. No era el sitio.
Pero ahora, con la inesperada alegría que le había provocado el descanso vespertino combinado con el postre lácteo...se dejó y suavemente entró en la escena.
A ver...un poco menos de luz.
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Vale. Sí, allí estaba ella tumbada y ellos a su alrededor. Formando una cruz perfectamente erótica..
Ella, tenía el pelo oscuro y su expresión intentaba contener el placer para disfrutarlo más. No dejaba de mirar. No se quería perder detalle. La miró.
Julia la sintió. Se aceleró.
Ella jadeaba, se relamía. Como Julia ahora con la natilla...igual.
Una mujer le comía el coño a cuatro patas. Dos hombres, uno a cada lado, le chupaban las tetas.
Todo despacio. Todo con cuidado. Como si no pasara nada. Pero pasaba.
Y las piernas abiertas de ella. Y sus pies que no dejaban de moverse y de estirarse. Y sus brazos que no encontraban el sitio y acariciaban las cabezas de los que le mamaban las tetitas. Y su mirada anclada en Julia. Y Julia anclada al suelo. Y no se oía nada, sólo el jadeo rítmico como mantra.
Y entonces el hombre de la izquierda se incorporó, lo justo para quedarse con todo lo que le rodeaba, acariciarle la cara a ella con una mano y después, con total tranquilidad, pasarle la otra mano por el culo a la mujer que se dedicaba obedientemente a comerle el chochito a la morena.
Julia no podía moverse.
Se había corrido hacia media hora escasa y notó como lubricaba otra vez.
Lo había pasado muy bien. Jaime estaba en la ducha. Ella, ya vestida le había dicho que lo esperaba en la barra. Su intención era pedirse un zumo pero se había quedado en el camino.
Allí, totalmente clavada, cachonda perdida, viendo como se comían literalmente a esa mujer que parecía diluirse de puro gusto.
Vio a Jaime pasar de refilón. Al parpadear le pareció que llevaba sin cerrar los ojos más de lo normal. Volvió a oir el murmullo general, reaccionó, lo alcanzó, salieron y caminaron hacia el coche.
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Se había terminado la natilla. Sentada juntaba fuertemente los muslos. Estaba en tensión. Le quedaban ocho minutos para volver al mostrador y quince días para regresar al local decidida a tumbarse y dejarse devorar.
Abrió un poco las piernas. Llevaba minifalda vaquera y camiseta blanca. Se tocó las bragas disimulando como si la vieran. Miró hacia arriba, a las ventanas de las dos viviendas que daban al deslunado. No vio a nadie. Por fuera las braguitas estaban mojadísimas. Metió dos deditos por debajo de la tela, apretó ligeramente el clítoris, cerró los ojos y mientras movía la mano muy lento, hubiera jurado que una lengua le lamía los labios, bajaba al culito, subía otra vez, no paraba... Que dos lenguas más le ponían los pezones duros como botones, mientras ella era la que ahora miraba a otra chica que se había quedado delante con la boca entreabierta deseando ser ella.
Los dedos se resbalaron dentro del coño, subieron, bajaron, se tocaba con la otra mano las tetas por encima de la camiseta, apoyada, medio tirada en la puerta, en el borde del escalón.
Iba a correrse cuando de repente abrió los ojos y distinguió una sombra detrás de la cortina de la ventana que se movió rápido hacia un lado. Entonces... Julia abrió más las piernas, se apartó las bragas y con cara de zorra completamente desesperada, se tocó rápido, enseñándolo todo, hasta morirse de placer y le regaló la corrida a la figura que la observaba... -Joderrrrr...qué bueno!- suspiró orgullosa tras gemir lo más bajo que pudo.
Se compuso la ropa, el pelo, se sacudió instintívamente las piernas,le guiñó un ojo a la ventana y mientras entraba pensó riéndose que ya no se le harían tan largos los quince días...
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