Una mujer promiscua
Promiscua no significa lo mismo que puta...
Me consideran y me considero, por qué no, una mujer promiscua. Ahora vivo mi vida, sin preocuparme de argumentos morales, vivo mi sexualidad a tope, intentando tomar las precauciones necesarias, pero sin despreciar un buen polvo.
Me llamo Regina y desde siempre me han llamado Gina, vivo en una ciudad con mar, que es algo que necesito en ésta vida... su ausencia me deprimiría notablemente. Mi físico se corresponde al de una mujer menuda, delgada, que acude al gimnasio y con unas peras que dejan contentos a los hombres.
Nunca he parido un hijo, con lo que cuando tengo una relación sexual, los hombres en lo primero que se fijan es en la estrechez de mi vagina, que se adapta como un guante a todo tipo de pollas. La verdad es que con algunas, las más gruesas necesito estar perfectamente lubricada y aún así, la penetración no es un juego de niños, pero mi partenaire queda completamente satisfecho.
Mi inclinación sexual es ilimitada... en principio, lógicamente es heterosexual, lo que no implica haber participado en tríos M-H-M y H-M-H. Queriendo destacar que el encuentro con el sexo femenino fue de lo más agradable. También he participado en intercambios y he visitado locales liberales.
Estoy interesada en recibir de los lectores/as ideas para poder llevarlas a la práctica y poder contar con su complicidad y que yo os iré relatando.
Para abrir boca, os contaré una vivencia que tuve no hace mucho en Bilbao. Yo había viajado para encontrarme con una persona que había conocido a través de una página de contactos y nos dirigíamos hacia el museo Guggenheim, después de una visita al barrio viejo y pasando frente al Ayuntamiento, por el otro lado de la ría, acabábamos de pasar frente al puente de Zubizuri, por el Paseo de Volantín, por si alguien quiere situarse, cuando de repente una lluvia intensa acompañada de un fuerte viento, hacía inútil el uso de los paraguas.
Ante nosotros teníamos un hotel con la fachada de colorines, el Hesperia creo recordar, cuya cafetería que daba a la ría, nos invitaba a entrar. Así lo hicimos y mientras tomábamos un café con leche, para recuperarnos del cambio de temperatura y secarnos un poco la ropa mientras esperábamos a que escampara, se me ocurrió ir al baño del hotel, que estaba en la planta baja, junto a las escaleras. Hacia allí me dirigí, seguida de mi acompañante, que entró en el baño de hombres y como estaba vacío, me cogió de la muñeca y me introdujo en uno de los aseos, que eran de cristal esmerilado, en el que se notan las siluetas y allí mismo me penetró... claro está que fue digamos, un mete y saca rapidito, porque estábamos justo en el de la entrada, pero fue lo suficientemente excitante para probarlo. Más tarde en los aseos del museo, lo pudimos repetir con mucha más calma y amplitud.
Lo que sucedió más tarde en su casa, ya os lo podéis figurar, pero lo realmente interesante fueron los prolegómenos, un tanto exhibicionistas.
Espero vuestras sugerencias, a las que intentaré dar vida real.
Un beso a tod@s!.