Una mujer en llamas

Una profesora casada lo pasa bien con sus alumnos y con quien se cruce en su camino...

Me llamo Marisa, tengo 36 años, y estoy casada con Jorge. Soy profesora de matemáticas en nivel secundario, muy atractiva, cabello rubio largo hasta el hombro, lacio, 1.75m de altura, con un cuerpazo que envidian mis amigas.

Con mi marido nos llevamos muy bien sexualmente, pero también nos damos ciertas libertades, pero nunca nos engañamos.

Hace cosa de un mes, Jorge, que es ejecutivo en una multinacional, tenía una cena de trabajo a la que estaba invitada. Era con un tipo de España, que venía a hacer una auditoría en el sector de mi esposo. Así que al despertarme ese día, para ir al colegio, dejé preparada la ropa que usaría por la noche.

Había tenido un sueño erótico, que no pude saciar porque Jorge había pasado la noche en Córdoba, y regresaba a media mañana, se echaría a dormir un rato, y luego a trabajar. Fue por eso que me sentía excitada y con ganas de provocar.

Me puse una mini negra de tela, muy finita, una camisa blanca que transparentaba mi corpiño de encaje, y fui para la estación de tren.

Al subir, me gané las miradas de todos los hombres, ya que mi atuendo era infrecuente para el que viaja por ese medio.

Tuve la suerte de encontrarme en el vagón con dos de mis alumnos, Pablo y Guille, de 15 años, dos chicos muy centrados, de lo mejorcito de la clase.

Como no había asientos libres, Pablo, muy caballero, me ofreció el suyo, el cual, tras negarme en un principio, terminé por aceptar. Quedé al lado del otro chico, y Pablo, para poder hablar, se agachó de frente a nosotros. Iba todo perfecto, pero notaba que Pablo no dejaba de mirarme los muslos, hasta que caí: la falda era tan corta, que ni bien me sentaba, dejaba al descubierto la bombacha. Encima me había puesto una de color blanco, que al contraste con el negro de la pollera, resaltaba claramente. Y al él estar a una misma altura que mis piernas, tenía un panorama inmejorable de mi ropa interior.

El asunto, de a poco, me iba subiendo la temperatura, ver a un chico gozando de tal forma el poder verme la bombacha, me hacía revivir las sensaciones de la noche. Entonces abrí las piernas un tanto más, para que no se perdiera detalle.

Un rato después, llegamos al colegio. Ese día no tenía clase con los chicos del tren, sino con el primer curso, chicos que contaban con 13 años aproximadamente. Cuando me vieron llegar vestida de esa forma, se quedaron duros (seguro que en todo sentido...).

Decidí aprovechar el impacto causado, y aumentarlo, ya que deseaba pasar un día divertido. Promediando la clase, me senté sobre mi escritorio, dejando las piernas cuidadosamente abiertas, para dejarles ver mi bombacha. Enseguida captaron mi idea, ya que no paraban de mirarme, y las carpetas quedaron olvidadas por completo. Otra vez me estaba calentando tremendamente, por la noche Jorge tendría que sacarme toda la calentura porque no iba a dejarlo dormir de lo contrario.

Él se excitaba muchísimo cuando le contaba cosas de cuando me miran las piernas, el cuerpo y especialmente la ropa interior.

Me sorprendió ver a mi marido durante el horario de comedor, pero venía a traerme el auto para que pudiera hacer todo más rápido. Me dio las llaves y volvió a marcharse.

Yo, por la tarde, cumplo tareas de consejera estudiantil. Tengo mi propia oficina, muy cómoda y amplia. Al llegar a ella, la secretaria me informó que en un rato tendría que vérmelas con Fabián Alvarado. Resulta que este es un chico de uno de los últimos años, tiene 16, pero muy desarrollado para su edad, parece más grande. Es morocho, alto, y lindo, varias veces me había fijado en él, incluso pensando cosas locas, que me habían hecho terminar de sacármelo de la cabeza tocándome. Pero hoy estaba decidida a todo, a ir un poco más lejos, sin importarme nada...

Cuando él entró en mi despacho, le ordené que se sentara. Empecé a hablarle de lo mal que estaba haciendo las cosas, y todo ese rollo, entonces me puse de pie, y me senté frente a él, sobre el escritorio. Clavó los ojos en el blanco de mi bombacha, y no los pudo quitar de allí. Yo seguía hablando, completamente seria...

Cuando terminé mi discurso, le dije que si quería ser readmitido como condicional (había sido expulsado, en primera instancia, por mala conducta), debía anotarse en unas clases de teatro, ya que eso lo ayudaría a contenerse y controlar sus emociones. Le dije que no se preocupara, ya que yo también asistía a esas clases, y que empezaríamos al otra día, tras la escuela. Luego le di la mano, y se marchó, contento por la visión que le había sacado a su profesora...

Cuando estaba por irme a casa, llamé a Pablo y Guille, los del tren, ya que como estaba en auto, podía alcanzarlos de camino. Pablo se había retirado antes, así que volví con Guille.

El problema de conducir con faldas cortas, es que por los movimientos de piernas, estas se suben más de lo aconsejable, pero realmente no me importaba. Guille estaba a mi lado, y comenzó a mirar a mis piernas. Decidí hacer un movimiento más fuerte para dejar a la vista (yo misma lo veía desde mi posición) un triangulito blanco de mi bombacha. Él podía verlo tranquilamente desde su ubicación. Lo más gracioso resultó cuando le pedí que sacara de mi cartera el dinero para pagar el peaje de la autopista: al pasármelo, el billete cayó justo entre mis piernas, sobre mi ropa interior. Le dije que lo agarrase, que no podía soltar el volante, acató mi petición, para lo cual tuvo que rozar levemente la tela de mi prenda íntima.

Al dejarlo en su casa, le di un sonoro beso, con mis labios, en su mejilla, lo que lo llevó a ruborizarse un poco. Luego, seguí camino rumbo a casa, para bañarme y seguir camino a la cena con Jorge.

Me puse para la ocasión un vestidito negro ultracorto, muy sexy, regalo de mi marido. Cuando llegué al estacionamiento, el chico que guardaba los autos no dejó de mirarme, es que al bajarme, levanté completamente mi falda (no llevaba medias), y ante su vista, me acomodé la bombacha, que por el manejo se había ido metiendo en mi culo.

Entré al restaurant, y enseguida Jorge me hizo una seña. Me sorprendió que me presentara ante el español como su secretaria, pero pensé que se trataría de una broma.

Comimos normalmente, mientras notaba que el español no dejaba de mirarme, y Jorge se la pasaba haciendo comentarios sobre mi indumentaria. Al terminar, mi marido nos dijo de pasar al piso superior, donde había una pista de baile. Nos pusimos los tres a bailar juntos, hasta que Jorge me dijo que quería verme bailar arriba de uno de los parlantes. Me subí con su ayuda, y comencé a darle el gusto. Me movía con total naturalidad, a sabiendas que todo el boliche, y en especial Jorge y el auditor, estaban viéndome la ropa interior, que me encantaba mostrar. Al fin y al cabo, para algo me había comprado ese conjunto blanco de encaje...

Yo seguía bailando, sin importarme nada. Se había formado una especie de círculo de gente a mi alrededor, que me aplaudía y me gritaba. Yo, a esa altura, estaba muy excitada, movía el vestidito para todos lados. Cuando ya era hora de irnos, un tipo me quiso ayudar a bajar, pero aprovechó para meterme mano, ya que me tocó el culo por debajo de la falda. Le agradecí con un abrazo y un besito en la mejilla. Jorge y el español me tomaron cada uno de un brazo, y fuimos hacia el auto.

Como estábamos con dos autos, Jorge me dijo que yo fuera con el auditor en su auto, y él iría con el nuestro. Iríamos a nuestra casa, ya que tenían que arreglar unas cosas.

No habíamos recorrido un kilómetro, cuando el español, Jesús, me dijo que le encantaría que me sacara el vestido. La verdad es que no sé que pasó por mi cabeza, pero obedecí, me lo quité, y lo puse en el asiento trasero.

Quedé a su lado sólo con mi conjunto de corpiño y bombacha de encaje blanco.

Cuando llegamos al puesto de peaje, quiso que yo pagara, por lo que tuve que pasar por encima suyo, para regocijo del cobrador, que me vio sólo con mis prendas íntimas.

Íbamos por la autopista, el auto de Jorge iba a la par nuestra, entonces asomé mi culo por la ventanilla, a lo que mi marido no pudo evitar soltar la carcajada.

Cuando llegamos a casa, tomé el vestido, y sin ponérmelo, bajé del auto. Era la primera vez que estaba en plena calle en bombacha, y en mi propio barrio, pero como era tan tarde, nadie me vio, al menos eso creo.

Me puse a servirles café, sin vestirme, y me senté sobre las piernas del español. Me abrazó por la cintura, y me empezó a masajear, hasta que Jorge le dijo de terminar sus tareas. En ese momento, me levanté y los dejé solitos.

El auditor se fue, no sin antes intentar una cita conmigo, ya que le dejó su teléfono personal a mi marido. Cuando Jorge entró a la habitación, yo lo esperaba completamente desnuda...

Se desvistió rápidamente, y quedó su espada a la vista. Se tiró encima mío, y me clavó hasta más no poder. Estuvimos cogiendo toda la noche, estaba tan caliente que no podía parar, hasta que Jorge, rendido, me dijo basta. Al otro día sólo tenía clases por la tarde, y luego, teatro. Entonces seguí durmiendo después de irse Jorge a trabajar. Me despertó el timbre. Era el jardinero, que venía a cortar el pasto del fondo.

Es un chico morocho, corpulento, tendrá 20 años, más o menos. Como habitualmente no estoy por la mañana, el chico tiene una copia de las llaves, para entrar cuando es necesario. Cerré la puerta del dormitorio, y seguí durmiendo, ya que él pensaría que estaba sólo.

Fue cuando sentí una mano abierta acariciando mi concha, que me di cuenta que el jardinero se encontraba sentado a mi lado. Lo miré extrañada, y me dijo que hacía un ratito que estaba tratando de despertarme, y que mi sueño era muy pesado.

Mi tanga ya había delatado mi calentura, ya que estaba completamente mojada. Él la corrió de mi canal, y me metió sus dedos, masturbándome con una fuerza y una habilidad magistral. Tuve tres orgasmos, y la verdad es que me hizo muy bien. Nunca había actuado así con nadie, a excepción de Jorge, pero no me sentía culpable. Cuando terminamos, se fue y empecé a prepararme para la tarde. Me puse un vestido negro, corto, y una bombachita blanca.

Di mi clase de forma normal, sin mostrar nada, ya que el trabajo del jardinero me había sofocado el incendio. A la hora de irse, apareció Fabián para ir a la clase de teatro.

Éramos 6 en la clase: tres chicos, una chica y nosotros dos, además del profesor.

Debíamos practicar una escena en la que dos de los chicos debían atacarme, y Fabián, que era mi novio, llegaba a rescatarme. Los dos agresores me agarraron fuertemente, rompiéndome el vestido, por lo que quedé en bombacha y corpiño.

Cuando llegó mi novio, estos huyeron, y corrí a abrazarlo...

Terminamos la escena, y el profesor nos quería contar anécdotas de trabajo.

Como no quedaban sillas, me senté sobre las piernas de Fabián, en bombacha, y lo abracé tiernamente. Él colocó uno de sus brazos entre mis muslos, y el otro acariciando mis nalgas. Los otros chicos nos miraban divertidos.

Al terminar la clase, fuimos hasta el estacionamiento a buscar el auto. Estaba en el subsuelo del teatro, por lo que no tuve que cruzarme con nadie (hay que recordar que estaba en ropa interior). Íbamos caminando, y agarré del hombro a Fabián, que me abrazó por la cintura, acariciando la tirita lateral de mi bombachita. Parecíamos novios...

Debo confesar que Fabián me hacía sentir cosas olvidadas, me atraía mucho, y constantemente buscaba captar su atención...

Cuando el chico del estacionamiento nos vio (mejor dicho, me vio), se quedó sin palabras. Nos saludó, y se fue a la cabina.

Dado el estado en el que me encontraba, le pedí a Fabián que me acompañase a mi casa, para vestirme, y luego lo alcanzaría a la suya. Él aceptó de inmediato, no creo que tuviera mucho por hacer.

Entramos directamente al garaje, y lo tomé de la mano, rumbo a mi cuarto. Él, todo un caballero, me tomó en brazos, y me subió así por la escalera. Si algo le faltaba para terminar de enamorarme, era ese gesto.

Eso fue lo que me dio las fuerzas necesarias para estamparle un dulce beso en su boca, que respondió de inmediato. Aproveché para confesarle el tiempo que llevaba esperando poder besarlo, y que había tramado todo el asunto de las clases de teatro.

Me apoyó en la cama, se bajó los pantalones y se quitó su camisa. Tenía un aparato realmente interesante, aunque no tanto como mi marido. Empecé a besarle todo el cuerpo, incluido su elemento, y él me arrancó mi bombacha con pasión. Me la metió hasta adentro, haciéndome estallar de placer, y lo abracé con todo. Se movía muy bien, pero se notó su poca experiencia, porque acabó muy rápido para mi gusto. Aunque debo decir que tuve dos orgasmos.

Como ya estaba por llegar Jorge, le dije que se tomara un taxi. Me puse la bombacha para acompañarlo hasta la puerta, y cuando estaba por abrirla, entró mi esposo. Nos miró extrañado. Claro, ver a su esposa en bombacha y corpiño, al lado de un chico que podía ser mi hijo no era algo de todos los días. Pero lo mas gracioso es que Jorge venía acompañado del hijo de su jefe, a quien estaba entrenando para entrar a la empresa. Su nombre era Miguel, y tenía unos 16 años. Al verme quedó con la boca babeando un buen rato.

Yo, como si nada, les presenté a Fabián como un alumno, y mi marido me dijo quien era Miguel. Fabián, muy incómodo por la situación, se fue sin decir palabra, y quedamos los tres solos.

Les preparé un café, y se los llevé sin siquiera ponerme un camisón. El chico no paraba de admirarme, pero cohibido por Jorge, que me miraba con una satisfacción y una lujuria que no podía borrar de su rostro.

Me le acerqué por detrás a Miguel, y comencé a masajearle la espalda, tras esto, me senté sobre sus piernas, de frente a él. Mi bombachita estaba empapada, y el chico llevó sus manos hasta mis nalgas, y las palpaba con sumo gusto. De repente lo besé apasionadamente, y él intentó devolvérmelo, pero con tanta torpeza que me di cuenta que no había besado a muchas mujeres en su vida. Le quité la camisa, le desprendí el pantalón, y saqué su pene, que estaba duro a mas no poder. Lo empecé a chupar despacio, y fui subiendo el ritmo poco a poco. Me saqué el corpiño, y llevé sus manos a mis tetas, que tocó con ganas...

Me paré, dejando mi entrepierna mojada a la altura de su cara, y le pedí que me sacara la bombacha, a lo que obedeció de inmediato. Empujé su cabeza contra mi concha, para que saboreara todos mis jugos, y lo acosté en el sofá. Me monté sobre él, y comencé a saltar sobre su espada, entraba y salía de forma rápida. Estaba gozando como hacía mucho, y cuando quise observar a mi esposo, el hijo de puta estaba con una mano en su pija, masturbándose, y con la otra sostenía la videocámara, ya que estaba filmándonos.

Al terminar, Miguel me confesó que nunca había hecho el amor, y que le agradaría repetirlo un día de estos, a lo que le contesté que no, que amaba a Jorge y no quería aprovecharme de él. Le besé en la boca, y se vistió. Jorge lo llevaría a su casa.

Me fui a acostar, a pensar como seguiría saciando mis ansias sexuales, y sabía quien sería el próximo. Mi favorito, mi marido...