Una mujer así
Una mujer así sabéis que existe, caminan a diario por las calles, solo hay que fijarse, y se que lo hacéis.
Una mujer así sabe que bajo un vestido ajustado, lo que procede es llevar nada, ni tanga, ni culotte, mucho menos unas bragas. Para una mujer así, llevar algo supondría renunciar a su esencia, insultar su buen gusto; un vestido ajustado se recorre como el cemento liso, como el mármol esculpido. A una mujer así, no le importa que los hombres la miren, dilucidando si la lleva o no, una mujer así es atrevida.
Una mujer sin ropa interior es brutal, un animal salvaje, que aguantará tu mirada, a no ser que vea en ti otro animal de la especie que busca. En ese caso, la bajará, reconocerá su victoria, sabe que la sumisión es poder y que ella, de rodillas, con un collar al cuello, gobierna el mundo.
Una mujer así, sabe que compró ese vestido sabiendo que acabaría con el, amarrada a una cruz de San Andrés, expuesta a la vista de otros hombres que no tendrán que adivinar si lleva ropa interior, que lo sabrán en cuanto la prenda suba. No habrá nada que impida que sus piernas se abran, nada que se enrede en sus tobillos.
Una mujer así mantiene el culo en alto, esperando los azotes que la mano varonil de quien disfruta de ella, caiga. No se apartará, no dará respingos, ni contará los golpes que reciba. Aquel que disfruta de ella sabe que aguantará los que considere oportunos.
Una mujer así, sabe que las pollas de esos hombres se pondrán duras, con cada uno de sus gemidos, que envidiaran a quien azota su culo, a quien agarra su pelo y susurra en su oído.
Una mujer así sabe que gana desnuda, que su vestido en el suelo adquiere categoría de fetiche, sin braga ni tanga, ni culotte que prive, de la escena morbosa de su trasero desnudo.
Desconozco si soy sumisa, o tan solo un juguete de quien disfruta de mi, pero esa cruz de San Andrés, espera mi regreso.