Una morena y una rúbia, hijas del pueblo de Madrid
Nada mejor que un encuentro fugaz en una cervecería para olvidarte de tu jefe.
Gloria me llamó al salir de su reunión con el cerdo de su jefe, un hombre con síndrome de Peter Pan sin ninguna clase por mucho traje de Armani que vistiese y que desde que descubrió que éramos lesbianas no dejaba de tirarle los tejos a mi novia y a mi.
Hola cariño, ésperame en Santa Bárbara, necesito algo bonito y dulce ahora mismo para quitarme esta mala leche de encima, ¿puedes?
Si claro, voy para allá en 10 minutos, le dije.
Venía con un humor de camionero y aunque muchos tópicos de lesbianas sobre las camioneras pudieran aplicarse a otras parejas en nuestro caso no era así, las dos somos muy femeninas pero nos gusta comer ostras en lugar de lamer plátanos. Como yo la temía cuando estaba de ese humor de perros agarré esa braguita con vibrador y que era manipulada mediante un mando a distancia y que ya me había salvado en otras ocasiones de ese huracán de mujer que tanto me arrebataba.
Esperaba sentada en la terraza de la cervecería Santa Bárbara cuando le vi acercarse, como el trabajo de Zara le obliga a madrugar mucho no pude saber que llevaba puesto hasta que se acercó a la mesa, llevaba unos legins negros que marcaban su figura con una blusa cruda muy hippie que le tapaba hasta medio muslo sin que dejase descubrir sus deliciosos senos y unos adornos de cuero a juego que le daban un toque desenfadado muy elegante, su pelo suelto hasta media espalda que era suave como la seda y en el que tanto me gustaba enredar mis dedos cuando nuestros cuerpos se enroscaban uno en el otro; como siempre vestía unos zapatos con un poco de tacón que le marcaban ese culito elevándolo por el que se giraban todos los hombres, ays incautos, si supierais lo bien que me lo hace, jeje, pensé para mis adentros, su 1,70 y 53 kilos le daban una figura envidiable, su pecho no era particularmente grande pero su redondito culete, sus suaves manos y una voz dulce y aterciopelada estoy seguro que hicieron la delicia de los sueños de muchos chicos. A su lado yo era un poquito más baja y pesaba casi lo mismo, pero nuestras tallas no coincidián, mis senos eran grandes comparados con los suyos y mis labios más carnosos, sus labios eran finos pero dulces como la miel.
Me dio un suave beso en la boca que pasó inadvertido para casi todos menos para un chico moreno de unos 25 años con la carpeta de cierto partido político que tiene por allí su sede y que estaba sentado a mi espalda y con un hola cielo, Gloria se arrojó sobre la silla.
Hola cielo, un día de estos voy a salir en el periódico y vas a tener que venir a visitarme a la cárcel de Yeserías.
Jaja, pero que antigua eres, pero si esa cárcel ya ni existe, ya será menos. Además, no creo que con lo bonita que eres te dejasen entrar y si te metiesen yo tendría que cometer otro delito pues de ti no me separan ni con agua caliente, que lo sepas, dije toda chuleta.
Joder Silvia, si no fuese por ti y por ese pico de oro que te hace parecer un vendedor de lencería en una feria de pueblo ya habría dejado el trabajo, uff, que mala leche me ha puesto el idiota. Que ganas de un abrazo y de mimitos tengo, necesito que me quieras mucho bruja y no que te metas conmigo.
Bueeeeno, respondí, le puse mis ojos de cordero degollado tan famosos y con los que había conseguido ligármela entra tanta lagarta de Chueca en aquella tarde de jueves del invierno pasado. Toma, te he traído esto, ¿por qué no te lo pones y me dice qué tal te sienta?
No te habrás traído tu arma secreta, ¿verdad?, jaja, te adoro mi nena, respondió Gloria agarrando la bolsita roja que contenía la braguita con el vibrador y levantándose para ir al cuarto de baño de la cervecería.
Mientras Gloria se cambiaba yo apuraba la caña y me comía la tapa con las cuatro gambas que me habían puesto, el olor me trajo remotamente el olor del sexo de Gloria, pero yo estaba tan enamorada que aquello sólo consiguió que tuviese unas ganas locas de rozarme con ella. Apenas tardó unos minutos y se sentó a mi lado acariciando el interior de mi muslo mientras llamaba al camarero.
- Una caña por favor, mmm, dijo mirándome inmediatamente después a mi.
Había aprovechado para darle un poco al botón del mando a distancia del vibrador recreándome en la cara de sobresalto de Gloria.
- Eres muy “mala” cariño, me dijo, así no vas a quitarme el cabreo que lo sepas, dijo ocultado sus preciosos ojos marones entre los mechones de su flequillo.
Me incorporé para despejarle la cara y mirarme es un profunda mirada y delicadamente le aparté primero el lado izquierdo de su flequillo y después el derecho y pude vislumbrar una pequeña sonrisa y unos labios que me tiraban un beso en el aire.
El muchacho de mi espalda debía estar en un sueño y se le notaba cada vez más alterado en su asiento, resoplaba como un ñu africano pero no se si por ver un león o un par de leonas.
Las dos nos dimos cuenta pero ajenas a su posible erección o sus deseos eróticos seguimos con nuestros mimos, cuando llegó el camarero y puso la caña de cerveza Gloria se la bebió de dos tragos y dejando un par de euros de la cuenta en la mesa me dijo.
- Vente, vamos a ver una cosa que quiero enseñarte, acompáñame.
Y cogiendo su bolso me agarró la mano enlazando nuestros dedos llevándome al cuarto del baño de la cervecería.
El cuarto de baño estaba en los bajos del local, con tres reservados y dos lavabos, olía a ese pino que se usa en todos los baños de los bares de todo el mundo que empacha la nariz para evitarte el golpazo de mal olor de los orines y otras aguas, muy bien iluminado y vacío, si, vacío.
- Ven acá guarrona, quiero que me quites ese juguete tuyo con los dientes y me comas enterita, dijo con una cara de desenfreno Gloria que me calentó. Nos metimos en unos de los reservados, el más alejado que sospechábamos era el más discreto y que era muy amplio, me temo que era el de personas de poca movilidad porque tenía barras para agarrarse por todos lados, Gloria empujó con el culo me arrastró hasta ella y su sedienta boca. Gloria tiró apresuradamente del cordoncito que cerraba su escote dejándolo caer hasta su cintura para dejar al aire sus senos morenos, mi boca húmeda se entretenía entre sus labios y su cuello, ávidas de su piel, calentado su moreno torso mientras mis manos acariciaban su espalda y sus duras tetas, sus dedos se perdían entre mis rizos rubios cuando empujó mi cabeza a que bajase más allá de su cuello.
Sus pezones se endurecieron y tomaron ese color oscuro que los delataba como excitados aumentando el tamaño de su aureola y con mis labios los rodeé llenándolos de cálida saliva, los chupaba como un lactante, quería la esencia de mi novia y tiraba de ellos con la suavidad de los amantes, mis dientes jugaban delicadamente con ellos y sentía como vibraban dentro de mi boca al ritmo de los suspiros de Gloria, apuntando al cielo y duros desafiaban a mi boca y mis manos pues aun siendo pequeños me desafiaban apuntado sus pozones hacia arriba en una invitación a domarlos. Mis inquietas manos acariciaban los costados libres de ropa que habían quedado y el calor de su piel me transmitió sus ansias y deseos, no hacían falta palabras, es más, creo que muchas veces entre ellas y yo sobran, nos entendemos con las caricias y las miradas, es nuestro lenguaje secreto, ella sabe donde tocarme y yo sé donde acariciarla para que vuelva loca entre mis manos.
- Que placer me das amor mío, sigue que me estás llevando al cielo. Así despacito amor, así, me decía en un deseo o mejor dicho en una súplica.
Sus ojos creo que se cerraron en cuanto entramos en el reservado, ni si quiera se abrieron para cuando llevé mi boca a su ombligo y jugar con mi lengua con su pubis cuando bajaba arrodillada los legins para dejarle ese dichoso vibrador al aire y que le quité sin contemplaciones para pegar mi boca a su depilado sexo; Gloria era una loca de las depilaciones brasileñas y me lo había contagiado y confieso que lamer ese coñito húmedo casi sin un pelo era delicioso, emanaba deseo, sabía a lujuria y me consumía cada vez que metía mi lengua en él. Su color rosa era una golosina para mi, mi lengua jugaba con sus labios apartándolos como si pétalos de las más delicada de las flores se tratase, su olor a mujer inundaba toda mi boca y me daba más ganas de ella, la deseaba con cada átomo de mi piel y ella lo sabía.
- Si cielo, sigue no pares por favor, ahora no.
Apoyada Gloria en no sé que sitio pues creo que debía estar levitando me metí entre sus muslos, mi pelo acarició sus pantorrillas y ella lo notó, se abrió más de piernas para dejarme meter mejor mi boca entre sus piernas y empecé a lamer delicadamente, primero de abajo hacia arriba, parándome en su clítoris suavemente, ella puso sus manos de nuevo en mi espalda y cabeza y empujó mi boca hacia ella, como queriendo que me metiese en ella, mi respiración se aceleraba por la falta de espacio que me dejaba y mis propios soplidos calientes buscando aire entraban en contacto con su coñito que cada vez me mojaba más, mi labios jugaban con sus labios vaginales como si fuesen una boca y me lengua mojaba todos los rincones de mi amada, ella se retorcía cada vez más y su respiración se agitaba por instantes. Sentía el placer de Gloria en mi piel, en mi boca, en mis manos, como se crispaba con mis lamidas y su muslos comenzaron a cerrarse en torno a mi cabeza como un cepo. Su clítoris crecía y tomaba un tamaño que no pasaría desapercibido a un amante entregado y puse mi boca sobre él, apoyé la punta de mi lengua soltándolo y dejándole moverse entre mis labios húmedos, cuando sentí que mis caricias sobre él no le molestaban lamí con un poquito más de pasión, apliqué mi lengua sobre él moviéndose con ritmo como lamiendo un cucurucho de helado, de arriba abajo primero, a los lados después, rodeándolo y con cada caricia Gloria gemía de gusto y cada una le proporcionaba un estímulo distinto. La calidez de mi boca empapó todo su coñito y mis labios y lengua eran dos verdaderas armas de tortura en ese instante, retorciéndose Gloria como una serpiente en torno a mi cabeza y torso con sus bonitas y suaves piernas.
- Me corro amor, me corro, dijo entre dientes y procurando no decirlo a gritos.
Mis oídos estaban cerrados, tenía todos mis otros sentidos puestos en dar placer a esa maravillosa mujer que las suerte puso en mi vida, una oleada de líquido seminal transparente manó de su coñito mojado por mi lengua mojándome y bañándome de deseo, sus espasmos los silenció como pudo aunque creo que poco importaba en ese instante y durante unos eternos segundos sentí como Gloría se derretía en mi boca, en mis manos.
Apenas había usado mis manos para dar placer a mi novia me incorporé del suelo para besarla dulcemente, Gloria correspondió a mí beso con otro beso profundo y sentido que inundó mi boca de su abandono a mis caricias, poco a poco, recuperada de su orgasmo me miró a los ojos y con una sonrisa eterna y agradecida me dijo:
- Te quiero mi pequeña, creo que nadie me comprende mejor que tu, no habrá nadie en la vida que me entienda como tú lo haces y volvió a besarme perdiendo de nuevo sus dedos en mi pelo, creo que entonces comprendí que realmente estaba enamorada hasta los huesos.
Gloria me llamaba su pequeña, no porque fuese más pequeña que ella, era simplemente porque había nacido un mes después que ella y siempre la restregaba que ella era mucho más vieja que yo, pero en dos mocosas de 28 años, decir vieja es una tontería.
Debió comprender que teníamos que salir del cuarto de baño y componiendo de nuevo su blusa y subiéndose los legins pero sin ponerse el tanga, salimos colocándonos como mejor pudimos, mientras nos atusábamos el pelo sentimos en el primero de los tres reservados a una persona masturbándose frenéticamente y sin hacer mucho ruido salimos sonriéndonos , casi riéndonos y al salir me di cuenta que por debajo de la puerta que se asomaban las borlas de unos zapatos castellanos de caballero y pensé si sería en jovencito sentado a mi espalda en la terraza porque al salir ya no estaba.