Una mente pervertida

Una jovencita muy bien portada confiesa sus más profundas fantasías en su terapia

-Y cuéntame, cómo te has sentido últimamente?

-Bien, aunque muy pensativa

-En qué has estado pensando?

Así comenzó la entrevista de ese lluvioso miércoles, Victoria permaneció en silencio procurando ordenar sus ideas. Llevaba las dos últimas semanas posteriores a su última sesión dándole vueltas a si había llegado el momento de confesar con su psicólogo estos temas, después de todo se supone que estaban ahí para tratar su trastorno de ánimo, pero como se sentía estable de eso pensaba que tal vez podrían ahondar en otras temáticas.

-Pienso en cosas que no tienen que ver con mi enfermedad y no sé si está bien que las hablemos

-Te gustaría a ti conversarlas?

-Me asusta un poco la verdad

Era cierto, verse en terapia hablando de sus sombras más oscuras le fascinaba, pero al mismo tiempo la asustaba enormemente, siempre se había procurado comportar bien y admitir que fantaseaba con cosas tan profanas como las que se le venían a la cabeza o que se excitaba con cosas por las cuales se le había inculcado la culpa por sobretodo, era difícil y pensaba en qué diablos pensaría su psicólogo de ella si le dejaba ver lo que tenia en su mente.

El hombre guardó silencio y la observó esperando que siguiera, ya llevaban más de un año en terapia y sabía que Victoria necesitaba sentir cómodo el silencio antes de seguir avanzando. Victoria por su parte se sentía cohibida y con miedo a ser juzgada.

-No se lo he confesado a nadie- se pasó la mano temblorosa por la frente que había empezado a dolerle- nadie lo sabe porque es malo lo que le voy a decir- la garganta se le apretó y tuvo que tomar agua.

-Este es un espacio libre de juicio, puedes decirme lo que sea y estarás segura.

-Lo va a anotar en la ficha?

-Pues es necesario ir dejando registro de cada sesión ya sabes, pero tranquila, ya sabes que soy discreto

Victoria confiaba en su psicólogo, sabía que si podía hablar de eso con alguien él era el indicado, respiró hondo y comenzó:

-Me excitan sexualmente cosas como las violaciones, los abusos a personas vulnerables como menores de edad o ancianos, me he masturbado en la iglesia, siento atracción por la pornografía escrita de dominación, por el porno duro, prefiero el sexo anal al vaginal, me gusta el dolor en el sexo y creo que estas cosas me vuelven una potencial peligro para otros. Nunca he violado ni abusado sexualmente de alguien, sin embargo, en mi mente he fantaseado con situaciones en que sí o que alguien me lo hace a mí y lo disfruto, en cambio con el sexo desde una vista más tradicional no me excito o me cuesta mucho más sentir orgasmos.

Victoria tomó aire y siguió, ahora que habia abierto esta puerta no podía parar y se hacía cada vez más fácil seguir hablando del tema

-Recuerdo que cuando descubrí una página de relatos eróticos, era pecado según mi formación religiosa consumir pornografía, pero no podía evitarlo, era muy atractivo para mí y recuerdo un relato en particular que usé mucho para autoestimularme y ahora de grande lo analizo y se trataba de una violacion de una jovencita virgen narrado por el violador. Me da repulsión que ese relato con ese contenido tan violento me excitara y excite tanto, es preocupante creo yo, no sé en verdad, debería preocuparme? soy una mala persona por esto? tenemos que ser acaso siempre buenas personas? Yo creo que todos tenemos el potencial de convertirnos en monstruos o demonios, sin embargo, las elecciones que hacemos en nuestras acciones son las que determinarán qué tan buenos somos, pero aún así no me queda tranquila la cabeza sabiendo que tengo estas inclinaciones tan perversas.

Qué le respondió el psicólogo, se los dejo a la imaginación porque la sesión la tengo el miércoles 18 y aún no me decido a contarle estas cosas a mi psicólogo, gracias por leer y acompañar esta fantasía, si me atrevo les cuento una segunda parte.