Una más en el cuerpo

Por fin había conseguido mi sueño de ser la primera mujer bombera de mi ciudad, pero iba a resultar difícil estar rodeada de bomberos buenorros todo el día.

Una más en el cuerpo

Laura & Sylke

Estoy algo nerviosa, lo reconozco, pero como todo y más en este nuevo trabajo, tengo que esforzarme al máximo para que no se me note. Me ha costado mucho llegar hasta aquí, pasando por pruebas muy duras, principalmente las físicas y además tener que demostrar como mujer que soy tan válida y tan capaz como cualquiera de mis compañeros aspirantes, pero al final he conseguido sacar la plaza y hoy empiezo a ser la primera mujer bombera en mi ciudad.

El capitán Montes me recibe en su despacho y me saluda en mi primer día, no sin antes echarme una buena ojeada a mis tetas, ya que llevo mi mejor camiseta, pero quizás, es demasiado ceñida, lo mismo que mis vaqueros, ahora que lo pienso, quizás no era la más adecuada hoy, teniendo en cuenta que voy a incorporarme al cuerpo de bomberos, en la que todos menos yo, son hombres, pero bueno, quizás por eso cause buena impresión. Desde luego quiero ser yo misma, como acostumbro a ser, vistiendo sexy y sacando el mejor partido de mí misma. Si tengo unas buenas tetas, tampoco tengo que ocultarlas ¿no? Que se vayan haciendo a la idea desde el principio, sin tener que hacer diferenciaciones. Espero que todos lo entiendan y respeten mi decisión. El capitán Montes debe rondar los cincuenta, pero a pesar de sus canas y sus años, ha debido ser un hombre interesante de joven, bueno, de hecho, lo sigue siendo, un madurito de esos que no mi importaría comerme. Puedo descubrir bajo el uniforme que todavía se mantiene fuerte.

-          Hola Tania. Encantado de tenerte entre nosotros. - me dice estrechando mi mano con su vista fija en mis tetas y luego un escaneo por todo mi cuerpo.

Estoy más que acostumbrada a que me miren así, pero además reconozco que me gustan esas miradas. No soy un pibón, aunque me cuido al máximo y como digo, exploto muy bien mis recursos. Soy rubia natural, aunque me suelo teñir con un rubio más intenso que suelo llevar recogido en una trenza que a veces dejo caer intencionadamente sobre mi pecho, otra cosa que encanta a los tíos. Mis ojos son grandes, mi boca también, pero sobre todo mis tetas, son de buen tamaño y es lo que más llama la atención. Alguno me ha reconocido que me ha mirado a las tetas antes que a los ojos. Aunque el capitán intente disimular, sus ojos le delatan y le pasa lo mismo.

-          Muchas gracias señor Montes. - respondo con la mejor de mis sonrisas.

-          Por favor, llámame Alfredo y de tú, que me haces viejo, además, aquí seré un compañero más, aunque sea tu jefe. ¿De acuerdo?

-          Claro. Pues gracias, Alfredo. ¿Y cómo me dirijo a usted... a ti?

-          Puedes llamarme sencillamente Alfredo, jefe o capitán, como más te guste.

-          Perfecto.

-          Oye Tania, ¿Sabes que eres la primera chica en esta unidad? - me pregunta sonriente, echando otra ojeada a mis tetas.

-          Sí, sí, incluso quieren hacerme un reportaje en el periódico local, pero lo importante no es el hecho de que lo sea, que sí que es noticia, sino que se vea con la normalidad de que nosotras podamos hacer cualquier trabajo, incluso este, en el que hay muy pocas mujeres todavía.

-          Desde luego. Tienes toda la razón.

-          Espero, por cierto, responder como uno más, aunque sea una chica. Mis capacidades y aptitudes, al menos como candidata, las he superado.

-          Y con creces, Tania... ya lo creo. Has tenido muy buenas marcas físicas, casi ninguna de las aspirantes ha llegado a tu puntuación y has superado a muchos de los chicos que se presentaban, así que merecido tu puesto y ninguna diferenciación. Estoy seguro de que realizarás perfectamente tu labor.

-          Gracias, Alfredo, no todos los hombres lo ven de esa manera.

-          Bueno, yo quiero considerarte como uno más, como dices... y espero que me cuentes cualquier problema que tengas con tus nuevos compañeros, puede que alguno se sienta incómodo o que crea que no eres capaz de muchas cosas... incluso comentarios que te puedan incomodar a ti, me lo comentas ¿vale?

-          Tranquilo que para eso ya tuve que lidiar con otros aspirantes... jeje.. Algunos no apostaban un euro por mí.

-          Pues sí, has sido una de las que mejor ha pasado las pruebas físicas y todos los sicotécnicos con la mejor puntuación de toda la promoción. He visto tu expediente y estoy muy contento de tenerte.

-          Gracias. - respondo agradecida y halagada.

Bueno, ese primer paso, que siempre resulta cortante, hasta el punto de que mis propios padres me decían que eso no era cosa de chicas, mis resultados en las pruebas han demostrado todo lo contrario, incluso mi hermano, que se burlaba de mí, diciendo que con mis tetazas no iba a poder correr con la manguera a apagar un incendio o subir trepando por una cuerda y ya ves, él se presentó y no sacó la plaza, en cambio yo sí, con mis tetazas y mis ovarios.

Alfredo me enseña primero la parte de los camiones, motobombas y maquinaria y allí empiezo a ver a mis primeros compañeros que se acercan, a los que todavía no puedo recordar sus nombres, pero uno de ellos lleva la camisa remangada en la cintura y está con todo su torso desnudo, con ese sí que me he quedado, se llama Martín y está que se sale, además de mirarme con esos ojitos que hacen sentirse a una orgullosa.

-          ¡Hola! - saluda Martín desde la distancia, con una bonita sonrisa, pero mis ojos recorren además ese tronco tan bien formado, bien depilado y sin un gramo de grasa. Además parece simpático.

-          Hola. - respondo al pasar con otra sonrisa.

Muchas de mis amigas me preguntaron si me había apuntado para ser bombera por los tíos y no niego que en parte esa fuera una de las razones, pero, además, la principal, porque siempre me ha atraído el hecho de serlo. Recuerdo que, de niña, la mayoría de mis amigas querían ser actrices, peluqueras, pero yo siempre decía que quería ser bombera. Además de lo que significa este trabajo tan activo, tan duro, tan intenso, pero que hace una labor tan importante para la sociedad, por eso que es un trabajo que me apasiona en todos los sentidos, que espero hacer con la mayor profesionalidad, sobre todo si estoy todo el día rodeada de tíos buenos, jajaja. Eso estimula mucho, claro...  ¿A quién le amarga un dulce?

Luego, Alfredo me enseña el gimnasio, donde dos chicos están levantando pesas, con tan solo un pantaloncito corto, algo que no se me escapa, ni tampoco una sonrisa cuando comentan algo entre ellos en cuanto he aparecido por allí. A continuación, el capitán me enseña el comedor y la cocina.

-          Mira aquí la cocina la hacemos entre todos y solemos formar un equipo, hay gente que tiene muy buena mano, pero si prefieres comer tu propia comida, no hay problema, recuerda que las guardias son de 24 horas y en tu tiempo de no actividad, puedes hacer lo que quieras, tanto aquí, en el gimnasio, hay un taller, biblioteca, una sala de televisión... y luego las tareas de mantenimiento de los equipos y algún entrenamiento... espero que no te aburras mucho.

-          Me encanta todo Alfredo y creo que no me voy a aburrir. - añado mirando a mi alrededor viendo a todos esos bomberos uniformados, con unos cuerpos de flipar.

-          Bueno, luego te acabarás hartando de ver siempre lo mismo, durante 24 horas seguidas. - me dice justo cuando pasa uno de los bomberos más altos con unos músculos increíbles.

-          No creo que me harte. - respondo, pero por dentro lo digo con toda la doble intención.

Por último, me enseña el dormitorio, compuesto por una gran sala compuesta de 18 literas.

-          ¿Yo también dormiré aquí? - pregunto.

-          Si, estas son las que llamamos “camas calientes”, que son ocupadas alternadamente por unos y otros, en función de si han salido a un servicio o están en un retén.

-          Es decir que no tenemos asignada cama propia.

-          No, la cama que quede libre en cada turno.

Veo que las taquillas están junto a las camas, por lo que de cambiarme de ropa también tendré que hacerlo aquí, pero no lo pregunto, porque desde el principio no quiero tener ningún trato especial.

-          De momento estamos reformando un baño en la parte de arriba, que podrías utilizar exclusivamente tú, pero no hay ducha, tendrías que ducharte aquí, pero te dejaríamos usarlo tú sola, sin que nadie te moleste cuando los chicos no estén.

-          No quiero ser un incordio. - digo.

-          ¿Un incordio? Para nada, Tania.

-          No, pero no quiero privilegios Alfredo... me tengo que hacer a todo.

-          Bueno, lo iremos resolviendo y ya verás cómo te acostumbras. Mira esta es tu taquilla y dentro está tu equipo completo. Que tengas un buen servicio. - añade volviendo a estrechar mi mano. - Ya sabes dónde me tienes - añade en una nueva ojeada a mis tetas.

Allí me quedo, sola frente a mi taquilla, dispuesta a vestirme oficialmente como la primera mujer en la historia de este parque de bomberos. Por un momento me siento observada cuando me quedo con mi pequeño sujetador y mi tanga, pero deben ser figuraciones mías, porque estoy sola.

Una vez que estoy vestida ya con el uniforme, me miro frente al pequeño espejo de mi taquilla y me digo a mí misma:

-          ¡Tania, tu sueño se ha cumplido!

Me siento en un banco para colocarme las botas, con mi vista en un punto fijo empezando a recordar todo lo que he sufrido y luchado para estar así ahora y no puedo estar más orgullosa por ello. Y eso que nadie apostaba por mí...

Como estaba pensando en lo mío siento como abren la puerta de la habitación de golpe provocándome que de un salto del susto porque no me esperaba que entrara nadie en este preciso momento, así que giro la cabeza y veo a los dos compañeros que vi en el gimnasio apenas hace unos minutos. Uno moreno y otro rubio... ¡Joder, ¡qué buenos están!... Uno de mis mayores sueños era estar rodeada de bomberos macizos y ahí se acercan dos.

-          Vaya, lo siento pensábamos que no había nadie. - comenta uno de ellos.

-          No te preocupes ya había terminado. Me coloco las botas y os dejo.

-          Así que tú eres la nueva. Te hemos visto antes con Alfredo.

-          Si ahora seré vuestra nueva compi, jeje, por cierto, soy Tania. - digo levantándome.

-          Sí, sabíamos que venías hoy y estábamos expectantes. - dice el rubio.

-          ¿Ah sí?

-          Bueno, eras la comidilla de todos, porque no sabíamos cómo eras...

-          ¿Y he cumplido las expectativas?

-          Con creces – contesta el otro lo que provoca que note como me arden las mejillas y empiece a notar un cosquilleo en mi coño. Es que es ver un bombero y me vuelvo loca.

-          Ya era hora de que entrara alguien nuevo y qué mejor una chica tan guapa. - comenta el rubio, dibujando mi silueta con su mirada.

Cuando me suelta eso lo hace con una sonrisa mientras que veo que el chico moreno pone los ojos en blanco como diciendo “ya la hemos liado” y comenta para quitar hierro al asunto:

-          Perdónale, que este es demasiado directo y a veces un poco bruto.

-          No pasa nada, se agradece el halago y además vosotros también sois muy guapos. - añado yo envalentonada siguiendo con esa familiaridad y es entonces cuando noto como ellos son los que enrojecen, pues seguramente no se lo esperaban.

-          ¡Touché! - dice el rubio – por cierto, yo soy Noel, encantado.

-          ¿Noel, como papá Noel? - pregunto riendo.

-          Sí, pero en lugar de pelo y barba blanca, con el pelo rubio, jajaja.

-          Ni caso, ya te digo que es un cachondo. Yo soy Manuel, pero todos me llaman Manu. - comenta el otro.

-          Pues, encantada yo también, Noel y Manu. - contesto yo, sonriente.

A continuación, me doy dos besos con cada uno de ellos a modo de saludo, pero sin poder evitar agarrarme a los bíceps de Manu y comprobar que están más duros que una piedra. Luego hago lo mismo con el rubio Noel y compruebo que también está macizo.

-          Bueno tú termina tranquila que nosotros vamos a ducharnos y luego nos vemos por aquí. - comenta Noel.

Veo que se acercan a sus respectivas taquillas, cogen el champú, las toallas y un neceser y se dirigen a las duchas, pero sin perder la oportunidad, aprovecho para hacerle un buen repaso de arriba abajo a esos dos chicos, porque están para enmarcar... seguro que si hacen un calendario de esos eróticos sería el sueño de más de una... yo la primera. Los dos son bastantes altos y fuertes, Manuel tiene el pelo negro y sus ojos son castaño claro, Noel tiene que tener casi la misma altura que el otro, pero con la diferencia que este tiene el pelo rubio, una cuidada barbita y sus ojos son tan azules que parece que estás viendo el océano. Noto un pequeño cosquilleo en mi sexo y eso que es el primer día y prácticamente acabo de llegar. Veo que Manu se ha quitado la camisa y se queda solo con sus pantalones, de los que sobresale un tatuaje, que parece un león o un tigre.

Termino de abrocharme las botas y vuelvo de mi ensoñamiento cuando empiezo a escuchar el agua de las duchas de los chicos, algo que me deja tentada de meterme ahí mismo, pero me sonrío a mí misma y decido darme prisa en bajar porque al final tendría que pedirles a estos que me ayudaran apagar el fuego que tengo dentro.

Me bajo a la cocina para servirme un vaso de agua que intente apagar mi calentura y me encuentro a Martín, de espaldas a mí, que debe estar preparando algún plato. Sigue sin camiseta y su enorme espalda es como un muro. Lo único que pasa por mi cabeza es en la gran tortura que voy a tener aquí con tanto tío bueno. Intento serenarme y le saludo:

-          Hola Martín.

-          Ah, hola Tania. ¿Te acuerdas de mi nombre? - dice sonriente girándose hacia mí.

-          Sí, soy muy fisonomista y no me olvido. - añado volviendo a ver ese torso, pero esta vez extremadamente cerca y creo que me va a costar olvidarlo mientras viva.-

-          Bueno, ya estás vestida. - me dice escaneando mi cuerpo, especialmente esa camiseta azul de bombera, que marca ostensiblemente mis tetas.

-          ¿Antes estaba desnuda? - digo riendo con toda la malicia del mundo.

-          No, mujer, jajaja... me refiero con tu uniforme, pero, por cierto, lo otro no estaría mal, jajaja...

Le devuelvo la sonrisa y veo que son todos muy vacilones, pero al final la sueltan y yo intentaré adaptarme a su juego y ser igual de sincera y directa. No quiero que piensen que soy una mosquita muerta y que puedo vacilar y cachondearme de todo como ellos.

-          ¿Necesitabas algo, Tania? - me pregunta.

-          Pues venía a por un vaso de agua. Todavía no sé cómo va esto.

-          Verás, cada uno tenemos nuestra botella. Coge una del estante y la metes en el frigo con tu nombre.

Así, lo hago y al regresar se retira un poco para que pueda pasar hacia el frigorífico, pero como si fuera por descuido le paso ligeramente las tetas por su escultural espalda y cuando cojo la botella de agua y me sirvo un vaso, Martín se me queda mirando fijamente, principalmente a mi pecho que acaba de rozarle.

-          Tania, cualquier cosa que necesitas, me lo dices, ¿vale? - me comenta sin dejar de observarme las tetas con cierto descaro.

La verdad es que estoy acostumbrada a que me las miren, son siempre una de las cosas que primero me miran los chicos y es principalmente por mi volumen, es lógico, aunque a veces vea en esos ojos algo de lujuria. ¡A saber qué está pasando ahora mismo por su cabeza!

-          Muchas gracias Martín - le contesto. - eres muy amable.

-          Bueno, guapa, nos vemos por aquí y bienvenida.

Martin se gira y mete algo en el horno, por lo que aprovecho para echarle un buen repaso a su culo y vuelvo a servirme otro vaso de agua para intentar bajar los calores que me está provocando tener a estos bomberos delante, que hasta por un momento se me olvida que son mis compañeros, ¿les pasará a ellos lo mismo conmigo?

-          Hola Tania, te estaba buscando – dice el capitán entrando en la cocina.

-          Dime Alfredo.

-          Bájate al patio y coméntale a Guille que te enseñe las técnicas de la manguera. Está en el camión 8.

-          Vale jefe. - digo y me lanzo por la barra vertical que conduce al patio, como había hecho en los entrenamientos.

Paso por delante de los camiones y veo que están tres de mis compañeros que había visto al principio y que también han provocado que me quemara por dentro. Al pasar junto a ellos, se callan y cuando paso de largo siguen hablando y haciendo bromas entre ellos. Sin duda que va a ser difícil que no me miren como a una tía joven y que está buena, no lo digo por presumir, pero es que yo a ellos tampoco voy a poder evitar mirarlos como lo que son: tíos buenos.

Llego al patio y me encuentro con el camión 8, que tiene desplegadas todas las mangueras por el suelo y manejando una de ellas, está un chico delgado y pelirrojo.

-          Hola, tú debes ser Guille. - digo.

-          Y tú Tania. - responde con cierta timidez, con una bonita sonrisa al tiempo que nos damos dos besos.

-          Me dijo Alfredo...

-          Sí, que te enseñara a manejar la manguera. - termina la frase él algo colorado.

Al decir eso todo un calor sube por mi cuerpo, aunque creo que se refiere a la manguera real, la de apagar incendios, uf.

-          Eres muy joven, ¿no? - le pregunto.

-          Sí, acabo de cumplir 19.

Guille, me indica como se engancha un extremo en el camión, como hay que desenrollarla por entero y como se abre la llave de paso. Me dice que agarre la manguera con las dos manos, firmemente, abra las piernas y espere a que llegue el golpe de agua. Así ocurre, en cuanto abro la llave, el agua a presión, sale con mucha fuerza que casi me tira para atrás, pero Guille me sostiene por la cintura y se pega totalmente a mí por detrás.

-          Esta manguera tira mucho. - me dice y puedo notar un bulto considerable en su pantalón, ubicado en el centro de mis posaderas.

-          Ya veo, ya. - respondo mientras mi espalda se pega a su pecho y entre ambos dirigimos el chorro enérgico de esa manguera, aprendiendo a manejarla con su ayuda.

-          Es que esto se hace mejor entre dos. - me dice pegando su cara a la mía, totalmente unido a mi cuerpo.

En ese preciso momento suena una alarma estridente por todo el edificio y Guille apaga de inmediato la manguera, separándose de mí y aún tengo tiempo de ver ese bulto que ha estado clavado en mi culo. Ya no sé si realmente teníamos que estar así de pegados pero lo cierto es que me gustó mucho esa primera experiencia.

-          ¿Qué pasa? - pregunto al oír esa alarma que no deja de sonar.

-          Prepárate, Tania. Tu primera salida. - responde.

Entramos corriendo al edificio y nos ponemos los trajes ignífugos, compuesto por un pantalón ancho con tirantes y encima un chaquetón amarillo con la palabra en rojo “Bomberos”. Nos ponemos el casco y nos subimos al camión número 2, que está ya con las luces de emergencia encendidas. Me ha tocado junto a Manu que me sonríe nada más entrar y el camión sale disparado por las calles con las sirenas a tope, viendo estupefacta como se van apartando los coches, abriéndonos paso.  ¡Estoy feliz en mi primera salida y rodeada de tíos buenos!

En pocos minutos llegamos al destino y se trata de un accidente de dos coches, que se han empotrado y por suerte todos los ocupantes están bien, con heridas leves, aunque tenemos que excarcelar a una chica que ha quedado atrapada en uno de ellos y su puerta está atorada con el choque.

Ayudada por Manu, en todo momento, me va indicando como actuar en cada momento y lo primero es tranquilizar a la víctima y luego entre todos, sacar la puerta con varias herramientas que permitan extraer del coche con seguridad a esa chica. Todo sucede muy rápido y cuando me quiero dar cuenta ya estamos de vuelta en nuestro parque de bomberos. Nos quitamos los trajes y seguimos con las labores de mantenimiento y posteriormente vamos a comer todos juntos. En total somos 24 bomberos en ese servicio y yo la única chica. Me siento arropada por todos y creo que estoy en un buen equipo, pero los chicos intentan en todo momento agasajarme y cuidarme, pero les tengo que advertir más de una vez, que me valgo por mí misma y que no necesito que me cuiden como a una niña... Entiendo que quieren ser amables y que soy la novata, pero quiero dejar claro que soy una más en el cuerpo y ellos lo comprenden perfectamente.

Por la tarde nos dedicamos a leer, a ver la tele o hacer algo de gimnasia, así que me apunto con Martin para hacer unas pesas y de paso charlar y ponerme al día. No hay nadie más en el gimnasio, así que disfrutaré de las “buenas vistas” de mi compañero. En cuanto me siento en un banco para empezar a hacer unos ejercicios y me quito la camiseta, quedándome con el sostén deportivo, Martín no puede evitar mirarme el canalillo que le ofrecen mis pechos y comenzamos una serie de varios ejercicios. Suena la sirena varias veces, pero salen otros equipos y nosotros seguimos atentos por si nos llaman para cualquier salida.

Me pongo realmente nerviosa cuando veo a Martin quitarse la camiseta y empieza tumbado en un banco a levantar pesas. Me dirijo hacia la cinta para correr un poquito, pero creo que con el pantalón de trabajo va a ser difícil, así que decido quitármelo, ya que debajo llevo un pequeño short de lycra que marca bien mi culo.

-          ¿No te importa que me quite el pantalón para correr? - le pregunto con toda mi mala intención.

-          Naturalmente que no. responde sonriente, viendo cómo me despojo de mi pantalón de trabajo y mostrando ese short que se ajusta a mis caderas, a mi culo y marca mi entrepierna dibujando la forma de mis labios vaginales.

Empiezo a trotar sobre la cinta y me veo reflejada en los espejos que tengo enfrente y veo claramente como se mueven mis tetas a cada paso.

-          ¿Qué tal te ha ido tu primera salida? - me pregunta él.

Así que levanto la cabeza y vuelvo a mirar a los espejos y lo veo a él sentado levantando las mancuernas, provocando en cada movimiento que se vea el pedazo de bola que tiene en sus brazos mientras que él tiene su vista fija en mi culo. ¡Me encanta mi nuevo trabajo!

-          La verdad es que bien, no ha sido tan complicado, por suerte. - respondo yo, disfrutando de esa imagen que se refleja en el espejo.

-          Eso sí, porque hay veces que se complica todo.

-          Ya, la intervención de hoy ha sido sencilla. Supongo que me tocara alguna más difícil por desgracia, aunque...

Me quedo en mitad de la frase porque al volver a mirar en el espejo veo como el muy canalla se ha puesto de pie para quitarse la camiseta dejando todo su pecho al descubierto y provocándome que casi me caiga de la cinta y que se me atragantaran las palabras.

-          ¿Qué ibas a decir, Tania? - me pregunta.

Tengo que decir lo primero que se me pasa por la cabeza para que no se dé cuenta que me he quedado atontada viéndolo con su perfecto torso desnudo.

-          Espero hacerlo bien... - digo.

Sigo corriendo en la cinta y empiezo a notar como las primeras gotas de sudor aparecen en mi frente, pues creo que los nervios, aparte del ejercicio, me están haciendo sudar de lo lindo, aparte de mojarme en otro sitio, pues noto un cosquilleo en mi coño fuera de lo normal, pero lo disimulo charlando con él.

-          Por cierto, hoy en la intervención me ha gustado mucho que me ayudarais, pero me he sentido un poco... no sé... como una niña chica.

Al decir eso veo como Martín deja las mancuernas en el suelo, se levanta y se coloca a lado rápidamente.

-          ¿Por qué lo dices? ¿Te molesta que te protejamos? - me pregunta.

-          No, en absoluto... supongo que como compañeros todos lo tenemos que hacer, es lógico, más todavía siendo nueva, como soy yo, pero me molesta un poco, que alguien crea que no soy capaz de hacerlo por mí misma, no sé si me entiendes.

-          Claro que te entiendo, Tania, perfectamente - añade con su vista en mis tetas que no dejan de botar a cada trote.

-          Gracias, Martín. - respondo con una sonrisa

-          Siento que hayas percibido eso y si veo que alguien te trata de forma diferente, me lo dices y le muelo a palos. - añade cerrando sus puños.

Con ese movimiento, hace que su torso se tense y por supuesto sus músculos, mientras yo intento disimular mi turbación.

-          Martín, no te preocupes, que para eso también me puedo defender sola.

-          Es verdad. Estoy seguro de que eres capaz de dejar a más de uno patas arriba.

-          ¿Tú crees? Estáis todos muy fuertes. - afirmo mirando su cuerpo de arriba abajo.

-          Bueno, veo que tú también. Estás realmente en forma. - añade observando mi vientre liso y los músculos de mis piernas brillantes mientras sigo trotando.

-          Gracias. Tú también. - añado bajando de la cinta y agarrando fuertemente el bíceps de su brazo derecho.

Veo que Martín se queda un poco descolocado.

-          Bueno, quizás alguno se sobrepase o crea que eres esa niña indefensa, yo no lo creo y, por cierto, si digo algo inconveniente, me lo haces saber, ¿vale?

-          Tranquilo. No quiero que estés en tensión conmigo, tú compórtate como siempre. Recuerda, soy tu compañera, nada más. - añado acariciando suavemente su tórax.

-          Nada más y nada menos. Supongo que es inevitable que veamos como a una mujer. - dice él notablemente nervioso con mis toqueteos.

-          Claro que sí, es que soy una mujer y me gusta que me miren como mujer, eso es lógico.

-          Vale. Entiendo que te refieres a que puedes desarrollar tu trabajo como uno más, independientemente de que nos veamos como hombre y mujer.

-          Exacto, que sea una chica, no quiere decir que no pueda hacer lo mismo que tú en nuestro trabajo. Es lógico que ahora soy una novata, necesite algo de ayuda, pero creo que soy capaz de hacer cualquier cosa. - añado, volviendo a acariciar su pecho con mi mano.

-          Lo entiendo perfectamente, pensé que te molestaba que te mirase como mujer.

-          Al contrario, Martín, me encanta que me admiren como mujer y además tú eres un hombre y también me gusta mirarte.... - digo con valentía.

-          Vaya, gracias. - responde sonriente y más atrevido acaricia mi cintura con su vista fija en mi canalillo, que muestra esa rajita que forman mis pechos.

-          Gracia a ti, Martín – le digo dándole un abrazo juntando nuestros cuerpos.

Veo que él no rechaza ese abrazo y pego aún más mis pechos a ese torso desnudo, lo mismo que mi pelvis, haciendo que nuestros sexos estén en contacto unos instantes maravillosos. ¡Me siento tan a gusto! Así estamos un rato y entonces percibo que le he provocado una incipiente erección, que denota el bulto que se aprieta contra mi pubis.

De repente veo que tose un poco nervioso y se separa de mí algo aturdido y se dirige disimulando a otra máquina de pesas, pero sin que pueda evitar que vea la tienda de campaña que se ha formado por culpa de nuestro abrazo y que a mí me ha provocado un calentón de narices, así que he decidido torturarlo un poquito más.

Me pongo justo en la máquina que hay detrás de él, pero antes me bajo un poco más el escote de mi sujetador y me coloco a cuatro patas encima del banco, dejando que me vea perfectamente mi pecho y coloco unas palancas en mis talones para empezar a levantarlas. Él puede verme perfectamente con solo echar su vista un poco para atrás, pues, aunque esté al revés, la visión de mis pechos es clara y se ve más acrecentada al tenerlos hacia abajo, moviéndose con cada uno de mis movimientos. Desde mi posición, veo que está totalmente empalmado. Como me entra un poco la risa y quiero seguir torturándole decido levantarme de esa máquina y ponerme ahora al lado suyo para comenzar con unas sentadillas y que pueda observar mi culo perfectamente definido gracias a mis shorts de lycra.

-          ¡Joder, que puta tortura! - dice levantando una gran pesa, pero parece que lo dice por mi culo, que corroboro cuando giro mi cara hacia él y veo que no me ha quitado ojo del trasero.

Me levanto y me dirijo hacia él y le pregunto:

-          ¿Estás bien, Martin?

Y él levanta la cabeza y me mira esta vez a los ojos y veo esa mirada que está ardiendo de deseo como lo estoy yo. Cuando parece que va a haber algo más que palabras, en ese momento entra el capitán en el gimnasio. Su mirada también se dirige, primero a mi culo y después inevitablemente a mi escote.

-          Hola, chicos, os estaba buscando. - nos dice y aunque intente disimular no es capaz de mirarme a los ojos pues su vista se pierde en mi canalillo.

-          Dime Alfredo, ¿Qué quieres? - pregunta Martin, que tapa su notable erección con una pequeña toalla.

-          Necesito que le enseñes a Tania como cargar las motobombas con diésel, que están vacías.

-          Claro jefe. Nos damos una ducha y vamos para allá. - añade Martin y salimos del gimnasio en dirección al dormitorio para cambiarnos.

Yo paso delante de los dos hombres, con toda la intención del mundo porque me encanta sentir sus miradas clavadas en mi culo, hasta que por fin llegamos Martín y yo frente a nuestras taquillas que están precisamente contiguas.

-          Bueno, si quieres cámbiate tú y después lo hago yo. - me dice él caballerosamente.

-          No seas bobo, Martín, recuerda... somos compañeros. - le digo y bajo mi short lentamente con movimientos de mis caderas para quedarme con mi pequeño tanga blanco ante su atónita mirada.

-          ¿Estás segura? - me pregunta observando mi entrepierna apenas cubierta por esa pequeña braguita que mira hipnotizado.

-          Claro, recuerda: trátame como si fuera una más. - añado sacando el sostén deportivo haciendo que mis tetas salten ante sus ojos como platos

-          ¡Joder! - dice él.

Y tras dudar unos segundos, veo como al final él se baja el pantalón, dejando a la vista su bóxer marcando ese notable bulto. De pronto, al estirar mis manos para colocar una pinza que recoja mi pelo, hace que mis pechos suban más y mis pezones se alcen, provocando que Martín se rinda ante eso y se abrace a mi cuerpo.

-          ¡Lo siento, Tania...!, ¡Estás demasiado buena para resistirse! - añade.

-          ¡Joder, no lo sientas!, ¡Pensé que no lo ibas a hacer nunca! - añado yo, apretando con mis dedos el bulto de su pequeño slip y metiendo la mano dentro de él.

Me encanta sentir esa dureza que hay debajo al aferrarme a su tronco que crece aún más entre mis dedos

-          ¡Joder, no me creo que esté pasando esto! - dice con su voz temblorosa mientras mi mano sigue abarcando ese largo tronco que hay bajo su slip.

-          ¡Ni yo tampoco! - añado y le doy un beso tierno en los labios.

El beso acaba siendo un morreo en toda regla, comiéndonos la boca mutuamente, con desesperación, juntando nuestras lenguas. De pronto me agacho, bajando al mismo tiempo sus bóxers y dejando a la vista una enorme y venosa polla.

-          ¡Qué bonita! - digo relamiéndome y sin dudarlo más tiempo, me la llevo a la boca.

-          ¡Uf, joder, Tania! - gime él al sentir como me trago su enorme tronco.

Se la empiezo a mamar con todas las ganas, al tiempo que acaricio sus huevos y le miro con mi cara de niña mala. Después ubico su polla entre mis tetas, haciéndola una cubana bestial, sintiendo como esa verga es acariciada por la suavidad de mis pechos y gozo como una perra con ese tío que está buenísimo, con su perfecto cuerpo desnudo.

En un momento dado oímos un ruido fuera de la habitación y me quedo completamente quieta, pero con casi toda su verga dura dentro de mi boca y viendo que el peligro ha pasado, se la sigo mamando con todas mis ganas, haciendo que él tiemble y jadee, hasta que él mismo me levanta, pues parece que no quiere acabar tan pronto. Me baja las braguitas sacándomelas por los pies y se queda observando mi cuerpo desnudo y principalmente mi rasurado coño, al que pega una larga lamida, haciéndome temblar de gusto, luego juega con su lengua por mis pliegues rozando mi clítoris, hasta que se levanta y se separa ligeramente de mi cuerpo.

-          ¡Estás buenísima, Tania! - me dice.

-          ¡Y tú, joder! - digo yo, saltando sobre él aferrándome a su cuello y abrazándole con mis piernas alrededor de su cintura.

Martín se agarra su enorme polla, la dirige a mi coño y de una estocada me la clava hasta el fondo, notando como me llena entera. ¡Es increíble, ese pedazo de bombero está dentro de mí!

-          ¡Sí, sí, sí! ¡Joder! - grito yo de gusto, mientras las manos de mi compañero me sujetan por el culo y no deja de follarme, allí de pie, de forma bestial contra una de las taquillas.

Los movimientos de su pelvis son enérgicos y yo acaricio su enorme espalda y los músculos de sus brazos, cuando gracias a ese polvazo, a esa situación, a mi sueño anhelado, sumado al morbo, hace que me corra, entre jadeos, que apago mordiendo su cuello y su clavícula sin dejar de botar con esa polla metida una y otra vez, hasta lo más hondo de mi coño.

Un instante después, dejándome que me corra, él acelera sus movimientos, levantándome continuamente de mi culo, clavándomela sin remisión, haciendo que mis tetas boten a cada salto y nuestros sexos choquen provocando el ruido de un polvo salvaje hasta que, entre largos bufidos, se derrama dentro de mí, apretando su pelvis contra mí y mi espalda contra las taquillas.

-          ¡Uf, Tania! - dice él, soltando su semen en mi interior.

-          ¡Como follas, cabrón! - le digo dándole un piquito y luego pasando mi lengua dibujando esos labios.

-          Ha sido una puta locura, pero bendita locura. - responde bajándome de su cuerpo.

Después, me deja ducharme primero para evitar que alguien entre y nos vea juntos y luego lo hace él, para acabar bajando para enseñarme la labor que nos había asignado el capitán, cargando las motobombas, pero nuestras miradas desde ese momento han cambiado y nos sonreímos de otra manera.

Poco más tarde vuelve a sonar la alarma y volvemos a subirnos inmediatamente en los camiones y salir de nuevo disparados por la ciudad, para apagar un pequeño incendio de varios contenedores. Aunque es pequeño, es mi primer fuego y estoy asistida en todo momento por algunos de mis compañeros que me ayudan con la manguera, juntándose a mí, en alguna ocasión más de la cuenta, pero no puedo negar que estar al lado de esos cuerpos es mi sueño hecho realidad. Martín está especialmente atento conmigo y recordándome de vez en cuando lo bien que lo hemos pasado con ese polvo salvaje.

Después de un día duro y satisfactorio en el trabajo, otro retén se queda de guardia y yo me voy al dormitorio de literas con unos algunos de los chicos. Al principio son un poco reacios a cambiarse y veo que murmuran algo entre ellos, hasta que pregunto.

-          ¿Qué pasa?

-          No, nada, es que es la primera vez que nos vamos a cambiar, estando tú aquí... - comenta Guille.

-          Oye, habíamos quedado que soy una más. - digo y en ese momento me despojo de mis pantalones bajándolos de repente y quedándome en tanga y un pequeño top que deja buena parte de mi tripita al aire, además de marcar considerablemente mis tetas, pues no llevo nunca sostén para dormir.

-          ¡Joder! - oigo decir sorprendido a uno de los chicos al fondo, pero no identifico quién es.

-          Tienes razón - dice Noel riendo.

En ese momento me imita, pero quitándose primero la camiseta, mostrándome su precioso torso desnudo con su tableta de abdominales y bajando sus pantalones después para ofrecerme su culo con unos ajustados bóxer que muestran un bulto considerable. ¿Se habrá empalmado conmigo?

Los demás chicos se van animando y hacen lo mismo, para acabar en calzoncillos por la habitación cada vez con más soltura y ahora soy yo la que se pone nerviosa viendo esos cuerpos pasando por allí una y otra vez. Luego me dirijo al baño para lavarme los dientes, pero lo hago vestida así, con mi ajustada camiseta y mi tanga, ofreciendo lo mejor de mi culo moreno, sabiendo que varios ojos me siguen y algunos chicos se ponen a mi lado, mientras se afeitan o se lavan los dientes como yo. La cosa, aparentando normalidad, es de lo más cachonda. Al final, tras ese juego ardiente y miradas de deseo, nos vamos a la cama, cada uno a la suya... jeje.

Desde mi litera de arriba puedo ver entre la penumbra los cuerpos de algunos de ellos, que van quedándose dormidos, pero dos literas más allá veo que hay otro de mis compañeros al que se distingue su polla en esa semi oscuridad y la tiene fuera de su slip, agarrada por la base con su mano, pero ¡Se está masturbando! Joder, eso es demasiado y no puedo evitar meter mis dedos en mis pequeñas braguitas para acariciar mi coño, que está empapado, mientras observo al otro que silenciosamente se está haciendo una buena paja ¿Será a mí salud? Desde luego la paja que me hago yo, sí que es por su culpa. Intento apagar mis gemidos con la almohada, porque tampoco quiero parecer una desesperada, aunque de buena gana me iría hasta esa litera y sentir esa polla dentro de mí, hasta que pongo boca abajo y me corro tapando mi boca contra el colchón. Acabo dormida tras otro maravilloso orgasmo.

A la mañana siguiente, nos toca salir de retén a nuestro grupo muy temprano y casi no ha amanecido cuando tenemos que atender otra llamada, que es para liberar a una señora que se ha quedado encerrada en su casa.

El día transcurre con idas y venidas, una comida entre todos, con los que voy cogiendo cada vez más confianza e incluso se atreven con bromas más directas, ya no parecen tan cortados conmigo ni por supuesto, yo con ellos... parece que realmente me aceptan como una más, con la gran diferencia de que yo sea la única mujer entre todos ellos.

A las ocho de la tarde se cumplen las 24 horas en esa guardia y acabamos el turno tan movido, para que otro equipo ocupe nuestro lugar. Los chicos de mi guardia han sido muy amables conmigo, incluso cuando me tocaba ducharme, me han dejado hacerlo a mí la primera, esperando caballerosamente, aunque no me hubiese importado, en absoluto, meterme con ellos desnuda en esas duchas corridas. Aun así, disfruto del agua calentita y un enjabonado que relaja todo mi cuerpo, cuando veo por el rabillo del ojo que hay alguna mirada furtiva escondida mirándome desde la puerta, por lo que me acaricio más de lo normal, haciendo mis movimientos muy sensuales y si hay un mirón quiero dedicarle esos tocamientos a mi cuerpo, especialmente cuando enjabono mi entrepierna con todas mis ganas.

Tras aclararme, salgo de la ducha con una toalla rodeando de mi cuerpo y veo que alguna mirada me sigue hasta mi taquilla. Me encantan esas miradas. Vuelvo mi cara y todos disimulan, pero sin duda están tan cachondos como yo, así que, de espaldas a ellos, con toda la naturalidad, como si estuviese sola, me quito la toalla dejándoles observar mi desnudez, sacando mi culo ante sus miradas, durante un buen rato, hasta que me calzo mi tanga limpio, me pongo un top de Star Wars sin sostén, que marca mis pezones considerablemente y una minifalda roja muy guerrera, para rematar con unos botines negros con medio tacón.

Cuando ya estoy vestida, veo que Noel, mi bombero rubio favorito, con su camisa azul de calle, totalmente abierta, exhibiendo su perfecto torso, además de unos ceñidos vaqueros que le quedan de miedo, se acerca para decirme:

-          Bueno, Tania, cuéntame, ¿qué tal te ha ido tu primer día?

-          Pues me ha encantado, aunque estoy reventada. - respondo.

-          Bueno, tú tranquila, las primeras veces son más duras de lo normal y ya sabes, si tienes algún problema nos avisas ¿de acuerdo?

-          Claro. Muchas gracias Noel no te preocupes que yo os aviso. Por cierto, habéis sido todos muy majos conmigo.

-          Nada de gracias, queremos que te sientas a gusto y somos un equipo, siempre protegiéndonos mutuamente. - añade mostrándome el puño para que choque el mío con él, además de regalarme su agradable sonrisa.

Como su taquilla está cerca de la mía, me quedo embobada, mientras termina de abrocharse la camisa y no puedo apartar la vista de ese culo y de todo ese cuerpazo que tiene, con esos potentes brazos que se tensan al tenerlos flexionados cuando se ajusta el cuello de la camisa. ¡Joder, qué bueno está, el cabrón!

Estoy tan ensimismada que Noel me pilla de lleno mirándole y no me da tiempo a girar la cabeza para no ser descubierta, pero fracaso porque veo como me sonríe y me guiña un ojo, el muy canalla.

-          Bueno guapa, te dejo que te cambies tranquilamente.

-          Gracias Noel, pero yo ya casi estoy. - digo poniéndome frente a él, para que vea como mis pezones están marcando claramente la tela de mi top.

-          Y estás guapísima, además. - añade recorriendo con su vista mis piernas.

-          ¿Ya no parezco una bombera?

-          Al contrario, una bombera muy sexy... además como se suele decir, los bomberos no dejamos de serlo nunca y siempre estamos preparados, aunque estemos desnudos.

-          Jajajaaja...

Aunque río a carcajadas por esa gracieta, en el fondo me encantaría verle en este momento despelotado.

-          Tania, por cierto, Manu, Martín y yo vamos a ir a tomar algo a un bar cercano al que solemos ir después del servicio ¿te apuntas?

-          Ah, pues si no os importa me apunto. ¡Claro!

-          Genial, pues vente con nosotros y nos echamos unas cervecitas y una partidilla de dardos.

-          Bueno, no he jugado nunca.

-          Tranquila, es fácil, yo te enseño. ¿Qué te queda?

-          No, pintarme la raya del ojo y poco más...

-          Vale, te esperamos fuera y vamos todos juntos en el coche de Martín. ¿Vale?

-          Ok, genial.

En cuanto termino de maquillarme me encuentro con mis tres bomberos macizos esperándome en la calle, todos bien arreglados, a cada cual, más impresionante. A Noel ya he tenido el gusto de admirarle de cerca hace un rato y veo que los otros dos, también están arrebatadores. Por supuesto a Martín, al que he tenido el placer de conocerle mucho más y sin ropa, ahora lleva una de esas camisas vaqueras, que parece que la va a reventar y Manuel una camiseta negra, muy ceñida, luciendo sus perfectos bíceps. Como diría una de mis mejores amigas haciendo alusión a tanta maravilla junta: “me quedo con el peor de los tres”.

A la vez que voy acercándome a ellos notos sus miradas clavadas en mis piernas o en mis tetas, pero yo tampoco puedo dejar de mirarlos de arriba abajo, provocándome unos calores por todo el cuerpo y unas ganas tremendas de desnudarme delante de ellos y dejar que hagan conmigo lo que quieran, pero respiro hondo, pues debo serenarme e ir a tomarme algo con mis compañeros de un modo más o menos normal, dentro de lo que cabe, porque si no, voy a tener que ir a por unas bragas nuevas por las mojadas que las tengo ya.

-          Hola chicos ¿nos vamos? - les digo en cuanto estoy a su lado.

-          Claro te estábamos esperando. - contesta Martín con una sonrisa pícara, el muy cretino, supongo que recordando el polvazo tan morboso que nos echamos.

Vamos en el coche de Martín y llegamos a un bar, que es un tipo de taberna irlandesa que hay relativamente cerca del curro en un polígono cercano y tras pedir cuatro cervezas, nos sentamos alrededor de una mesa, en la que yo me siento como una reina rodeada de esos tres hombretones.  Martín se sienta a mi derecha, Manuel está justo enfrente y aunque disimule, veo perfectamente que me está mirando las tetas y por último Noel que está sentado a mi izquierda que también me está dando un buen repaso a mis piernas que yo tengo cruzadas y muevo juguetonamente. Me vuelve loca esa forma en la que me miran, bueno, como yo lo hago con ellos, pues los tres están buenísimos. ¡Lo que debe ser montárselo con los tres al mismo tiempo!

-          ¿Entonces todo bien en tu primer día, Tania? - me pregunta Manu.

-          Sí, genial, le estaba contando antes a Noel... Habéis sido geniales conmigo, a pesar de ser un día duro, pero me lo habéis puesto todo muy fácil.

-          Claro, nos ayudamos siempre, siempre unidos. - apunta el canalla de Martín guiñándome un ojo.

Nos tiramos un buen rato de charleta tan a gusto en la mejor compañía y con alguna indirecta picantona tanto por mi parte como la de ellos, pero dentro de las bromas entre compañeros. Cuando vuelven a pedir otra ronda me doy cuenta que estoy un poco achispada y al mismo tiempo, cachonda.

-          Chicos, voy al baño un momento. - les anuncio poniéndome de pie.

Los tres asienten dirigiendo sus miradas a mis piernas y supongo que a mi retaguardia cuando me doy la vuelta. Nada entrar en el baño y bajarme el tanga noto que está mojadísimo y no me extraña, porque tantas miradas, tanto vacile y estar rodeada de tres bomberos espectaculares, es demasiado. Luego me dirijo al espejo para ver mi imagen reflejada. Noto mis carrillos encarnados, mis ojos brillantes y mis pezones erectos. Me recoloco las tetas, tiro de mi camiseta hacia abajo, para que muestre más canalillo y pellizco mis pezones para que se noten de punta y regreso a la mesa con los chicos. Al acercarme veo que están como riendo a carcajadas, incluso veo como Manu dice en alto a Martin.

-          ¡Venga ya, mentiroso!

Se callan en cuanto llego y estoy sentándome cuando me fijo que los tres no apartan la mirada de mi pecho y sonrió para mí porque he visto que he cumplido con mi objetivo, seguimos bebiendo y charlando cuando de repente siento una mano en mi rodilla derecha, giro la cabeza y veo a Martín hablando con cierto disimulo con todos, a la vez que su mano va avanzando por mi muslo, peligrosamente. Le sonrío sin dejar de recordar lo bien que lo pasamos hace un rato e instintivamente separo las piernas y esa mano intrusa avanza entre ellas sin cortarse, hasta tocar la tela de mis braguitas y con un movimiento circular, logra palpar mi coño por encima del tanga provocando que me moje de nuevo y que me ponga aún más cachonda de lo que ya estaba. ¡Será cabrón!

Intento quitarle la mano con disimulo, pero es inevitable que Manu y Noel se den cuenta de que su compañero la saca precisamente de entre mis piernas. Martín se ríe divertido por mi apuro y por las caras alucinadas de los otros dos.

-          ¿Echamos unos dardos? - pregunta Noel.

-          Claro. - responden los otros dos.

Yo me encojo de hombros, pero todos me indican que es sencillo. Nos levantamos y tras colocarnos frente a la diana, me van indicando los puntos y lo que vale cada tirada, que serán tres dardos cada uno.

-          ¿Unas tijeras? - propone Noel.

-          No, hombre, que Tania no sabe jugar... - comenta Manu.

-          ¿Qué es eso de las tijeras? - pregunto intrigada.

-          Nada, es una tontería de tíos... una especie de apuesta ridícula. - vuelve a añadir Manu.

-          Ah, no... yo soy muy competitiva y quiero jugar con pasta. - insisto en saber.

-          No es con pasta. - dice risueño, Noel.

Los otros quieren quitarme la idea de la cabeza, pero Noel les convence para que yo participe. La idea de las tijeras, según me cuentan, es que si alguien pierde 2 rondas, los otros le cortan uno de los extremos de su ropa interior y si vuelve a perder otras 2, el nuevo corte en el otro extremo, le deja sin calzoncillos o en mi caso, sin bragas.

La idea me parece super morbosa y divertida por lo que me apunto inmediatamente.

-          ¿Estás segura? - pregunta Manu, que es el más sensato de todos.

-          Totalmente - añado arrebatándole los dardos de la mano.

Mi primer dardo pega fuera de la diana, todo un desastre y pienso que como siga así, perderé mis braguitas a la primera. Pero es entonces cuando Noel se ofrece a ayudarme a mejorar el estilo. Ese rubio de cuerpo escultural, se coloca justo detrás de mí, lo que me permite notar su bulto en mi culo, su fornido pecho en mi espalda y sus manos fuertes sosteniendo mis antebrazos con sumo cuidado, mientras pega su cabeza a la mía.

-          Mira, Tania, tienes que soltar la muñeca y apuntar un poco más arriba del centro, relajar los hombros y lanzar, así la parábola saldrá perfecta – me indica, con una mano en mi cintura, demasiado cerca de mi culo y la otra acariciando mi brazo desde la muñeca hasta el hombro.

Esos tocamientos me encienden aún más, notando como mis braguitas siguen mojándose irremediablemente, pero la verdad es que su clase ha sido magistral, porque mi tiro casi da en el centro. Me ayuda con el último dardo y noto como su bulto ha crecido considerablemente, parece estar empalmado y cuando vuelvo a lanzar, consigo una buena puntuación. Me giro abrazándome a él, pegando mis tetas en su pecho y confirmo que el bulto de su pantalón es una polla grande en crecimiento. Me pregunto a mí misma: ¿ese rubio follará tan bien como Martín?

Curiosamente es Noel quien tira a continuación, pero he debido ponerle nervioso y falla estrepitosamente sacando la puntuación más baja de todos ante las risas de nuestros compañeros. Entre Martín y Manu, sostienen la cinturilla de su pantalón y sacan por un costado el borde de sus bóxers de color negro. Me entregan una tijera y me conceden el honor. Hago el primer corte consiguiendo que todos riamos y tomemos otra ronda de cervezas. En las siguientes tiradas soy la que pierde y Martín, ayudado por Noel, logran sacar un extremo de mi tanga por encima de la cinturilla de la falda y es Manu, quien sin dejar de mirarme a los ojos da el corte con la tijera en la tira izquierda de mi tanga. Noto inmediatamente como se afloja mi braguita que se queda medio colgando, apenas sujeta por la tira derecha. Eso consigue ponerme nerviosa y lamentablemente, soy la que pierde las dos siguientes rondas. Esta vez Manu mete la mano por el costado, saca la tira del tanga por arriba y Noel es el que corta, tirando de la prenda que sale evidentemente por encima sin dificultad. ¡Joder, los cabrones me han dejado sin braguitas!

-          Si no te importa me quedo con el trofeo – comenta el muy cabrón de Noel con mis pequeñas braguitas en su mano, que debe notar empapadas, para a continuación meterlas en el bolsillo de su pantalón, mientras yo le sonrío.

Noto como los chicos se van excitando, por momentos, llegando a notar “sus tiendas de campaña” bajo sus pantalones, pero justo en ese momento suena el teléfono de Manu y habla con su mujer que parece ser que le esperaba más pronto en casa y debe estar montándole un número a tenor de sus gestos de caras serias y frases entrecortadas. Él se aparta para hablar tranquilamente, pero los demás seguimos jugando a los dardos, notando las manos de los chicos que unas veces tocan mi cintura, otras mi culo e incluso Martín se atreve a rozarme una teta, visiblemente achispado y cachondo. En la siguiente Noel vuelve a perder y le cortamos el calzoncillo entre Martín y yo, sin dejar de reírnos. No me lo puedo creer, pero me he quedado con su prenda interior en mi mano.

-          ¡Este es mi trofeo! - digo victoriosa con su bóxer en la mano y metiéndolo en mi bolso.

En ese momento regresa Manu, cabizbajo diciendo que su mujer le reclama.

-          Lo siento chicos, pero tengo que irme. - comenta.

-          La teniente te hace fichar ¿eh? – comenta Noel entre risas.

-          Claro como tú no tienes pareja... - responde algo molesto, Manu. ¿Te importa llevarme, Martin? - añade dirigiéndose a su amigo.

El otro se queda algo chafado, porque lo estábamos pasando realmente bien, pero entiende que no puede dejarle tirado en medio de ese polígono industrial y esa ley de echar una mano a los compañeros en apuros, parece ser que lo llevan a rajatabla.

-          No os preocupéis que Tania y yo nos vamos andando que vivimos cerca el uno del otro. - añade Noel.

-          ¿En serio? - pregunta Martín.

-          Claro, yo la cuido....

-          Oye, que se me cuidar solita. - añado yo y él pone las manos juntas pidiendo perdón.

-          Vale, hasta mañana chicos. - se despiden Martín y Manu.

Así que me quedo en el bar con Noel, tomando otra cerveza. ¡Ya he perdido la cuenta!

-          ¡Joder, qué fuerte el juego este! - le comento a Noel, cuando los otros se han ido.

-          Pensé que te ibas a rajar. - me dice riendo.

-          ¿Quién yo? Ni hablar... ya te dije que soy muy competitiva. Por cierto, el juego ¿cómo sigue?

Los dos reímos, porque hay cierta picardía en mi pregunta y el hecho de saber que ambos estamos sin ropa interior nos tiene, inevitablemente, encendidos.

-          ¿En tu casa o en la mía? - dice riendo a modo de broma.

-          En la mía, si quieres. - afirmo seria.

Noel no parece creérselo, pero dos minutos más tarde estamos en la calle caminando en dirección a mi casa agarrada al brazo de ese compañero macizorro.

-          Oye Noel, ¿te puedo hacer una pregunta? - le digo mientras caminamos por la acera.

-          Claro, preciosa.

-          Cuando volví del baño antes, ¿de qué hablabais los tres riendo?

-          Nada, tonterías nuestras... - responde.

-          ¿Noel? - le pregunto con mi cabeza ladeada para que confiese y no me deje al margen.

-          Nada, era Martín, el fanfarrón de siempre, que nos dijo que habíais follado, pero claro, no le creímos... ¡qué más quisiera él!

-          ¡Joder, cómo sois los tíos!, ¡Si no lo contáis no os quedáis tranquilos!

-          Ya sabes, nos gustan las fantasmadas, jajaja.

-          ¿Y si te digo que es verdad? - le comento de nuevo seriamente.

-          ¿De verdad, Tania? ¿Habéis follado Martín y tú? - me pregunta sin creérselo.

Me limito a reírme y Noel no sabe a ciencia cierta, si le estoy vacilando o realmente he follado con Martín. Durante el trayecto largo hasta casa, también hablamos de Manu, que está buenísimo y esa mirada suya me desarma.

-          La mujer de Manu, ¿es muy celosa o qué?

-          Ya lo creo... además no debe saber que tú estás en el cuerpo.

-          Bueno, soy una compañera.

-          Ya, pero estás demasiado buena, Tania.

Cuando por fin llegamos al portal, él parece decidido a marcharse al decirme.

-          Bueno Tania, ha sido un gusto tenerte como compañera en tu primer día.

-          Espera, ¿Te vas a ir ahora, en lo mejor de la fiesta?

-          ¿Pero hablabas en serio con lo de tomarla en tu casa?

No contesto nada y le agarro de la mano tirando de él hacia el portal. Nada más meternos en el ascensor, me pego a su cuerpo robusto y nos damos un morreo tremendo, besándonos con todas las ganas, mientras yo aprovecho para soltar el botón de sus vaqueros y meter mi mano en su bragueta, que rápidamente atrapa esa dureza al no llevar ropa interior.

-          ¡Joder, qué dura está! - digo.

Noel sonríe y aprovecha él para meter la mano bajo mi minifalda y tocar mi coño con sus dedos impregnándose con mis fluidos que lleva a su boca y los degusta delante de mi cara, chupándose de forma lasciva cada dedo. Eso me enciende mogollón.

-          ¿Tú no tienes que dar cuentas a nadie? - le pregunto acariciando esa polla que sigue dura entre mis dedos.

-          No y aunque tuviera, soy como Martín, que no me importaría engañar a su esposa.

-          ¿Martín está casado? ¡Qué cabrón! - digo.

-          Bueno, seguramente no le preguntaste, ¿no?

-          Jajaja...

A trompicones logramos entrar en casa y nada más cerrar la puerta, Noel me ha soltado la cremallera de la falda y esta cae al suelo, mientras yo tiro de sus pantalones y su polla salta balanceante ante mí. Es preciosa y en un abrir y cerrar de ojos, estoy arrodillada en el suelo de mi salón, comiéndosela a mi compi, que cierra los ojos sintiendo los placeres de mi boca y de mi lengua. Así me tiro unos cuantos minutos, disfrutando de esa tranca, que no dejo de lamer y de meterme en mi boca y cuando quiero darme cuenta, me ha cogido en brazos, me ha llevado a mi habitación y me sienta a los pies de la cama. Se quita la camisa, mostrándome su fornido cuerpo desnudo y yo me saco la camiseta quedando igualmente desnuda ante él.

-          ¡Joder qué tetas, Tania! - me dice amasando una de ellas.

Cuando me quiero dar cuenta, me ha puesto a cuatro patas sobre mi cama y de una fuerte embestida me la mete en el coño sin que le costara lo más mínimo, y agarrado a mis caderas me empieza a follar con todas las ganas, sintiendo como esa erguida polla me llena por completo, mientras sus manos acarician mis tetas por debajo. Solo se escuchan nuestras respiraciones agitadas y nuestros cuerpos chocando. Un par de minutos después consigue hacerme ver las estrellas con sus embestidas cada vez más enérgicas, hasta el punto de que tengo que agarrarme al cabecero de la cama sintiendo como me llena el coño y entonces me corro de forma brutal, sintiendo un orgasmo intermitente que se va multiplicando cada vez que su polla entra en lo más hondo de mí.

-          ¡Sí, Noel, sí! - grito yo entre convulsiones.

Apenas un minuto después deja a mi coño huérfano de su polla, sacándola de pronto, me da la vuelta, dejándome tumbada sobre la cama, para apuntarme con ella a la cara y empezar a correrse, en innumerables chorros que caen en mis ojos, en mi boca, en mi cuello y en mis tetas.

-          ¡Uf, Tania, Dios! - dice él con su verga agarrada por su base escupiendo los últimos impactos sobre mi sudoroso cuerpo.

En poco rato, echamos otro polvo hasta que nos quedamos dormidos, abrazados. Incluso, tras haber follado, sigo sin creerme estar desnuda abrazada a Noel, sintiendo como me atrapan los potentes brazos de ese bombero fornido y guapísimo.

A la mañana siguiente, me despierto antes, saltando de la cama, no sin antes destapar la sábana para comprobar que me he follado a ese cuerpo y acaricio suavemente esa polla flácida pero que me ha hecho ver las estrellas varias veces.

Me voy a la cocina y desnuda me pongo a preparar unas tostadas, cuando de pronto noto un cuerpo desnudo pegarse a mi espalda y unas manos que amasan mis pechos.

-          ¡Uf, me encantan tus tetas, Tania! - dice mordiendo mi cuello.

-          Eres un cabrón y sabes cómo darme gusto.

-          Joder, no voy a poder resistirme a verte por el parque y no querer follarte otra vez.

-          A mí me pasa igual.

-          Pues ya sabes, buscamos el momento.

-          Tendremos que ser discretos, no quiero que el capitán...

-          Tranquila por eso.

-          Oye, por cierto, que pena que Manuel se fuera tan pronto anoche. Podíamos haberlo pasado muy bien los tres - le comento.

Sin duda, son los tres bomberos más buenorros de mi guardia y Manu sería el único que me queda por follarme. Ni qué decir tiene lo que sería hacerlo con los tres a la vez.

-          Sí, bueno, ya sabes, hombre casado, hombre castrado.

-          Jajajaja, ¿entonces no tengo ninguna posibilidad con Manu? - pregunto riendo.

-          Ni de coña, olvídate. ¿Te gusta?

-          Sí, estáis buenísimos los tres... bueno y otros muchos más...

-          Jajaja... Como sigas así, vas a acabar con el cuerpo, pero con Manu, nada, ese es muy fiel a su esposa.

Desayunamos desnudos compartiendo tostadas, sonrisas y besos ricos, para acabar follando sobre la silla de la cocina, subida en su regazo.

-          ¡Noel, me encanta tu polla! - le digo clavándomela hasta el fondo.

Así nos tiramos un buen rato, hasta que, tras terminar el desayuno, Noel se va para su casa y yo me dirijo al baño para refrescarme con una buena ducha, sin creerme todavía lo que ha pasado. Cuando llego a mi cuarto para vestirme y veo mi ropa tirada por el suelo y la cama totalmente deshecha, empiezo a darle vueltas a la cabeza, con tanta locura, pues me he follado a dos de mis compañeros en mi primer día de trabajo y eso no puede seguir así. Mira que me lo dijo una buena amiga que el estar allí con tanto tío bueno, iba a ser una tortura y no me iba a poder resistir, pero nunca pensé que fuera tan real y tan rápido. Tengo que meditar en la forma de frenar todo esto, porque como siga así, no voy a parar hasta follarme a todo el cuerpo de bomberos.

Me estoy secando el pelo y ya me pongo cachonda con solo pensar en lo bien que me lo he pasado con Martin junto a las taquillas y luego con el juego de los dardos, las tijeras y en casa con Noel y de seguro que si hubiese venido Manu también habríamos echado un polvo antológico... Es verdad que con él debería ir olvidándome, que está más que pillado y debería borrarlo de mi mente, pero me va a ser más difícil, aunque me gustan los retos y me quedo con las ganas, además de solo acordarme del cuerpazo que tiene, ese pelo negro, más ese tatuaje que tiene por su pelvis me entran unas ganas enormes de averiguar hasta donde le llega y poder lamérselo, a la vez de averiguar si tiene una polla enorme como sus amigos y en lo bien que nos lo pasaríamos los cuatro juntos.

Debería estar pensando con sensatez en mi trabajo y en que me pueden abrir un expediente si me pillan en una de esas, pero de solo recordar cada momento con mis compañeros, noto lo caliente que me estoy poniendo, así que abro la toalla y me tumbo en la cama para llevar una mano a mi pecho y empiezo a pellizcarme los pezones y la otra mano la dirijo hasta mi coño y compruebo que estoy chorreando así que comienzo a fantasear con Manu y en como seria estar rodeada de esos potentes brazos para mi sola, sentir su pelvis pegada a la mía, descubrir ese tatuaje por entero y así logro correrme entre las sábanas imaginando cómo debe ser follar con ese morenazo.

Me voy para el gimnasio pensando en algún plan para provocar a Manu y conseguir tenerlo entre mis piernas. ¡Joder, estoy definitivamente loca!, ¡No tengo remedio!

Dos días después me encuentro de nuevo entrando en mi puesto de trabajo en ese maravilloso parque de bomberos, advirtiendo que varios de mis compañeros echan una buena ojeada a mis piernas, pues hoy llevo unos pequeños shorts de lycra, que marcan mi culo y un top ajustado, marcando tetas. Me encantan esas miradas lascivas. Justo cuando estoy dispuesta a subir a los vestuarios para cambiarme, me encuentro en el patio a dos de mis compañeros preparado los camiones, entre ellos a Manu, aunque él está en la parte de atrás y no me ha visto. Me acerco a los de delante y les pregunto:

-          Hola chicos.

-          Hola guapa. - dicen al unísono.

-          Ahora me cambio y os echo una mano – les comento, viendo que están comprobando una escalera del camión mientras escanean mis tetas y mis piernas.

-          No, Tania, no hace falta, pero pregúntale a Manuel, que está ahí atrás bastante liado...

-          Ah, genial. -

Me doy la vuelta por detrás del camión descubriendo a Manu, que está agachado enrollando una manguera.

-          Hola Manu. -le saludo poniéndome justo frente a él, por lo que, al levantar su vista, tiene un primer plano de mi entrepierna, que con esos shorts queda más que marcada.

-          Ah, hola, Tania... - responde tímidamente.

-          Me subo corriendo, para ponerme el uniforme y regreso a echarte una mano. - le digo girándome, sabiendo que está observando mi culo.

Mi primer plan de ataque está servido y ya sé que no debería hacerlo, pero en mi mente perversa y lujuriosa no dejo de pensar en follarme a ese morenazo.

Al cabo de un rato, tras cambiarme, regreso al patio y vuelvo a admirar el cuerpazo de Manu, con sus fuertes brazos y me pongo a su lado.

-          Hola otra vez - saludo dando un saltito a su lado y haciendo que reboten mis tetas.

-          Huy, hola Tania.

-          ¿Entonces, te echo una mano? - pregunto, aunque me gustaría echársela en otro sitio.

Manu se gira y me mira a la cara, pero de repente veo que la dirige hacia mi pecho y la vuelve a subir rápido a la vez que me contesta.

-          Si, ¿por qué no me ayudas a guardar esta manguera?

-          Claro. - respondo con mi mejor sonrisa.

Joder, me ha sonado super excitante lo de guardar la manguera, aunque hubiera preferido sacársela... me refiero a su otra manguera.

Con toda mi mala intención, agachando mi cuerpo pongo mi culo en pompa delante de él al tiempo que voy enrollando la manguera. Noto su mirada clavada en mi culo y creo que va a ser el primer paso para llevármele a mi terreno. Con cierto disimulo, suelto un botón más de la camisa haciendo el escote más grande, algo que tampoco se le escapa a mi compañero que mira fijamente el canalillo y entre los dos vamos colocando la manguera en el camión.

-          Qué pena que te fuiste tan pronto el otro día. Lo pasamos muy bien - le digo al tiempo que apoyo mis tetas contra su potente brazo como si fuera un roce casual.

-          Sí, ya me contaron los chicos, hace un rato.

-          Sí, fue excitante. Si tu mujer no te hubiese llamado.

-          Ya...

-          Te tiene atado en corto, ¿no?

-          No, no es eso.

-          No, si no tienes que darme explicaciones, oye, que, si ella es celosa y tal, pues que no pasa nada.

-          No, ella no es celosa. - responde.

-          Pues yo lo estaría, si veo que tienes a una compañera medio desnuda en el trabajo.

-          ¿Medio desnuda?

-          Bueno, ya sabes, cambiándome cada dos por tres o si un día me pillas en la ducha en pelotas, es natural, ya me entiendes.

La cara de Manu es todo un poema y creo que se ha empezado a empalmar con mi conversación. Voy con todo y el segundo misil está lanzado.

Estamos los dos ya de pie colocando la manguera cuando le digo que me eche un cable para subirla al camión, consiguiendo que se ponga detrás de mí, muy pegado a mi cuerpo y decido sacar mi culo hacia atrás, contra su polla, con toda mi mala intención, pudiendo notar entre mis posaderas esa dureza, así que hago que me estiro y bajo, notando ese roce cada vez mayor. ¡Dios, qué gustito!

Suena la sirena en ese instante, que me hubiese gustado que no lo hiciera en ese momento, pues prefería alargar mis roces por más tiempo. Nos miramos unos instantes a los ojos y recogemos los equipos, cascos y demás para subimos a los camiones para salir escopeteados.

A toda prisa, recorriendo las calles, con las sirenas a tope, salimos en tres camiones. A mí me ha tocado con Guille y con Manu. Por fin voy a tener la oportunidad de apagar mi primer fuego de los serios, en una nave industrial. Nos bajamos y Guille, amablemente, me ayuda a ponerme el peto ignífugo y mientras lo hace no se pierde detalle de mi escote, algo que me encanta... incluso que sea tan tímido, pero que no pueda evitar devorarme con la mirada. Mientras, Manu, está preparando las mangueras. Así que nos vamos alternando para sofocar esas llamas y nosotros tres nos quedamos de retén, para apagar los últimos rescoldos. Tardamos casi tres horas en dar por terminado totalmente ese fuego y regresamos al parque.

Saltamos del camión, los tres, bastante cansados, pues han sido tres horas muy movidas, pero por otro lado me siento orgullosa de ese trabajo juntos.

-          Iros a cambiaros que yo voy recogiendo y echando combustible al camión – nos dice Guille en cuanto bajamos del camión.

-          Gracias. - le digo chocando su mano en señal de colegueo.

Manu y yo subimos al vestuario para darnos una ducha y cambiarnos, pues la ropa está empapada entre el agua y el sudor.

-          Pasa tú primero a la ducha. - me dice amablemente Manu.

-          Podemos hacerlo los dos, si quieres, no me importa.

-          No, mejor no. - dice como si yo le estuviera bromeando.

-          Vale, pues si no te importa, dúchate tú primero que yo soy una tardona. - le digo.

-          ¿En serio?

-          Sí, sí.

Qué pena, porque me hubiese encantado ducharme con ese bombero tan macizo. Así que le dejo que pase primero a la ducha y estoy atenta, escuchando el agua caer, que imagino está empapando ese cuerpazo que tiene mi compañero. Me meto en el baño, con mi top y mi tanga y oigo canturrear a Manu bajo la ducha. De buena gana me metía ahí dentro con él. Me quito el top, quedándome tan solo con mi tanga mirándome al espejo, viendo mi cara sudada y mis pezones duros, porque no se me quita la excitación en ningún momento.

En ese momento oigo como se apaga el grifo de la ducha y me preparo para el siguiente ataque de mi plan. Me quedo delante de la ducha contigua a la suya y pongo mis manos en los costados de mi tanga, esperando el momento propicio. cuando de pronto sale Manu con la toalla enrollada en su cintura.

-          ¡Hostia, lo siento!! - dice él paralizado al verme a su lado mientras que yo me giro para que se vea el movimiento de mis tetas, como siempre, aparentemente casual.

-          Ya te dije que no pasa nada Manu. - respondo con naturalidad, pero sin poder despegar mi vista de su tórax empapado y ese tatuaje que no puedo ver entero, pues se mete bajo la toalla.

Así que, sin cortarme un pelo, decido llevar mis manos hacia las tiras de mi tanga para ir bajándolas por mis piernas, lentamente, sin que él aparte la mirada de mis movimientos, que yo hago con total sensualidad, mostrando la mejor versión de mi cuerpo y me giro para quedar frente a él y que me vea totalmente desnuda. Él sigue paralizado sin creerse que esté en pelotas frente a él y continúa con su toalla a la altura de sus caderas, con su boca y sus ojos muy abiertos, pero lo que me llama la atención es la gran tienda de campaña que se le ha formado bajo la toalla. ¡Me encanta ser tan putilla!

-          Perdona, Manu, la culpa es mía, pensé que habías acabado. - digo como ronroneando como una gatita.

Pasando por detrás suyo, lo hago tan cerca, que rozo con mis tetas su espalda, sintiendo el contacto de su piel y me meto en la ducha como si tal cosa, sabiendo que le he dejado con una empalmada brutal y yo cachonda perdida. Lo nuestro es un tira y afloja cada vez más intenso y excitante.

Media hora después nos toca la cena y me dirijo al comedor. Allí me encuentro a todos mis compañeros charlando tranquilamente sentados a la mesa y compartiendo un delicioso picoteo y cada vez me siento más integrada, participando de sus bromas con total naturalidad, pero me fijo en Manu al que noto algo más nervioso, seguramente debido a nuestro encuentro en las duchas, yo, desnuda y él casi, así que le sonrío y me siento enfrente de él.

-          ¿Puedo probar eso? - le digo señalando su plato para coger con mis dedos un espárrago.

-          Claro, mujer.

Levanto la cabeza y lo meto en mi boca lentamente, succionándolo, haciendo que mis labios lo atrapen hasta tragarlo completamente y después chuparme los dedos mirándole de reojo, provocándole y esperando ver sus reacciones, sin duda que lo hago haciéndole creer que es lo que haría con su polla, pero en cambio Manu parece algo cortado teniendo a sus compañeros al lado.

Al terminar de cenar, me voy al fregadero para lavar mis platos cuando siento que se coloca detrás de mí, me agarra de la cintura y de nuevo noto su bulto contra mis nalgas.

-          ¿Vas a dejar de provocarme? - me pregunta en un susurro.

-           ¿O qué? - añado yo, volviendo mi cara y poniendo mis labios a escasos milímetros de los suyos.

El tío se excita aún más y pone sus manos en mis caderas y las aprieta, a la vez que clava más su pelvis entre mis nalgas.

-          O habrá consecuencias muy gordas. - añade junto a mi oreja, pero mirando hacia a atrás por si alguien puede verle.

-          ¿Y si te digo que quiero averiguar cuáles son? - le suelto.

Le oigo gruñir y a la vez siento como una de sus manos empieza a moverse por mi tripita, bajando peligrosamente en dirección a mi coño, pero cuando creo que va a meter su mano dentro de mi pantalón, se separa bruscamente de mi a la vez que me sonríe y se larga dejándome cachonda perdida, añadiendo mientras me guiña un ojo...

-          Tania, soy un hombre casado, ¿recuerdas?

Joder, ahora soy yo la que está cachondísima y no he conseguido mi objetivo, más bien al contrario, ese hombre sabe cómo ponerme nerviosa y totalmente encendida. No estoy segura de que quiera jugar conmigo, me está tomando el pelo o simplemente es verdad que es fiel a su esposa.

Al cabo de un rato, la cosa está tranquila, sin salidas, por lo que aburrida, decido echarme un rato a dormir, por si hay alguna emergencia durante la noche. De nuevo observo a mis compañeros, disfrutando como loca de esas buenas vistas, pues  la mayoría de ellos son poseedores de unos cuerpos fantásticos, más todavía cuando van en slips ajustados o con una pequeña toalla, tras ducharse y yo hago lo propio, quedándome en braguitas y un top como únicos atuendos, algo que alegra la vista a más de uno y por supuesto a mí me gusta lucirme y exhibirme ante ellos, al igual que yo disfrutando de sus respectivas anatomías, mientras jugueteo con mi mano dentro de mis braguitas, oculta bajo las sábanas, hasta que me quedo dormida.

La noche es tranquila y a la mañana siguiente, durante el desayuno Alfredo, el capitán, se acerca a mí, para preguntarme.

-          ¿Qué tal todo Tania?

-          Muy bien, jefe. - le digo.

-          ¿Los chicos se portan bien contigo?

-          Ya lo creo. - respondo, pensando en Martín o en Noel, que me han cuidado al máximo.

-          Oye, si alguno se sobrepasa, me lo dices, ¿vale?

-          Claro, jefe. - respondo sonriente.

El resto de la mañana lo dedicamos a entrenar y preparando algo de material y me toca junto a Martín que se aprovecha más de una vez para juntar su pelvis a mi culo o rozarme una teta con disimulo, hasta incluso en un momento en que estamos ocultos detrás de uno de los camiones, me agarra del culo con sus manos, para pegarme a él.

-          Joder, Tania, me tienes loco. ¡Qué ganas de volver a follarte otra vez! - me dice.

-          Yo también, Martín, pero es una locura.

-          Contigo haría mil locuras. ¿No podemos buscar un sitio tranquilo tú y yo?

-          No sé, Martín, no quiero problemas.

-          Por favor, Tania, tengo ganas de estar dentro de ti.

-          Y yo que lo hagas, pero con una condición.

-          Lo que me pidas, preciosa.

-          Que me consigas una cosa.

-          ¿Cuál?

-          A Manu.

-          Uf, complicado entonces. - añade separándose de mí.

-          Anda, que tú puedes. - le digo apretando su polla dura bajo su pantalón.

-          Si consigo que te folle Manu, ¿Qué conseguiré yo?

-          Lo que me pidas. - digo melosa.

-          Joder, sí que le tienes ganas.

-          Muchas, pero el cabrón se me resiste.

-          Bueno, déjame pensar algo... De momento voy a empezar a hablar de ti, lo bien que la chupas, como follas, lo bien que te mueves... creo que eso va a ayudar algo, ¿no crees?

-          ¿Harás eso por mí?

-          Claro, y además no será ninguna mentira.

-          Gracias, eres un cielo, Martín. Con ese pequeño empuje me ayudarás mucho. Si logro que Manu me folle, puedes pedirme lo que quieras.

Me doy la vuelta y me voy dentro hacia las taquillas a la vez que voy moviendo las caderas intencionadamente con total sensualidad, para que vea Martín mi estupendo culo.

-          ¡Tania! - le oigo que grita a lo lejos mi compañero así que me giro.

-          ¿Sí? - pregunto con mi mejor cara inocente sabiendo que está impactado.

-          Lo pienso conseguir y tú te vas a enterar.

-          ¡Lo estaré deseando Martín! - respondo guiñándole un ojo.

Le contesto y vuelvo a girarme para continuar mi camino a la vez que sonrió pensando en las cosas que le haría a Manu si cae rendido a mis pies. En ese momento me cruzo con Alfredo, el capitán, que ha escuchado la conversación y me quedo un poco asustada cuando pregunta.

-          ¿Qué es lo que va a conseguir Martin? - me pregunta el jefe muy serio.

Me quedo un rato en silencio, pues si llegara a sus oídos que me estoy follando a media plantilla, de seguro que me expulsan, pero cavilo rápidamente para decirle.

-          No, jefe, era una especie de apuesta.

-          ¿Ah sí? Me interesa saberlo.

-          Pues que aguanto más tiempo que él bajo el agua, en apnea.

-          Bueno, ten en cuenta que Martín tiene muy buena marca en eso.

-          Ya, por eso quise retarle.

-          ¿Y cuándo sería eso?

-          Pues esta tarde, antes de acabar el turno.

-          Vale, pues dentro de una hora en la piscina que eso quiero verlo yo y os cronometro. - añade encaminándose a su despacho.

Joder, en vaya lío acabo de meterme, pero era la primera excusa que se me ha ocurrido. Estoy en las taquillas arreglando y preparando el uniforme por si tenemos que salir a una urgencia cuando de repente veo que aparece de nuevo Alfredo, pero esta vez acompañado de Manu.  Me giro cuando habla el capitán.

-          ¿Preparando el equipo Tania? - me pregunta.

-          Si jefe - le contesto, pero dirigiendo mi vista a ese morenazo de Manuel que me tiene loca y que me mira sonriente.

-          Así me gusta, Tania, que seas aplicada. - añade Alfredo

-          Yo soy muy aplicada, jefe. - respondo con chulería.

-          No lo dudo, por cierto, le estaba comentando a Manuel que has hecho esa apuesta con Martín, ¿Te importa que él también venga a ver ese reto?

-          Claro que no me importa. Estaré encantada de que me vea Manu en plena acción.  - suelto como si tal cosa, a la vez que dirijo mi mirada hacia el paquete de ese moreno, imaginando lo que hay debajo.

Su mirada intensa sobre mí, me hace estar realmente nerviosa, consiguiendo que me ponga cachonda y olvide que está mi jefe delante, enfrascado en una conversación con nosotros, aunque, la verdad es que yo no le estoy haciendo ni caso porque mis ojos están devorando a Manu al tiempo que no dejo de pensar, como se sentirían eso labios gruesos y carnosos por mi piel o comiéndome el coño o imaginando esos brazos rodeando mi cintura para alzarme y poder rodearle las caderas con mis piernas a la vez que me folla contra la taquilla. ¡Joder, qué bueno está el cabronazo!

-          ¿Tania? - oigo que me pregunta mi jefe así que desconecto de mi fantasía y lo miro.

-          ¿Sí?, Perdón, Alfredo. - respondo aturdida todavía.

-          ¿Te encuentras bien?

-          Sí, sí, ¿Por qué, jefe?

-          Es que te has puesto muy roja de repente. - añade y pienso que muy cachonda también.

-          Eh, bueno, la verdad es que no estoy muy bien. - no miento del todo, pues aparte del calor, noto mi corazón latir más rápido de la cuenta.

-          Bueno, pues descansa un rato si quieres y se te encuentras peor, vete a la enfermería y que te miren ¿vale? - me dice Alfredo.

-          Muchas gracias, Alfredo. Le respondo y se marcha de allí dejándome a solas con Manu

Manu apoya su brazo contra la taquilla y puedo ver como se le marca el bíceps en esa pose que tiene y que está para comérselo.

-          ¿No te habrás rajado en esa apuesta con Martín? - me dice con su sonrisa juguetona.

-          No, para nada.

-          Pues, ¿en que estabas pensando para ponerte así?

-          ¿Quieres saberlo?

-          Claro. - responde con su mueca burlona.

-          Imaginando en lo duro que me estabas follando contra mi taquilla.

-          ¡Joder! - exclama abriendo los ojos como platos.

-          Tú has preguntado. - respondo riendo.

Sigo trasteando con las cosas de mi taquilla, pero sacando mi culo hacia arriba para que no se pierda una buena panorámica de mi trasero. Miro de reojo a Manu y me fijo que sonríe a la vez que niega la cabeza y se va acercando hacia a mí, cuando quiero darme cuenta estoy atrapada entre la puerta de mi taquilla y el increíble cuerpo de ese moreno increíble, impidiéndome moverme de donde estoy. Manu acerca su boca a mi oreja y me susurra:

-          Y dime, Tania ¿cómo te tenía en ese sueño?

-          Me follabas en volandas contra la taquilla empotrándome subida sobre ti.

-          ¡Joder! ¿Con tus piernas enrolladas en mis caderas?

-          Si, exacto. - le digo con mi boca a escasos centímetros de la suya.

-          Te gusta provocarme, ¿no? - me dice acercando aún más su boca a la mía, tanto que están a punto de tocarse.

-          ¿Quién yo? - pregunto tragando saliva cuando me pregunta eso y al mismo tiempo coloca sus manos en mi cintura y acerca aún más su grandioso cuerpo, presionándome sobre la puerta de mi taquilla sintiendo claramente sobre mi pubis, el bulto duro que tiene entre sus piernas.

Los dos nos deseamos, eso está claro, de lo que no estoy segura es si quiere ser fiel a su esposa o simplemente se hace el duro conmigo para que le desee todavía más, algo que está consiguiendo, sin duda.

-          Entonces, Tania, ¿estaba en lo más profundo de ti? - me pregunta, acariciando suavemente mi cintura y empujando su pelvis una vez más contra mí.

No soy capaz de articular palabra y me limito a asentir.

-          ¿Y qué más? - insiste - ¿Te lamia este cuello tan suave que tienes? - pregunta y vuelvo asentir.

Mientras que separa sus labios de mi oreja y los dirige hacia mi cuello y siento como su lengua hace un recorrido corto por mi garganta, pero lo suficiente para que mis pezones se endurezcan, a la vez que me vuelve apretar contra él y siento como ha vuelto a crecer el bulto de sus pantalones. Noto como aspira oliendo mi cuello para volver a preguntarme en un susurro:

-          ¿Te seguía follando fuerte, a la vez que tus preciosas tetas rebotaban contra mí?

-          ¡Eres un cabrón! - le digo viendo su forma de provocarme.

Él me sonríe, pero simplemente vuelve al ataque en un nuevo empuje de su pelvis contra mi entrepierna que está palpitando y soñando lo que debe ser tener esa cosa dentro de mí.

-          ¿Llevaba mis manos a tus tetas y te pellizcaba esos pezones rosados que tienes? - pregunta.

El muy cabrón parece estar leyendo mi mente... ¡Joder!, yo parecía un puñetero volcar en erupción de lo caliente y lo mojada que estaba y lo único que podía hacer era asentir con la cabeza porque no me salían palabras sino gemidos y no quería que nadie nos escuchara de lo que estaba pasando ahí.

Manu parece estar dominando la situación y vuelve a apretarme contra él, pero estaba vez siento sus manos moverse por mi cuerpo en dirección a mi pecho y a su lengua otra vez paseándose por mi cuello hasta llevarlo hasta mi oreja hasta que muerde el lóbulo.

-          Parece que conoces bien mis puntos débiles – digo casi susurrando y ardiendo por dentro.

-          Sí, me acaba de decir Martín como la chupas, que tu boca hace maravillas. ¿Es verdad?

-          Puede... - digo cerrando los ojos, cuando su lengua se posa en mi cuello de nuevo.

-          También me ha dicho que follas como los ángeles y no sé si será verdad todo lo que dice de ti, que tienes un chochito que se aprieta y te atrapa la polla hasta ordeñarla y dejarte seco.

-          Mmmm, eso tendrás que comprobarlo por ti mismo. - le digo ronroneando.

Cuando voy a girar la cabeza para intentar atrapar su boca y comérmelo de una vez, se separa repentinamente de mí y escucho como dice

-          ¡Ay, Tania! - tras pronunciar mi nombre se larga.

Veo como sale de la habitación y salgo corriendo en busca de Martín para contarle lo de la apuesta, pero sobre todo para que me baje el puto calentón que me ha dejado el idiota de Manu.

Veo a Martín en la cocina, fregando los cacharros de la comida, cuando tiro de su mano y lo dirijo hacia el pequeño cuarto de la limpieza que hay al lado y tras cerrar la puerta, le empujo contra ella, a la vez que me quito la camiseta y me pongo de rodillas al tiempo que le empiezo a desabrochar los pantalones.

-          ¡Joder, cómo andas, niña! - me dice sorprendido.

-          No te haces idea. - le digo.

Una vez que consigo desabrochar sus pantalones, meto la mano por dentro y le agarro su polla mirándole a los ojos. Y tras sonreírle, me la meto hasta el fondo de mi boca y se la empiezo a chupar como si fuera el ultimo caramelo de mi vida.

-          ¡Joder, joder! - dice ante el ímpetu de mi mamada a la vez que me agarra del pelo.

De repente, Martin, tira de mí, hasta ponerme frente a él y a continuación me baja los pantalones hasta sacármelos completamente y arrastrando con ellos mi tanga. Me agarro a su cuello y en volandas me pone contra la puerta y me la clava de golpe y empieza a follarme como si no hubiera un mañana, haciéndome gemir cada vez que su cuerpo choca contra el mío pero yo no dejo de pensar en Manu, en lo cabronazo que es, en cómo me ha llevado al límite hasta que Martin está a punto y empieza a tensar sus músculos y empezar a correrse en mi interior, logrando que yo también entre en un delicioso orgasmo al tiempo que digo en alto mientras me corro:

-          ¡Uf, Manu!

Martin me mira sorprendido y luego sonríe para decirme.

-          Sí que te ha dado fuerte con él, ¿eh?

-          Uf, lo siento Martín, pero es que me tiene loca. Tienes que conseguirlo, por favor.

-          Si me exprimes la polla de esa manera, hago lo que quieras, reina.

Cuando nos recomponemos la ropa y salimos de ese cuartito, le comento a Martin el lío en el que me he metido con lo de la apuesta en la piscina dentro de una hora.

-          Pero Tania, si sabes que tengo el récord de apnea este año.

-          Lo sé, no sé porque le dije eso al capitán.

-          Bueno, no te preocupes, te dejo ganar.

-          No, de eso nada, guapo. Sabes que soy competitiva.

-          ¿Estás segura?

-          ¿Me estás viendo dudosa?

-          Bueno, como quieras, lucharemos por el récord.

-          Gracias Martin – le digo y cuando nos vamos a separar añado - y por cierto gracias por poner a Manu tan cachondo, creo que le has hablado muy bien de mí.

-          No hace falta alabarte, preciosa, porque es la puta verdad. - me dice y le doy un beso de agradecimiento, metiendo mi lengua dentro de su boca.

Una hora más tarde me voy a la taquilla y me pongo mi bikini negro que es bastante pequeño, en el que el sostén apenas cubre mis pezones y la braguita es tipo tanga, que se cuela por mis glúteos y tapa lo justo mi rajita. Me pongo una toalla enrollada sobre mi cuerpo y bajo a la piscina.

Cuando llego a la zona de la piscina me percato de que están allí todos mis compañeros esperándome y me pregunto ¿quién los habrá llamado? Seguro que ha sido el cabronazo de Manu, que me está vacilando a base de bien. Solo con verlos, todos allí plantados, al borde de la piscina con sus uniformes... me pongo tontísima, sabiendo que soy el centro de atención. Me fijo que Martín ya está allí solo con el bañador puesto hablando tranquilamente con Guille, Manu y el jefe que me saluda desde lejos con la mano en cuanto llego.

-          Tania, ¿estás segura de querer competir contra Martín? - me pregunta Alfredo, el capitán que tampoco puede evitar echar un ojo al escote que muestra la toalla.

-          Claro, ¿por qué no?

-          Bueno, ¿sabes que él aguanta por encima de los cuatro minutos?

Cuando dice eso me quedo un poco aturdida, pues no creo que llegue a esa marca ni con mucho... y veo que Manu se ríe desafiante.

-          Creo que te has metido en un buen lío - dice Manu queriendo reírse por mi atrevimiento.

-          ¿Has llamado tú a todos? - le pregunto.

-          Claro. Un reto como este no nos lo podíamos perder ninguno.

Manu da por hecho que voy a hacer el ridículo y creo que no le falta razón, porque cuando veo ese torso desnudo de Martin, estirando sus brazos por encima de su cabeza, cogiendo aire, me doy cuenta de que soy una idiota al querer batirle, él mucho más fuerte y tiene el récord del cuerpo desde más de dos años.

Aun así, me dirijo hacia un banco de madera y de espaldas a todos, me suelto el nudo de la toalla por delante y esta cae al suelo, mostrando mi culo por entero y toda mi espalda para luego girarme lentamente mientras me pongo un gorro de baño de la forma más sensual, ladeando mi cabeza y haciendo botar a mis tetas, sabiendo que todos están con su vista clavada en mí.

-          ¡UUUhhh! - oigo gritar a uno, cuando me expongo con ese bikini tan reducido.

-          ¡Esa Tania! - lanza otro y acaban aplaudiendo varios a la vez.

-          ¡Señores, por favor, compórtense! - exclama Alfredo queriendo poner orden.

Yo estoy tan caliente que, si no estuviera el capitán, sería capaz de desnudarme del todo delante de ellos y es que esos bomberos uniformados imponen y calientan un montón.

Mientras camino hacia el borde de la piscina, meneando mis caderas de forma exagerada, dirijo mi vista hacia Manu y mientras recoloco el diminuto sostén, parece que le esté diciendo “mira lo que te pierdes, capullo” y bajo las escaleras, sacando mi culo, oyendo los murmullos de varios de los chicos. Yo estoy en la gloria y es que... ¡cómo estoy disfrutando, siendo observada con tanto hombre a mí alrededor!

En ese momento Noel se acerca, agachándose junto a la escalerilla para decirme en voz baja:

-          Se supone que es una apuesta para ver quien aguanta más debajo del agua, no a ver quién tiene una erección antes.

-          ¿Por qué lo dices? - pregunto haciéndome la despistada a la vez que le guiño un ojo.

-          ¡Joder, que cabrona! Todavía no eres consciente de lo buena que estás.

-          No será para tanto. - digo yo queriendo restarle importancia.

-          Joder, Tania, desde que follamos en tu casa, no consigo quitarte de mi cabeza.

Ese halago me encanta y que se confirma con el bulto que lleva bajo el pantalón.

-          ¿Tanto te he impactado, Noel? - le pregunto.

-          No te haces idea y ahora con ese bikini... ¡Uf!

Y se empieza a reír porque se ha dado cuenta cuales son mis intenciones al ponerme este pequeño bikini y la sensación que está causando entre todos los compañeros de esa guardia.

-          Tania. Tanto si ganas como si pierdes, me gustaría celebrarlo contigo. - me dice Noel relamiéndose.

-          Claro que sí, guapo.

-          Pero esta vez en mi casa ¿qué te parece?

-          Por supuesto. Encantada de repetir contigo las veces que quieras.

En cuanto Noel vuelve con los demás, nos quedamos Martin y yo metidos en la piscina, intentando concentrarnos, pero él antes pasa su mano por mi cintura bajo el agua.

-          ¡Dios, Tania, cómo estás con ese bikini! - me dice junto a mi oído.

-          ¡Gracias!

-          ¡Me la has puesto durísima! Y creo que a Manu también.

-          ¿De verdad? - le pregunto y dirijo mi mirada hacia Manu para comprobar que efectivamente también tiene un bulto más que considerable.

No hay duda que Manu tiene bastante fuerza de voluntad y no sé si su fidelidad con su esposa es real o no, pero no puede evitar lo inevitable, por mucho que se haga el duro, porque ese bulto indica lo mucho que le pongo.

-          Bueno me la has puesto a mí, a él y a todos... - añade Martín que parece estar leyendo mi mente.

-          Genial. - digo entusiasmada

Vuelvo a mirar a todos mis compañeros al borde de la piscina y compruebo que efectivamente, muchos de ellos están empalmados, a tenor de los bultos bajo sus pantalones de uniforme. Ellos me siguen animando y estoy más que excitada con eso, pues aun sabiendo que este bikini diminuto hace maravillas, no pensaba que a hasta ese punto y pienso que ahora mismo mis amigas me envidarían de lo lindo al tener alrededor tanto tío bueno para mí sola y muchos de ellos empalmados.

-          De todos modos, estaréis acostumbrados a tener a las tías a vuestros pies. - Le digo a Martín estirando mi pierna y metiendo el pie para rozar su bulto.

-          ¡Serás cabrona!

-          ¿Tú crees?

-          Mira Tania, nos pones a casi todos, no solo porque estás buenísima, que eso salta a la vista, sino por tu personalidad arrolladora y tus huevos, en este caso ovarios, has demostrado tenerlos en su sitio. Ninguno de nosotros pueda objetar eso.

Sus palabras también me estimulan, pues una de las cosas que más miedo me daba era que pudiera ser rechazada como mujer, que creyeran que era débil, que no estuviese a la altura de cualquiera de ellos, pero con las palabras de Martín confirma que aquel grupo de hombres es especial y que confían en mí ciegamente. El lema de cualquier bombero, confiar en su compañero, en este caso, compañera...

-          ¿Estás segura de querer seguir con la apuesta? Aun estás a tiempo de cancelarla. - insiste Martín.

-          Sabes que no puedo hacer eso Martín y, por cierto, no te dejes ganar, porque entonces sí que haría el ridículo. Quiero ser la que lo intente, como cualquiera de vosotros y si pierdo es porque tú eres mejor, nada más.

-          De acuerdo, preciosa. Te admiro en todos los sentidos. - me dice lanzándome un beso.

-          Gracias Martín. Eres un encanto.

-          ¿Puedo darte un consejo? No intentes aguantar la respiración y pienses en ello obsesivamente. Procura pensar en otra cosa, mantén alejada la mente del récord para quedar relajada y el tiempo no pesará sobre ti.

Se separa de mí, guiñándome un ojo y empieza a colocarse cerca del bordillo de la piscina y comienza hablar sobre esta mentira de apuesta a todos nuestros compañeros, aunque nosotros dos sabemos cuál era la verdadera. Aun así, todos parecen estar conmigo y me animan, con frases, como “dale fuerte a Martín, guapa”, “tú puedes, campeona”, “venga, esa es nuestra bombera favorita” ... La verdad es que todo eso me estimula muchísimo, aparte de tenerme encendida.

-          ¿Listos? - pregunta el jefe con el cronómetro en la mano.

Yo afirmo con la cabeza y veo a Martin a mi lado que también lo hace.

-          Tres, dos, uno... ¡tiempo! - grita Alfredo al tiempo que Martín y yo sumergimos nuestras cabezas bajo el agua de la piscina para empezar esa competición de apnea.

Durante ese tiempo sumergida, no dejo de pensar en todas las cosas que me están ocurriendo. Por un lado, haber cumplido mi sueño de ser bombera, algo que siempre quise ser desde niña, pero ahora, además, rodeada de esos compañeros bomberos, que siempre me han puesto muchísimo, para colmo, la mayoría buenísimos, musculados y guapos, que me han acogido de maravilla e incluso ahora, metida en la piscina, con mi cabeza dentro del agua, puedo escuchar sus ánimos y mi nombre sin cesar. Estoy entusiasmada, después de saber que soy más que admirada como mujer, sino como bombera. ¿Qué más puedo pedir? No sé si llegaré a mi mejor marca, porque a mi lado está Martín, uno de los mejores en esta especialidad, pero también quiero demostrarle a Manu de lo que soy capaz y como siempre, a mí misma. No dejo de pensar en lo bien que folla Martín o Noel, pero estoy segura que cualquiera de los otros me haría ver las estrellas. Si los dos primeros bomberos lo han sido, por qué no los serán cualquiera de los otros...

Estoy tan concentrada, muy metida en mis pensamientos, en querer aguantar la respiración, pero llevando mi mente a otra parte, que no me doy ni cuenta que Martín ha empezado a moverse para salir ya así que decido contar diez segundos más y salgo. Creo que el muy cabrón me ha dejado ganar.

Una vez que por fin salgo del agua veo a Martín sentado en el bordillo y a todos mis compañeros alrededor aplaudiendo y gritándome toda una serie de felicitaciones, dándome la enhorabuena.

-          Tania, creo que has hecho el récord del cuerpo. - anuncia el capitán.

-          ¿Cómo? - pregunto dirigiendo mi vista a Martín que afirma con la cabeza.

-          ¡4,48! - confirma Alfredo, nuestro jefe mostrándome el cronómetro.

Alucino. Ni en mis mejores momentos de entrenamiento había pasado de 3 minutos. Creo que estoy motivada a tope. Me dirijo hacía las escaleras para salir con una inmensa alegría en el cuerpo por haber ganado a Martín, batiendo su propia marca. El primero en abrazarme es precisamente él.

-          ¡Felicidades, preciosa! - me dice y puedo notar su formido cuerpo pegado al mío y al estar los dos con tan poca ropa, puedo notar como se me empitonan los pezones y mi coño empieza a rezumar sus juguitos, eso sumado al bulto que se une a mi pubis, acaba haciéndome temblar de gusto.

-          ¡Gracias Martín!

Uno a uno, me van abrazando, ellos en esta ocasión vestidos, claro, pero aprovechando el momento de sentir el cuerpo de su compañera medio desnuda y yo disfrutando de esos bomberos duros, tan musculosos, que cada abrazo me pone más y más cachonda. Él último por darme la enhorabuena es Manu, que me mira fijamente acercándose con intención de abrazar mi cuerpo con ese bikini empapado, tanto como mi coño:

-          Felicidades Tania, sabía que lo harías. - me dice, pero yo le empujo rechazando su abrazo y se queda bastante sorprendido.

-          Lo dudo, Manu. Creo que no confiabas en mí. - respondo arrebatándole su chulería y ese aguante que intenta imponer ante mí.

-          Bueno, es verdad que no pensé que fueras a conseguir batir a Martín, pero ahora tengo que rendirme a tus pies. - dice algo contrariado al ver mi cambio de actitud.

Me encanta haber podido darle la vuelta a la tortilla y este nuevo éxito de la piscina, me va a permitir cambiar de estrategia y no querer por todos los medios echarme a sus brazos, sino que sea él quien me lo ruegue.

-          Ya sabes que todo lo que quiero, lo consigo. - le suelto y girando saco mi culo para restregárselo por el bulto de su pantalón.

-          ¡Joder Tania... eres tremenda!

-          ¡Lo sé! - respondo toda chula.

-          Pues todavía hay algo que no has conseguido. - intenta todavía mostrar su hombría y su capacidad de querer ponerme a prueba.

-          Ya verás que sí.

El jefe se coloca enfrente de mí y me da la enhorabuena, pero sin darme el abrazo que me han dado los demás, él siempre tan serio y correcto, me estrecha su mano, aunque no me hubiese importado en absoluto tener ese cuerpo madurito apretado contra mí.

Cuando ya todos me han felicitado y abrazado, menos a Manu al que he dejado con las ganas, me dirijo hacia los vestuarios, disfrutando todavía del calor de sus abrazos, de sus piropos y sus felicitaciones, que siguen lanzándome, mientras camino meneando mi culo, al que todos deben estar devorando con sus miradas. ¡Estoy encantada!

Cuando llego a mi taquilla, dispuesta a quitarme el bikini empapado, no dejo de darle vueltas a la cabeza en eso que me ha dicho Manu, a pesar de mostrarme tan vacilona, porque en el fondo lleva razón, todavía no he conseguido mi objetivo que es tirármelo y lo que me provoca, esta tensión, en vez de enfado, es todo lo contrario, calentarme más por ponérmelo más difícil y convertirse en el mayor de mis retos.

De pronto suena la alarma y el capitán entra gritando por la puerta.

-          Tania, necesitamos a todos los efectivos. Hay un gran incendio. - me dice.

Sin tiempo a quitarme el bikini, me pongo a toda prisa mi uniforme encima y el resto del equipo y me tiro por la barra para meterme en uno de los camiones, de camino a esa emergencia.

Ese incendio es de los grandes, porque afecta a un pequeño bosque cercano que afecta a varias casas que hay alrededor. Nuestro destacamento formado por tres camiones y doce efectivos, hacemos una buenísima labor y disfruto trabajando con ese equipo, siempre trabajando juntos y tan unidos, algunos más de la cuenta, como Martín, que no pierde el tiempo en pegarse a mi culo o tocarme una teta con disimulo mientras manejamos juntos una manguera contra el fuego, pero yo estoy feliz y sus toqueteos, me ponen a mil.

Un par de horas después regresamos al parque y empiezo a quitarme el uniforme, dándome cuenta de que estoy empapada de sudor, como el resto de compañeros y algunos se me quedan mirando como me voy quitando la ropa hasta quedarme de nuevo en bikini, pero haciéndolo despacio, con parsimonia, midiendo mis movimientos para regalarles lo mejor de mi cuerpo como cuando me agacho y esas tetas que se hacen más grandes o mi culo que pongo en pompa delante de sus narices, con la cosa de sacarme el pantalón.

-          Tania, pasa tú primero a las duchas y luego vamos nosotros. - comenta Manu, que se acerca apoyando su espalda en la taquilla de al lado, pero sin quitar la vista de mi cuerpo, especialmente mis tetas y mi entrepierna.

-          No, pasad vosotros, que ya sabes que soy una tardona. No me importa.

-          ¿En serio?

Solo ladeo mi cabeza, porque no quiero privilegios y él lo sabe, pero lo que realmente desconoce es que tengo un plan de ataque.

-          Vale, pues vamos pasando y luego te duchas tú. - dice él, algo contrariado, porque cree que estoy empezando a pasar de él.

Un minuto después se acerca Martín.

-          ¿Ya se te pasó el calentón con Manu o qué? - me pregunta.

-          Al contrario, Martín, cuanto más duro se pone, más excitada estoy yo. Pero le voy a dar de su medicina.

-          ¿Cómo?

-          Pasa a las duchas, sigue hablándole de mí y lo verás en dos minutos.

Siguiendo mi plan, dejo que los chicos pasen y los oigo canturrear y el agua de las duchas correr. Momento que aprovecho para quitarme el bikini y quedarme completamente desnuda. Me miro frente al pequeño espejo de mi taquilla, para decirme a mí misma.

-          ¡Eres toda una zorra, Tania!

Un segundo después, me pongo las chanclas, cojo el bote de champú y voy camino de las duchas, sin cubrirme con la toalla, para aparecer desnuda delante de todos, que lógicamente también están en pelotas.

-          ¡Tania! - oigo decir a Manu en un grito cuando me ve.

Alucina al verme, al igual que yo viéndole desnudo, en mi caso por primera vez, porque veo alucinada ese cuerpo tan bien formado, sus abdominales, sus brazos, sus piernas y ese tatuaje tan seductor, que es una especie de tigre que nace de su ingle y llega por encima de su pubis, mostrando debajo una polla que en reposo parece enorme. El resto de los chicos se van girando al oír ese grito.

-          Pero, Tania, no hemos acabado – comenta Guille que intenta taparse infructuosamente sus partes, pues al verme se está empezando a empalmar.

No es el único, porque a medida que me acerco a ellos, meneando mis caderas y haciendo botar mis tetas, a muchos se les va poniendo aquello firme, algo que me vuelve absolutamente loca, porque esa es otra de mis grandes fantasías, que es entrar en una ducha llena de tíos en pelotas. En esta semana, todos mis sueños se están haciendo realidad.

-          Necesito que alguien me enjabone la espalda – digo con voz inocente, levantando el bote de gel - ¿Algún voluntario?

Al principio hay murmullos, algunos compañeros que se sienten cohibidos, otros, más envalentonados se están agarrando la polla, hasta que se acerca Martín y él mismo se mete conmigo bajo una de las duchas, mientras el resto miran extasiados como me enjabona.

-          ¡Que pase el siguiente! - digo cuando veo que alguno quiere también quiere aprovechar ese momento tan loco.

En un momento son varias las manos que tengo alrededor de mi cuerpo y veo que Manu está en la distancia, con su polla totalmente tiesa observando cómo sus compañeros no dejan ni un centímetro de mi piel sin acariciar y enjabonar. Uno me esparce el gel por las tetas, otro por el culo, alguno mete un par de dedos en mi coño y yo estoy en la gloria, alargando mi mano y acariciando una y otra vez esas vergas duras que tengo a mi alrededor sobre esos cuerpos tan bien formados de mis amables compañeros. Manu sigue en la distancia y yo le miro desafiante, con tan solo esa mirada le estoy diciendo “mira lo que no estás catando”, pero ese es mi plan ponerle al límite y hacerle rabiar, tanto o más que él a mí, que vea que soy la bombera con recursos, como los suyos o peores. Veo como empieza a masturbarse viendo la escena en la que son mis propias manos las que van de polla en polla meciéndolas suavemente, calentándome yo y provocándole a él.

Todo es tan excitante... oyendo a esos hombretones jadear mientras me tocan por todas partes, mientras no dejo de acariciar sus tiesas pollas y ellos me confiesan la suerte que tienen de tenerme de compañera, cuando de pronto me agacho para meterme la primera polla en la boca, que es la de Guille, el mismo que tímidamente no hacía más que cubrirse y ahora me folla literalmente con su polla entre mis labios totalmente desbocado. Así voy pasando de uno en uno, así como sus tiesas barras de carne entrando en mi boca, unas de forma pausada, otras salvajemente, hasta que veo que Manu se pone en la fila, dispuesto a recibir los placeres de mi lengua y mis labios, pero cuando está justo frente a mí, le miro detenidamente a los ojos y paso de largo, chupándosela al siguiente y veo que está rabioso, haciendo que casi suplique con la mirada. Hasta que por fin se cumple mi objetivo: Manu se pone frente a mí, me agarra del pelo y acerca su polla cerca de mi boca.

-          ¡Por Dios Tania, chúpamela ya!, ¡No puedo más!

-          No sé si te lo mereces. - digo acariciando sus huevos.

-          Por favor, haré lo que me pidas. - dice en esa frase mágica, que consigue que sonría victoriosa.

-          Sólo te la chupo si prometes follarme después.

-          Te lo juro. - dice desesperadamente.

Eso es lo que yo quería oír. Me arrodillo frente a ese tótem que tiene Manu entre las piernas y empezando por sus huevos, comienzo a lamerle sin dejar de mirarle, atravesando la largura de su tronco con mi lengua, recreándome en el capullo, hasta metérmela en la boca y empezar a mamársela como a ninguno. ¡Qué ganas tenía de tener esa polla en la garganta!

-          ¡Joder, Tania, qué bien lo haces!

Yo sigo enfrascada en esa polla, mientras alguna mano de los chicos sigue tocándome las tetas, otro me acaricia el trasero o el coño y yo estoy a punto de caramelo, por lo que me pongo de pie, sin dejar de pajear a Manu para decirle.

-          ¡Quiero que seas el primeo en follarme hoy!

Manu ya no tiene ningún freno, ya no piensa en infidelidad ni en hacerse el duro, ni por supuesto tiene esa fuerza de voluntad a toda prueba, porque agarrándome de las piernas me pone en volandas y orientando su gran verga me la inserta de golpe, mientras yo me abrazo a su cuello, sintiendo como me penetra esa enorme polla y comienza ese mete-saca alucinante, llenándome por entero, que logra meterse hasta lo más profundo de mi matriz, mientras la boca de Manu, lame y muerde mi boca, alternándolo con mis tetas y así, cabalgando sobre mi bombero soñado, me corro mientras él sigue apretando su pelvis aguantándome como si no pesara nada.... Yo acaricio esos bíceps y no me creo que me folle de esa manera, que siempre me ha parecido increíble y que ahora se está cumpliendo como otro de mis sueños pendientes.

-          ¡Ah, cabronazo, qué polla tienes! Digo corriéndome como nunca, entregándome a un orgasmo fuera de lo normal, que hace que todo mi cuerpo se estremezca.

En dos o tres embestidas más, Manu me agarra del culo y totalmente insertado contra mí, veo todos sus músculos tensarse para descargar dentro de mí una buena corrida y haciéndome bajar lentamente de su cuerpo, pegado a su cuerpo y abandonando también su maravillosa polla que sale de mi coño, dejando un reguero de su blanca leche recorriendo el interior de mis muslos.

A partir de ahí, estoy tan obnubilada con ese orgasmo que acaba de regalarme Manu, que no soy consciente que todos y cada uno de mis compañeros de esa guardia, están follándome uno tras otro, mientras otros meten su polla en mi boca, y se van corriendo, sobre mi cara, sobre mis tetas, en mi coño... ¡Joder, estoy llena de semen por todas partes!

De repente hace su aparición en las duchas el capitán, dando un grito que nos deja a todos paralizados, justo cuando estoy con mi cara blanca con tanta corrida y lamiendo una de las pollas dejándola totalmente limpia y es que he perdido la cuenta de cuantas han estado en mi boca o en mi coño.

-          ¿Qué cojones está pasando aquí? - grita el jefe viendo la tremenda escena.

Todos nos quedamos flipando, pues Alfredo, es el único vestido y el panorama que tiene delante tiene que ser de alucinar, viendo a toda su plantilla desnuda. A los chicos con sus pollas a tope y a mí con el semen de todos ellos, cubriendo casi toda mi cara, mis tetas o escurriéndose entre mis muslos.

Cuando yo voy a hablar en nombre de todos y a culparme como la única responsable de ese maravilloso desaguisado, veo que el capitán se empieza a quitar la ropa y en un instante se queda desnudo como los demás y me mira fijamente con su polla totalmente tiesa. ¡Joder, está bueno ese capitán madurito!

-          ¿No me ibas a invitar a esta fiesta o qué? - pregunta entonces con una gran sonrisa.

Algunos de los chicos ríen, viendo a su capitán participando de ese nuevo juego y yo misma alucinada por su comportamiento, lejos de ser el serio de siempre.

-          ¡Vosotros, sostenedla en el aire! - ordena.

En ese momento tres chicos por un lado y otros tres por otro me ponen en el aire en posición horizontal y la polla erecta de nuestro jefe se aproxima a mi coño y tras sonreírme, pasa el capullo por mi sensible rajita, haciendo que me muerda el labio, cuando me dice.

-          ¡Bienvenida al equipo, Tania!

En ese momento empieza a clavármela con fuerza, haciendo que todo mi cuerpo se tambalee, con esa fuerza y esa energía de ese hombretón tan fuerte. Sus clavadas son tan enérgicas que se oyen nuestros cuerpos chocar haciendo temblar todas mis carnes y si no es por la fuerza de los chicos que me sujetan en volandas, saldría disparada con la fuerza con la que me está follando el cabronazo del capitán.

Alfredo se sujeta a mis tetas y en ese momento pellizcando bruscamente mis pezones se corre dentro de mí, tanto que, al salir, sale un gran chorro de su semen como una fuente chorreando contra el suelo, mientras veo todo mi cuerpo sudado, aun impregnado por todas las corridas que he recibido de mis compañeros.

Termino de ducharme, esta vez sola, y salgo desnuda a las taquillas, con una toalla que solo tapa mi cabeza, mientras me aplico un bálsamo por todo el cuerpo ante la atenta mirada de la mayoría de mis compañeros que me aplauden, a lo que yo me sigo luciendo ante ellos, porque me han regalado uno de los mejores momentos de mi vida y soy inmensamente feliz.

-          ¡Gracias chicos, por hacerme integrar tan bien en el grupo! - les digo.

En ese momento se acerca Manu, para darme un beso suave en los labios y decirme.

-          Gracias a ti, preciosa. Creo que, a partir de ahora, ni tú, ni nosotros vamos a tener guardias aburridas en este parque. ¿Verdad, chicos? - añade dirigiéndose a los demás.

Y todos reímos a carcajadas, mientras termino de vestirme.

Laura & Sylke