Una maravillosa comida
Hay que saciar el hambre, en todos los sentidos.
Sabía que estaría en casa esperándome cuando volviera de mi viaje. Por teléfono me había dicho que lo tenía todo preparado para cuando llegara. Pensó que tendría hambre después de un viaje tan largo y había preparado la mesa. No quiso decirme que me había preparado para comer, me dijo que era una sorpresa.
Llegué a casa y abrí la puerta. Le llamé mientras soltaba las cosas en la puerta, pero no contestó. De pronto me volví y allí estaba. Llevaba puesto un delantal blanco, tan solo un delantal. Me puso contra la pared y me besó.
“¿Está preparada ya la comida? Tengo un poco de hambre”, le dije. Con una sonrisa me dijo, “a la comida aún le falta un poco para estar lista, pero en cuanto te pongas cómoda puedes pasar a la mesa, que está ya preparada”. Viéndolo a él así decidí hacer lo mismo. Me quité toda la ropa y le dije “Ya estoy cómoda”. Con una sonrisa me cogió en brazos y me llevó hasta el comedor, donde teníamos la mesa rectangular para comer y la vi totalmente vacía. “¿Pero no decías que estaba lista?”. Me puso sobre ella y se agachó. Antes de que pudiera levantarme noté que me sujetaba algo por mi vientre, como si fuera un cinturón. Momentos después me estaba sujetando una de mis manos con una cuerda, que imaginé estaría sujeta por su otro extremo a la pata de la mesa. Hizo lo mismo con la otra mano, quedando mis brazos totalmente estirados. Seguidamente hizo lo mismo con mis piernas y después dijo: “ahora sí que está la mesa preparada, a la comida le falta un poco más” y se fue a la cocina.
Así que se trataba de que yo fuera la comida. Me excité solo de pensarlo. Volvió con un bote de nata en la mano y otro de caramelo. Se acercó a la mesa y me llenó los pezones de nata, echándole un poco de caramelo por encima. La nata estaba fría y me estremecí, pero no podía moverme. Lamió mis pechos hasta que no quedo rastro de la nata ni del caramelo. Mis flujos ya se notaban y mi excitación iba en aumento. Sabía lo mucho que me excitaba un buen lametón en mis pezones.
Se fue a la cocina de nuevo y vino con unos plátanos y un tarro de mantequilla. “¿Qué vas a hacer con eso?”, le pregunté. “Comerte”. Abrió el bote y llenándose los dedos de mantequilla me los metió por mi ya lubricado coño. Primero uno, luego dos… acabando con cuatro dedos dentro. Seguidamente fueron dos dedos de la otra mano llenos de mantequilla los que fueron a parar a mi culo. Yo gemía de placer sin parar. Pero no contento con eso, me echó un chorreón de caramelo y se puso a lamerme el clítoris a la vez que jugaba con todos sus deditos. Si hay algo que me ponga más cachonda que estimularme los pezones, es que me estimulen el clítoris y encima abriendo mis agujeros. No solía dejarme que me lo chupara más de unos segundos, pero esta vez no podía hacer nada. Le supliqué que parara, mis gemidos en cambio le indicaban que no lo hiciera. Intenté zafarme de alguna manera pero estaba inmovilizada. Y él seguía y seguía lamiendo mi clítoris y metiendo sus dedos mientras yo gemía cada vez más hasta que pasé a suplicarle que siguiera y que me follara más rápido con sus deditos. Me corrí en ellos y me dio una tregua para coger más mantequilla y echarme más caramelo. Volvió a lamerme de nuevo, cuando aún no estaba recuperada del todo. Esta vez me corrí dos veces entre gemidos y un “no pares” continuo.
Sacó sus dedos y se puso a pelar un plátano. Una vez pelado me lo metió en el coño. Para entonces el delantal dejaba ver su notable erección. Se lo quitó y puso su polla a la altura de mi boca después de haberle echado nata. Yo lo lamí como si de un helado se tratara. Mientras él jugaba con sus dedos en mis pezones. Cuando terminé de comerme toda la nata se fue hacia mi coño y se comió el plátano sin tocarlo con las manos. Cogió otro plátano y se subió a la mesa. Esta vez el plátano era mucho más grande que el anterior. Me lo metió en el coño y a su vez me metió su polla en el culo. Me folló el culo sin piedad, estimulándome el clítoris con el dedo gordo.
Cuando iba a correrse la sacó y lo hizo sobre mi cuerpo, llegando incluso su semen a mi cara. No recuerdo cuantas veces me corrí hasta que pasó eso. Lo que siempre recordaré fue aquella maravillosa comida.