Una mañana fría
Afuera el viento helado entume haciendo doler la piel y llegando a los huesos. En casa, en la habitación, en cama nuestros cuerpos abrazados se encuentran protegidos del frío. Los suaves latidos de mi corazón armonizan con tu respiración regular y profunda.
Afuera el viento helado entume haciendo doler la piel y llegando a los huesos. Gente que se apresura por las calles con las manos retraídas y envueltas en guantes, bufandas meciéndose al ritmo de los pasos y autos con las ventanillas empañadas. En casa, en la habitación, en cama nuestros cuerpos abrazados se encuentran protegidos del frío. Los suaves latidos de mi corazón armonizan con tu respiración regular y profunda. Mi espalda contra tu pecho y mis manos contra el mío, tus brazos me rodean y tu mentón descansa en mi hombro, sumidos en un sueño profundo y delicioso. Poco a poco voy cobrando consciencia, mi mente despierta antes que mis ojos, estos se abren lentamente, perezosos, pasean la mirada un instante para volver a cerrarse. Siento el frío de la estación en mi rostro y sonrío, la temperatura en el ambiente contrasta con la tibieza que me envuelve. Como si intuyeras que he despertado me presionas contra ti pegando aún más mi cuerpo al tuyo.
Me vuelvo hacía ti y apoyo mis manos en tu pecho deslizándolas cerca de tus hombros, rodeas mi cintura y tus manos comienzan a subir por mi espalda debajo de mi pijama. Tu mirada es tierna.
Cierro los ojos junto contigo, tus labios se deslizan sobre los míos en dulces y suaves besos. Acaricio el contorno de tu rostro sintiendo como me atraes un poco más hacía a ti y tus labios comienzan a abrirse separando los míos. Recorres mi espalda con caricias delicadas que extiendes hasta el costado de mi tórax rozando mi seno izquierdo con tus dedos. Me dejas succionar tu labio inferior como si de él manara la vida, mientras tu mano ha empezado a aventurarse sobre mi pecho. Vuelves a rodear mi cintura empujándome hasta hacerme descansar bocarriba, entonces tu peso va cubriendo mi cuerpo y te siento sobre mí con la más dulce rendición.
Desabotonas la camisa de mi pijama y la abres dejando mi pecho descubierto. Tus labios se acercan lentamente a mi pezón izquierdo y comienzan a chuparlo. Tu mano derecha sostiene mi seno mientras la otra me acaricia con la dedicación propia de un ritual. Gimo tu boca se prende de mi y me succiona con fuerza moderada y constante, moviendo tu cabeza al ritmo de la succión. Mi boca se abre y los gemidos aumentan de intensidad, de cuando en cuando detienes la succión para lamer mi pezón endurecido. Yo acaricio tu cabello aferrando los mechones que se deslizan entre mis dedos. Subes nuevamente y me besas internando tu lengua en mi boca sin dejar de manosear mis senos; los acaricias, los aprietas, dejas que tus dedos jueguen con los pezones rozándolos suavemente y presionándolos con las yemas.
Mi lengua también busca la tuya, se tocan, se concentran en una danza sensual que alcanza los labios y lo profundo de nuestras bocas. Una de tus manos ha liberado mi pecho para sujetar mi cintura, la otra se aventura dentro del pantalón de mi pijama y se desliza sobre mi vientre en dirección a la pelvis. Tus dedos aumentan la presión cuando perciben la suavidad que buscaban. Acarician por encima los labios de mi conchita antes de internarse entre ellos y mojarse con el jugo que ha estado fluyendo de mí. Separas la piel con firmeza, pero dulcemente, rebuscas, acaricias uno de tus dedos ha decidido ir más allá y se interna en la cuevita que palpita ansiosa. Mis gemidos se han tornado también en exclamaciones, me aferro a las sábanas, retorciéndolas invadida de placer. Antes de sacarme el pijama te detienes a sentir mis manos entre tus piernas. Sientes mis dedos jugando con tu saquito. Deslizo mi dedo por tu perineo variando la presión y repasando incontables veces. Tu verga se va tornando dura y a medida que crece y se para, la piel que la envuelve va liberando el capuchón que se asoma orgulloso y desafiante, su tono rosa está húmedo y yo extiendo esa humedad con mis dedos.
Te sacas el pijama y te deshaces del mío. Vuelves a apoderarte de mis senos y mi boca. Te apuestas entre mis piernas presionando contra mi pelvis tu verga, la tomo entre mis manos y la froto con dulzura guiando el capuchón hasta el capullito, donde lo froto mezclando su humedad con la mía
con un movimiento lo hundes suavemente y soltamos un grito al unísono, me la empujas más adentro contemplando el placer en mi expresión. Un grito ahogado escapa de mis labios y tras él un dulce coro de gemidos marcados por el movimiento de tu cadera. Tu respiración está agitada, resoplas, me besas alternativamente en la boca, el cuello y en los senos, me incorporo sobre mis codos y veo tu preciosa verga sumergiéndose y saliendo de mi conchita que la acoge con ansiedad. La siento grande y palpitante dentro de mi, siento como me llena, como me abre, siento como duele su movimiento y al mismo tiempo resulta delicioso. Te abrazas a mi cintura y todo se torna más intenso, me recuesto nuevamente presa de descargas que me recorren todo el cuerpo; me sin voluntad, mi cuerpo actúa por sí mismo y se entrega al tuyo sin restricciones. Siento cómo te hundes en mí. Siento a mi macho cogiéndome, haciéndome suya
Tus embestidas son cada vez más fuertes, más profundas. Mis gemidos y tus exclamaciones se mezclan, tu cuerpo empapado en sudor se funde con el mío en un abrazo calido y vibrante. Guiada por las sensaciones y presa del placer que me provocas levanto nuevamente la cadera envolviéndote con mis piernas, tú te mueves como un animal salvaje y aprovechas mi postura para meterme más tu verga, hasta el fondo, tan profundo que siento su base y tu saquito apretándose contra los labios de mi conchita caliente y humedecida. Aceleras tus movimientos arrastrándome a un estado de éxtasis. Tu verga está tan a dentro de mí, la siento frotándome por dentro, moviéndose, reclamándome como tuya.
Tu respiración se hace más rápida y tus movimientos delatan ansiedad por lo que comienzas a sentir. Te abrazas mas fuerte a mí y me penetras con mayor intensidad, mi conchita estalla desde su interior... derramando una sensación divina que se expande por todo mi cuerpo, escucho nuestros gemidos y siento como haces un intento por llegar más profundo justo antes de regar mi interior.
Te abrazo y cuidando no separarnos nos acostamos de lado. Nuestras piernas aún entrelazadas y nuestros pechos agitados. Tiemblas, acaricio tu cabello con ternura y te beso. Me refugio en tu pecho tratando de recuperarme, permanezco agitada un rato antes de que mi respiración por fin se normalice. Nuestros cuerpos flotan en un éxtasis persistente, que nos envuelve hasta quedarnos dormidos, abrazados, unidos y con mi conchita abrazando tu hermosa verga que duerme plácida en el lugar que fue creado para ella.