Una mañana en el médico (6)

Parte 6 de "Memorias de una viciosa"

Su blusa dejaba ver la perfecta redondez de tus tetas. Mientras redactaba mi informe, mis ojos se situaron en su canalillo, que me atraía como las abejas a la miel. Su penetrante mirada garabateó su firma.

-Aquí tien...

Su frase quedó dispersa en el aire, mientras mi mirada, volvía a sus ojos.

-¿Me estabas mirando las tetas? - Preguntó.

-No... Yo...

Se levantó, rodeó la mesa, y se colocó frente a mí, con sus pechos casi a la altura de mis ojos.

-Ana... Contesta.

-Bueno... Es posible. Pero ha sido por un simple acto reflejo.

-Ya... Acto reflejo... Mira, Ana, te conozco desde que eras muy pequeña... Y a mi, no me engañas.

-Laura, no estaba mirándote las tetas.

Su mirada acusatoria, dejó bastante claro que no me creía.

-Bien... - Se levantó, de dirigió a la puerta, y cerró con llave. A continuación se sentó de nuevo en su mesa, frente a mi - Ana, tienes 19 años... Es normal que tus hormonas estén disparadas.

-¿Ahora vamos a hablar de sexualidad?

-¿Por qué no? ¿Te masturbas, Ana?

Su pregunta me dejó casi tan pálida, como las paredes de la consulta.

-Bueno... De... Vez en cuando.

-Me lo puedes contar sin tapujos...

-Sí... Eh... Diariamente.

-¿Y qué tiene de malo? - Su mano, desabrochó un botón de su bata. Sólo llevaba debajo un sostén naranja.

-Laura, ¿no llevas nada debajo?

-¿En pleno mes de Agosto? No me apetece, la verdad - Dijo, soltando una risita - ¿Te gusta lo que ves?

-Un poco... Bueno... La verdad es que tienes unas...

-Tetas preciosas. Lo sé.

-Eso mismo... - Dije, avergonzada.

-¿Te gustaría tocarlas, Ana?

Por aquel entonces, aún estaba encontrándome sexualmente. Mi mirada buscó un atisbo de mofa en su cara. Al no encontrarla, mi coño comenzó a palpitar. Hablaba en serio.

-Anda, tonta.

Agarró una mano, y la llevó a sus hermosos senos. Senos que siempre imaginé, en mis fantasías más perversas, cómo serían.

-¿Te gusta? - Dijo desabrochándose el resto de botones de la bata, y dejándola caer en la silla.

-Me encanta....

-A mi también. Observa.

Se quitó el sujetador, y lo lanzó sobre la mesa. Sus pezones estaban completamente erguidos.

-Y te aseguro que no es por el frío - Me dijo - Me excitas mucho, Ana.

La miré a los ojos, mis manos, temblorosas, se dirigieron a uno de sus pechos, comenzando a masajearlo.

-Tócalas, nena. Haz lo que quieras.

Fue cómo un resorte. Mi boca, hambrienta, se lanzó a lamer esos duros pezones que tenía a mi alcance. Laura soltó un gemido entrecortado.

-Dios, Ana... Qué manos tienes. Ya puedo imaginarlas sobre tu coño todas las noches mientras te masturbas.

Me incorporé, la agarré por la cintura, y la coloqué sobre la mesa, para que, mi boca, siguiera jugando con sus pezones.

-Dame lo que tienes ahí guardado - Gimió, mientras buscaba como una loba, los botones de mi vaquero. Los conseguimos desabrochar entre los dos.

-Espero no decepcionarte - Dije, bajándomelos junto con las braguitas.

-Oh Dios mio. Tienes el coñito como el culito de un bebé.

Sin dejarme contestar, se levantó, me tumbó en la mesa, y comenzó a jugar son su boca alrededor de mis labios vaginales.

-Sabe... Delicioso...

Solté continuos gemidos gracias a su lengua. De las mejores lamidas de coño que me habían hecho en mi vida... Joder con la doctora de la familia. Era muy buena.

-Necesito frotarme con ese coñito tan dulce.

Se quitó los vaqueros, se puso a horcajadas sobre mí, hizo a un lado su tanga, y comenzó a frotarse lentamente..

-Oh, joder...

Nuestros gemidos inundaron la consulta. A aquella hora, la sala de espera debía estar abarrotada de gente, que, de seguro, estaban oyendo nuestros jadeos. Eso, hizo que me pusiera más cachonda.

-Qué coñito tienes, joder - Gimió Laura.

Mis manos rodearon sus tetas, pellizcaron sus duros pezones, mientras Laura no dejaba de rozar mi coño, cada vez más bestialmente, con los ojos en blanco.

-Sigue retorciendo mis pezones, Ana. Vas a hacer que me corra en segundos.

Mis caderas aumentaron el ritmo de los roces, mientras los gemidos de Laura resonaban en la consulta. Era música celestial para mis oidos.

-Me corro, Ana, me corro.... No puedo más.

Noté su flujo empapando la mesa, mientras mis manos se aferraban fuertemente a la mesa.

-Córrete en mi boca, cielo.

Se  levantó agachándose frente a mí, para terminar introduciendo dos dedos en mi coño, haciéndome una de las mejores pajas que recuerdo en mi vida. Pasaron unos segundos, hasta que bañé su dulce cara.

-Eres muy apta para mantener relaciones sexuales - Dijo, levantándose y agarrando toallitas húmedas para ambos - De todos modos, te espero para próximas revisiones.

Desde entonces, Laura y yo, hicimos revisiones mensuales. Hasta que, desgraciadamente, la trasladaron a otro centro