Una mañana de running con un niñato cachondo
Esta es la historia de lo que pasa cuando te encuentras a un puto niñato cachondo una mañana de running.
Era un día cualquiera de otoño, una mañana húmeda, pero agradable de temperatura. Hoy daba la casualidad de que libraba en el curro, por lo que tenía todo el tiempo del mundo para mí, para hacer lo que me diera la gana, pero a media mañana ya me estaba entrando el gusanillo de hacer algo.
Desde hacía unos cuantos meses había decidido cuidarme un poco y todas las tardes iba al gimnasio a hacer mi sesión de cardio o de fuerza. No es que mi objetivo fuera tener un cuerpo mazado, pero ahora que había perdido algún kilo de más que tenia, si quería tonificar mi cuerpo y marcarlo un poco. De momento poco a poco iba dando resultado. A mis 26 años tenía un cuerpo bonito, podíamos decir que era algo más alto de lo normal, rondaba el metro ochenta y cinco. Mi pelo moreno entraba en contraste con mi piel más pálida que poco a poco iba perdiendo el bronceado estival. A todo esto mi nombre es Marcos.
En fin, con el tema del rollito de cuidarme, que no podía estar en casa toda la mañana sin mover el culo, así que decidí salir a correr un poco. No solía ir a correr, no me gustaba demasiado, prefería ir al gimnasio y evitar la tan frecuente lluvia del lugar en el que vivía. Pero esa mañana la temperatura era agradable y me apeteció.
No lo dude más, cogí la ropa para hacer deporte y me fui al baño para cambiarme. Me quité la ropa de andar por casa que llevaba en ese momento y por un momento me vi desnudo frente al espejo. Estaba empezando a tener un cuerpo bonito. Mis brazos eran cada vez más fuertes y mis bíceps comenzaban a marcarse. Mi pecho completamente lampiño, bueno o ligeramente depilado del poco vello que me salía por esa parte del cuerpo estaba cada vez más definido, coronado por dos grandes pezones sonrosados que volvían loco a más de uno. Si continuaba más abajo mis abdominales comenzaban a tomar forma, no es que tuviera una gran tableta, pero empezaba a marcarse y más de un chico suspiraba por pasar las yemas de sus dedos por ellos.
Pero en aquel momento si algo me gustaba de mí eran mis piernas. Era la parte de mi cuerpo que se había puesto más fuerte y más se había desarrollado, tanto mis gemelos como mis muslos estaban perfectamente definidos y eran cada vez más fuertes y grandes. Especialmente mis muslos, completamente depilados y perfectos para que se agarren a ellos. Si mis piernas se habían puesto fuertes, mi culo no era una excepción y aunque estaba mal que yo lo dijera tenía un culazo que hasta a mí mismo me gustaría follar.
La guinda del pastel estaba entre mis piernas. Tenía una polla normal, nunca me la medía, en reposo destacaba en el centro de mi cuerpo y en erección calculo que rondaría los 16 centímetros, algo que considero más que suficiente. No sería la polla más grande del mundo, pero era proporcionada a mi cuerpo, ganando en grosor cuando estaba excitado, lo que garantizaba el placer de quien tuviese la suerte de acompañarme en ese momento. No obstante, lo importante es usarla bien, más que tener 20 centímetros de polla.
Además consideraba que mi polla era bonita, no me preguntéis como es una polla bonita, me gustan las pollas, pero las hay que me gustan más y la mía me la comería encantado. Aunque iba depilado, le dejaba un pequeño circulo de vello fino recortado a su alrededor, me gustaba provocar. Destacaba su piel ligeramente más morena que el resto del cuerpo y en su interior guardaba un glande sonrosado y juguetón que me generaba enormes ratos de placer. A todo ello mis dos huevos completaban el pack y formaban un buen paquete.
Tras el momento ególatra, era hora de vestirme para la faena. Me puse una camiseta azul de manga corta y unas mallas negras bien ceñidas de estas típicas para hacer ejercicio. De nuevo no puede evitar fijarme en la sensual silueta de mi paquete en el espejo. Me puse los calcetines y me abroché las zapatillas para salir a correr.
Apenas unos minutos después había salido a la calle. A pesar de ser ya avanzado el mes de noviembre, el resol que se colaba entre las nubes que cubrían el cielo dejaba una temperatura muy agradable y que incitaba a salir a la calle. Algo raro en esta ciudad, en la que una vez llega el mes de octubre la lluvia y el ambiente fresco era lo más habitual antes de la llegada del frío invierno.
Vivía en una zona residencial, a escasos metros de la playa, por lo que comencé a trotar suavemente hacia esa zona para ir calentando. Una vez en el paseo marítimo comencé a aumentar el ritmo en dirección a una senda peatonal que bordeaba toda la costa entre acantilados. Era un buen lugar para hacer ejercicio y disfrutar del aire puro y la brisa del mar que me ayudaban a coger más energía para correr.
Conforme me alejaba de la ciudad, la ruta se hacía más escarpada y comenzaron a llegar las cuestas y escaleras para bordear los acantilados que separaba las pequeñas playas que salpicaban la rocosa costa.
Llevaba buen ritmo y seguía manteniendo mi buen fondo a pesar de que hacía tiempo que no salía a correr; pero esta claro que el entrenamiento en el gimnasio daba sus frutos. A pesar de ello las últimas cuestas y escaleras me estaban dejando agotado. Aunque no me la veía notaba mi cara roja por el esfuerzo, mientras las gotas de sudor se deslizaban lentamente por mi tez y acababan cayendo en mi camiseta ya de por sí mojada. Mis piernas al igual que el resto del cuerpo brillaban por la humedad del sudor. Apenas me quedarían 500 metros hasta llegar al área de descanso que estaba sobre el acantilado más alto, no podía desfallecer ahora, así que saqué fuerzas, aceleré y con un ritmo firme y decidido llegué en apenas unos minutos.
Una vez en la cima, lo primero que hice fue ir corriendo hasta la primera fuente que encontré y beber agua. Necesitaba hidratarme, a continuación me senté en un banco para recuperar la respiración y poder descansar unos minutos. Estuve unos minutos disfrutando del paisaje, era un área de descanso muy bonita, con mesas y bancos y toda ella rodeada de numerosos árboles que formaban pequeños bosquetes.
A pesar de que la ruta circulaba en su mayor parte pegada al litoral, sobre los acantilados, el área estaba apenas unos metros más hacia el interior, en una pequeña rasa. Si bien los árboles no dejaban ver directamente el mar, ya que se interponían, se escuchaba perfectamente el rugir de las olas del mar chocando contra las rocas. La brisa costera agitaba levemente las ramas de los árboles tirando poco a poco las amarillentas hojas que quedaban entre los árboles a la vez que cargaba el ambiente de aire puro y cargado de salitre que daba ese olor característico a mar.
Lo mejor del lugar era la gran tranquilidad que había allí en aquel momento. Era una mañana por semana y ya avanzado el otoño, a pesar de la buena temperatura, la constante amenaza de lluvia está claro que dejó a la gente en su casa, porque esta zona en fin de semana o en verano suele ser un hervidero de gente.
Al cabo de unos minutos escuché el característico sonido de los pies chocando contra el suelo de alguien que parecía que también se había animado a correr. Giré mi cabeza y veía como un chico llegaba no muy rápido hacia la zona en la que yo estaba. Al igual que yo lo primero que hizo fue dirigirse a la fuente para beber agua, a continuación se sentó en uno de los bancos de la zona. No estaba muy lejos, pero tampoco muy cerca, digamos que se quedó a una distancia prudencial.
No me digáis por qué, pero sentí curiosidad por saber quién era el chico que había tenido la misma idea que yo de acabar en el punto más alto de toda la ruta con una sudada de campeonato. Giré mi cabeza y le vi allí sentado, parecía un chico joven, tendría entre 18 y 20 años. Su pelo era castaño claro con algunos destellos rubios, tenía el pelo algo largo, con un flequillo que le caía sobre la frente y que se veía completamente húmedo por el sudor. Parecía un chaval guapete.
Seguía con curiosidad y tenía gana de fijarme un poco más en ese chico, así que me levanté y fui de nuevo hacia la fuente que estaba muy cercana al banco en el que se estaba descansando. De la que iba hacia la fuente aproveché para echarle una mirada. Justo en ese momento nuestras miradas se cruzaron, quedó mirándome y me echo un buen repaso, no le quité la mirada y la seguía manteniendo, hasta que no le aguanté más y seguí hacia mi destino.
Volví a beber agua y aproveché para meterme la cabeza bajo el chorro de agua para refrescarme. El agua empapó mi pelo y al levantarme comenzó a arroyar por mi cuello llegando a mojar mi camiseta humedeciéndola aún más y ciñéndola a mi pecho. Una vez di media vuelta, volví a mirar al chico, y solo podía pensar en lo bueno qué estaba.
Estaba ya de nuevo en el mismo banco que antes, nuestras miradas seguía cruzándose de forma intermitente. Llevaba una camiseta roja sin mangas dejando al descubierto sus brazos, que sin ser muy fuertes eran bonitos. En un momento dado llevó su mano a la frente para apartar su flequillo y pude ver su axila cubierta por escaso vello que no me digáis por qué pero me encantaría chupar en aquel momento. Al igual que yo llevaba unas mallas para correr, eran bastante cortas, de color azul y muy ajustadas, se ajustaban perfectamente a su anatomía y parecía que le marcaban un paquete más que apetecible.
Estaba repasando por completo su cuerpo y casi sin darme cuenta mi polla comenzó a despertar de su letargo. Cuando me di cuenta, mi paquete comenzaba a abultar más de lo normal, me estaba empezando a empalmar, mi polla cargaba hacia uno de los lados y las mallas ajustadas no ayudaban lo más mínimo a ser discreto. Por ello, me giré hacia un lado y disimuladamente metí una de mis manos bajo el elástico para intentar disimular lo inevitable. Moví mi polla para disimular el inicio de erección que estaba teniendo. Aunque la discreción no sé cuanto duraría, pues al tocar mi polla, mis dedos acabaron húmedos, estaba comenzado a mojar las mallas.
A pesar de los intentos por disimular aquello, creo que el chaval me pilló, ya que en cuanto volví a recuperar la posición inicial pude ver como el chico seguía mirándome fijamente. Y creo que se había dado cuenta de que estaba empalmándome cada vez más a cada segundo que pasaba. Entre otras cosas porque pude ver como de repente se abrió de piernas, notando su bulto, que creo que también se estaba poniendo duro. En cuanto se dio cuenta de que le miraba, puso una de sus manos en su muslo y la subió lentamente hasta agarrarse de una forma discreta, pero dejándolo suficientemente a la vista en un claro gesto que no daba lugar a dudas de que intentaba ponerme cachondo.
En ese momento me bloqueé. No sabía que hacer y no sabía si estaba malinterpretando las señales, ni realmente que era aquello. Me estaba poniendo rojo y mi polla cada vez estaba más dura. Estaba metido en un lío de cojones, nunca mejor dicho.
No podía seguir allí sentado. Así que tiré por lo fácil, entre uno de los bosquetes había un pequeño camino de tierra entre los árboles que llevaba a un mirador natural sobre los acantilados. Era un lugar escondido y que muy poca gente conocía. Así que me levanté y fui hacia allí intentando escapar de aquello, con suerte me asomaría en aquel lugar que me relajaba y la brisa del mar me ayudaría a relajarme y a bajar mi nivel de calentura.
Al levantarme el chico debió de quedar descolocado, creo que lo menos que esperaba es que yo me metiera por aquel camino. Una vez me cubrían los árboles y estaba seguro que ya no me veía eché a correr, en apenas un minuto había salido de aquel bosquete y estaba frente al inmenso mar. La brisa comenzaba a darme en la cara y poco a poco empezaba a relajarme.
Me senté en una roca y me puse a mirar al horizonte, deje mi mirada perdida, cerré los ojos e intenté desconectar. No obstante en mi mente al cerrar los ojos volvía a ver a ese niñato que me puso tan cachondo hace apenas un par de minutos. - Joder Marcos, relájate de una puta vez. - Me dije en voz alta.
- ¿Tanto te impongo, Marcos? - Una voz tras de mí interrumpió bruscamente mi momento de desconexión devolviéndome de nuevo a la realidad. En ese momento una gota de sudor fío comenzó a arroyar por mi espalda. No podía ser verdad lo que estaba pasando por mi cabeza.
Giré mi cabeza y ahí estaba él. Tras de mí, apoyado de forma distendida contra el tronco de un árbol estaba el chaval. Cruzaba sus manos de forma chulesca y su cara era de puro vicio. No daba crédito a lo que estaba pasando. Nuestras miradas se cruzaron y quedaron enganchadas unos segundos, el chaval imponía y estaba claro que no me iba a quitar la cara. El puto niñato me desafiaba.
- ¿Perdón?
- ¿Seguro que no me has entendido? Digo que si tanto te impongo Marquitos…
- ¿Te conozco de algo? Porque no sé a cuento de qué tienes esa confianza.
- ¿No te acuerdas de mí? Soy Javi.
- ¿Qué?
- Javier, Javi, llámame Javi.
- Creo que te estás equivocando…
- Yo creo que no. O me vas a decir que hace 5 minutos no te levantaste de tu banco para fijarte en mi polla.
- ¿Cómo?
- ¿Me vas a decir que no te fijaste en mi paquete antes? - Me dijo mientras se agarraba con fuerza el paquete de una manera más que obscena y se la marcaba por completo sobre sus mallas azules - ¿No te fijaste en mi rabo?
- ¡Pero qué dices!
- No me mientas.
- Anda tío, vete a vacilar a otro. Lo que me faltaba es que ahora un niñato de 18 años venga a tomarme el pelo.
- 18, tengo 18, lo mismo que me mide la polla.
- ¿Tío de qué cojones vas? - Dije mientras me levantaba rápidamente de allí para salir de aquel lugar.
- No te enfades Marquitos, que estás muy bueno.
- ¡Ya vale joder!
Ya estaba de pie y me disponía a irme de allí, cuando el puto niñato no se cortaba lo más mínimo. Y cuando pasé a su lado en dirección al camino de vuelta se volvió a plantar frente a mí y con su mano agarro con fuerza mi polla, que aquel momento estaba completamente empalmada, muy dura, caliente y por qué no decirlo, húmeda. Tuve que morderme el labio para reprimir un gemido a aquel agarrón a mi paquete. Pero por si no fuera poco, Javi, con su otra mano agarro la mía y la llevó hacia su paquete. Apretó con fuerza mi mano que no tuvo más remedio que agarrar su rabo sobre la tela que recubría su paquete.
- Tu pollón creo que no quiere que te vallas de aquí. ¿De verdad te quieres ir?
- Joder… - dije suspirando.
- No te resistas Marquitos - El hijo de puta estaba poniéndome como una moto llamándome así.
- Pero aquí en medio. - Estaba empezando a caer en su trampa.
- Es aquí y ahora Marquitos. Déjame que te haga un hombre.
- Chaval que te saco 8 años. No te pases.
- Un hombre de verdad se atreve a follar en medio de un acantilado - Sería hijo de puta, si bien era verdad que nunca había follado al aire libre de esa manera, me jodía que pusiera en tela de juicio mi virilidad cuando estoy seguro que ese niñato no ha follado ni la mitad que yo.
- No me toques los cojones.
- No tranquilo, te acaricio los huevos y esa polla que está mojando y bastante tus mallas. Creo que ella no dice que no a nada.
Al acabar de decir esa frase no me dio tiempo a replicar. Puso su mano tras mi nuca y me apretó con fuerza hacia él. Nuestros labios se juntaron, apenas me resistí 5 segundos y abrí mi boca dándole paso a su lengua que profanaba mi interior con ansia. Su lengua recorría el interior de mi boca y jugaba con mi lengua. En ese momento de fulgor noté como agarró con fuerza mi culo y yo ya me entregué por completo a la causa. Con mi lengua hice fuerza para echar a su lengua y apoderarme yo de su boca, su saliva se mezclaba con la mía y notaba una mezcla de sabores, entre el salado del sudor que caía sobre sus labios y el dulce de su boca. Nos besábamos con fuerza, la saliva comenzaba a arroyar por la comisura de nuestros labios.
Estuvimos besándonos un buen rato mientras ambos nos agarrábamos con fuerza nuestros culos. Estábamos completamente desatados y yo me había puesto a mil, estaba como una puta moto y en aquel momento haría cualquier cosa. Además, a pesar de mi timidez, aquella situación en un lugar en el que alguien podía vernos me estaba dando un morbo terrible. Entre beso y beso aprovechábamos para coger aire y soltar algún que otro gemido. En un momento dado Javi me arrancó la camiseta, pasó las yemas de sus dedos por mis pectorales, pellizcando uno de mis pezones mientras me besaba en el cuello con fuerza, seguramente dejándome un buen chupetón. No pude evitar gemir con fuerza a la vez que volvía a agarrar mi paquete.
Aquello era demasiado, le separé un par de segundos de mí e hice lo mismo con él, le quité la camiseta. En aquel momento quede unos segundos disfrutando del cuerpo de aquel niñato de 18 años. Tenía un cuerpo bonito, al igual que yo no estaba mazado, ni definido, pero su pecho animaba a lamerlo, tenía dos pezones que parecían duros y contrastaban con su piel pálida. Su abdomen apenas marcaba unas pequeñas líneas que dejaban intuir sus abdominales. Su cuerpo era completamente lampiño, no parecía que se depilase, simplemente parecía el cuerpo suave de un adolescente que estaría dispuesto a lamer durante todo el día.
Lo que no parecía de adolescente era su polla. Sus mallas muy apretadas marcaban un importante paquete. Su rabo estaba completamente empalmado, subía desde su entrepierna hasta uno de los laterales, el color azul de la tela permitía ver un cerco de humedad de su líquido preseminal que marcaba aún más su glande contra la tela. Lleve mi mano y acaricié su paquete.
- Chúpame la polla Marquitos. Sé que lo estás deseando.
Dicho y hecho. No pude resistirme, me puse de rodillas y acerqué mi cabeza a sus mallas, aspire con fuerza y pude notar ese olor característico a polla mezclado con el sudor de la carrera que había echado antes de llegar allí. Comencé a lamer por encima de la tela, dando pequeños mordisquitos que le robaban gemidos. Aproveché para agarrarme a su culo y mientras él llevaba sus manos a mi cabeza para apretarme contra su paquete y restregarlo contra mi cara.
No aguantaba más, necesitaba meterme aquella polla en la boca, quería chupársela, hacer la mamada de mi vida. Así que no lo pensé más, agarré el elástico de sus mallas y en apenas un segundo se las quité. Su polla salió disparada rozando mis mejillas y mojándolas, llenándolas de su líquido preseminal. Aquello era digno de la mejor película porno. Estaba poniéndome muy cachondo.
Me aparté unos centímetros para disfrutar de la visión de su polla. Tenía un buen tamaño y grosor, era proporcionada, y seguramente los 18 centímetros de los que fardaba antes eran reales. Estaba completamente cachondo y eso se notaba, las venas se le marcaban en todo su tronco marcando aún más su erección. Su glande comenzaba a descapullarse y una punta sonrosada y brillante por la humedad de su líquido preseminal confirmaban la excitación del momento. De su polla colgaban dos cojones de buen tamaño, de piel suave y tacto agradable al no tener nada de vello. Eran perfectos y parecía que estaban cargados de lefa. Al igual que el resto de su cuerpo, parecía el de un adolescente, sin apenas nada más que un poco de vello muy suave en la base de su polla, que le daban ese toque de niñato que me estaba poniendo muy burro.
- Venga Marquitos, chúpame la polla, lo estás deseando - Me dijo mientras me tenía de rodillas frente a él mirándole a los ojos.
- A ver lo que me aguantas niñato.
- Seguro que más que tú. Venga chupa Marquitos. - Dijo mientras me agarra el pelo y empujaba mi cabeza hacia su cuerpo.
Solamente por joderle no empecé a comerle la polla. Me fui a uno de sus muslos y comencé a lamerlo lentamente, pero él quería que fuese a su polla, me tiraba del pelo para que subiera hacia ella, pero volví a putearle. O no… Comencé por sus suaves huevos. Eran perfectos y notaba como con cada lametón por su suave piel se ponían cada vez más duros. Javi comenzó a gemir y ahora sí que yo no podía aguantarme.
Subí un poco más y metí su polla en mi boca. Me la metí de golpe, con fuerza, obligándola a descapullarse por completo en el primer lametón. Me la saque y pude ver su capullo completamente fuera, solo quería lamerlo. Con mi mano agarré con fuerza su rabo y comencé a lamer su glande como si fuera un helado. Javi gemía y junto al líquido preseminal que emanaba de su punta, con ese sabor salado característico, estaba poniéndome cada vez más cachondo. Una de mis manos se fue a mi paquete, me la agarraba con fuerza, pero al final acabé sacándome de las mallas y empecé a pajearme mientras comenzaba a comer con ansias su polla.
Javi gemía (como una puta), se estaba dejando llevar por aquella mamada. Sus gemidos me ponían más burro y me llevaban a aumentar el ritmo de la chupada hasta que me agarró con fuerza la cabeza y paró en seco aquello.
- Para que me corro. - Me dijo entre gemidos.
- Menudo puto fantasma, ¿eso es todo lo que aguantas?
- Cállate, vamos a ver lo que aguantas tú.
Me incorporé y le comí los morros mezclando nuestra saliva con los restos del líquido que manaba su polla y que arroyaba por mis labios. Mientras tanto él no perdió el tiempo agarró con fuerza mi polla que ya estaba fuera de mis mallas y yo ahogué mi gemido mordiéndole el labio. En un rápido movimiento de manos se deshizo de mis mallas y al igual que él quedé completamente desnudo, solamente con mis zapatillas de correr. Más de un fetichista se correría al vernos en aquel momento.
- Venga niñato, voy a demostrarte lo que es aguantar. Cómeme el rabo. - Le agarré del pelo y le empujé hacia abajo, obligándole a quedar de rodillas frente a mí. Le miré a los ojos, era jodidamente guapo y ahora mismo solo quería follarle la boca. Mi polla estaba pletórica. Estaba dura como pocas veces, mi glande completamente descapullado y arroyando gotas de líquido preseminal por el tronco que se perdían al final de este humedeciendo el poco vello que rodeaba mi pene.
Javi se lanzó a mi polla. Comenzó a lamer con ganas, iba subiendo el ritmo a poco a poco mientras yo me derretía de placer. Mis gemidos reverberaban entre los árboles y me daba igual que alguien nos escuchase, necesitaba gemir como válvula de escape para aguantar lo máximo posible.
Seguía comiéndome la polla, pero necesitaba más, así que le agarré de su pelo castaño, le pare el ritmo y en ese momento fui yo el que comenzó a mover las caderas con fuerza. Estaba follándome la boca de aquel niñato buenorro en medio del bosque. Aquello era demasiado. Fui aumentando poco a poco las estocadas en su boca, mientras él se dejaba. Si miraba abajo, podía ver como de sus labios arroyaba una mezcla pegajosa de su saliva y mi líquido preseminal mientras él se estaba pajeando con fuerza.
No aguantaría mucho más así que reduje el ritmo de la follada, pasando a dar estocadas fuertes que le obligaban a tragar toda mi polla, quedando su nariz contra mi pubis. Notaba como el pervertido de Javi aprovechaba para aspirar el olor a sexo de los pelos que rodeaban mi polla…
Justo en ese momento noté como agarraba con fuerza mis nalgas y como con una de sus manos intentaba separarlas. Al cabo de unos segundos y mientras mi polla seguía clavada en su boca, noté como uno de sus dedos comenzaba a jugar con mi culo. Quedé quieto unos segundos para ver su reacción y noté como poco a poco su dedo comenzaba a entrar dentro de mí. Gemí en una mezcla de dolor por la intrusión brusca y de placer.
- ¿Y tú eres un hombre? Y lloras por un dedo. ¿Qué pasa si te meto mi pollón ahora?
Seguía vacilándome y no se lo iba a consentir. Le agarré con fuerza y le levanté. Le puse de nuevo frente a mí y solamente me salió decirle - Te vas a enterar. - Le besé con fuerza, mordiéndole los labios, esta vez con más fuerza. Estábamos junto a un árbol y le empotré con fuerza apoyando su espalda contra el tronco mientras agarraba sus huevos haciendo que gimiese.
- Ahora vas a ver lo que es un hombre. Un hombre no se deja follar por un niñato de 18 años. Un hombre se los folla y voy a hacer mío tu culo. - No dijo ni mu. Creo que por primera vez le bajé el ego y le intimide un poco.
Le di media vuelta, quedando su espalda y su culo ante mí. Tenía un culazo el hijo de puta, y ese culo iba a ser mío, pretendía rompérselo allí mismo. Me daba todo igual, me puso demasiado cachondo y solamente quería follarle sin compasión después del vacile que había aguantando hasta ahora. Vacile, que cierto es, era un juego que nos había puesto a los dos como dos animales en celo.
Sus nalgas blancas incitaban a todo tipo de perversiones. Cogí mi polla dura y empecé a restregármela con ellas, dejándolas mojadas. Los dos gemíamos y parecía que le gustaba. Estaba ya completamente entregado a la causa.
- ¿Quieres que te haga un hombre Javi?
- Si joder… - dijo mientras gemía.
- Así me gusta, un niñato sumiso que me va a entregar su culazo y va a saber lo que es que le folle un hombre.
- No te pases.
- ¿Qué no qué? - Le dije mientras le tapaba la boca para que no hablase y le mordía el cuello. - Eres un niñato que vino provocando, ahora vas a saber lo que es un hombre y sino, vuelve al instituto a jugar a las chapas.
No dijo nada más, solamente gimió. Escupí en mi mano y humedecí su culo superficialmente. Solté otro lapo y lo restregué por mi polla para lubricarla. La agarré con fuerza y puse la punta de mi capullo junto a su ano. Por cortesía le pregunté, aunque el niñato no se lo merecía.
- ¿Estas listo para que te rompa el culo?
- Ah-Ah-Ah… - No contestó, simplemente gimió afirmando.
No lo dudé más y clave con fuerza y de una sola estocada mis 16 centímetros de polla en su culo, hasta el fondo. Notaba como mi pubis rozaba sus nalgas y como Javi gemía para aliviar el dolor. Su culo era estrecho, el niño iba de follador, pero pocas pollas o ninguna habían pasado por allí aún. Aquello me garantizaba un placer infinito, notaba como su cuerpo hacía presión contra mi pene.
Espere unos segundos para que su culo se abriera un poco más, aunque me lo quería follar sin compasión quería que también disfrutase de aquello. Cuando noté que Javi se relajaba comencé a follarme su culo sin compasión. Le agarré de sus caderas y comencé un mete saca rítmico con estocadas profundas, se la metía hasta el fondo agrandando tanto su placer como el mío. Me estaba dejando llevar por aquel niñato y no me resistí a darle algún azote en sus nalgas… quería marcar a aquel niñato, quería que fuera mío. Aquello le gustaba, cada vez suspiraba y gemía más.
Yo estaba muy cachondo y sabía que no me quedaba mucho, aquel culito prieto estaba literalmente exprimiendo mi polla. Comencé a acelerar el ritmo, le estaba follando muy fuerte y notaba que él lo estaba gozando, notaba como mis huevos rebotaban con cada estocada contra su culo y me estaba poniendo a tope.
Estaba ya a punto de correrme y metí mis dedos en su boca, los empezó a chupar mientras yo seguía follándole. La saque de golpe y pude notar como se hacía el vacío en su culo justo antes de volver a clavársela. Lo repetí dos o tres veces más y a la cuarta estocada noté como aquello no tenía retorno. Apreté con fuerza mi cuerpo contra su culo y dejé que mi polla reventase en el interior de su culo. En ese momento yo gemía como un animal mientras notaba como oleadas de mi corrida inundaban su culo con cada espasmo de mi polla. Aquel orgasmo había disparado mis pulsaciones y necesitaba liberar tensión. Apoyé mi cabeza en su cuello mientras le mordía y le dejaba un chupetón a la vez que una de mis manos clavaba las uñas en su culo.
Quedé unos segundos más pegado a su cuerpo caliente y sudado mientras recuperaba la respiración tras uno de los órganos más placenteros e intensos de mi vida. Javi giró su cabeza y me beso intensamente mientras con su mano estaba pajeándose con fuerza. Yo seguía dentro de su culo, mientras le quité la mano de su polla y comencé a pajearle.
Salí de su cuerpo, mi polla seguía dura y arroyando restos de semen de la corrida que acaba de tener. Le di la vuelta y ahora apoyé su espalda contra el árbol, no lo dude un segundo y comencé a comerle la polla sin compasión alguna. Chupaba con fuerza aquel pollón al que notaba que no le quedaba mucho. Estaba muy dura, muy caliente y casi podía notar los espasmos en mi boca a pesar de que no se estaba corriendo aún. Agarré con fuerza sus huevos que notaba como se estaban contrayendo, señal inequívoca de que estaba a punto de correrse.
- Joder Marcos, me voy a correr tío.
- ¿Ya no soy Marquitos? - Le dije sonriendo mientras dejaba su polla sobre mis labios y le miraba a los ojos.
- No tío, eres un puto follador.
- Así me gusta nene. Que llames las cosas por su nombre, pero lo de Marquitos me gusta. - Le dije guiñándole el ojo.
- Pues te llamaré Marquitos cuando quieras…
- Ahora tendrás que demostrarme tú a mí que eres un hombre, ¿no? Venga anda lléname de lefa.
- Joder… tío me corro eh.
- Pues venga chaval, dámelo todo.
Abrió sus piernas entre el tronco y yo quedé sentado en el suelo entre a ellas, pegado a su entrepierna. Mi lengua lamía sus huevos y notaba como estos chocaban con cada movimiento de su polla contra mi frente. Aunque ahora no se la estaba comiendo aquella posición era jodidamente excitante, los dos estábamos a mil.
Javi se pajeaba sobre mí con ansia mientras le comía las pelotas. Aquello no aguantaría mucho más pues gemía sin parar y notaba como empezaba a contraer su cuerpo, al siguiente gemido fuerte comenzó a correrse con fuerza mientras yo clavaba mis uñas en sus muslos y mi lengua seguía lamiendo sus cojones. En aquel momento estaba viendo la escena más sexualmente potente de mi vida, estaba viendo como su polla comenzaba a echar incontables trallazos de semen que caían sobre mi pecho y comenzaban a arroyar lentamente por mi abdomen llegando a pringar mi propia polla con su leche.
- Joder…. - Dijo mientras lanzaba uno de los últimos trallazos que llegó hasta mi muslo. Su polla se movía al ritmo de las contracciones del intenso orgasmo que estaba teniendo. Me incorporé como pude y metí su polla en la boca y llegué a tiempo para notar como se movía sola en mi boca y lamía los restos de su semen. Me levante y le besé con fuerza, intercambiando su corrida entre nuestras bocas.
- Muy bien niñato, igual ya me has demostrado que también eres un hombre.
- Joder Marquitos…
- ¿Marquitos? Marcos chaval, mira a ver quien te folla así.
- No me dijiste que…
- La próxima vez que follemos te dejo que me llames Marquitos de nuevo. - Le dije mientras volví a besarle.
- Vale Marcos, eres todo un macho. - Frase que hizo que reforzarse mi ego de machote follador.
- Así me gusta, aunque vamos, no te quedas corto. De niñato tienes poco, bueno, lo bueno que estás.
- Tú estas muy bueno. Me has puesto a mil.
Nos vestimos, pero hicimos una cosa, aún no sé por qué, pero quizás por seguir con el morbo. Él se llevó mi ropa puesta y yo puse sus mallas azules que serían objeto de mi perversión cuando llegase a casa. Nos intercambiamos los móviles y quedamos en llamarnos.
Esa misma noche volví a escuchar como me llamaban Marquitos… Pero eso ya es otra historia.