Una mañana de invierno
Lo que debería haber sido una mañana de invierno en el trabajo, se convierte en la primera experiencia con una mujer con la que llevaba fantaseando meses.
Esa mañana no era una mañana cualquiera. Cogí los preservativos y los guardé en el bolso del trabajo, porque como he dicho, esa mañana no era como las demás. No fui a trabajar, porque tenía una cita, una cita para desayunar.
Cuando llegué a su casa, llamé al timbre y me abrió Merche en pijama. Nunca la había visto en pijama, y menos con ese pijama tan sexy. Era la primera vez que me invitaba a su casa.
Me invitó a pasar y a sentarme en su salón, mientras ella iba a prepararme un café. Me senté en su sillón, y me entretuve viendo la televisión, nada interesante a esas horas de la mañana. Cuando volvió me ofreció el café y me dijo si quería algo para comer. Se notaba en el ambiente que era nuestra primera vez juntos, ambos sabíamos para que estábamos allí, pero ninguno se atrevía a empezar. Me tomé el café y mientras tanto ella acabó de planchar unas prendas que tenía en la tabla.
Cuando terminó se sentó a mi lado y sin más palabras nos besamos. Fue algo instintivo, mis manos comenzaron a desnudarla mientras nuestros labios y nuestras lenguas jugaban. Estaba ansioso por ver esos pechos con los que tantas noches había fantaseado. Le quité la bata de casa rápidamente y desabroché el sujetador que llevaba. Me encantaban sus pechos, ahora los tenía en mis manos, tocándolos.
Bajé mi lengua hasta ellos y comencé a lamerlos, a chupar esos pezones que tan loco me habían vuelto en su bikini en la piscina comunitaria. Ahora los tenía en mi boca. Estaba excitadísimo. No paraba de pensar en la de veces que me había masturbado imaginando como se los chupaba, como restregaba mi miembro por ellos y ahora los tenía en mi boca.
Ella empezó a lamerme el cuello y la oreja, y me estaba derritiendo, sin duda esos son mis puntos débiles. Me quitó la camisa y me tumbó en el sofá, se tiró encima de mí. Ella tan solo llevaba unas braguitas blancas y yo los pantalones con mi miembro totalmente erecto bajo ellos. Comenzó a rozar su entrepierna con la mía mientras me seguía lamiendo el cuello. Le encantaba sentir mi gran bulto entre sus piernas, rozarse la estaba poniendo a mil y a mi también.
Bajé una de mis manos por su espalda, lentamente, acariciando cada cm de su piel, hasta llegar a su culito. Metí la mano por dentro de la braguita, notando su culo totalmente abierto y un poco más abajo su coñito ardiendo y empapado. Fue la primera vez que se lo toqué el y nunca se me podrá olvidar el tacto de Merche.
Con su braguita puesta comencé a masturbarla a lo que ella respondió quitándome los pantalones y liberando mi miembro de toda la presión. Seguí masturbándola y ella hacía lo mismo conmigo. Estábamos a mil, cuando de repente noté perfectamente como le venía el orgasmo. Empezó a moverse más y más rápido, su coño estaba ardiendo y comenzó a correrse. Gemía como nunca la había podido imaginar en mis fantasías, jadeaba y continuaba masturbándome más y más fuerte, sin parar, por lo que acto seguido e inevitablemente sentí una oleada de placer que me inundaba las caderas y empezó a subirme en forma de contracciones y espasmos desde la base de mi gran miembro hasta el glande, sintiendo como explotaba en sus manos.
Estaba en la gloria, pero la cara de Merche me decía que no iba a quedarse así el asunto. Se levantó del sofá, se bajó las braguitas mojadas y me agarró de mi miembro, aun algo erecto y empapado de mi semen y me dijo que la siguiera.
La imagen de los dos desnudos, por su pasillo, ella agarrándome de mi pollón y yo detrás, se me quedará en la memoria para siempre. Era como si mis fantasías con ella se quedaran sumamente cortas.
Me llevó a su habitación y me sentó en el borde de la cama, tenía un gran espejo en la habitación y la luz de la mañana entraba por las ventanas justo para iluminar la escena. Se puso de rodillas debajo de mí y comenzó a lamerme enterito. Yo podía verme justo de frente en el espejo y a ella completamente desnuda, debajo de mí, con su culito ligeramente en pompa mientras me lamía mi miembro empapado en mi semen.
No había perdido completamente la erección, estaba aun algo dura, aunque lógicamente no estaba erecta. Podía sentir su lengua recorrer mi miembro desde la base hasta el glande, estaba sorbiendo cada ml de mi semen. La imagen desde arriba viéndola lamerme, completamente desnuda, sumado a la visión del espejo, me tenía malísimo.
Acabó de lamerme y se levantó, y con su boca llena de mi semen, me besó. Sentir mi semen en su boca fue en ese momento como una activación de mi lívido, como encender un interruptor, en el que mi miembro de 21 cm empezó de nuevo a revivir. Nuestras lenguas se mezclaban una con la otra en nuestras bocas, y mis manos recorrieron como locas cm de su piel. Me estaba poniendo a mil de nuevo. Sentir mi semen en su boca, y sentir su cuerpo ardiendo frotándose contra el mío.
Entonces paró, se separó de mí y me dijo con una voz muy sensual:
- No me toques, solo observa.
Eran las primeras palabras que pronunciaba desde que me ofreció el café. Y me las dijo en un tono tan sensual, que me estremecí al escucharlas.
Se sentó en el otro lado de la cama, y comenzó muy lentamente a acariciarse todo el cuerpo. Sus manos bajaban desde su cuello hasta caer en esos pechos con los que no me cansaba de masturbarme. Una de sus manos se paró en un pecho y en su pezón, mientras la otra bajaba lentamente por su vientre, muy sensual. Sus piernas se abrieron completamente y sus pies completamente flexionados alcanzaban a rozarse con mis piernas. Su mano llegó hasta su coñito, lo tenía completamente abierto para mí, y así empezó a jugar con su clítoris, mientras me miraba con cara de viciosa.
Ahí estábamos los dos, en su cama, un sueño de tantos meses hecho realidad. Yo completamente absorto mirándola, después de haberme corrido y ella totalmente desnuda, y masturbándose para mí. Me estaba poniendo a mil, ver el show que me estaba dedicando. Verla como se acariciaba y se metía un dedito mientras me miraba con esa cara de deseo. Mi miembro empezó a crecer de nuevo, a lo que ella al verla erecta se dirigió hacia mí, abrió un preservativo y me lo puso muy sensualmente con la boca. Me empujó hacia atrás para tumbarme y cogiendo mis 21 cm, empezó a sentarse sobre ellos. Notar como mi miembro entraba poco a poco en su coñito ardiente al fin, será algo que no podré olvidar fácilmente. A pesar de que lo que vino después fue aun mejor.
Comenzó a subir y bajar por mi pollón, lentamente. Podía sentir como me inundaba su calor, como llegaba a lo más profundo de ella. De repente empezó a aumentar el ritmo y a cabalgarme de tal manera que creí que me correría en el momento. Pero entonces desaceleró el ritmo y empezó de nuevo suavemente para ir aumentando cada vez más, cada vez más.
Mis manos sujetaban sus pechos, tocaban su pezones. Una de mis manos fue a su boca y ella empezó a chupar unos de mis dedos con cara de vicio. Estaba totalmente entregada a subir y bajar por mi pollón, mientras se iba incrementando el volumen de sus gemidos. Mi respiración también estaba descontrolada, me encantaba sentir su cuerpo desnudo, encima del mío, sentir el calor de su cuerpo en mi miembro.
Estábamos a mil, yo necesitaba explotar ya y necesitaba hacerlo dentro de ella. La sujete por el culo y la dejé quieta un poco subida, lo justo para comenzar desde abajo a arremeterla a un ritmo creciente que muy poco pudimos aguantar. Gritaba como nunca la pude imaginar en mis sueños eróticos, noté como una oleada de flujos inundaba mi miembro, mientras se arqueaba y temblaba todo su cuerpo. Me agarró fuertemente del pelo y empezó a gemir como una loca. Supe que ese era el momento que tanto había soñado en los últimos meses en la soledad de mi cama. Sentir su orgasmo encima de mí, me hizo no poder contenerme más. Sentí una oleada de placer que recorría mi espalda hasta llegar a mi pelvis, había sobrepasado el punto de no retorno y mis envestidas se volvieron realmente fuertes y violentas. Necesitaba que me sintiese explotar, muy muy adentro. Mis caderas y mi pollón la levantaron bien arriba, penetrándola lo más profundo que en esa posición se podía. Ella me miraba con cara de gozo, le estaba encantando sentir como me tenía loquísimo, a punto de explotar dentro de ella. Mi orgasmo me inundó y mi polla explotó en semen dentro de ella. Grité como un loco mientras ella no para de gemir, para compartir un orgasmo que llevaba esperando desde el primer día que la vi en mi piscina.
Recordaré esta primera vez con Merche para siempre simplemente por ser la primera, aunque para mi disfrute, no fue la única. Por lo que allí, después de haber tenido nuestro primer orgasmo juntos, no podía ni imaginar la de experiencias que esa mujer me iba a proporcionar.