Una mañana completa (Entre hermanos IV)

Era una mañana aparentemente como cualquier otra, pero se volvió maravillosa cuando tuve la ocasión de follarme primero a una de mis hermanas, y poco después hacer lo mismo con la segunda... Nota: Este relato es la parte IV, la parte III se encuentra inacabada en un cajón, esperando acabarla pronto

Unamañanacompleta (Entrehermanos IV)

1.

Hola a todos. Me llamo Pep y tengo 27 años. Algunos ya me conoceréis a mí y a mis preciosas hermanas Anna y Mariona de las historias anteriores que entre los tres hemos escrito; si es así, supongo que ya os sorprenderéis por lo que voy a contaros, pero espero que os guste leerlo. A los que no hayáis leído ninguna de nuestras historias, sólo me gustaría deciros que, aunque pueda no parecerlo, todo lo que voy a contar es absolutamente real, al igual que lo que contamos en las anteriores historias y que me gustaría que también leyerais y disfrutarais con ellas. Espero vuestros comentarios sobre ésta y las anteriores historias.

Lo que me gustaría contaros en esta ocasión sucedió la semana pasada. Era sábado por la mañana, y me levanté un poco tarde puesto que la noche anterior había salido a tomar unas copas con unos amigos. Tras vestirme y desayunar me quedé sentado en la cocina leyendo el periódico. Llevaba poco más de la mitad cuando mi hermana Mariona, de 25 años, entró para beber un poco de agua.

-         Buenos días, Mariona – le dije mientras la observaba de reojo. Aunque sea mi hermana pequeña, es una chica guapa, simpática y con un cuerpo precioso, por lo que nunca puedo dejar de observarla cuando está cerca de mí.

-         ¡Hola! – me respondió mientras llenaba un vaso de agua.

La verdad es que ese día estaba realmente muy guapa, con su pelo castaño ligeramente rizado cayéndole sobre los hombros, suelto como solía llevarlo, y vistiendo un jersey delgado de color blanco y unos tejanos sin bolsillos traseros que le sentaban estupendamente, puesto que le marcaban perfectamente su precioso y redondeado culito. Se quedó de espaldas a mí mientras bebía agua, de modo que pude recrearme en la observación de su trasero, que tanto me gusta, mientras interiormente me sentía cada vez más excitado. Finalmente, si poder aguantar más, dejé el periódico a un lado y levantándome me acerqué a ella y la abracé desde atrás. Le sujeté el vaso para que siguiera bebiendo mientras metía la cara por entre su pelo y la besaba en la mejilla, mientras que con la otra mano le acariciaba el culo.

-         ¿Qué haces tonto? ¡Casi me ahogo del susto! – me dijo cuando acabó de beber, aunque no se resistió a mi abrazo y me dejó que la tocara todo lo que quise. Mi hermana es realmente una chica maravillosa, y siempre está dispuesta a complacerme cuando me apetece disfrutar de su hermoso cuerpo desnudo. Y, además, también ella disfruta enormemente de tales situaciones. De modo que no intentó apartarse y se quedó quieta mientras la acariciaba y besaba. Y cuando alargó una mano para acariciarme mi ya totalmente erecto pene por encima de mi pantalón. Sin poder aguantar ya más la excitación, le quité el jersey y el sujetador y empecé a besarle los hombros y la espalda mientras con las manos le acariciaba los pechos y pezones.

Luego le di la vuelta, le di un largo beso en los labios, y tras hacer que se sentara encima de la repisa de mármol de la cocina, empecé a chuparle las tetas. Disfruté lamiendo y chupando, notando como sus pezones se endurecían por el contacto con mi lengua, escuchando sus gemidos ahogados cada vez más intensos, hasta que finalmente me incorporé y le quité zapatillas, calcetines y pantalones, dejándole tan sólo unas pequeñas braguitas lisas de color blanco, que dejaban trasparentar levemente el color oscuro de los pocos pelos de su coño. Pasé primero los dedos y después la lengua por la zona más íntima del cuerpo de mi hermana, y a continuación le fui quitando poco a poco las braguitas, hasta dejarla totalmente desnuda ante mí. Mariona se quedó inmóvil, contemplando con una sonrisa picarona en su cara cómo su hermano la desnudaba, con sus oscuros ojos brillantes por la excitación, desvelando las ganas que ella también tenía de notar las manos y otras partes del cuerpo de su hermano sobre y dentro de ella.

Tras contemplar por unos instantes el precioso coñito de mi hermana, Después, sin poder aguantar más, acerqué mi cara a él y lo recorrí con la lengua. Mariona gimió con satisfacción al hacer eso, y sin tener que decirle nada se inclinó hacia atrás hasta apoyarse con la pared, ofreciéndome una mejor posición para seguir chupándole su feminidad. Como ya habrá comentado en anteriores historias, me encanta chuparles los coñitos a mis hermanas, y después de haber tenido la suerte de haber podido hacerlo durante años, he cogido tal práctica que sé perfectamente donde chupar en cada momento, cuando introducir la lengua o un dedo, cuando acariciar, … Sé en todo momento en qué punto de excitación se encuentran ellas y que tocar o chupar para que se sientan cada vez más excitadas. Así que continué disfrutando del contacto de mi cara contra su pubis, del calor y humedad de su interior en mi lengua, mientras mis manos acariciaban sus suaves piernas y su precioso culo, hasta que sin poder aguantar más mi hermana se estremeció y gimió en un profundo orgasmo, que prolongué con mi cara enterrada en su regazo y mi lengua en su interior. Cuando se calmó, saqué la cabeza de entre sus piernas y la miré, sonriendo. Mi hermana tenía las mejillas teñidas de rojo y respiraba entrecortadamente, todavía afectada por los efectos del placer que acababa de sentir.

-         ¿Te ha gustado, hermanita?

-         ¡Uf, sí, muchísimo! – me dijo ella entre jadeos – me encanta como me chupas el coño, y cada vez lo haces mejor. Te quiero.

-         No tiene importancia – le dije – es a mí a quien le encanta que me dejes tener tu cuerpo entre mis manos y mi lengua… Pero ahora creo que me toca a mí porque estoy que no puedo aguantar más de excitación.

-         Sí, ya veo que tu polla está a punto de romperte la cremallera y salir – me dijo con una sonrisa -  y ya va siendo hora de que te quites la ropa tú también. No me importa que me veas desnuda, pero si no te desnudas tú también me entrará vergüenza…

-         Esto está hecho. ¿Quieres desnudarme tú?

Sin dudarlo ni un segundo bajó al suelo de un salto y empezó a desabrocharme los pantalones. Me quedé inmóvil, dejando que mi hermana me desnudara, disfrutando del momento, mientras Mariona me iba quitando poco a poco y sensualmente camiseta, pantalones y calzado. Finalmente paseó sus labios por encima de mis calzoncillos y entonces, agarrando el borde con los dientes, me los fue deslizando hacia abajo. La polla salió disparada al verse libré e impactó contra su nariz y mejilla, poniéndose aún más dura con el contacto de su piel caliente, si es que eso podía ser. Acabó de deslizarme los calzoncillos por las piernas, ayudándose tan sólo de su boca, para a continuación levantarse y acercarse a mí. Nos quedamos abrazados, sintiendo nuestros cuerpos en contacto, mi pene acariciando su vientre, con su cara a pocos centímetros de la mía. Contemplé su bonito rostro alegre y sonriente, con la pícara sonrisa que se le pone cuando está sexualmente excitada, y entonces le di un largo beso en la boca, jugueteando con sus labios y lengua. Me separé al cabo de un buen rato y me excitó enormemente poder decirle:

-         Mariona, quiero follarte ya.

-         ¿De veras? Porque yo me estoy muriendo de ganas de que me hagas el amor. Quiero sentir tu polla dentro de mi cuerpo ya – añadió, mordisqueándome la oreja.

-         De acuerdo hermanita, porque yo me muero por meterme dentro de tu cuerpo y sentir tu placer mientras te hago el amor – le iba susurrando tonterías al oído para excitarla y volver a ponerla lista para un segundo instante de placer, y entonces, abrazados de pie tal como estábamos, me cogí el pene con la mano y lo fui acercando a la entrada de su vagina. Cuando mi hermana notó el contacto abrió un poco más las piernas y aprovechando la ocasión le introduje la punta y mientras las besaba, di un empujoncito y se la metí hasta que mis testículos golpearon con sus labios vaginales. Me quedé unos instantes dentro de ella, besándole la cara y acariciándole el culo, hasta que finalmente empecé a moverme suave y lentamente, entrando y saliendo de mi hermana Mariona.

-         ¡Oh Mariona, te estoy follando, cómo me gusta follarte, preciosa! ¡Te quiero, que guapa eres al dejarme hacerte el amor, te quiero, te quiero! – le gritaba, presa de la excitación.

-         ¡Fóllame, fóllame siempre que quieras, sabes cómo disfruto teniendo tu polla dentro de mí! ¡Córrete en mi interior, quiero sentir tu semen inundando mis entrañas! – me respondía ella, sabiendo perfectamente lo mucho que me gusta que me susurre con su dulce voz mientras me la estoy follando.

Continuamos un rato en esa posición, cuando empecé a notar que no me quedaba mucho para la eyaculación me separé de ella, pasé unos minutos de descanso chupándole los pechos, mientras ella enterraba su cara en mi pelo y se dejaba hacer, hasta que finalmente la coloqué de espaldas a mí, de cara a la repisa de mármol y me separé de ella. Desde un par de metros de distancia contemplé a mi preciosa hermana Mariona totalmente desnuda, con las piernas levemente abiertas, apoyada sobre la repisa de la cocina, ofreciéndome un culito ancho, redondo y bien formado que me vuelve loco. Al ver que no la seguía tocando inclinó la cabeza para ver que hacía, me sonrió, y ya sin poder aguantar más me acerqué a ella y sujetándole el culo la volví a penetrar. Empujando lentamente, volví a entrar y salir de su húmedo y cálido coñito mientras podía disfrutar de la contemplación de su culito, que se apretaba contra mi vientre cada vez que se la metía profundamente. Agarrándola por la cintura seguí entrando y saliendo de ella, hasta que para tomarme un descanso, le incliné el pecho sobre la repisa y arrodillándome le empecé a chupar el coño por detrás del culo, siendo recompensado por un incremento de los gemidos de placer de Mariona. Cuatro o cinco minutos después volví a levantarme, y abrazándome a su espalda y manteniéndonos los dos inclinados sobre la repisa de la cocina, volví a penetrarla, reanudando mis embestidas y haciéndola casi gritar de placer. No tardé mucho en explotar, unos pocos minutos más entrando y saliendo de ella fueron demasiados para mi resistencia y sintiendo una enorme ola de placer enterré la cara en su perfumada melena y me corrí dentro de Mariona. Antes de que acabara mi orgasmo sentí su cuerpo temblar y también ella se estremeció en su propio orgasmo, uniendo sus jadeos a los míos. Cuando los dos acabamos nos quedamos quietos, abrazados, con mi polla todavía en su interior, reduciéndose de tamaño junto con el semen que acababa de expulsar en el interior de mi hermana.

-         ¡Uf Mariona, no puedo más, qué placer tan agradable! No sabes cómo te quiero por dejarme follarte, preciosa.

-         ¡Que va, si soy yo la afortunada de tener un hermano que me sepa follar tan bien! Eres una maravilla, siempre sabes darme unos orgasmos fantásticos, cariño – me dijo Mariona mientras le mordisqueaba el lóbulo de una oreja.

Al final nos sentamos en el suelo a descansar, charlando y riendo, mientras nos besuqueábamos y nos toqueteábamos. Pasaron diez o quince minutos, y la mano de Mariona acariciaba un pene que volvía a estar grande y duro, y entonces de repente ella inclinó su cabeza y se lo metió en la boca.

Me puse cómodo y me relajé mientras la juguetona lengua de mi hermana recorría mi miembro, sintiendo cómo la envolvía la calidez de su boca y la humedad de su saliva. Su pelo caía sobre mi vientre, lo aparté haciéndole una cola de caballo con la mano para poder ver su cara mientras me la chupaba y me acariciaba los testículos con una mano, mientras sentía la otra sobre mi pierna. De forma intermitente cambiaba y era su mano la que me masajeaba el pene mientras su lengua se entretenía lamiendo mis testículos. Mi hermana es una chica guapísima y con un cuerpo sensual y precioso, y me encanta tocarla y follármela; pero ver cómo me la chupa es algo que me produce una especial excitación. Ver su cara, con sus ojos brillantes por la excitación mientras se introduce mi polla en la boca, es algo que me vuelve loco. Ver a esa chica que conozco de siempre, con quien jugué de pequeño, a quien veo luego en comidas y reuniones familiares en actitud normal, desnuda y disfrutando mientras me chupa la polla, es algo que no puedo resistir. En ese momento noté esa punzada de sobreexcitación, y deseé poder abrazarla, besarla, decirle lo mucho que la quiero y darle tanto placer como el que me estaba dando a mí, de modo que la aparté, nos levantamos y la hice sentarse de nuevo sobre la repisa.

Sin decir nada, Mariona hizo lo que le pedía con una alegre sonrisa en la cara; cuando se hubo sentado me coloqué delante de ella, entre sus piernas abiertas, agarrándola por el culo la acerqué lo máximo posible al borde de la repisa y entonces, mientras le daba rápidos besos en la cara y boca, acerqué mi polla a su vagina y poco a poco la penetré de nuevo. Permanecí unos instantes totalmente dentro de ella, mientras le daba un largo beso en los labios, y a continuación empecé a follármela combinando embestidas rápidas y fuertes con otras más lentas y suaves, disfrutando al máximo del momento, del placer de estar haciéndole el amor a mi hermana. El haberme corrido hacía tan poco me daba la tranquilidad de que no podría volver a hacerlo hasta pasado un buen rato, lo que me permitía follar con toda tranquilidad, sin miedo a correrme de repente poniendo fin a tan agradable momento. Así que durante un buen rato le estuve haciendo el amor a Mariona, entrando y saliendo de ella mientras la abrazaba, besaba y acariciaba su suave y cálido cuerpo, a la vez que ella devolvía mis besos con gusto, recompensaba mis caricias con suaves gemidos de placer y me acariciaba con sus pequeñas y suaves manos el pecho y la cara, o acercaba sus dedos a mi boca para que los chupara, cosa que me encanta hacer mientras me la estoy follando.

Disfruté haciéndole el amor a mi hermana durante más de quince minutos, hasta que empecé a sentir que mi orgasmo se estaba aproximando. Entonces salí de ella y tras darle un nuevo beso le pedí si me la quería chupar un poco más. Sin poner ninguna objeción bajó de la repisa, se arrodilló en el suelo frente a mí, y sujetándose a mi pierna con una mano y la base de mi polla con la otra, sacó la lengua y me la empezó a lamer. Me dejé llevar, sin moverme, disfrutando enormemente mientras Mariona me lamía, chupaba y mordisqueaba polla y testículos con evidentes ganas. Ella siempre dice que soy un experto en comerle el coño y darle placer, pero lo cierto es que ella es muchísimo más maravillosa cuando me la chupa a mí, y sabe alternar perfectamente los lametones y chupaditas con metérsela en la boca y mantenerla allí unos instantes para que pueda disfrutar con la calidez de su boca y la humedad de su saliva. Me quedé como hipnotizado, observando desde lo alto la carita de mi hermana mientras disfrutaba chupando mi polla como una niña disfrutaría de un sabroso helado, y cuando giré un momento la cabeza, la visión que tuve fue todavía más impresionante, puesto que desde la puerta abierta que tenía a mi lado podía ver la imagen reflejada en el espejo del armario de la habitación contigua, de mi hermana completamente desnuda, arrodillada a mis pies, metiéndose mi polla en su boca.

-         ¡Oh sí, chúpamela, chúpamela Mariona! ¡Qué bien lo haces, guapísima, métetela toda en la boca!

-         ¿Te gusta, hermano? ¿Te gusta como tu hermana se mete tu polla en la boca? A mí sí me encanta, tienes una polla tan sabrosa… - me contestaba ella aprovechando los momentos en que se la quitaba de la boca.

Por desgracia, el momento no duró tanto como me hubiera gustado, y al sentir la inminente llegada del orgasmo cogí a Mariona por la cabeza para apartarla un poco, y cogiendo una de sus manos la usé para hacerme una breve paja. Poco después sentí que me embargaba una ola de calor y empecé a expulsar mi semen en dirección a la cara de mi hermana. Mariona no intentó apartarse; cerró los ojos y dejó que mi polla guiada por su mano, le llenara la cara de mi semen. Aún habiéndome corrido hacía poco, me salió una buena cantidad, y no pude dejar de excitarme al contemplar el bonito rostro y pelo de mi hermana siendo llenados por mi líquido interno.

-         ¡Oh Mariona, toma todo mi semen! ¡Quédate toda cubierta por él, mi preciosa hermanita!

Al final no me quedó ni una gota más dentro de mí, y me quedé contemplando embobado su cara llena de líquido blanco.

-         Mariona, ya sé que no te gusta que te haga fotos desnuda, pero un día tengo que hacerte una de tu cara llena de mi semen. Me pasaré el día entero mirándola, es fantástico.

-         Bueno, bueno, ya veremos… - me dijo ella sonriendo, mientras se apartaba el semen de la cara con una mano para poder abrir los ojos.

Hecho esto, se dirigió al baño para ducharse diciendo que tenía un poco de prisa porque había quedado con unas amigas para comer, mientras yo me sentaba en la mesa de la cocina para beber algo, ya que cuando después de follar ella tiene que hacer algo, nunca me deja ducharme con ella, puesto que dice (y con razón) que la excitación de ducharnos juntos es demasiado fuerte para mí y no podría evitar follármela de nuevo. Al cabo de un rato salió del baño, con el cuerpo desnudo aún húmedo y oliendo maravillosamente a gel de baño, y con el pelo aún mojado. Entró en la cocina a recoger su ropa y la estuve observando mientras se vestía, para a continuación dirigirse de nuevo al baño a acabar de peinarse. Yo la seguí y me metí en la bañera mientras ella acababa de arreglarse el pelo, para a continuación lanzarme un beso desde lejos y decirme adiós.

No había pasado mucho rato, yo aún estaba acabando de aclararme el jabón, cuando oí otra vez el sonido de la puerta cerrarse y la voz de mi otra hermana, Anna, de 23 años, saludando. De repente, un excitante pensamiento me asaltó: después de haber disfrutado maravillosamente al follarme a mi hermana Mariona, ¿no sería una mañana perfecta si también me podía follar a mi hermanita pequeña? De modo que salí de la bañera, me sequé rápidamente y tal y como estaba me dirigí a su habitación.

2.

Anna estaba de espaldas a mí cuando entré en la habitación que comparte con Mariona, sacando de una bolsa un par de jerséis que acababa de comprar, de modo que no me vio entrar. Respondió a mi saludo y cuando se giró se quedó con la frase a medias cuando me vio acercarme a ella totalmente desnudo.

-         ¿Qué haces así? – fue lo único que se le ocurrió decir poco después

-         Nada, me he levantado hace poco y me estaba duchando cuando te he oído entrar, y de golpe me han entrado unas ganas terribles de hacerle el amor a mi preciosa hermana pequeña. – mentí, puesto que no quería que supiera me había estado follando a Mariona hacía poco. No porque quisiera ocultarle nada, simplemente quería estar con ella y que no se sintiera como una segunda elección para mí, ya que mientras Mariona es mucho más activa y abierta en el sexo, Anna es mucho más tranquila y tímida, y aunque me acosté con ella primero, creo que en ocasiones piensa que Mariona es mi preferida, y no es así, aunque es cierto que últimamente la busco más a ella porque me apetece el sexo más activo y variado que Mariona ofrece. - ¿Qué te parece, quieres follar un poquito? – añadí con una sonrisa.

-         Bueno, vale – accedió enseguida, también con una sonrisa.

No necesité nada más para acercarme a ella, abrazarla y darle un largo beso en los labios, a la vez que le toqueteaba el cuerpo por encima de la ropa. Me excitaba enormemente estar desnudo ante ella, sentir el contacto de mi creciente polla contra sus pantalones mientras le tocaba los pechos por encima del jersey. Mientras la besaba, cogí una de sus manos y la acerqué a mi polla. Hice que me la cogiera y Anna me la empezó a acariciar mientras me devolvía el beso, lo que hizo que se me pusiera definitivamente dura. Así que separé mis labios de los suyos, le desabroché los pantalones y lenta u eróticamente se los fui bajando por las piernas y, tras quitarle las botas que llevaba, se los saqué. Luego, le quité los calcetines mientras le masajeaba y chupaba los pies, y acabado le sujeté las braguitas lisas e color negros y se las quité también lentamente, dejando a la vista su bonito coño rosado, con tan sólo unos pocos pelos castaños suaves en la parte superior. Levantando los faldones de la camisa que casi lo tapaban, acerqué mi boca a él y empecé a chupar suavemente. Anna no se había movido ni había dicho nada mientras la desnudaba, pero ahora gemía suavemente. Pasado unos instantes me incorporé y le quité la poca ropa que aún le quedaba, camisa y sujetador, y me alejé dos pasos para poder contemplar con calma la belleza del cuerpo desnudo de mi hermana pequeña.

Llevo más de diez años haciendo el amor con Anna, pero a pesar de eso se sonrojó tímidamente mientras la contemplaba, como hace siempre que la miro cuando está desnuda. Anna es así, se muestra tímida y avergonzada, pero me deja hacerle todo lo que le pido, y disfruta enormemente del sexo al dejar que sea yo quien lleve la iniciativa, mientras que Mariona es muchísimo más desvergonzada y atrevida, le encanta llevar en ocasiones la voz cantante o pedir probar algo nuevo. Realmente mis dos hermanas son dos mundos totalmente distintos sexualmente hablando, lo que me hace sentir terriblemente afortunado de poder follar con las dos.

Pero vuelvo a mi relato. Anna estaba allí, inmóvil, con aparente vergüenza de sentirse contemplada, totalmente desnuda. Contemplé su coño, sus preciosos pechos, mayores que los de su hermana Mariona, acabados en unos pequeños pezones rosados, los pechos más bonitos que he visto en mi vida y a los que no me cansaría nunca de mirar, tocar y chupar. Le pedí que se diera la vuelta para poder contemplar también su culito, pequeño y redondo, bastante diferente al de su hermana, que tiene las caderas más anchas y el culo mayor. En esa parte del cuerpo sí que sale ganando Mariona, si Anna tiene las tetas más bonitas, Mariona tiene el culo más hermoso que nunca han tocado mis manos, pero el de Anna también es precioso. Después de contemplarla un buen rato me acerqué a ella, le di la vuelta y abrazándola la volvía a besar. Fue un beso largo y cálido que me devolvió con gusto, más tranquila ahora que había dejado de mirarla, lo suficientemente largo como para que mientras tuviera tiempo de toquetearle los pechos y el culo, y de meterlo un dedo por el coñito.  Cuando hice esto, su beso se volvió más apasionado, y unos minutos después estaba suficientemente excitada como para chupármela con ganas cuando la fui empujando para que se arrodillara y le acerqué la cabeza a mi polla hasta que sacó la lengua y me la empezó a lamer. Colocada exactamente en la misma posición había estado Mariona poco tiempo antes, Anna, con lentitud y suavidad, me recorría la polla con la lengua, se recreaba en la punta y se la metía dentro, donde la mantenía unos segundos para que disfrutara de la calidez de su boca. Después de tanto tiempo, Anna sabe exactamente como me gusta que me la chupen, y es toda una experta en hacerlo. Mariona la chupa con más fuerza y energía, pero Anna es más lenta, disfruta más de cada segundo, y me excita enormemente la suavidad con que lo hace. Y pude estar muchísimo tiempo disfrutando de su mamada, gracias a haberme corrido un par de veces antes con Mariona.

-         ¡Continúa Anna, oh que bien que me la chupas! ¡Continúa así, preciosa, cómo me gusta sentir mi polla dentro de tu boca!

Me hubiera quedado mucho más tiempo disfrutando de ese placer, pero me pareció que Anna lo había hecho tan bien que merecía recibir algo a cambio, de modo que se la saqué de la boca e inclinándome acerqué mi cara a uno de sus pechos y empecé a lamerlo. Anna me acariciaba a cabeza con gusto mientras le chupaba y mordisqueaba el pezón, que se endurecía por momentos, a la vez que le acariciaba el otro pecho con una mano. Me encanta chupar las tetas de Anna, y lo hice con ganas durante un buen rato, pero finalmente me tumbé en el suelo y le indiqué que se colocara sobre mí.

Se sentó sobre mí, con la base de mi polla saliendo por debajo de su coño. Charlamos un rato, disfrutando del contacto físico que esa posición nos daba. Luego, Anna se movió, colocando una rodilla en el suelo a cada lado de mi cuerpo, yo me la sujeté con la mano, la acerqué más a su entrada natural, y poco a poco penetré a mi hermanita. Como suelo hacer siempre, permanecí unos instantes inmóvil, disfrutando de la sensación de estar dentro del cuerpo de mi hermana. Luego, empecé a moverme lentamente, entrando y saliendo de ella con suavidad, haciéndole el amor como sé que le gusta a ella. Mientras, mis manos no paraban quietas, acariciando la suave piel de sus piernas y caderas, toqueteando su culito, pero sobretodo acariciando sus grandes y preciosos pechos, que se encontraban a pocos centímetros de mi cara cada vez que Anna se inclinaba un poco hacía mí. Tenía su cara muy cerca de la mía, los ojos entrecerrados, la boca medio abierta por la que surgían gemiditos de placer, inspirando tal ternura que, si no lo hubiese estado haciendo ya, sólo hacía venir ganar de abrazarla, besarla y follarla. Continuamos follando durante un buen rato, disfrutando con calma y tranquilidad del momento, tan diferente (aunque no por eso mejor o peor) de las folladas más desenfrenadas con Mariona. Al final, pero, a pesar de haberme corrido ya en dos ocasiones hacía tan poco con mi otra hermana, vi que no estaba lejos el momento de mi orgasmo.

-         Déjame salir, Anna. Tengo que ir a buscar un preservativo o me voy a correr dentro de ti.

Mariona lleva años tomando anticonceptivos recetados por el médico debido a unas molestias que tiene con la regla, de modo que puedo correrme dentro de ella sin problemas, cosa que no hay que decir que me encanta hacer. Pero no es el caso de Anna, y aunque cuando empecé a follar con ella podía hacerlo debido a que todavía no había tenido nunca la regla, cuando le vino tuvimos que empezar a usar condones. Así que Anna se levantó, dejando que saliera de dentro de ella, y tras indicarle que se tumbara en el suelo, me dirigí a mi habitación en busca de un condón. Cuando volví con él a la habitación de Anna y la encontré tumbada en el suelo, totalmente desnuda, con una dulce sonrisa en la cara, esperándome para dejarme disfrutar de su cuerpo, para que la hiciera llegar al placer haciéndole el amor, tuve una punzada de deseo que me lanzó a tumbarme a su lado y darle un larguísimo beso en los labios, a juguetear con su lengua usando la mía, a besar sus pechos y sus pezones durante un buen rato. Finalmente, me coloqué sobre sus pies e, inclinándome sobre ella, enterré mi cabeza entre sus caderas. Mis labios entraron en contacto con la suave piel de su coñito, que empecé a besar y a recorrer con la lengua con gusto. Cuando mi hermana empezó a estremecerse de placer, aparté los labios vaginales con la lengua y la introduje en el interior, lo que hizo que Anna se estremeciera y gimiera con todavía más intensidad. Mi lengua recorría su interior, emergiendo en ocasiones para lamerla por fuera, volviendo a introducirse poco después. Cuando los gemidos de Anna se hicieron lo más fuertes que le he oído nunca, supe que era el momento de volver a introducirme dentro de ella, así que apartando la cara de su zona íntima me acerqué a ella.

-         ¿Qué Anna, te ha gustado?

-         Sí, muchísimo – me dijo aún entre jadeos – ha sido maravilloso, lo que me ha costado no ponerme a gritar. Pero quiero que estés dentro de mí cuando tenga el orgasmo, por favor, fóllame otra vez, por favor…

-         Claro que sí preciosa, voy a follarte hasta que los dos nos corramos juntos.

Le di el condón y sin tener que decirle nada me sujetó la polla con una mano y empezó a masturbarme para ponérmela erecta de nuevo, pero al poco tuve otra idea y le pedí que se tumbara de nuevo y, sentándome sobre su cara, le pedí que abriera la boca y se la metí dentro. Me moví como si la estuviera follando, entrando y saliendo de su boca mientras mi polla se volvía cada vez más dura. Cuando estuvo en su perfecta erección, me aparté de encima suyo y dejé que me pusiera el preservativo. Me tumbé encima de ella, disfrutando de sentir todo mi cuerpo en contacto con el calor del suyo. y mientras la besaba en la boca la penetré poco a poco. Sentí su gemido de placer en mis labios cuando me introduje dentro de ella, que se intensificó cuando empecé a bombear entrando y saliendo de su interior, a la vez que notaba por todo mi cuerpo el estremecimiento del suyo mientras era follada. Anna tenía los ojos cerrados y una expresión de gran placer en la cara, no se movía ni decía nada mientras mi polla entraba y salía de su coño, mientras le besaba la mejilla y la oreja y le susurraba palabras al oído.

-         ¡Oh Anna, te follo, te follo, te estoy follando! ¡Me estoy follando a mi hermana pequeña, y que placer que me das, Anna! ¡Qué cuerpo tan suave y precioso tienes, y que feliz me siento que me dejes disfrutar de él, de que me dejes meter mi polla dentro de ti!

Y Anna seguía sin decir nada, tan sólo gemía y se estremecía, lo que podía sentir en mi cuerpo al estar tan en contacto con el suyo, mientras acariciaba todas las partes de su cuerpo donde llegaban mis manos. La sensación de estar tan en contacto con el suave cuerpo de Anna, de sentir sus grandes tetas contra mi pecho mientras la seguía penetrando, era tremendamente excitante, y ya no tardé en llegarme la oleada final de placer. Pero Anna se me adelantó, y de repente empezó a gemir y a estremecerse de modo aún más fuerte de lo que lo había estado haciendo. Antes de que se le pasara el larguísimo orgasmo que tuvo yo me uní a ella, abrazándome aún más a ella cuando sentí esa oleada de calor tan agradable mientras un chorro caliente salía expulsado dentro de mi hermanita.

Permanecí abrazado a ella, besándola y diciéndole tonterías, aunque no pude permanecer en su interior tanto tiempo como me gusta hacer con Mariona puesto que tenía que quitarme el condón antes de que el pene se me redujera demasiado de tamaño, así que salí de ella, me lo quité y me tumbé a su lado, abrazándola, con la polla encima de su pierna que todavía expulsaba una pequeña cantidad de líquido blancuzco, aunque a Anna no le importó aunque notaba el calor del líquido sobre su piel. Unos minutos después nos levantamos y nos dirigimos juntos a la ducha. Nos duchamos juntos, enjabonándonos y luego enjuagándonos el uno al otro, nos secamos con una toalla y como mi ropa seguía en el lavabo le pedí a Anna si me quería vestir, cosa que hizo entre risitas, lo que para mí fue algo tremendamente erótico. Después nos dirigimos a su habitación, ella aún desnuda, y entonces fui yo el que la vistió a ella, intentando hacerlo lo más despacio posible mientras la tocaba tanto como podía. De no haberme corrido tantas veces ya ese día, estoy seguro que no hubiese podido aguantarme y la hubiera vuelto a desnudar y a hacerle el amor. Una vez vestida, le di un rápido beso en los labios y las gracias por haberme hecho pasar un rato tan agradable, y nos fuimos cada uno a realizar nuestros asuntos.

Y este es un ejemplo de una maravillosa mañana que pasé junto a mis hermanas. Espero que hayáis disfrutado leyendo mi historia, tengo muchas más que iré contando próximamente. Y, tal y como hemos dicho en nuestros anteriores relatos, tenemos una dirección de correo en la que podéis contactar conmigo o con mis hermanas para charlar, hacer algún comentario sobre el relato, alguna pregunta, etc. Lo que queráis, a los tres nos encanta contactar con gente que haya leído nuestras historias y que nos hagan comentarios. La dirección es: marionaianna@yahoo.es

¡Un saludo a todos!