Una mami necesitada llamada Silvia

Las hembras, cuando tienen hambre son capaces de salir a cazar incluso sin acordarse de cómo se hace y encuentran casi siempre lo que buscan, en ocasiones con aquel menos esperado.

Silvia era una de las muchísimas madres del colegio. Recién alcanzados los 40 era una rubia de bote con el pelo largo y la cara permanentemente pintada con un maquillaje ligero, el justo para no denotar sus incipientes arrugas de expresión. De complexión normal, sus tetas eran acordes con su cuerpo, es decir, no más de una talla 85 de sujetador y en ocasiones, según qué modelo elegía, se notaba que la edad y la gravedad estaban haciendo efecto en su busto. Era la típica mami de pantalón tejano permanente pero rematado con zapatos elegantes. Estaba casada con un pasmado que en las pocas ocasiones en las que lo había tenido que tratar denotaba que tenia la inteligencia justita para pasar el día. Y si a todo eso le añadíamos que su hija era la típica listilla y consentida, se comprendía fácilmente que en más de una ocasión, hiciera cara de asqueada cuando la iba a buscar.

Por eso, porque siempre había creído que Silvia tenía una vida anodina y aburrida, me sorprendió cuando la vi entre la gente que estaba en la discoteca Vinilo, de Terrassa. Aquella discoteca era una donde ponían música ochentera y la típica donde uno va con los amigotes a echar una o dos y a ver como las madres (y en ocasión, abuelas) hacen memoria y se intentan comportar como las hembras que en algún momento pretérito fueron.

La rubia iba acompañada de un grupo de personas, en su mayoría parejas de su misma edad y puesto que no conocía a ninguna, serian de otro círculo de amistades ajenas al colegio. Para su infortunio, la rubia no era el centro de atención de la reunión, cosa que parecía que le desagradaba profundamente y, por tanto, centraba su atención en consumir una copa tras otra de vodka con limón que apuraba con relativa velocidad.

Conforme la noche iba avanzando, el grupo de la madre se iba quedando sin componentes, hasta que a algo así de las tres, se fue la última pareja con la que compartía amistad. Silvia, en lugar de marcharse con ellos, se quedo bailando y mirando frecuentemente a su alrededor, como si buscara algo sin encontrarlo, lo que provoco que más de un moscón se acercara a ella para echarle la caña. Desafortunadamente para ella, los hombres de la sala que le entraban eran claramente mayores y tras unas palabras o incluso algún que otro baile con ella, la rubia les despachaba y se volvía a sumergir en su bebida. Y sería cosa del karma o vete a saber, pero cuando ella se acercaba a un grupo de chicos más jóvenes con la intención de ronearse, estos hacían lo mismo con ella y terminaba bailando otra vez sola.

José: ¿Qué pasa, socio? – me pregunto mi amigo, que hacia un rato que se había quedado con la copla de que estaba vigilando a alguien como un águila acecha a su presa - ¿Qué interés tienes en la rubia?

Carlos: Es una madre del colegio – le conteste apuntando con la barbilla hacia Silvia, que ahora bailaba una canción en medio de la pista como si estuviera sola, con claros síntomas de ir bastante pasada de alcohol – no sabía que el monigote de su marido la dejara salir y menos que le gustara tanto darle al cubata.

José: pues ya ves como mueve el culo. Está pidiendo carnaca.

Aquello no solo lo veíamos mi colega y yo, sino que además, lo veía uno de los parroquianos, un chavalito joven con pinta de macarra que, viendo a Silvia como una presa fácil, se acerco a ella y tras hablar un par de minutos, le agarro un pecho sin ningún disimulo. La rubia, con la mente embotada por el alcohol, miro la mano, miro la cara del chaval y poniendo cara de circunstancias, sonrió como una imbécil. El tío, interpretando que aquello era una luz verde, agarro a la madre por la nuca y la beso, metiéndole la lengua hasta la garganta, pero aquello no debió ser del agrado de Silvia, ya que haciendo fuerza, intento apartar a aquel capullo.

Lamentablemente, entre el alcohol y que era más grande, sus esfuerzos fueron improductivos, así que siguió comiéndole la boca a la vez que bajaba su mano de la teta al coño de la borracha.

Habitualmente, no me meto en la vida de los demás, de la misma forma que no me gusta que se metan en la mía o en como adiestro a las miembros de mi piara, pero aprovecharse de una hembra a la que conocía y además iba borracha, era algo que no me apetecía consentir. Así que me acerque a donde estaba Silvia y dándole un par de toquecitos al macarra, le pedí educadamente que dejara en paz a “mi amiga”.

Macarra: Vete a la mierda. Gilipollas. Búscate a tu borracha. Esta es mía y me la voy a llevar para que me vacíe los huevos.

Carlos: Te lo he pedido bien – le chille a la oreja para que se enterara de que no estaba de broma, imponiéndome al tono de la música – si te lo he de pedir de otra forma, no seré tan amable.

Pero como dice Blade en aquella película “Algunos cabrones se empeñan en patinar sobre hielo cuesta arriba”, así que pese a la diferencia de altura, que era considerable, intento darme un puñetazo. Afortunadamente, estaba preparado y llevando la palma de la mano izquierda hasta mi mejilla, bloquee el impacto. Al tiempo, mi codo derecho trazo un arco ascendente e impacto contra la desprotegida barbilla del chaval, que cayó como un saco de patatas. Unos segundo después, los de seguridad hacían su trabajo y se lo llevaban a fuera, mientras el jefe, un buen amigo mío, me preguntaba si estaba todo bien.

Silvia: Joder… gracias, Carlos – Dijo con la boca pastosa y el habla vacilante. Olía a vodka que echaba para atrás y tenía una sonrisa tonta en la boca – el muy gilipollas se me ha puesto a tocarme el coño sin haberme invitado a un cubata ni nada – dijo con total naturalidad

Carlos: Y si lo hubiera hecho… ¿Te abrías dejado? – dije con una sonrisa picara.

Silvia: De haber sabido que estabas por aquí, no – dijo mientras movía la cabeza, como si le pesara demasiado para sujetarla con el cuello y empezó a reír de forma descontrolada.

Tanto rio y con tantas ganas que perdió el equilibrio, teniéndola que coger para que no se fuera al suelo. Ella, en su intento de sujetarse extendió la mano y termino con ella sobre mi bragueta. Cuando me toco la polla por encima del pantalón me la miro, como si fuera la primera vez que notara una polla en la mano y mirándome a los ojos, volvió a reír, al tiempo que soltaba mi rabo después de haberlo manoseado durante unos segundos.

Carlos: ¿Estás bien? – le pregunte mas por educción que otra cosa. Después de lo que había hecho, seguro que lo estaba

Silvia: Si… si… per… perdón… yo… - dijo sin dejar de mirarme el paquete mientras se excusaba – yo… joder…

Carlos: ¿Qué pasa, Silvia? – Insistí

Silvia: jo… joder… que voy un poco borracha, pero… ahora entiendo porque siempre esta de tan buen humor tu mujer – soltó y volvió a reír como una tonta.

Carlos: ¿Y eso? – Dije haciéndome el tonto

Silvia: Pues que con eso en casa, yo también iría contenta todos los días – dijo mientras me señalaba el paquete.

Carlos: Y eso que no la has tocado ahora – le dije, echando toda la carne al asador – que ya ha reaccionado después de las caricias que le has dado.

Silvia: ¿Si? ¿De verdad? – me pregunto con aquella cara de maruja borracha que tenía en aquel momento. Yo asentí y ella alargo tímidamente la mano. Cuando la puso sobre mi paquete noto mi polla morcillona y mis huevos, cargados de leche y listos para lo que fuera necesario. El contacto se prolongo unos largos segundos y tras sobármela bien, se retiro – Madre mía, Carlos… como me gustaría que la de David fuera igual… es… es la mitad de gorda que la tuya y tengo que estar un buen rato para que se le ponga medio tiesa y poder… montar.

Carlos: Nunca he entendido como te casaste con él. Sois muy diferentes – le dije acercándome a su oído para que me pudiera escuchar bien. Ella, aprovecho el gesto para volver a agarrármela, como si yo no me diera cuenta y volvió a sobarla, notando como se endurecía cada vez mas – algún día me lo contaras.

Silvia: joder, Carlos… joder… - seguía diciendo y acariciándome, cerrando los ojos para concentrarse en lo que tenía en la mano – me case con él para escapar de casa y terminar con una relación toxica y con los problemas que tenia con mi ex, que era un imbécil pero follaba de puta madre. Y encontré tranquilidad a cambio de follar menos… y peor…

Carlos: Vaya… lo siento…

Silvia: Y yo… y yo también… lo siento y la siento – dijo con aquella sonrisa estúpida en la cara – y cada vez lo siento más… y no me refiero a tu polla… me refiero a que me hago vieja y que ya no me mira nadie…

Carlos: No digas tonterías, guapísima – le dije mientras la agarraba por la cadera con una mano – si estas tremenda!!!

Silvia: ¿De verdad, Carlos? – Dijo mientras soltaba mi polla y se abría la cruzada de cuero negro que llevaba, dejando ver un jersey ajustado que ceñía sus tetas y unos leggins en los que me pareció intuir los labios de su coño - ¿Tú me dirías algo si no me conocieras?

Carlos: Si no te conociera, ya te habría entrado esta noche…

Silvia: Jajajaja – rió con ganas - ¿Y qué diría María? – me pregunto con pretendida inocencia

Carlos: María y yo siempre hemos comentado que eres de las mejores mamis del cole y que realmente estas muy rica – Ella rio tontamente. Mi mujer, nerea, era bisexual y más de una vez habíamos comentado de que esa fulanita tenía mucho morbo como objeto sexual.

Silvia: Carlos… Me voy a ir… porque entre lo que me he tomado y lo que tengo en la mano… me estoy poniendo cachondísima y todavía te voy a pedir que… bueno, que me voy… - dijo como si tuviera una disputa en el interior de su mente.

Carlos: Te acompaño al coche – le dije haciendo un gesto para que pasara delante mío – no es un barrio peligroso, pero no quiero que el capullo que te ha molestado vuelva a acercarse a ti.

Ella volvió a sonreír con aquella gran bocaza que tenia y paso delante mío. Los legins le marcaban un buen culo. No era gordo y se notaba que iba regularmente al gimnasio. Además, la falta de marcas denotaba que, efectivamente, iba sin bragas.

Al pasar por delante de mis camaradas, les giñe un ojo y les dije que iba a acompañarla al coche, que en un rato volvía, lo que provoco más de una sonrisa cómplice y algún que otro gesto referente a golpear con la pelvis.

El coche de Silvia estaba a dos calles, en el interior del polígono industrial donde está situada la discoteca. Pese a ser un barrio interior de la población, a aquellas horas se movía poca gente por allí, ya que donde había estacionado eran todo naves industriales. Recorrimos los metros que separaban la salida del local hasta el coche en silencio. Era como si la rubia mantuviera una conversación consigo misma. Cuando llegamos al coche, se giro, con la llave en la mano.

Silvia: Ca… Carlos… Gracias. Eres todo un caballero…

Carlos: De nada, preciosa. Ha sido un placer poder ayudarte – le dije sonriendo con afecto - ¿Necesitas algo mas, guapísima?

Silvia: Yo… ¿Me la dejas tocártela otra vez? – pregunto ella, mirándome a los ojos

Carlos: Claro – le dije con la misma sonrisa - ¿Me dejas a mi tocarte también?

Ella separo los muslos y alargo la mano, agarrándome por tercera vez la polla esa noche. Mi rabo, con tanto toqueteo ya estaba enhiesto y preparado para ser usado para aquello que se diseño: darle placer a cualquier hembra.

Cuando toque el legging de Silvia comprobé lo que había sospechado desde el primer momento: la muy cerda no llevaba nada debajo. Aquella fina tela estaba empapada y dejaba notar todos y cada uno de los detalles de su entrepierna y la falta de rugosidad indicaba que iba depilada. Tras acariciarlo un poco, localice su clítoris, que se hinchaba por momentos y empecé a jugar con él. Lo acaricie primero y después, empecé a masajearlo de lado a lado mientras Silvia abría cada vez más las piernas, acercándose al primer orgasmo de la noche.

Carlos: ¿Qué dirá David si su mujercita vuelve a casa borracha y con el pantalón oliendo a flujo? – le pregunte mientras incrementaba el ritmo. Sus espasmos me indicaban que iba por el buen camino y que pronto vencería su resistencia y se correría.

Silvia: Na… nada… hostia, Carlos… hostia Carlos… hostia… - decía mientras gemía y se agarraba con la mano libre a mi hombro – no está… en casa… se ha ido… joder, Carlos… se ha ido a casa de su madre con… hostia… con la niña… hostia… que… que me corro, Carlos!!! Carlos!!! ME CORROOOOOO!!! CARLOS!!! - Silvia se corrió sin tapujos. Su orgasmo empapo toda la entrepierna del legging y si bien no había sido un squirt como tal, si que había soltado gran cantidad de flujo – Hostia, Carlos… Como lo necesitaba… joder… a veces me siento tan… tan vieja…

Carlos: Y esto no ha hecho más que empezar – le dije mientras me separaba y le daba la vuelta. Luego, hice un poco de fuerza en sus hombros y ella se inclino sobre el coche hasta que sus codos tocaron el capo del vehículo, ofreciéndome una vista perfecta de todo su culo – Eso es… perfecto…

E introdujendo mis dedos por el lateral de su pantalón, tire suavemente de ellos. La goma cedió lentamente en los laterales y se engancho en la parte superior de sus nalgas. Cuando incremente la presión, la prenda perdió tracción y dejo al descubierto unas blancas nalgas y unas largas piernas que recorrió hasta los tobillos, quedándose parada ahí. El frio de la noche había hecho que la piel se le pusiera de gallina. Toda la piel de las nalgas menos la de su delicioso ojete, que se veía redondo y plegado, como si fuera un asterisco de color oscuro sobre una redondez mucho más clara. Debajo, un coño alargado, de donde sobresalían lo justo dos labios menores. El olor a piel de hembra cachonda, flujo y gel fino hizo que instintivamente acercara la lengua a su ojete y, tras separarle las nalgas, empezara a jugar con él. Aquella caricia pillo de improviso a la madre, que intento zafarse sin conseguirlo.

Silvia: ¿Qué… que haces? Carlos… Oh!... Oh!... Oh! Joder!!! – Dijo mientras empezaba a mover la cadera como si se estuviera follando a alguien. Por su reacción era la primera vez que notaba aquella caricia tan intima, cosa que aproveche para separar mas las nalgas y profundizar con la lengua en su agujero trasero, follándoselo con mi apéndice – hostia Carlos!!! Que bueno, Carlos… hostia… hostia, para que me… joder Carlos, que me corro!!!!!!!!!

Y se corrió. Tuvo un profundo orgasmo mientras mi lengua le follaba el ojete y mis manos le separaban las nalgas. Aquella madre acababa de tener su primer orgasmo anal con la lengua a los cuarenta años. Instintivamente pensé que aquello era un desperdicio y no pare mi follada. Poco después, solté la nalga derecha de Silvia y use mis dedos para penetrarla mientras ella misma se encargaba de agarrársela otra vez y tirar de ella, para que tuviera una vista completa de su ano. El índice y el anular entraron prácticamente sin resistencia en aquel coño encharcado y cuando no llevaba ni un minuto usando lengua y dedos simultáneamente en su interior, volvió a correrse como una colegiala.

Silvia: Por dios, Carlos!!! Por Dios!!! Que rico, joder!!! Hostia!!! - El alcohol había hecho que la rubia perdiera el norte y que no recordara que se encontraba en mitad de un polígono industrial. Afortunadamente, no había nadie a la vista – Hostia, Carlos… Fóllame… lo necesito… por favor…

Carlos: Hasta ahora has disfrutado tu -  le dije mientras me incorporaba y le acariciaba aquellas nalgas con la carne de gallina - ¿Qué te parece si ahora trabajas tu un poquito?

Silvia se puso en cuclillas no sin cierta ayuda. Todo el alcohol que había ingerido, los tacones y que tuviera los leggings enrollados en los tobillos no ayudaba demasiado a su estabilidad. Cuando estuvo en posición su coño se abrió, separándose los labios menores y dejo caer sobre el suelo un pequeño chorrito de flujo blanco, desabroche mi bragueta y saque mi polla al exterior. Ella sonrió al verla y empezó a besarla, como si fuera un juego. Aquello me hizo sonreír. Las reacciones de las borrachas no dejaran nunca de sorprenderme y que empezara así no me hizo sospechar de lo que iba a suceder.

He de reconocer que tras un par de minutos dándole besos a mi polla y a mis cojones no me esperaba que Silvia abriera la bocaza de repente y se tragara casi toda mi polla del tirón. Aquella madre se acababa de sacar una garganta profunda de la nada y se había metido toda mi polla hasta que mis huevos tocaron su barbilla. Y no contenta con eso, agarrándome de la parte posterior de las piernas, empezó a follarse a sí misma la garganta, haciendo ruidos guturales y llenándome los huevos de saliva como si de una película porno se tratara.

Carlos: La hostia! Vaya buzón!!! – Le dije francamente sorprendido

Silvia: Ga… Ga… Ga… ¿Te gusta?  - Dijo la rubia sacándose la polla por un momento de la boca y dejándose de follar a si misma la garganta – A David también le gusta, pero si se lo hago a él… ji ji ji – rio estúpidamente – me quedo sin follar incluso solo un poco porque me suelta todo el grumo en la boca – y se volvió a meter la polla en la boca para pegarse otras cuatro empujadas – me lo enseño mi ex y de tanto en tanto, me gusta practicarlo con alguno cuando salgo por ahí – hizo un mohín, perdiendo totalmente el hilo de la follada – cada vez me entran menos hombres… Estoy más vieja…

Agarre el largo pelo rubio de Silvia y tras hacerle una coleta, dirigí su boca hacia mi polla. Ella estaba suficientemente borracha para no tener vergüenza de estar con los pantalones hasta los tobillos y el culo al aire, pero sabía cual era su obligación cuando tenía a un macho delante, así que volvió a abrir la boca y se metió mi polla hasta el fondo, follándose a sí misma la garganta. Un rato después, la baba le resbalaba por la comisura de los labios y le caía sobre el jersey. Durante todo ese tiempo, me estuvo mirando a los ojos, como una perrita fiel a la espera de su recompensa.

Carlos: Bien…- Le dije parando la follada de garganta en lo más profundo - ¿Qué es lo que me habías pedido?

Silvia: Goga – contesto. Sonreí y tire de la coleta hasta sacarle el rabo de la boca. Con la boca rebosando saliva y una amplia sonrisa en la bocaza, volvió a pronunciarlo - Polla

Sonreí y tire del pelo. Silvia se puso en pie. Tenía los pantalones impidiéndole la movilidad de los tobillos y el coño perfectamente depilado al aire. Sobre él la cicatriz de la cesárea, justo sobre el pubis. Con la mano izquierda se la acaricie. No sabía porque pero la encontré sexy. Luego, subí por su estomago y metí mi mano bajo su prenda superior de ropa. Más arriba, hice lo mismo con el sujetador y tras agarrarlo, se lo subí junto con el jersey. Al aire quedaron dos tetas de un buen tamaño, con una aureola negra y un pezón gordo como un garbanzo. Agarre la teta por la base y tras apretarla chupe con fuerza. Como la mayoría de las madres que han dado el pecho, aquel gesto le encantaba y cerró los ojos para notar la succión. Mi mano derecha soltó la presa de su cabello y bajo hasta su coño, pero esta vez en lugar de acariciarle el clítoris, directamente le metí dos dedos, que entraron como si los hubiera sumergido en gelatina. Los gire y le folle el coño, consiguiendo que en menos de un minuto se volviera a correr y esta vez, con un gran squirt que cayó íntegramente sobre el legging.

Cuando todavía el cuerpo de Silvia estaba terminando de convulsionar, saque los dedos de su coño y le solté la teta. De un rápido movimiento, le quite la cruzada y el jersey, dejándola desnuda a excepción de la ropa que llevaba en los tobillos. Luego, la incline sobre el capó del coche, dejando expuesto su culito. Después de estar en cuclillas, sus labios se habían abierto y ahora se notaban más que la primera vez. Agarre mi polla por la base y tras frotar el clítoris con ella, se la metí de un golpe.

El coño de la madre estaba realmente apretado. Era como si el hecho de serlo no fuera otra cosa que algo estadístico. Que el marido no la follara demasiado a menudo, que la tuviera pequeña y que hubiera parido por cesárea hacían que aquel coño maduro todavía tuviera poco uso, así que cuando mis cojones tocaron su clítoris, aquel chochito apretó mi polla con verdaderas ganas.

Cuando aquella madre se noto llena se olvido de todo. De que estaba desnuda, de que estaba borracha y de que estaba en medio de un polígono industrial. Silvia, después de tanto tiempo, había encontrado justo lo que estaba buscando: Una polla que la pusiera fina. Y desde el momento que le encaje la mía, lo único con lo que podía pensar era el coño. Toda la frustración por su matrimonio, toda la preocupación por su envejecimiento e impotencia con la mala educada de su hija se había desvanecido en cuanto la cabeza de mi polla toco el cuello de su hutero.

Silvia: Dios!!! – Dijo la madre mientras se corría abundantemente – joder! Joder! Joder!!!

Carlos: Eso digo yo… joder…- le dije mientras bombeaba agarrándola por la cintura – que necesitada ibas de polla, Silvia… Menuda zorrita estas hecha…y el cabronazo de tu marido con tu hija, en casa de mami, pensando que su mujercita esta dormida ¿Qué diría si te viera ahora?

Silvia: Joder!!! La puta!!! No se lo creería el muy… Joder!!! El muy cornudo no se lo creería!!! Joder!!! Me corro!!! Coño, que me corro otra vez, joder!!!

A estas alturas, Silvia era una yegua desbocada que había apoyado las manos y los codos sobre el capo de su coche y dejaba que sus tetas de madre rebotaran la una contra la otra y con el vehículo. Yo había cambiado la sujeción de la cintura por la de los hombros y le daba realmente duro, notando en cada pollazo como mi capullo se estrellaba contra su útero, cosa que le provocaba verdaderos espasmos de placer y hacia que se corriera de una forma incontrolable, empalmando un squirt con el siguiente.

Mis manos habían pasado a apretar sus tetas y pezones, jugando con ellos y alternando los pellizcos con las caricias y las estrujadas. Experimentando con ellos había descubierto que si en el momento del orgasmo se los apretaba, la reacción era mucho más fuerte y a parte de soltar mas flujo, apretaba mas el coño, así que en los siguientes orgasmos le triture los pezones hasta que no pudo mas.

La tenia agarrada del cabello con la mano izquierda y con la derecha le estaba palmeando las nalgas cuando recordé el placer que le dio que metiera mi lengua en su ojete, así que me lubrique con saliva el índice y empecé a hacer círculos sobre su ano. Primero casi acariciándolo y poco a poco mas fuerte, pero sin dejar de follarla.

Tal como me esperaba, aquel agujero se fue abriendo poco a poco y dejando entrar mi apéndice de una forma que me indicaba que no era la primera vez que algo se había introducido por esa obertura y cuando consegui enterrar dos falanges, empece a meter y sacar el dedo, haciéndole una doble penetración con mi polla y mi dedo.

Silvia: joder Carlos… qué bueno!!! Joder… ¿Qué me haces, cabrón? No pares!!!

Carlos: ¿Te gusta que juegen con tu ojete, putita? -  le dije inclinándome sobre su espalda, para que notara mi peso mientras empujaba hasta meterle todo el dedo en el interior de su ano – ya veo que si… Apuesto a que el paradito de David no te lo hace…

Silvia: Hostia!!! Me encanta!!! – dijo moviendo el culo para que no dejara parado el dedo – mi marido no me ha metido nunca nada por ahí… dice que es sucio…

Carlos: Pero a ti te gusta, putita… no es la primera vez que te meten algo por detrás ¿verdad? – Le dije mientras le sacaba la polla del higo para que únicamente notase placer por el culo.

Al hacerlo, la dilatación de su coño quedo patente. Aquel agujero habitualmente tan prieto había quedado dilatado por la follada y ahora escurría de su interior todo aquel flujo que no había podido salir antes por la presencia de mi rabo. Ahora si parecía el coño de una hembra de cuarenta años: usado y lubricado, listo para recibir a cualquier macho que se la quisiera beneficiar.

Silvia: Si… Si… Mi ex… me desvir… JODER! – exclamo cuando noto que mi dedo medio entraba por su coño. Ahora tenia un dedo en cada agujero y la follaba por los dos – me abrió el culo a los 15. El muy hijo de… UFFFFF… puta tenía el doble de edad que yo y en lugar de… Joder… en lugar de usar gomas, me daba por el culo cuando iba a … Hostia que rico… Cuando iba a correrse…

Mientras me ponía al día de su historia sexual, mi índice seguía moviéndose en el interior del agujero marrón de Silvia y el medio en el puré en el que se había convertido su coño. Entraban y salían como si fuera unas pequeñas pollas y cada vez lo hacían más rápido mientras mi antebrazo izquierdo, sobre su zona lumbar, inmovilizaba a la hembra y agarraba con fuerza la nalga.

Silvia: Hostia Carlos… Hostia Carlos… Hostia… Hostia… HOSTIA!!!!!! QUE ME CORRO POR EL CULO!!!

Y diciendo esto, la rubia empezó a convulsionar. En aquel preciso momento, retire mi dedo de su coño y lo introduje en su ojete sin ningún problema gracias a lo tremendamente lubricado que había salido de su coño. Aquella presión extra hizo que le flaquearan las rodillas y si no la llego a tener sujeta con el antebrazo, se hubiera caído al suelo. Además, ese movimiento hizo que perdiera el control sobre sus esfínteres y tras pegarse un pedo de los buenos, en parte gracias al aire que le había metido con la follada, soltó un largo chorro de meada que fue a parar sobre los ya maltrechos leggings y sobre los zapatos de tacón, que quedaron para tirar.

Carlos: Así que te habían usado por detrás pero lo habías olvidado, zorrita – le dije a la vez que le volvía a meter la polla en el coño, sin sacarle los dos dedos del ano.

Silvia: Hostia, Carlos… Me estas matando de placer… hijo de puta…

Carlos: ¿Si? ¿Te gusta? – Le dije mientras penetraba lentamente su coño de MILF, haciendo círculos con la polla

Silvia asintió con la cabeza mientras se mordía el labio. No hacía más que resoplar y mover el culo. Cuando note que su flujo volvia a mojarme los huevos, tire de mi polla y la saque de su depilada raja. Hice lo propio con los dedos y observe el ano de mi amiga. El flujo que acababa de meterle con el dedo le daba un halo brillante y la luz tenue de la farola dejaba entrever sus pliegues que se contraían y relajaban como si fuera una pequeña boca dando besos al aire. Por el contrario, mi polla estaba empapada en su flujo blanquecino fruto de unos cuantos orgasmos. Apunte con calma aquel agujero y puse la punta del capullo sobre él.

Silvia sabía lo que venía y pese a su estado de embriaguez, procuro relajarse. Sabía perfectamente que cuando un macho decide entrarle por el ojete a una hembra, esta lo único que puede hacer es procurar no hacer fuerza y resignarse a ser enculada. Y así fue lo que paso. Cuando empecé a hacer fuerza, el ano de la rubia se trago medio capullo sin apenas problemas. Cuando entro la base del mismo, la resistencia ya era algo mayor, pero es que al llegar a media polla, aquel agujero se había cerrado de forma involuntaria debido a un nuevo orgasmo de su propietaria, que había convertido la acera donde estábamos en casi una pista de patinaje. Cuando aquella presión remetió, agarre a la madre por las caderas. Ella se giro, mirándome por encima del hombro y con una sonrisa en el rostro, di un golpe de cadera que hundió los centímetros que quedaban al aire en lo más profundo de su esfínter.

Ella abrió mucho los ojos y la boca. Durante un segundo, tal vez dos, se quedo paralizada, haciendo que su embotado cerebro asumiera la situación: estaba desnuda, sobre el capo de su coche y el padre de una compañera de la clase de su hija la acababa en penetrar por un agujero que llevaba sin usar para el sexo más de 20 años. Cuando toda aquella información estallo en su cerebro, fue incapaz de controlarse y empezó a convulsionar, a gemir, chillar y mearse encima. Durante demasiados años se había controlado y se había negado a dejar salir lo que en realidad era: una hembra. Y como tal, con ganas de que la montaran como se merecía y no como sabia el pusilánime de David.

Cuando empecé a retirar la polla de aquel agujero, la propia musculatura de Silvia me ayudo, provocando el comentario de borracha “joder, que bueno! Parece que me cago!” pero cuando estuve a punto de salir, invertí la dirección y ese ojal se volvió a tragar mi rabo hasta los cojones, lo que vino acompañado de uh “oooohhhhh!” de placer de aquella hembra. Repetí el proceso cada vez más rápido y en pocos segundo estaba bombeando con verdadera furia el culo de aquella pija que ahora gemía y se contorsionaba como una perra callejera cualquiera.

Hasta un buen rato después, no deje de encularla. Lo hice justo cuando empecé a notar que las ganas de correrme dentro de la MILF eran ya casi inaguantables. Durante todo el proceso estuve comprobando si aquel drenaje de carne salía sucio y ya fuera por azar o porque la perra se lo había preparado, ni una de las emboladas salió manchada, así que hice poner a Silvia otra vez en cuclillas y con la excusa de volverla a lubricar, se la metí en la boca.

Uno de los placeres de la vida es follar una garganta con la polla recién salida del ojete y ese gustazo era el que me proporciono Silvia. Con el buzón de correos que gastaba por bocaza no tenía problemas en meterse toda mi polla hasta que los huevos tocaban su barbilla. Cuando tuve la polla bien lubricada otra vez, la volví a subir al capo, pero esta vez, en lugar de espaldas, la puse de frente, con la espalda en contacto con el coche, abierta como una rana. En aquella postura veía perfectamente sus dos agujeros, ahora dilatados y listos para encajar mi polla. Tentado estuve de metérsela por aquel coño acogedor que tenia, pero mi lado cabrón me dijo que sería más divertido volverle a dar por culo, así que puse sus rodillas sobre mis hombros y volví a empujar mi rabo dentro de su ano. Esta vez, abierto como estaba y lubricada mi polla por la saliva de la rubia, entro sin problemas. Su empapado coño choco contra mi pubis y cada vez que bombea era como si le diera una palmada a un charco. Pase mis manos por los laterales de sus piernas y la agarre por la base de las tetas para usarlas como asideras y follarmela duro. Así, con cada pollazo, la rubia notaba como mi rabo entraba en su ojete mientras sus tetas se estiraban para que yo pudiera tomar posesión ella, lo que pareció volverla loca hasta el punto de volver a soltar dos de sus potentes squirts, que rebotaron contra mi pubis y salpicaron toda su cara y tetas hasta el punto que parecía que se había meado sobre si misma

Silvia: Hijo de puta… hijo de puta… me vas a… ufffff… reventar… hijo de puta…

Carlos: Cuando salga de ti, te vas a cagar… literalmente – le dije mientras le mordisqueaba el labio inferior           - literalmente.

Los últimos cinco minutos de follada fueron frenéticos. Con la leche en mis cojones pugnando por salir, me dedique a darle lo más duro que podía, asi que cambie sus tetas por sus caderas como asidero, lo que me garantizaba una mayor sujeción de la hembra. Ella, cuando se las noto libres, se agarro los pezones y empezó a tirar de ellos y a apretarlos a la vez que me buscaba la boca. Ni cuenta se dio de la pareja que paso a nuestro lado y comento que aquella mujer ya era mayorcita como para dar según que espectáculo.

Carlos: Te voy a rellenar el culo – Le dije sin otra intención que informarla, ya que lo había decidido hacia tiempo - ¿Estas lista, zorra?

Silvia: Si… culo… dámelo… todo… dame… - decía en su trance de alcohol y viaje sexual.

Agarrándola de las caderas di un ultimo empujón y encaje mi polla en lo has profundo de su ojete. Ella, abrió los ojos otra vez y empezó a notar como mis huevos se vaciaban en su interior. Uno, dos… seis, siete potentes chorros de semen rellenaron su cavidad anal hasta que mis huevos dejaron de bombear el líquido premio por una follada bien hecha. Y mientras lo hacía, ni por un momento deje de notar la presión que me proporcionaba el ano de la rubia mientras se corría. Era como si me la estuviera chupando con el ano. Al terminar y bajarle las piernas de mis hombros, una cascada de semen broto de su ojete y cayo sobre unos leggins que pedían a gritos que los jubilara. Después de todo lo que le había echado encima, ni el pantalón ni los zapatos serian nunca más lo que fueron. Estire la mano y agarre su jersey y tras limpiarme la polla con él, se lo pase a su propietaria, que se lo puso torpemente, seguido de la chaqueta cruzada. Luego, se puso en pie y sin hacer ni el amago de limpiarse, se subió aquel pantalón que daba verdadero asco.

Silvia: De esto, ni palabra a David – me dijo en un tono que denotaba que la borrachera se le iba pasando gracias al tiempo que hacía que no consumía y al frio de la calle, que la había espabilado – Por favor te lo pido…

Carlos: Tranquila, rubia – le dije mientras la agarraba de la nuca y le daba un profundo morreo con lengua – mientras hagas lo que te diga, tu cornudito no se enterara nunca de cómo te gusta que te follen… ni vera el video  - dije mientras me giraba y giñaba el ojo al jefe de seguridad de la discoteca, que no había dejado de grabar ni un momento desde que aquella MILF empezó a tocarme la polla, hacia más de una hora…