¿Una mala racha?
Cuando todo te sale mal siempre tendrás a tu madre para echarte una mano. Como dice el refrán : Madre solo hay una y a ti te encontré en la calle.
¿Una mala racha?
por Observador
Todavía no había acabado el mes de Enero y ya estaba seguro de que ese iba a ser un año de mierda. Al menos eso es lo que a mí me parecía en ese momento tan deprimente.
Iba caminando despacio, recorriendo con desgana las tres calles que separaban la parada de autobús del pequeño estudio en el que vivía. La temperatura era gélida y la oscuridad comenzaba a imponerse a pesar de que eran poco más de las seis de la tarde. Llevaba mi maletín nuevo en una mano y una bolsa con una hamburguesa grasienta en la otra. No tenía hambre pero me obligué a comprarmela en el paquistaní de la esquina. Lo único que había tomado en todo el día fueron un par de cafés de la maquina del despacho y me notaba un poco mareado. Mi cabeza era un oscuro embrollo de pesimismo y autocompasión en la que no cabían cosas tan mundanas como la comida. Me sentía un autentico perdedor... un infeliz.
Y aparentemente esa no se suponía que fuese mi situación. A ojos de cualquier extraño mi vida distaba mucho de ser la de un perdedor. Hacía poco que me había licenciado en economicas y empresariales con una de las notas más altas de mi promoción, tenía un trabajo de formación en uno de los mejores despachos de asesoría economica del país, no me pagaban mucho pero se encargaban de financiarme un master carísimo sobre finanzas y tributación en la unión europea que era fundamental para mi futuro laboral, y si quedaban satisfechos con mi evolución me ofrecerían quedarme con un sueldo bastante más que cuantioso. El camino que se presentaba frente a mí era como el proverbial camino de baldosas amarillas.
Todo lleno de maravillas por descubrir...
Y hasta hacía cuatro semanas tuve lo que consideraba la guinda del pastel ... una novia espectacular, una chica verdaderamente de primer nivel. Mirando hacia atrás, desde la perspectiva que daba el (casi) mes que había transcurrido, me daba cuenta de lo difícil que era imaginar que una mujer como ella pudiese enamorarse de alguien como yo. No es que yo sea Quasimodo ni nada por el estilo, pero me considero un chico normal. Estatura media, moreno, guapo pero no tanto como para que las chicas se fijen en mí por la callle, delgado pero no musculado. Los estudios habían ocupado todo mi tiempo desde mi infancia y el único deporte que había practicado con asiduidad era la masturbación como metodo terapéutico de relajación. En resumidas cuentas, era un empollón virgen cuya experiencia con el sexo se limitaba a pelarsela como un mono en la intimidad de su cuarto... pero entonces conocí a Carmen en una fiesta de la facultad durante mi segundo año. Tenía veinte años y mi bagaje con las mujeres era una paja que me hizo de forma torpe y con prisas una compañera de instituto poco antes de entrar en la facultad, y una chica algo bebida que en una fiesta universitaria me dejó tocarle las tetas brevemente antes de vomitarme en los zapatos... Vamos, un autentico Don Juan.
Carmen, que era una estudiante de primer año recién llegada, me chupó la polla esa primera noche, sus ojos oscuros y seductores se clavaban en los míos mientras yo me corría en su boca. ¡Dios mío, aún hoy me conmueve el recuerdo de ese momento!. Ella de rodillas en mi dormitorio, desnuda hasta la cintura para exponer esos pechos firmes y perfectamente formados, tragando el torrente de semen que liberé... ese pensamiento malicioso que se filtró a través de mi mente de que el mío, ciertamente, no fue el primer pene en separar esos bonitos labios. ¡De ninguna manera!
Ella era excepcional. Alta, guapa, desinhibida, divertida e inteligente. Tenía ese magnetismo y personalidad que hacía que todos quisieran estar a su lado y que a menudo me hacía preguntarme cómo había tenido tanta suerte de encontrarla. Y daba la impresión de estar tan enganchada a mí como yo a ella, el matrimonio y los hijos surgían en nuestras conversaciones como algo natural. Los siguientes años fueron el nirvana para mí, con muchos estudios y muchos orgasmos. Muchos.
Y entonces, hacía casi un mes, poco después de independizarme e instalarme en mi propio apartamento, todo había desaparecido...¡Joder! ¡Y no lo ví venir!. Carmen se inclinó hacia mí durante la cena en un restaurante del centro de la ciudad, diciendo que necesitaba tomarse un descanso de nosotros..."Un descanso de nosotros. ¿Qué demonios significaba eso?".
Ella fijó sus ojos vidriosos por las lagrimas en los mios, y juró que no había nadie más... que no creía que pudiera haber nadie más, solo que necesitaba algo de tiempo para pensar en nuestro futuro. Cualquier jurado hubiera declarado a esa chica inocente aunque la hubiesen pillado con un cuchillo ensangrentado en la mano y un cadaver a sus pies. Yo la creí completamente durante dos días completos. Y luego, mientras esperaba al otro lado de la calle de su edificio de apartamentos... (no sé si he mencionado que en ese punto no estaba en mis cabales... pues no lo estaba, llevaba desde la ruptura siguiendola como un vulgar acosador) ...la ví salir del cochazo rojo de un tipo... ¡Pedazo de puta!. Lo reconocí como un compañero de clase que me presentó hacía unos meses. Según ella, uno forrado de pasta, con fama de ligón, al que todos consideraban un prepotente. Pero ahora era su brazo el que se enganchaba de forma natural alrededor de la cintura de ella mientras entraban riendo en el portal. Los alcancé a ver besándose antes de entrar en el ascensor.
Esperé a que se fuera... Me quedé allí de pie bajo una leve llovizna hasta las cinco de la mañana y al ver que no salía volví a mi apartamento completamente derrotado.
Destrozado ...
Patético...
Con el corazón roto...
Nunca le conté a Carmen lo que sabía en las pocas veces que hablamos desde entonces. Pasaba las horas imaginando cómo ese imbecil la follaría de todas las formas imaginables, con su polla metida en el fondo de su boca, o ella de rodillas con la cara hundida en el colchón mientras el la penetraba una y otra vez, gritando ambos de placer cuando se corrían...
Y, sí, la seguía queriendo tanto que me dolía el alma.
Los días pasaban y nada mejoraba... todo lo contrario. Me encontraba al final de otro día que había recorrido como un zombi. No podía rendir como debía en mi trabajo en el despacho, ni conseguía concentrarme más de diez minutos seguidos en los libros del temario del master que abarrotaban la pequeña mesa de mi salón. Estaba a punto de echar a perder mi vida y mi futuro por un desamor. Triste.
Doblé la esquina de mi calle y me detuve. Mi madre estaba de pie bajo el toldo de una tienda que estaba al lado de la entrada de mi edificio, dos maletas grandes a sus pies. Ella me vió y levantó su mano en señal de saludo. Parecía preocupada y muy cansada.
"...¿Mamá?".
Me estaba acercando a ella, mirándola estúpidamente. No me había dicho nada la ultima vez que hablamos por teléfono acerca de visitarme... y ahora ahí estaba, con dos maletas, y una pequeña bolsa de viaje sobre su hombro. El viaje en autobús desde nuestra casa en el pueblo es de casi ocho horas, recorriendo campos y pueblos de mala muerte, por no hablar de los autocares anticuados de los que disponía la única compañía que hacía esa ruta, que conseguían que acabaras con las piernas entumecidas y la espalda dolorida.
Ella se acercó y me abrazó, se echó hacia atrás para mirarme a la cara y luego me apretó aún más fuerte.
"Estás horrible", murmuró.
"Caramba, gracias", dije.
"Tú... has perdido peso, pareces..." Las palabras se le atascaron en la garganta. Extendió la mano y suavemente rozó mi mejilla. "...Está bien, cariño. Todo estará bien".
"Mamá..."
"Vamos adentro, vamos", interrumpió, tirando de mi mano ligeramente. "Te dejaré llevar mis maletas, pesan una tonelada".
Me quedé allí y observé mientras abría la puerta y me hacía señas para que entrara, con una sonrisa preocupada pero muy calmada. Recogí las maletas y me dirigí hacia el ascensor detrás de ella.
Dos horas después, estaba mirando el plato vacío que tenía delante... mi madre había dejado sus cosas en el salón y había preparado una cena rápida con las exiguas existencias de mi nevera... unos macarrones salteados con un poco de ajo y perejil. Comí mientras ella me observaba fijamente en silencio, la pasta sabía muy bien a pesar de que negó con la cabeza disgustada cuando se dió cuenta de que casi todo lo que tenía en la nevera se había echado a perder.
Ya estaba en el fregadero, me daba la espalda mientras fregaba los cacharros.
"Entonces, ¿cómo va el trabajo?", preguntó ella casual, una pregunta de madre... podría interrogarme mejor que cualquier policía.
"Bien..."
"¿Y el master?"
"Normal...", me encogí de hombros, viendo cómo su espalda se ponía rígida ante mis respuestas.
"Está bien, Carlos, ahora dejemonos de tonterías sobre el trabajo y sobre el estudio... ¿Cómo van las cosas? ¿Y esta vez me gustaría que me dijeras la verdad?"
Volví a mirar el plato y no respondí.
"¿Has tenido noticias de Carmen últimamente?"
"No quiero hablar de eso..."
"Esa chica...", fue su voz. Levanté la vista y vi que se había dado la vuelta y ahora me estaba mirando. Mi madre nunca se fió de Carmen. Siempre fue amable con ella, cortés, casi cálida ... pero a pesar de eso, siempre que estaban juntas podía sentir ese trasfondo de disgusto por nuestra relación. Mamá no sabía nada del otro tipo, creo que nadie de mi entorno lo sabía, excepto Carmen, que probablemente tenía su semen goteando por sus muslos en ese mismo momento.
"Todavía no me has dicho por qué decidiste venir a visitarme." , dije en un intento desesperado por cambiar la dirección de la conversación y que dejara de mirarme con lastima.
"Estás en problemas, es por eso".
"YO..."
"No te está yendo nada bien. Lo sé sólo de escucharte hablar por teléfono. Tu padre también lo ha notado y está muy preocupado, los dos lo estamos. Tienes un muy buen trabajo, buenas perspectivas de futuro, y esta situación con Carmen te tiene..."
"No quiero hablar de ella".
"Me parece perfecto, pero el hecho es que no estás manejando esta ruptura, o lo que sea, de una forma muy madura. Te ves fatal..."
"Estoy..."
"¡Fatal!" ella repitió. "No estás comiendo adecuadamente. No estás descansando, ¿estoy en lo cierto?"
"...No estoy durmiendo tan bien cómo debería", acepté después de que ella esperara mi respuesta mirandome fijamente a los ojos. En realidad, lo que no le dije es que tenía tan alterado mi ritmo vital que la semana pasada me había dormido dos veces en la mesa de mi despacho... y por las noches en mi propia cama, me quedaba despierto mirando al techo.
"No estás preparándote para el master", continuó inmisericorde, tomando un libro de revisión de impuestos comunitarios con su mano húmeda y devolviéndolo de nuevo a la mesa. Mi primer examen estaba próximo. No se trataba de un titulo que te daban por la mera asistencia, no. Tenías que demostrar los conocimientos sobre materia tributaria en la unión europea y gestión internacional, especialmente centrada en China. Primero con trabajos practicos y finalmente con una prueba, dividida en tres partes, cada sección con dos semanas de diferencia. Mi primera prueba sería en poco más de tres semanas y sabía que no estaba listo, en absoluto. Y si no obtenía ese master ya me podía ir despidiendo de mi trabajo y de mi futuro, y aún aprobándolo, sólo los que obtuviesen las mas altas calificaciones pasarían la criba de la primera ronda.
"No, no puedo concentrarme en las cosas", me escuché a mí mismo decir, la primera cosa honesta que le dije a mi madre desde que llegó. "Tampoco estoy haciendo bien mi trabajo en el despacho".
"Es por eso que estoy aquí".
La miré allí de pie, sólida, su mandíbula apretada con verdadera determinación. Mi madre tenía en ese momento 50 años. Su cabello oscuro empezaba a ponerse gris. Algunas arrugas en los bordes de sus ojos y su boca, de las cuales seguro que unas cuantas se deberían a las preocupaciones de los ultimos días. Siempre se había mantenido bien , pero tal vez había conseguido un ligero exceso de peso desde que me fuí a la universidad . Esa noche llevaba un sencillo vestido verde, y encima un delantal gastado que había sacado de su bolsa de viaje. El único maquillaje que solía usar era un lapiz de labios rojo suave, y hoy ni siquiera eso. Ella era una ama de casa promedio, una madre... y cuando sentía que su cachorro estaba en peligro... una guerrera feroz. La expresión de su rostro era pura voluntad. Ella estaba aquí para mí, para ayudarme en cualquier pelea que necesitase afrontar.
"Ya lo he hablado con tu padre. Me quedaré aquí hasta que hayas terminado con estos examenes. Hasta que superes lo que sea que te esté pasando y organices de nuevo tu vida".
Miró alrededor de mi pequeño estudio.
"Eso es un sofá cama, ¿verdad? Voy a dormir allí. Vas a comer adecuadamente, vas a descansar, vas a estudiar todos los días..."
"YO..."
"Dieciséis días hasta la primera prueba", interrumpió. "Verifiqué las fechas de los exámenes por internet. Ahora vé a tu habitación y echate un poco para recuperar sueño... una hora. Luego te pondrás en esta mesa y escribirás una plan de estudio, algo que pueda verificar a medida que avanzas. Dieciséis días... dieciséis días y te prometo que vas a superar ese examen".
Habían pasado tres días desde que mi madre se mudó. Comía bastante mejor... ella fué al supermercado más cercano y llenó mi nevera. Huevos y zumos para el desayuno, cenas variadas con carne o pescado y verduras frescas, y de postre una porción de pastel casero o un plato de helado. Intenté estudiar más en serio, pero todavía me costaba concentrarme en los libros. Aún no estaba durmiendo bien, mi mente todavía era un revoltijo con lo de Carmen y el trabajo...
Ese día, había cometido un error grave en el trabajo, o lo que podría haber sido un error que le costara al despacho uno de sus mejores clientes si no se hubiese dado cuenta antes uno de los socios. Don Pedro era un hombre arrugado, de poco más de sesenta años pero con aspecto de setenta, socio fundador de la firma y mi valedor, un tipo que siempre estaba tranquilo y que a veces veías verterse una copa de Jack Daniels de la botella que guardaba dentro de su escritorio.
Don Pedro me llamó a su oficina esa mañana y me indicó una silla sin decir palabra. Tenía los formularios de la auditoría que me habían asignado en su escritorio, mis aprobaciones en cada página. "¿Tu madre te ha dicho que llamé a tu casa?"
Tiré de la silla para acercarme a la mesa, mirando los papeles, escuchándolo mencionar a mi madre. Negué con la cabeza.
"Encuentra el error, chico. ¡Vamos, ahora mismo!"
Estaba buscando a tientas en los folios desplegados. Él era de la vieja escuela, pero yo me sentía perdido sin mi portatil. Me había tenido trabajando para él en una de sus grandes cuentas durante dos semanas y siempre había sido superficial en su trato conmigo, educado, pero nada más. Me miró por encima de sus gafas, su voz aguda por el enfado.
"Página cinco, allí mismo".
Lo encontré y dejé que mi pulgar bajara por la hoja. ¡Bang!. Ahí estaba el fallo... Lo ví claramente, una cifra errónea en los números para un problema de responsabilidad fiscal, solo que suponía un gran error de cotejo, los números erroneos pasaron a la siguiente página y a la siguiente...
"Nadie lo sabe, lo arreglas ahora y punto. El cliente no tiene porqué saber que has estado a punto de cagarla, muchacho. Debes estar contento de que me guste repasar el trabajo de los nuevos, y de que todavía pueda detectar un desastre así, incluso cuando estoy más cerca de la jubilación que de otra cosa".
"Lo siento..."
"Lo siento no significa una mierda en este trabajo, y perdona mi franqueza, pero cualquiera puede ver que ultimamente tienes la cabeza en cualquier sitio menos encima de tus hombros. Hablé con tu madre, una buena señora ..."
"Sí que lo és..."
"Está preocupada por tí, y tal vez me salí de mis límites al decirle que ultimamente la calidad de tu trabajo está dando vueltas en la taza del retrete". Me frunció el ceño un poco, sus mejillas rubicundas como si tal vez se hubiera servido una copa matutina. Recordé que alguien me había dicho que era viudo, aunque no había fotos de su familia en ninguna parte de la oficina. "Ella me dijo que recientemente tuviste una ruptura con una jovencita..."
"Sí..."
"Bueno, ya sabes lo que dicen... ¡Demonios, a nadie le importa lo que dicen! Este fallo que cometiste, ya no existe. La mayoría de mis socios te habrían despedido por esto, y con razón, pero creo que todos merecemos gozar de una segunda oportunidad. ¿Cómo va esa tontería del master? "
"Me estoy preparando."
"Tu querida madre parece pensar que no lo suficiente", se rió entre dientes, moviendo un dedo regañino hacia mí. Sus ojos cansados y las arrugas grabadas profundamente en su rostro le daban un aspecto de patriarca biblico. "Si no pasas esas pruebas con notas excelentes te arrojarán a la calle sin abrir la puerta de entrada. ¿Comprendes, muchacho?" Esperó mi asentimiento. "...Ahora es cuando dices 'Gracias, Don Pedro' y te marchas".
"Gracias, Don Pedro", murmuré estúpidamente.
Agitó su mano indicandome la puerta y volvió a la documentación que tenía delante mientras yo salía sigilosamente de su oficina.
Estuve aterrado durante el resto del día, sintiéndome un inútil mientras cumplía con mis tareas, a menudo mirando hacia la puerta cerrada de Don Pedro, preocupado por si de un momento a otro cambiaba de opinión y me ponía de patitas en la calle. Y temía ver a mi madre, avergonzado de lo que mi jefe le hubiese dicho de mí, que sospechaba que no debían ser términos muy elogiosos.
Esa noche ella no dijo ni una palabra al respecto. Había preparado de cena unas berenjenas gratinadas en el horno, mi plato favorito desde que era un niño. Pero había como una nube negra que flotaba en el ambiente enturbiandolo hasta que finalmente tuve que soltarlo: "¿Alguien me llamó?".
"Carmen llamó, esta mañana, poco después de que te marcharas".
"¿Qué...?"
"Le dije que estaba de visita por una temporada, que te diría que llamó. Y justo antes de eso, tu jefe, el señor Pedro, también llamó. Tuvimos una larga y agradable conversación. Él tiene muy buena opinión de tí". Ella golpeó el tenedor en su plato y clavó su mirada en mí. "...también cree que ultimamente no estás en tu mejor momento, pero ya le he dicho que me cueste lo que me cueste lo vas a superar."
No pude responder, sentí que las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos. Era demasiado. Estaba tan cansado...
"Ahora quiero que te acuestes, solo relájate, estaras mucho mejor", prosiguió suavemente. "Quiero que te acuestes y descanses un poco, luego hablaremos ... Primero, date una ducha. Todo irá bien".
Me duché, quedándome bajo el agua caliente un buen rato. Era relajante. Pensé en el tono tranquilizador de la voz de mi madre... me traía recuerdos de cuando era pequeño y ella me consolaba pacientemente si tenía algun problema. Pero ahora yo era un hombre independiente de veinticuatro años. ¿De verdad necesitaba el consuelo de mi madre?. ¡Qué penoso!.
Salí de la ducha y con la toalla enrollada a la cintura me metí en mi dormitorio. Acabé de secarme, tiré la toalla al suelo y estiré mi cuerpo desnudo sobre la cama echandome la sábana por encima. Apagué la luz y me quedé en la oscuridad dandole vueltas a la cabeza. Pensé en Carmen llamando por teléfono y en mi madre respondiendo y eso me hizo sentir tan triste, tan infantil, las lágrimas gotearon de nuevo por los lados de mi cara.
"¿Estás despierto, cariño?", escuché su voz desde la puerta.
"Sí... espera... me levanto y hablamos", dije secandome las lágrimas antes de que ella las viera.
"No, quédate ahí, déjame entrar," susurró, llevando una de las sillas de la cocina a mi habitación y sentándose a mi lado mientras la oscuridad se veía mitigada por la luz del pasillo. Acerqué la sábana más cerca de mi cuello y me froté las últimas lágrimas.
"¿Te sientes mejor?" preguntó ella.
"Sí."
"Mentiroso", dijo en voz baja, sacudiendo la cabeza un poco.
"Mamá..."
"Shhh... ahora solo tienes que callarte", prosiguió, con un dedo en los labios fruncidos. "... Voy a hacer algo por tí y no quiero que te sorprendas".
"¿Qué?"
"Shhh ... solo quédate ahí y no digas nada. Debes confiar en mí, ¿de acuerdo?" Ella arqueó sus cejas. "...¿Bien?"
Me había levantado un poco apoyando la espalda contra el cabezal de la cama, asintiendo finalmente. Mi madre se encontró con mi mirada, su cara cuidadosamente inexpresiva. Ella extendió la mano y suavemente la colocó encima de la sábana, su pequeña palma en mi entrepierna. Me estremecí, irguiéndome un poco más, mi boca abierta pero muda mientras su mano izquierda se levantaba en ese mismo gesto de silencio.
"Solo relájate, déjame hacer esto".
Su mano me estaba frotando por encima de la sábana, sus ojos en los míos sin vacilación. Yo estaba en estado de shock, aturdido. Finalmente miré su mano, sintiendo el toque... más allá de cualquier reacción, sin palabras, incluso si quería decir algo... y horrorizado sentí como mi polla se endurecía. Retorciéndome un poco, intenté evitar la caricia en mi erección, pero ella se ajustó para mantener el contacto. Me estaba poniendo más duro a cada instante, mi aliento entrecortado...
"Ahí estamos", dijo ella, mirando hacia abajo a lo que tan rápidamente había provocado, mi rigidez creciendo a pesar de mi confusión. "...Déjame apartar la sábana".
Me agarré a ella asustado y tuvo que tirar más de una vez hasta conseguir que aflojara la presa. Finalmente la sábana se deslizó sobre mis muslos, desnudándome frente a ella. Mi polla en toda su erecto esplendor frente a los ojos de mi propia madre. La ví vacilar, su brazo se quedó suspendido, como insegura de lo que estaba haciendo... luego la tomó en su mano y nuevamente se encontraron nuestras miradas.
"Solo cierra los ojos", susurró, pero yo la estaba mirando, sin pestañear siquiera. Ella comenzó entonces a masturbarme, su muñeca girando mientras acariciaba mi miembro. Tragué saliva cuando la deliciosa sensación me inundó, lo repentino y la total depravación de lo que estaba sucediendo me superaban. Ella aceleró el movimiento como si estuviera siguiendo una señal, la parte superior de su cuerpo se balanceaba mientras me la meneaba, su agarre se tensaba y se relajaba con cada golpe, su palma se redondeaba sobre la cabeza de mi pene en cada movimiento ascendente... treinta segundos, un minuto tal vez y yo estaba levantando mis caderas acompañando sus movimientos, apoyandome sobre mis talones desde donde estaba tumbado... y con los ojos apretados mientras llegaba a un salvaje y desgarrador orgasmo.
Abrí los ojos después de un largo minuto, puntos borrosos en mi visión, su mano moviendose aún, suavemente, cubierta de semen. Miré hacia abajo y vi los chorretones sobre su mano, sobre su muñeca y extendidos sobre mi vientre.
"¿Qué has hecho...?", Murmuré aterrado.
"Solo cierra los ojos y relájate", susurró, levantándose y saliendo de la habitación, con la mano manchada de esperma delante de ella. Escuché el agua corriendo en el cuarto de baño y después de un momento ella regresó con una toallita húmeda, se inclinó sobre mí y limpió cuidadosamente los restos de semen de mi cuerpo.
"Vístete y hablaremos", dijo y salió de la habitación, cerrando la puerta para darme algo de privacidad.
"¿Qué es lo que acaba de suceder?" Pregunté desde mi puerta aún tembloroso diez minutos después.
"Agarré tu... tu pene, y te proporcioné un orgasmo. Y creo que uno bueno, por lo que pude ver..."
"¡Mamá, por dios...!"
"No blasfemes", me reprendió rápidamente.
"Tú sólo ..."
"Yo sólo acabo de hacer lo que creo que era necesario dadas las circunstancias", dijo con firmeza, haciendo señas para que me sentara. Ella vino y colocó un plato con un trozo de pastel de chocolate frente a mí, luego un vaso de leche. "...¡Come!"
"Mamá..."
"Tu comes, y yo hablo", dijo ella. Cogí el tenedor aún aturdido y probé el pastel... estaba delicioso.
"Ahora que llevo unos días aquí, he podido darme cuenta de que tú y Carmen, vamos a decir que estábais totalmente involucrados en una relación sexual bastante... intensa. Solo tienes que asentir si estoy en lo cierto".
Tomé otro bocado del pastel y asentí.
"No voy a juzgarla, quiero que sepas eso. Los tiempos han cambiado para todos en estos días".
"Sí... pero tú..."
"¿Disfrutaste lo que acabo de hacer?" ,me preguntó.
Me encogí de hombros. "Jesús, mamá..."
"No..."
"Sí, lo sé, no blasfemes. Pero me acabas de matar, ¿qué esperas que diga?"
"Has salido de una relación donde tú y esta mujer 'Dios sabe qué' y luego ella lo termina y te deja sin todo ese sexo que estabas experimentando. Tienes un lío en tu cabeza y los hombres sois primarios cuando se trata de asuntos sexuales". La miré y me di cuenta de que nunca la había escuchado decir la palabra "sexual" en toda mi vida. No es que no fuera una persona sexual... La primera vez que la escuché gimiendo con un orgasmo yo era muy pequeño, incluso antes de saber qué significaba lo de "gemir con un orgasmo". De pie en el pasillo de nuestra casa, escuchando crujir la cama en su habitación, sus gritos ahogados mientras mi padre le hacía el amor.
"Ahora esto es lo que vamos a hacer", prosiguió, sacándome del recuerdo. "Voy a entrar en tu habitación dos veces al día, por la mañana antes de irte a trabajar y por la noche, antes de irte a dormir. Voy a hacer exactamente lo que acabo de hacer por tí". Ella levantó dos dedos en el aire. "...Dos veces al día."
Ella se acercó y colocó mi portatil delante de mí, tirando del plato de pastel vacío con su mano libre... la mano que acababa de masturbarme de verdad.
"¡Ahora, estudia!"
Mi madre fue fiel a su palabra. A la mañana siguiente, me desperté y me senté en la cama, medio preguntándome si todo había sido un sueño húmedo y demente. Quizás un minuto después ella había abierto mi puerta y entró, con una sonrisa deslumbrante en su rostro.
"Buenos días", dijo alegremente, inclinándose sobre mí para darme un beso rápido en la frente. "¿Has dormido bien?"
"...Sí." Me di cuenta de que eso era cierto, había dormido muy bien, sin despertarme ni una sola vez.
"¡Genial!", exclamó contenta. "¡Vamos, entonces!"
Y apartó la sábana con un movimiento rápido. Me estremecí un poco, acostado sólo con mis pantalón de pijama. Ella deslizó sus dedos a lo largo de la pretina y tiró.
"Levanta tu trasero", dijo... Lo hice y ella me tiró del pijama hasta los pies, sacándomelo. Mi polla estaba ya levantada y en atención.
"...¿Supongo que estás listo?"
"¿Mamá?"
Mi madre tenía mi pene en la mano al instante, sentada en el borde de la cama. Sin palabras, ella me hizo lo que era una paja perfecta, me corrí en menos de tres o cuatro minutos esta vez.
Y eso fue lo que ocurrió. Dos veces al día como lo había prometido. Me encontré despertandome sin mi alarma por la mañana y esperando sus pasos en el pasillo. Por la noche, estaría en el salón estudiando para las pruebas del master, observando de reojo cómo ella se sentaba a mirar algún programa en la televisión, esperando a que terminara. También tenía mi cabeza mucho más despejada. Mi mundo era una pequeña estructura ordenada... trabajo... estudio... paja de mi madre. Carmen se desvaneció de mi horizonte mental cuando descubrí que mi pensamiento estaba centrado en lo que estaba sucediendo en mi cama en ese momento. ¡Cristo, estaba totalmente involucrado en esa locura!
Quizás pasó una semana antes de que mis manos comenzaran a desviarse. Quiero decir, visto ahora con la distancia que ofrece el tiempo, que fue algo absolutamente natural... una respuesta natural a una situación antinatural. Al tercer día estaba observando el balanceo de sus pechos mientras me acariciaba. Las sesiones de la mañana eran las mejores, ya que ella estaría allí sentada en su pijama, recien levantada, sin sujetador, dedicada a su 'tarea' mientras sus voluminosos pechos se movían libremente en la holgada parte superior del pijama. Creo que en este punto debería describir el cuerpo de mi madre un poco mejor, ya que era la primera vez en mi vida que realmente lo había considerado de manera seria. En ese momento tenía cincuenta años, y un aspecto bastante bueno para su edad. Ella siempre llevaba su cabello castaño en una media melena que le llegaba hasta los hombros, en la que algunas canas aparecían aquí y allá. Unas pocas arruguitas en sus ojos y alrededor de sus labios delataban su edad, aunque el tiempo había sido benévolo con ella. No era gorda, pero definitivamente era de curvas rotundas, más ancha en sus caderas y muslos de lo que había sido en su juventud; con un pecho bastante grande.
La primera vez que la toqué, mi mano se deslizó cómo sin querer alrededor de su cintura, sintiendo la curva de sus caderas a través de la tela de algodón. Al notarlo, ella corrigió su postura sobre mi cama para que mi mano se separara, sin decir nada, acelerando el ritmo de la masturbación para alejarse antes de que pudiera ponerme demasiado 'pesado'. Dos días más tarde, nuevamente en nuestro 'turno' de la mañana, mi mano se enredó en su cintura, esta vez la miró, pero no se movió, no aceleró sus movimientos. Cerró los ojos y yo levanté mi mano, más arriba, solo con las yemas de los dedos mientras le rozaba la teta, apreciando la forma a través del tejido de su pijama ... su pecho era muy grande, pero sorprendentemente firme y cálido... con los dedos fuí rozandolo hasta alcanzar el pezón puntiagudo, endurecido. Encontré sus ojos. Ella me estaba mirando ahora, acariciándome más rápido, acelerando hasta que finalmente eyaculé.
"Lo siento", le dije un momento más tarde mientras ella me lavaba con la toallita tibia.
"¿No deberías hacer eso?"
"Lo sé, yo ..." No podía seguir y miré hacia otro lado hasta que ella salió de la habitación.
Esa noche, después de recoger los libros... la primera parte de mi examen del master a dos días de distancia... ella me dijo que fuera a mi dormitorio y me preparara. "Prepárate" en este punto significaba desnudarse y acostarse en la cama. No podía esperar. Es difícil describir lo acelerado que me puse allí, esperando. Me alegré de que ya no estuviese enojada por lo que había hecho y me prometí mantener mis garras alejadas de ella.
Estaba tardando más de lo normal, y me costaba mantenerme quieto en la cama. Cuando ella entró ya llevaba puesto su pijama... el atuendo de la mañana que me provocó la tentación de tocarla.
Se quedó de pié al lado de mi cama y parecía vacilante. "No estoy segura de si esto es una buena idea", dijo en voz baja, y luego comenzó a deshacer los botones de la parte superior del pijama. Mi boca se secó mientras veía sus dedos avanzar hacia su cintura. Mamá se sonrojó mientras descubría sus pechos.
"No son nada del otro mundo", dijo con una inquietud evidente.
Admiré la vista; sus pechos eran grandes, muy grandes. En ese entonces, no sabía nada sobre el tamaño de las copas o cosas así... pero eran magníficos, blancos como la leche, veteados de pequeñas venitas azules, con los pezones rosados apenas más oscuros que la piel que los rodeaba y bastante prominentes. Parecían bastante firmes, y aún tenían un ligero sesgo hacia arriba, lo que me sorprendió por su edad... al menos después, cuando tuve tiempo para reflexionar sobre esas cosas. Se apreciaba una ligera redondez en su vientre, su ombligo en un hoyo cerrado.
Ella se sentó en la cama como siempre, aunque se la notaba algo tensa por la nueva situación.
Cogió mi polla ya dura como una roca y la sostuvo.
"Puedes tocarlos si quieres... si eso te ayuda".
Me senté en la cama, estaba temblando cuando llevé una mano a cada uno de ellos. No los apreté, me limité a deslizar mis dedos sobre ellos, acariciandolos ligeramente, con veneración. Eran blandos y suaves. La piel era delicada como la seda. La situación tan prohibida hacía que a mi madre el corazón le palpitara a toda velocidad, parecía que se le fuera a salir del pecho, notaba la vibración mientras la acariciaba. Dió un respingo cuando me centré en sus pezones, que crecían entre mis dedos.
"Son perfectos", susurré en un tono casi reverencial. La vi girar los ojos, como para burlarse del comentario. Repetí mi toque, delineando su forma. "...Son."
Ella comenzó a menearme la polla con su mano, más suavemente de lo normal. Me encantaron sus tetas maduras, mucho, lo que me sorprendió, habiéndome acostumbrado a los juveniles y respingones pechos de Carmen.
"Creo que los de tu ex novia probablemente te gustarán más", reflexionó mamá... Carmen estaba jodidamente bien dotada... tetas perfectas, y ella estaba perfectamente orgullosa de ellas. Pero los pechos de mi madre eran... tan carnales... tan maternales...
"¿Puedo besarlos?"
Mamá dudó un momento, pero finalmente sacudió la cabeza de forma afirmativa.
"Cristo... Perdón por blasfemar..."
Ella frunció el ceño mientras cerraba los ojos y se movía para ofrecérmelos. La vi tragar con dificultad, su mandíbula apretada, sin sonreír ante mi sarcasmo. Me incliné y le dí un beso en el pecho derecho y luego otro en el izquierdo, consciente de que su mano había dejado de moverse aunque sin soltar mi polla. Levanté la vista hacia su cara, y luego tomé su pecho en mi boca... tomé todo lo que pude, recorriéndolo con mi lengua húmeda, y sintiendo que iba a correrme pronto por como palpitaba mi polla, moviéndome al otro y lamiendolo también mientras los apretaba con mis manos, centrándome en el pezón rigido, chupandolo muy fuerte. Mi madre no pudo evitar dejar escapar unos gemidos, y fue al escucharlos cuando no pude aguantar más y eyaculé.
Tengo que reconocer que nunca en mi vida había experimentado un orgasmo tan intenso, sentía que se me vaciaba la vida en cada chorro de semen que expulsaba. Incluso antes de acabar tuve un pequeño desvanecimiento. Tan fuerte había sido el placer.
Me había quedado sin aliento, abriendo los ojos con cuidado. Mi madre se puso de pie... Le había empapado el vientre con semen, sus tetas resplandecían de saliva. Parecía un poco aturdida por todo lo ocurrido, acercó un dedo untando la saliva de su propio hijo en su pecho, el semen opaco en su ombligo. Sus ojos repentinamente se llenaron de lágrimas y corrió por la habitación, cerró la puerta detrás de ella y no volvió a entrar para limpiarme como era habitual. Me quedé allí con miedo de salir y hablar con ella, consciente de que estaría llorando.
Después de un rato me quedé dormido y, a la mañana siguiente, me desperté y seguía con la polla al aire. Me miré y ví el semen reseco alrededor de mi vello púbico. La luz entraba a traves de las cortinas de mi ventana iluminando todo el cuarto. Esperé y no supe qué hacer. Después de un rato, mamá llamó a la puerta y abriéndola miró dentro. Quería decirle que lo sentía, aunque no lo hacía, realmente no.
"¿Listo?" dijo ella, entrando sin esperar una respuesta por mi parte. Se detuvo junto a mi cama y, sin decir ni una palabra, como si fuera la cosa más natural del mundo, se quitó la parte superior de su pijama desnudando sus tetas, la dobló cuidadosamente dejandola sobre el borde de la mesilla y tomó su posición habitual sentada a mi lado.
Ella deslizó la sábana y me agarró la polla que a esas alturas volvía a estar rígida. Su mano libre tocó la punta de su pezón, realmente lo parecía señalar, su delgada alianza en el dedo, una clara invitación. Me senté y me incliné hacia ella. Ella puso sus labios casi en mi oído: "Está bien, cariño", dijo, y empecé a chupar...
Aprobé mi primer examen. Sabía que lo superaría, y cuando los resultados se comunicaron tres días después, estaba eufórico. Llamé a mi madre por teléfono y le conté las buenas noticias... ella me preguntó qué quería comer esa noche para celebrarlo. En la empresa, tuve la nota más alta entre los nuevos empleados... Don Pedro, personalmente, se encargo de felicitarme y destacó que mis resultados eran muy prometedores, aunque me recordó que no debía bajar el nivel en las próximas pruebas.
¡El día fue estupendo! Y esa noche, al llegar a mi estudio, me encontré con que mi madre había preparado chuletas de Sajonia con ensalada de patatas, y un pastel de chocolate de postre, uno de mis platos favoritos. Después me recordó que todavía me quedaba mucho que estudiar... dos semanas y la siguiente prueba. Luego ella me puso al teléfono con mi padre para que le diera las buenas noticias directamente... estaba muy feliz, efusivo en sus elogios, orgulloso. Después los escuché hablar entre ellos, en un momento dado mi madre dijo que ya me estaba encontrando mejor, disculpándose por haberlo abandonado así, la risa por algún comentario de mi padre en la conversación. Como todas las noches cuando hablaban, me sentía extrañamente culpable: a su esposa, mi madre, le iba a chupar las tetas en una hora más o menos, mi pene erecto en su mano. Era todo tan alejado de las normas, tan absolutamente loco. Traté de concentrarme en el texto de contabilidad que tenía ante mí, pero dejé que mi mente vagara por otros pensamientos: follar a mi propia madre, mi polla dura en su boca. Las imágenes se repetían en mi cabeza cada vez más frecuentemente, al principio se trataba de meras fantasías vergonzantes en las sombras de mi mente, pero cada día que pasaba me costaba más sacármelas de mis pensamientos.
Y así fue, dos horas más tarde, esas grandes tetas perfectas estaban bajo mis labios, su pequeña mano acariciando mi polla.
"¿Echas de menos hacerlo con papá?" Le pregunté. Su mano se congeló y se apartó de mí un poco... el lenguaje corporal era una lectura fácil.
"No vamos a hablar de eso", dijo después de un largo momento. "...Esto es para ayudarte a superar un período difícil, cuando lo hayamos hecho nunca volveremos a hablar de ello".
"Bueno."
"¿Esto sólo es para olvidar a tu novia, de acuerdo?"
Me ofendió un poco su tono, no estoy seguro de por qué.
"¿Alguna vez se la has chupado a papá?" , dije de repente sin ser consciente de lo que hacía.
"¿Qué?" exclamó mirandome horrorizada... soltando su mano de mi polla, se movió en la cama separandose ostensiblemente de mí.
"Sólo estaba..."
"No, nunca... no puedo creer que me hayas preguntado algo así". Se puso de pie mientras hablaba, con tono iracundo. Agarró la chaqueta del pijama de la cama y la sostuvo frente a su pecho. "¡Cómo pudiste siquiera pensar que alguna vez haría algo así!"
"Lo siento." Dije rápidamente, tirando de la sábana sobre mi cintura.
"¿Le preguntaste eso a tu novia?" ella me dijo enojada y subiendo el tono. "¿Le preguntaste si ella chupó...?"
"Mamá..."
"Oh, espera, ahora lo veo. No tuviste que preguntarle si lo hizo porque..."
Miré hacia abajo, incapaz de sostener su mirada. Mi madre era de otra generación y para las mujeres de su epoca el sexo oral no era tan normal como lo es hoy. La mayoría de las chicas no tenían mucha experiencia antes del matrimonio, y lo de las felaciones no entraba en su currículum, o al menos no de entrada. Cuando Carmen me la había chupado esa primera noche, yo estaba en un estado de ignorancia sexual... era virgen e inexperto, y cuando se introdujo mi polla en su boca, al fijar su mirada en mí, con una sonrisa verdaderamente diabólica, estaba enganchado a ella desde ese instante, tan adicto como si alguien hubiera pinchado mi brazo con un dosis de heroína.
"...Esa chica", dijo mamá, sacudiendo la cabeza con disgusto. Ella exhaló profundamente y sacudió la cabeza una vez más, resignada esta vez. "¿Ella realmente hacía eso?"
Me encontré asintiendo con la cabeza.
"Por favor, no me lo vuelvas a mencionar, ¿de acuerdo?"
"...No lo haré".
Mamá suspiró mientras volvía a poner la parte superior del pijama a su lado, movía juguetonamente las tetas y sonreía como si no hubiese pasado nada.
"Vamos a terminar, cariño".
Se sentó y puso una mano sobre mi pecho, una caricia, muy tierna y amorosa. Deslizó la mano hacia abajo y me di cuenta de que me había quedado completamente sin fuerzas. Ella lo acarició suavemente, esperando la reacción. Cuando esta no llegó rapidamente, mi madre me sorprendió inclinándose y rozando sus tetas por encima de mi polla, un toque tan ligero que ni siquiera estaba seguro del contacto. Mi pene comenzó a ponerse rígido... se inclinó de nuevo hacia adelante y esta vez si que las apretó totalmente contra mi sexo... Estaba listo en segundos, resurgido de la muerte, enhiesto, y en pocos minutos esas preciosas tetas estaban en mi boca, chupandolas y gruñendo mientras mi semen brotaba cálido en su mano.
Trancurrieron dos días antes de que el tema de la felación surgiera de nuevo. No por mi parte. Yo no me atreví a mencionarlo. Mi madre abordó el tema... en flagrante delito como quien dice, durante mi masturbación de todas las noches, mi polla en la palma de su mano, y mi boca succionando con avidez sus pechos.
"¿Carmen realmente hacía eso?", susurró de repente.
"¿Chuparmela?... Todo el tiempo", contesté, el aliento entrecortado... su mano lo estaba haciendo a la perfección... había empezado a ser más audaz, ahuecando mis testículos, rascandome sensualmente con sus uñas, incluso insinuando sus dedos en mi perineo, juzgando mis respuestas a lo que sea que estuviera intentando.
"¿Y cuando acababas...?" preguntó ella. "¿... que hacía con 'eso'?" a pesar de las circunstancias 'especiales' que estabamos viviendo, su mojigata educación aún le impedía hablar claramente de cosas como 'correrse' o 'semen'.
"Ella solo... simplemente lo tomaría".
"¿Tomarlo?" ella casi gritó, haciendo una mueca de asco ante las palabras. "¿Te dejaría... en su boca. Lo echabas en su boca?".
"Sí." , intentaba aguantar... esa maldita conversación me excitaba tanto que me estaba costando horrores no acabar enseguida.
"¿Y ella...?"
"Ella se lo tragaba", murmuré, pensando en Carmen cuando la eyaculación era demasiado abundante, los chorros de esperma deslizandose por su hermoso mentón. A Carmen le encantaba follar... pero realmente lo que mejor se le daba era chuparla. No lo aprecié lo suficiente en aquel entonces, pero con el tiempo aprendí que algunas chicas, una minoría muy pequeña de ellas realmente, se destacaban en la felación porque realmente disfrutaban haciendolo.
Estaba enfrascado en ese recuerdo cuando no pude más y me corrí, levantando mis caderas mientras vaciaba mis testículos, para luego dejarme caer derrengado sobre el colchón, tratando de calmar mi aliento.
Mamá se fué y al momento regresó con la toalla, limpiando el semen de su propia piel antes de ponerme a mí en orden.
"¿Te gustaba cuando ella te hacía 'eso'?"
"Claro", respondí.
"Conocí a una chica de mi instituto que nos dijo que le hizo eso a un chico", dijo mi madre, sacudiendo la cabeza ante el recuerdo. "Se mudó, creo que el chico se jactó de eso, ya sabes. Tenía una reputación terrible... ¿quién querría casarse con una chica que hacía 'eso'?".
"Supongo que ahora es diferente".
"Supongo", respondió ella con timidez. "Si alguna vez le hubiera hecho eso a tu padre, él me habría lavado la boca con detergente. Realmente lo habría hecho".
"Tal vez le hubiera gustado".
"Oh, estoy seguro de que le hubiera gustado", dijo con ironía. "Solo que después de que se divirtiera, no hubiese querido nada serio conmigo, y saldría a buscar a una chica agradable y decente para casarse y formar una familia. Todos los chicos eran así en aquel entonces".
"Tal vez."
"¡Seguro!" ella espetó, inclinándose para besarme ligeramente... maternal... en mi frente, imperturbable por sus tetas desnudas colgando de su torso.
Pasaron cinco días más sin ninguna mención a las mamadas. Solo la acción habitual de las pajas y el chupeteo-sobeteo de tetas... que aunque me encantaba, como siempre, también me estaba sabiendo a poco.
Esa noche, después de cenar, llamó Carmen. Respondí la llamada... mi madre, al darse cuenta de quién se trataba, se marchó a la cocina para darme algo de privacidad. La conversación fue incómoda. Mientras la escuchaba no dejaba de preguntarme si ella todavía estaría follando con su compañero de clase, o tal vez ahora con alguien nuevo... En ese momento pude darme cuenta de que Carmen no era la chica que necesitaba para mantener una relación. Al menos, no por mucho tiempo. Me preguntó cómo me iba el master, me preguntó por el trabajo... me preguntó si quería salir con ella a tomar algo. Tenía en mente que una copa significaba un acercamiento, tal vez más, quizás la posibilidad de volver a estar juntos. A quién le importaba si había salido a follar o a chupársela a algún otro chico o chicos. Aunque me fastidiara, todavía la quería.
Miré los libros sobre la mesa y pensé que no podía cometer otro error. Estaría jodiendo mi futuro... además mi madre se sentiría defraudada... Sabía que tenía veinticuatro años y ya era independiente, pero aún así lo haría, especialmente después de todo lo que ella había estado haciendo por mí.
Finalmente, le dije a Carmen que en ese momento estaba muy liado estudiando, que la siguiente prueba sería en unos días y que necesitaba aprovechar el poco tiempo del que disponía, que cuando acabara ya la llamaría. Noté su sorpresa por mi negativa, pero antes de que pudiese hacerme cambiar de idea, colgué el teléfono.
Después de la llamada estuve callado un buen rato, no hablé mientras tamborileaba con mis dedos sobre los libros, aunque sin leer ni una palabra. Mi madre me revolvía el pelo, cómo cuando era niño, cuando pasaba por mi lado. Eran solo las once cuando se acercó y me acarició los hombros... una hora antes de mi hora habitual para dejar de estudiar.
"Ya has hecho suficiente por esta noche", dijo. "¿Por qué no guardas las cosas y podemos hacer... podemos hacer lo que hacemos. ¿Te parece bien?"
Sí, sonaba bien. Recogí las cosas, entré en mi habitación, me desnudé, me tumbé en la cama y esperé. Después de unos minutos mi madre entró y para mi sorpresa ya estaba desnuda de cintura para arriba. Ella se acercó y se sentó en la cama junto a mí.
"Me alegro de que no hayas salido con ella esta noche", dijo, retirandome el pelo de la frente mientras hablaba.
"¿Cómo sabías que ella...?"
"Tenía mi oreja pegada a la puerta de la cocina", sonrió. "¿Crees que no voy a escuchar a escondidas cuando preveo problemas para mi hijo?".
"No me apetecía verla", mentí.
"No estoy seguro de que sea cierto, pero era lo más inteligente que pudiste hacer... Créeme que lo fue".
Alcé la mano y jugueteé distraídamente con su pecho.
"Quiero probar algo diferente, ¿de acuerdo?"
"¿Qué?"
"Hazme un poco de sitio." , dijo indicandome con la mano que me moviera.
Parecía un poco avergonzada cuando se levantó y luego se subió de rodillas sobre la cama inclinandose hacia mi polla. Me encantaba cómo se le caían las tetas cuando se inclinaba así, parecían ubres listas para ordeñar. Me lanzó una rápida mirada y luego inclinó la cabeza y besó la parte superior de mi pene, un beso fugaz.
"Voy a tratar de hacerlo con la boca", dijo con voz vacilante. Ella se inclinó y lo besó de nuevo. "Probablemente no sea tan buena en eso como Carmen. Si no lo estoy haciendo bien, puedes ..."
"Estará bien", le dije con voz entrecortada, sin creer lo que acababa de decir.
"No lo eches en mi boca", advirtió. "No estoy bromeando."
"Te diré cuando esté a punto".
"¿Prometido?"
Solo asentí. Mamá cuadró los hombros y ladeó un poco la cabeza, como si se preparara para algo que temiera. Usó su mano para empuñar mi polla hasta que se elevó directamente de mi cuerpo, chupandose los labios para humedecerlos... besó la punta, lo hizo de nuevo... una gota brillante de liquido preseminal fluyó del orificio de mi pene.
"Será mejor que lo haga ahora o no me voy a atrever nunca", se rió entre dientes nerviosa, y de nuevo con aire ausente humedeció sus labios. Respiró hondo, separó los labios y bajó la boca sobre mi polla que parecía vibrar esperando ansiosa. La calidez de su saliva, la humedad resbaladiza era increible. Ella se irguió y cautelosamente bajó su cabeza otra vez, tuvo una ligera arcada por intentar tragar demasiado y tosió un poco. Pensé que se apartaría y se daría por vencida, pero cerró los ojos y con determinación bajó nuevamente, colocándosela de nuevo en la boca, respirando por la nariz. Ella comenzó un ritmo lento y titubeante, arriba y abajo, deslizando sus labios tal vez un par de centimetros hacia arriba y hacia abajo. Abrió los ojos y me lanzó una mirada, una sonrisa tímida con la boca llena con la polla de su propio hijo.
"La lengua, usa la lengua," resollé, la adrenalina corriendo por mis venas. Sus labios estaban muy húmedos, mi pene hinchado brillaba. Cerró los ojos y comenzó a trabajar en él otra vez, su lengua rodando a lo largo de mi polla... En ese momento sentí que estaba a punto de correrme.
"Voy a acabar", dije rápidamente. Mantuvo la boca apretada, deslizandola sin parar, como perdida en la experiencia. "Mamá, yo... ¡Ya viene!" Grité, estirándome para retirarla mientras el orgasmo me subía por la columna vertebral... sus ojos se abrieron cuando por fin conseguí separarla y se echó hacia atrás... el primer chorro de semen le salpicó directamente en la barbilla, el segundo le cayó en las tetas con un 'splat' literal. Mis ojos se cerraron mientras los espasmos del orgasmo recorrian mi cuerpo... No sé cuantas veces eyaculé, pero ella no dejó en ningún momento de masturbarme hasta que no quedó nada más en mi interior, entonces me di cuenta de que su mano bajaba el ritmo suavemente. Abrí los ojos y vi el semen goteando por su cara y sobre su barbilla, riachuelos gruesos, más chorros en sus pechos y deslizandose grumosos hacia abajo hasta su redondeado estómago.
"Estoy hecha un desastre", soltó una risita.
"Lo siento."
"¿Por qué? ¿Me advertiste como te pedí, no?", Dijo mientras me soltaba y se ponía de pie al lado de mi cama, con los dedos tocando su rostro mojado. Parecía curiosamente divertida, me miró e hizo una pequeña reverencia. "...Te has comportado como un caballero".
"Tuviste..."
"Voy a quitarme un poco todo 'esto' y luego... volveré para limpiarte".
Sin embargo, ella no regresó, o al menos yo no me dí cuenta. La escuché, el agua que corría en el baño y luego la ducha. No podía creer que mi madre lo hubiese hecho... Me había corrido tan fuerte que estaba agotado. ¡Menuda noche!
Cerré los ojos y sentí el sueño caer sobre mí. Me quedé dormido pensando que podría tener cualquier cosa que quisiera de mi madre. Todo un mundo de posibilidades se abría ante mí.
A la mañana siguiente me despertó como siempre... Estaba tan profundamente dormido que tuvo que empujarme para que espabilara. Levanté la vista medio atontado... allí estaba de nuevo mi madre, de pie, en topless, las manos cruzadas sobre sus pechos.
"Buenos días", murmuré.
"¿Listo?"
"Creo que todavía estoy medio dormido", dije, desperezandome.
"Anoche no pude despertarte", continuó. "Vine después a limpiarte, pero ya estabas fuera de combate".
Asentí y me apoyé en los codos para erguirme un poco.
"¿Así que estás listo, o no?", presionó.
"Sí, claro que estoy..."
"Voy a hacerlo como lo hice anoche, ¿Te parece bien?"
"Te refieres a..."
"Creo que sabes lo que quiero decir", dijo a sabiendas, extendiendo la mano y tirando de la sábana para destaparme.
"Tengo que orinar primero", le dije, mi polla endureciéndose a pesar de mi vejiga llena.
"Vé", dijo, señalandome el baño. Me levanté y me sentí raro saliendo desnudo así. Oriné y al acabar lo sacudí para vaciar las ultimas gotas, y antes de irme lavé mi pene cuidadosamente en el fregadero. Mis manos temblaban mientras me secaba con una toalla de mano. La expectación había evaporado los ultimos vestigios del sueño.
Caminé completamente erguido y desnudo... mi madre estaba sentada en la cama. La miré, los pantalones de su pijama que se le enganchaban a mitad de la pantorrilla, las pantuflas rosadas del dormitorio. Me acerqué a ella y me quedé allí... Se lo presenté.
"¿Quieres que lo haga así, contigo de pie?"
Sin decir ni una palabra, me acerqué más y asentí. Me incliné y tomé sus tetas desnudas en mis manos, amasándolas suavemente contra su pecho.
"...Bueno." , dijo ella.
Ella se inclinó un poco hacia adelante, levantando su mirada hacia la mía y se inclinó para besar la punta de mi polla. Asintió y se inclinó de nuevo y se la introdujo en su boca, mucho más relajada que la primera vez, comenzando a usar su lengua sobre mí como si de repente hubiera recordado mis instrucciones de la noche anterior, los ojos abriéndose de vez en cuando para mirarme a la cara. Esta vez duré varios minutos; "Mamá, estoy a punto..."
Mi madre echó la cabeza hacia atrás, sin darse cuenta del delicioso hilo mezcla de saliva y liquido preseminal que se estiraba desde sus labios hasta mi polla. "Hazlo. Está bien".
"Te refieres..."
"Solo hazlo", susurró y volvió a chupar, ahora más rápido, mis manos sujetando la parte superior de su cabeza, su pelo suave entrelazado entre mis dedos...
"Aquí esta, ya voy..." Me escuché gruñir ... metiéndosela totalmente en la boca, poniéndome de puntillas cuando eyaculaba, notando los chorros salir, sintiendo tanto como escuchando los bufidos de mamá en pánico al atragantarse, sus manos sobre mis muslos intentando alejarme de ella.
Y eso hice... me alejé... retirando mi polla del interior de su garganta... Comenzó a toser. Parecía un poco aturdida mientras se le escapaba el semen de la boca... le caía por el labio inferior, por su barbilla... hacía gestos como si tuviera algo estaba atrapado en su garganta. Miró a su alrededor y finalmente arrugó mi sábana y escupió en ella, escupió de nuevo un par de veces más, y al final se frotó con ella limpiándose la barbilla.
"Voy a lavar las sábanas hoy", dijo finalmente.
"Mamá..."
"Vístete. Te prepararé el desayuno".
Fuí a trabajar esa mañana sin decir ni escuchar una palabra más. Ella besó mi mejilla en la puerta y me hizo un gesto de despedida mientras recorría el rellano hasta el ascensor.
Esa noche, no hablamos nada sobre lo que había ocurrido. Cenar, estudiar, ella ocupada lavando los platos y luego mirando la televisión con el volumen bajo.
Me fuì a la cama a las once y esperé. Las sábanas efectivamente estaban recién lavadas y el olor a lavanda del suavizante llenaba la habitación. Pasaron diez minutos cuando finalmente ella entró, quitándose la chaqueta del pijama y doblándola cuidadosamente sobre la mesilla.
"¿De pie o acostado?", preguntó
No respondí.
"Cuando yo... cuando te la chupe, ¿quieres estar de pie o tumbado en la cama?"
"...De pie."
Me levanté y me quedé allí mientras intercambiabamos los lugares. La detuve antes de que ella se sentara en la cama y me incliné sobre sus pechos desnudos. Succioné sus pezones, primero uno y luego el otro. Mientras, mis manos recorrían libremente sus tetas, apretandolas, acariciandolas. Ella simplemente se quedó allí parada y me dejó hacer lo que yo quería, aunque lo que deseaba cada vez más era poner mi mano en la parte delantera de su pijama y acariciar su sexo. Aunque me contuve.
"Bueno, vamos", dijo finalmente, dejando caer su amplio trasero sobre el borde del colchón. Me acerqué. "...Entonces, ¿lo hice bien?", preguntó timidamente.
"Sí... estupendamente".
"¿Y acabar en... mi boca?"
"Sí, eso fue... eso fue genial".
Ella asintió y me acarició con su mano. "...Bueno, si quieres puedes hacerlo de nuevo". Una sonrisa pícara y traviesa; un guiño más avergonzado que atrevido, entonces mi madre se inclinó y se puso a trabajar.
El segundo examen fue todo un exito. Nuevamente una de las puntuaciones más altas. Como consecuencia, hubo felicitaciones en el trabajo por parte de los compañeros, y Don Pedro me invitó a almorzar en un restaurante de alto standing con dos de los socios de la firma.
Mis padres estaban extasiados. Papá dijo que por fin estaba bien encaminado; un examen más y con suerte podría enviar a mi madre de regreso con él. Su esposa, que me había chupado la polla dos veces al día durante cada uno de los últimos nueve días; durante los últimos siete ella se había tragado cada gota de mi semen. Esa noche escuché parte de la conversación entre mis padres, y mientras lo hacía, no dejaba de pensar en cómo ella me había confesado recientemente lo mucho que disfrutaba cuando me corría en su boca, era evidente que esas palabras lascivas la habían sorprendido a ella tanto como a mí en el mismo instante que las decía.
No podía negar que le fascinaba chuparme la polla... le encantaba que eyaculara en su boca. Podía ver el color intenso en sus mejillas mientras me lo hacía, la anticipación en su mirada cuando acercaba su boca a la bulbosa cabeza de mi pene. A ella se le escapó hacía dos noches y pronunció la palabra "polla"...
"Me encanta chupar tu polla" , dijo con un ronroneo mientras se la sacaba un instante de la boca. La mañana antes la hice ponerse de rodillas, había puesto a mi propia madre a chuparme la polla sobre sus jodidas rodillas, había mirado hacia abajo y en un momento de lucidez pensé que debía comportarme como un buen hijo y tiré una almohada al suelo para que no se hiciera daño.
A partir de ese momento, fue como si un dique de contención se hubiese roto, desatando todas las inhibiciones. Me di cuenta de que podía tomar esa bonita boca suya como yo quisiera. Su genuflexión ante mí en el duro suelo, o sentada en la esquina de mi cama... la mañana anterior. La última vez gateando sobre la cama, agachándose entre mis piernas mientras jugueteaba con mi polla primero con sus pezones y luego con la punta de su lengua. No le dije nada... en realidad, ni siquiera me lo preguntó... pero solo por instinto ella se metió mis testículos en la boca, lamiéndolos como si fueran caramelos, mientras seguía meneandomela con la mano. Carmen, siendo la zorra que era, nunca había intentado esa maniobra. No es que me diese mucho placer, supongo que es cuestión de gustos, pero era enloquecedoramente caliente ver a tu propia madre haciendotelo .
La noche anterior a mi examen fue solo otra mamada. Excelente, como siempre, pero sin florituras. Mamá simplemente se sentó en mi cama, se inclinó y comenzó a chupar rapidamente hasta que me drenó todo el semen.
"Ahora vete a la cama, mañana será un gran día", dijo mientras apagaba las luces.
Me quedé allí tumbado e intenté dormirme. La prueba era al día siguiente, y estaba preparado. Sabía que la aprobaría, pero también sabía que mi madre pronto volvería a casa con mi padre. Así era como sería. ¿Después hablaríamos alguna vez sobre nuestro pequeño 'secreto' de las últimas semanas? ¿O simplemente lo olvidariamos?
Salí de mi cama y fui al salón donde dormía mi madre. Quería hablar con ella... Me entró el pánico al darme cuenta de que probablemente se marcharía en unos días. Abrí la puerta y me detuve en seco. La habitación estaba oscura, el sofá cama donde dormía apenas visible en las sombras. Escuché unos gemidos suaves, y el leve movimiento de su cuerpo en la oscuridad.
Presioné el interruptor de la pared y parpadeé cuando se encendió la luz. Mi madre se sentó de un tirón en la cama, sobresaltada y cegada por la luz, las finas sábanas y mantas apretadas contra su barbilla.
"Dios mío, Carlos..." espetó, levantando una mano para protegerse los ojos.
Me acerqué a la cama, sin darme cuenta de que había ido hasta allí completamente desnudo. Me senté junto a ella y el somier de metal del sofa-cama gimió bajo nuestro peso.
"Estaba durmiendo..." , dijo ella.
"No, no lo estabas". le dije y agarré la sábana .. ella tiró de ella hacia sí, apretandola contra su cuerpo. Tiré una vez, luego otra más fuerte.
"No", se quejó.
Tiré de la sábana de nuevo y lo conseguí, se le escapó de los dedos. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ella miró hacia otro lado. Deslizé la sábana lentamente. Tenía puesta la parte superior de su pijama... bajé más... estaba desnuda por debajo de la cintura. Tiré la sábana hasta abajo. El pantalón del pijama estaba bajado hasta sus tobillos, con una pierna liberada.
"No te detengas..." , le dije.
Su vello púbico era oscuro y muy espeso. Mis ojos aún no estaban aclimatados a la luz, pero pude ver la humedad en sus rizos, gotitas de rocío en el grueso cabello moteado de grises.
Me incliné y mamá trató de empujarme hacia atrás, sus dedos se enredaron en mi cabello.
"...¡No!"
Bajé mi rostro y rocé con mis labios a lo largo de la parte interna de su muslo. A Carmen le había encantado ese movimiento; sentí que mi madre se estremecía al tocarla.
"No..."
Puse mi boca contra su sexo, sentí el calor de su vagina elevándose y sin ningún pensamiento besé su humedad.
Fui rápido y directo. Separé los pétalos de su sexo, encontré el clítoris hinchado. Lo chupé, lo lamí. Mi madre llegó en lo que parecieron segundos, un orgasmo que hizo que sus piernas se pusieran rígidas, su mano en mi frente, tratando de empujarme mientras alcanzaba su punto máximo. Me moví, librandome del agarre de su mano y me abalancé de nuevo sobre su clítoris, acariciandolo con mi lengua frenética mientras la empujaba a otro orgasmo, su vientre convulsionandose cuando se acercaba, su mano presionando ahora mi cabeza contra ella.
Se tiró una almohada sobre la cara y un grito ahogado hizo eco cuando la mordió, sus pesados muslos se cerraron alrededor de mi cabeza, su coño se agitó contra mi boca.
Luego todo terminó, tan rapido como una tormenta de verano. Ella tenía la almohada bien apretada contra su cara, su pecho se veía por debajo de la parte superior del pijama. Rodó hacia un lado y se hizo una bola, con las rodillas pegadas al pecho. Miré su culo expuesto... era rollizo y redondo, pesado sin ser flácido. Lo toqué y ella se encogió más fuerte en su bola.
"No..." , ella gimió.
Me puse de pie y la volví a tapar con la sábana, luego puse la manta sobre ella. Toqué su cabeza, acariciandole el pelo. Ella estaba temblando, aguantando a duras penas las lágrimas. Me incliné, le dí un beso en la cabeza y volví a mi habitación, apagando las luces de su cuarto antes de salir.
Esa mañana me desperté y vi a mi madre atareada en la cocina, agobiada, miré la esfera del reloj y me di cuenta de que me había dormido... recordaba su voz cuando antes me había llamado para despertarme.
"Vístete", dijo, asomandose a mi habitación. "...Vamos, Carlos, mira la hora".
Me senté y me di cuenta de que no era tan tarde... era el día de la ultima prueba... estaba programada para comenzar a las diez y todavía tenía mucho tiempo. Miré hacia la cocina para ver a mamá con su bata puesta, vertiendo leche en un tazón. Ella me llamó la atención. "Hoy tendrán que ser cereales, lo siento".
"Cereales está bien", dije. "¿Supongo que hoy no tenemos tiempo, no?"
Mamá miró hacia el pequeño reloj de pared. Dudó un instante y luego tiró de una silla al centro de la cocina y se sentó. "Tendrá que ser rapidito, cariño", dijo, haciéndome señas para que fuera a su lado. Me acerqué y ella extendió las manos y tiró de mis caderas para acercarme más. "Niño caprichoso" dijo sonriendo y bajandome el pantalón del pijama. La polla ya estaba erecta, y ella se la introdujo en la boca sin vacilar... chupó fuerte y rápido, experimentada después de tanta practica, la palma de una mano acariciando mis testiculos mientras la otra guiaba mi pene en su boca. Miré su cabeza moviendose adelante y atras, una y otra vez, recordé como la había pillado masturbandose anoche y como había conseguido que se corriese con mi lengua, aun me parecía saborear sus dulces jugos en mis labios. Esta vez no tardé ni dos minutos en correrme, y ella no paró de chuparmela hasta que me la dejó limpia y reluciente. Ni una profesional podría hacerlo mejor.
"Ahora, si ya estás satisfecho, ya te puedes ir", me reprendió aunque con una sonrisa. Me duché, me vestí, me comí mis cereales, y me fuí. Seis horas después abría de nuevo la puerta de mi apartamento. La ultima prueba había terminado, y sabía que la había clavado.
"¿Mamá?"
El estudio estaba ordenado y limpio. Silencioso. Vacío. Una carta estaba colocada sobre la mesa. La abrí, me senté en una silla, y comencé a leer.
Querido Carlos:
Sé que lo hiciste muy bien en tu examen de hoy. Has trabajado muy duro para esto y estoy muy orgullosa de tí. Espero haberte ayudado en el camino. He estado fuera de casa demasiado tiempo y necesito volver a la normalidad. Debes comenzar tu vida tú sólo. Me da miedo dejarte así, pero creo que verás que es lo mejor para tí. Te quiero mucho y no olvidaré nunca estos días.
pd: he hecho pollo con salsa, lo puse en la nevera. Hay ensalada de patatas en el táper verde.
Con amor, Mamá.
Me puse la carta en la frente y cerré los ojos, sintiéndome desconsolado.
Era un viernes y, como el lunes era festivo, el comienzo de un largo fin de semana. Habían pasado casi cinco semanas desde que mi madre regresara a casa y yo tenía un contrato fijo en la firma. Gracias, sobretodo, a las excelentes calificaciones que había conseguido en el master. Ahora que era un empleado a tiempo completo mi carga de trabajo se había más que duplicado... Don Pedro me llevó a almorzar esa mañana a un restaurante cercano al despacho. Entre otras cosas, me dijo que si todo iba bien vería un gran aumento de sueldo para el año siguiente, que iba a ser su ayudante principal y que trabajaría exclusivamente con las cuentas que él llevaba; que si no lo arruinaba, era una oportunidad segura de ser asociado en cinco años. Sabía que a lo largo de los años, varios de los ayudantes de Don Pedro se habían hecho socios, o los había despedido de buenas a primeras, y yo esperaba estar entre los primeros. Durante la comida se había tomado media botella de vino para acompañar un filete que haría llorar a un vegetariano, y la concluyó con una abundante ración de tarta acompañada de helado, un café y una copa de brandy. Esperaba que sus arterias le permitieran vivir lo suficiente como para conseguirme ese puesto de socio. Me preguntó cómo estaba mi madre.
Le contesté "Bien" y él me dijo que era una buena mujer, que tenía suerte de tener una madre como ella, alguien que se preocupaba por mí y que me había apoyado incondicionalmente.
Asentí con la cabeza, preguntándome cómo reaccionaría Don Pedro si supiera exactamente cual había sido el alcance de su 'apoyo'. Sabía que tenía suerte, pero todavía estaba un poco resentido con ella por cómo se había marchado. Terminé mi jornada un poco tarde y de camino a casa me paré a comprar un kebab para cenar. Las calles estaban tranquilas, con mucha gente fuera o a punto de marcharse para el largo fin de semana. Subí a mi apartamento, abrí la puerta y me detuve en el pasillo; las luces estaban encendidas y se escuchaba el sonido del televisor. Me dirigí hacia el salón y al entrar me sorprendió ver a mi madre pasando la aspiradora por la alfombra, de espaldas a mí.
"Oye", dije.
Ella se giró y sonrió... vacilante... y luego se echó en mis brazos abrazándome con fuerza.
"¿Sorprendido?"
"Sí" , respondí honestamente.
"¿Donde esta papá?"
"Pescando salmones en alguna parte de Asturias". Ella se apartó y me miró sonriendo, tocándome la cara. Recordé que mi padre me había comentado por teléfono el viaje que quería hacer con sus amigos; él me pidió que fuera con ellos, pero ahora que me acababan de hacer fijo no podía tener una semana libre y me excusé. "Quería bajar y pasar un tiempo contigo. ¿Está bien?" , dijo mamá.
"Por supuesto."
"Lamento no haber llamado. Temía que todavía estuvieras enfadado conmigo".
"No estoy enfadado contigo. Nunca lo estuve".
Ella se puso de puntillas y me besó en la mejilla. "Sí lo estabas, y con razón. No estuvo bien irme así, de esa manera. Yo solo ..."
"No estoy enojado. Sé que probablemente estabas asustada por lo que pasó".
"Hicimos lo que hicimos porque lo necesitabas, pero tenía que acabar. Sentí que era mejor hacerlo así, todo de una vez".
"Entonces, ¿cuánto tiempo te vas a quedar?"
"Cinco días, si no te molesto".
Besé su frente suavemente y la miré. Llevaba un vestido amarillo que le llegaba justo por debajo de la rodilla, zapatos blancos de punta abierta. Su pelo estaba peinado de peluqueria, llevaba un corte más moderno de lo habitual y el tinte había hecho desaparecer todas las canas. Una ligera capa de lápiz labial y algo de maquillaje disimulaban las pequeñas arruguitas. Incluso parecía algo mas delgada. La miré detenidamente, tanto que incluso se sonrojó. Me pareció guapísima.
"Me alegra que estés aquí. Realmente estoy muy contento", continué.
"...Te ves bien. ¿Cómo va el trabajo?"
"Me está yendo bastante bien", le dije entrando en mi habitación, quitándome la chaqueta y colgándola en el armario. Sentí a mi madre en la puerta mirando. Desaté mis zapatos y los puse en el armario, me quité los pantalones y, cuidándo de no estropear el pliegue, también los colgué.
"Esperaré en el salón a que te cambies", dijo.
"No, quédate aquí", dije, sacudiendo la cabeza, deshaciendo la corbata y desabotonando la camisa de vestir. Arrojé la camisa al cesto y luego la miré directamente, me subí la camiseta y la arrojé al cesto también. Me incliné para quitarme los calcetines y los dejé allí en el suelo.
"Carlos, nosotros... yo..."
Empecé a caminar acercandome a ella mientras hablaba. Mi pene estaba duro y abultaba escandalosamente en mis bóxers.
"Lo que hicimos... eso no puede volver a suceder. No puede", tartamudeó, sacudiendo la cabeza frenéticamente. "Vine aquí para poder hablar si fuera necesario. Eso es todo..."
Estaba junto a ella y le acaricié la mejilla con el dorso de los dedos. Ella todavía estaba hablando, pero yo no estaba escuchando en absoluto. Con delicadeza la volví un poco y encontré la cremallera que corría a lo largo de la parte posterior del vestido. Trató de girarse de nuevo para encararme, pero yo la sostuve con suavidad pero con determinación y le bajé la cremallera por la espalda, los hombros del vestido se deslizaron ligeramente. Introduje mi mano debajo del vestido y lo bajé hasta que la parte superior quedó agarrada entre sus manos. La volví a girar... la miré... frente a ella... estaba temblorosa y me miraba implorante. Tomé el vestido y estiré, dejándolo caer alrededor de sus piernas. Ella todavía estaba negando con la cabeza, sus labios se movían... pero mi mente parecía ir con el piloto automático y no registraba ni una palabra.
Ella estaba allí de pie sólo en un ligera combinación blanca. Metí mis dos dedos indices bajo las finas tiras sobre sus hombros y también las bajé. El tejido sedoso resbaló rapidamente hacia abajo, desmoronandose sobre el vestido. Ahora mi madre estaba parada frente a mí en un sujetador blanco liso, con un panty hasta por encima de su ombligo cubriendo su vientre ligeramente redondeado. Nunca la había desnudado antes, nunca le había quitado ni una sola prenda de su ropa. Ahora no estaba hablando y sus ojos estaban llenos de lágrimas. No me importó. Extendí la mano hacia atrás para desabrochar el sujetador... sin gancho... el broche estaba en la parte delantera. Lo desaté y lo deslicé sobre sus hombros, dando un paso atrás para tirarlo al suelo. Pasé una mano sobre el nylon transparente que cubría su culo. Ella se estremeció y la escuché decir "no" mientras deslizaba los dedos en su cintura. Bajé las pantimedias, poniéndome en cuclillas mientras las ponía sobre sus pies... que obedientemente levantó para mí.
"No deberíamos hacer... esto...", dijo mirandome a los ojos. "¿No comprendes, que no podemos...?"
Su carne palida estaba rojiza donde el panty había cortado su circulación. Miré las bragas blancas que llevaba debajo... sencillas, húmedas en la entrepierna. Las bajé, ignorando sus débiles protestas. Me levanté y la miré... su sexo estaba cubierto por un espeso vello, muy exuberante, más veteado de gris de lo que había notado esa noche en el sofá cama. Supuse que el tinte de la peluquería no llegó allí.
Pasé mis manos detrás de ella y sentí ese culo... amplio, carnoso, pero firme. Lo agarré y lo apreté ligeramente, mientras mi mejilla se apretaba contra la suya. Mis labios buscaron su cuello, besandolo suavemente. Ella se estremecía entre mis brazos.
"Desnudamé" , le susurré al oído.
Pero no hizo nada. Seguía abrazada a mí pero inmovil, y cuando iba a volver a pedirselo, al fin noté sus manos deslizando los calzoncillos hasta que cayeron a mis pies.
Ahora estabamos abrazados, de pie, totalmente desnudos, con mi polla erecta apretada entre nosotros.
Ella suspiró y tembló como si de repente estuviera congelandose de frio, aunque en la habitación hiciera un calor sofocante. La empujé ligeramente hacia la cama... trató de sentarse, como siempre hacía cuando me la chupaba conmigo de pie... pero se sorprendió mientras la empujaba tumbandola hacia atrás y trató de girar sus piernas sobre el colchón.
"No, no, no... ¿qué estás haciendo?", Jadeó mientras me tumbaba sobre su cuerpo desnudo. "Carlos, no, no puedes ..."
Puse un dedo en sus labios y la callé, separando sus piernas con las mías.
"No no..."
Agarré sus manos y las sujeté firmemente contra la almohada, luego presioné mi boca contra la suya. Ella luchó, sacudió su cabeza hasta que mis labios cubrieron los suyos. La besé con fuerza... su boca se cerró.
"Abre la boca", le dije, viendo sus ojos vacilar, ese segundo de resistencia antes de que sus labios se separaran. La besé de nuevo y groseramente metí mi lengua en su boca, sondeando, profundamente mojada... luego ella chupó, chupó con fuerza. Retrocedí y después de un segundo su lengua trabajó más allá de mis labios, hambrienta mientras se arremolinaba con la mía. Me chupó la lengua con fervor.
"¿Lista?" , le pregunté separando nuestras bocas a duras penas.
"Carlos, no podemos... "
Me puse de rodillas con las piernas aún más anchas, dirigí con mi mano la polla hacia abajo hasta colocar mi erección sobre su grueso montículo púbico. Su ensortijado vello púbico se sentía genial.
"¿Lista?" , repetí
"Carlos, nosotros ..." Levanté su cabeza para que pudiera verla además de sentirla, mi polla purpúrea frotandose entre los labios entreabiertos de su sexo.
"Dime que la quieres", susurré. "Dime que quieres mi polla dentro de tí... ¡Dilo!"
Ella finalmente asintió. Me incliné y la guié... su coño estaba caliente, empapado. Me deslicé facilmente en su interior, lentamente, centimetro a centimetro. Miré su cara y la encontré siguiendo la penetración con los ojos... horrorizada, cautivada por lo que le estaba sucediendo. Era demasiado joven para darme cuenta de lo que ella probablemente estaba pensando... que había sido concebido por el mismo acto veinticuatro años antes, que había cobrado vida en ese mismo lugar... y ahora estaba penetrandola el mismo fruto que había salido de su vientre. Terminé de metersela con un fuerte empujón que la hizo gritar. La besé de nuevo, con fuerza, sus ojos abiertos mientras enredaba mi lengua con la de ella. Y luego estábamos follando, empujando con fuerza, sin dulzura en absoluto mientras le taladraba el coño. Puse mi peso sobre ella, la aplasté contra la cama, mis manos bajaron para agarrar sus caderas mientras la empujaba tan fuerte como podía.
"Ve más duro... más duro..." gimió ella en un laberinto de gemidos.
El orgasmo de mamá explotó devastador, sus ojos retrocedieron mientras gritaba salvajemente por el placer, su garganta resoplaba mientras gritaba otra vez, fuerte, un feroz balanceo de su cuerpo, espasmos moviéndose a través de ella y dentro de mí.
Ella había terminado entonces, derrumbandose desmadejada sin aliento... Me detuve y esperé, sus ojos se abrieron. Parecía perdida, como si algo se hubiera roto en su vida. Esperé hasta que ella fué más consciente y luego comencé a empujar de nuevo, no tan fuerte ahora, bajando el ritmo, pero constantemente. Poco a poco comenzó de nuevo a gemir acompañando mis penetraciones con sus caderas. Esta vez se alargó un poco más, pero finalmente estabamos de nuevo gimiendo a todo volumen. La miré a los ojos cuando finalmente eyaculé profundamente en el interior de mi propia madre mientras ella se corría de nuevo entre espamos.
La alivié de mi peso quitándome de encima y me quedé allí tumbado, uno al lado del otro sintiendo que nuestra respiración se relajaba. Giré la cabeza y la miré, desnuda y jadeante, un brillo de sudor cubría su piel.
"Sabías que te follaría," susurré.
"No lo digas así", dijo con voz trémula.
"Sin embargo, lo sabías" , presioné.
Ella vaciló y luego se encogió de hombros. "Sabía que querrías... que querrías que te lo hiciera de nuevo con la boca".
Me levanté un poco para mirarla; allí tumbada parecía vulnerable, un poco despeinada, su lápiz labial corrido. "Deja de mirarme así. Estoy gorda y... soy vieja".
"Creo que eres preciosa", dije, y es lo que verdaderamente sentía.
"...¿Entonces te gustó?"
"¿Follarte?"
Ella negó con la cabeza y dejó escapar una pequeña sonrisa. "...Sí, follarme. ¿Estás contento de que lo haya dicho?"
"Lo siento."
"No, no lo sientes... pero no me respondistes".
"Me encantó... follarte".
Mamá se mordió el labio inferior y negó con la cabeza. "Creo que arruiné todo".
"Ha cambiado. No está arruinado", respondí. "...Me salvaste. Me sacaste del pozo en el que estaba hundido, y si antes te quería ahora te amo con todas mis fuerzas".
"...¿De Verdad?" , ella sollozó.
"Absolutamente", me incliné y agarrandole un pecho le besé el pezón suavemente. Me abrazó apretandome contra ella. Era dulce y cálida, como debería ser una madre, a excepción de que nosotros dos estuviesemos completamente desnudos y mi polla se volviera a poner erecta apretada contra su sexo. "Entonces, ¿te vas a quedar aquí cinco días?"
"...Tal vez seis", sonrió.
Me encontré con su sonrisa y comencé a hacerle el amor otra vez.
¿FIN?