Una magica pasión

Me enamoré de un chico y fue fantastico...

Una mágica pasión.

Era el chico más lindo que había visto. Hacía un mes que se había mudado al barrio y ya despertaba pasiones. Se llamaba Camilo y era colombiano. Siempre estaba rodeado de chicas lindas y era muy guapo. Era verano y él por las mañanas solía pararse en el porche de su casa solo en shorts, sin camisa, mostrando su perfecto cuerpo con su abdomen plano, bien formado y sus pectorales espectaculares, sus buenas y fuertes piernas con poco vello y su culo perfecto. Yo salía a correr todas las mañanas y pasaba por su casa y él siempre me saludaba. Era muy simpático y la verdad es que me gustaba mucho. Y es así que todos los días se repetía la misma rutina, yo pasaba, lo saludaba, él a mi y nada más. Hasta que un día me ocurrió algo inesperado.

Iba corriendo como siempre, cuando de repente lo miro y noto que él ya no era rubio, sino que se había teñido el cabello de azul y ahora estaba re-fuerte con ese color y yo fantaseaba y me lo imaginaba como un "príncipe azul" que llegaba en su corcel a rescatarme del peligro. Estaba tan sumergido en mi fantasía que no miré por donde iba y me tropecé cayendo de lleno al suelo. De inmediato sentí unos fuertes brazos que me levantaban y una voz angelical que me preguntaba si me encontraba bien. Dije que si, pero al pararme me dolía un poco el pie izquierdo. Él lo notó y me invitó a pasar a su casa a revisar mi pie y descansar un poco y yo acepté encantado. Me hizo sentar en el living y trajo un poco de hielo para mi tobillo. Estuvimos charlando un buen rato y cada palabra que salía de sus dulces labios parecía una música celestial para mí. Ahí fue que descubrí que era tenista y aparte de eso un experto en masajes; ofreció darme uno para mitigar el dolor de mi pie, así que me invitó a su cuarto y yo acepté sin vacilar.

En su habitación me pidió que me recostara en su cama, quitó suavemente mi calzado y mi calcetín, encendió unos inciensos para que me relajara y trajo un aceite especial para masajes. Comenzó a masajear delicadamente mi pie, para mí era un sueño hecho realidad, la suavidad de sus manos sobre mi piel hizo que me olvidara del dolor, yo lo miraba con ternura y mi verga comenzó a crecer y como yo estaba de pantalón deportivo él lo notó. Así que sin más ni más me quitó de un tirón el pantalón y se abalanzó sobre mí besándome frenéticamente. Sus manos recorrían mi pecho y yo sentía la dureza de su palo en mi abdomen. Prosiguió quitándome la camiseta, me puso boca abajo y comenzó a morderme y besarme el cuello, luego la espalda, bajó hasta mis nalgas, me arrancó con sus dientes mi tanga y metió su lengua en mi ano. En ese momento me entregué de lleno a él. Dios mío!, como movía esa lengua, que clase, que dominio lingual, que placer!. Aprisioné su espalda y lo traje contra mi y así súper juntos, él dando fuertes jadeos acabó dentro de mi, y fue lo máximo. Luego de descansar un rato comenzó a chuparme la verga muy suavemente y yo también quería hacerlo, así que hicimos un 69 súper lento y exquisito. Mi boca se deleitaba con el sabor de aquella verga y él hacía que la mía creciera más con sus caricias bucales.

Yo, ya no aguantaba más de placer y estaba por eyacular cuando él se detuvo, se ensartó y comenzó a cabalgarme. Primero lo hizo muy lentamente, pero luego aumentó el ritmo a medida que aumentaba su placer y no paraba de besarme. Yo, al límite del éxtasis, lo abracé y eyaculé como nunca antes lo había hecho. Él calló mis gemidos con un dulce y fuerte beso apasionado y estuvimos un rato así, los dos bien juntos, uno dentro del otro, formando por un instante un solo ser. Después nos duchamos, y yo me fui hacia mi casa y desde ese día comenzamos a pasar mucho tiempo juntos. Pero como lo bueno dura poco, un día me dijo que regresaba a su país y que quería que lo acompañara. Yo quedé atónito ante tal noticia y se me vino el mundo abajo; me aterré y le dije que yo no lo podía acompañar. Así que se marchó y cuando lo hizo ahí entendí que había cometido un error. Dejé que el amor de mi vida se fuera, y me desesperé.

Busqué en la ciudad a algunos buenos amigos de él que no sabían que era gay y que tenía algo conmigo, me dieron su dirección en Bogotá. Saqué mis ahorros del banco y lo fui a buscar, así sin más ni más, esperando que me perdonara. Lo deseaba con pasión y quería vivir a su lado para volver a sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Y lo encontré, fue una tarea ardua, la dirección que me dieron estaba mal, y me llevó más tiempo del que creí, pero cuando lo encontré valió la pena. Lo abracé como nunca antes y él a mi también, con lágrimas en los ojos le pedí perdón, le dije que fui un tonto, que por él iría hasta el fin del mundo, que fue lo mejor que me pasó en la vida. Y en cuanto llegamos a su casa, la habitación se incendió de pasión, nuestras bocas se fundieron en besos intensos. Nuestras manos recorrían cada parte de nuestros cuerpos tratando de recordar como eran, si habían cambiado en algo. Yo quería volver a ser todo de él otra vez, así que me acosté en la cama ofreciéndole mi cuerpo y mi alma. Él lo aceptó con gusto y me hizo delirar, me penetró en diferentes posiciones, hasta terminamos en el piso, sobre la alfombra. Me cogió como nunca nadie lo había hecho, yo lo quería más y más dentro de mí, quería que ese momento fuera eterno, hasta que eyaculó y me dejó marcados sus dientes en mi espalda.

Luego fue mi turno, primero mi boca recordó el sabor de su verga, su olor me fascinaba y la chupaba sin parar, después lo puse en cuatro y comencé a lamer muy bien su culito que estaba deseoso de mi palo y cuando estuvo bien lubricado se la metí de una y gozamos sin parar. Lo tomé fuerte por las caderas y lo cogí duro y él pedía más y así seguimos un buen rato hasta que acabé y lo llené de espesa y tibia leche. Y desde ese día, nunca más nos separamos.

Ahora ya tenemos cinco años juntos y él continua como instructor del Gimnasio de su familia y yo obtuve una plaza como maestro en la Universidad de Bogotá.