Una madura y un mal día
Un día interminable, acaba con una señora madura bien follada.
Eran las 21:45, por fin había acabado la jornada laboral, de un día demasiado largo, en mi pequeño taller. Me quité el mono de trabajar y me dirigí al bar de enfrente a tomar una cerveza antes de irme para mi casa.
Entre en el bar y me quedé sorprendido, ya no había ningún cliente. Pensé, día 24, ¡coño! Cada día se notan antes las penurias de los finales de mes.
Pedí una cerveza, la cual tome casi de un trago, cuando me disponía a pagar , se abrió la puerta del local , y un olor a perfume caro inundó la estancia, al tiempo que hacía acto de presencia Consuelo.
Consuelo es una clienta mía de unos 70 años, debería doblarme la edad, o eso me parecía, con su primaveras muy bien llevadas, eso sí.
Morena de media melena, algo rellenita, y de mi altura mas o menos 1.70.
Una mujer a la cual se le adivinaba, que tubo una gran belleza en otro tiempo, y a la que, una vida acomodada, no la había castigado sobremanera.
Viuda ya, de un importante medico de mi ciudad, tanto ella como sus hijos, son clientes míos,y aun que mi trato es simplemente profesional, la conozco desde hace mucho tiempo.
Que alegría encontrarte aquí- Saludó Consuelo al tiempo que entraba en el local- Me acaba de parar el coche aquí al lado y no lo doy arrancado. ¿ Podrías mirarlo un momento?- pregunto al tiempo que esbozaba una sonrisa con sus labios perfectamente pintados
Claro , sin ningún problema- Contesté al tiempo que maldecía mi suerte, esté día no acabaría nunca.
Nos dirigimos al coche, el cual tenía aparcado a unas calles de donde nos encontrábamos. Tras examinarlo, me di cuenta que el problema no se podía solucionar en un momento, por lo que gentilmente, me ofrecí a llevarla.
Ya en mi coche, Consuelo no paraba de darme las gracias explicándome que se había quedado sola esta semana y necesitaba el coche lo más rápido posible.
Cuando llegamos a su casa insistió en que me invitaba a cenar, yo desistí en un principio pero dado su perseverancia, no tuve más remedio, que aun que no cenara, si al menos tomaría una cerveza.
Su casa estaba lujosamente decorada, algo antigua para mi gusto, pero se notaba que todo lo que allí había era de un considerable valor. No se que pasaba por mi cabeza, pero después de un día agotador que no parecía acabar jamas, solo deseaba irme a casa y no aguantando las historias de una vieja clienta, sobre el viaje que sus hijos estaban realizando en no se que exótico país, por lo que apurando mi cerveza, me dispuse a irme, cuando no se por que motivo oímos los dos un golpe grandísimo que provenía del piso de arriba.
Nos miramos, puesto que la casa era un chalet y no debería haber nadie. Consuelo se vino hacia mi y se agarro a mi brazo como si de su salvación se tratara. Yo la mire preguntándole con la mirada si debería haber alguien en el piso de arriba, a lo que ella respondió con un casi imperceptible no. Con una cara descolocada, presionando fuertemente mi brazo y pegando su pecho a mi fuertemente.
Nos quedamos los dos en el más absoluto silencio, creo que incluso conteniendo la respiración, cuando tras unos segundos comprobamos que no se oía nada.
- Por favor, vete a mirar- dijo suplicante Consuelo con un tímido hilo de voz, a la vez que me soltaba, pero permaneciendo completamente pegada a mi cuerpo.
- No se preocupe – dije yo para tranquilizarla, aun que en mi interior no las tenia todas conmigo, pero viéndome como el único de los allí presentes, con valor para subir al segundo piso.
Subí despacio, pero intentando dar seguridad a mi anfitriona, la cual me seguía a corta distancia. Entré en la primera habitación la cual se suponía debía ser de invitados, nada extraño en su interior. La segunda era una habitación mucho más grande, esa si debería ser la principal, y allí estaba, la cómoda, volcada.
Una pata había roto y todo estaba por el suelo. Los cajones estaban volcados y sobre el suelo, un mar de bragas, calcetines, sujetadores, y reluciendo en el medio de todo ese desorden , se encontraba un bonito y lujoso consolador, completamente plateado, un juguete de no muy considerable tamaño, pero lo suficiente para su conocido cometido.
Los dos quedamos mirando en silencio para el rey de ese catastrófico desorden, y consuelo roja de vergüenza y evitando mi mirada, lo tapo rápidamente con un puñado de ropa interior que almaceno en sus manos velozmente.
-No se preocupe Consuelo- Traté de tranquilizarla. Aun que en mi interior no podía más que imaginarme, a esa vieja con tan bonito artilugio en su ya experimentado conejito.
- Hay niño, que vergüenza- Contestó al tiempo que se tapaba la cara con ambas manos, y sus mejillas blancas por el susto hasta ese momento, enrojecieron como si de dos pequeñas estufas se trataran.
Sin pensarlo mucho , la abracé fuertemente, y dándole un beso en sus enrojecidas mejillas, le susurré para tranquilizarla
- Por favor Consuelo, no se entristezca, es algo normal.
Y como involuntariamente, le di un pequeño beso en la oreja, luego otro en su mejilla y luego apartando sus dos manos, me lancé a su boca la cual se encontraba inerte, imagino que asombrada por tan extraña reacción por mi parte.
Yo estaba fuera de sí, no me reconocía, mi boca devoraba sus labios, sin recibir respuesta, y mis manos la abrazaron, cogiéndole fuertemente la espalda y el culo.
Entonces Consuelo sacando fuerzas de no se sabe donde consiguió empujarme algo, alejándome escasos centímetros de su cuerpo, a la vez que me miraba una cara de completa desorientación.
Yo sin darme por vencido, y poseído por una calentura poco habitual en mi, me volví abalanzar sobre la vieja y tirándola sobre la cama le arranqué violentamente los botones de la blusa a la vez que me abalanzaba encima de ella, haciendo fuerza con mis piernas contra las suyas.
Excitado, con el corazón a mil por hora, empecé a recorrer su ya desgastado cuerpo, con mis manos y mi boca, intentando alcanzar a través de las copas de su sujetador , el ansiado tesoro que este escondía. Cuando por fin mis labios, encontraron un arrugado , pero enorme y marrón pezón, este, fue devorado con ansia y lujuria desmedida, sin que Doña consuelo pareciera dar crédito a lo que estaba sucediendo, pues de su boca solo salia. ¡hay dios mio! ¡hay dios mio!
Así como estaba sin dejar de hacer presión sobre la vieja, me baje el pantalón de mi chándal, y saque mi ya duro miembro de su encierro.
Un grito seco salió de la boca de consuelo, cuando instantes después le despoje de sus pantalones y sus bragas, nada sexys por cierto.
Consuelo tenía el coño peludo, arreglado, pero peludo, y desprendía un fuerte olor, imagino que del trasiego de un largo día, andando de un lado para otro.
No me lo pensé mucho y acerque mi polla a punto de reventar, a su irresistible coño.
Empece a empujar , al tiempo que la guiaba con una de mis manos, . Le costaba, entrar, estaba seco y la vieja no ponía nada de su parte. En este punto, ya fuera de mi, empecé a morderle con un poco de furia sus pezones, lo que hizo que relajara su coño y permitiera a mi polla poder al fin poseer a esa puta, que me había fastidiado el final, de mi ya jodido día.
Cuando ya le tenía dentro, empecé a bombear con furia, sin miramientos, al tiempo que lamia su cara e intentaba invadir su boca. Era una follada salvaje, en la que yo notaba que la vieja, se iba rindiendo pollazo a pollazo. No duro mucho, la excitación que sentía era máxima, y en poco tiempo explote en un extraordinario orgasmo.
La llené, no pare de follarla hasta que salió la ultima gota.
Cuando ya había acabado, salí de ella, y dejándola, me tumbe en la cama, estaba agotado, había sido una experiencia corta, pero terriblemente intensa.
Después de unos segundos, en los que mi mente solo deseaba reponerse de tan titánico esfuerzo, por primera vez desde mi primer beso en su cuello, , mire a los ojos de Consuelo.
Estaba quieta, como en shock. Su cara era inexpresiva, miraba al techo, aun tumbada en la cama como yo la había dejado. Miré para su entrepierna y el semen resbalaba por sus muslos, los labios del coño, se veían enrojecidos y sus flácidos pechos, aun brillaban por los restos de saliva que yo había dejado tan ferozmente unos instantes atrás.
Me levante y recompuse mi ropa. Consuelo seguía inerte, sin mencionar palabra, la verdad es que por primera vez desde la primera caricia, me empezaba a invadir una sensación de miedo. ¿Acababa de violar a la vieja?. ¿La habría matado?.
Cuando en mi interior se agolpaban los sentimientos de culpa y arrepentimiento, empece a sentir moverse a Consuelo.
Se incorporo poco a poco, no me miraba. Su mirada estaba fija en sus ropas todas desgarradas. Se levanto, lentamente, como dolorida.
Entro en el baño y cerró la puerta tras de si. Yo no paraba de observarla, no sabia que hacer ni que decir. Cuando sentí que se cerraba la puerta del baño, aproveché y salí escaleras abajo.
Y así sin despedirme, dejando atrás uno de los polvos más salvajes de mi vida y quizás, de la larga vida de Consuelo. Y así, con un sigilo inusual en mí, y en completo silencio, me fui.
Esa noche casi no pegué ojo, no podía parar de pensar en lo sucedido. A la mañana temprano me levanté y me dirigí al taller. Allí me esperaban dos agentes, acompañados por Consuelo. Ahora esta si me miraba, pero no con miedo ni con deseo, me miraba con desprecio, con una ira y una sed de venganza que jamás había visto en una mirada.
El juicio fue rápido, había cientos de pruebas en mi contra, mi abogado el pobre no pudo hacer nada a mi favor, teniendo en frente a uno de los Bufetes de abogados más prestigiosos del país.
8 años después, solo sin amigos, sin mujer y alguna que otra penuria carcelaria que prefiero olvidar, solo me quedan ya 18 días para volver, a mi ansiada libertad otra vez.
Sin duda un mal día aquel 29 de Septiembre