Una madura caliente (segunda parte)
Al fin se concreta el deseo de una mujer casada, adicta al BDSM (Se recomienda leer la primera parte)
Después de lo sucedido en el McDonalds, Andrés me pidió que nos encontráramos nuevamente en ese local, para luego ir a su casa. Yo estaba muy fastidiosa porque el día anterior me había dejado con las ganas pero no dije nada.
Me vestí de manera un tanto provocativa, blusa ajustada, falda corta, sandalias, y solo una tanga como ropa interior. Estaba realmente caliente, lo único que deseaba era que ese hombre me tomara de una buena vez.
Me recibió con una enorme sonrisa y un beso muy dulce en mis labios, me tomó de la cintura y comenzamos a caminar. A los pocos metros ingresamos a un edificio, y ya en el ascensor comenzó a tocarme el culo, metió la mano por debajo de la falda y rozó mi vagina. “Ya estás mojada, puta, así me gusta. No sabes lo que te espera”.
Apenas entramos comenzó a tratarme de manera más brusca, me puso contra la pared, dobló uno de mis brazos en mi espalda y me dijo: “Ahora vas a hacer todo lo que diga… si no estás de acuerdo, ahí tienes la puerta”. No pude decir nada, apoyó su bulto contra mis nalgas, me mordió la nuca, me lamió, estrujó mis tetas, me volvió loca.
“Qué vas a hacer, perra? Parece que quieres quedarte, entonces arrodíllate, pero antes desnúdate para tu macho”. Obviamente, me quité la blusa y la falda, quedé con la tanga y las sandalias, Andrés sonrió satisfecho, ya estaba sentado en un sillón, desnudo y con las piernas abiertas.
Se estaba tocando su verga, y yo no podía quitarle los ojos de encima: “Ven aquí de una vez, ocupa tu lugar, como corresponde”. Yo sabía que quería decir, así que me arrodillé en el piso y lo miré a los ojos, ansiosa por comer su falo.
Cuando empecé a inclinarme para chupársela me detuvo con una sonora bofetada. “Quien te ha dicho que podías mamarla? Estúpida!!!!, debes pedirle permiso a tu macho antes de hacer algo, hasta para hablar”.
Apenas si pude pedir perdón, estaba un poco asustada, y Andrés hacía todo lo posible para incrementar ese miedo. Me tomó del cabello, se acercó y me dijo: “Tú buscabas un amo, aquí lo tienes, aquí no hay nada de romance. Debes entender eso, que estás solamente para servirme…”.
“Ahora, manos atrás, levanta la cabeza y mírame!!!! Para que sirves, puta?”, me preguntó, y yo respondí: “Para servirte y complacerte….”, mientras rogaba que estuviera satisfecho con mi respuesta.
No dijo nada, empujó mi cabeza hacia su verga, pero me detuvo a pocos centímetros. “Huele, zorra…. La quieres?”, yo asentí, y me tomó de las mejillas, apretándolas…..”Entonces dímelo ya, quiero escucharte”.
“Por favor, quiero chupártela, como ayer… prometo hacerlo muy bien…”, le respondí. Sonrió, empujó mi nuca y me obligó a comerme su hermoso pedazo, me esmeré por tragarla toda, subía y bajaba por ese tronco, chupé sus bolas, volví a comerme la verga, mientras él gemía. “Lo haces muy bien, como una profesional, sigue así, vamos….”.
En un momento me sostuvo la nuca y comenzó a cogerme la boca con fuerza….y yo todavía tenía las manos atrás, estaba indefensa, pero también muy excitada. Al fin y al cabo estaba allí para eso, para que me usara como él quisiera.
Me jaló el cabello otra vez, se puso de pie y me tiró en el sillón. Se abalanzó sobre mi sexo y comenzó a lamer mi vagina, eso me fascinaba, pero cada vez que estaba por correrme dejaba de hacerlo.
“Por favor!!!!! Ya no puedo más”, dije, la respuesta fue otra tremenda bofetada…. “Recuerda que no puedes hablar!!!!”, comencé a sollozar, no podía aguantar, quería acabar y ese maldito me tenía ahí a su merced, sin mostrar nada de empatía.
Se mantuvo en silencio, se abalanzó sobre mí y me penetró bien fuerte, de un solo golpe, y comenzó a bombearme con furia: “Sé que te gusta así, ahora acaba para mí, para tu nuevo dueño”. No tuvo que esforzarse demasiado para darme mi primer orgasmo, fue una sensación maravillosa.
Andrés siguió dándome fuerte, golpeó mi cara, mis tetas, apretó mi cuello y así llegué al segundo orgasmo. Nunca mi esposo me había follado así, como si yo fuese a una cualquiera, estaba extasiada.
“Ponte en cuatro…. quiero ver esas nalgotas hermosas”, me ordenó, y obviamente le hice caso, me gustaba exhibirme para él, que se excitara conmigo y que deseara romper todos mis agujeros.
Me dio varias nalgadas, y cuando vio que mi reacción era favorable me pegaba con más violencia. Yo sentía el ardor en mis piel, disfrutaba muchísimo pero no podía decir nada sin su permiso.
Enseguida volvió con un cinturón y comenzó a azotarme el culo. “Te gusta, puta”?, me preguntó. “Sí, podés darme más fuerte, si querés, ayyyyy por favor, seguí así, no pares, ayyyy”.
Me pegó en las nalgas, la espalda, los muslos, los pies….Yo estaba entregada, disfrutando de ese macho dominante, al fin tenía uno para mí, y yo hacía todo lo posible para satisfacer todos sus deseos.
Luego metió la lengua en mi vagina, separó mis glúteos y volvió a penetrarme. Otra vez, de un solo golpe, no tuvo inconvenientes porque yo estaba húmeda todavía. Me tomó de la cintura y me dio bien fuerte, mientras me pegaba en las nalgas. “Que rica puta, por dios…”, gritó Andrés, y al escuchar eso volví a correrme…..una sensación maravillosa, una electricidad que recorrió todo mi cuerpo y me hizo gozar como pocas veces. Antes de que pudiera recuperarme empezó a lamer mi ano, yo solamente gemía, me daba un gran placer porque además ya sabía lo que me esperaba.
Con los propios jugos de mi vagina lubricó la entrada de mi ano y metió un dedo con el objetivo de agrandar mi agujero. Enseguida acercó su hermosa pija y empezó a enterrar la cabeza. El dolor era intenso para mí, pero solamente podía gemir, nada de hablar.
Andrés se dio cuenta que me estaba haciendo daño, la sacó y la volvió a meter, yo gemí de nuevo pero ya no hubo más cortesía de su parte. Me tomó de las caderas y la enterró de a poco. “Ya putita…. Falta poco para que ese culazo se trague toda mi verga, ya ahhhhhh así, que bueno, ahora sí eres mía, ni siquiera del cornudo de tu esposo, seguro que no te la mete de esta manera. Responde!!!”, gritó, y yo, dolorida y feliz le dije “no, él es muy dulce conmigo, pero yo necesitaba otra cosa…”.
“Lo sé, perrita, por eso viniste a mí. Que diría él si viera en este momento a su mujercita enculada por un viejo pijudo?”, vamos, ahora habla. “Diría que soy una puta, pero él no sabe que adoro serlo….me encanta que me sodomices, sigue así, te lo suplico ahhhh”.
Andrés aumentó el ritmo, yo sentía que me partía en dos, pero ya no tenía dolor, solo placer y el deseo intenso que se corriera en mí. La sacó, yo quedé jadeando, y volvió a penetrarme hasta el fondo.
Cuando yo pensé que iba a llegar, me puso boca arriba, con las piernas sobre sus hombros y me la metió en el culo con todas sus fuerzas. Me arrancó un grito de dolor, otro más, pero no se detuvo. “Ahora córrete para tu macho, es lo que mereces, tener otro orgasmo con mi vergota dándote placer”.
No pude más y me corrí como pocas veces, mientras Andrés también llegó casi al mismo tiempo. Pude sentir los chorros de su semen caliente invadiendo mi ano, me sentí plena, me sentí puta, me sentí feliz de disfrutar del buen sexo.
“A partir de ahora ese culo me pertenece, no quiero que se lo des ni siquiera al cornudo. Está claro?”, me ordenó, y yo cumplí durante los dos años que estuve junto a él.
Mi vida cambió desde entonces, cuando se terminó esa relación tuve otras ocasionales, pero siempre con la misma intensidad. Es lo que más me gusta, para mí el sexo se vive de esa manera, especialmente con un hombre dominante y perverso.