Una madura caliente (primera parte)

Una mujer casada descubre los placeres del bdsm y su vida cambia por completo

Desde muy joven me gustó el sexo, y si era fuerte, mucho mejor. Tuve distintas relaciones, pero hubo una que marcó a fuego, cuando tenía 20 años estuve enrollada con un hombre bastante más grande que yo. El fue quien me convirtió en una sumisa obediente y servil, y hasta el día de hoy sigo disfrutando con ese rol.

Luego me casé, tuve un hijo, y traté de dejar atrás eso, pero no podía. Aun casada tuve algún que otro amorío sin importancia, solo para saciar mis ansias de ser usada por otros.

Actualmente, tengo 46 años, mi hijo es adolescente y sigo con mi marido, aunque en el comienzo de esta historia las cosas no iban muy bien, ya que en ese momento él no me daba la atención que yo necesitaba.

Esto sucedió no hace mucho, cuatro años atrás, llevábamos un tiempo sin relaciones (luego me enteré que me engañaba) y yo estaba realmente caliente. Miraba videos, entraba a chats de sexo o tenía sexo telefónico con desconocidos.

Siempre me gustó ser muy sumisa y obediente, y en esa búsqueda encontré un chat de amos, que empecé a frecuentar cada vez con más asiduidad. Al principio con cierto recelo, pero de a poco me fui soltando hasta convertirme en la puta de varios hombres, tanto de Argentina como de otros países.

Era todo cibersexo, hasta que luego entré en la sala argentina y las cosas cambiaron, al estar en el mismo país o la misma ciudad que los hombres que se comunicaban conmigo, aumentaban las posibilidades de un encuentro real.

Y eso buscaba yo, un amo que me humillara, me sometiera y me dominara. Como mi marido no se fijaba en mí, necesitaba sentirme deseada, necesitaba que un hombre me llevara a la cama con el deseo real de hacerme suya, aunque eso incluyera cierta perversidad.

Una tarde estaba en mi trabajo, sin mucho que hacer pero muy cachonda, ingresé al chat y a los pocos minutos me contactó alguien con el nick “machoven”. Ni siquiera me dijo hola, su mensaje empezó de manera muy imperativa: “Preséntate a tu nuevo amo, puta esclava”

Ya estaba acostumbrada a que los hombres de ese chat me trataran de esa forma, pero sabía que nick (sumisarg) los alentaba a eso. “¿Por qué debería hacerlo?”, le respondí, pero el hombre redobló la apuesta: “Ni se te ocurra desafiarme. Te dí una orden, así que debes cumplirla, si realmente eres sumisa…”.

Siempre me gustó que los hombres tomaran el control, así que seguí el juego: “soy Andrea, 42 años, casada, madre. Morena, cabello largo, 1,68, 70 kilos, 95 de tetas, hermoso culo…”.

“Buena perra, ideal para ser usada…”, dijo el desconocido, quien se identificó como Andrés, venezolano de 63 años, instalado en Buenos Aires, y a unas diez calles de donde yo vivía.

La charla transcurrió con cuestiones referidas al sexo, mis gustos, los suyos. Hasta que me pidió fotos, le envié una en la que estaba vestida, dio su aprobación de inmediato: “te ves como una señora, pero ¿alguien sabe que eres una zorra?”. Mi respuesta fue negativa, “ni siquiera mi esposo”, le dije.

“Así que llevas una doble vida… las putas casadas son las mejores. Ahora muéstrame más, tus tetas, tu culo. Vamos!!!! Necesito ver si vales de verdad”. Sin dudar le mandé otras fotos con lo que me había pedido.

Yo estaba muy húmeda, sentía el calor en todo mi cuerpo, mientras esperaba la respuesta del tipo. “Wow, muy bien, muy bien para tu edad…”. Luego, él me envió unas fotos, se veía bien, era un hombre de gran porte (1,80 metros) un poco calvo, cabello entrecano y barba. Muy masculino y dominante.

Estaba llegando la hora de mi salida, así que le avisé que debía salir del chat. “Dime cómo estás vestida”, le respondí que tenía “vestido corto, sin mangas, sandalias de tacón alto…” y enseguida preguntó: “debajo, ¿qué llevas?”, “Corpiño (sujetador) y tanga…”, le contesté.

“Vas a cumplir la primera orden de tu nuevo amo… Te quitas la tanga y así te vuelves a tu casa en el bus, el metro, o el medio de transporte que utilizas. Entendiste?” Muchas veces me habían pedido eso, pero nunca había aceptado. Esta vez era diferente, me sentía subyugada por este hombre, sentía que no podía negarme.

“Y mañana te conectas a la misma hora”, agregó. Fui hasta el baño, me saqué la tanga y me preparé para regresar a mi casa. Cuando estaba en la calle sentía que todos me miraban, que todos sabían que no llevaba nada debajo.

Mientras esperaba el bus podía sentir las gotas de mi flujo vaginal deslizándose por mis muslos. Estaba realmente caliente, ese tipo había logrado lo que ningún otro antes. Tenerme en sus manos solo a través de un chat.

Por suerte, cuando llegué no estaban ni mi esposo ni mi hijo, así que pude usar alguno de mis juguetes para sacarme esa calentura.

De todas formas, no podía olvidarme lo que había sucedido, no podía dormir. Solo quería que llegara el momento de ingresar a este chat para encontrarme con Andrés. Y así sucedió al día siguiente, era viernes, y apenas me conecté apareció. “¿Qué tal el viaje sin tanga? Puta…lo disfrutaste?”

Le dije que sí, obviamente, me preguntó si otros hombres me miraban, si me gustaba la situación…. Luego seguimos hablando de sexo, me pidió que me tocara, y que le enviara una nueva foto, y antes de despedirnos me dio una nueva orden: “el lunes lleva tu plug anal a la oficina”.

El ya sabía que yo tenía ese juguete, por eso me pidió que lo llevara, y así lo hice. Antes de que llegara la hora de encontrarnos me dio otra orden por whatsapp: “Cuando empecemos a hablar debes tener el plug puesto bien dentro de tu ano”.

Unos minutos antes de la hora acordada fui al baño, lubriqué mi agujero e introduje el plug, sentí dolor y placer al mismo tiempo….fue increíble…Volví a mi lugar tratando de caminar de la forma más normal posible.

“¿Tienes el plug?”, fue lo primero que dijo. Le respondí que sí y agregó: “antes de irte vas a tomarte una foto de tu culazo con el plug y me la envías. Ahora debo irme, te contacto pronto”.

Me sorprendió, se fue y yo estuve la última hora de trabajo con eso ahí, en mi interior, pero antes de irme tomé la foto que Andrés me había ordenado y se la mandé. Su respuesta fue un pulgar para arriba.

Pasaron dos o tres días sin novedades, ya me estaba desesperando, hasta que apareció un mensaje en el teléfono: “Mañana (viernes) te espero en el McDonalds de la avenida, quiero que vayas vestida muy provocativa, y nada de ropa interior”

Ese día no nos encontramos en el chat, yo solo quería que llegara la hora de salir para ir a su encuentro, deseaba que me dominara, que me hiciera suya, al fin. Me puse el mismo vestido negro que tenía cuando chateamos por primera vez.

Era negro, sin mangas, ajustado, marcaba bien mis pechos, mis caderas y mi trasero, y con sandalias de taco alto parecía una prostituta. No me importaba, ya estaba decidida a ser la puta de Andrés.

Por fin se hizo la hora, en el bus más de uno me miraba con lascivia, pero yo me hacía la distraída, hasta que llegué al lugar de encuentro, y ahí estaba Andrés, tomando algo en un rincón del local.

No me sacaba los ojos de encima, miraba mis pechos, mis piernas, yo sonreía, feliz, sabía que faltaba poco. Al fin me sentía deseada, mi autoestima estaba por las nubes. Me sentía mujer otra vez.

Hablamos, y luego me pidió que fuéramos al primer piso del local. Se acercó y me dijo al oído “Que buena perra…No entiendo cómo tu esposo te deja salir así…vestida como puta. Ahora pasa tú primero y sube las escaleras, y menea bien ese culo para mí”.

Por supuesto, mientras subía movía mi trasero para el deleite de mi nuevo dueño. Al llegar, Andrés se acercó al mostrador, había dos empleados, le dio un billete a uno de ellos y le entregaron una llave. Andrés me miró y con un gesto me pidió que lo acompañe.

Entramos a una oficina que parecía en desuso, cerró la puerta y me puso contra la pared, yo de espaldas a él.  Enseguida apoyó su bulto contra mi culo, me tomó del pelo y me dijo “esto querías….esto buscabas…. ¿no es así?”

Apenas pude asentir, tomó mis pechos, besó y mordió mi nuca, lamió mis mejillas y seguía recorriendo mi cuerpo con sus enormes manos. “Que buena que estás hija de puta…”, me dijo y me volvió loca, entonces aflojó el cierre de mi vestido, que cayó a mis pies.

Me dio varias nalgadas y me dio vueltas. “Ahora arrodíllate, ya sabés lo que tenés que hacer…”, yo estaba completamente desnuda (la ropa interior me la había sacado en la oficina), me arrodillé, le aflojé el cinturón y cuando le bajé el pantalón pude ver un enorme bulto.

Besé y lamí su verga cuando todavía tenía puesto el slip, luego lo bajé y por fin pude contemplar su hermosa verga, medía unos 20 centímetros (era más grande que la de mi esposo) y empecé a chuparla con devoción mientras lo miraba a los ojos.

“Las bolas, nenas, chupa mis bolas”, me ordenó. Entonces, lamí y chupé sus enormes pelotas durante un buen rato, disfruté de darle placer y de sentirme tan puta con un desconocido. Luego volví a mamarle la verga, pero él me detuvo, me empujó la nuca y la metió hasta el fondo. “Ahhhh me encanta cogerle la boca a las putas como vos…”, dijo Andrés, aumentó el ritmo y me preguntó “¿Querés la leche ya? Pedila, zorra, pedila!!!!!”

“Sí, papi, dame la leche, por favor”…..le respondí, se apartó y empezó a masturbarse frenéticamente hasta que tiró un montón de semen en mi cara y mi boca, después me ordenó que le limpie la pija.

“Uffff……muy buena puta….ahora te vas así a tu casa, sin limpiarte”, dijo él, y yo no entendía nada. El muy hijo de puta se sacó las ganas y me dejó super caliente.

…”Cuando termines de acomodarte dejale las llaves a los chicos”, me dijo, y se fue. Yo me saqué el semen de la cara, y me peiné un poco. No podía creer lo que había pasado, o lo que no había pasado.

Como me dijo, les dejé las llaves a los empleados, y uno de ellos le preguntó al otro: “Y esta quién es?”, “Otra de las putas que trajo Andrés”, le contestó. Lo miré con fastidio, y el chico insistió “Si sos una puta, ¿cómo querés que te llame? No podés ofenderte”.

…Tenía razón, me sentía una cualquiera, arrastrada y encima caliente porque no me habían atendido. Esa noche, cuando le estaba por mandar un mensaje, Andrés se adelantó y me dijo: “Mañana a las 3 te espero en el mismo lugar, después vamos a mi casa. (Continuará)