Una madre muy entregada a sus dos hijos

Una madre se ve abandonada a su suerte en una isla desierta con sus dos hijos...

24 de enero de 1622

Como se suele decir, tras la tempestad vino la calma. El día amaneció radiante así que salí a bañarme, pues tras tanta lujuria olía peor que las fieras.

Me sentía fenomenal, estaba en paz conmigo misma a pesar de lo que hacía, los remordimientos habían terminado, pues, ¿qué sería de nosotros en aquella perdida isla? No lo sabía, tampoco me preocupaba en exceso, decidí disfrutar del tiempo que nos quedase allí, sin importarme nada más.

Pensé que sin duda lo que allí hacía, sería motivo de escándalo en la sociedad de la que veníamos, pero eso ya no importaba. Pues me había hecho a la idea de que moriríamos en aquella isla.

Con estos pensamientos disfruté de mi baño, cuando con grata sorpresa vi a mis hijos desnudos acercarse al lago.

— ¡Buenos días madre! —exclamaron casi a la vez. ¿Nos dejas bañarnos contigo? —preguntó Daniel.

— Por supuesto, ¡adelante! —dije yo encantada.

Tomamos un largo baño, sin prisa los enjaboné uno a uno y los lavé como si fueran niños pequeños. Ellos se prestaron al juego tan encantados como yo.

Lavé sus vergas especialmente y estas volvieron a ponerse duras. ¡Aquellos bribones nunca tenían bastante! Pero yo estaba algo dolorida tras las orgías que habíamos disfrutado así que, aunque intentaron calentarme, les dije que no me apetecía.

Con el reciente descubrimiento casi en seguida me insinuaron que por qué no se lo hacía con la boca, así que divertida por su osadía, los senté en las rocas de la orilla y arrodillada a sus pies se las fui chupando alternativamente a uno y luego al otro mientras con mis manos se las acariciaba.

Los muy bribones me tuvieron así un buen rato, pero gozaban tanto con esta nueva y osada práctica sexual y me complacía tanto verlos gozar, que seguí y seguí todo el tiempo que necesitaron.

Daniel fue el primero, me regaló unas gotas de su semen, que yo saboreé suavemente, pues ellos también tenían sus vergas rojas tras las fornicaciones.

Complacido me dejó seguir con Carlos, a quién me costó más sacar su semilla. Tuve que moverla y chuparla al mismo tiempo y con fuerza, hasta que un potente chorro inundó mi boca, pero nada más, él también estaba vacío y seguí aferrada a su verga presionando con mis labios mientras él se convulsionaba y enloquecía.

Ambos quedaron muy complacidos y sonrientes y yo también con ellos. De nuevo nos bañamos y nos fuimos a buscar algo que comer pues tanto sexo nos había dado un gran apetito.


Lo que acabas de leer es un estracto que me ha parecido especialmente excitante de mi novela Náufragos , en este punto la intimidad de la madre y sus dos hijos se hace patente, así como la liberación que siente esta tras entregarse a ellos en una isla desierta, donde no saben cuánto tiempo más podrán sobrevivir...

Sinopsis:

Una madre se ve abandonada a su suerte en una isla desierta con sus dos hijos, en un tiempo en el que se está llevando a cabo lo que hemos llamado: "La conquista del nuevo mundo". Sin esperanza de ser rescatados, se resignan a vivir en la isla, aunque algún golpe de suerte les trae algo de distracción, que les ayuda a salir de la monotonía de la supervivencia.

Pero la isla guarda sus secretos, y ellos, ajenos a éstos, no sospechan lo que les depara el destino. Siempre caprichoso, siempre en movimiento. Todas esas aventuras las vivirán con pasión, con miedo a veces e incluso con pánico. Los tres solos, en una isla desierta...