Una madre empujada al incesto

Después de muchos años sin sexo por la enfermedad de su marido, Isabel volverá a disfrutar de manos de la persona más inesperada

David introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta con sumo cuidado, ¿estarían sus padres despiertos? Una vez que la chica entró detrás de él cerró sin hacer ruido. El corazón le latía a mil por hora, como siempre desde que había empezado a meter a chicas en casa esperando que sus padres no se enterasen. La semana pasada ella, Sonia, le había entrado descaradamente en una discoteca, David se había hecho el duro pero hoy ya no aguantó más y quería follársela en condiciones.

Se puso el dedo en la boca para indicarle silencio a la chica, pero ella tenía otros objetivos. Se acercó lentamente a él y le subió la camiseta, acariciándole el torso. Sin dejar de mirarle a los ojos le desabrochó el cinturón y el botón del pantalón. Metió la mano en el calzoncillo y acarició la durísima polla del chico, sorprendida por su grosor y buen tamaño.

Unos segundos después la escena era tremenda, Sonia estaba de cuclillas proporcionándole una gran mamada a David en el salón de su casa, el morbo que sentía el chico era brutal ante el temor a ser descubierto, pero si hasta entonces sus padres no le habían pillado, ¿por qué lo harían precisamente hoy?

Isabel se quedó inmóvil con la mano en la manilla de la puerta. Se había despertado en mitad de la noche con ganas de ir al baño y cuando se disponía a salir escuchó la puerta de casa abriéndose. Supuso que sería su hijo David que volvía de fiesta, pero cuando iba a salir escuchó más pasos, el ruido característico de unos zapatos de tacón. Se quedó de piedra ante el hecho de que su hijo pudiera haber metido una chica en casa para follársela y no supo qué hacer. Pocos segundos después escuchó ruidos en la sala.

Ajeno a todo, David llevó a la chica a su habitación, sin saber que a escasos metros de él su madre estaba al otro lado de la pared.

Isabel se asustó al escuchar los pasos y las risas ahogadas de los dos amantes e instintivamente se alejó de la puerta, no tardó mucho en escuchar otra clase de gemidos y ruidos, esta vez provenientes del cuarto de su hijo que estaba justo enfrente.

No sabía qué hacer, le parecía todo un sueño, surrealista, y solo esperaba que cuando se levantase por la mañana la chica se hubiera ido para evitar situaciones violentas. De momento tenía unas ganas enormes de ir al baño, en su mente calculó que no podría aguantar mucho más, así que cruzando los dedos para no hacer ruido abrió la puerta y salió al pasillo.

Allí los ruidos no se podían ocultar, con el corazón a mil por hora fue al baño a hacer sus necesidades. Cuando volvía a la habitación el escándalo cobró más fuerza, eran gemidos y gritos ahogados, además del característico ruido de los muelles de la cama.

Isabel se paró al lado de la habitación de su hijo y vio alarmada que se habían dejado la puerta medio abierta ¡por eso se escuchaba tanto barullo! Se acercó a entornar la abertura enfadada por la torpeza de David, pero no pudo evitar mirar lo que estaba pasando. Observó ropa de su hijo y de una chica tirada por el suelo, pero cuando alzó un poco más la vista llegó la sorpresa.

Sólo pudo ver la ancha espalda de su hijo con unas piernas femeninas cruzadas en su culo y dando fuertes embestidas sin parar. La chica se retorcía y temblaba de placer sin parar de besar a David y arañar su espalda.

Isabel se quedó de piedra con la escena, su hijo parecía no parar de bajar el ritmo de las penetraciones ni un segundo, unos pocos minutos después la chica arqueó la espalda y se corrió mordiendo el hombro de David, que con un grito ronco eyaculaba a su vez dentro de la chica.

La madre se retiró rápidamente de la puerta por temor a ser descubierta, pero se quedó unos segundos más en el pasillo, anonadada. Su cuerpo parecía estar ardiendo y un espasmo recorrió su espalda al rememorar la escena que acababa de presenciar. Consiguió volver a su cuarto y meterse en la cama sin hacer apenas ruido. Sin embargo, no pudo conciliar el sueño. Era como si algo hubiera despertado dentro de ella, e Isabel sabía exactamente lo que era.

Miró a la izquierda y vio a su marido Francisco, durmiendo en la cama en la que llevaba postrado ocho años desde aquel accidente de tráfico. Siempre había sido un hombre jovial y dinámico, y no es que ahora, a pesar de todo, se le hubiera agriado el carácter, pero para lo que nos interesa, hacía ocho años que Isabel no tenía relaciones sexuales.

Y es que a pesar de ser una pareja de 50 años el sexo había sido muy importante en su vida. Siendo de pueblo y en esos años, pertenecían a una generación en la que lo normal seguía siendo perder la virginidad la noche de bodas y no antes. Sin embargo, Isabel había estado tan enamorada de Francisco que una noche no pudo resistir su asedio y acabó entregándose a él. Y cuanto no se arrepintió. A pesar del dolor inicial Isabel “gozó como una perra” como le gustaba a recordar a su marido. Y tanto, pensó ella en la oscuridad de su cuarto.

A Francisco le gustaba presumir de virilidad, decía que la tenía muy grande y que además eso le venía de familia, que tanto su padre como su abuelo podían presumir de lo mismo. Isabel solo lo había hecho con su marido, pero no tenía queja ninguna. Después de aquella primera vez habían pasado por una etapa de furor en la que follaban a todas horas todos los días, después las cosas se fueron calmando pero Isabel no había dejado de gozar con su marido ni una sola vez.

Cuando se quedó tetrapléjico Isabel tardó casi un año en masturbarse, pero aquello no se podía ni comparar al sexo con su marido, por lo que pasados unos meses perdió el interés. Ahora podían pasar semanas sin que se masturbara, y lo hacía más para quitarse un peso de encima que para disfrutar.

Sin embargo, lo que acababa de presenciar en su cuarto había despertado algo en ella que llevaba mucho tiempo oculto. Se dio cuenta de que estaba completamente mojada, algo que no le pasaba en mucho tiempo, y su cuerpo ardía. Cuando llevó su mano a su entrepierna estuvo a punto de gemir de placer.

Intentó controlarse unos minutos pero no pudo. Necesitaba masturbarse, la escena la había dejado demasiado caliente…pero no podía hacerlo allí en su propia cama, ¿y si su marido se despertaba?

Consiguió salir al pasillo y llegar al baño sin hacer ruido, la casa estaba en silencio ahora por lo que tuvo que tomar precauciones extras. Cuando se sentó en el inodoro y se empezó a masturbar, supo que no iba a tardar nada en correrse, y así fue, en menos de un minuto tuvo que morderse el brazo para no gritar de placer. El orgasmo fue fantástico, el mejor en mucho tiempo, aunque en el fondo se sentía mal porque le había excitado ver a su hijo follando con una chica.

Permaneció un tiempo recuperándose antes de salir al pasillo de nuevo, cuando estaba a punto de entrar en su cuarto los gemidos ahogados y ruidos de la cama volvieron a escucharse.

“Están haciéndolo otra vez” pensó Isabel, se quedó paralizada y no supo que hacer, al final decidió no arriesgarse y no mirar el cuarto de su hijo, pues sabía que no iba a poder resistir la tentación de masturbarse de nuevo.

Sin embargo, algo había despertado dentro de ella, algo que llevaba durmiendo mucho tiempo y que tarde o temprano tenía que salir. No sabía si lo estaba soñando o no, pero en su cabeza le parecía oír los gemidos de la chica, gemidos de un placer inmenso mientras era ensartada por la polla de su hijo David. Se tapó los oídos con las manos pero no se le iba de la cabeza. Al final, agobiada por la excitación y el calor acabó despojándose de su ropa hasta quedar completamente desnuda en la  cama.

Su mano se deslizó casi automáticamente hacia su empapada entrepierna, y cuando empezó a masturbarse a punto estuvo de gritar de placer. Su cuerpo se estremecía de excitación mientras se machacaba el clítoris y pensaba que, aunque fuera solo por unos minutos, lo daría todo por ser aquella chica que estaba en la cama con su hijo, no le importaba caer en el incesto si volvía a sentir aquellas sensaciones casi olvidadas para ella. Sin poderlo remediar, llegó a uno de los orgasmos más fuertes de su vida allí en su cama, a escasos metros de su marido que dormía.

Acosada por la sensación de culpabilidad, le costó bastante tiempo conciliar el sueño.

El sol empezaba a filtrarse en el cuarto de David cuando la alarma del móvil los despertó. Sonia y él estaban durmiendo desnudos después de los dos magníficos polvos, sin saber que la madre del chico los había espiado. Mientras la chica se vestía David se dirigió a la puerta para abrirla y confirmar que su madre no se había levantado. Se quedó preocupado al ver que no había cerrado la puerta del todo y les podrían haber visto desde el pasillo, pero ¿qué posibilidades había de que su madre se despertara en mitad de la noche y les hubiese espiado?

Sin preocuparse en exceso acompañó a Sonia a la puerta de casa y se despidieron confirmando que se verían en el futuro para “repetir”. Agotado por el madrugón y la sesión de sexo, David no tardó en quedarse dormido de nuevo.

Isabel estaba en la cocina, preparando el desayuno, cuando entró su hijo recién levantado.

-Hola mamá-dijo David dándola un beso en la mejilla

-Hola-dijo Isabel con un hilo de voz

David estaba eufórico y ni se fijó en lo preocupada que parecía su madre. Recordaba la experiencia de la noche anterior. Es verdad que corría el riesgo de que le pillaran, pero desde luego valía la pena. Atrás quedaban los tiempos de polvos rápidos e incómodos en el coche o en un parque cualquiera.

Isabel estaba menos contenta. No se quitaba de la cabeza la imagen de su hijo follándose a esa chica y menos aún como ella se había masturbado. Hacía meses que no lo hacía, y tenía que hacerlo precisamente con la imagen de su hijo y un ligue cualquiera follando.

“Follando”-pensó la madre. Se sorprendió a si misma usando ese verbo

David se despidió de su madre y se fue al gimnasio después de pasar un rato con su padre como hacía todas las mañanas. Isabel había acabado de lavar los platos cuando escuchó el timbre de la puerta, era Marisa, la cuidadora que venía todos los días a atender a Francisco. A Isabel le gustaba porque al menos le daba conversación y le contaba todos los cotilleos del vecindario, por lo que pudo olvidarse de lo de la noche anterior.

Estaba terminando de recoger el desayuno de su hijo cuando Marisa entró en la cocina.

-Señora, su marido le llama a su cuarto, dice que quiere hablar con usted

Isabel se quedó un poco inquieta.

-¿Lo has lavado y vestido ya?

-Sí señora, si quiere termino de recoger mientras ustedes hablan

Preocupada por la inesperada situación Isabel se secó las manos y fue hacia el cuarto que compartía con su esposo ¿habría escuchado algo la noche anterior? Cuando entró se encontró con su marido postrado en la cama, ya arreglado y viendo la televisión.

-Por favor, apaga la tele, tengo que hablar contigo

En estado de pánico Isabel cogió el mando con las manos temblando.

-Tú dirás

-Escucha-dijo su marido después de unos segundos-Hace muchos años que estoy postrado en esta cama, demasiados años, ocho si no me equivoco

Isabel asintió con la cabeza.

-Creo que ha sido tiempo más que suficiente para que aprendiéramos a lidiar con esta situación. Ya nos hemos hecho a la idea, sabemos cómo hay que lavarme, acostarme, alimentarme etc.

Isabel solo asentía con la mente totalmente en  blanco y mirando el suelo, como si estuviera recibiendo una reprimenda.

-Sin embargo, creo que he descuidado bastante una parte muy importante de mi vida, la más importante: tú

Isabel alzó la vista y miró directamente a su marido.

-Escucha, ayer por la noche escuché todo lo que pasó

-Francisco, por favor, déjame explicarlo…-dijo con un hilo de voz y con corazón a mil por hora. Sus peores sospechas se habían confirmado, su marido había estado despierto mientras ella se masturbaba.

-Schhhh no te preocupes, déjame terminar. Lo entiendo, todos estos años has estado centrada en mí, he absorbido todas tus energías, he sido el centro de tu vida, pero al final todo acaba saliendo, y ayer por la noche me maldije por todo el daño que mi enfermedad te ha hecho

-No, por favor, no digas eso-dijo ella al borde del llanto

-No puedo culparte de nada, al fin y al cabo tu y yo sabíamos cómo divertirnos-dijo mientras sonreía por primera vez en esa conversación-Todavía me acuerdo del Peugeot 405

Isabel empezó a reírse y a llorar al mismo tiempo ante el recuerdo del coche en el que tenían que follar al principio de su relación, cuando todavía vivían con sus padres.

-Quiero que eso cambie, quiero que vuelvas a disfrutar de tu cuerpo, que vuelvas a sentirte joven

-Pero Francisco, yo nunca te sería infiel con otro hombre

-Lo sé, créeme que lo sé, y no te estoy pidiendo eso

Su marido cogió aire y miró a Isabel directamente a los ojos antes de soltar la bomba.

-Te estoy proponiendo que cuando sientas que tu cuerpo no aguanta más y necesites desfogarte se lo digas a David.

-¿A David? ¿Para qué?-respondió incrédula Isabel

-Para que te acuestes con él en el momento que sientas que no puedes más, al fin y al cabo él es nuestro hijo, es mejor que un cualquiera que te encuentres por la calle y yo me quedaría más tranquilo

Por primera vez en toda la conversación Isabel percibió como su marido era incapaz de sostenerla la mirada.

-¿Estás proponiendo que me acueste con mi propio hijo?

-Es algo que queda de puertas para adentro, solo lo sabríamos nosotros tres. Y tú te lo mereces

Isabel estaba mareada y tuvo que apoyarse en la cómoda.

-He hablado con él y está de acuerdo

Isabel sentía que las fuerzas empezaban a fallarla ante la revelación de su marido.

-Quiero decir, no me ha dicho nada, se ha quedado anonadado como tú, pero es un buen chico y sabrá cumplir con lo que le he pedido. Se lo debe a su madre

-Francisco, no sé qué estás diciendo, esto es una locura y te ruego que lo pienses

-Lo he pensado muy detenidamente, lo llevo rumiando desde hace meses, y después de lo de ayer he pensado que era el momento. Piénsatelo, no necesitas decirme nada, los detalles los acordáis entre David y tú, no tenéis que decirme nada ni preguntarme nada

-Voy a salir de aquí

-Dame un beso antes

Temblando Isabel se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

-Anda, alegra esa cara y piensa en lo que te he dicho. Y recuerda, a partir de ahora es entre vosotros dos, yo como si no existiera.

Isabel salió el pasillo y se metió en el baño, su rostro estaba rojo del sofoco y el corazón parecía salírsele del pecho. En un cajón encontró sus pastillas contra la ansiedad y se tomó una.

Marisa se fue después de limpiar la casa e Isabel empezó a hacer el almuerzo. Escuchó la puerta de la calle abrirse y los pasos de su hijo.

David no sabía como reaccionar, suponía que a esas alturas su padre ya se lo habría dicho a su madre y lo sabría todo. Mientras estaba en el gimnasio había reflexionado sobre todo y había llegado a la conclusión de que tenía que cumplir con lo que le habían pedido. Solo esperaba que su madre también lo aceptara tarde o temprano para que la situación no fuera más violenta.

Iba a ducharse al baño pero para ello tenía que pasar por la cocina donde su madre, de espaldas, preparaba la comida. Se quedó parado sin saber qué hacer.

Isabel sintió la presencia de su hijo y también se quedó cortada, sin atreverse a darse la vuelta. Sintió que su hijo se acercaba y le vio por el rabillo del ojo cogiendo un vaso y llenándolo de agua con una botella.

-¿Has hablado con papá?-preguntó David que no aguantaba más el silencio

Su madre lo miró con la boca abierta sin saber que decir.

-Sí, sí-balbuceó

-Vale, voy a ducharme-dijo intentando aparentar la mayor naturalidad posible

“Así que está hecho” pensó su madre ante la espontaneidad del hijo.

“Entonces está hecho” pensó David mientras entraba en el baño.

El jueves pasó y el viernes llegó y la relación entre la madre y el hijo fue haciéndose más normal. Isabel se sentía un poco aliviada ya que esperaba que todo se hubiera olvidado y nadie volviera a recordar la idea de su hijo. Su marido tampoco había vuelto a decir nada.

Sin embargo había algo dentro de ella que llevaba despierto desde la noche que vio a su hijo con la otra chica. La escena no se le quitaba de la cabeza y a veces se ponía en un estado constante de excitación, que tardaba varias horas en calmarse. Evitaba masturbarse y de hecho lo consiguió, pero se dio cuenta de que estaba empezando a obsesionarse con el sexo. En el fondo deseaba ver a su hijo de nuevo con una chica, deseaba masturbarse de nuevo.

David empezó a preocuparse ante la falta de acción por parte de su madre. Él se había tomado la sugerencia de su padre como una orden que tenía que cumplir, y en el fondo, después de pensarlo mucho, le apetecía. Comenzó a acordarse de un episodio de su adolescencia que había ocultado en lo más profundo de su memoria. Era verano y estaban en la playa, su madre, bastante a regañadientes, se había puesto un bikini blanco bastante atrevido que su hermana la había regalado. David recordaba el cuerpo de su madre en la playa, sus grandes pechos apenas contenidos en el bikini y sus nalgas duras y prietas poco frecuentes en una mujer de su edad. Excitado por el calor y por la edad, David se había masturbado al volver de la playa con la imagen de su madre en bañador, aunque después le había invadido un gran sentimiento de culpabilidad.

Ahora, varios años después, David rememoraba en su cama la escena y su pene estaba al máximo de su dureza. Si no fuera su madre, estaría para follársela. Conocía a varios amigos que se habían acostado con maduras y todos contaban maravillas sobre esas solteronas o recién divorciadas que te follaban como leonas durante horas.

David entendió que su madre nunca tomaría la iniciativa y que debería ser él el que diera el primer paso. Así que ideó un plan.

El viernes llegó y, después de cenar, David se aprestó a salir con sus amigos. Isabel respiró tranquila pues la sola idea de quedarse a solas con su hijo en casa un viernes por la noche la aterrorizaba. Cuando su hijo iba a salir le dio un inocente beso en la mejilla que la pilló por sorpresa. David sintió el temblor de su madre cuando la besó y presintió que aquella noche iba a ser la noche.

Isabel se quedó a solas en la casa, le había dado la cena a su marido y le había echado una dosis un poco mayor de tranquilizante para dormir. Se sintió un poco culpable pero no quería que la volviera a escuchar de nuevo.

En el silencio de la casa una gran excitación comenzó a inundar el cuerpo de Isabel. Se imaginaba a su hijo trayéndose de nuevo a una de esas chicas y a ella masturbándose mientras los miraba. Quería ver de nuevo el cuerpo joven y fuerte de David que tanto le recordaba al de su marido cuando tenía la misma edad.

Loca de excitación hizo algo que nunca había hecho. Fue al baño, cogió una cuchilla y se despojó de la ropa. A continuación comenzó a depilarse la vagina con cuidado. Era algo que nunca había hecho y sabía que las chicas de ahora lo hacían. Aquello le excitaba sobremanera y contempló orgullosa frente al espejo su coñito completamente suave y depilado. Cuando pasó un dedo por su clítoris dio un pequeño gemido de placer.

“Contente por favor”-pensó para sus adentros

En un estado febril se metió a la cama esperando que llegara su hijo. Unas horas después escuchó como se abría la puerta de casa y unos pasos que avanzaban hacia el cuarto de su hijo.

Había llegado el momento.

Dejó pasar uno o dos minutos y se levantó sin hacer ruido. Salió al pasillo y casi da un grito de euforia cuando vio que su hijo había dejado la puerta de su cuarto medio abierta, esta vez no le cabía ninguna duda de que lo había hecho aposta. De puntillas avanzó hacia la puerta en el silencio de la casa.

David sintió que la hora estaba llegando y cerró los ojos unos segundos rezando para que todo saliera bien.

Isabel esperó un poco, tragó saliva y miró por la rendija. A escasos centímetros de la puerta pudo ver a su hijo que la observaba.

Isabel dio un pequeño gemido de susto al ver a  su hijo y comprendió que la había tendido una trampa.

-Mamá, tranquila, tranquila, relájate-dijo mientras la besaba el cuello

Isabel sintió el cuerpo de su hijo contra su espalda y su sexo duro y grande haciendo presión contra su culo. Una ola de excitación recorrió su cuerpo y comprendió que esa noche iba a entregarse a él. Derrotada, pidió perdón mentalmente a su marido antes de darse la vuelta y unir su lengua a la de su hijo con ansiedad.

David sintió con alivio como su madre se rendía y se preparó para disfrutar de toda la noche que tenía por delante. Sin dejar de besarse y a trompicones fueron avanzando hacia su habitación donde esta vez sí se aseguró de cerrar bien la puerta.

Siguieron morreándose y su hijo levantó la camiseta de su madre, sintiendo con sorpresa que no llevaba sujetador. Liberó su lengua de la de su madre y la fue besando poco a poco por el cuello antes de llegar a sus pechos. Esos pechos que había soñado con tocar ahora eran suyos y pensaba aprovecharse de ellos toda la noche.

Llevó su boca a uno de los endurecidos pezones de su madre y comenzó a besarlo.Isabel gimió ante las sensaciones que estaba comenzando a experimentar después de tantos años mientras su hijo mordisqueaba sus pezones.

Ella le quitó la camisa y acarició con las yemas de sus dedos los fuertes pectorales y los abdominales de su hijo.

Embriagados de excitación se separaron un poco para acabar de desnudarse y caer sobre la cama, ella sintió el sexo de su hijo y quiso palparlo, quiso verlo. Lo agarró y quedó agradablemente sorprendida por su grosor, se inclinó para verlo.

David, impresionado por la actividad de su madre, le separó las piernas y se situó sobre ella. Se miraron a los ojos e Isabel sintió el pene de su hijo en la entrada de su coñito. Sin dejar de mirarse sintió como su hijo se movía y la penetraba lentamente.

Isabel cerró los ojos y arqueó la espalda ante la sensación de sentir el pene de su hijo abriéndose paso dentro de ella. Hacía ocho años que no sentía nada así y disfruto de cada centímetro de polla que su hijo introducía en ella.

David comprobó sorprendido la estrechez del coñito, mucho más apretado que el de la mayoría de las chicas de su edad y sintió orgulloso el grito de su madre cuando hubo introducido la totalidad de su miembro dentro.

Isabel se sintió llena por completo y abrió los ojos. Sintió la necesidad de besar a su hijo y así lo hicieron mientras David mantenía su pene en lo más profundo de su madre.

Poco a poco empezó a moverse sacando y metiendo su durísima verga del coño de su madre. Ésta puso sus manos en la espalda de su hijo y se relajó para disfrutar del momento.

David la penetró sin pausa y con un ritmo uniforme, ella estaba tan lubricada que se oía un ligero chapoteo cuando los dos sexos chocaban. Agarrada a la espalda de su hijo, Isabel comprobó como la dureza de la follada se hacía más intensa y rápida, David no le daba tregua y ella tampoco lo pedía.

Su hijo bajó los brazos y se agarró  a las sábanas edredón. Con los movimientos, contraía y flexionaba  sus fuertes bíceps. Se le tensaban los abdominales cada vez que arremetía contra su madre cuyas manos bajaban por la espalda de su hijo hasta clavarse en su culo. Sabiendo que había llegado el momento, Isabel buscó el placer, arqueó la espalda y tras sentir varios espasmos previos alcanzó el orgasmo más fuerte de su vida. Sin dejar de ser penetrada ni un segundo se corrió a gritos en los brazos de su propio hijo, sintiendo oleadas de placer y temblando de excitación.

Con los sentidos embriagados se quedó desmadejada en la cama. Sintiendo que su hijo salía de dentro de ella, le miró enfadada.

-No se te ocurra salir de mí-dijo aún bajo los efectos del orgasmo

Abrió los ojos lo suficiente como para ver el pene de su hijo, empapado de sus propios flujos y se preguntó cómo aquello había cabido dentro de ella y le había proporcionado tanto placer.

-Tu mandas-dijo su hijo colocándose sobre ella y penetrándola de nuevo de una sola estocada

-¡Ah!-gritó ella todavía aturdida por la corrida.

Sin pedirle permiso empezó a follarla de nuevo. Ella pronto se sintió a tono de nuevo y se dejó llevar, poniéndose en las expertas manos de su hijo.

David colocó las piernas de su madre sobre sus hombros y tras un segundo de tregua, la taladró fuerte y profundamente. Sus grandes testículos golpeaban contra la húmeda entrada de su madre que estaba en el séptimo cielo. Tras unos minutos de sexo brutal Isabel sintió de nuevo esa cálida y agradable sensación en su estómago que precedía al orgasmo, pero quería esperar, esta vez deseaba llegar al mismo tiempo que su hijo.

-Mamá estoy a punto de correrme ¿Dónde quieres que acabe?

Isabel dio las gracias pues no pensaba que pudiera contener su propio orgasmo mucho más.

-Hijo hazlo dentro de mí pero por favor no pares ni un segundo

David parecía poseído y comenzó a follarse a su madre de una forma brutal, ella clavó sus uñas en el duro culo de su hijo y cuando llegó el momento, lo mantuvo para sentirle completamente dentro.

David dio un grito ahogado y fue la señal que Isabel estaba esperando. Se abandonó y liberó el orgasmo que llevaba tanto tiempo sujetando. Una sensación parecida a una descarga eléctrica recorrió su cuerpo y gritó a su vez, presa de un placer inenarrable.

El chico clavó su polla hasta lo más profundo del coño de su madre y liberó todo lo que llevaba tantos días aguantando. Isabel sintió el primer chorro de cálido semen mientras disfrutaba de su propio orgasmo, y al primero le sintieron dos, tres, cuatro latigazos más que inundaron su coño por completo y consumaron el incesto entre madre e hijo.

Los dos amantes permanecían abrazados recuperando la respiración. Isabel sentía el semen de su hijo resbalando por su pierna mientras le acariciaba el pelo a David. Una sensación maternal la invadió y sintió la necesidad de besarle en la frente.

-¿Y ahora?-preguntó mientras acomodaba su cabeza en el pecho de su hijo

David tardó en responder.

-Bueno, somos madre e hijo

-¿Y eso quiere decir que…?

-Solo quiero que esto no cambie el hecho de que somos familia y que lo daría todo por ti

-Me gusta ser tu madre y quiero que eso no cambie

-¿A pesar de lo que ha pasado hoy?

Isabel sonrió con malicia.

-¿De qué te ríes?

-Nada, es que hablas en pasado, “ha pasado”-dijo Isabel antes de agarrar la polla semi erecta de su hijo y comenzar a masturbarla

David cerró los ojos y se dejó llevar. Isabel bajó hasta la polla de su hijo y comenzó a lamerla, quitando los últimos restos de la corrida de su hijo. Nunca antes había probado el semen, y su sabor no la incomodó en absoluto. Poco a poco fue introduciéndosela en la boca, aunque no le entró entera.

David resopló al sentir la calidez de la boca de su madre cubriendo su polla. Se inclinó y vio la cabeza de su madre subiendo y bajando por su rabo. Ella se deleitaba con la mamada pero también le dedicó tiempo a los testículos cuyo semen tenía ahora en su interior. Estaba orgullosa porque su marido siempre agradecía su maestría a la hora de chupársela y, a juzgar por la cara de su hijo, sus habilidades se mantenían intactas.

El morbo y la excitación de ver a su propia madre chupándosela hicieron que David sintiera la proximidad del orgasmo.

-Mamá voy a correrme

-Ni se te ocurra-dijo Isabel agarrándole la base del pene para que no eyaculara-Hoy quiero que te corras siempre dentro de mí, así que tendrás que aguantar.

Se puso a cuatro patas enseñándole el camino a su hijo.

Haciendo verdaderos esfuerzos para no correrse, David se incorporó y ante él quedaron el coño y el apetecible culo de su madre, haciéndole incluso dudar de dónde meterla. La agarró de las caderas y colocó su polla a la entrada de la gruta de su madre, frotándola contra el clítoris.

-¡Ahhh!-gritó su madre al sentir la punta del pene de su hijo jugueteando con su botón

David permaneció un poco más de tiempo así llevándola al delirio antes de agarrarla con fuerza de las caderas y penetrarla de un solo golpe.

Ella se sintió ensartada hasta el fondo y pronto comenzó a recibir las embestidas  cada vez más profundas del chico. Esa postura era nueva para ella y aguantaba con inmenso placer cada estocada, pronto sintió un temblor en todo su cuerpo y alcanzó otro orgasmo demasiado deprisa, el tercero de la noche.

David sintió con orgullo como su madre volvía a correrse y decidió ir a por el suyo. Sin darla tiempo a recuperarse juntó su pecho a la espalda de la mujer, la agarró de las tetas y la penetró más profundamente. En esa postura el pene se encontraba completamente hundido dentro de su madre y ella misma empezó a mover su cuerpo al mismo ritmo que las penetraciones, sin aguantar los gritos que salían de su boca.

-No aguanto más mamá

-Yo tampoco, córrete conmigo amor

David se dejó llevar y comenzó a correrse de nuevo dentro de su madre, a pesar de ser la segunda eyaculación su abundancia sorprendió tanto al chico como a la madre, que disfrutaba a su vez de un arrebatador orgasmo que la rompía por dentro. Él continuó moviendo las caderas repetidamente hacia adelante y hacia atrás exprimiendo hasta la última gota de semen para su madre, hasta que cayó rendido.

Poco después, madre e hijo yacían en la cama con sus cuerpos abrazados y unidos. David cogió el reloj y vio la hora, todavía quedaba algo de tiempo hasta que amaneciera. Después de otros dos polvos más suaves, los dos amantes decidieron separarse pues los primeros rayos de sol empezaban a entrar por la ventana.

Isabel se dio una buena ducha y se dispuso a entrar en su cuarto, nerviosa por si su marido estaba despierto. Abrió la puerta con cuidado y para su alivio escuchó a su marido roncando profundamente. Aliviada se acostó en su cama y durmió un par de horas hasta que sonó el despertador. David en su cuarto también se durmió rápido, quedando la casa en silencio después de aquella intensa noche.

A la mañana siguiente Isabel se consumía en un mar de dudas sobre como contárselo a su marido. No quería ocultarle nada, al fin y al cabo había sido idea de él  y no se lo merecía. A la hora a la que solía despertarse Isabel entró en el cuarto. Su marido ya estaba despierto y ella no pudo sostenerle la mirada. Gruesas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas.

-No llores, ven aquí anda

Isabel puso su cabeza en el pecho de Francisco.

-¿Ha ido todo bien?

Isabel asintió con la cabeza.

-Entonces no hay de qué preocuparse

-¿Estás enfadado?

-¿Cómo iba a estarlo?

Desde ese día en adelante, una vez al mes, madre e hijo pasaban la noche juntos en el cuarto de David. De alguna forma sirvió para unirles todavía más, Isabel estaba más contenta, Francisco más aliviado y David satisfecho de ayudar a sus padres. Dos años después, cuando Francisco falleció fruto de su enfermedad, Isabel y su hijo comenzaron a vivir su relación con plenitud, de puertas adentro, aunque esa ya es otra historia.

FIN


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