Una madrastra muy especial 3

Marcela interrumpe una reunión de estudio para enseñarles a su hijastro y un compañero las materias que ella domina

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

La lujuriosa Marcela decide interrumpir una reunión de estudios entre su hijastro y un compañero y enseñarles a ambos materias en que ella es una maestra.

Una madrastra muy especial ( III )

Esa noche de sábado en que Salvador, mi compañero de Universidad, vino a casa para que preparamos el siguiente examen, no imaginaba que el examinado sería él y su profesora Marcela, mi madrastra, en una asignatura muchísimo más agradable que la que estudiábamos. A decir verdad, los examinados fuimos él y yo, pues cuando le invité a casa no pensé en el giro que tomaría nuestra reunión de estudio bajo la dirección de esta mujer siempre dispuesta al sexo.

Yo creía que lo que había entre ella y yo sería un secreto que no compartiríamos con nadie, y menos aún sospechaba que una tercera persona se terminaría reuniéndose a nosotros en nuestros juegos prohibidos. Pero Marcela, siempre atenta a lo que pudiera parecer una oportunidad para dar rienda suelta a su instinto sexual, me hizo cambiar de planes y tuve que aceptar el cambio en las reglas de juego que ella impuso, lo que me hizo descender varios peldaños en la escala de la degradación en la que mi bella amante-madrastra me estaba sumiendo.

Se nos unió cuando estábamos conversando en el living, mostrándose encantada con mi amigo, pero mucho más de lo que yo supuse en un principio. Es que Salvador es de buena apariencia, "gusto de mujeres maduras" como solía decir, de un trato agradable, con una personalidad avasallante y una conversación amena, todo lo cual lo hace muy atractivo en el trato con los demás, especialmente con las mujeres. Y al parecer a Marcela le causó una opinión óptima, pues se mostró en todo momento encantada con nuestra conversación y poco dispuesta a abandonar el living donde estábamos. Pero como el deber nos llamaba, le pedí que nos dejara solo unos momentos y que nos llamara para cuando tuviéramos que cenar.

Se retiró con una sonrisa enigmática en su rostro y no volvimos a saber de ella hasta que pasaron un par de horas, cuando el cansancio del estudio nos alcanzaba y una pausa se hacía muy necesaria. Marcela interrumpió con una bandeja con bocados y tres vasos con combinados.

  • Imagino que lo estaban deseando. En todo caso, les hace falta a estas alturas, muchachos, ya que todo no puede ser solamente estudiar.

Me sorprendió lo provocativo de su manera de vestir. Una cosa es que lo haga para mí, considerando lo especial de nuestras relaciones, pero no me esperaba que se vistiera con una falda tan corta y una blusa tan apegada a su cuerpo frente a mi compañero de estudios. Conociéndola como ya la conocía supuse que algo se traía entre manos, algo que volvería a sorprenderme, como ya lo había hecho en varias oportunidades. Pero la dimensión de sus planes se me escapaba.

Se sentó, cruzó sus piernas y se dispuso a beber su vaso con nosotros, dando por sentado que su interrupción no nos molestaría. Y tenía toda la razón, al menos si consideramos la expresión de Salvador que, con la boca abierta, no perdía detalle del cuerpo de mi madrastra, que lucía tentadora en extremo. Sus ojos se detenían especialmente en sus muslos, que dejaban muy poco a la imaginación. Ella estaba consciente de sus miradas, pero actuaba con una naturalidad asombrosa, sabedora del efecto que sus hermosas formas podían causar en un hombre.

Era evidente que Marcela estaba tentando a Salvador, y que estaba teniendo un éxito abrumador en su empeño, a juzgar por la expresión del rostro de mi amigo.

Ella descruzó sus piernas, mostrándole a mi compañero de paso el blanco de sus calzones, y se levantó para llevarse los vasos y dejarnos nuevamente estudiando. Salvador estaba tan impresionado que era evidente que le sería sumamente difícil retomar los estudios. Yo fui a la cocina, ayudando a mi madrastra con las cosas, pero mi intención real era saber qué se proponía.

Ya solos en la cocina, le pregunté.

  • Tu tranquilo, cariñito, que serás el principal beneficiado.
  • Pero no comprendo aún qué te propones
  • Quiero cogerme a tu compañero contigo presente y que participes.

Un trío. Esas eran las intenciones de mi querida, hermosa y caliente Marcela. Una nueva experiencia en la gran variedad de situaciones que habíamos vivido juntos en este corto lapso en que empezamos nuestra relación de amantes.

  • ¿Cómo piensas lograrlo?
  • Qué poco confías en mí, cariñito. Déjalo en mis manos y déjate llevar.
  • Sabes que haré lo que me pidas
  • Entonces sígueme la corriente y no te sorprendas por nada de lo que veas, ¿ya?

Volví al estudio, que a partir de ese momento fue un completo fracaso, ya que ni mi compañero ni yo estábamos con la mente dispuesta para otra cosa que no fuera mi madrastra. Aunque nuestros pensamientos tenían el mismo objetivo, las motivaciones eran muy diferentes: el soñaba con el cuerpo de Marcela como algo que no pasaba de una idea irrealizable y yo imaginaba los planes de ella para que viviéramos esa nueva experiencia que ella nos estaba preparando.

Una hora después volvió Marcela donde estábamos intentando estudiar y me pidió que fuera a buscar un vino para la cena, pues no había en casa. Comprendí inmediatamente que el pedido formaba parte de sus planes y accedí de inmediato. Al momento de salir ella me dijo al oído "vuelve en media hora y te tendré una sorpresa. Limítate a seguirme la corriente, no importa lo que veas"

Cuando partí, mi madrastra se sentó frente a Salvador y reanudó el espectáculo de sus piernas, sabedora que el muchacho se volvería loco con sus piernas y especialmente sus exquisitos muslos, firmes, duros, blancos, tentadores.

  • ¿Avanzan los estudios?
  • No mucho
  • Tal vez no se han aplicado suficientemente
  • No, si al principio las cosas marchaban muy bien, pero apareció usted y . . .

Marcela comprendió de inmediato que el muchacho tenía mucho mundo y que podía tomar la iniciativa, por lo que en su fuero interno se alegró por el hecho de que las cosas resultarían más fáciles de lo que suponía. Su respuesta era evidentemente una provocación y ella no estaba dispuesta a dejarla pasar.

  • No me digas que mi presencia los distrajo
  • Rectifiquemos: me distrajo
  • Ah, con que esas tenemos. Yo soy la culpable entonces.
  • No, son sus piernas las culpables
  • ¿Tanto te gustaron?
  • Tendría que ser un imbécil si no me hubiera fijado en ellas
  • Me halagas

Y mientras decía esto, sus piernas se abrieron y quedaron completamente abiertas ante mi compañero, mostrando sus muslos en su totalidad y su calzón blanco al fondo, tapando su paquete. El comprendió y se levantó para ir a sentarse al lado de ella. Se miraron y sus labios se encontraron, fundiéndose en un beso en que se mezclaron sus lenguas y salivas desesperadamente, mientras la mano de Salvador bajaba para empezar a acariciar las piernas de Marcela, que se dejó hacer completamente complacida por la rapidez con que sus planes se iban desarrollando.

El muchacho se puso entre las piernas de mi joven y ardiente madrastra, la que las abrió completamente para facilitar la incursión que adivinaba. Salvador hundió su cabeza entre las piernas de Marcela y mordió delicadamente el paquete de esta con sus labios. Ella se sintió transportada por las sensaciones que le producía la boca del muchacho sobre su vulva y le tomó de la cabeza atrayéndola hacia sí. El hizo a un lado un costado del calzón y metió su lengua en el húmedo y caliente túnel de Marcela, que ya estaba exudando sus primeros efluvios. Hizo esfuerzos para hacer durar la situación ya que tenía que volver yo para que las cosas se dieran como ella deseaba, pero le fue imposible soportar más y una corriente de jugosa corriente inundó la boca del muchacho, prueba de lo bien que había trabajado su lengua en el interior de ella.

Demostrando una rapidez de mente increíble, Marcela decidió sobre la marcha apoderarse de la verga de Salvador y meterla en su boca, de manera que yo la encontrara en plena faena cuando llegara. Le abrió los pantalones, se los bajó y se puso entre sus piernas, abriendo su boca para hacer ingresar la poderosa barra de carne que el muchacho exhibía ante ella. Decidió aplicarse con cuidado para evitar que a el le sucediera lo mismo que a ella y mi llegada fuera a destiempo. Con cuidado, empezó a meter y sacar la verga en su boca, sin apretar en demasía para evitar que Salvador fuera a acabar antes de tiempo, es decir, antes de que yo arribara. Afortunadamente para sus planes, llegué a tiempo y los encontré en el living a el recostado en un sillón, con los pantalones abajo y las piernas abiertas y a mi madrastra con su cabeza entre las piernas de él, su verga en la boca y dándole una mamada.

  • Pero. . .

Salvador hizo ademán de quitarse, pero Marcela continuó aún un rato en lo que hacía. Después de un par de mamadas levantó la cabeza y me miró

  • Tu amigo tiene una cosa exquisita, cariño

Lo dijo sin dejar de pasar su mano de arriba abajo del tronco de carne de Salvador, que aún no reaccionaba ante mi presencia.

  • ¿Por qué no sacas la tuya para besarla también?

Sin detenerme a pensar en otra cosa que no fuera seguirle la corriente a mi madrastra, me acerqué y saqué mi herramienta, que ella llevó a su boca, sin soltar la de Salvador que tenia en la mano. Y empezó a mamarme mientras masajeaba la verga de mi amigo, que rápidamente entró en confianza. Estábamos en esta posición cuando la voz de mi padre nos volvió a la realidad.

  • Marcelaaaaaa

Ella se desprendió de las dos vergas y se levantó para acudir al llamado de su esposo.

Salvador miraba con cara de asombro, en una actitud extraña, algo ridícula, con los pantalones en el suelo y su verga en la mano, completamente parada.

  • No me digas que tu padre está en casa
  • Si, pero acostado, pues está enfermo
  • ¿Y tu madrastra y tu. . .
  • Si. ¿te asombra o te molesta?
  • No, no. Es que no es habitual
  • Si, es cierto. Pero ella es mi madrastra, no es mi madre.
  • Y muy rica
  • Que lo digas. No imaginas como es en la cama. Es lo máximo.
  • Mmmmmmm
  • Y mama increíblemente

La mano de Salvador se movía cada vez con mayor fuerza sobre su verga, imaginando las cosas que yo le adelantaba de mi madrastra. El verlo iniciando una masturbación a la memoria de Marcela, que estaba atendiendo a mi padre, también me excitó y muy pronto nos encontrábamos los dos pajeándonos al unísono. En ese momento llegó mi madrastra, que con una gran sonrisa mostró su alegría por el espectáculo que le regalábamos con nuestros pedazos de carne en la mano y los ojos cerrados.

  • No me digan que eso es por mí

Abrí los ojos y le respondí afirmativamente.

  • Les propongo algo: yo les hago un strip tease y ustedes continúan en lo que están haciendo
  • Bien

Respondimos al unísono, sin soltar nuestros instrumentos

  • Pero con una variante: el uno pajea al otro

Quedamos en silencio, sin atrevernos a decir nada. Pero Marcelo empezó por desprenderse de la blusa, dejando su busto al aire, cubierto por un sostén blanco, que apenas lograba contener los senos que cubrían. A la blusa siguió su falda, quedando de pie frente a nosotros solamente en calzón y sostén.

Era un espectáculo soberbio ver su cuerpo bellísimo frente a nosotros.

  • Si quieren que continúe, hagan lo que les pedí

Estábamos asombrados ante el pedido, por lo que no nos atrevíamos a hacer nada, aunque el grosor de nuestras herramientas delataban el grado de excitación que nos envolvía a ambos. Entonces ella tomó la iniciativa y llevó mi mano a la verga de Salvador y la de el a la mía.

  • Ahora sí, continúen.

Y empezó a soltar su sostén, lentamente, con delicadeza, de manera que sus senos salieran poco a poco al aire, en libertad. Su cuerpo, y esos exquisitos senos desnudos aumentaron nuestra calentura, con lo que nuestras manos empezaron a moverse lentamente sobre la verga del otro, para ir aumentando los movimientos y la presión cada vez más.

Marcela se quitó finalmente el calzón y se sentó frente a nosotros, contemplando el espectáculo de nuestras recíprocas masturbaciones. Abrió sus piernas y nos mostró completamente su vulva depilada, de la que goteaban algunas gotas de líquido, que ella recogía con los dedos de una de sus manos, mientras la otra masajeaba lentamente sus senos y una sonrisa de complicidad en su rostro nos mostraba la imagen viva de la seducción. Evidentemente, nuestras pajas se intensificaron y cada uno de nosotros terminó por llenar la mano de su compañero con su semen, mientras nuestros ojos no se apartaban de la imagen de mi madrastra que sonreía feliz del efecto logrado.

  • Bien, ahora vamos a cenar y después podemos ir todos al dormitorio de invitados, ¿les parece, muchachos?

Casi ni probamos la cena ante la perspectiva que teníamos para después de ella, por lo que los platos los devolvimos casi intactos. Ello motivó algunas bromas de mi madrastra, absolutamente dueña de la situación, ante nuestra turbación por lo que habíamos hecho recién delante de ella. No nos atrevíamos a mirarnos a los ojos por la vergüenza, sabedores de que en el dormitorio muy probablemente nos veríamos expuestos a nuevas pruebas que solo la mente de Marcela podía concebir. Y ella tenía claro que los dos estábamos dispuestos a seguirla en sus planes. Nuestras mutuas masturbaciones se lo habían demostrado.

Llevamos unos combinados a la pieza y con algo de nerviosismo de parte nuestra subimos a esperar a mi madrastra, que pasó a ver a mi padre antes de tomarse su recreo con mi compañero y conmigo. Tardó unos minutos y llegó al dormitorio de huéspedes vestida con una bata transparente que al contraluz resaltaba su hermosa figura, adivinándose que venía sin calzón ni sostén.

  • Salvador, cariño, quiero probar tu cosa en la mía.

Dijo y se desprendió de la bata, quedando completamente desnuda. Se puso de espaldas en la cama y abrió sus piernas.

Salvador se desnudó más rápido que un rayo, tal vez como nunca lo había hecho en su vida, y se puso encima de ella, poniendo su herramienta a la entrada del túnel de amor de mi madrastra, la que subió sus piernas sobre la espalda de mi compañero y levantó su ingle de manera de fuera la vulva la que se tragara el trozo de carne, antes de que éste se le metiera. De esa manera, Salvador se encontró de pronto con su herramienta hundida en la vulva de mi madrastra, la que empezó a mover su cuerpo. El muchacho reaccionó y empezó a empujar también.

  • Cariño, quiero pajearte

Me dijo en medio de los movimientos casi enloquecidos de su cuerpo, abrazada a mi amigo que se movía igual que ella. Me desnudé y me paré al lado de ambos, con mi barra completamente dispuesta, la que ella tomó y empezó a masturbarme mientras follaba con Salvador, que no perdía detalle de lo que sucedía.

Marcela se puso en cuatro pies y le pidió a su nuevo amante que se lo metiera en la vulva, pero en la posición llamada "a lo perrito", por lo que Salvador se puso detrás de ella y metió su verga entre las nalgas de mi madrastra, la que empezó a moverse de una manera increíble, logrando que el trozo de carne de mi compañero entrara completamente en su vulva, para volver a salir casi totalmente. Yo me puso delante de ella y mi ardiente Marcela se tragó mi pedazo de carne, la que me empezó a mamar desesperadamente.

En esa posición estuvimos algunos instantes, hasta que los tres llegamos al orgasmo y mi caliente madrastra fue inundada de semen en la boca y en su vulva, mientras ella, a su vez, también se rendía a tanta excitación, soltando sus líquidos que cayeron a la cama confundidos con el semen que le había regalado Salvador.

Después de un rato que nos dimos de reposo para reanimarnos, me senté en la cama y le pedí a Marcela que se sentara sobre mi instrumento, dándome la cara. Ella se tragó toda mi carne y echó su cuerpo hacia delante, de manera de abrazarme y besarme mientras follábamos, lo que dejó su culo expuesto para que mi amigo lo visitara. Con una mirada de ella le llegó la invitación y Salvador se puso detrás de ella, entre mis piernas, y enfiló su pedazo de carne en el hoyo posterior de mi madrastra, que aguantó a pie firme el dolor que le producía la voluminosa verga de mi compañero en el culo complaciente de mi madrastra. Como su trasero tenía alguna experiencia en este tipo de encuentros, pronto Marcela empezó a gozar con la intrusión del travieso trozo de carne de Salvador, que entraba y salía con fuerza del culo exquisito de mi madrastra.

Nuevamente nos llegó el éxtasis del orgasmo y los tres quedamos tendido mientras nuestro semen se escurría por las piernas de Marcela, formando un charco sobre la sábana.

  • ¿Qué te parece la madrastra de tu compañero de curso, Salvador?
  • ¿Qué puedo decir? Eres exquisita
  • Y aún tenemos mucho que gozar, niño
  • Bueno, para eso estamos, pues. Tu mandas y nosotros obedecemos
  • Tan sacrificados que son ustedes
  • Si, ¿no es cierto? Pero es que parece que eres insaciable
  • Tienes razón en ello. No soy fácil de satisfacer.
  • Eso se ve por la manera en que te has comportado en la cama hoy
  • Bueno, tu compañero de curso sabe bien cómo me las traigo.
  • Pobre de él, va a terminar en los huesos
  • Si, pero feliz. ¿No te gustaría terminar igual a ti?
  • Encantado, si tu quieres. De esta manera le ayudo a llevar la carga.
  • Una carga rica, ¿no crees?
  • Pero claro. En tu caso los cuentos de niños están todos equivocados
  • ¿Cómo así?
  • En los cuentos las madrastras son todas malas, pero tú eres muy buena
  • Gracias por el cumplido

Marcela se subió sobre Salvador, como si fuera una tigresa sobre su presa, y se puso con el rostro sobre la verga de mi compañero, en tanto le ponía su vulva sobre la boca del muchacho, dejándose caer de manera que quedaron listos para iniciar una mamada mutua en lo que se conoce como 69. No pude aguantarme y me puse detrás de mi madrastra, enterrándole mi verga en el culo. Mientras ellos se mamaban mutuamente, yo metía y sacaba mi herramienta del culo de Marcela, en tanto que mis bolas golpeaban la frente de Salvador. Al cabo de unos minutos nos rendimos y nuevamente debimos buscar reponer fuerzas.

  • Cariño, quiero nuevamente se pajeen entre ustedes

Esta vez no nos hicimos esperar y nos encontramos sentados sobre la cama, pajeándonos por segunda vez.

  • Pero mírense mientras lo hacen. Es más rico

Nos miramos a los ojos mientras nuestras manos aferraban la herramienta del otro. Pareció que el estar tan cerca los dos aumentó nuestra excitación pues ambos aumentamos la presión en la verga del compañero. Marcela se dio cuenta de ello y decidió aprovechar la situación. Se sentó a la orilla de la cama y me pidió que le mamara la cuca, para lo cual tuve que ponerme de rodillas. Cuando tenía mi cabeza entre las piernas de mi madrastra y mi lengua exploraba su túnel de amor, ella me acarició la cabeza y me dijo al oído "ahora vas a probar algo nuevo, así que déjate hacer", haciéndole señas s Salvador para que se pusiera detrás de mí.

Me di cuenta lo que iba a suceder, pero no hice nada por impedirlo, tal era el grado de excitación en que me encontraba, al igual que mi compañero. Además, lo vivido recién entre los dos había ayudado a que rompiéramos barreras de pudor, por lo que nos encontrábamos más dispuestos a seguir adelante con los planes de Marcela. Salvador puso su herramienta a la entrada de mi culo y me tomó de la cintura, empezando a empujar poco a poco, pero inexorablemente. Yo cerré los ojos y traté de enfocar mi atención solamente en la vulva que mamaba, pero no era tan fácil hacerlo, ya que el dolor de sentir tan grande pedazo de carne en mi culo era casi insoportable, considerando que era primera vez que vivía una experiencia así. Y justo tenía que ser una verga de las dimensiones de la de Salvador.

Al cabo de un rato el dolor amainó, aunque no me abandonó totalmente, pero me permitió aguantar las embestidas de mi amigo, que se notaba feliz con el juguete nuevo que había descubierto de la mano de Marcela, hasta que terminó por rendirse y me inundó con su semen, el que salía a borbotones desde mi hoyo posterior.

  • Bueno, Salvador, ahora me toca a mí

Le dije mientras le cedía mi lugar entre las piernas de Marcela.

  • Lo justo es justo, ¿no te parece?

Agregó mi madrastra invitándolo a mamarle la vulva.

Salvador no puso objeciones y muy pronto yo estaba con mi verga completamente enterrada en el culo de mi compañero, que empezó a moverse de manera de hacer más grata la invasión de mi barra de herramienta en su parte trasera. Pareciera que este muchacho ya había perdido la virginidad por el culo pues no manifestó mayor dolor por la entrada de mi trozo de carne y no me pareció tan dificultoso el metérsela.

Y así fue como yo también tuve mi acaba en el culo de un hombre, regalándole a Salvador el resto de mi leche entre sus nalgas.

Marcela tuvo que volver al dormitorio matrimonial, pero antes nos regaló una mamada a cada uno, con lo que quedamos felices con esa noche de "estudios" y cada uno se fue a dormir completamente satisfecho y agotado por tanta actividad.

Era claro que esta relación de Salvador, Marcela y yo no terminaría esa noche. Y era evidente que los tres estábamos dispuestos a explorar nuevos senderos en esta senda tan excitante que es el sexo. Lo que empezó siendo un secreto entre mi madrastra y yo ahora se había convertido en una pequeña asociación destinada a buscar la satisfacción sexual por todos los medios.

Ya veremos a qué nos lleva esto.