Una madrastra muy especial 2
Las cosas entre Marcela y su hijastro están recién empezando. Lamento no publicar las fotos que me facilitaron, pero prefiero no hacerlo.
Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
Una madrastra muy especial ( II )
Aunque mi madrastra tiene solamente tres años más que yo, su predisposición al sexo le ha permitido adelantarse en ese campo mucho más que nuestra diferencia en años. De eso me di cuenta la primera vez que tuvimos relaciones y ahora, con su invitación a hacerlo en su lecho matrimonial, en presencia de mi padre enfermo, indicaba a las claras que su apetito no tenía límites y que estaba dispuesta a correr todo tipo de peligros si fuera necesario para gozar.
¿Yo? Fascinado con la perspectiva que tenía delante de mí, inconsciente del daño moral que me infligía y el dolor que le causaba a mi padre. Marcela es tan exquisita que cualquier duda se disipaba al pensar en la posibilidad de poseer ese cuerpo escultural, con unos glúteos que invitaban a acariciarlos y explorarlos. Estaba poseído por una pasión incontrolable, que ella se encargaba de alimentar día a día, consciente de que yo era un alumno dispuesto a seguirla en lo que ella quisiera.
Sus piernas, recién abiertas para mí, eran una constante invitación y me era imposible resistir su llamado, al pensar en sus líneas perfectas, en que sus muslos eran un constante suplicio por todo lo que dejaban a la imaginación. Tener esas piernas abiertas entre mis costados y esos muslos dispuestos a entregarme el tesoro que guardaban al final, era un sueño que solamente esperaba realizar, sin importarme ni mi padre ni nada.
Sabía que mi madrastra había sentido la potencia de mi instrumento y que la había hecho gozar, por lo que no tenía dudas respecto a su intención de seguir probando a su hijastro y darse los gustos que ella deseara conmigo. Sus palabras fueron elocuentes en ese sentido, cuando me dijo lo mucho que había gozado para después invitarme a su dormitorio al día siguiente, a hacerlo en presencia de mi padre que estaba postrado enfermo desde hacía un par de meses. Lo que no vislumbraba aún eran los límites a los que podría llegar de la mano de esa mujer dispuesta explorar el sexo al límite.
Ese día lo pasé como en nubes, sin atender a nada que no fuera el pensar en las delicias que esa hermosa mujer me haría sentir nuevamente. En la universidad asistí a clases pero no supe la materia que se pasó y si hubieran hecho una prueba, de seguro me habría sacado un cero. Todo mi ser estaba concentrado en lo que me esperaba esa noche en casa, con mi madrastra, y en los días venideros, en que podría gozarla a plenitud, sacándome de encima la espina que tenía clavada desde hacía tres años. Era mía finalmente y estaba dispuesta a todo en la cama. Y yo estaba más que dispuesto a satisfacerla en lo que ella me pidiera, pues tenía vitalidad como para ello. Y deseo.
Me recibió con un beso, apegándose a mi cuerpo mientras refregaba su entrepierna con la mía, rozando sus muslos contra los míos. Sentí su pelvis contra mi verga, que inmediatamente reaccionó a la presión y le devolví una erección que la puso feliz. Mi mano hurgó entre sus nalgas y por debajo de su vestido, buscando su calzoncito y el paquete que escondía. Lo tomé en mi mano y apreté con suavidad, arrancándole un suspiro de excitación, mientras a su vez apretaba mi verga por encima del pantalón de donde luchaba por salir.
- Marcela, ¿qué pasa? ¿Por qué tanto silencio?
La voz de mi padre desde el dormitorio nos volvió a la realidad. Ella acudió de inmediato a la pieza a decirle que estábamos tomándonos una taza de café en la cocina. Mi padre no dijo nada, pero me dio la impresión que algo sospechaba.
Cuando volví a verla nos pusimos de acuerdo para las 10 de la noche. Ella me llamaría a ver una película que había arrendado, que era ligeramente subida de tono, pero no tanto como para despertar sospechas en mi padre.
Efectivamente, me llamó después de cenar y acudí a su dormitorio, donde me preguntó con cara de inocente si me gustaría ver una película de moda que había arrendado. Le di que sí y me instalé en la cama de ellos, pero encima. Iba vestido solamente con short y polera, ya que el clima era algo caliente esa noche. Y bien sabía lo ardiente que se pondría más adelante.
Mi padre no tenía deseos de conversar y cuando la película recién había empezado ya estaba dormitando, tal era su estado de debilidad. Creo que antes de la media hora ya estaba profundamente dormido.
Marcela me hizo gesto de que me desprendiera de mi short y me metiera bajo la cama, encima de las dos sabanas, de manera que nuestros cuerpos, aunque juntos no rozaran al de mi padre.
Mi madrastra estaba vestida solamente con una bata y bajo esta con sostén y calzón, del que se desprendió para mostrarme su hermoso trasero, que tanto deseaba. Se acomodó como para ver la película pero la parte inferior de su cuerpo, de la cintura para abajo, la dirigió hacia mí, en una contorsión digna de una artista de circo. Comprendí lo que pretendía y metí mi instrumento en su vulva, lentamente, haciendo durar el gusto de sentir mi pedazo de carne introduciéndose en su húmedo túnel. Ella seguía mirando hacia la tele, como si nada pasara, aunque una leve sonrisa indicaba que estaba conectada con lo que hacíamos.
- ¿Te gusta la película?
- Si, aunque me da algo de miedo
- Entonces no la veas, apaga la tele y duérmete
- No, prefiero seguir viéndola, aunque me de miedo.
Mi padre le conversó, creo que más que nada para comprobar que no hubiera nada sospechoso entre ella y yo, pero la vio tan compenetrada viendo la película,, mientras yo le tenía mi verga completamente metida en la vulva mientras ella conversaba con mi padre y hacía leves contracciones con su vagina para demostrarme que estaba participando conmigo de ese increíble momento, aunque no dejaba de conversar con su marido. Conversaron un momento y él volvió a dormir. Ella le miró y cuando estuvo segura de que él estaba en brazos de Morfeo, dio vuelta la cara hacia mí sonriendo, feliz por lo que estábamos haciendo. Con un mirada de comprensión se sacó mi verga y se dio vuelta, poniendo su culo hacia mí, mientras se daba vuelta hacia mi padre, al que abrazó como en actitud de descanso previa a quedarse dormida. Pero su culo dirigido hacia mi verga estaba invitándome a que la penetrara, que estaba dispuesta a gozar ahí mismo con su hijastro, mientras estaba abrazada a su esposo.
Su culo en dirección mía me invitaba a poner mi instrumento ahí. Con mucha precaución me puse de lado y mi verga se fue a apoyar en sus nalgas, ella pasó su mano hacia atrás y la tomó dirigiéndola a la entrada de su túnel posterior. Con una sonrisa en su rostro me dijo suavemente "calladitos".
Lentamente acomodó su culo de manera de recibir mi instrumento, el que empujé lentamente, hasta que sentí que la cabeza penetraba por el ojete. En el rictus de su cara comprendí que le dolía, pero ninguna palabra salió de su boca, aguantando la embestida. Envalentonado, empujé con más fuerza, hasta sentir que media barra de carne mía se alojaba en el interior de mi madrastra, que aguantó sin chistar el dolor que ello le producía. Y finalmente logré alojar toda mi barra en su deseado culo, sin que quedara nada fuera. Fue entonces que empezamos lentamente a movernos: ella empujando para atrás y yo hacia delante, pero siempre en silencio. Fue un enculamiento en cámara lenta y sin palabras. En un momento sus movimientos delataron la actividad que estaba llevando a cabo y mi padre se despertó, preguntándole qué sucedía, pero ella lo tranquilizó diciéndole que la película le había asustado y por eso se había movido algo bruscamente. Esta mujer tenía una habilidad asombrosa para discurrir sobre la marcha excusas que fueran creíbles.
Fue en ese momento en que mi padre decidió ir al baño
Aprovechamos su momentánea ausencia para movernos con un poco más de libertad, pero eso fue durante muy poco tiempo, ya que el volvió pronto, extrañándole la posición que teníamos en la cama: mi madrastra acostada de costado y yo detrás suyo, apegado a su cuerpo.
- ¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué están así?
- Me dio frío cuando te levantaste y, además, me dio miedo la película
Yo me hice el dormido, como si estuviera ajeno a todo lo que sucedía a mi alrededor, pero con mi verga completamente metida en el culo de Marcela, mientras esta le daba explicaciones a mi padre, que pareció conforme con la explicación y se acostó nuevamente, para volver a dormirse al poco rato.
Cuando sentí que venía nuestro orgasmo, me aferré a sus caderas y dejé mi instrumento alojado completamente dentro de ella, arrojando en su interior la leche que tenía guardada, a lo que Marcela respondió con una descarga similar, que le escurría por las piernas.
Todo sucedió calmadamente, silenciosamente.
De la película no habíamos visto ni el título y mi padre dormía plácidamente, sin enterarse de las cosas que su esposa hacía con su hijo en la misma cama, a su lado.
- Vayamos a mi pieza ahora
Le propuse al oído, a lo que ella respondió afirmativamente, pero que le diera un par de minutos.
Me estaba bajando de la cama cuando ella me tomó de la mano y me pidió que me pusiera de rodillas. Obedecí, pues sabía que esa mujer siempre tenía sorpresas agradables que no debía desperdiciar. Una vez de rodillas al lado de la cama, ella, sin moverse de donde estaba, se puso de costado y se apoderó de mi verga, que empezó a succionar con deleite, mientras una de sus manos se apoderaba de mis bolas, a las que le aplicó un suave masaje. Era increíble estar ahí, sentado a la orilla de la cama paterna, mientras él dormía y su esposa se tragaba mi verga, sacándole la leche que le tenía guardada. No pude resistirme y llevé una mano hasta su vagina, donde introduje un dedo y empecé a masturbarla. El efecto fue inmediato, pues sus chupadas a mi instrumento se intensificaron y unos movimientos quedos de su cuerpo me indicaron que estaba teniendo otro orgasmo, mientras mi instrumento soltaba su contenido en su boca voraz, que intentó tragar la mayor cantidad.
- Ahora sí
Me dijo sonriendo y me dejó partir, pero antes me pidió que pusiera mi cámara fotográfica en el velador, en automático, para que hiciéramos algunas tomas mientras estuviéramos haciéndolo.
Ya en mi dormitorio, preparé la cámara de manera que quedara apuntando desde la cómoda al pie de mi cama, con lo que abarcaba todo el panorama de nuestros cuerpos cuando estuviéramos trenzados en el juego del amor. Esperé a que ella llegara, cosa que sucedió en poco rato. Venía desnuda pero cubierta en una bata, de la que se desprendió apenas traspuso la puerta de mi dormitorio. Subió a la cama y se subió encima mío, cubriéndome de besos mientras su cuerpo se refregaba con el mío.
- Qué rico que estuvo, cariñito
- ¿Te gustó?
- Eres exquisito
- Y tú eres muy caliente, vidita
- Los dos, amor
- Si, los dos
- ¿Pusiste la cámara?
- Está ahí, en automático
- Va a ser rico verme después con tu cosita metida en mí.
Su mano bajó a comprobar el estado de mi verga y viendo que estaba en condiciones de tener otro combate, se sentó encima mío y la condujo a la entrada de su vulva, donde la dejó para después dejar caer su cuerpo y tragarse toda la barra de carne. Sus movimientos eran tan violentos que me costaba seguirle el ritmo, pero ella estaba completamente excitada y se movía salvajemente metiendo y sacando mi pedazo de carne de su interior. Yo me así a sus senos y empecé a amasarlos y besarlos, mientras observaba su hermoso cuerpo subir y bajar delante de mí.
- Ricoooooo, siiiiiiiiiiiiii
- Toma, tomaaaaaaa
- Me gusta sentirlo dentro. Asiiiiiiii
- ¿Sientes como te entra y te sale?
- Siiiiii, mijitoooooooo
Dio vuelta su cabeza en el momento en que estaba a punto de acabar, justo para sentir el click de la cámara.
Y muy luego ya estaba cediendo el paso a un nuevo orgasmo, esta vez bastante más bullicioso que los dos anteriores en su pieza, pues había tenido la precaución de cerrar bien la puerta de su dormitorio para que no llegaran los ruidos de nuestro lance.
- Quiero mamarte para la cámara
- Haz lo que quieras, Marcela
Se apoderó de mi barra, la llevó a su boca y mientras se la introducía entre sus carnosos labios rojos, levantó la vista y quedó esperando el nuevo click de la cámara, que la captó en todo el esplendor de sus verdes ojazos mirándome, mientras mi verga empezaba a entrar en sus ardientes labios.
- Ahora, enculame, pero en forma.
- Encantado, cariñito
Se puso en cuatro pies sobre la cama y yo le enterré, sin miramientos, toda mi herramienta, que no tuvo mayores dificultades esta vez pues el camino ya estaba pavimentado, por así decirlo.
Nos entregamos a una faena de mete y saca, en que sus quejidos y los míos se confundían, mientras mis manos se apoderaban de sus senos y ella movía su cuerpo con desesperación, procurando un nuevo orgasmo, pero disfrutándolo a plenitud, incluso antes de que le llegara.
Varios clicks testimoniaron el frenesí que nos envolvía.
Y finalmente nos rendimos a las delicias de ese amor incestuoso, uniendo nuestros sudores y nuestras leches en un abrazo mientras intentábamos reponernos de tanta agitación.
Esa noche fue una noche de locura, donde Marcela me demostró lo mucho que le agradaba el sexo y lo afortunado que yo era de estar a mano para satisfacerla, pues con ella podría descubrir senderos inimaginables por mí hasta ahora.
Fue así como concebimos la idea de hacer hombre a su joven hijo de quince años, cuyo cumpleaños sería en una semana más, aunque yo, por mi parte, tenía otros planes para mi bella amante, en los que tendría un papel principal mi amigo Salvador.
Y fue Salvador el beneficiado en primer lugar, pues vino a verme ese fin de semana, dándonos la oportunidad de romper nuevas barreras en el camino de perdición en que Marcela me estaba introduciendo, camino en el cual yo estaba dispuesto a llegar donde ella quisiera, enceguecido por su hermoso cuerpo que me tenía completamente enloquecido de deseo.