Una luz de esperanza 3

Llegó el momento en qué tenía que decidir, si portarme cómo una niña temerosa o elegir actuar cómo una mujer

Era tiempo de salir y ser un poco valiente. Salí, y así toda mojada, agarré la ropa que tenía para ponerme y “me resbalé cayendo contra la bañera golpeándome el costado” pegué un grito de dolor. Mi ropa cayó adentro mojándose toda. Entró Fina y me vio tirada en el suelo. Así cómo estaba me levantó y me llevo hasta la cama abrazada.

  • Emi, ¿cómo estás cariño? ¿te duele mucho?

  • No te asustes me duele un poquito aquí, me toqué y pegué un grito

  • ¿Un poquito, a ver si te fracturaste una costilla? Si estás muy mal vamos al hospital

  • ¡No, no! no es para tanto, ya se me va a pasar.

  • Ay mi cielo, que susto me das, espera que te seco y te paso una crema – me había acostado sobre la colcha y la había mojado toda. El camisón de ella también se había mojado, pero ni cuenta se había dado. Volvió con la toalla y me fue secando con infinita delicadeza. Me pasaba la toalla con tanta dulzura que parecía que me secaba con algodones. Una vez seca, sacó la colcha mojada para dejarme sobre la sabana. Empezó a darme la crema por el costado del seno. Pasaba la mano tan suave que sin querer se me estaba endureciendo. Me daba vergüenza, pero no lo podía evitar. Nunca se me habían puesto las tetas así. No sé, me acariciaba una y se me endurecían las dos, qué podía pensar

  • Cariño, te voy a correr despacito para que quedes para dormir. No te preocupes que te voy a pasar más pero así no te tengo que mover después. Te hace bien esta crema ¿verdad?

  • Sí, me calma bastante, me da rabia que por mi culpa no puedas dormir tranquila.

  • No seas tonta, no digas eso que no tienes culpa de nada, ponte así de costado. Yo me voy a acostar también, ¿no te importa que me saque el camisón? lo tengo todo mojado.

  • Bueno, mira cómo estoy yo, que te puedo decir, pero la ropa se me cayó en la bañera.

  • Entonces estamos iguales. Déjame que te sigo pasando la crema – siguió con esos masajes más parecidos a caricias. ¡Cómo me gustaban! sentía los pezones estirándome la piel como si quisieran escaparse. Ahora ya me pasaba por todo el pecho y yo agradecida. Nunca había sentido algo así – te va calmando verdad

  • Sí, me calma mucho, tienes tan buena mano – no dijo nada, pero siguió dándome por toda la teta, cada vez estaba más excitada y sentía como electricidad en otras partes del cuerpo, estaba con los ojos cerrados, cuando escuché que me preguntaba.

  • No te golpeaste ¿verdad? – les dije que mi piel era de un moreno subido, no me puedo poner colorada pero mi cara la sentía como de fuego, agaché la cabeza muerta de vergüenza cuando le dije que no, las lágrimas se me escapaban, sentí como me levantaba la barbilla para decirme – así va a ser mucho mejor – y me dio el beso que me paralizó.

Me sentí como el renacuajo hipnotizado por la culebra que se lo va a comer. Pero yo quería que me comiera. No me pude aguantar me abracé a su cuello y sujeté su cara para que siguiera besándome. Era la primera vez que me besaban así y no quería que parara. Con las manos seguía sobándome los pechos, me parecía que me iban a estallar, pero no era solo ahí, sentía todo mi cuerpo en ebullición. Fue corriendo la mano dibujando mi contorno hasta llegar a mis muslos, me acarició por fuera volviendo por adentro, sentí su mano en mi vulva y me tensé. Tuve un ataque de pánico y gemí con miedo

  • Tranquila cariño, no te va a pasar nada, relájate – me pidió al oído. Pero que me iba a relajar, justo en ese sitio me iba a tocar. Cerré los ojos, quería y no quería, estaba temblando, pero la suavidad de sus caricias me iba tranquilizando. Era una pelea entre mis miedos y ese placer desconocido que se adueñaba de mí.

Llegó con su boca hasta mis tetas y lo que antes me hizo sentir en los labios, ahora me lo hacía sentir ahí. Mordía los pezones con los labios, al mismo tiempo que sentía sus caricias en mis labios mayores. Fue abriéndolos despacito hasta colar un dedo. Recorría el surco que iba de mi vagina a mí clítoris, con una delicadeza que me derretía. Me sentí exclamar

  • No por favor ahí no-  sacó la mano

  • No tengas miedo, déjame besarte nada más – bajó hasta llegar a mi vulva y la fue dibujando a besos. Y a besos consiguió hacer que mi placer fuera mayor que mi miedo. Me separó más las piernas y con la lengua se coló entre mis labios. Me costaba soportar eso. Me toqué los senos y parecía que un fuego que subía de ahí abajo me inundaba todo el cuerpo. Creo que llegó al clítoris porque fue cómo un golpe de corriente que me hizo estremecer de gusto. Me revolvía en la cama. En un momento me quiso penetrar con la lengua

  • ¿Qué me vas a hacer?

  • No te preocupes, si no te gusta me dices y paro – no tenía miedo que me lastimara, tenía miedo que esos momentos de placer se terminaran, estaba gozando tanto que cualquier cambio sería para peor. Sentí como iba introduciendo la lengua en mi sexo. Era fabuloso, una suavidad exquisita. No podía creer que por dónde más me habían hecho sufrir, ahora me pudieran dar tanto placer – si quieres paro - preguntó

  • No, sigue por favor, sigue – es difícil relatar lo que me hizo sentir. Mi cuerpo parecía una sinfonía, el violín en que su lengua sacaba los acordes más exquisitos – mami, que me haces. Murmuré mientras escarbaba con la lengua en lo más profundo, con los dedos empezó a frotarme ese capuchón que guardaba el botón que me hacía estremecer. Me estaba mareando, sentía esas caricias cómo si fueran en todo mi cuerpo. Pareciera que todo mi ser confluyera en dónde tenía su boca y de ahí se esparcía erizando toda mi piel. No sabía que iba a pasar, pero quería que pasara. Algo iba a salir de ahí y no me importaba qué. No creía que fuera sangre, pero aunque lo fuera, esta vez no me importaba

  • Mami, mamita, sigue, no me dejes así, sigue asíii…así…ahhhh – un gemido largo en el instante que sentí lo que nunca pensé que existiera. Todo mi ser descargando el placer por el sitio que tanto odiaba y hoy me regalaba el momento más maravilloso de mi vida. Subió a mi lado y me encontró llorando

  • Mi amor ¿qué te pasa te hice daño? - No podía contestarle con palabras. Hice lo único que podía hacer, me aferré a su boca, probé mis jugos en sus labios, respiré su aliento, la tiré en la cama sin parar de besarla. Cuando pude hablar le dije entre hipidos.

-Quiero hacerte sentir lo que me hiciste sentir a mí, déjame besarte como me besaste – le besé la garganta, bajé a sus tetas, quería comérmelas, pero no tenía tanta paciencia como ella. quería llegar a dónde iba – Déjame quitarte las bragas.

  • Sí cariño, haz lo que quieras, soy todo tuya – tenía su consentimiento y las ganas enormes de repetir en ella lo que me había hecho. Le saqué las bragas con apuro y me hundí entre sus piernas. Respiré ese aroma embriagante, creo que del apuro no estaba haciendo las cosas bien, pero estaba acelerada. Le pasaba la lengua y quería estar en todas partes

  • Despacito cariño, despacito que no me voy a escapar, tenemos toda la noche – esas palabras me calmaron un poco. Iba guiando mi cabeza hacia el sitio donde tenía que lamer. Le fui haciendo caso, le pasaba por toda la raja y cuando llegaba al botoncito, lo rodeaba, lo tomaba con los labios, lo exprimía, y ahí la que gemía como una loca era ella. Ah…cómo me gustaba oírla gemir. En ese momento me sentía dueña de su cuerpo, la hacía estremecer, sentía sus espasmos en mi boca, hasta que se puso rígida y en un gemido de abandono me regaló todos los maravillosos jugos de su cuerpo

  • ¿Lo hice bien, te gustó? - Le pregunte con ansiedad

  • Claro que lo hiciste bien, como las mejores. Creo que lo hiciste mejor que yo

  • No digas eso, me hiciste pasar un momento increíble, el mejor de mi vida, por el sitio que tanto odiaba.

  • Viste que estabas equivocada conque eso solo servía para sufrir

  • Viste que estabas equivocada que una psicóloga no podía tratar a nadie que quisiera o tuviera interés. Aunque por ahí ni me quieres nada ni te intereso

  • Debe ser que no te quiero nada – me volcó sobre mis espaldas y fue bajando la mano hasta acariciar mi coño. No me besaba, pasaba los labios por toda mi cara y me ponía a mil – tus rulitos me vuelven loca, los tengas dónde los tengas.

  • ¿Dónde estás acariciando también?

  • También, ya te dije, los tengas dónde los tengas – había abierto los labios mayores e iba abriéndose paso por toda mi vulva. Lo hacía tan bien que me estaba poniendo en trance.

  • Ahora sé porque las chicas se vuelven locas por dormir contigo

  • Pues cuando te conozcan íntimamente, se van a volver locas para meterse en tu cama

  • No sé, me da miedo. Tú eres tan suave que estoy confiada – en ese instante trata de meterme un dedo - ¡No! por favor, no hagas eso, me va a doler.

  • No tengas miedo, nunca te haría doler, vas a ver que te va a gustar – me beso en los labios, estaba tensa. Sentía ese dedo perforándome. Me metía miedo pero no me dolía. Lo fue metiendo despacito y lo hacía girar. Era más fino que la lengua que metía en mi boca, pero era más duro y más largo. Siguió penetrándome y ya me estaba gustando. De a poco se me fueron los miedos y el placer ocupaba su lugar. Ahora peleaba en igualdad de condiciones el espacio en nuestras bocas. Abajo ya lo daba por perdido y a gusto. Mientras lo quitaba y lo volvía a meter, el dedo gordo se ocupaba de mi pepita. Encogí las piernas y en el momento que me corría chupé su lengua con ganas, casi se la saco, gruñó y movió la mano más rápido haciendo que mi orgasmo se hiciera más largo y placentero. Me quedé abrazada con mimo

  • Eres mayor de edad, eres toda una mujer

  • ¿Más qué ayer?

  • Creo que sí, ayer no tenías claro el uso de ciertos lugares de tu cuerpo, hoy ya lo sabes

  • Ayer te llamaba Fina, ¿hoy ya puedo llamarte mami? – se largó a reír

  • Vas a tener una mami bastante incestuosa. Pero bueno, mis hijas me quieren así.

Ya era tarde, nos abrazamos y así juntitas nos dormimos.

A la mañana me desperté tarde. Para ir a la UNI ya no tenía tiempo. Fui al baño, estaba desnuda y la ropa remojándose en el yacusi. Me higienicé, cuando salí del baño Fina me estaba esperando. No sé porque me dio pudor que me viera desnuda

  • Por qué no me prestas una bata para ir a buscar mi ropa

  • Si quieres puedes ir así, estamos las dos solas, ¿o te da vergüenza?

  • Un poco sí, no estoy acostumbrada – me alcanzó una parecida a la que llevaba ella

  • Ven a desayunar después te cambias – mientras desayunábamos se me ocurrió decirle

  • Ahora no vas a necesitar que lleve condones

  • ¿Por qué? Siempre puedes tener la opción de que te guste alguien

  • Después de estar contigo, si me gusta alguien no será de ese lado

  • No digas eso, el amor puede llegar disfrazado de muchas maneras. Tú te pensabas que nunca ibas a tener relaciones sexuales, y mira, no te veo que estés disgustada

  • Claro que no estoy disgustada. Nadie que hubiese estado en mi lugar estaría disgustada, sino que lo digan las demás ¿alguna de ellas necesitó condones?

  • Son grandes, no las vigilo, pero supongo que no, sino me lo hubiesen dicho. Aquí esto parece lo normal, pero cuando se vayan quizá prefieran otra cosa. Todas ellas vienen de un pasado problemático, pero en la vida hay de todo.

  • Pues a mí no se me hace que Candela y Sofía se fijen en algún hombre

  • Bueno, ellas se aman, se complementan. En ellas el sexo es secundario, pueden tener relaciones con otras personas e igual se seguirían amando. Tienen un pasado muy crudo.

  • Creo que todas tenemos un pasado muy crudo. No sé cómo no encontraste a alguien que no tuviera tantos problemas.

  • Para las que no tienen problemas alcanza la seguridad social. Yo quiero algo más, quiero sentirme orgullosa de que las mujeres que salgan de aquí, puedan disputar con cualquiera su lugar en el mundo. Aun las que tengan un pasado tortuoso.

  • Seríamos las chicas del Ducado de Travia. Una para todas y todas para una – le dio la risa

  • Eso mismo, y ya ves que somos así. Faltabas tú, bah…Amira también, solo se entiende conmigo. Y no es que no le guste, vieras lo fogosa qué es, pero tiene un complejo de inferioridad que ni yo se lo puedo sacar. Se cree que porque llegó en una patera y es negra ya es menos que las demás. No es que las otras la echen a un lado, es ella que se cohíbe, que si fuera por Rosa si la llega a pillar le pone la vida en colores.

  • Me parece que Rosa les colorearía la vida a todas

  • Es cierto, si no la hubiese reprendido ya te la hubiese coloreado a ti

  • Así todo ¿piensas qué alguna de nosotras puede tener relaciones con un hombre?

  • Mira, aquí ninguna tuvo problemas para salir del armario. Eso no quiere decir que se haya metido en otro. Cada cual hará lo que le guste.

  • Yo ahora no sé lo que me gustaría hacer – le dije arrimándome a ella

  • No te preocupes, vamos a la habitación y seguro que vamos encontrar algo que te guste hacer – Puf…cómo encontramos. Sin darnos cuenta casi se hace la hora que volvían las chicas. Antes que llegaran le pregunté

  • ¿Puedo volver a dormir contigo otra vez?

  • ¡Sí! Porque no, si después quieres dormir también puedes, va a ver tiempo para todo.

Ese día puedo decir que cambió mi vida, lo que antes miraba con indiferencia, empezó a ser una parte de mis deseos. No pretendía que disfrutar con Fina así fuera lo cotidiano. La que ahora pasó a ser mi “mami”, también tenía otras obligaciones.

Empecé a llamarla mami como todas. Pensé que no les había llamado la atención. Una noche cuando nos íbamos a dormir, Rosa me llamó.

  • No puedes venir a mi habitación y me haces el favor de mirarme la espalda, tengo un granito que me tiene preocupada, a ver si tengo que ir a una dermatóloga – no voy a mentir diciendo que no desconfiaba, pero ¿qué escusa meterle? Entré y se empezó a desnudar.

  • Eh, ¿no era en la espalda? – se quedó nada más que con las bragas

  • ¿Así qué ya tienes mami? Si quieres entrar en la familia necesitas una hermanita – me tiró en la cama y se subió arriba besándome con entusiasmo. No peleé mucho, Rosa estaba demasiado buena, y el sexo es como la droga. Cuando lo conoces te vuelves adicta enseguida, Rosa era especial, era de las que se preocupan más por dar que recibir. Me desnudó con un frenesí que merecía mejor causa. Se ponía loca por hacerme correr. Mis orgasmos la apasionaban como si fueran de ella. esa noche conocí el sexo por el sexo. Le devolví el favor en lo que pude, pero para llegar al nivel de ella, me faltaba mucho. Me quedé a dormir, la cama era estrecha, pero dormimos muy bien.

Luego de esa noche parece que todas se despertaron. Los fines de semana si no era una era otra, me llevaban a conocer las delicias de Lesbos. Tenía razón mami. Todas eran diferentes, pero con todas disfrutaba como loca. Bueno, todas menos Amira.

Amira tenía un cuerpo de escándalo. Casi siempre se iba caminando a la Uni y no le daba asco a hacer ejercicios con los aparatos que teníamos en casa. Tenía una carita linda, (por lo menos a mí me gustaba) unos labios un poco más gruesos que los míos, pero se veían tan besables. El color era negro subido, pero para mí eso lo daba un toque exótico, (yo tampoco era muy blanca) la verdad me gustaba. Quería probar cuanto de fogosa tenía.

Estudiaba física y matemática y estaba por pasarse a informática. Las calificaciones eran de las mejores en esas materias. Yo no tenía problemas, pero con matemáticas me costaba lo mío. Quizá podía aprovechar que me enseñara lo que ella sabía, y de paso le enseñaba lo que sabía yo. Esperé hasta un viernes que el otro día no teníamos UNI para abordarla

  • Amira, me dijo mami que de matemáticas sabes un montón

  • Bueno, eso es lo que estudio ¿por qué?

  • A mí no se me hace fácil ¿no me podías ayudar? – se le notaba la satisfacción de que necesitara de ella

  • Sí te ayudo ¿quieres que vayamos a la biblioteca?

  • Huy mira, ahí siempre hay mucho barullo, no podríamos estudiar en mi habitación más tranquilas

  • Como tú quieras ¿quieres que vayamos antes de cenar? O comemos algo y después vamos

  • Creo que mejor comemos algo – fuimos las dos a la cocina y nos preparamos unos bocadillos, decidimos llevarlos y comer tranquilas mientras preparaba para la clase.

  • Aunque mis intenciones fueran otras, la verdad que sabía mucho y sabía trasmitirlo, me sorprendió con la facilidad con que entendía problemas que de otro modo me llevaban un montón de tiempo. Lo aproveché, hice que me enseñara problemas más adelantados de lo que necesitaba, y ella se daba cuenta de mi entusiasmo

-Amira, eres una Einstein con faldas, ojalá mi profesora fuera como tú

  • No es para tanto, es que eres muy buena alumna – me alagó

  • ¡No! no, el mérito es tuyo, me hiciste avanzar para todo el año – mira, ahora iba a ver una película, pero verla sola me aburre. Porque no me acompañas, traigo unas cotufas y sidra y la vemos juntas ¿quieres? – tan pronto me dijo que sí, salí corriendo dejándola elegir lo que le gustara. No tardé nada, la primera parte me había salido bien. a ver cómo me apañaba.

  • Cómo hacemos – me preguntó - ¿ponemos las sillas en esta esquina

  • Mejor nos ponemos en la cama, vamos a estar más cómodas. Yo siempre la miro desde ahí. – dudó un poco, pero aceptó. Nos sentamos apoyadas en el respaldo, a medida que pasaba la película, íbamos comiendo y bebiendo la sidra. Ya habíamos vaciado una botella cuando las cotufas se terminaron. Le pasé el brazo por la espalda y la atraje a mi lado.

  • Perdona si te molesto, es que estoy tanto tiempo sola que me gusta sentir a alguien al lado mío, anda, pásame tú también el brazo – me miró con una sonrisa

  • A mí también me pasa, estamos rodeadas de gente y pareciéramos que estamos solas

Me pasó el brazo ella también y quedamos apoyada una en la otra. Eso estaba mejor pero no habíamos llegado a nada. Nos teníamos de la cintura, pero yo quería más. le fui subiendo la mano hasta que se la llevé a mi teta. Me miró extrañada

  • Ay perdona, pero me gusta tanto que me agarren de ahí - ¿te molesta?

  • No, si a ti te gusta está bien. para mí también es un punto sensible – no terminó de decir eso, cuando ya le estaba apretando suavemente el pezón – despacito te dije que es sensible

  • Perdona, pero son tan lindas que me entusiasmo – de ahí para delante de la película poco supimos. Usando las dos manos le magreé los senos y no se quedó atrás. Le abrí la camisa y aparecieron dos colinas de ébano – parecen de chocolate – le dije se envaró un poco

  • Sí, son negras – me quiso sacar la mano

  • Con lo que me gusta el chocolate negro, el blanco no es chocolate, me vas a tener que perdonar – antes que pudiera evitarlo ya estaba mamando de esas maravillas. Sí qué era sensible. Si había tenido ganas de resistirse se le habían pasado, soltó un suspiro largo y se dejó deslizar hasta quedar acostada. La seguí con mi chupeteo, me separé un poco para sacarle la camisa, quedé demasiado cerca de su boca como para no tentarme. Esos labios me estaban esperando sin ningún complejo. Los besé con glotonería, tuve que despegarme a la fuerza, me gustaban sus besos, pero tenía varias cosas que me gustaban más

Volví en busca de esos pezones que parecían aceitunas negras (que también me gustaban) los chupé con angurria, la sentía vibrar, fui metiendo la mano bajo su falda. Tenía unas bragas que parecían que se hubiese meado. Eso me enardeció, ya no quería estar arriba de ella, quería estar abajo. Le saqué la falda con las bragas, estaba divina, le besé los pies. Me miraba sin comprender que pudiera hacerle eso. Fui subiendo por el interior de sus piernas camino de su centro, le abrí los labios mayores y el rosado de su almeja asomaba entre ese fondo de chocolate. Todo lo que había aprendido lo practique con Amira. Se ve que era bastante porque parecía una serpiente buscando que la comiera. Era puro fuego, se iba derritiendo en mi boca, mientras le lamía la vagina le frotaba el clítoris con los dedos. Los gemidos parecían música para mis oídos, subí con mi lengua por el surco que me llevaba a su deseo, estaba hinchado, sobresaliendo entre sus plieges, lo succioné, lo tomé con los labios mientras lo rodeaba con la lengua. Se contorsionaba de una manera que me di cuenta que ya no aguantaba más. Bajé nuevamente a su abertura para recibir el chorro de chocolate caliente que tanto había deseado. Volví a sus labios esperando sus besos y la encuentro asombrada

  • Tú, tú me hiciste eso, pero si soy negra

  • No te creas, tienes el coñito de lo más colorido, y sabrosón, mira – y le estampe un beso lleno de sus jugos. Se ve qué eso le quitó los complejos, porque no tardó nada en desnudarme. De ahí todo fue de ella. parecía que a mi cuerpo lo hubiese atacado una horda de sanguijuelas, me chupaba por todos lados, los orgasmos se sucedían, pero tampoco se olvidó de darme de comer. Me metió el coño en la boca y como buena matemática, me enseñó a hacer un 69 que casi me hace perder el sentido de gusto.

Nos quedamos dormidas, a la mañana se levantó temprano para ir al baño. Salió ella y entré yo, hice mis necesidades y me higienicé. Cuando salí estaba vestida esperándome.

  • Por qué te vas tan temprano, podíamos quedarnos un rato más

  • Mira si no hay alguien, que no vea que salgo de tu habitación

  • Qué ¿te da vergüenza que sepan que estuviste conmigo?

  • Lo qué no quiero es qué tú te avergüences

  • ¡Que yo me avergüence, estás loca! ¿sabes cuantas me van a envidiar por no poder estar en mi lugar? Si todas están que se mean por ti – me miró asombrada y no dijo nada, se empezó a sacar la ropa, yo todavía estaba desnuda, me empujó sobre la cama y se tiró arriba mío. Estaba enloquecida, parecía hambrienta, recorrió toda mi piel antes de llegar a lo que le interesaba, cuando llegó me volvió a demostrar lo fogosa que era. No se conformaba con hacerme correr una vez, era de largo aliento y mis orgasmos la estimulaban, hice todo lo posible por devolverle el favor, creo que lo conseguí antes de seguir durmiendo.

Ese día le cambió la vida. Lo que había empezado yo lo terminó Rosa. Me vino a preguntar como había hecho. Pensaba que solamente se dejaba con Fina. Le tuve que explicar que no es que no quisiera, estaba creída que como era negra no querían tener relaciones con ella.

A Rosa lo que menos le importaba eran los colores.  Una noche que Amira se iba a la cama le salió al paso

  • Dime una cosa ¿tienes algo contra mí? ¿soy poca cosa para ti, o qué te pasa? Te acuestas con Emily y a mí ni caso, ¿soy tan fea acaso? – Amira no alcanzaba a reaccionar

  • No qué va, si eres hermosa, pero no sabía que te gustaba.

  • Ah…, no sabías, pues ahora te voy a enseñar – la tomó del brazo y la metió en su habitación. Después de haber estado con las dos me imaginé lo que paso en ese cuarto. Desde esa noche ya se supo que Amira no era inalcanzable, y también que le encantaba que la alcanzaran.

Sigue la historia de Emily, deja atras su triste adolescencia y le toca como una adulta buscando su futuro