Una luz de esperanza 2

Emily entra en un mundo nuevo con todos sus miedos viejos, ¿podrá adaptarse a su nueva realidad?

Salimos, yo llena de dudas. Me parecía irreal que alguien hiciera eso sin tener ningún redito.

  • Voy porque tú me recomiendas, pero no entiendo porque quiere ayudarme

  • Emily, tu tuviste muy mala suerte, pero hay gente buena en el mundo. Ella quiere ayudar a chicas que tuvieron problemas, y no tienen oportunidad de progresar por falta de medios. Cuando se reciban tratará de conseguirles ocupación. Tiene mucha influencia y puede hacerlo, es una feminista a su manera.

  • ¿Por qué dijo, la que se quema con leche?

  • Es un refrán, la que ve una vaca llora. Lo que quiso decir es que encontraste tanta gente mala que desconfías de todas.

  • No sabía que las Duquesas eran así ¿de qué la conoces?

  • Fuimos a la misma universidad, ella estudió psicología. Emily, no tengas miedo, allí te van a ayudar.

Al otro día pasó a buscarme. Vino con una camioneta como para nueve personas. Tenía poco para llevar, dos uniformes, un vestido, y unos pantaloncitos de verano más la ropa interior, que era poca y gastada, la miró y frunció el ceño.

  • Uhm…vamos a tener que renovar el vestuario. Mañana vamos de compras. – llegamos y en la sala de los sillones estaban cuatro chicas. No entramos a esa sala. Fuimos derecho a la habitación que me había asignado a dejar las cosas – date una ducha y espérame que voy a buscar algo mejor para ponerte.

Entré al baño y no me lo podía creer. Yo en un baño como ese. Me duché a conciencia, para secarme, una toalla que parecía que me acariciaba, me envolví en ella esperando a Fina. Estaba buscando las mejores bragas que tenía, no es que las iba a mostrar, no sé, es como si quisiera subir un peldaño usando lo mejor que tenía. Llegó ella.

  • Deja eso, aquí te traje este conjunto y este vestido que creo que te va a quedar bien, anda arréglate que te voy a presentar a las chicas. Enseguida vengo a buscarte. – el conjunto era precioso. Era como los que me hacían poner en Marbella cuando iba a la subasta. Me puse a temblar, tenía miedo. Cuando volvió me encontró llorando, me abrazó para preguntarme

  • ¿Qué te pasa linda? A ver ¿por qué lloras? Cuéntame. – me daba vergüenza contarle mis recuerdos, me acariciaba el pelo y me daba confianza. De a poco le fui contando lo que traía a mi mente esa lencería. – si quieres no la uses, pero te tienes que liberar de esos recuerdos. Aquí estas segura, puedes usar lo que traías o si quieres no puedes usar nada, pero te pongas cómo te pongas no te va a pasar nada que no quieras. Vístete como quieras que voy a presentarte a las chicas. Pasa al baño que te espero aquí.

Me llevé toda la ropa al baño, al fin me puse el conjunto. Tenía razón, no podía estar presa de mis recuerdos. Este era otro sitio, éramos todas mujeres ¿qué me podía pasar? Salí del baño cambiada, Fina no estaba, me preocupé, pero enseguida vino.

  • Pensé que me ibas a dejar sola, soy bastante pesada

  • No, déjate de pensar cosas raras. Fui a buscar un poco de maquillaje, no quiero que se den cuenta que estuviste llorando. Vamos que esa carita es para mirarla riendo y no llorando – me maquilló un poco los ojos. Mi piel morena no necesitaba aditivos era brillosa porque sí. Bajamos y entré al salón, ahora había seis chicas, todas más grandes. Entré y una salva de aplausos me dedicaron. Me daba vergüenza. Fue pasando de a una y se presentaba; Candela; Amira; Sofía; Liliana; Dalila; Rosa. Un abrazo y los consiguientes besos me hicieron sentir la hermanita pequeña.

Pasamos al comedor y la mesa estaba puesta. Dos chicas (creo que Candela y Amira) trajeron la comida. Eran muy bullangeras, se notaba que trataban de ser amables. Me preguntaron qué pensaba estudiar cuando pasara a la universidad. Biología contesté. Terminamos de cenar y llegó el brindis. Por nuestra futura bióloga. Brindamos y antes de irnos a acostar, volvió la ronda de abrazos y besos. Me sentí acompañada como nunca. Fina me acompañó hasta mi habitación, se despidió con otro beso.

Estaba excitada. Entraba en otro mundo. Rogaba porque esta vez no me equivocara. Aquí todas estudiaban y Fina parece que es lo único que pedía. Quizá después de tantas malas me tocara una buena. Era la más chica, vería cómo me trataban. Pensando eso me dormí.

Fina me avisó que el lunes siguiente tenía que empezar en el colegio nuevo. Me había llevado de tiendas y me había comprado desde vestidos, pantalones, faldas, hasta ropa interior de la que justo me metía miedo, era preciosa.

En casa, esos días se puso conmigo, a ver como estaba preparada. Me encontró un poco floja en matemática y ahí fijó su prioridad. Curso intensivo.

  • Emily, tienes el cabello descuidado, ¿te gusta así? Si quieres te lo corto – no es que me gustara así, pero tanto me daba, le dije que sí – me encantan tus rulitos, te ves tan linda.

Me lo arregló a su gusto. Tengo que reconocer que me quedó mejor que lo tenía.

Las chicas me trataban bien, pero eran un poco reservadas. Quizá por la diferencia de edad, o porque era pronto y esperaban conocerme más.

El primer día en mi nuevo colegio me llevó Fina. Me recibieron muy bien (ser pupila de una Duquesa ayuda mucho) no tuve problema con el nivel educativo. Me exigían más, pero eso es lo que me gustaba.

En la casa, hacía lo que me correspondía, pero nos complementábamos bien. A unas les gustaba lavar, a otras cocinar, yo me adaptaba a todo. Si lavaba, no me importaba lavar lo de todas, lo mismo hacían las demás. Fina nos acostumbraba a ayudarnos.

Cuando no tenía que hacer, me refugiaba en la biblioteca buscando algo nuevo, o sacaba un libro para leerlo tranquila en mi habitación.

Todas tenían su cuarto menos Candela y Sofía que dormían juntas. No quise preguntar, pero parece que eran pareja. No me parecía ni bien ni mal, tampoco me preguntaron.

Una tarde que estaba buscando un libro entre los estantes, escucho las voces de dos chicas. Era Rosa tratando de convencer a Dalila

  • Deja esto después te ayudo, vamos un rato a mi cuarto

  • Ay mujer ¿qué te pasa que andas tan caliente?

  • Tú me calentaste, mira ese pantaloncito que culito te forma – entre los libros pude ver cómo le metió mano

  • Sí claro, es el único culo que te calienta

  • Es el culo que me calienta ahora – la tomó de la nuca y le pegó un morreo de campeonato.

Así que no había una sola pareja. Aunque Rosa parece que se emparejaba con más de una. Desde esa vez, empecé a prestar más atención. A la noche después de la cena nos quedábamos a ver la tele. A pesar de tener TV en el cuarto, ahí hacíamos sociales. Por ahí dos que estaban juntas se levantaban para ir a seguir mirándola en su habitación, las demás las despedían con una sonrisa burlona, pero nadie decía nada.

Lo que más me extrañó, fue la vez qué Dalila se sentó en el regazo de Fina

  • Mami, mira la nota que me saqué ¿no me merezco dormir contigo? Mientras la abrazaba

  • Uhm…bueno, hoy te lo mereces

  • Eh, eh, así estudia cualquiera, yo también me saqué buenas notas – gritaba otra

  • Bueno, ya veremos, pero de a una.

Después de eso varias veces quedó con las otras. Candela y Sofía se arreglaban solas.

Conmigo no se insinuaban. Mejor, porque lo que menos quería es enrollarme en algo así. No porque fueran lesbianas, sino porque odiaba todo lo que pudiera involucrar sexo.

Ya hacía tres meses que estaba ahí. Ya no disimulaban tanto. Menos Amira, en un momento u otro las demás se emparejaban y desaparecían en un mismo cuarto. Amira con la única que iba a dormir cuando rendía un examen era con Fina (era muy buena estudiante)

Yo agradecía que no se metieran conmigo, pero al mismo tiempo me sentía desplazada. Era la única que a Fina no la llamaba mami. Las veía desfilar por el regazo de mami entre mimitos para irse a dormir con ella. como si fuera el gran premio.

El verano ya estaba cerca. Un sábado las chicas habían armado una fiestita en la piscina. No me habían invitado y sabía por qué. No tenía sueño, iba a pasar el rato con Fina que se había quedado mirando la tele tomando una cerveza. En ese momento la veo a Liliana que se le acerca llorosa. Me quedé en el rellano para mirar sin que me vieran

  • Cuando vas a dejar de castigarme

  • Yo no te castigo, tu sabes cómo es esto, no pretendas que te de lo que no te ganas. Aparte que si quisieras podrías estar en la piscina, no te iba a faltar con quién hacerlo

  • No es lo mismo que contigo. Yo ahora estoy estudiando bien y me sigues castigando

  • Cuando traigas las próximas notas veremos.

  • Rosa sacó igual que yo y no la castigas así

  • Lili, tú sabes que a Rosa le cuesta mucho más que a ti, yo sé que estudió, se equivocó en unas respuestas, pero no por falta de empeño. Pero tú andas con el móvil todo el día, con los jueguitos o mandando mensajes hasta en las clases. No sacas buenas notas no porque no puedes, no las sacas porque no quieres.

  • Bueno, pero ya no lo hago más.

  • ¿Y lo de andar por la calle mirando el móvil? hasta te vi cruzando la calle sin mirar – agachó la cabeza avergonzada.

  • Toma, si me vas a seguir castigando no lo quiero – se abrazó a ella y se echó a llorar

  • Bueno, para de llorar. Guarda el móvil, te lo di para que lo usaras cuando necesitaras, pero eres tú la que tiene que usar el móvil, no el móvil usarte a ti.

  • No lo quiero, si por culpa de el no puedo estar contigo, no lo quiero – lloraba a moco tendido

  • No seas tonta, ven siéntate aquí – se sentó en el regazo abrazada como una lapa, Fina la acariciaba con ternura – tonta, te crees que yo no tengo ganas de estar contigo

  • Tienes a todas las demás

  • Que sepa, tú también las tienes, pero para mí, eres diferente, ni mejor ni peor, diferente, y me gusta cómo eres – la tenía abrazada mientras le estaba metiendo la mano bajo la falda. De dónde estaba yo podía ver perfectamente cómo le corría las bragas para acariciarle la vulva – un profundo suspiro salió de la boca de Lili

  • ¿Me dejas sacarme las bragas?

  • Deja que te las saco yo – se las fue corriendo, Lili encogió las piernas para facilitarle el trabajo, cuando quedó con las bragas en la mano las dejo a un costado y empezó a magrearle el coño con suavidad. Podía ver los estremecimientos de Lili, con que desesperación besaba a Fina, se removía arriba de sus rodillas como si quemara.

  • Sí, mami sí, quítame el móvil si quieres, pero no me quites esto – un gemido largo, y vi cómo drenaba su coño en los dedos de Fina. Se abalanzó a besarla en la boca, quiso desprenderle la blusa.

  • No, aquí no, puede salir Emily y nos ve enrolladas

  • Emily ya sabe de qué vamos

  • No importa, una cosa es que lo sepa, y otra que se sienta presionada

  • Pero y yo no puedo hacerte nada – le dio un beso en la boca

  • Anda, hoy duermes conmigo, vamos – el salto que dio Lili fue para las olimpiadas y salió corriendo adelante. Fina dormía en otra ala, las habitaciones eran más grandes, me habían dicho que tenía hasta yacusi, desde dónde estaban no me podían ver. Volví a mi cuarto pensativa. Tenían sexo entre ellas. Ahora mismo seguro que en la piscina alguna estaba follando, (por eso no me invitaban) pero el premio mayor era dormir con Fina y se mataban estudiando para eso.

Iban pasando los días y yo me la pasaba pensando. Como se puso Lili con unas caricias ¿qué habrá sentido? Esa es una parte que odio de mi cuerpo. Cada vez que me acuerdo, si pudiera me lo borraría. Pero claro, la equivocada no es ella, la burra soy yo.

Termino el curso y me toca revalidar para entrar en la UNI. Fina se lo tomó muy en serio, se puso al lado mío a revisar todo lo que sabía. Como psicóloga sabía cómo trataban de arrevesar las preguntas para complicarlas. Tenía ejemplos de otras revalidas y me los hizo resolver todos.

El día que tuve que cursar iba confiada, estaba segura de rendir bien, y rendí bien.

El puntaje fue uno de los mejores. La entrada en la UNI, estaba asegurada y con beca.

Todo el grupo había rendido todas las materias. Fina tenía entre otras propiedades un caserón en Puerto Banus, podíamos ir a pasar unos días a la playa. Yo era la más chica y a pesar de llevarme bien con todas, no pensaba que me iba a divertir junto a ellas, no quise ir. No fui la única. Candela quería estudiar para seguir adelantando materias y recibirse al mismo tiempo que Sofía. Querían egresar juntas, estudiaban medicina.

La casa se notaba bastante vacía. Ese sábado el calor era agobiante. Para nosotras también eran vacaciones. Cada cual comía a cualquier hora, si queríamos salir a pasear Fina nos animaba, solamente pedía que nos cuidáramos y cualquier cosa le comentáramos, que estaba para ayudarnos.

Ya me había avisado que iba a tener que aprender a conducir. Para Fina nadar y conducir era primordial. Una tarde que le dije que iba a pasear a una galería que solía frecuentar, me salió con algo que me dejó pasmada.

  • Toma, ponte un condón en la cartera, nunca se sabe lo que puede pasar.

  • ¿Cómo que va a pasar? No va a pasar nada, voy a la galería a pasear un rato ¿para qué quiero un condón? ¿a qué te crees que voy? – le dije ofendida

  • Emily, yo no me creo nada, pero las cosas pasan. El condón no te pesa en la cartera, y si por casualidad lo tuvieras que usar, es mejor que lo tengas, puede evitar muchas cosas.

  • Conmigo no va a evitar nada. Si piensas así mejor no voy – me encerré en mi habitación furiosa. Qué pensaba de mí. A la noche no quise cenar. Estaba sola, quería estar un poco al fresco y me fui a sentar en uno de los bancos de la piscina. Eran cómo los bancos de plaza antiguos, a estos le habían puesto almohadones de goma. Todavía me duraba el enojo ¿por qué se le ocurriría salirme con una cosa así? Yo hablaba con los chicos del colegio, pero más de eso no. ¿De dónde habría sacado que necesitaba un condón? Todavía estaba rumiando eso cuando la veo aproximarse con dos cervezas y unos bocadillos.

  • No cenaste y estás enfadada por lo del condón, a ver si ponemos las cosas en claro

  • No sé qué te habrás figurado, pero por mi parte no tengo nada que aclarar. No sé lo que te piensas de mí.

  • Emi, ya sé que no tienes que aclarar nada, lo que sé es que me interpretaste mal. nunca pensé que pudieras estar liada con alguien. Simplemente te lo ofrecí cómo medio de protección. Nunca se sabe cuándo pueden pasar ciertas cosas, y estar preparadas es lo mejor. Si no lo tienes que usar, no lo usas, pero sabes que lo tienes.

  • ¿A todas les das un condón cuando salen?

  • A todas se lo di por primera vez y siempre lo llevan. Pregúntales y veras que con todas soy igual. – todavía me duraba el enfado, quizá por eso le dije.

  • Con todas no eres igual, a las demás, rinden un parcial y te las sientas en las rodillas, las llenas de mimitos y hasta las invitas a dormir contigo.

  • No me reproches eso, ellas me lo piden cómo premio, yo no invito a nadie, pero cuando se lo merecen les doy el gusto.

  • Se ve que yo todavía no me merezco nada – respiró fuerte

  • A ver; tú eres una de las que te mereces cada cosa que pueda hacer por ti, pero nunca me pediste nada, no sé cómo te sientes.

  • Cómo me siento, me siento como a la que nunca invitan cuando se juntan. Me siento como la que nunca se saca las notas suficientes para que tengas un ratito para mí. No te lo estoy reprochando, estás haciendo mucho por mí. Pero es que hace tanto que me siento tan sola. Se quedó mirándome una lágrima rebelde que corría por mi mejilla, me acarició la cara.

  • Ven, ¿te quieres sentar en mis rodillas? – la miré con pena y me senté, me acarició.

  • Perdóname, por fijarme en todas no me fijo bien en ninguna. Sabes lo que pasa aquí. No eres tonta y te tuviste que dar cuenta. No soy yo la que fija los comportamientos, pero quizá el hecho que seamos todas mujeres sea la causa para que seamos cómo somos. Yo no quiero que te sientas presionada. Tienes que buscar lo que deseas dentro de ti, y sabrás lo que deseas ser. Muchas veces pensé en ti, en lo sola que puedes sentirte, y tuve ganas de tenerte como estas ahora, Tuve miedo que lo tomaras cómo que quisiera inducirte a ser como nosotras. Lo del condón es verdad que pido que los lleven todas, sé que no lo necesitan, pero estoy más tranquila. No quisiera tener una embarazada, y menos una enferma -  Me quedé apoyada sobre su hombro sin decir nada - ¿no me quieres decir nada?

  • Es que estoy tan bien aquí que ni ganas de hablar me da – más que verla sentí su sonrisa.

  • ¿Quieres venir a dormir conmigo? No tienes que tener miedo.

  • Lo sé, quiero dormir contigo, desde pequeña nunca dormí con nadie

  • Vete a buscar tu ropa de dormir y vente a mi cuarto – me fui contenta, tenía confianza que con ella podía dormir tranquila. Tomé mi ropa y me fui en su busca.

La habitación era un sueño. Una cama de dos metros de ancho parecía de las mil y una noches. El baño con un yacusi enorme y sanitarios de lujo. Al costado se agrandaba con un lugar dónde cabía una mesa y dos sillones, televisión, un pequeño frigorífico. En fin, todas las comodidades

  • Uf…para qué tanto, ¿qué haces aquí?

  • Nada, pero es una de las suites del palacio, sería tonto no usarla, hay dos mejores para cuando venían los reyes, pero dan más trabajo que comodidad. Si quieres pasa al baño a cambiarte – me gustó ese detalle. Me cambié mientras curioseaba. Nunca había estado en un sitio así. Cuando salí lo primero que hice fue preguntarle.

  • ¿Me vas a dejar alguna vez usar el yacusi? Creo que me gustaría.

  • Creo que sí. Pídemelo antes

  • ¿Mucho tiempo antes?

  • No, lo suficiente para poner el agua a la temperatura adecuada. – nos acostamos cada cual en su costado

  • ¿Cómo te sientes?

  • No sé, estamos tan lejos que pareciera que todavía estoy en mi habitación – se echó a reír

  • Ven para aquí – me acerqué y me abrazó – a ver si así te das cuenta que estás en la mía.

Me gustó estar así. Mi madre a veces me tenía así entre sus brazos. Fina no era mi madre, pero entre sus brazos me sentía tan segura cómo cuando era pequeña.

Todavía no había aclarado cuando se levantó para ir al baño, me desperté con sueño, yo no me había movido del lugar cuando volvió, me volví a arrimar, pero ahora de espalda. Me abrazó por la cintura y sintiendo la calidez de su cuerpo me volví a quedar dormida.

Me desperté a la mañana, no me quería mover, estaba tan bien así. Estuve un rato y giré la cabeza a ver si estaba dormida. Me estaba mirando

  • Uy…estabas despierta ¿por qué no me avisaste?

  • Estabas tan tranquila durmiendo, que me dio pena ¿cómo dormiste?

  • No me acuerdo haber dormido tan bien. Se duerme tan bien que con razón las chicas quieren venir a dormir contigo. – se echó a reír

  • Seguramente es por eso – nos levantamos. Toda la rabia del día anterior se me había pasado. Tuve que asimilar que el distanciamiento con las demás era porque no me querían influenciar, ahora que lo pensaba bien, las miradas que a veces me dirigía Rosa no eran de antipatía. Uhm…mejor no levantar la perdiz, a ver si se ponían demasiadas cariñosas.

Desayunamos solas. Candela quería dar una materia libre y Sofía le ayudaba, se habían levantado antes.

  • Emi. Nosotras también estamos de vacaciones. Te invito a la galería y almorzamos en un restaurant, así me perdonas por lo del condón.

  • No te tengo que perdonar de nada, la culpa fue mía. Tú lo hiciste con buena intención, no tenías por qué saber que nunca voy a necesitar un condón

  • No digas eso, no puedes saber lo que te puede deparar la vida. Puedes llegar a amar a alguien que te haga vivir nuevamente.

  • Quizá tengas razón, quizá pueda llegar a amar a alguien, pero no le voy a dar las partes de mi cuerpo que más odio

  • ¿Cómo dices eso? No puedes odiar nada que sea tuyo. El amor también es sexo, se complementan. No puedes renunciar a lo que te puede hacer feliz.

  • Mi felicidad nunca va venir por ese lado. Odio ese lugar. Odio el dolor. Odio el miedo, no Fina, ese no es el lugar que me pueda hacer feliz – pude darme cuenta de su preocupación

  • Cariño, creo que vas a tener que ir a una psicóloga, no está bien que pienses así.

  • ¿No es qué tú eres psicóloga?

  • Si, pero para atender a una paciente no hay que sentir cariño ni tener interés en ella

  • No quiero ir, no estoy loca – le contesté secamente

  • Ya sé que no estás loca. Ahora estás perturbada por lo que te paso, pero no puedes renunciar a una de las mejores cosas que nos da la vida. Dejemos eso por ahora. Cuando pase el verano hablamos. Anda a vestirte para ir a la galería. – podía tomar a mal lo que me dijo, pero me fui pensando que si para atenderme no tenía que tener interés ni cariño. Ese no era su caso.

Llegamos casi al mediodía, paseamos un rato y fuimos a almorzar a un restaurant. En Puerto Príncipe no me acordaba de haber ido, después menos. Estuve muy a gusto, cuando terminamos no sabíamos que hacer. Me preguntó

  • ¿Qué te gustaría hacer ahora?

  • Si te digo la verdad con el calor que hace creo que en la piscina estaríamos mejor

  • Tienes razón, vamos a tomar un helado y vamos a casa – llegamos a casa nos pusimos los bikinis y fuimos a la pileta. Estaba fabuloso

  • ¿Te parece que las chicas estén disfrutando más que nosotras?

  • Si les gusta la playa con todas las comodidades, seguro que sí

  • Pero se tendrán que arreglar solas.

  • Emi, es una hostería como para nosotras. Te imaginas Rosa con lo calentona que es, en un sitio lleno de lesbianas

  • ¿Pero es para mujeres nada más?

  • Claro, era la única forma que pudiera solventar semejante mansión. Todos estos sitios son como elefantes blancos. Patrimonio histórico que tienes que conservar. Salen caros.

Los días siguientes los pasamos más o menos así. Candela esa semana tuvo que ir a rendir, Sofía la acompañó. Cuando volvieron venían nerviosas

  • ¿Cómo te fue? – preguntó Fina

  • Creo que bien, pero recién el viernes a la tarde me dan el resultado

  • Estoy segura que lo diste bien – opinó Sofía mientras le daba un beso para calmarla. Tratamos de darle confianza. Fueron dos días que estuvo inquieta. El viernes salieron después de comer, volvieron casi de noche. Estábamos en el sillón de la sala cuando llegaron. Saltaban de contentas, se abalanzaron sobre Fina, Candela eufórica

  • Mami, mira que notas sacamos, merecemos dormir contigo ¿verdad?

  • Tanto esfuerzo merece un premio, si eso es lo que quieren, lo festejamos así.

Me quedó la gran duda. Venía pensando que con las demás no dormía de la misma forma que lo hizo conmigo, pero ahora iban a ser tres. A lo mejor solamente dormían.

Cenamos, estaban eufóricas. Esa noche tomamos un poco de vino para festejar. Luego se fueron a la habitación de fina. Me retiré a la mía, pero la curiosidad me mataba.

En la casa éramos cuatro, tres estaban juntas, afuera estaba yo sola, me levanté y bajé sin hacer ruido pegué la oreja en la puerta, la voz de Fina se escuchaba clarito “chicas despacito, miren que después me toca a mí”. Parece que la duquesa se las apaña con las dos.

Volví a mi habitación preguntándome, ¿qué tanto de bueno podrán hacer con la mami? Me gustaría saberlo. Me había gustado dormir con ella, pero ahí no estaban durmiendo.

Al otro día estaban las tres contentas. No comentaron nada ni yo pregunté. Fue todo normal

Volvieron las chicas de las vacaciones. Todas contentas, Amira una incógnita, siempre ni bien ni mal. Fue la primera que pidió dormir con mami. Y no creo que fuera para dormir. Mi curiosidad aumentaba. ¿qué tan bueno era eso que hacían?

Volvimos a la rutina y a prepararnos para el nuevo año. Para mí era el primero, pero iba bien preparada. La pareja de Candela y Sofía terminaba este año si lo rendían, las demás estaban en diferentes años. Iban terminando escalonadas.

Septiembre, llegó el día de mi cumpleaños, mis dieciocho, mayor de edad, no decía nada, desde el terremoto nunca lo había tenido en cuenta, y este año no tenía por qué ser diferente

Me había mandado fina a pasar a retirar una caja bastante grande. Tuve que pedir un taxi para traerla, cuando llegué ya eran como las seis. Apenas llegué, Lili me avisó que Fina estaba esperando la caja en su habitación, llamé y me pidió que pasara.

  • Uhm…trajiste la caja, ayúdame a desembalarla. Cuando la abrimos encontramos un hermoso vestido de fiesta – lo sacó y lo extendió en la cama

  • ¿Y esto para quién es? – pregunté

  • Para alguien que no pudo festejar los quince y va a festejar los dieciocho – quedé embobada

  • ¿Para mí esto? No lo puedo creer – me salían las lágrimas, nunca había tenido algo tan lindo como eso. En otro paquete dentro de la caja un conjunto de interiores que era otra preciosidad, no sabía cómo asimilar esa alegría.

  • Anda, date una ducha y ponte el conjunto, el vestido te voy a ayudar a ponértelo, deja la otra ropa ahí, después la llevas – me duché emocionada, me puse el sujetador y las bragas, me miré en el espejo y me vi mucho mejor de lo que estaba acostumbrada, me daba un poco de vergüenza que Fina me viera así, pero bueno, me iba a ayudar con el vestido. Mejor que se haya quedado porque a mí hasta miedo me daba agarrar el vestido.

  • Eh…no te pongas nerviosa si no te vamos a casar

  • No te rías, nunca me puse un vestido así

  • Pues es una pena, mira todos los que se perdieron mirarte, estás divina, vamos que las chicas te están esperando.

Entramos al salón de los sillones. Me saludaron a los gritos, aplausos y vítores cómo si ganara un campeonato, nadie me abrazó ni me besó. La mesa estaba al costado cubierta por la comida y las bebidas. Me miraban como si fuera una muñeca. Fuimos comiendo entre copa y copa hasta que trajeron una torta. Me cantaron el cumpleaños feliz, brindamos y enseguida pusieron música. El vals de los quince. Tenía que bailar con todas y sacarme las fotos. No sabía bailar bien, pero andar en tacones había aprendido bastante bien, aunque no quería acordarme cuando. Termino la rueda de fotografías. Me acomodaron el vestido para sacarme otras tres estando yo sola como para el álbum. Y pusieron música romántica. La que me sacó a bailar primero fue Rosa mientras las demás bailaban entre ellas. Me agarró bien por la cintura como para que no me escapara

  • Rosa, me estas arrugando el vestido

  • Cariño, ya sacaron las fotografías, todo lo que se te arrugue pídeme que te lo plancho, aunque te arrugues tú – cómo de casualidad había dejado caer la mano hasta mi culo

  • Rosa quita la mano de ahí, estas borracha, mira que nos están viendo

  • Hay Emily, no sabes las ganas que tengo que no nos estuvieran viendo – no sabía qué hacer cuando vino Liliana a salvarme. Salvarme es un decir porque cuando pudo me pegó un repaso. De ahí en más, me empezaron a tratar igual como se trataban ellas. Llegó la Duquesa al rescate. Le dieron lugar mientras seguían la jarana por su lado. Creo que hoy varias iban a dormir acompañadas. Fina me habló al oído.

  • Qué tal, ¿cómo la está pasando la princesa?

  • Cómo nunca la pasé en mi vida, esto es la fiesta más linda que pasé.

  • Me alegro, ¿te gustaría algo más para terminar la noche?

  • Qué más puedo pedir, aunque hay algo que me gustaría, pero no sé si quieras.

  • Pídemelo que seguro voy a querer, ¿qué es?

  • No quiero molestarte, pero me gustaría usar tu yacusi, nunca estuve en uno

  • Eso no es molestia, voy a prepararlo y te vengo a buscar. Mientras tanto defiéndete de las chicas. Causaste sensación y se les están cayendo las babas. – se fue, y sí, me tuve que defender. La que podía me metía mano. Todavía no sé porque no me parecía mal. en otra ocasión me pondría furiosa. Al rato llegó Fina, golpeó las manos

  • Bueno chicas, dejen que Emily se vaya a descansar y ustedes cuando terminen pongan todo en orden y apaguen todo. Ven si quieres tráete la ropa de dormir y te quedas conmigo. Ese día tenía ganas de dormir con ella, estaba tan bien que era lo único que me faltaba para terminar un día perfecto. Fui a buscar un camisón y unas bragas para cambiarme. La bañera estaba preparada, me llevó hasta ella y me indicó.

  • Le puse sales para baño la temperatura creo que está bien, si quieres darle más intensidad, aquí tienes el regulador, te dejo las toallas, yo te espero en la cama – estaba todo como en las películas, me acosté dejando que las burbujas acariciaran mi cuerpo. Me sentía una Duquesa. Todas las chicas debían conocer el yacusi, claro que después conocían otras cosas más interesantes. ¿Qué tan interesantes serían? Si es por las ganas que ponían para venir a pasarla con ella, parecía muy interesante. Las envidiaba ¿por qué? Porque me daba la gana, si quisiera también había sitio para mí. Uf, debo estar borracha, mira lo que se te ocurre, me dije. No sé si estaba borracha, pero me siguió ocurriendo.

Las burbujas estallando contra mi cuerpo me daban la sensación de que me estuvieran acariciando, algo me corría por el cuerpo. Rosa me había hecho sentir que ya era como las demás, no me pareció mal. Después las demás siguieron en la misma tónica y me gustó. Deseaba que Fina me magreara de la misma manera, pero no, Fina era correcta, nunca me iba a llevar al límite. Tenía que decidirlo yo.

Ya no estaba tan segura de no poder disfrutar de esas partes tan negadas. Mi mente decía ¡no! mi cuerpo no estaba tan convencido. Pasaba mis manos por mis senos y un sofoco se expandía por todo mi cuerpo. Mi vagina, que tantos disgustos me había dado, en estos momentos estaba palpitando deseando no sabía qué. Pero sabía que ese qué, estaba más allá de mis miedos.

Un calor desconocido me corría por todo el cuerpo. Iba a volver a dormir con Fina. Me acordaba la tibieza que sentí al contacto de su cuerpo ¿me conformaba con eso? Había un montón de interrogantes en mi vida con respecto al sexo. Tenía miedo, pero si quería encontrar la respuesta tenía que ser valiente. Había cumplido dieciocho años, nadie cambia de un día para el otro, pero un día puedes decidir si te queda cómodo sentirte como una niña o quieres sentirte como una mujer. En mi lugar, era si hacía caso a mis deseos o a mis miedos.

Contunuara la biografía de Emily, una puerta le abre nuevas espectetivas, ¿se atreverá a traspasarla?