Una linda bollera

El amor es divino y no distingue sexo.

UNA LINDA BOLLERA

Ya estoy de regreso después de haber cumplido con obligaciones relacionadas con mi empleo. Me asignaron una labor que requirió reunirme con los directivos de tres sucursales en Cancún. Todo muy hermoso, allá tuve la oportunidad de conocer a varias chicas que llegaron y se hospedaron en el mismo hotel, colombianas la mayoría. Muy hermosas todas ellas y muy arrechas, como una decía que así eran ellas.

Con una de esas chicas, la más hermosa, inicié una amistad muy estrecha, lindísima. De ella viene la palabra ‘bollera’ que le traduje por el equivalente a nuestro ‘tortillera’, pero resultó que bollera significa estrictamente lesbiana, mientras nuestra tortillera, como le expliqué, es un poco flexible en su significado, es más una chica que puede ser bi, hasta tri, que, por supuesto, no le mencioné. Yo sería tortillera, ando y tengo solo amigas mujeres, sin embargo, el sexo hetero lo gozo en extremo. Creo que lesbiana es más cariñoso el término, y me agradó para mí misma, como tal.

Seguimos en el confinamiento, pero para entregar mi trabajo tuve que pedirle a Paty, mi asistente directa, se reuniera conmigo en la oficina. Los chicos de sistemas han tenido que seguir atendiendo sus horas de trabajo asistiendo a las instalaciones de la oficina, así que estaríamos trabajando 5 personas, incluyéndonos a las dos.

Empezamos relativamente temprano, las mañanas están aún frescas, así que Paty, como siempre, muy elegante, y aprovechando que no era necesario llegar con el uniforme de la empresa, llegó muy sexi, una falda con vuelo, apretada en la cintura sobre una blusa muy escotada, sedosa, azul oscuro, acompañada de una pañoleta al cuello, se cubría con una chamarra muy masculina, extragrande. Calzaba unos botines negros, con calcetines a media pantorrilla. Ella no es bajita, sin embargo por lo esbelta se ve como más baja que yo. Su cabello es color castaño, muy parejo y es su orgullo, a los hombros, pero muy peinada. Tiene pechos algo pronunciados, bonitos, paraditos, de trasero está bien dotada y es acinturada. Tiene muslos muy hermosos.

A sabiendas de que Paty siempre viste bien, yo busqué mi mejor vestido, uno de jersey color turquesa, que se me embarra en las caderas y muslos y me llega hasta arriba de las rodillas. Me puse medio fondo para evitar que se me marcaran los pantis. A la cintura con una banda a la cintura, color negro. Muy abierto de los hombros y con escote bastante grande, como para exponer mis pechos con solo inclinarme, hasta pensé no llevar brasier, pero éste hacía juego con mis pantis de un tejido muy fino, con aplicaciones simulando flores, así que llevaba el juego completo.

Desde el momento en que nos saludamos, al llegar casi a la vez, estoy segura de que tuvimos la misma sensación lujuriosa. Nos dimos el sutil besito que se acostumbra al saludarnos a pesar de las restricciones por el covi, y, alegremente, chocamos nuestros brazos derechos, con los puños cerrados, pero ella me acarició mi antebrazo con su otra mano, metiéndola por el espacio que dejaba la manga por debajo de mi axila. ¿Habrá sido casualidad, o intencionalmente, para provocarme?

Nos sentamos frente a mi escritorio por ser el más grande. Colocamos, yo las dos computadoras que llevaba, y ella la suya. Tendríamos que ir corrigiendo o incluyendo nombres, así como los datos de todos los empleados. En mi compu estaba una parte de los informes, en la otra que llevaba, que había sido la de Pilar, muy mona, pequeña y muy femenina, en la que recabé los datos en mi viaje, y a la de Paty habría que hacer los cambios.

Inicialmente colocamos nuestras sillas muy separadas, estar confirmando a la vez todos los datos era complicado, optamos por juntar los sillones y concentrarnos en una sola compu. Las dos teníamos que acercar nuestras cabezas entre nosotras y hacia las compus, acercándolas para identificar los datos. Nos detuvimos en uno, Paty me volteó a ver y discretamente, acercó su mejilla a la mía y me besó muy suavemente, sentí sus labios que solo me habían rozado la orillita del lado de los míos, y yo dándole vuelta a mi cabeza le di un beso muy fuerte en sus labios. Me nació, sin querer ni pensarlo.

Su mano que estaba a mi lado la bajó a mi pierna, sintió mi falda y el límite de mis medias, la metió por debajo de ella y me sobó muy suavemente ese muslo. Nos quedamos mirándonos fijamente una a la otra, sin palabras. Así por unos segundos. Me incliné sobre la cubierta del escritorio y le besé su mano. Bajé mi mano muy discretamente e inicié metérsela debajo de su falda, lentamente hasta llegar a sus pantis. Ella me tomó mi mano y como dirigiéndola me la llevó hasta que pude sentir en su entrepierna, su humedad. Mientras tanto ella vigilaba atentamente que no fueran a interrumpir nuestra intimidad.

En ese momento no entendí como estaban sus pantis, pero sentí como que estuvieran abultados sobre un pubis abultado. Mis dedos encontraron el camino debajo del textil y encontraron unos vellos que solo el sentirlos me enloqueció. Me jaló mi mano a que se le incrustara en su pepita, apretó las piernas apresando mi mano, ella apretó su mano contra mi pierna, clavándome ligeramente sus uñas en mi muslo. Ella movía sus piernas cruzándolas, tallando sus muslos uno contra  el otro, con mi mano entre ellos. Mis dedos no alcanzaban a llegar a su vagina, pero disfrutaban esa melena sobre su monte de Venus, que yo sentía que me invitaba, además ese pubis se sentía muy pronunciado y me intrigaba.

Nos aseguramos de que no nos vieran, nos besamos, ella abrió su boca muy grande y yo casi me le metí dentro, jugueteando con su lengua.

“¡Vamos a terminar con la primera parte y mañana continuamos!” le dije. Así lo hicimos. Guardamos nuestro trabajo y nos pusimos de acuerdo, nos veríamos en un restorancito que ella conocía. Salimos del edificio separadas.

En el restorán, más bien un pequeño y muy discreto bar, también de homosexuales, pedimos una bebida, y además Paty pidió que nos asignaran un lugarcito más discreto. Así lo hicieron. Mientras nos traían nuestras bebidas, Paty estaba por explotar, no se podía contener y ahí, casi en un lugar público, nos dimos un atracón de besos y manoseos. Le metí la mano por debajo de su falda, le bajé los pantis, que se me dificultó mucho, no había suficiente libertad para jalárselos sin que nos vieran. Éstos eran una especie de tanga, en el frente un tejido grueso, en forma recta que se extendía desde su entrepierna hasta su cintura, por la espalda, sostenida del cinturoncito con elástico.

“¡Ja, ja!¡ ¡No podías aguantarte de la curiosidad de ver cómo eran mis chones! ¿verdad?” Me dijo Paty.

“¡Ahora me los voy a quedar, nos iremos contigo sin calzones!” Le dije, reímos y nos acariciábamos, pero ella decidió desquitarse.

“¡Yo necesito calzones, así que te voy a quitar los tuyos y entonces las dos saldremos a la calle con las nalgas pelonas!” dijo Paty seriamente.

Mi vestido me quedaba muy entallado desde la altura de mis caderas, así que lo tendría que subir lo suficiente para lograr bajarme los pantis, además llevaba medio fondo, ese no iba a ser estorbo. En lo que ingerimos nuestra bebida hicimos un pequeño circo, tratando de hacerlo lo más discreto posible y Paty logró sacarme mis chones, Los de las dos los guardamos en nuestros bolsos, pagamos y salimos a la calle. Nunca antes había yo sentido algo de pena salir sin calzones a la calle. Pero, estoy segura de que nunca lo había hecho antes, sin embargo, sentía muy agradable no llevarlos. Se lo dije a Paty y ella me respondió lo mismo. Sentía como que la gente que pasaba sabía que no los llevaba. Por lo pronto, yo pensaba que el vestido tan ajustado sí se me metía en mi rajada y la gente lo iba a notar.

Caminábamos al estacionamiento, uno de nuestros coches iba a quedarse, en eso Paty se alocó, se adelantó de mí dando pasos trotando, dio una vuelta y regresó a mí.

” ¿Se me vio todo?” me preguntó.

“¡Bárbara, no sé cuántos te vieron, pero fue un buen espectáculo! ¡No creo que yo lo pudiera haber hecho mejor!” le dije.

“¡No seas apretada, gózala, dales un buen espectáculo!” me dijo enfáticamente. Pensé para mí, que debía recordar que me encanta ser exhibicionista, tal vez si no llevara ese vestido sino una falda con vuelo, también yo haría esa locura. Pero además, llevaba el medio fondo, así que en medio de la calle me lo quité, al fin ya no traía pantis que se me marcaran. Me dí cuenta que varios nos vieron, pero no pensé que hubiese dado buen espectáculo.

Llegamos al estacionamiento, decidimos dejar su pequeño Fiat hasta tarde. Nos entregaron mi coche, al sentarme me subí la falda lo más arriba que se dejó, me senté, el acomodador aún estaba en la puerta y yo, con la intención de mantenerlo unos momentos más ahí, provocándolo, hice el ademán de buscar monedas como  para dejarle propina, pero ya mi vestido, por el frente, estaba enrollado sobre mi vientre, enseñaba más de lo que Paty lo había logrado. El chico, pues, se detuvo de mi portezuela como impidiendo la cerrara y le ocultara mi demostración. Le daba algo de propina, pero me detuvo la mano instintivamente, se me quedó viendo y ya me permitió cerrar y salimos del lugar.

“¡Condenada! ¡Me la ganaste, al fin, eres la jefa! Hasta ahora yo estoy que se me moja más y más mi cosita que está desesperada por besar la tuya, ¿Adónde me llevas? ¡Apúrate si no quieres que quede muy manchado el asiento!” preguntó.

“Creí que me ibas tú a decir adonde te gustaría que fuéramos a darnos todo lo que podamos darnos.” Le dije, pero yo ya tenía en la mente ir al mismo lugar que me llevó Pilar, pero no estaba segura de dar rápidamente con él.

“¿No te sabes algún lugarcito agradable?” me preguntó.

“Sé, más o menos en donde está, vamos y a lo mejor tu reconoces y me terminas de guiar.” Fue fácil dar con esa ‘Quinta’. Como con Pilar, entramos dí mi tarjeta del banco y me preguntaron si “¿Con todos los servicios?” Paty inmediatamente contestó que sí, que íbamos a ‘michas’ y entregamos también su tarjeta bancaria.

Nos asignaron una de las cabañitas, una chica nos guio. En el interior nos explicó cómo se operaba cada uno de los comandos de la pantalla. En uno aparecía el de solicitar a alguna persona para que auxiliara en nuestra estancia. Con toda calma, la chica nos explicó que si deseábamos se nos uniera alguna persona, que se podía solicitar ahí.

“¿¿¡¡Cómo, una chica para estar con nosotras!!?? Preguntó sorprendida mi querida Paty.

La chica que nos guiaba solo sonrió y ya abracé a Paty para que no siguiera haciendo más preguntas. No alcanzamos a abrazarnos y dejarnos caer en la cama, Paty emocionada y toda excitada, me abrazó fuerte, sus labios se unieron a los míos, sentí su lengua que se esmeraba en encontrar el lugar más profundo de mi garganta. Le respondí igual.

“¡GRACIAS, GRACIAS mi tesorito! ¡TE AMO COMO SIEMPRE DESDE HACE MUCHOS AÑOS!” Me decía Paty. Mientras la chica guía aún esperaba antes de salir de la habitación. Estoy segura de que ella también se ha de haber puesto calientísima, como nosotras dos estábamos.

“Solo deseaba terminar de darles instrucciones. Ustedes pidieron ‘Completo’. ¿Entonces, van a querer también el jacuzzi?, lo pueden encender sin mi ayuda desde aquí. Una última información, si desean pueden comprar aquí mismos juguetitos sexuales, solo nos llaman y les enviamos el catálogo, los pagan al salir de La Quinta. ¿Alguna otra cosa en que yo pueda asistirles?” terminó diciéndonos, pero Paty preguntó si podíamos pedir algunos tragos.

“Dos tequilitas, con limón y sangrita, y dos cubas libres.” Fue su pedido, a mí se me hizo mucho, considerando que ya habíamos tomado dos tequilitas en el barcito, antes de llegar, no dije nada. Pero ¡qué bueno, nos podríamos destrampar más a gusto! No sabía hasta cuanto era capaz Paty. Ya la chica se retiró.

Paty se lanzó de nuevo contra mí, sus besos eran fuertes, y a veces muy suaves, nos pasábamos nuestras salivas y nuestras lenguas materialmente se enredaban, acariciándose e intercambiando el mensaje de amor lujurioso que nos invadía.

Nos abrazábamos, nuestras ropas salieron volando. Paty no cesaba de su emoción incontrolable. Me jaloneó el vestido y se abalanzó sobre mi pecho, me mordía mi pezón alternando con morderme abarcando todo mi seno dentro de su boca, o por lo menos todo lo que le cabía dentro.

“¡Ay, cielo, siempre te he querido y deseado! ¡Te me haces hermosa y me das amor! ¡Eres lo más lindo del mundo!” Le estaba diciendo. En eso se enderezó, brincó de la cama y fue de carrera al baño, sin decir nada.

“Siempre me pasa esto, cuando me excito mucho me vienen muchas ganas de hacer pis, pero ya se me calmó.” Se aseó enjuagándose, le ayudé a secarse y a la vez aprovechar para verle su cosita, que me llamaba la atención. Sí, su pubis sí se le veía carnocito, un poco abultado y más considerando el hermoso enredo de sus vellos medio rojizos. Tiradas en el piso del baño, abrazadas, terminamos de quitarnos lo que aún sobraba de nuestras ropas, yo aún tenía el vestido enrollado debajo de los pechos, muy latoso para retirarlo sin bajarle la cremallera y mis medias, ya medio bajadas. A ella le quité el brasier y la falda, la blusa ya la había desaparecido.

Nos ayudamos para levantarnos del piso y le confesé que a mí también me habían dado ganas de ir al baño. Me asee usando la regadera, pero Paty me mojó todo el cuerpo, jugueteando. Sin tomar ninguna decisión, nos metimos a la regadera, que al inicio estaba muy fría el agua que le sale, nos abrazamos para darnos calor una a la otra y, entre besos y caricias, nos sobábamos para entrar en calor. Ya salió el agua a buena temperatura, la fui besando desde su cuello, pasando por sus pechos que se ataraceaban frotándose con los míos, suavemente, bien sabroso y succionándole sus pezoncitos, hasta dejarlos paraditos. Su vientre, lisito, hermoso. Mi lengua inspeccionó su ombligo causándole pequeños estremecimientos de placer. Seguí hasta su pubis, mi lengua disfrutó de esa pequeña selva color caoba, y bajó hasta su vaginita. Me la comía, la chupaba fuerte y ella murmuraba y gemía suavemente a cada jaloncito que le daban mis labios.

Ella me detenía de la cabeza, mi peinado quedaba debajo del chorro del agua de la regadera. Me puse de rodillas, pero al quedar más arribita de su pubis, opté por sentarme sobre una pierna y pie, así quedaba a la altura que yo necesitaba.

Gozaba su vaginita, sí, en realidad se le veía pequeña, mi lengua le entraba y mis dedos se le metían en su hoyito bien lubricado. Se los metía y volvía a sacar, los saboreaba y volvían a seguir buscando sus huequitos más sensibles, buscaban desesperadamente ese punto G que se nos oculta y los lugares en los que ella cada vez que le tocaba encogía las piernas, dándome muestra de que se iba debilitando y gozando mi tratamiento.

Con sus dos manos me tomó de los lados de la cabeza, jalándola a que mi lengua se le incrustara más, que mi nariz alcanzara a besarle su perlita. Trató de arrodillarse también, pero me enderezó, nos abrazamos y seguimos juntas. Nos secamos una a la otra y fuimos a la cama, nos aventamos. A Paty aún le seguía la euforia, la locura, la desesperación. Me abrazaba y besaba mis pechos desesperadamente y repetía que me adoraba. Su emoción se me contagió, yo la acariciaba y manoseaba cómo ella a mí, las dos, alocadamente. Yo ansiaba sentir su vaginita nuevamente, seguirla besando y desesperando hasta hacerla mi esclava, poder sentir en mis labios esa carnita que se le abultaba enfrente.

“¡Que hermosa y rica pepita tienes! Se te ve pequeña, como dos conchas que se cierran protegiendo a tus labios, pero se ha de abrir para dejar pasar a algún buen palo!” Le decía, mientras ella continuaba acariciándome y a ratos mordiéndome mis pechos, mis hombros. Me levantaba un brazo y me lamía la axila, cosa que me debilitaba y al excitarme yo quería más. Me jaló un pie, me lo acarició y empezó a chupármelo.

“¡Esto es lo que yo deseaba hacerte con mucho cariño desde hace mucho tiempo!” me dijo y me succionaba más fuerte el dedo del pie. El cosquilleo que sentía me llegaba hasta mi entrepierna. Provocándome muchísima excitación y exigiendo me  lo atendiera.

En esa posición que estábamos yo disfrutaba de su cosita, se la abría, le separaba sus dos carnitas, que parecían como conchitas que le cubrían sus dos labios suaves, como alitas de mariposa, dulces que se derretían al yo chupárselos. Le introducía mi lengua lo más profundo de su hoyito, luego mis dedos, dos, hasta tres. Los movía dentro de esa cavernita y con mi lengua le acariciaba la perlita que tiene al centro. Le daba una chupada fuerte y notaba que ella se estremecía y decía algo que me excitaba en cada uno de mis chupetazos que le daba.

“Eres muy linda, te adoro, siempre he estado enamorada de ti.” Le dije.

“¡Bárbara, yo también de ti! Hemos vivido en tensión, una frente a la otra, durante todos estos años, solo nos mirábamos. Yo estaba segura de que yo te gustaba, pero nunca pudimos romper esa barrera que nos separaba. Nos mirábamos discretamente una a la otra, pensábamos cómo nos sentíamos, alegres, atareadas. O de mal humor. ¿Antes de salir de mi casa yo siempre pensaba qué vestir y que te fuera a gustar, y de ti pensaba que ropa interior llevabas debajo del uniforme de mandona?” le salió del corazón decírmelo.

“Hay que agradecérselo a Pilar, ella fue la que me abrió los ojos y me dijo de ti.” Le tuve que confesar.

“¿CÓMO? ¡ELLA NUNCA SUPO DE MÍ!” explotó justificándose.

“No sé, a lo mejor te traicionó mencionándome las aventuras que hubiera deseado entre ustedes. Se le ha de haber salido. Ella me dijo que eras muy bonita y le gustabas.”

“¡Bárbara y loca! Yo nunca estuve con ella, ni me le insinué ni nada que le hubiera dado muestra de mi inclinación. Ya sabes que yo guardo las apariencias con mucho cuidado, cuido mi reputación, y mi empleo, todo con mucho cuidado.”

“¡Deveras, nunca le llegué a dar muestras de mí, la quiero mucho y, bueno, sí la llegué a desear, pero solamente mentalmente, no más!”

“¡Que lindo! ¿se gustaban, así como tú a mí? ¡Ella solo me pidió que te cuidara y te considerara siempre, eso es todo, lo demás lo deduzco yo!”

Durante la plática que teníamos, Paty no dejó de seguir activa, ni yo tampoco. Tampoco estábamos conscientes de lo que decíamos, o contestábamos.

En un silencio amoroso estábamos en un 69 que yo busqué. Su pepita me enloquece, la deseaba con ese exceso de sentimiento lujurioso, que una no puede frenar. Ella también me mordisqueaba mis labios pequeños, su mano me abrían las nalgas y me introducía un dedito en el ano. Me depositaba saliva cada vez para que su dedito me entrara. Cada vez más saliva y cada vez me insertaba más ese dedo y ya lo acompañaba otro más.

Le dí la vuelta y me dejó sus nalgas directamente hacia arriba, ella sobre su vientre. Unas nalguitas hermosas, lindas y lisitas, muy blancas para mi gusto. Se las mordí por desesperación, se le veían rojas, como si la hubiera nalgueado. Se las separaba y le metía mi lengua en su rosetita apretada que le fui ablandando con la puntita de mi lengua. Le lubricaba con saliva, “¡Perdona que te esté ensalivando todo tu culito, pero no puedo detenerme!”

“¡Dame más saliva, échame más, toda la que puedas, siento muy rico! Yo también te llené de babas tu colita.” Me dijo. Nos volteamos, quedando sentadas una frente  a la otra. La empujé para que se recostara, quedó abierta de piernas dejándome a la vista esa hermosura, que yo más anhelaba. Me incliné y percibí que en esa posición su vaginita se abría más y me permitía meterle mis dedos y besarle su clítoris.

Ella sintió muy agradable el que yo le introdujera mis dedos en esa vaginita abierta, me empujó de los hombros, para atrás y quedé con mi espalda sobre la cama, mis piernas abiertas, al principio abiertas normalmente, pero me las abrió más con sus manos, dejándome totalmente abierta, como cuando bailamos en el restorán y yo caía en el piso totalmente abierta, ¡Qué hermosos recuerdos! Mi vaginita muy bien, a la vista y lista para que ella me la comiera como le gustara. Se impresionó por la abertura de mis piernas y al inclinarse hacia adelante su lengua recorrió mis muslos y se acurrucó en mi vagina. Sus dedos también buscaron dentro de mí satisfacer su delirio.

Nos incorporamos, ella quedando sobre mi entrepierna, con las piernas algo retraídas, como sentada, rozándonos nuestras entrepiernas, nuestras cositas, sintiendo la proximidad y el roce de la otra. Mis piernas permanecían abiertas, nuestros muslos se tallaban, solo el sudor nos mantenía acariciándonos. Nos abrazamos forzando el contacto de nuestros pubis. Yo sentía las caricias de sus vellos, y ella las caricias de mi vagina. Nos pasamos una pierna de cada una, por debajo de las nalgas de la otra quedando en una especie de tijera. Ella montada con sus dos piernas sobre las mías. Nuestras manos complementaban el sentirnos penetradas. En la posición en que estaba Paty, y con más saliva, dos de mis dedos se los metí en el ano y el pulgar en su vagina. Con la otra mano le sobé su clítoris con mi pulgar y dos dedos de esa mano se encargaron de llevarla, violentamente, hasta ese orgasmo que la hizo gritar

“¡Más, más, no puedo más, dame más, más adentro!! ¡Se buenita, méteme más tu mano que me estoy viniendo, mmmaaaasss y maaasss!”

Y retorcerse y hasta azotarse contra el colchón de la cama.

Al presenciar ese hermoso orgasmo de esta chiquita tan linda, que yo la había llevado a esa altura del cielo, mi organismo no podía resistirse. Ella se lanzó sobre de mí y fue contra mi pubis, con mucha energía y violencia me lamió y me mordisqueaba mis labios, sus dedos me llenaban toda mi vulva y entre todos me hicieron estallar en un orgasmo muy sentimental y cariñoso.

Los tequilas seguían esperando, los tomamos y brindamos por éste orgasmo tan hermoso. Pedí nos pusieran a trabajar el jakuzzi. Mientras esperábamos también pedimos un par de sándwiches que no tardaron en llegar.

Nos metimos al agua calientita del jakuzzi, dejamos que los chorros nos acariciaran mientras entre nosotras dos jugueteábamos con nuestros cuerpos. Admirábamos cada una nuestras pepitas, nuestros pechos. Paty me tenía flotando, boca arriba y no paraba de darme pequeñas mordidas en mi vientre y en mi pubis. Nos besábamos y hasta nos faltó tiempo para hacernos más cosas que podríamos recordar. Nos abrazábamos cariñosamente, nos relajábamos. ¡Hermosa paz, calma y tranquilidad! Nos manteníamos abrazadas, sentadas sobre un escalón de la tina del jakuzzi. Meditábamos

“¿Recuerdas a Jak, el chico de Aruba?” me sorprendió su repentina pregunta.

“¡Sí, claro, una adoración!” Le contesté. “¡Las tres nos quedamos con un muy buen sabor de él!” le agregué.

“¿Se fue contento, le gustó haber venido y visitarnos?”

“¿Tú que crees si tuvo lo mejor nuestro?” le dije

Se rio, pero tenía más preguntas.

“¿Sabes que con él fue mi primera vez que estuve con un hombre? Me olvidé de que él no era mujer y yo sí, así que, con un miedo tremendo, me le entregué. ¡verdaderamente, me le entregué! Ni supe cómo. No te rías, pero sí fue para mí una experiencia.”

“¡Qué boba! ¿verdad?” agregó.

“¡Que linda eres, nos lo imaginamos y te admiramos! Nosotras también lo sentimos y estuvimos en tensión hasta que te vimos salir toda hecha un hilacho. ¡Por eso me acerqué a ti y te arreglé la blusa! Una dama debe de retirarse de su aventura muy satisfecha, con dignidad, siempre guapa y radiando de hermosura, pero se siente más bonito si una sale casi arrastrando la cobija de la zarandeada que te dieron.”

“¡Gracias, que lindas son! Pero platícame de tu amiga, ¿está siempre contigo?” me decía mientras salíamos del agua y nos disponíamos a secamos. Comimos y después de recorrer el catálogo de juguetes sexuales durante el cual, ella me iba preguntando su uso o aplicación.

Nos vestimos y decidimos retirarnos, estábamos muy agotadas, pero nos hicimos la promesa de repetir la visita al lugar en otra ocasión muy próxima y en ella yo le platicaría más de lo que le interesaba de nuestro huésped de Aruba.