Una Larga Noche

Una larga espera se traduce en conocer que sucedía realmente con mi esposa.

Lo supe cuando estuvo frente a mí, había convivido con ella más tiempo que con mis hermanos y la conocía perfectamente, cada inflexión y cada entonación de voz, su forma de mover las manos cuando está tranquila o cuando está nerviosa, se reconocer incluso si su mirada está atenta a la conversación o si está luchando por mantenerse en onda aunque su mente quiera llevarle a otro lugar.

Y no fue que la viera distraída o pensativa, no es que la notara taciturna o apagada, no, todo lo contrario, estaba muy alegre... demasiado, estaba completamente atenta a los detalles, a mi y a las niñas que jugaban en el salón, su voz sonaba un poco más fuerte que de costumbre, seguro ella podía sentir esa tensión que generaba su esfuerzo por mantener todo como cada día; pero claro no me podía engañar.

De eso ya dos semanas en las que mi vida han dado un vuelco total, desde ese día sospeché que algo estaba sucediendo con ella; no sabía bien si alguna mala noticia o algún problema en su trabajo en el hospital, pero jamás lo supuse, hasta ahora. Sentado en el auto frente a la puerta de emergencia, mientras veo como mi adorada esposa se sube al auto del joven médico internista que me había presentado hace unos días cuando la fui a retirar tras su turno nocturno.

Quería darle una sorpresa, una atención para tratar de suavizar el problema que sabía que tenía y que hasta ese día suponía podríamos solucionarlo como la pareja que somos... o que éramos.

Ella me indicó que tenía que doblar turno y que se quedaría hasta las 8 de la mañana en el hospital, por lo que a las 10 de la noche del día anterior quise darle un detalle para que se sienta mejor y que no se estrese con el trabajo. Ahora, de pie en el estacionamiento y con un ramo de frutas con chocolate entre mis manos tuve que ver como mi esposa deslizaba su cuerpo en el auto de otro hombre.

Quise gritar, pero no moví un músculo hasta que vi como el auto se marchaba en dirección desconocida. Cuando reaccioné imaginé que seguro era una tontería, mi mente reafirmó que era un error y que me estaba imaginando cosas. La llamé, seguro me diría que tuvo que salir antes y que está camino a nuestra casa en el auto de un compañero.

Tres timbrazos y cortó... unos segundos después me llegó un mensaje que no pude comprender o tal vez no quería creer "Mi amor, estoy entrando a una operación, te llamo en un par de horas". ¿Cómo podía ir a una operación fuera del hospital? me pregunté sin querer aceptar la verdad. Cuando reaccioné me encontré con las manos vacías y mi boca seca. De pronto mi mente reaccionó y dejó al lado a mi atacado corazón, que latía sin cesar en un agujero muy profundo que se había abierto en mi pecho.

Tomé el móvil que se me había escurrido entre los dedos cayendo al suelo del auto y busqué la aplicación. Mi esposa la había instalado desde hace tiempo para que el hospital pudiera observar que tan lejos se encontraba del centro en caso de una emergencia y fuera ella la única especialista, nunca fue necesario ya que al poco tiempo contrataron dos cirujanos más y ya nunca hubo emergencias de ese tipo. Yo ahora lo pensaba aprovechar para saber dónde estaba.

La aplicación fue rápida, el móvil de mi esposa estaba a 10 cuadras de donde me encontraba, tomé el auto y me dispuse a seguirlos. Las calles me parecían más vacías que de costumbre, mis dedos temblaban al sujetar el volante y la palanca de cambios, mi fuerza abandonaba mi pierna cuando presionaba el acelerador y mi estómago estaba listo para devolver todo lo que había comido horas antes ante el más leve estímulo... Me sentía enfermo.

El móvil de mi esposa indicaba que se habían detenido muy cerca de donde estaba, cuando llegué el desastre vino a golpearme directamente a mi rostro. La bendita aplicación indicaba que mi adorada esposa y su acompañante se encontraban en el interior de un motel que servía de picadero para cuantas parejas sientan la urgencia de saciar su lujuria. Y a mi entender ese era el caso, mi esposa no estaba asistiendo a una operación y estaba muy lejos de cualquier hospital cercano, ella se encontraba en brazos de otro hombre.

Intenté llamarla nuevamente, pero ya no obtuve más que tono de timbrado y ninguna respuesta de su parte, ella me estaba ignorando o había dejado de lado su teléfono. Suponía que era lo que en ese momento estaba sucediendo, aunque no lo quería aceptar. Durante una hora estuve sentado en mi auto sin apenas pestañear mientras observaba movimiento en aquella puerta de entrada, más de una vez observé si era posible el colarse por algún lugar y tratar de sorprender a la pareja.

Pero inmediatamente reaccionaba y me explicaba a mí mismo que no había nada que hacer, el solo hecho de que mi esposa haya aceptado siquiera subirse al auto de aquel tipo me confirmaba que ella sabía de las intenciones que ellos tendrían; intentaba justificarla, el trabajo, las niñas, las deudas... era mucha presión... Pero yo también la sentía y no me había buscado una amante; o tal vez si hubiera tenido la oportunidad o los huevos para tratar de conquistar a alguna de las maestras con quienes convivía en el instituto donde daba clases.

Recordaba la bella profesora de ciencias que habían contratado ya hace 6 meses y con quien habíamos tenido tanta afinidad desde un inicio, tantas veces habíamos almorzado juntos, momentos en el recreo de los chicos y reuniones de planificación en los que habíamos compartido más que un buen momento; pero jamás me arriesgué, nunca le invité ni siquiera un café para tratar de sondear el terreno que pisaba, hasta que hace dos semanas llegó su nuevo novio a buscarla, un muchacho igual de atractivo que ella.

Los vi como se saludaban tan amorosamente antes de marcharse juntos; vi como mi amiga se despedía de mí cariñosamente pero obviamente siempre enfocada en su pareja. Sentí celos en esos momentos... lo reconozco y no me avergüenzo porque sentí celos de poder sentir nuevamente eso, sentir ese hormigueo en mi estómago al ver a la mujer que amo, sentir esa emoción de un encuentro completamente incierto en su finalización, aquella alegría de ver a un ser que habías visto hace unas horas y que igual te alegra de ver nuevamente.

Una hora más tarde me encontraba aún allí, sería ya la una de la mañana antes de que el frio de la noche comience a entumecer mis músculos. Aquella puerta apenas y había permitido el ingreso de 4 vehículos más y uno solo había salido, para mi tristeza no era en el que se encontraba mi esposa.

Sentado en aquel vehículo en el medio de la noche seguía pensando el motivo por el que me engañaba, que había hecho mal; muchas cosas seguramente, pero no creo que ninguna hubiera sido tan grave para merecerme esto. Mi trabajo me dejaba mucho más tiempo libre que a mi esposa, invertía el resto de mi tiempo en mis niñas y en nuestra casa, empezaba a recordar que no había dejado de verlas a diario desde que nacieron. Durante el tiempo de maternidad mi esposa había pasado la mayor parte del tiempo, pero ella debía volver a trabajar y de mil amores yo me hice cargo de ellas.

Mis niñas ahora ya estaban en la escuela y eran un amor; de pronto un frio me invadió de forma brutal en un momento específico. Desde cuando mi esposa me estaba engañando... acaso alguna o ambas de mis niñas realmente no eran mías... no lo quería saber, no me importaba... aquellas dos pequeñas eran mis hijas por sobre todas las cosas y nadie podrá decir lo contrario... ni siquiera su madre.

Otra hora más pasó mientras mi mente estaba inmersa en miles de cavilaciones cada una más deprimente que la anterior, de repente sentí en mi cuerpo que el frio ya era sumamente fuerte, entonces encendí el auto unos minutos para que la calefacción me permitiera permanecer más tiempo allí, en aquella vigía que más que nada me producía dolor y angustia. Pero para que estaba esperándola, que quería demostrar, acaso iba a armar algún escándalo en medio de la noche. No sabía que iba a hacer, miles de ideas me abordaban hasta querer enloquecer.

Pensaba que cuando los viera bloquearía con mi auto su salida, me bajaría y caería a golpes a aquel individuo que estaba cortejando a mi esposa, le lanzaría mis mejores golpes y esperaría los suyos, seguro la seguridad del motel saldría y nos separaría ya que no querían escándalos, seguramente terminaría golpeado y humillado pero con la satisfacción de haber encajado al menos un par de golpes a aquel tipo.

Tal vez lo mejor sería ir a por ella y zarandearla en medio de la calle mientras me daba las explicaciones correspondientes. Pero y si me decía que ya no me amaba, que estaba conmigo solamente por las niñas, que esperaba cada minuto estar con el que ahora es su amante... Más dolor y angustia se apoderaba de mí. Como podría afrontar aquella verdad que ahora se me hace muy creíble y justificable. Ella se merecía alguien mejor...

Seguramente él es más exitoso, tenía una carrera mucho más prometedora que el maestro de un instituto que hace años se enamoró de una interna el momento que le curó una herida producto de un partido de futbol; tras estos años de matrimonio tal vez ella se dio cuenta que el estatus y la posición económica es muy importante para ella, aunque jamás me ha recriminado nada veo como una mujer con su capacidad laboral e intelectual espera algo más de la vida y yo ahora soy un lastre... Pero acaso nuestras niñas también lo serían... Mi mente se confundía y replanteaba todo nuevamente.

Mientras el reloj marcaba las 3 de la mañana mi mente aún prometía dejarme despierto por mucho tiempo más. Mi pulso ahora estaba calmado, ya la euforia de hace unas horas había disminuido; estaba cansado de la espera y por otro lado temía el momento del desenlace. Cuanto hubiera querido no estar aquí, estar junto a mis hijas en lugar de luchar con esto.

Pensaba que sucedería si decidiera ir a casa en lugar de esperarla aquí... me imaginaba esperándola sentado en mi sillón, mostrándome tranquilo y sereno, dispuesto para la tormenta; tal vez una copa o dos serían lo suficiente para hacerme mantener mi valor para enfrentar este duro trago. Que me diría, tal vez argumentaría que fue un error, que no me quería dejar, que solo fue una vez; pero como saberlo, acaso no me había mentido en aquel mensaje, cuantos otros mensajes tendrían la misma intención, cuantos habrán ocultado su infidelidad. Que confianza podría tener ahora en ella si ni siquiera pudiera confiar en su palabra y peor en sus actos.

Yo hasta hace unos minutos estaba seguro de toda mi vida, pero ahora sentado en mi auto esperando a que mi esposa salga de aquel motel en el cual estaba follando con otro hombre, me había hecho que replantease mi vida por completo. Que esperaría de ella ahora, que quería decirle... serviría de algo al final o tan solo serviría para torturarme aún más. No podía dejar de sentir aquello en mi estómago... Imaginaba como ella me decía que no me amaba, que jamás lo hizo... que me había engañado siempre... que saliera de su vida y que me olvidara de ella, que se quedaba con su amante, que es él a quien realmente ama...

Pero que sucedería si no es así... qué pasa si mi esposa dice amarme... que sucedería si ella no quiere dejarme... ¿Acaso tendría la valentía de escucharla sin enloquecer? ¿Podría entenderla?, ¿acaso alguna de sus justificaciones pudiera ser suficiente para llegar a entender lo que había hecho?, ¿acaso de comprenderla...? ¿Tal vez incluso perdonarla... ?... No lo sabía...

No debía preocuparme... lo más probable era que ella me hubiera amado hace tiempo y que ahora lo amaba a él... a aquel hombre con quien estaba ahora... A quien le daba mis besos... A quien abrazaba con brazos que antes me sujetaban... A quien ahora en ese preciso instante permitía tocar su piel, aquella piel que creía sentía cosquillas solo cuando yo lo hacía...  A quien ahora gozaba con su cuerpo, aquel cuerpo que yo tantas veces había acariciado...

Aquel hombre ahora seguramente ya habrá profanado el tesoro mejor guardado de mi esposa... aquel que tras tanto esfuerzo en conquistarla yo mismo había conseguido... Podía imaginar a mi esposa... recostada sobre un camastro fino e inmoral se regocijaba con cada embestida de su amante... sudando y gimiendo ante cada uno de los golpes de cadera que aquel médico estaría dando mientras hundía centímetro a centímetro su polla al interior de mi esposa... gozando de su cuerpo y principalmente del sonido de su cuerpo mientras lo poseía... gozando el saber que ella misma era quien lo entregaba, sabiendo que aquel era un acto de traición... de infiel traición.

No podía quitar de mi mente la imagen de mi esposa... en la cama de aquel lugar... con sus manos y sus rodillas sobre la cama, con una mano sujetando su cadera mientras sentía como su amante la penetraba lentamente... con una mano sujetando su cabello mientras jalaba su rostro para poder mirarlo disfrutar... Imaginaba su rostro transfigurado por el placer y su voz gritando... gimiendo... pidiendo... rogando...

Una idea golpeó mi mente en ese momento, ella jamás... jamás había gritado así conmigo... no eran recuerdos los que imaginaba... porque yo jamás la había hecho sentir así... yo jamás pude hacer de ella esa mujer que seguramente se retorcía en la cama de aquel motel... Conmigo jamás se había corrido así...

El sonido del despertador de mi teléfono me sacó de mis ideas... eran las cinco de la mañana. Era el momento en que cada mañana me despertaba para preparar a las niñas y esperar que llegue mi esposa tras un día de trabajo... o una noche con su amante... ya no sabía cuál sería la verdad. No podía esperarla más, debía regresar por mis niñas... aquella noche había sido la peor de mi vida. Pero claro el día siguiente no creo que sería mejor.

Encendí el motor y me dirigí a casa, tomé una ducha y me preparé para levantar a mis niñas que aún dormían soñando en un mundo ideal, un mundo donde sus padres aún eran felices. El calor del agua hizo que el frío tan calado en mis huesos me diera un poco de tregua, ya que el frío de mi corazón no había calor que lo derritiera. Levanté a las niñas y las preparé como todos los días, revisé la ubicación de mi esposa... habían salido, sin que yo pudiera verla... Tal vez era mejor así...

El bus de recorrido que retiraría a mis hijas de la casa para llevarlas a su escuela llegó a tiempo... pero yo aún estaba atrasado, no me podía concentrar, había perdido tiempo en prepararlas; tras unos cuantos pitazos de parte del bus pude llevarlas... una corta despedida... una última despedida a su padre.

Regresé dentro de casa, nuevamente revisé la ubicación de mi esposa... estaba nuevamente en el hospital, seguro retirando su auto... y despidiéndose de su amante. Tenía media hora para decidir que hacer, la confrontaría y mandaría todo al diablo, pelearía, la golpearía... acaso perdería el control... No, yo no era así...

Con un café recién echo y tras llamar a mi trabajo y reportarme enfermo me senté a esperar a mi esposa, estaba llegando, un minuto más y nos encontraríamos frente a frente. Ya había decidido que hacer... no sería bonito, ni elegante, pero no tenía más opción.

  • Buenos días mi amor - dijo mi esposa al momento de entrar a la cocina. - No he podido alcanzar a las niñas...

  • Tal vez si hubieras salido del motel media hora antes... - dije mientras sorbía de mi taza de café.

Su rostro risueño cambió en un segundo... el impacto había sido brutal, ella lo sabía, no había forma de escapar ilesa de allí, no podría poner excusas, no podría ganar tiempo... menos aún contra atacar. Mi esposa también me conocía y sabía que jamás le había reclamado nada sin tener una justificación más que probada de cualquier cosa. Nunca pudo desvirtuar nada, en esos viejos reclamos no esperaba disculpas, solo quería entenderla, conocer los hechos y al final abrazarla... Pero esta vez...

  • Lo siento... - dijo mi esposa mientras se sentaba en la silla justo frente a mí - No ha sido nada... te juro que no ha sido nada...

Observé como sus ojos no me miraban, aquella taza de café humeante y negro era el ancla que mantenía la mirada de mi esposa fija en un punto muy lejano. Tomó un sorbo de café tal y como a ella le encanta, me había esmerado en ello, tal vez sería el último.

  • Tenía tantas preguntas y dudas... pero durante toda esta noche ya no me ha quedado ni siquiera eso... pero no porque supiera más sino porque al llegar la luz del sol me he dado cuenta que no importa... Cualquier cosa que me digas no importa...

  • Noooo... por favor - dijo mi esposa mirándome nuevamente, dejándome descubiertos enormes lágrimas que resbalaban por sus mejillas directamente al centro de la taza de café. - Déjame explicar... explicarte...

  • No llores, que esas lágrimas saladas quitarán el dulce de tu café y tú odias el café amargo... por cierto, no olvides decirle eso a tu amante... seguro que él no lo sabe...

  • Nooo mi amor... por favor... déjame...

  • No te lo impido... pero creo que no hace falta...

Las lágrimas caían copiosamente al centro del café, que cual mar aceptaba y transformaba esas amargas lágrimas en dulce lluvia... pero hasta cuándo podría hacerlo... hasta cuándo podrían transformarse... Acaso en un tiempo más aquel mismo café estaría tan salado y amargo como sentía que estaba mi alma.

  • Ha sido un error... nunca lo quise así... Me equivoqué...

  • Que bien que ya lo entiendas tú pero, para ser sincero a mi ya no me importa...

La mueca con la que recibió aquella frase me hizo pensar que mi esposa pudiera sufrir algún rictus por la contorsión que su rostro tuvo, no la podía reconocer. Ella jamás se había comportado así durante todos estos años, nunca la había visto así... y tampoco hubiera querido verla jamás en esa situación.

Ella comenzó a contarme su historia, no fue algo que hubiera querido escuchar, pero estaba seguro que no podía hacer nada más. Ella no saldría de ese cuarto sin decírmelo... yo lo sabía y ella lo necesitaba, al menos eso le daría.

  • NO voy a mentirte... ya no... Esto también me está matando... Aunque no quieras escucharlo y sea muy duro... necesito decírtelo por favor...

  • A ver... cuéntame - dije secamente, mientras mi esposa tomaba valor para iniciar su historia.

  • Todo comenzó hace unos meses... bromas, tonterías... pero una cosa llevó a la otra... cuando me di cuenta las cosas con él habían llegado más allá de lo aceptable, me besó... en un momento de descanso del turno de la noche... no sabía cómo decírtelo... no podía explicártelo... Sentí miedo... un miedo atroz de que nuestro matrimonio se desmoronaba.

  • Lo callé... lo siento... debí habértelo dicho todo... debí parar todo allí... pero no lo hice, no pude por miedo al inicio, pero después... me di cuenta que también quería que sucediera... sentí esa sensación de aventura... lo diferente, lo prohibido... No niego que al final yo también lo busqué... yo también lo quise...

  • ¿Habría diferencia de habérmelo dicho? - contesté a mi esposa mientras miraba sus manos temblando al sujetar la taza de café. - Igual te habrías acostado con él... tal vez no en este momento y tal vez no con él... pero seguro no hubiera habido diferencia...

  • No digas eso mi amor... yo te amo...

  • Vamos se sincera... - dije tomando su mano y notando como mi esposa reaccionaba inmediatamente, vi como en un segundo veía una esperanza en lo nuestro. - No te engañes, ya no estas enamorada de mi... lo mejor sería que te fueras con él...

  • Él también está casado... - contestó cobardemente mientras sujetaba mi mano con fuerza. - sabíamos que no teníamos futuro... pero la emoción pudo más... No fue amor... no estoy enamorada de él... jamás lo estuve... ni de él ni de nadie más aparte de ti... solo fue sexo... nada más...

  • ¿O sea que conmigo no era suficiente? ¿Acaso el sexo conmigo no era bueno?

  • Nooo mi amor nooo ... no era eso... - dijo sin saber decirlo - Nunca fue malo...

  • Pero jamás fue excelente... eso quieres decirme....

  • Con él era diferente, nada más.... más emocionante... prohibido... Entre nosotros ya no había tanta pasión, pero nunca había faltado el amor y eso jamás pudiera compartirlo con él...

  • ¿Entonces, ahora qué podemos hacer?

  • Arreglemos esto mi amor... te juro que te recompensaré... te prometo que jamás volverá a suceder... nunca más... te lo juro... Dame una oportunidad de arreglar esto... por tí, por las niñas... por favor...

  • Durante toda la noche imaginé este momento... pensé miles de cosas... seguramente él era mejor amante... Seguro yo no era suficiente... Seguro a él lo amabas.

  • Noooo no... no... yo te amo a ti... perdóname... perdóname por favor... NO me dejes...

  • De acuerdo... te perdono y si quieres saberlo... yo te amo, más de lo que jamás había amado a alguien... Que seguro no encontraré a alguien a quien amar más... Que eres una excelente mujer y madre...

  • Gracias mi amor.. te prome...

  • Pero ahora que ambos sabemos que nos amamos... que no podremos vivir sin el otro... quiero que tomes tu maleta y te vayas de aquí...