Una larga noche (1)
Primera cita llena de sensualidad, sexo... y sorpresas.
UNA LARGA NOCHE
Estaba todo preparado. Una cena ligera de pequeñas y sabrosas raciones, un buen vino a su temperatura ideal, música y la luz más adecuada para el primer encuentro. La conocí por internet, en una página de contactos. Era un anuncio realmente atractivo, con foto incluida. Pedía un hombre que supiera verdaderamente disfrutar del sexo con ella. Yo le mandé una foto de carnet y un relato erótico. Le gustó y quedamos para tomar una cerveza y conocernos. No era la típica chica cañón, pero si muy atractiva y sensual, y yo le caí bien, así que nos citamos en mi casa al dia siguiente.
Era ya la hora acordada. Por un momento pensé que no vendría. Sólo de recordar su cuerpo y su sensualidad en la cita del día anterior me empalmaba, pero quería reservarme todo para ella. Era verano y yo estaba acostumbrado a andar desnudo por la casa. Tengo un cuerpo bien formado, atlético y fibroso, y, aunque algo de pelo va faltando ya, mis ojos verdes siguen llamando la atención; aunque una vez desnudo es mi culito respingón el que se lleva todos los elogios.
10 minutos ya de retraso. Yo iba vestido con un elegante pantalón azul y camisa blanca. Me había aseado y perfumado bien. Sonó el timbre.
¿Quién?
Soy yo, ¿me abres?
Tenía una voz muy atractiva, pero ahora había sonado algo nerviosa, tal vez anhelante...
Abrí la puerta y allí estaba ella. Llevaba un vestido tipo ibicenco precioso, delicadamente transparente y provocador. Daba la impresión de no llevar nada debajo. Nos dimos un beso en los labios, tierno pero sabroso. Entró en casa, sus andares y el reciente beso me empalmaron del todo e intenté colocármela para no cantar mucho. Llegó al salón y al ver la mesa preparada, con las velas, el vino, la música... se volvió y me echó los brazos. Nos miramos a los ojos, nos abrazamos y nos dimos, ahora sí, un beso realmente rico y excitante. Sus labios recorrieron toda mi boca. Yo aproveché para sobar su impresionante culo, más excitante aún bajo el vestido, y comprobar que, efectivamente, no llevaba bragas. Al tiempo que nos dejamos llevar por el ritmo de la música...
¡Está todo perfecto!, muchas gracias
Me alegro de que te guste. ¿empezamos?
Si, claro
Su mirada se volvió pícara y sensual... y yo le correspondí. Habíamos acordado el día antes el plan: consistía en que ella se dejaría llevar... Se sentó en la silla y cerró los ojos. Yo le até un sedoso pañuelo alrededor para que no viese nada. Todos sus sentidos estaban permitidos menos la vista... ya habría tiempo para ello.
Le toqué suavemente las manos mientras le besaba por toda la cara. Le pasé lentamente los dedos por las raices del pelo, hacia atrás hasta llegar a la nuca y seguí por los hombros al tiempo que le lamía la oreja izquierda. Ella se dejaba hacer, sus manos intentaban cojerme la cabeza. Le pasé una mano por dentro del vestido, desde el hombro hasta casi uno de sus pezones y la volví a sacar. Le desabroché un poco el escote y le besé la nuca. Estaba más relajada y me cambié de sitio.
Me coloqué delante de ella, le subí el vestido hasta un poco por encima de las rodillas. Tenía las piernas algo separadas e intentó separarlas un poco más. Sus labios estaban semiabiertos y su respiración iba en aumento. Le lamí una pequeña gota de sudor en el cuello. Me agarró tiernamente la cabeza, acariciándome el pelo y esperando que atacase sus pechos... y así lo hice, muy despacio le terminé de desabrochar el vestido con los dientes, y le descubrí los senos con la nariz. Al tiempo, mis manos empezaron a subir lentamente por la parte exterior de los muslos. Su respiración era ya un ligero jadeo. Luego me confesaría que pocas veces había estado tan excitada y que notó bajar por su vagina un auténtico chorro de jugos.
Mis labios jugaban lentamente con los pezones, duros y calientes. Mis manos llegaban a las caderas. Y ella, con la respiración entrecortada empezó a sacarme la camisa por la cabeza y a tocar mi espalda, músculo a músculo. Se levantó de la silla lo suficiente para poder recogerle el vestido por detrás del culo, que quedó así en contacto directo con la silla. La piel de sus senos, blanca y suave, había sido ya toda recorrida por mi lengua y empecé a bajar por su vientre. Mis manos se habían quedado jugando con sus caderas y ahora buscaban la parte interna de los muslos, que se abrían como por resorte a su paso.
Ella seguía acariciando y besando mis hombros y espalda y buscando mi culo, empezó a desabrocharme el pantalón. Yo le ayudé incorporándome y acercándome. Nerviosamente bajaba la cremallera mientras yo le acariciaba el pelo y los hombros. Por fin el pantalón cayó al suelo. Yo no llevaba calzoncillos, por lo que mi polla salió hacia arriba como impulsada por un muelle. Me acerqué un poco. Ella buscó con la mano mi pene, lo agarró y lo movió lentamente. Se lo acercó a la boca y lo besó muy despacio. Yo le empujé la cabeza ligeramente en un movimiento que entendió perfectamente, y lentamente se introdujo el glande en la boca. Era una sensación de suavidad extraordinaria. Cerré los ojos y disfruté de su movimiento de vaivén, lento e intenso. Me agarraba fuertemente con los labios al tiempo que lamía el glande con la lengua en el interior de su boca. Me agaché lentamente para tocar sus pechos sin interrumpir esta impresionante mamada. Empezó a gemir, y yo con ella. Era un momento de gran placer para ambos.
Le desaté el pañuelo, aunque como pude comprobar, tenía los ojos cerrados. Le agarré tiernamente la cara y la besé efusivamente. Al mismo tiempo, le acaricié los muslos y se los abrí un poco más. Ella colaboró en la maniobra y levantó un poco las piernas, echando hacia delante el culo. Le toqué, sin dejar de besarnos, los labios mayores, completamente mojados y, casi sin quererlo, se me introdujo un dedo en el interior, muy caliente y húmedo. Ella gimió y me agarró el cuello, haciendo el beso más intenso y atrayéndome con todo su cuerpo hacia su vagina. Mi polla entró en contaco con ella y casi me corro del gusto. Ella empujó un poco más y entró casi entera. Fue tan rápida y lubricada la penetración que dejó de besarme para dejar escapar un pequeño grito ahogado. Empezó a moverse sujetándome del cuello. Realmente me estaba follando ella a mi y lo disfrutaba de lo lindo. Con su otra mano me agarró del culo y empujaba siguiendo el ritmo. Mi polla, durísima, estaba tocándole todos sus puntos de placer y sus ruidos eran toda una sinfonía. Yo estaba sumido en una locura de placer que me costaba aguantar, pero disfrutaba tanto verla a ella en ese estado que haría lo que fuese por no dejarla a medias.
Las embestidas y los gritos se hicieron más rápidos y por fin llegó al clímax. Sus piernas temblaron, sus manos casi se quedaron marcadas en mi culo y mi cuello y de su boca solo salían sonidos guturales ininteligibles. Yo no me corrí, mi polla quedó inmóvil y dura dentro. Nos dimos un beso espectacular e inicié un lento movimiento que le volvió a provocar más orgasmos. Estaba comprobado: era multiorgásmica, y ahora sí me dejé ir, coincidiendo con uno de esos gritos eyaculé en su interior, tanto que con el movimiento empezaron a salir una mezcla de nuestros fluidos.
La cogí de la mano y nos sentamos en el sofá, ella encima de mí, de lado, y comenzamos a besarnos y acariciarnos. Estábamos felices. Pero era sólo el primer capítulo de la noche, que venía cargada de sorpresas...