Una larga historia (1)

La aventura de ir descubriendo el mundo de los intercambios.

Les había enviado un correo, para que supieran que estaba interesado en conocerlos; quedaron formalmente de vernos en un café; por supuesto que no había ningún compromiso, solo nos veríamos y si nos agradaba, entonces continuaríamos con la relación .

Llegue antes que ellos al café, ahora no recuerdo con exactitud cual fue la manera como nos identificamos; pero al vernos nos saludamos cordialmente; en esa época yo tenia 32 años, ella se llamaba Diana; tenia poco mas o menos la misma edad, y su esposo era un hombre mucho mayor; tal vez tenia 45 años y se llamaba Eduardo, bien conservado y voyeurista, por lo que supe después.

Hablamos de cosas sin mayor importancia a manera de introducción – en la mejor de las acepciones -, tomamos un par de tazas de café y eso fue todo.

Nos despedimos, quedando de hablarnos otro día.

Una semana después recibí su llamada, me esperaban en su casa a las 8 de la noche; me dieron la dirección y después de mi trabajo me presente en su casa. Era un departamento pequeño, pero cómodo; nos saludamos de manera mas efusiva; nos sentamos y me invitaron una copa; ahora Diana vestía una blusa negra de tela muy delgada, sin ropa interior, lo que hacia resaltar su anatomía y una larga falda roja, con una sugerente abertura lateral, calzaba sus pies con unas sandalias de piel, destalonadas y de tacón alto; Eduardo era alto, moreno, de cuerpo atlético, contrastando con su mujer que era blanca, rubia, no muy alta pero con un cuerpo bellamente proporcionado.

Nos tomamos 2 o 3 copas y al calor del momento empezaron a salir las intimidades.

Eduardo preguntó:

¿ como te gusta hacerlo, Carlitos ? –

Pues me gusta hacerlo de a perrito – conteste

Diana confirmo:

Si, a mi también, porque la puedo sentir mas profundamente – y reímos

¿ y lo has hecho con otro hombre ? – pregunto curioso Eduardo, con un brillo especial en los ojos.

La verdad; no, pero como experiencia no estaría mal – acepte

Y tu, ¿ lo has hecho ? – pregunte a mi vez

No – dijo Eduardo – pero tal vez lo haga alguna vez.

Diana fue la que pregunto ahora, mirándonos de manera sugestiva.

¿ serian capaces de darme por detrás ? – sonrió sin esperar respuesta.

Con todo gusto – conteste malintencionado.

Si mi amor, cuando tu quieras – le dijo Eduardo.

Entonces se levantó Diana, puso un cd y me invito a bailar.

La tome en los brazos y puso su mejilla junto a la mía, cruzo sus brazos por atrás de mi cuello y me mordió ligeramente la oreja, sentí un delicioso estremecimiento, luego me paso la lengua por los labios, apenas como si lamiera un dulce, para morderme los labios suavemente, con esas caricias y su cuerpo pegado al mío, ya tenia una erección que ambos sentíamos; luego me abrió la camisa, me besaba el cuello y me acariciaba las tetillas con las uñas; hasta que su lengua sustituyo a sus manos, lamiéndome las tetillas, mordiéndolas, provocándome un ligero dolor, pero al mismo tiempo sentía placer.

A todo esto, Eduardo nos veía desde su sillón, y sugirió:

¿ porque mejor no nos vamos a la recamara, para estar mas cómodos ?-

Se levanto y se fue a la recamara, mientras Diana y yo lo seguíamos.

Eduardo se sentó en un sillón, con una copa en la mano, encendió un cigarrillo y nos dijo:

Por favor sigan con lo suyo y no te sientas inhibido –

Así que tome a Diana de los hombres y la bese en la boca, sentí su lengua moverse dentro de la mía, mientras la iba desnudando; quitándole la blusa, dejándome sentir la tersura de sus pechos, grandes sin ser exagerados, terminados en deliciosos pezones rosados, que se habían puesto duros, sobresaliendo de sus pechos.

Empecé a morder el cuello de Diana, bajando por su pecho, sin dejar de acariciar sus pezones. Ella termino de quitarme la camisa; rasguñaba mi espalda y el pecho, con una intensidad deliciosa; mientras me apoderaba de sus pezones, mordiéndolos con deleite, con la ansiedad de poder tenerlos completamente; lamí su estomago, jugueteando con su ombligo, mordisqueando y lamiendo; reptando sobre su cuerpo.

Pero no pude continuar porque aun tenia puesta la falda; mientras ella se quitaba la falda, volví la vista a Eduardo, quien se hacia una paja mirándonos; de pronto sentí las manos de Diana que me quitaba el pantalón, dejando mi verga en libertad; erecta, húmeda por las secreciones previas. Diana la tomo con suavidad, paso su lengua por el glande, a lo largo del tronco, dándole lengüetazos; me miro con los ojos de cachonderia y pregunto:

¿ te gusta lo que te hago, mi amor ? –

me estas volviendo loco – le conteste – continua...cómeme bien...por favor amor –

Diana se metió la cabeza a la boca, chupándola de una manera maravillosa, era una mamadora consumada, me hacia sentir excitadísimo, al punto de la venida; pero mantenía un ritmo que controlaba mis sensaciones muy bien.

Decidí que merecía un tratamiento semejante, acomodándome sobre ella en sentido inverso, buscando su clítoris con mis labios.

que rico amor, chúpame así...así...dale! – gemía y volvía a chuparme la verga.

Le metí un dedo en la pucha y buscando su ano, lo empecé a lubricar, chupándola desde el clítoris hasta el anito, y luego metiendo un dedo en su culito, hasta que respondió con un gemido.

ahhhh...que rico me lo metes.....dame mas amor!!....- y aumente un dedo mas, metiéndolos y sacándolos de su culo, alcanzando el primer orgasmo.

ohhhh!....me vengo corazón,...chupame la pepita,....fuerte...chúpame....hmmm muérdeme...mas......mas.......ASIIII.....Ahhhhhhhh!!!!.....

quedando agotado sobre la cama.

En ese momento Eduardo se levanto y empezo a desnudarse, dejando a la vista una verga larga, cabezona, brillando con los jugos seminales, se acerco a Diana y le puso el glande en los labios, mientras le decía:

mámalo muñeca, ahora me toca a mi-

Sin mayor dilación se metió la verga de Eduardo; parecía que se ahogaría con el tamaño de la

verga , pero continuo mamando.

Dale amor, mámamelo...sácame la leche....así....hmmmm......así....que rico lo haces –

Veía como se amaban, entregados al placer, Diana se saco la verga de la boca y me dijo:

acércate cariño, quiero mamárselas a los dos –

me acerque a su boca y junto las vergas; eso fue muy excitante. Jamás había sentido una verga de otro tan cerca, continuo mamando las dos vergas, mientras le sobábamos las tetas.

Se saco las vergas llenas de saliva y le dijo a Eduardo:

acuéstate, que me quiero ensartar en tu palo tan rico – mientras la saliva le corría por los labios.

Eduardo se acostó y Diana se metió la verga en la puchita, lentamente, hasta que entro

completamente.

que rico siento, amor,....me llenas con tu vergota.....que dura la tienes....ahhhhhh......que gorda...me llenas toda...-

y empezó a moverse lentamente, subiendo y bajando, entonces me jalo a su lado y se metió mi verga en la boca; chupándola con gula. Así estuvimos un rato, se saco la verga de la boca y me dijo:

ahora mámame el culito, para que me la metas –

sin pensarlo dos veces me coloque detrás de ella, separándole las nalgas metí mi lengua en su agujero, lamiendo, chupando, mordiendo, acariciando sus nalgas; pero en la posición en la que estaba, quedaba muy cerca la verga de Eduardo. No se si lo hizo a propósito, pero de pronto se salió la verga de Eduardo quedando en mi boca, por un momento me quede desconcertado, pero pensé: " si ya estamos aquí, todo es valido "; y mientras le enterraba 2 dedos en el culo a Diana, le chupaba la verga a Eduardo. Luego se la volvió a meter a Diana, en la conchita.

Diana me dijo:

ya métemela papacito,....los quiero sentir adentro a los dos.....mmmm.....métemela corazón...ya!!! –

coloque la cabeza de mi pinga en su culito y empecé a empujar, lentamente, sentía como se iba hundiendo en su culito apretado.

así, amor,....métela toda....- me pedía Diana – que rico lo haces, corazón...que rico la siento,...las dos vergas.....llenándome completamente...cojánme, bien cogida....las quiero sentir hasta el fondo,...los deseo así, amores,....adentro.....mas......MASSSSSS....ASIII.....AHHHHH....ME VENGO.....ME ....VENGO.....AGGHHHHH......QUE DELICIA.......HMMMMMM....

mientras Eduardo y yo la llenábamos con nuestros jugos. Diana se dejo caer en el pecho de Eduardo; besándolo con pasión, yo me acosté a su lado.

Después de un rato me preguntaron:

¿ te gusto, Carlos, estuviste a gusto ? –

Por supuesto, fue delicioso, me gusto mucho – conteste.

Que bueno, porque a nosotros también nos ha gustado estar contigo, ¿ verdad, amor?- dijo

Eduardo, dirigiéndose a Diana.

si amor, me ha dejado muerta, pero espero que no sea la ultima vez, ¿ verdad ? –

por supuesto que no; con gusto estaré con ustedes cuando gusten- ; nos vestimos y los deje

en su cama cuando nos despedimos; y por supuesto que no fue la ultima vez...