Una, la mujer de la otra

Historia de dos hermanas.

Este es mi primer relato, y, espero que se me perdone si os resulta un desastre. La verdad es que no he destacado nunca por mis cualidades de escritora.

El caso es que, como el título indica, somos dos hermanas –Rosa y Laura- , y vivimos juntas como pareja, las dos somos funcionarias e independientemente de ser hermanas, somos también muy amigas, confidentes y "una la mujer de la otra", aunque posiblemente esto les parezca mal a alugunos o les escandalice (lo siento, pero qué le vamos a hacer, además estamos ya acostumbradas).

Todo empezó cuando teníamos 14 y 16 años. Yo tenía algún flirteo pasajero con alguna compañera del colegio, pero nunca había reparado en Laurita (así la llamo yo) como mujer, puesto que era mi hermana. Las dos compartíamos una misma habitación en casa de nuestros padres y siempre nos estábamos peleando por el tema de la ropa –ella era un poco desordenada-, y porque me cogía mis cosas y registraba en mis asuntos personales.

Hasta que llegó un día (que por cierto era su cumpleaños), y me dijo que la acompañara a un tienda y que, dentro de mis posibilidades, como estudiantes que éramos, le comprara "alguna cosilla" como regalo. No me hacía gracia gastarme el dinero de la asignación de mi padre en regalarle "alguna cosilla", pero ....... nobleza obliga.

Lo que le pude "regalar" fue un simple pañuelo para el cuello –que por cierto era muy bonito y me quedé con ganas de quedármelo yo-, y una vez que lo tuvo en la mano le dije que en ese momento tenía que ver a Ana, una compañera de colegio, para ver que hacíamos por la tarde (era sábado).

Puso una cara no muy agradable y con un tono de ironía me dijo: "¡ ah ¡ sí, tu amiguita Ani".

Yo le contesté en el mismo tono que ella: "y eso qué es, caridad o envidia".

Me contestó un poco seca: "tómalo como quieras".

En fin, yo me fui a ver a mi amiga y ella se volvió para casa. Después, por la tarde, tras los regalos y la inevitable tartita de cumpleaños, yo me fui al cine con Ana, tal y como habíamos quedado.

Llegué a casa entre las diez y media o las once y supuse que estaría en la habitación haciendo algo, o viendo la televisión o acostada. Entro y la luz estaba apagada, y Laurita en la cama. Procurando no hacer mucho ruido, me desvisto, me puse la camiseta de dormir y me metí dentro de las sábanas. No había pasado ni un minuto, cuando oigo: "no me has visto puesto el pañuelo que me has regalado". Le dije que, bueno, se lo vería al día siguiente porque estaba cansada. Me contestó algo así como. ¡ya!, claro, has tenido trabajo con tu amiguita Ani. La verdad, no estaba dispuesta a aguantarla más: me incorporé de la cama quedándome sentada y encendí la luz de la mesita de noche. Allí estaba Lauri, delante de mí, con el cabello suelto, el pañuelo puesto y .... desnuda (en honor a la verdad parecía una diosa). Se acercó y se sentó en mis rodillas. Yo he presumido siempre de no aparentar alterarme ante ciertas situaciones, pero aquella superaba todo lo imaginable: las rodillas me temblaban, los brazos, no podía articular palabra y el corazón se me aceleró como si fuera a darme una taquicardia.

Me rodeó el cuello con sus brazos y me dijo que no le importaba que tuviera amigas más o menos fijas (en realidad sí que le importaba), que hiciera lo que quisiera pero que quería que supiera que estaba enamorada de mí. Yo no podía reaccionar. Ni siquiera estaba segura de estar despierta o soñando. Durante bastante rato no dije nada, aunque, en alguna forma, yo había sabido siempre que ese sentimiento era compartido.

Aquella noche (la de su cumpleaños), fuimos, por primera vez "una la mujer de la otra",y, a partir de ese día, no la he sido infiel ni con el pensamiento.

Bueno, no me atrevo a seguir más. No estoy segura que os guste. En fin, os agradecería comentarios y sugerencias. Os espero.

Un beso fuerte.-