Una, la mujer de la otra (3 - Fin)

Historia de dos hermanas.

Al año y medio de la muerte de nuestra madre, nuestro padre murió también. La poca familia que teníamos asistió al funeral y al entierro, y tuvimos que escuchar todo tipo de "sugerencias" (léase consejos de obligado cumplimiento) y de "amables directrices para conducirse en la vida" (léase tonterías y patochadas).

Nos dijeron que, ahora que nos habíamos quedado solas, era el momento de sentar la cabeza, de buscarse un marido, de tener familia, porque, claro, dos mujeres solas, qué íbamos a hacer.

Lo primero que hicimos fue pensar en replantearnos la vida cara al futuro, es decir, vender la casa de nuestros padres y comprarnos la nuestra propia (de segunda mano, claro está, porque los tiempos no dan par más).

Después de los trámites, nos instalamos en la nueva casa y la acondicionamos, en la medida de nuestras posibilidades. Estaba yo en el salón acondicionando unos butacones cuando Lauri se me acercó por la espalda, me agarró por la cintura y me apretó contra ella, al mismo tiempo que me decía: " Por fín tenemos algo que podamos decir que es nuestro; tuyo y mío".

Volví la cara hacia su rostro, sonriendo, y le dije: "Bésame Lauri, bésame como ya sabes que me gusta". Nos estuvimos besando un rato largo y al cabo del tiempo me quedé mirándola fijamente. Delante de mí, tenía a aquella niña de 15 años convertida en toda una mujer, aquella niña por la que, todavía, el corazón se me aceleraba cada vez que estaba cerca de mí.

Me preguntó que si tenía algo en la cara, y yo le respondí que no; que lo que estaba mirando era al ángel que tenía delante.

"Hija, que cursi eres a veces" –respondió-

"Entonces –dije- que quieres que te diga, o que te llame, ....... sirena, leona, pantera o .... loba, porque menuda loba eres tú en la cama.

"Con que me llames cariño me sobra y basta –me dijo sonriendo-.

"Ah¡, por cierto, -continuó-, un compañero del trabajo se casa el próximo fin de semana y me ha invitado a la boda. Le dije que como vivía sola con mi hermana que no sabía si tendríamos otros planes, y me dijo que no había inconveniente si íbamos las dos".

"Pues muy bien –respondí- así pasamos el día y de paso tenemos la experiencia de una boda, porque, que yo sepa, nunca hemos ido a una.

Llegó el día de la boda y todo muy bien; la Iglesia, el convite, hicímos nuevas amistades, un par de chicos muy agradables, en fin, lo que suele pasar en estos casos.

La cuestión fue que, unos días dspués de aquella boda, noté a Lauri un poco reservada y algo callada respecto de lo habitual. En honor a la verdad empecé a mosquearme un poco, pero no dije nada porque tampoco quería precipitar acontecimientos. Llevaba dos tardes que salía después de las cinco y volvía sobre las ocho y media. Cuando volvió, la segunda tarde, traía un paquete pequeño en la mano. Yo no me pude contenerme más y le solté: "Vaya, ya te has acordado que tienes una casa".

No me dijo nada, pero soltó el paquetito en la mesa, de muy mala gana, y se fue a nuestro cuarto.

Me entró un no se qué por el cuerpo, ante la posibilidad de que hubiera metido la pata hasta el fondo, pero es que si no se lo decía, reventaba.

Con más miedo que vergüenza fui al cuarto y le pedí que me perdonara por lo que le había dicho. Lauri me contestó que no tenía impotancia, que lo comprendía, que debía haberme dicho algo pero quería darme una sorpresa.

"¿Cuál? –le pregunté-.

Me cogió la mano, me llevó al salón, cogió el paquetito y me dijo: "Ábrelo".

Lo abrí, y, .... eran dos anillos. Uno llevaba su nombre y su fecha de nacimiento. El otro llevaba el mío y mi fecha.

Comprendí lo que quería decir con aquello. Cogí el mío y se lo puse en el dedo de su mano derecha, y, lo mismo hízo ella con el suyo. Estaba avergonzada por lo que le había dicho antes y bajé la cabeza. Ella me levantó la barbilla con su mano y me dijo: "Esta noche vamos a ir a tomar algo por ahí, ¡vale!".

"Vale", le contesté.

Pues, salimos, comimos algo, y al terminar, le pregunté si quería algo dulce o de chocolate para postre. Me contestó que no, que, el postre, le apetecía mejor comérselo en casa.

"Qué casualidad –le respondí-, a mí también me apetece tomarlo en casa y hasta el mismo tipo de postre, probablemente.

Una vez en casa, quise que la noche fuera muy especial –pero el caso es que las dos, por separado, habíamos hecho los deberes.-

Me puse un "body", transparente, –por supuesto-, me cepillé el pelo y me puse carmín en los labios.

Fui al cuarto, y, .... sorpresa, me encontré la cama llena de pétalos de rosa. Lauri tenía puesto el pañuelo que le regalé hacía no sé cuántos años y se echó poniéndose una almohada debajo de la cintura. Me acerqué a ella, le aparté su blusita y, encima de su pecho, le puse jazmín.

"¿Por qué te querré tanto Lauri?" –le pregunté-

"No hay una razón especial para que dos prsonas se quieran. El cariño surge y ya está" –respondió-.

Ni que decir tiene que nos besamos con locura, parecía como si no lo hubiéramos hecho nunca,y, tras cada beso, en un susurro al oído, sólo decíamos: "te quiero".

Pasamos la noche más feliz y bonita de nuestras vidas, parecía como si el alma de las dos se hubiera fundido en una sola; así estuvimos hasta el amanecer. Luego nos abrazamos y nos quedamos dormidas.

Esta, a "grosso modo", es la pequeña historia de nuestras pequeñas vidas. Hoy día Lauri tiene 50 años y yo, Rosa, 52, pero nos seguimos queriendo como el primer día, como si el tiempo no hubiera pasado desde aquel día en que cumplió 15 años y que, por primer vez, fuimos una, la mujer de la otra.-

Espero vuestros comentarios.-

Un saludo a todas y a todos

Rosa.- *