Una infidelidad diferente (II)

Este es el relato perdido entre mi encuentro con Chelo y mi vuelta a Brasil.

Mi cuarta infidelidad, segunda parte, ¿o mi quinta infidelidad?

Nota: esto me ocurrio en el periodo entre mi relato del primer encuentro con Chelo y el relato de mi vuelta a Brasil; como no fue una experiencia nada agradable, escribi mi relato, pero después me dio vergüenza publicarlo.

Sin embargo, leyendo los mails que cruzo con una amiga, creo que no voy a desperdiciar este relato… quizas a alguien le guste.

Un beso para Nicolle

Después que conocí personalmente a Chelo y me cogió preocupándose mucho por su placer y nada por el mío, me pregunté varias veces si debía volver a verlo.

Por una lado quería encontrarme con él para tomarme revancha y tenerlo entre mis piernas hasta que me hiciera gozar; por otro lado, el ambiente donde él y su entorno se mueven es tan diferente del mío que me daba un poco de temor que la situación se me escape de las manos y deje tener el control de la misma.

Finalmente, la excitación venció a la cordura y me puse en campaña para arreglar un nuevo encuentro con Chelo. Mi intención era hacerlo un sábado que mi marido se fuera a pescar, pero el cornudo no lo hizo. A propósito, a mi marido le gusta que yo le diga que él es un toro en la cama, lo que no se imagina es que se lo digo por los cuernos!.

Al final, quedamos en encontrarnos un martes por la tarde, yo le dije a mi marido que me iba al gym… por las dudas, por si llamaba a mi celular, lo dejé en casa.

Por si volvía a mi casa después que llegara mi marido, me fui vestida con mi ropa deportiva: calzas negras con unas rayas azules, remera polo rosa y zapatillas… corpiño blanco y una tanga simil cuero de leopardo, que me imaginé que le encantaría al Chelo.

Yo quería encontrarme con Chelo en la puerta de algún hotel, pero él insistió que fuera hasta Ciudad Oculta, donde vive, para vernos en la misma casa donde me cogió antes. Dada la poca seguridad de la zona, dejé el auto en el estacionamiento de un supermercado y me tomé un taxi hasta allá. Chelo me estaba esperando, sentado en un banco de la plaza, fumando un cigarrillo. Vestía unos jeans gastados y deteriorados, una remera ( en no mejor estado ) con una inscripción del conjunto de rock "Los Redonditos de Ricota" y zapatillas deshilachadas.

Bajé del taxi y me senté junto a él. Me saludó con un "Hola perra!".

Yo había decidido no dejarme amedrentar por Chelo, así que le contesté el saludo con un "… más perra, tu madre…" y antes que reaccionara le di un beso de lengua que lo dejó sin aliento.

Hablamos un rato de cualquier cosa, en general, Chelo me decía lo mucho que le había gustado cogerme y que pensó que no me animaría a volver. Le contesté que pensé en no volver, pero lo hice porque no me había hecho terminar en esa ocasión; Chelo pareció sorprendido por eso, quizás se creía que era un buen amante.

"Bueno… vamos a hacer las cosas bien esta vez…" me dijo. Me llevó nuevamente a esa casa abandonada. Dentro, la misma atmósfera polvorienta y sucia, aunque ahora noté cierto olor a orina, pero más que humana, se me ocurrió que era de gato. La única diferencia: una sábana gastada sobre el colchón tirado en el suelo. Un perro, acostado en la penumbra de un rincón, tenía un hueso entre los dientes.

Quise darle otro beso; Chelo me rechazó bruscamente.

"Dejate de boludeces… sacate los pantalones de una vez…".

Se sentó en un cajón y se puso a mirar cómo me quitaba las calzas. Primero me deshice de las zapatillas, luego bajé las calzas, y las dejé a un lado con un golpe de mi pié. Lo mismo hice con la tanga ( que de paso, Chelo no me dijo nada por la trama color leopardo ). Quedé semidesnuda delante de él.

"Vení y chupame la pija…" me ordenó mientras se ponía de pié.

Le abrí el cierre del jean y lo bajé; me arrodillé frente a sus calzoncillos, blanco (aunque por falta de lavado adecuado, ya el color era gris), con el escudo del Boca Juniors a la altura del pubis; el pene erecto, hacía que se formara una carpa. Saqué su pene. Llevé mis manos a sus nalgas, redondas y duras, tal como me había imaginado.

Testículos pequeños, poco vello púbico, pero enrulado, pene de unos 15 cm de largo, medio torcido hacia la derecha, cabeza con forma triangular, casi toda cubierta por el prepucio, eso fue con lo que me encontré. Se sacó el jean y se acostó sobre el colchón.

"Dale…vení y chupá, puta…" me apuró. Me puse en cuatro entre sus piernas y le agarré el pene por la raíz, tiré del prepucio para atrás y me lo llevé a la boca; cerré mis labios sobre la cabeza… lo primero que sentí fue un sabor algo ácido, me imaginé que sería su pis; me pregunté si al mear no se la sacudía. Jugué con su cabeza en mi boca, saboreándola, lamiéndola y, por que no, limpiándola con mi lengua.

Chelo me agarró por la nuca y yo dejé de chupar, más bien, él comenzó a cogerme por la boca, cada vez más fuerte y más adentro… a veces me venían reflejos de nauseas, de tan profundamente me la metía; yo quise despegarme, pero Chelo me tomaba con más fuerza

Yo estaba allí, en cuatro patas, con el culo al aire, el pene que me llenaba la boca y empujaba contra mi paladar, gusto a presemen, de pronto una sensación rara, como una lengua en mi vagina, una lengua áspera; me doy cuenta que el perro me mete el hocico en mis partes íntimas!.

No!… eso no, acostarme con un pendejo si..pero nada de animales!..quiero resistirme y despegarme de Chelo, él empuja mi cabeza con más fuerza, le tiro una patada al perro, que se retira y vuelve con su hocico. Chelo me suelta, pero antes que pueda levantarme, descarga su semen en mis labios y mejillas, le tiro otra patada al perro y me doy vuelta, caigo de espaldas en el colchón, sigo tirándole patadas al perro, que se termina yendo al rincón.

"La puta madre que te parió!!!" le grito a Chelo, muy enojada; le tiro un cachetazo, que esquiva.

Chelo me da a mi un cachetazo que me dejó estupefacta.

"Puta!!!…. te cojo como yo quiero…puta!!!…"

Seguí tirándole patadas para defenderme. Finalmente, Chelo se levantó y me insultó de arriba abajo:

"La concha ´tu madre… puta de mierda!!!…¿no querés pija…?…¿qué carajo querés?!!!"

Estaba parado gritándome, desaforado, con la cara colorada y los ojos desencajados. Busqué mis calzas y traté de pararme.

"Todas son unas putas de mierda!… andate, mandate a mudar de acá… antes q´te rompa el culo a patadas… conchuda!…".

Yo tenía un susto terrible, quería irme y desaparecer de allí. Me puse las calzas, así nomás, a las apuradas y salí a la calle descalza; antes que cruzara la puerta, Chelo me tiró una patada que me dio en el medio de mi cola, trastabillo y casi caigo en la vereda. Salgo corriendo, con el calor de la vereda quemando mis pies. Por suerte, pasa un taxi que, si bien pasó de largo sin detenerse, se paró un par de metros más adelante.

El chofer quiso llevarme a la comisaría. Yo me negué; finalmente me dejó en el supermercado donde dejé el auto. Volví, toda nerviosa, a mi casa; llorando de rabia e indignación me fui a bañar, para sacarme de encima toda la mugre y la mierda que sentía que se me había pegado a la piel.

Bajo los chorros de agua caliente, lloré por la tontería que había hecho, por desoir lo que mi razón me aconsejaba. Me prometía mi misma no engañar más a mi marido.

Dos días más tarde, cuando ya estaba más tranquila, replanteé mi promesa, porque me di cuenta que todo fue ocasionado por prestarme a una especie de cita a ciegas. En el futuro, tendría más cuidado, pero por ahora me portaré bien.