Una historia zoofy

Este relato es la mera realidad de lo que me sucedió con la mascota de mis padres y que no quiero dar a conocer a mis conocidos, pero al mismo tiempo necesito despacharme y participarlo a personas anónimas, para mi desahogo y por si mi experiencia les es de utilidad.

"UNA HISTORIA ZOOFY"

Este relato es la mera realidad de lo que me sucedió con la mascota de mis padres y que no quiero dar a conocer a mis conocidos, pero al mismo tiempo necesito despacharme y participarlo a personas anónimas, para mi desahogo y por si mi experiencia les es de utilidad. Si alguien quiere conocer más detalles puede dirigirse a mi email.


Mi nombre es Rocío. Tengo 32 años, aunque aparento algunos menos. Estoy divorciada desde hace tres años y por el hecho de mi separación, empecé a sentir una nueva forma de vitalidad, he recobrado la libertad en el más amplio sentido de la palabra, ya que para mi el matrimonio había sido como un pesado lastre, casi una cárcel, mi forma de vestir ha cambiado, ya que voy un poco más atrevida y le saco mejor partido a mi figura. Mi apariencia, al decir de los demás, es muy atractiva, 1,70 altura, rubia, piernas largas y muy bien torneadas, pechos duros y generosos, medidas 95-60-90, boca grande de labios carnosos y sensuales, que dan a mi cara un aire voluptuoso. en conjunto un cuerpo muy bonito y deseable. Con estos argumentos, es normal que siempre haya sido una fruta muy apetecida por los hombres, incluso cuando estaba casada tenía que rechazar muchos envites de algún que otro lanzado.

Durante estos últimos años, libre de las amarras de un marido celoso y egoísta, he tratado de desquitarme de las privaciones sexuales que sufrí desde que le conocí como mi primer novio, como único hombre, a los 17 años. Tengo que confesar que en el aspecto sexual soy una mujer hiperactiva, muy fogosa, casi insaciable, pero al mismo tiempo muy selectiva. Gracias a mi físico y a mi modo de ser dulce y desinhibido he tenido una etapa muy exitosa, tengo mucho gancho con los hombres y por ello me he permitido siempre seleccionar y llevar a mi cama a todos los que me han apetecido. Sin embargo, no me considero una mujer fácil en absoluto. En esta nueva etapa de mujer liberada, he podido adquirir una gran experiencia en el terreno sexual y vivir muchas situaciones que en mi vida de casada eran simples fantasías. Me encanta el sexo oral y algo menos el anal. No me gusta el sexo ni a tres ni en grupo, y una relación lésbica que probé aunque me proporcionó otra forma distinta de placer, eso no es lo mío, ni me resultó demasiado gratificante como para repetir.. Hoy en día, creo saber casi todo sobre el arte de follar, en algunas facetas mis compañeros de cama me califican muy alto.

Nunca había caído en enamoramientos que hipotecasen mi nueva vida, pero tantas veces va el cántaro a la fuente que llegué a engancharme a un hombre que luego me falló y me dejó bastante colgada; por este contratiempo sentimental el maravilloso tiempo que estaba viviendo, se vino al traste y quedé sumida en una triste situación de abatimiento

Desde hace medio año, a la salida de la frustrada aventura a que antes me refería, quedé un poco dolida de tantas historias y me propuse darme una temporada sabática, retirándome de la circulación. Claro que esto no significaba que iba a renunciar al disfrute de los placeres del sexo. Soy una persona de fuertes impulsos carnales, caliente y multiorgásmica, en pocas palabras, muy hembra, de sexo diario si es posible. Me gusta hacerlo a conciencia, recrearme y gozarlo sin prisas, en ambiente favorable. Esta afición mía a follar con refinamiento, de momento, quedó aparcada hasta que recuperara el ánimo y volviera a la eterna búsqueda del supermacho que me sepa hacer feliz para siempre.

En este intervalo de tiempo muerto, me dio por alternar poco, y descartar por sistema las invitaciones para salir, por lo que mis amistades estaban muy sorprendidas debido mi vida tan apartada socialmente. En algunos momentos me sentía sola y vacía, en contraste con la felicidad de tiempos recientes. Para aplacar mi temperamento y apagar algo mi fuego interior, como decía antes, he tenido que disponer de algún escape en vez de volver a la promiscuidad inicial. A veces para escenificar mis desahogos, he estado viendo pelis porno o videos "hard core". De esta forma he conseguido buenos momentos de excitación que he calmado con las mejores técnicas del placer solitario y he conocido nuevas variantes que me habían pasado desapercibidas y que me pareció interesante llegar a practicar.

Circunstancias de la vida, mis padres viven en un chaletito cerca de la ciudad, ocurriendo que por esas fechas mi padre se puso enfermo de una dolencia crónica y tuvo que ser ingresado en el hospital, teniendo que estar mi madre a su cuidado de forma permanente. Esto ha trastocado la apacible vida que llevaban en el campo y también la mía, pues como yo tenía algún tiempo libre por las tardes, mi madre me encomendó que fuera al chalet diariamente para vigilar la casa, dar de comer y pasear a "Yosu" su apreciado perro guardián y de compañía. Mi madre muy preocupada por el estado de mi padre se olvidó de su mascota, de manera que los pocos ratos que tenía libres nunca iba por el chalet, acudía a mi casa, para descansar y asearse y luego volvía al hospital.

En principio, no me pareció mal esta nueva tarea ya que después de salir del trabajo me resultaba relajante y de gran distracción, cosa que en esos momentos me venía muy bien.

"Yosu", el perro mascota de la casa, que apenas me recordaba de mis escasas visitas a los viejos, no tardó nada en hacerse amigo mío, para eso era su nueva cuidadora. Era un perro pastor alemán de unos dos años, encantador, cariñoso y muy inteligente. Como dice el refrán el roce hace el cariño y a los pocos días teníamos una sorprendente familiaridad. El trato cotidiano con él fue despertando en mi un inusitado interés hacia el mundo animal. Sin saber como, empecé a sentir mi vena libidinosa a flor de piel y mi cabeza se llenó de un sueño, que de momento me sonaba descabellado, pero la idea me perseguía y no había forma de sacarla de mi mente. Lo que me estaba pasando era que, llevada por mi estado de frustración emocional y de aislamiento, empecé a pensar en las posibilidades de un experimento de sexo con el mejor amigo del hombre,-y porqué no de la mujer-, ya que sin buscarlo tenía una oportunidad de oro para una aventura canina a mi medida y en solitario. Tenía el sentimiento de fantasía, la ocasión, el macho compañero, mi experiencia sexual y mi ansiedad genésica. Estaba fascinada por la zoofilia. Amor y sexo con animales? El germen de mi desviación procedía de unas cintas de vídeo que me había regalado un amigo, su visión me dejó impresionada y cuando ya lo tenía casi olvidado, renacía con fuerza casi obsesiva esta extraña posibilidad de disfrute. Así nació mi antojo personal de ser poseída por un animal macho fuerte, inanimado, que extrajera de mi lo más brutal de mi sexualidad de manera ilimitada y sin condicionantes sociales ni personales con nadie.

En primer lugar, he de confesar que la única noción viva y real que tenía de este tipo de sexo eran las uniones con fines procreadores entre parejas de animales que había visto en la vida diaria, en la calle, en algunas películas, en historias y narraciones de las que hay abundante oferta. De este último tipo de información recibí una impresión más bien negativa a través de relatos exagerados y filmaciones que me resultaban muy poco creíbles. Parecía todo muy del ramo porno comercial, casi siempre de baja calidad. Por parte de la mujer faltaba entrega y ganas de gozar este tipo de sexualidad, eran chicas que tenían que ganar un dinero por posar junto a un perro indolente, aburrido y algo torpe y desganado. Me pareció ver poca determinación por parte del animal, como que actuaba muy inducido. A pesar de ello, algo me decía que esta forma de actividad sexual entre humanos y animales tenía sus visos de realidad y que un can adiestrado podría llegar a ser buen fornicador de mujeres. Por ello, en contra de la consideración que tiene la gente de estas parafilias, como algo sucio, inaceptable y depravado, me propuse llegar al fondo de la cuestión. Por supuesto, había gran diferencia entre ser espectador de estos actos o ser protagonista directo.

La modalidad que consideré siempre como más factibles era entre mujer y perro de tamaño medio o grande. Otras variantes, utilizando animales grandes o pequeñitos y desproporcionados al tamaño humano, me parecían meros actos masturbatorios sin interés alguno. La verdad es que era algo escéptica de que estos intercambios con el mejor amigo del hombre pudieran llevarse a cabo satisfactoriamente de manera espontánea. A pesar de ello, había visto copulaciones muy logradas que me hacían pensar que este tipo de sexo tenía posibilidades reales de dar muy buen juego, si se llevaba a la práctica con un poco de oficio y con un animal inteligente.

Aunque mi decisión de abordar el sexo animal era ya irreversible, todavía me invadían una serie de dudas y aprehensiones que tendría que aclarar y resolver antes que nada. Los obstáculos éticos, religiosos y legales que me presentaba la sociedad eran firmes pero cuestionables; la práctica del bestialismo era tan antigua como el hombre, obedecía a una reacción de pansexualismo, congénita del ser humano. Luego me preguntaba qué había con la hipocresía de la gente de buena moral que hace la vista gorda a muchas formas de crueldad y de depravación y se muestra implacable con otras como en el caso de la zoofilia. Poco a poco fui venciendo todas las trabas mentales que me frenaban, hasta que llegue a considerar que cualquiera que fuera el alcance de mi relación con "Yosu", siempre sería algo inconfesable, solo para mi satisfacción íntima.

Naturalmente, por las mejores condiciones de acoplamiento, la privacidad, el tamaño del posible compañero y la convivencia cerrada de que disponía actualmente, mis intenciones se enfocaron desde el primer momento hacia "Yosu". En mis ratos de ensoñaciones sensuales se me representaban ciertas vivencias de fantasía, siempre teniendo a "Yosu" como compañero de juegos, pero tampoco tenía muy claro cosas como cual podía ser la reacción del animal, arisca, agresiva, amistosa y colaboradora?

También me preocupaba la falta de libertad del animal para decidir cuándo y con quien tener sexo, sin ser sometido o manipulado por alguien considerado superior, como el caso de un humano. Y no digamos de las condiciones higiénicas de los animales a utilizar…! Yo creía tener un sentimiento muy protector hacía la naturaleza y los animales y no estaba segura de si tener sexo con ellos fuera una forma de maltrato, en fin, sentía una noble empatía con él, además de muchas dudas y reservas también sobre su sensibilidad, que no deja de tener todo animal por elemental que sea. Todo sería iniciar mis planes y la reacción del can ya me demostraría si el deseo y la necesidad de satisfacerlo era algo mutuo, cosa de dos.

Así que "Yosu" iba a ser mi macho, mi amante secreto. Era un bonito ejemplar de su raza, estaba en el esplendor de su vida, arrogante y fuerte, con un pelaje negro y fuego, cabeza grande, patas anchas y poderosas. Yo empecé a estudiar más decididamente las características del macho, por el rabillo del ojo procuraba mirarle la zona genital, pero por ser de largo y abundante pelo, apenas se distinguía el abultamiento peludo que cubría su pene y desde atrás dos testículos grandes, de color oscuro y muy bien perfilados dentro de su bolsa. En el aspecto sexual, al animal se le veía en una actitud muy tranquila, inactivo, sin la pulsión que tenemos los humanos.

Era el inicio de la primavera (ya la sangre empezaba a hervir) y todas las tardes, con la ilusión de un propósito nuevo, me desplazaba con mi coche hasta el chalet, para atender a "Yosu". A los pocos días de visitarle, puse en marcha un plan de comportamiento más o menos abierto, puesto que ya nos habíamos hecho muy amigos; percibía muy buena química entre nosotros y pronto empecé a pensar en llegar lo más lejos posible con mi experiencia próxima. Tenía el sitio, y al partner adecuado, además de muchas horas para trabajar el asunto a conciencia, como a mi me gusta. Pero un posible himeneo con el can requería una preparación.

Dispuesta a iniciar la primera etapa en solitario y sin colaboración de nadie, antes procedí a investigar y después de arduas pesquisas encontré una organización seria de adeptos al sexo con mascotas que daba información sobre práctica zoofílica y apoyo psicológico para principiantes. Aquello fue un buen hallazgo para mí, una mina de oro por la cantidad y detallado nivel de la información disponible. Así me puse en condiciones de hacer realidad mi difícil sueño. Yo soy una persona bastante formada, equilibrada, abierta de mente, nada prejuiciosa, y compulsiva sexualmente. Estos rasgos de mi personalidad han sido de gran ayuda para superar mis reparos morales.

Después de una semana inicial de tanteo, fui mimando a "Yosu" más y más para ganarme su confianza y algo más, evitaba cualquier gesto de jerarquía entre persona y perro con momentos de mucho cariño hacia el animal. Le hablaba constantemente para acompañar mis juegos y arrumacos, pero no de la forma tonta e infantil con que la gente habla a sus mascotas. Antes que nada, todos los días dábamos un largo paseo, "Yosu" saltaba, corría y me embestía juguetón. Yo pasaba muchas horas con mi perro amigo, evitaba los perfumes, para que se acostumbrar a mi esencia natural; al principio jugaba y retozaba con él, solo vestida con una ligera bata, adoptada posiciones bajas, de rodillas o sentada en el suelo, tumbada en un sofá, todo ello para que se sintiera a mi altura; luego, opté por estar mucho tiempo desnuda, para hacerle sentir el contacto de mi carne, como un ser igual y próximo que fuera objeto válido para desarrollar el juego sexual. Dispuse una manta en el suelo del salón, junto a un sofá donde me tumbaba muy a menudo acompañada de mi nuevo amigo "Yosu". Creí que esta actitud podría favorecer nuestro futuro entendimiento. En nuestro contacto diario, puse en juego todos los trucos y consejos que sabía para conseguir un aprendizaje que facilitara la deseada relación, tanto a "Yosu" como a mí. Ya desde los primeros días mi dedicación y mis atenciones empezaron a dar fruto, a juzgar por el alborozo y la alegría con que me recibía todas las tardes y luego los tristes y apagados aullidos que me dedicaba como despedida. Con paciencia le enseñé a identificarnos. Me señalaba a mi misma y le decía:

-Yo Rocio, Rociio..! Muaaa!- le besaba.

-Tú Yosu, tú Yosu!!- le decía apuntándole con el dedo y le atraía la cabeza hacia mí.

Por aquellos días una vecina de la urbanización me pidió la participación de "Yosu" para fecundar a una perra muy bonita de la misma raza. No me gustó nada la idea de que mi pareja fuera estrenado y perturbado por otra hembra y le dije que consultaría con mis padres, ya que "Yosu" no tenía experiencia como semental y decididamente, por lo que pudiera pasar de momento, no estaba dispuesta a compartirlo. Por esta razón, le contesté a esta persona que no tenía la conformidad de mis padres y me quité el problema.

"Yosu" en esos días había tenido una completa revisión veterinaria y estaba completamente sano y juguetón como un muchacho de 20 años, ya preparado y maduro para conocer hembra. Yo sería la primera en medir sus capacidades amatorias, ya que la providencia me lo había puesto fácil.

Con el fin de darle la máxima vitalidad mejoré su alimentación con productos compuestos más nutritivos y cada tres o cuatro días le preparaba un confortable baño; o sea que trataba a mi chico como a un rey. Él al principio era algo remiso a tanto lavatorio, pero pronto se habituó y lo recibía con gusto, porque yo le ofrecía el refuerzo de masajearlo de arriba abajo y hacerle toda clase de carantoñas. Me miraba fijamente con sus ojos negros, como si estuviera entendiendo mis intenciones. De esta forma, íbamos compenetrándonos y adquiriendo cierta complicidad, en tanto yo iba llevándolo a mi terreno que no era otro que el despertar en él sensaciones sexuales y sacarle los impulsos de macho que sin duda tenía adormecidos. Mi propósito iba más allá de lo que se decía en los círculos de entendidos, aspiraba a provocar en él alguna iniciativa sin proceder a incitarle por la vía rápida con masturbación o sexo oral, deseaba convertirlo en un perro gran amante con alguna de las cualidades del macho humano. Después de cada sesión de baño, lo secaba meticulosamente, recreándome, como de pasada, en las partes que creía más erógenas y vulnerables, para alimentar mi curiosidad; así cierto día llegué a explorar por primera vez su entrepierna con mi mano, y al acariciar suavemente sus testículos dió un gruñido y saltó hacía adelante como huyendo. Primera señal de alarma! Me había equivocado en el sitio o en el momento del tocamiento?. Luego recordé que a los perros les desagrada que les toquen la bolsa escroto, ello les hace sentirse inseguros. Traté de tranquilizarle.

-Grrrrrr!, Grrrrr!-

-Venga "Yosu" no te asustes, que tu amiga Rocío sólo quiere hacerte cositas buenas, que te darán mucho gustito!- le dije amorosa para disipar su nerviosismo.

En esta ocasión, mientras le hablaba le acaricié la cabeza y la parte delantera desde el cuello a las piernas, cubriendo su cara de largos besos. Me tranquilicé al ver que aceptaba mis caricias de contenido no sexual.

A raíz de este episodio decidí empezar entrándole por otro camino más primario y seguro. Pero el buen "Yosu" era más listo de lo yo que pensaba. Jugaba con mi cuerpo con admirable delicadeza, tan pronto me empujaba con su hocico contra mis piernas, husmeaba en mi trasero, morreaba sobre mis pechos, como me regalaba deliciosos lengüetazos en el cuello y en la cara. Con el ansía de disfrutar de su capacidad libatoria, una tarde pasé a enseñarle que ciertas partes de mi cuerpo reaccionaban placenteramente a sus lamidas; pensé que siempre sería bueno hacerle saber que las maniobras con su lengua me producían gusto y excitación. Yo me masturbaba en su presencia y untando mis dedos con mi líquido vaginal se lo daba a oler para acostumbrarle a mi fragancia, quería hacerle sensible a mis feromonas femeninas. Él saboreaba con fruición mi sustancia.

. Una tarde, presa de ardor, no pude resistir la tentación de mostrarle otras áreas de trabajo. De repente, me sentí efervescente, puse mis pechos tensos, trémulos, con los pezones turgentes y rosados a pocos centímetros de la cara de "Yosu". Él se quedó mirando con sorpresa, fijamente y con las pupilas dilatadas, mientras yo agarrando una teta con cada mano por la parte de abajo, se las ofrecí diciéndole que eran para él, y sacando mi lengua con ademán de chuparlas, las acerqué hasta tocar su cara para que se animara a complacerme.

-Toma "Yosu" mi amor son para ti, para que los saborees con tu lengua!!- le decía incitante atrayendo su cabeza hacía mi.

-No te gustan mis tetas? Pruébalas o me buscaré otro novio que lo haga, sabes?!!- insistía yo.

  • "Yosuuuuu"!!Esto me gusta, me gusta mucho, te quieroooo, quiero tu lengua!-

En unos segundos "Yosu" recibió la onda y blandiendo su maravillosa lengua empezó a lamerme los pezones con una pericia digna del mejor amante, llevándome cerca del paroxismo; mis pechos se agitaban violentamente bajo un tremendo calentón, mientras pensaba que sería de mi cuando este instrumento chupara mi intimidad con esa maestría. Sus lametones eran amplios y muy rápidos, era una auténtica máquina que me hizo sentir un nuevo mundo de sensaciones muy distinto a lo conocido hasta ahora. Qué intercambio iba a tener con "Yosu" ? Sentiría algo más que sexo puro en caso de entregarme a él? Podía originarse una corriente entre nosotros, más allá de la sexualidad entre macho y hembra?. Era correcto extender mi torrente amatorio hacía mi amigo animal, que solo podía darme sexo y un poco de afecto bestial?

Con ocasión de estar yo con la regla, en una sola tarde "Yosu" superó un breve y aprovechado curso de sexo oral. Yo estaba sentada en el sofá cubierta con la bata y "Yosu" nada más percibir el olor de mis secreciones femeninas, se puso a olisquear entre mis piernas con insistencia y especial interés, lo cual pensé que era buena señal, había percibido el olor de hembra que despedía mi sexo, me miraba con ojos de súplica como invitándome a iniciar su juego de lamidas, dándome a entender que era un animal bastante inteligente y con una considerable capacidad de aprendizaje. Yo seguía sentada en el sofá resistiendo sus apretones, hasta que empezó a hurgar con el hocico la abertura del escote; viendo que no conseguía su propósito intentaba con las patas apartarme la bata y terminó desatando con sus dientes el nudo del cinturón para dejarme parcialmente desnuda. Al encontrarse que mi hendidura estaba tapada con una tanguita, se le notó un aire de frustración, tratando también de apartarla con su lengua. Yo viéndolo tan desesperado le ayudé quitándomela y dejándole libre el camino, separando a tope los labios de mi vulva con mi propia mano, para que su prodigiosa lengua se introdujera profundamente y recibir una deleitosa sesión de cunnilingus que me transportó a la gloria, pues "Yosu, incansable, estuvo mucho rato chupeteando entres mis piernas, profundizando cada vez más en busca de la fuente de mi humedad.

-Hummmmm, ahhhhhhh, Yosu mi vidaaaa, quiero maaas..! Dame tu lengua!!- Gemía suplicante.

-Ayyyy! Cómeme macho mio!!- Seguía suplicándole.

El animal, parecía entender el significado de mis suspiros, pues se dedicaba diligente y certero a sondar mi golosina con movimientos rápidos y penetrantes de su lengua que al alcanzar el interior de mi vagina a la vez con sus amplios movimientos rozaba mi clítoris erecto y palpitante. Mis jugos debían resultarle sabrosos a juzgar por el empeño que ponía chupando mi almeja. Retorciéndome de gusto, sostenía su cabeza apretada contra mi sexo hasta que tuve un orgasmo descomunal. Raro era el día que no me provocaba dos o tres corridas de campeonato y él seguro que le había tomado gusto a sus ejercicios, por el afán con que me trabajaba. Probablemente, le encantaba la suavidad y el sabor de mi sexo y la forma atípica para el de mis pechos, sobre todo cuando veía asombrado como me retorcía y gemía de placer. Estaba segura de que ofreciéndole los estímulos adecuados "Yosu" podría aplicarse a muchas cosas, con la ventaja de que en ese tiempo solo se relacionaba conmigo y esto jugaba a mi favor para conseguir la mayor concentración y marcarle más los hábitos. Simplemente pretendía que mi compañero actuase con motivación lasciva a través de un aprendizaje concienzudo. Psicología canina, diríamos.

Fueron unos días memorables, yo acababa siempre complacida de gusto, aunque muy alterada, supercachonda, a punto de lanzarme a lo bestia a disfrutar de algo más fuerte, sin más preámbulos. Me sentí entregada y totalmente indefensa, ya convencida de que se habían roto las hostilidades, sin forma de parar aquello. Abierta de piernas y echada hacía atrás le ofrecí mi fruta. Con qué ansiedad y deleite chupaba los labios primero y luego la entrada de mi vagina! Me hizo vivir muchos momentos de placer indescriptible.

En este tipo de ejercicios estuvimos ocupados casi un mes. Yo gozando mucho, satisfaciendo mi sed de placer, pero pronto empecé a pensar que había un beneficio muy desigual con desventaja para "Yosu". Ya que para él no estaba segura de que su juego pudiera considerarse una actividad propiamente sexual. Cómo lo sentía? Como un juego para agradar a su ama? Ciertamente, aparte de su extraordinaria lengua no se daba una participación genital, su órgano no había actuado para nada. Únicamente había podido observar que a veces asomaba la punta rosada de su pene y luego desaparecía.

De esta manera, una tarde después de recibir de "Yosu" el tratamiento habitual, en pleno calentón, inicié una fase más avanzada de tímidos tocamientos que inopinadamente iban ganando en audacia. Le acariciaba todo el vientre con un suave masaje, sin detenerme en la funda del pene, me abrazaba a él mientras rodábamos por el suelo y otros gestos cariñosos que "Yosu" recibía con gusto, siguiendo la fiesta sin alterarse demasiado, . Por mi parte, la velocidad era distinta, a mi el cuerpo a cuerpo me provocaba un cosquilleo en mi vagina que iba subiendo de tono hasta llegar a producirme cierto ardor y deseos de contemplar su miembro oculto. Presentía que estaba a punto para algo más y que no podría resistir muchos días sin dar un paso adelante. Por días, mi acaloramiento y el atrevimiento de mis manoseos iban en aumento. A estas alturas yo ya era consciente de que estaba tan deseosa que podía perder el control antes que mi aprendiz de macho. Y esto no era lo que yo había previsto!.

De pronto, llegué a comprobar que a "Yosu" mis jugueteos le provocaban placenteras sensaciones a las que siempre se prestaba de buen grado, quedando en un estado de sedación, como si estuviera conmocionado. Su actitud, con la boca abierta y la lengua colgante era de excitación controlada, sin ninguna reacción agresiva.

Mi plan consistía en que "Yosu" desenvainara su pija por su propia excitación, sin necesidad de inducirle ni pajearle, en señal de que su deseo proyectado sobre mí, como compañera de sexo, había alcanzado la intensidad suficiente. Era evidente, que al no tener la capacidad imaginativa del macho humano, el animal se comportaba de manera ambigua por el momento. Lo curioso es que no se mostraba indiferente y ello me daba muchos ánimos. Tan pronto como sacara su arma en condiciones esa sería la señal para el acoplamiento.

Al paso de los días, viendo que mi macho no se atrevía a hincar su miembro en mi agujero, mi mano impaciente ya se dedicaba a sobarle el embolsamiento donde guardaba su aparato genital, y por el tacto deduje que "Yosu" estaba muy bien dotado, se adivinaba una verga portentosa. Pensé que el animal era muy joven, no tenía experiencia con hembra de su especie y menos con mujer, le faltaba rodaje o lo que se dice romper el cristal y aún tenía que madurar en su conducta sexual. Una vez realizara el primer acto, se daría cuenta de lo bueno que era y de que me tenía sexualmente accesible sin problema. Para arrancarle a mi amante lo que esperaba de él estaba claro que necesitaba nuevos estímulos.

Para reforzar el adiestramiento de mi compañero, me había procurado una cinta de vídeo con escenas de sexo entre un perro pastor alemán y una mujer. Me sentaba en el sofá, le hacía una seña y de un salto se colocaba sentado junto a mi. Quería que su cerebro registrara estas vivencias, para sentir la necesidad de realizarlas también conmigo. Ya que era virgen tenía que mostrarle que aquello era posible y naturalizar actos de sexo con hembra humana. Puse ante sus ojos, como la mujer de la película pajeaba el pene erecto del perro y se lo introducía en la boca, haciéndole unas mamadas más o menos figuradas, llegando hasta el final feliz de introducir el pene del perro en la vagina de su mujer hembra y acabando con una buena follada. Estas escenas a mi me ponían a cien y una y otra vez seleccionaba las secuencias más impactantes y se las pasaba a "Yosu" repetidamente. El me mirada con los ojos brillantes y emitía tenues aullidos.

Las imágenes que aparecían en la pantalla de la TV, le infundían cierta impaciencia y desasosiego.

-Grrrrrr, grrrrrr…- exclamaba "Yosu" mientras se revolvía inquieto en el sofá.

-Tranquilo "Yosu" que nosotros también vamos a hacerlo!- le calmaba mientras señalando la pantalla le decía:

-Si, si, Yosu y Rocio son pareja!! Vas a ser mi macho!- Le decía yo juntando las dos manos.

-No tienes ganas de follarme?- Le preguntaba mimosa.

Seguidamente, le besaba la cara y lo abrazaba y luego untándome el cuello y los pechos con mi líquido vaginal hacía que me lamiera anhelante. A estas estimulaciones, su respuesta no se hizo esperar, a los pocos días de repasarle estas sesiones de amor mujer-perro, noté que su emoción crecía ostensiblemente. Se ponía de pie a dos patas delante de mi y se me echaba encima achuchándome desorientado, rudamente pero sin violencia, babeando mi cuello o bien forcejeando con su hocico entre mis pechos, como queriendo imitar al can de la película. Estaba cambiando, parecía que su trato era más confianzudo, se tomaba nuevas libertades con mi cuerpo. De momento, le ofrecí falsa resistencia, pensando que como ocurría a los humanos esto le estimularía más.

Durante estos ya frecuentes forcejeos le dejé hacer para comprobar su nivel de habilidad y con gran alegría observé que mi macho se había aprendido el camino y con sus patas delanteras intentaba voltearme. Ya conocía el punto que tanto placer proporcionaba a sus hermanos de raza y a sus compañeras sexuales, y tal vez perseguía acceder a mi entrepierna y no sabía cómo.

Por las noches me costaba conciliar el sueño, pensando planes para el día siguiente, mi cabeza pudo reconstruir las ideas y pensé que ya estaba sumergida, sin retorno posible, en este fascinante universo y entusiasmada determiné seguir adelante en busca de un final tan prometedor. Mañana no pasa sin hacer la gran prueba!.

Y se cumplió. Abierta de piernas y tumbada en el sofa "Yosu" me estaba llevando al éxtasis con unas habilísimas chupadas, mientras yo le sujetaba la cabeza apretada contra mi sexo.

-Aaaaaah! Aaaahs! Qué grande eres "Yosu", mi amor…!!

-Eres mi macho!! Me vas a follar…ya?- Le decía entre grititos de placer.

Aflojé la cabeza de mi amigo, me incorporé, y pude comprobar la estampa de "Yosu", respirando profundo, con ojos vidriosos y ausentes, parecía otro ser distinto. Empezó a emitir unos sonidos muy especiales, ni gruñidos ni ladridos, y se alzó a dos patas para apoyar las dos delanteras sobre mis hombros, mientras lameteaba mi barbilla y labios como si deseara introducir su lengua en mi boca. El pobre animal estaba ansioso, era obvio que necesitaba su desahogo y ya lo necesitaba, pero no acertaba como iniciarse. Acababa de verme gozar de su hábil mamada, como si fuera su pareja y mostraba cierta alteración y delirio. Yo, decidida a darle el merecido premio bajé la vista hacía su zona genital, comprobando con regocijo que asomaban un par de centímetros de su pene fuera de la funda. Bajé la mano y acaricié suavemente su trozo de carne emergente, caliente, dura y a la vez muy suave . El contacto con su incipiente verga me puso a cien, cuando noté que aquello crecía más y más; aparté la mano para contemplar por primera vez el pene de mi amante, espectacular, en forma de cilindro puntiagudo por el extremo, de color rosado intenso, un mástil candente que trazaba círculos en el aire, buscando un alojamiento a la desesperada. "Yosu" estaba moviendo sus caderas convulsivamente, enculando al aire con su enorme tranca, chorreando el líquido lubricador. De nuevo tomé la verga de "Yosu" en la mano, sopesándola y estrujándola con los dedos para seguir su crecimiento a ver a donde llegaba. Su miembro rojo y caliente asomaba en casi toda su longitud y se volvía a ocultar un trozo, para volver a salir con más fuerza. Tenía el mismo tamaño que el de un macho humano bien dotado, el aparato que sostenía con mi mano era de unos 15 a 20 cms. contando con el bulbo (la bola carnosa llena de capilares sanguíneos a dos o tres centímetros antes de la base). Yo sabía que con el bulbo fuera ya estaba más que a punto para copular. Entonces "Yosu" empezó a mostrarse muy revuelto, movía su cuerpo y sus patas frenéticamente y sus piernas traseras empezaron a temblarle.

Mi mente a duras penas podía gobernar mis actos debido a la calentura que me invadía, por dentro estaba otra vez muy mojada, pero allí y entonces era yo la que debía guiar la iniciativa de mi inexperto macho y facilitarle el acoplamiento. En la posición que estábamos en el sofá me pareció imposible que "Yosu" me pudiera introducir en el coño aquel su cacharro y era muy importante que al intentar montarme se sintiera cómodo y encontrara bien el acceso en demostración de que yo estaba preparada y deseaba la copulación. Casualmente, en la cercana habitación de invitados, junto al salón, estaba la camita que tenía para mi uso personal, que al no ser demasiado alta se ajustaba perfectamente para acoger a "Yosu" en una posición ideal para el acto. Abandoné el sofá, seguida de "Yosu" y una vez sobre la cama, me tumbé cruzada, boca arriba, coloqué la almohada doblada debajo de mi espalda, dejando mis nalgas apoyadas casi fuera del borde de la cama, con las piernas separadas y levantadas para abrazar con ellas a mi amante y presentando todo mi sexo abierto cerca de su cara. Él, de un salto se había plantado junto a mi. Tenía ya decidida la postura del misionero para la primera vez, con el fin de impedir que me introdujera el bulbo. Allí estaba mi macho, mirándome ansioso, con la boca abierta, respirando agitado, moviendo la cabeza y la cola de un lado a otro, con la verga toda dispuesta, de la que seguía fluyendo el goteo preseminal en cada uno de los movimientos pendulares que la agitaban.

"Yosu" se puso frente a mi y a la vez que apuntaba a mi coño con su enorme barra de carne, desenvainó su sabia lengua y estuvo libando mi sexo, cumpliendo su misión de lubricar mi coño y preparar la introducción de su falo en las mejores condiciones. Qué sabiduría la de este animal!! – pensé agradecida. A los pocos segundos de darme deliciosos lametones tuve otro orgasmo de locura. El notó mi desenfreno y levantando la cabeza, se abalanzó contra mi en posición vertical, volcando su pecho sobre el mio, apretando con su pija contra mi muslo, intentando conectarla en la abertura de mi raja sin conseguirlo, golpeaba con su vergón contra mis nalgas, se ladeaba y perdía orientación, tal era su ansia por acoplar su sexo al mío que no encontraba camino. Fue brutal, un abordaje bestial como era propio. Encrespado en montarme sin darme más tregua ni respiro, agitó sus patas delanteras con tantos aspavientos que me arañó los brazos y los hombros. Su trato tierno y leal conmigo había desaparecido, era una fiera desesperada por el deseo. Yo no quería ayudarle y le dejé hacer para que tomara experiencia. Después de muchos intentos en una de las embestidas sentí que la punta de su pijorra había entrado en mi coño, pero torpemente se le salió y después de golpearme unas cuantas veces más, estuvo restregando su miembro en la zona adecuada, sin atinar a introducirlo. Yo incapaz de aguantar más mi deseo, tome su pene con mi mano y le situé la punta entre los labios de mi vulva; el macho al notar mi hendidura abierta, caliente y suave empujó con furia todo su miembro para ocupar su deseada vaina, consiguiendo una penetración increíble, lo sentí en el fondo del útero. "Yosu" se encorvó un poco para no perder el ajuste perfecto que había conseguido, puso su cabeza junto a la mía, babeante, con la lengua suspendida y comenzó un movimiento de bombeo trepidante, su eje vertebral flexible y ágil era como una máquina, su movimiento de vaivén era prodigioso, golpeaba mis entrañas con unos movimientos muy rápidos y furiosos. Así estuvo durante más de un minuto. Gocé de algo distinto, que nunca había experimentado con ningún otro macho, su bulbo golpeaba contra los labios de mi vulva intentando forzar la entrada. Lo agarré con la mano para evitar que me lo metiera dentro y quedarme abotonada, notando que al contacto y presión de mis dedos se estaba hinchando hasta alcanzar el doble de su tamaño normal. Súbitamente, sentí que mi coño se estaba llenando de carne caliente al haber alcanzado su pene el tamaño máximo dentro de mi, al tiempo que note en "Yosu" una brusca convulsión mientras recibía una fuerte descarga de semen caliente y muy abundante inundando mi vagina; estaba eyaculando por primera vez! .Un escalofrío me recorrió desde el coño hasta la nuca y tuve un orgasmo indescriptible.

Yo me había quedado exhausta, con una sensación de plenitud jamás experimentada. Había valido la pena!! Y eso la primera vez. Era el polvo más salvaje de mi vida, la brutalidad había compensado la falta de habilidad, algo verdaderamente diferente, fuera de lo común.

Por suerte, no me había penetrado en toda la longitud de su pene, que estuvo a punto de conseguirlo mi macho. Después de eyacular, "Yosu" con un rápido tirón extrajo de su nueva funda el miembro empapado de semen, regalándome un último suspiro de placer al rozar la entrada de mi vagina. Ya fuera de mi sexo contemplé con asombro y orgullo su colosal pija, coloreada como una berenjena, con un hilillo de semen en la punta. No me explicaba como había podido tener todo aquel trasto dentro de mi, creo que sería debido a la fuerte excitación que dilató mi cavidad de forma extraordinaria. La excitación de tenerla dentro de mi vagina y el contacto con las paredes calientes y delicadas había hecho crecer todavía más su instrumento!. Mi buen amante volvió la cabeza, y con su propia lengua limpió su pene del esperma que aún lo impregnaba, luego se quedó como pensativo, me dirigió una mirada agradecida, apagada y se quedó parado, muy relajado y algo mohino, como todo macho después de la cópula.

Después de esta primera experiencia tan maravillosa, siguieron otras más avanzadas pero para no alargar tanto esta historia las contaré en una segunda parte.