Una historia zoofy (3)

En este relato cuento los progresos que mi perro amante "Yosu" y yo fuimos haciendo, con nuevas variantes, hasta alcanzar la plenitud en nuestras relaciones utilizando todo su instrumental y quedándonos abotonados.

"UNA HISTORIA ZOOFY" (3)

Al siguiente día, sábado por la mañana, "Yosu" mi perro amante, se encargó de despertarme. Estaba en pie debajo de la cama emitiendo unos sonidos guturales para llamar mi atención. Eran sobre las nueve y yo ya me sentía más despejada; había descansado de maravilla, después del atracón de sexo de la tarde anterior. Me sentía relajada y optimista como nunca. Me levanté, me dirigí rápidamente al WC y por sorpresa, cerré y dejé a "Yosu" fuera. Aunque estuvo golpeando la puerta todo el tiempo, aproveché para hacer mis cosas y ponerme unos jeans con el fin de salir de casa y dar un buen paseo. Luego, lo arrastré prácticamente hacía la calle, forzando su voluntad que ya me había demostrado con sus actos que era otra. Seguía con el problema de vencer su rebeldía, pero al fin logré salirme con la mía. Estuvimos unos cuarenta y cinco minutos deambulando por los alrededores hasta que decidí volver a la casa y darle un buen baño, pues aunque el mismo se limpiaba sus partes, tenía restos de semen en su pelaje. Al secarlo era inevitable sobarle y dejarle todo el cuerpo limpio y tonificado, y como no podía ser de otra forma se me puso cachondo y empezó a pedirme guerra.

En ese preciso momento, sonó el timbre, fui hacía la puerta de la calle seguida de "Yosu". Era Emilio el jardinero, que había llegado ya y antes de empezar su trabajo quería preguntarme por mi padre y consultarme algunas cosas. Yo le conocía vagamente, ya que él trataba siempre con mis padres, de cuya confianza gozaba por tener buena reputación de hombre discreto, y humilde. El hombre aparentaba tener unos 40 años, más bien alto, de complexión robusta, aspecto físico fuerte y rasgos tallados de atleta, curtidos por la exposición diaria al sol. Mientras hablábamos, su mirada recorría mi cuerpo de forma huidiza, con cierta admiración hacía mi físico. "Yosu" interpretó nuestra conversación como una proximidad indeseada, como si intuyera en él la existencia de una corriente de deseo hacía mi. Se pegó a mis piernas y le dedicó al hombre una serenata de ladridos, al tiempo que le mostraba sus colmillos en un gesto agresivo. Casi interrumpió nuestro diálogo. Emilio se mostró sorprendido, pues le conocía de mucho tiempo y nunca se había comportado con él de esa manera tan poco amistosa.

-Este perro está cada día más lindo, pero le ha cambiado el carácter. Lo encuentro muy huraño- comentó el jardinero.

-No crea, sigue siendo noble y muy buen chico, aunque a veces parezca algo bronco -le contesté con una dulce sonrisa, mientras acariciaba la cabeza del can, quién se dejaba abrazar con mimosos aullidos.

Luego, el hombre se despidió, salió al jardín y se quedó contemplando la curiosa estampa de "Yosu" pegado a mi, volviendo la cabeza amenazador, mientras andaba de una forma muy especial, de macho excitado, que yo ya conocía. Para más evidencia, ya le asomaba un trozo encarnado del pene por fuera de la funda.

Embravecido por su victoria sobre el extraño macho perturbador, el perro exigió su premio sin más dilación, comenzando a colgarse de mi trasero con sus dos patas. Una vez dentro de la casa, cerré bien la puerta por dentro y me dispuse a darle a "Yosu" su primera lección de conducta social. Tenía que entender que nuestra compenetración era una cosa y otra era tratar de montarme en presencia de otras personas. La clave tenía que ser que mi cuerpo vestido indicaba prohibición. Para ello, me mantuve con la camiseta y los jeans durante casi una hora, sin darle su chance; él raspaba con sus garras delanteras sobre mi cintura indicándome que sobraba la ropa en mi cuerpo, sorprendido porqué no había empezado la fiesta. Al final, después de un buen rato de mostrarme indiferente mientras leía una revista, se tranquilizó, remitió su nerviosismo y consideré superado su impaciente recelo, dando por sentado que aceptaba que fuera yo quién decidía el "cuando" y el "donde". Para su tranquilidad y ampliar su adiestramiento, lo llevé hacía una ventana que daba directamente al jardín, donde se podía ver al jardinero trabajando, lo aupé sobre una silla y señalándole al hombre, le dije:

-Emilio y Rocío no, no, no! -señalando al jardinero y alternativamente a mi entrepierna, mientras negaba con la cabeza y el dedo índice.

A continuación retornamos al salón, extendí una manta junto al sofá, me desnudé por completo, para anunciarle a "Yosu" que era el momento del acceso. La intención del can de escalarme por detrás, me sugirió llevar a cabo algo que tenía reservado desde el principio. Él había visto en las películas que le mostré que la forma más habitual en el intercambio sexual mujer-perro era con la mujer en posición a cuatro patas, que era más cómoda y natural, más perruna, sobre todo si tenían que abotonarse. Después de tanto jugueteo yo también ardía en deseos de tener una intensa cópula libre de restricciones. Me quité la camiseta, el sujetador, los jeans y mientras apoyada en una sola pierna intentaba sacarme las braguitas por los pies, recibí una acometida de "Yosu" que dio conmigo en el suelo, quedando de rodillas sobre la manta. La escena no podía ser más cómica pero tuvo un final práctico, ya que mi macho aprovechando la pose me abordó por detrás apoyando su pecho sobre mi espalda y pasando sus dos patas delanteras sobre mis hombros. Súbitamente, empezó a culear frenéticamente sobre mi espalda, donde se notaba el contacto húmedo y caliente de su miembro y el fluir de su líquido.

-Espera "Yosu", impaciente, deja que me coloque bien! ¿Donde vas a meter tu pija?

-Brrrrrh, brrrrh. . .!! –Farfullaba él mientras insistía atolondrado en su infructuosa acción, sin soltarse de mi.

Como pude me apoyé con las manos sobre el suelo y levantando el culo a la altura de los genitales de "Yosu", separé las rodillas para abrir más las piernas a la vez que elevaba mis nalgas ofreciéndole la exposición de mi vulva para un perfecto ajuste. Él intentando apalancarse no paraba de patear llenándome los muslos de rasguños, hasta que conseguí colocarle las patas a los lados en cuya posición pudo apoyar su cuerpo sobre mi espalda y sintiéndose cómodo y en posición empezó a fustigar entre mis nalgas, con más afán que puntería. Esta nueva modalidad, aunque era más natural para él, también le llevó sus intentos fallidos, pero al fin arqueando sus caderas adecuadamente no tardó en insertarme su daga gloriosa hasta la empuñadura. En su afán por meterme el bulbo embestía con tal fuerza que casi me hizo besar la manta en el piso. Ahora se sentía más libre para empujar su pija contra mi, pensé que a no tardar iba a empotrarme la parte gorda de su pene con éxito y así fue porque a los pocos minutos de bombeo sentí como el bulbo me había abierto con cierto dolor, lo suficiente para alojarse todo dentro de mi vagina. Al sentir todo el instrumento de mi macho, noté el inevitable daño de la exagerada dilatación, pero conforme iba creciendo dentro de mi gruta, fui sintiéndolo cómodo y agradable, en forma de un placer muy especial, que me produjo un goce inenarrable. Algo muy fuerte que me hizo correrme como una liebre, encogiendo mi cuerpo sobre mi misma. Después de un largo vapuleo él había alcanzado su máxima excitación y disminuía su meneo en el momento en que el bulbo empezaba a latir fuertemente en mi vagina presionando sobre mi punto G para transportarme de nuevo a un climax que me hizo estremecer.

  • Mmmmm, auuuuugh, aaaaaugh. . . .! -exclamaba, casi en un alarido de placer.

En este trance, una ligera sombra oscureció ligeramente la estancia y al voltear la cabeza y mirar hacía la ventana el mundo se me vino encima. Detrás de los cristales pude ver el rostro congestionado de Emilio que nos estaba observando atónito, con ojos desorbitados. Mierda! -pensé. Me había olvidado de cerrar la ventana que daba al jardín cuando llevé a "Yosu" para ver el exterior. Probablemente había pasado cerca de la casa y oyó los sonidos que salían de mi garganta. La visión de la cara del jardinero fue algo fugaz, pues él al verse descubierto como espiaba el interior de la vivienda, se retiró enseguida.

Este incidente, me dejó muy tensa y aturdida, toda la pieza de carne caliente y suave que antes me tenía arrebatada de gusto, pasó de repente a ser como un peso molesto que deseaba ya echar de mi cuerpo para terminar de calmarme. Por suerte, "Yosu" estaba ya a punto de eyacular y adivinando mis pensamientos descargó violentamente todo su manantial de esperma dentro de mí.

Inmediatamente, nada más quedarme abotonada, ante el riesgo de que el hombre volviera a asomar me arrastré hasta la habitación, con todo el peso de "Yosu" sobre mis espaldas. Era urgente salir del campo de visión del inoportuno jardinero. Luego ayudé a mi macho a que levantando una pierna se quedará pegado a mí de espaldas, sujetándole por una pata para evitar que saliera antes de tiempo, ya que con la reacción emocional del sobresalto me había enfriado y se me había contraído el canal vaginal, lo que hacía más apretado el bloqueo. El bueno de mi macho, como no había percibido el contratiempo, había gozado como nunca y todo su miembro estaba muy congestionado. La espera hasta que pudimos sacar su armamento de mi cuerpo, se me hizo una eternidad.

Ese fin de semana lo pasé torturándome por mi torpeza de haber dejado la ventana abierta mientras me montaba "Yosu". Ahora, alguien ajeno a nosotros conocía el gran secreto, sobre todo el mío. Para mi alivio, el jardinero terminó su tarea y se marchó sin decir palabra. Esto me tranquilizó y me permitió seguir los días entrenando a mi macho, follando sin tregua en la nueva postura de a cuatro. Definitivamente, habíamos ido evolucionando a mejor, él me penetraba siempre desde atrás para mayor confort y cogerme con el ángulo adecuado. Cada día que pasaba con él me reafirmaba en la idea de que no estábamos haciendo mal a nadie, sino todo lo contrario, un beneficio mutuo deseado y consentido.

Inesperadamente, a primeros de semana me comunicó mi madre que el siguiente viernes le daban el alta hospitalaria a mi padre, ya que estaba ya bastante restablecido. La noticia me conmocionó, pues la salida del hospital significaba que volvían al chalet y que mi convivencia con "Yosu" estaba próxima a su fin. Por este motivo, apuré mi frenesí y nos pasamos los primeros días de la semana en permanente unión carnal. Presintiendo que esta etapa de mi vida pronto pasaría a la historia, traje la videocámara , la monté sobre el trípode y enfoqué sobre el tálamo que utilizábamos "Yosu" y yo para aparearnos. Así, dejé grabada una muestra de mis grandes momentos de pasión animal.

El lunes y el martes, haciendo uso de la nueva postura de acoplamiento, puesta a cuatro, mi macho me obsequió con un trabajo oral fuera de lo común. Luego me folló como un angel, llenándome del placer de su gran verga y de las sacudidas de su bulbo dentro de mi sexo, todo ello regado al final con su generosa leche. Mi cuerpo disfrutaba y disfrutaba, entregado en nuestro micromundo a un estado de climax casi permanente.

El miércoles, se me ocurrió la idea de premiar a mi super macho con un trabajito de sexo oral, pues no era justo que fuera siempre él quién pusiera todo de su parte. Después de cenar en cerrada intimidad, estuve viendo un rato la TV y antes de ir a dormir me llevé a "Yosu" a mi cama, extendí la manta sobre ella, me tumbé boca arriba a lo largo del borde y dándome palmaditas en la concha , le provoqué para que me practicara uno de sus fantásticos "cunnilingus". En pocos minutos me puso a punto con un calentón que me animó a hacerle vibrar de gusto con una buena felación. Lo hice subir a la cama y tumbándolo junto a mi, le agarré su enfundado paquete, masajeándole con los dedos hasta que asomó la punta. Luego metí mi cara entre sus piernas y lamiéndole con delicadeza la parte del pene que tenía desenvainado fui disfrutando viendo como su verga crecía por momentos. Estaba yo tan ardiente que sin pensarlo dos veces me metí dentro de la boca una buena porción de su palo encarnado y tieso que parecía que iba a estallar. Apenas había empezado a succionarlo con mis labios noté un sabor muy fuerte que procedía del líquido preseminal que ya estaba empezando a manar de su pija, entonces temiendo que descargara todo dentro de mi boca, se la tomé con una mano mientras le iba pasando la lengua por todo lo largo, hasta que en el "crescendo" de su excitación su miembro aumentó hasta el tamaña que alcanza cuando está dentro de la hembra, incluido su enorme bulbo que ahora se podía observar a corta distancia con detalle. Era una bola con una retícula de vasos sanguíneos, se podía ver surcada por muchas venitas que al contacto con la punta de mi lengua empezaron a tomar un color mas vivo. Con las dos manos medio abiertas le hice un masajeo en el sentido de todo su largo que dejó a "Yosu" en un estado de sumisión y de atontamiento que intuí era el preludio de que se iba a correr como un jabato. Le ayudé a alcanzar su merecido orgasmo, lamiéndole el bulbo en todo su grosor como si fuera un helado, ya que hacerlo en la punta de su imponente aparato era arriesgarme a recibir toda la carga de leche dentro de la boca y la verdad para ello no estaba preparada por el momento. El pene de "Yosu" se fue abombando y el bulbo inició sus latidos anunciando una fuerte erupción de esperma. Apenas me dio tiempo para retirar la cara, sin poder evitar parte de la descarga sobre mi mejilla.

Seguidamente, nos dimos un buen baño los dos para quitarnos los restos del derrame seminal que se había producido con la mamada a "Yosu".

Al día siguiente, jueves, conforme iba llegando al chalet me pareció ver la figura de un hombre parado en la misma puerta, como que esperaba a alguien. Ya cuando llegué al sitio, reconocí a Emilio el jardinero. Mi primera impresión fue de disgusto y angustia. Era el primer cara a cara con él desde que pude ver su rostro emocionado detrás de los cristales de la ventana contemplando mi apareamiento con el perro. Una sensación de incertidumbre me embargaba, pues me había olvidado ya de este episodio y ahora la presencia inoportuna de este hombre en la casa, me dio mal que pensar. ¿Cual habría sido su reacción? ¿Estaría masturbándose mientras espiaba nuestro espectáculo? ¿Se daría con ello por satisfecho y fingiría que nunca había visto nada? Esto último, pensaba yo, sería lo más deseable, pero no me quitaba de la cabeza la posibilidad de que pretendiera sacarle partido a su descubrimiento.

Intranquila, y con cierto desasosiego bajé del coche y me dispuse a saludarle.

-Hola Emilio, que le trae por aquí? -pregunté inquieta.

-Buenas tardes, Rocío! –saludó el solícito, mientras me miraba fijamente a los ojos.

-Me he tomado la libertad de venir a hablar contigo, porque quiero pedirte un pequeño favor. –prosiguió con gesto amable.

-Bueno, pase adentro, mientras aparco el coche y luego hablamos. -respondí con cara de circunstancias.

Sus modales comedidos no se correspondían con el mensaje de su mirada acosadora y su desparpajo tuteándome para demostrar que había ganado sobre mi un ascendiente o familiaridad que hasta ahora no había existido. Me sentí indefensa, un poco a su merced. De aquí temía que no podía salir nada bueno, pero traté de ganar tiempo y recuperar la calma y el dominio de mi misma.

Una vez dentro del recinto, apareció "Yosu" para dar su bienvenida al jardinero con un escandalosa repulsa de ladridos. Traté de aquietarlo mientras hablábamos y al ver que la visita era de mi conformidad, desistió y se quedó acechando junto a la puerta.

-Verás se trata de mi perra que es de la misma raza que el vuestro. Ahora mismo está en celo y yo había pensado pedirte llevar tu perro a mi casa para que se apareara con ella, ya que sé que éste animal es un gran semental y además muy lindo y sano. –recitó Emilio con cierto retintín.

Mientras pensaba mi respuesta, pensé que negarme en redondo y cortar todo contacto con él era bastante temerario, ya que al día siguiente ya estarían mis padres y no me convenía que recurriera a ellos. Tendría que arriesgarme y prestarme a la colaboración de "Yosu" para preñar a su perra, esperando que con ello se diera por satisfecho. En cualquier caso, su proposición no me parecía ningún tipo de chantaje.

-Bueno, tengo que advertirle que nunca ha estado con ninguna perra y no se como reaccionará –comenté yo por contemporizar.

-Oh! Si es por eso no te preocupes. Seguro que responderá y bien!. –dijo guiñándome el ojo.

-Vale, pues nada cuesta hacer la prueba -decidí resignada.

-Gracias! Si no te importa, como esto puede llevar un buen rato, podíamos acercarnos ahora hasta mi casa antes de que anochezca. –apostilló él seguro de si mismo.

-Bien, permítame pues un momento, que deje mis cosas en la casa y en seguida, para ganar tiempo, metemos a "Yosu" en el coche y nos vamos allá. Vd. me indicará el camino.

Emilio asintió con una amplia sonrisa. Eran las cinco y media de la tarde, acomodé al perro en la parte trasera del coche, sin no poca resistencia por su parte y en menos de quince minutos nos detuvimos delante de la casita de Emilio. Era una especie de bungalow junto a la carretera muy cerca de la entrada del pequeño poblado al que pertenecía la urbanización. Durante el trayecto, el hombre intentaba evitar el embarazo del momento, preguntándome si tenía otro perro mascota y por mis conocimientos sobre el cuidado de los perros y sus costumbres, haciendo comentarios que aunque parecían inocentes, a mí me parecieron alusivos. Sin embargo, su mirada un tanto procaz iba por otros derroteros más intencionados, ya que con insistencia se proyectaba descaradamente en mi escote y en mis muslos. Casualmente, ese día yo llevaba una minifalda vaquera y un breve top de algodón que marcaban mucho mis encantos interiores.

-Aquí estarán tranquilos, y eso es muy importante en estos casos. Los dejaremos solos en un corralito que tengo y nosotros, si no te importa, podremos verlos desde dentro de la casa sin que se den cuenta. –comentó el jardinero.

Pensé que yo había aceptado venir voluntariamente y ahora estaba en su territorio. Por lo tanto, consideraba que había perdido la iniciativa y tenía que dejar rodar las cosas y asumir lo que pudiera hacerme este hombretón simple pero pícaro. Nos introdujimos con el perro en el corralito y Emilio llamó a su mascota.

-"Maya"!, ¡"Maya"! Sal aquí, que ha venido a verte tu novio, que te va a dar lo suyo! –bromeó el hombre.

Salió a recibirnos una linda perra pastor alemán, con el pelo terso y oscuro. Los dos canes se miraron con gesto ausente.

-Este es "Yosu" un chico muy apasionado, que quiere conocerte a fondo. ¡Pórtate bien con él y lo pasarás muy lindo! –bromeó el hombre.

Los dejamos solos para que se dispusieron a efectuar el primer rondo. Nosotros nos entramos en la casa y desde un pequeño salón, Emilio dispuso utilizar una pequeña ventana como mirador para contemplar la cópula de nuestros perros.

-Quieres tomar algo, entretanto? Te advierto que los perros no siempre se ponen de acuerdo enseguida, como los humanos.

-Bien, gracias, si tiene una cocacola. . . .! -contesté con timidez.

-Yo voy a tomar lo mismo, pero si no te molesta le añadiré un poco de whisky para alegrar el ambiente y celebrar la boda de "Maya" y "Yosu"!! –atajó Emilio, al tiempo que derramaba un buen lingotazo de licor en su vaso.

-No te hace un poco, también. . .? Venga anímate, que te veo algo alicaída, Rocio !!.

–insistió él con sorna a la vez que escanciaba en mi vaso otra porción de whisky antes de recibir mi aprobación –toma esto hace una mezcla muy estimulante.

Fingí un aire de displicencia con la mayor sangre fría, pero interiormente estaba preocupada por la forma atrevida y envolvente de tratarme. La intensidad de su mirada escrutadora y algo posesiva iba en aumento. En caso de que se propasara tenía claro que le pararía los pies con todas las consecuencias.

Mientras tomábamos unos tragos, sentados frente a frente, yo en un sillón y él en un largo sofá, nos olvidamos de los perros por un momento. Él me estaba estudiando, sin tener claro por donde tirar, se mostraba penetrante y con deseos de saber detalles sobre mi vida, si vivía sola, si tenía pareja, etc. A pesar de que era un hombre muy elemental tenía cierto gracejo para quedarse con la gente, tal vez por la sencillez de su carácter o porque su aspecto físico era bastante agradable. De facciones correctas y sonrisa fácil, tenía algo en su persona que inspiraba confianza.

Los lentos e intencionados recorridos de su mirada sobre mis muslos, me tenían incómoda, pues ya no sabía como cruzar mis piernas para enseñar lo mínimo. Como maniobra de distracción, me movilicé con la excusa de que quizá los perros estaban ya haciendo su trabajo, levantándome y poniéndome de espaldas a él junto a la ventana. Estuve un rato con los brazos apoyados en el alféizar, la cara pegada a los cristales y estirando las piernas sobre mis tobillos para alcanzar a ver mejor. No se me ocurrió pensar que esta postura me elevaba el trasero, acortando mi exigua falda, mostrándole provocativamente al de atrás la parte alta de mis muslos. Más tarde me di cuenta del efecto de esta involuntaria pose .

En un momento dado, la hembra llevaba a "Yosu" a retortero de un lado a otro del corral, y de vez en cuando se paraba y dejaba que él la montara, culeando en su sexo, con precisión. Parecia un martillo neumático, perforando una acera. Cuando fijaba el punto justo para la penetración, ella se descolocaba y escapaba unos pasos más adelante. "Yosu empezaba a irritarse, pues era claro su fuerte deseo de empalar a la perra, sin más cortejo. Yo miraba al cristal haciendo como que ignoraba a Emilio, quién se mantenía un poco más atrás.

La visión de mi macho a punto de fornicar con una hembra de su raza, me produjo una sensación muy extraña, una mezcla de dolor íntimo por algo que se me estaba escapando en ese acto y también de conformismo porque mi aventura con "Yosu" de todas maneras no podía continuar. Mañana volveríamos al mundo habitual de cada uno y ya él no sería mi macho ni yo su hembra humana. Se tendría que acostumbrar a su nueva forma de sexualidad. Y yo, como iba a recomponer mi situación? De lo que estaba segura es que de momento haría una pausa para reorganizarme y no adoptaría un perro mascota para mi casa de la ciudad.

De repente, el perro alcanzó a su hembra, montó rápido sobre ella y cogiéndola por la nuca con los dientes la sujetó definitivamente. Esta vez si pudo penetrarla con éxito, ella se quedó quieta y el con la pija ya larga dentro inció el bombeo que yo tan bien conocía. Empecé sintiendo envidia de "Maya" y poco a poco mi vagina se humedeció a causa de la fuerte excitación que me producía la visión de la cópula a través de los cristales. El calorcillo del licor que había tomado y el impactante estímulo visual de la tremenda follada de mi "Yosu", me puso a mil y recé para que Emilio no se diera cuenta. Noté la quemazón de su mirada que recorría mi trasero desnudando mi cuerpo. El silencio era cortante. . . y yo no me atrevía a volver la vista de ninguna manera!.

En esto, oí el arrastrar los pies del hombre avanzando hacía la ventana sin decir palabra, situándose justo detrás de mi. Seguro que para él la visión de los perros también había sido un revulsivo. Sentí su presencia muy cerca de mi, su aliento de fuego sobre mi nuca me produjo como una corriente eléctrica que atravesó mi médula. Yo, agitada y fuera de mi, seguí inmóvil, a la defensiva.

-¿Te das cuenta Rocío, como disfrutan nuestros perros? ¿No te dan envidia?

Era un instante emocionalmente crucial, surrealista, muy excitante, acompañado de un regusto inexplicable por vivirlo más allá. Disimuladamente me sentía inmersa en un universo de sensualidad que me podía. El espectacular ejemplo de los dos perros fornicando ferozmente, había propiciado una atmósfera incendiaría que estaba a punto de deflagrar.