Una historia terrible, pero con final feliz. (6 y

Laura llegó a su habitación llorando, caliente y excitada, pues la droga fue creada por los ganaderos de Zokinia para excitar a las hembras que no tuvieran la intención de dejarse montar por un depravado macho; y resultaba tan eficiente que, tras unos pocos minutos de ingerirla, las propias hembras se acercaban y les enseñaban su culito, dejándolas irremisiblemente sumisas para la copulación.

Una historia terrible, pero con final feliz. (6 y 7.)

Una historia terrible, pero con final feliz. (6.)

Laura llegó a su habitación llorando, caliente y excitada, pues la droga fue creada por los ganaderos de Zokinia para excitar a las hembras que no tuvieran la intención de dejarse montar por un depravado macho; y resultaba tan eficiente que, tras unos pocos minutos de ingerirla, las propias hembras se acercaban y les enseñaban su culito, dejándolas irremisiblemente sumisas para la copulación.

Vio a Alex durmiendo sobre la cama, que estaba vestido sólo con su bóxer, debido al gran calor que hacía allí. En un principio tenía intención de despertarlo para contarle todo lo que le había ocurrido, pero después, sintió algo nuevo. Se quedó como anonadada mirando el cuerpo de su novio: su piel, sus piernas flacas, sus brazos delgados, su pálido rostro, y todo le pareció excitante y tentador. Lo volvía a ver por unos segundos como cuando empezaron a tener relaciones sexuales, es decir, el sexo fue genial porque estaban empezando y se encontraban mutuamente, extremadamente atraídos.

Se abalanzó sobre él como poseída por el celo. Le quitó el bóxer y acto seguido empezó a lamerle la polla como si fuera un sabroso helado. Esto despertó a Alex que se quedó mirándola con una sonrisa de satisfacción, sin decir ninguna palabra, pues no recordaba cuando fue la última vez en la que ella inició la interacción sexual; había ido paulatinamente perdiendo interés por el sexo y lo veía sólo como un amor platónico.

Laura se desnudó con muchas prisas, se quitó los zapatos, sus pantalones cortos y su tanga negro. Acto seguido se subió en cima del pene y su vagina se lo tragó, lo devoró y rápidamente empezó a contonearse sin en ningún momento mirar a Alex. Poseída por la calentura gemía como una condenada coneja en celo. Alex flipaba en colores y se sintió tan excitado que no pudo evitar eyacular precozmente dentro de aquella bella ninfa, su amada, su zorra.

¡Pero que coño haces! –Gritó Laura– ¡No he podido llegar! ¡Qué poca consideración tienes con migo, sólo piensas en ti!

Laura se bajó y se dio la vuelta mirando hacia la ventana. En esos momentos pensaba, deseaba matar a su novio, se estaba poniendo muy violenta y se dio la vuelta y le zurró una fuerte bofetada en toda la mejilla derecha. ¡ZAZ!

–¡Estás loca o qué coño te pasa! –Gritó Alex.

–Eso te lo mereces por no ser capaz de aguantar ni dos minutos, tú no eres un hombre, tan sólo eres un niño, un niñato que no sabe follar.

Laura estaba siendo inusualmente cruel, las dogas a veces son realmente nocivas; y si no logran satisfacer sus necesidades primarias, les convierten en seres violentos e irracionales, pero esta era especialmente fuerte y Laura empezó a masturbarse cuando se aseguró de que Alex se había quedado dormido. Necesitaba tener un orgasmo lo antes posible, metía sus dedos y los sacaba rápidamente como si hubiera perdido algo y estuviera intentado recuperarlo de su interior y a su vez acariciaba su sensible clítoris, que en ese momento estaba extrañamente irritado y enrojecido.

–¡Ah! ¡OoH! –Gemía y movía sus piernas por el placer que sentía.

Laura se corrió con un gran orgasmo de los fuertes, de los que hacía mucho tiempo tenía que fingir, basados en un recuerdo lejano, de cuando Alex ponía más interés en el sexo, por satisfacerla, y ella lo encontraba a él, el hombre más atractivo del mundo; pero esa magia engañadora, esa fantasía maravillosa del enamoramiento desapareció hace mucho tiempo y dio paso a la indolencia y la eyaculación precoz. Laura se quedó pensando, toda su vida le parecía ahora insignificante y gris; y con estos desoladores pensamientos se durmió; un poco triste, un poco enojada.

Pero al cabo de dos horas se volvió a despertar agitada nuevamente por la calentura y la excitación, la cual se manifestaba ahora con más intensidad. Empezó a revolverse entre las sábanas y muy pronto empezó nuevamente a masturbarse compulsivamente; luego, con fuerza y desesperación, intentando retener sus gemidos para no despertarlo. Entonces, tras un breve momento de morboso masaje se corrió fuertemente nuevamente; pero esta vez no fue suficiente. Pues seguía igual de caliente, desesperada por un pene.

“–¡Qué droga más potente! –Pensó–, parece como si yo fuera una gatita en temporada de celo. No debo volver a probar esa píldora nunca más, pues si realmente es tan adictiva como aseguraba el degenerado ese; entonces podría engancharme a algo realmente nocivo para mi salud mental y física.”

Al cabo de unos segundos escuchó un pequeño golpe en la ventana. Alex dormía profundamente, pero Laura estaba despierta y se levantó para abrir la ventana para mirar que pasaba allí fuera. Cuando abrió los marcos de la ventana y miró hacia abajo vio en la acera a las dos esposas, las cuales la saludaban con unas risitas y una mano levantada. Acto seguido, una de ellas lanzó una bolsita que fue a caer dentro de la estancia. Después de esto las mujeres salieron corriendo como bacas negras saltarinas.

Laura no daba crédito a lo que acababa de ocurrir y ya se temía que fuera víctima de otra de las artimañas de esos tres. Buscó en el suelo la bolsita que habían lanzado y lo que había dentro no era otra cosa que dos píldoras más, como la que le había obligado a ingerir.

–¡Malditos seáis!

Dijo mientras lanzaba a la calle la bolsa con las dos píldoras en su interior. Cerró los postigos y se fue a acostar.

“–Es increíble, –Pensaba– no me puedo creer lo que me está pasando, son unos putos acosadores. No puedo permitir que me hagan adicta a esa mierda.”

Laura seguía muy caliente y se dispuso a despertar a Alex para follárselo o violarlo.

–¿Qué haces? ¿Qué hora es? Pero si no hace ni dos horas que lo hemos hecho. Cariño estoy agotado.

–¡Cállate!

Le dijo Laura mientras le zarandeaba el pene para intentar ponerlo erecto. Con mucho esfuerzo lo consiguió y se subió en cima para clavárselo como poseída por el deseo.

–Intenta no correrte esta vez tan rápido, déjame que lo haga yo primero.

Le pidió, pero su mirada le pareció a Alex la amenaza de una bruja. Empezó a saltar como una loca sobre el pene, ya un poco deteriorado, medio erecto, sin energía, que era engullido por sus labios vaginales algo mojados, tragando hacia su interior y lubricando el pene a medida que lo abrazaba con un acoso infinito, exprimiendo, como si fuera la boca de un animal con un hambre voraz por comerse un plátano, no demasiado grande, pero uno, después de todo. La insistencias violentas de Laura por llegar al orgasmo, era también sin darse cuenta una potente succionadora que aspiraría todo el líquido que quedaba en el interior de los testículos del pobrecillo que gemía de placer al ser obligado contra su voluntad a eyacular por más esfuerzos por controlarlo, no pudo conseguirlo y la vagina de Laura ganó haciéndole eyacular entre gemidos de placer.

–¡Otra vez! –Gritó Laura– ¡Eres un inútil en la cama, un maldito incompetente!

Dijo cruelmente mientras se giraba, poco después fingió dormir, pero no podía, no podía pensar en sexo.

–Lo siento cariño, lo he intentado pero eres una gran aspiradora de semen.

–Déjalo. Duérmete –Le exigió Laura sin mirarlo.

Final del capítulo.

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Una historia terrible, pero con final feliz. (7.)

Un par de horas después, el efecto de la droga fue paulatinamente perdiendo brío y Laura consiguió dormirse definitivamente. Pero al cabo de un par de horas volvió a despertarse muy nerviosa, se sentía como una ludópata o tal cual una drogadicta. Se levantó sudorosa e intentó beber un poco de agua para calmar su ansiedad, pero no consiguió mejorar su malestar, ni su obsesión; entonces se acordó de como arrojó la bolsa a la calle con las dos píldoras y le entró unos desmesurados deseos por recuperarla.

Se acercó a la ventana y ése deseo, ésa ansia, se manifestó cada vez más fuerte en el fondo de su corazón, hasta el punto que llegó a empezar a preguntarse por qué demonios lo hizo, y empezó irracionalmente a plantearse en descender a los infiernos, antes de que algún ignominioso bribón se quedara con lo que le pertenecía.

Estos angustiosos pensamientos se le pasaban por su mente entretanto que se erguía de pie, tal cual efigie,  delante de  la deteriorada ventana, mirando hacia abajo poseída, avizorando hacia la calle como una lechuza en la más tenebrosa oscuridad, hacia el lugar exacto en el cual había caído, había lanzado la bolsa que contenía aquellas perversas píldoras; las puertas a las tinieblas sombrías.

“–¡No! –Se gritó a sí misma en su interior–. Debo aguantar, debo superar esta adicción. Si por una sola píldora siento esto, como sería si me volviera adicta.”

Se volvió a tumbar en la cama, cerró sus bonitos ojos azules para intentar dormirse, pero no lo consiguió, pues se sintió muy nerviosa y se apoderó de ella una extraña sed por una sustancia desconocida. Poco después, la intensidad de sus necesidades fue aumentando gradualmente y se acordó de la agradable sensación que se apoderó de ella cuando tragó la píldora; el calor en su barriga y como ese calor se fue placenteramente extendiendo hasta llegar a su vagina y la enorme calentura que sintió poco después cuando corría asustada hacia el hostal.

Su cuerpo se movió solo y cuando se quiso dar cuenta estaba otra vez de píe. Acto seguido salió corriendo como una sonámbula  por la puerta para bajar las escaleras y poder salir a la calle, tras pasar por la sala principal de aquel arcaico hostal. Entonces comenzó a buscar en la acera donde había caído la bolsa, nerviosa, como una drogadicta.

Se la encontró como Gollum encontrara su anillo. “¡Oh mi tesoro!” La agarró corriendo y sacó compulsivamente una píldora y se la tragó con ansia, pero no fue ella, sino su cuerpo que se movió solo. Volvió a sentir un gran calor en el interior de su estómago y se sintió aliviada de ese extremo nerviosismo como el que sentían los drogadictos.

–¡Estoy jodida! –Gritó–. Esto solamente puede ir de mal a peor. ¿Qué clase de droga es ésta? Debo mañana ir a la policía para denunciar que he sido brutalmente drogada contra mi voluntad. Uf empiezo otra vez a sentirme caliente como una gatita en celo. ¿Qué voy a hacer? ¡Necesito sexo! ¡Quiero que me follen! Si pasara por aquí algún hombre… ¡No! ¡Pero qué estoy diciendo! ¡Dios mío!

Laura salió corriendo hacia el hostal y cuando entró en la sala se encontró ante el gordo negro recepcionista y se paró en seco avergonzada, preocupada por que le hubiera escuchado.

– ¿Qué te ocurre? ¿Por qué gritabas?

–No, nada… es que estoy algo borracha y he salido a pasear un poco…

–¿A las tantas de la madrugada? ¿Qué clase de loca eres? Te he oído gritar… ¡Quiero que me follen! ¡Yo puedo hacerlo!…

–¡No! ¡Estaba bromeando!

Laura intentó salir corriendo pero el hombre la cogió por una de sus muñecas fuertemente y la abrazó con todas sus fuerza.

–No voy a desperdiciar ésta oportunidad.

Dijo mientras le quitaba la camiseta dejando al aire son bonitas tetitas,

– No por favor –Dijo ella muerta de miedo.

–Tu vagina no dice lo mismo. –Dijo mientras le introducía una mano por dentro de los pantaloncitos de algodón que llevaba puestos para, posteriormente, introducirle dos dedos en su caliente y húmeda vagina.

–¡Ah! –Gimió Laura, la cual ya estaba drogada al máximo y solamente deseaba comprobar si era verdad que estaba bien dotado.

–¡Ven a mi cama zorra! –Le dijo mientras le jalaba de sus hermosos cabellos castaños para asegurarse de que no se escapara.

La condujo a una habitación que se encontraba cerca de la puerta del hostal, arrastrándola como a una prisionera. En aquella estancia, Laura vio que una cama con sábanas arrugadas donde fue lanzada violentamente como si fuera un saco de patatas, y, lamentablemente, aquella violencia no le irritó, sino que le excitó hasta el punto que llego a desear a ese pobre gordo negro carente de atractivo físico, el cual, probablemente era virgen todavía.

No era su hemisferio derecho el que pensaba, sino su irracional y primitivo ser que tanta educación correctora había conseguido anular hasta este momento, para sustituirlo por algo más inteligente y menos animal. Ahora, en cambio, una zorra ninfómana parecería una santa a su lado; ya era tan sólo una troglodita deseando que un bruto  se la follara violentamente hasta hacerle gemir de placer.

–¡Por favor, no! –Gritó fingiendo, pero al negro le pareció que en realidad lo que quería era que se la follara lo antes posible.

El gordo hacía todo lo posible por bajarse el pantalón y el calzoncillo, y en pocos segundos dejó libre su erecto pene, que no era realmente tan enorme como presumió, era normal, pero a Laura le pareció grande,  debido a la calentura que sentía y por su comparación con el ridículo y diminuto pene de Alex.

La agarró brutamente de una pierna para acercarla como un cavernícola y la puso tumbada hacia abajo y le clavó su falo sin condón y empezó rápidamente a follársela. Las embestidas fueron muy fuertes y los gemidos de ella más fuertes aún e increíblemente se corrió en menos de un minuto.

–¡Aaaaaaaaaaah! –Gritó ella.

–¡Suuuuf! No grites tan fuerte, zorra, que te va a oír tu novio y entonces se lía.

Cinco segundos después de decirle ésto, le dio la vuelta y se la folló, colocándose él sobre ella mientras le metía su lengua en la bonita boca de Laura, y eso a ella le gustó porque no atendía a razón, por su enfermiza calentura, y no le importaba o no lo notaba,  que la boca de su amante no fuera la más higiénica del mundo.

–¡Oh dios mío! –Gritó Laura cuando pudo. –Sigue, no pares.

–Es mi primera vez, ¿A qué lo hago bien para ser la primera vez? ¿A qué sí?

–¡Oh! Deberías darle clases a mi novio.

–Déjalo… abandona a ese papanatas y cásate con migo.

–¿Qué? ¡No te hagas ilusiones! Me han drogado, por eso estoy aquí, mañana probablemente me arrepentiré de todo.

–Pobrecilla… jaja… Me ha tocado la lotería, ¿dónde encontraría yo a una turista blanca y sexy como tú, drogada y caliente como una perra?

–Eres cruel. Déjame ir ya. Me voy. No se te ocurra volver a intentar algo así… no soy infiel.

Él se corrió dentro de ella y se levantó, se separó de ella; era el mejor día de su vida y el último medianamente decente.

Pocos segundos después Laura subía las escaleras, llorando, arrepentida por aquella ignominiosa infidelidad. Pero lo peor no era eso, sino que aún quería más. Ya no cabía duda, ¡Era una guarrilla!

Final del capítulo.

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