Una historia sencilla
Es la historia de un chaval y su relación con una madre y mucho después consu hija
Te voy a contar un episodio de mi vida que no he contado a nadie, pero te hará comprender mejor, lo que estoy intentando explicarte.
Mi padre trabajaba en una tienda familiar, es decir trabajaba en un pequeño supermercado-carniceria. No éramos pobres, pero tampoco ricos. Como éramos cinco hermanos y estudiábamos todos, en casa no sobraba el dinero. Yo era el mayor y desde los doce años, ayudaba en la tienda, que era de mis tíos, y de mis padres.
Nunca nos pudimos permitir ningún lujo, aún así nada nos faltaba. Cuando cumplí diecisiete años, acabé mis estudios secundarios para poder entrar en la universidad. Mi padre me permitió como premio, hacer un viaje en las festividades del mes de agosto, con unos amigos que tenían coche. Fuimos con el coche de Juanjo a pasar unos días a la Costa Brava, cerca de Barcelona. Acampamos en un camping junto al mar, en Tossa de Mar.
Mi intención era pasar unos días buceando entre las rocas. Juanjo tenía un equipo de buceo fantástico. Pero el interés de mis amigos, era otro: ir todas las noches a las discotecas a ligar con chicas extranjeras.
En esta situación empezamos a discutir. Cada momento que pasaba, estaba más convencido de que me había equivocado. Tenía siete días de vacaciones y los iba a pasar discutiendo con mis amigos.
Esos días, me despertaban de madrugada cuando volvían de sus fiestas, y yo me levantaba temprano para bucear, mientras mis amigos dormían.
El segundo día de estancia, pensé que me habían robado el equipo de buceo que me prestaba mi amigo. Lo dejé sobre unas rocas, mientras iba al WC, pero cuando regresé no estaba en su sitio.
Estuve casi una hora, apurado, buscando por la zona, para ver si encontraba al ladrón. Cuando regresé al lugar de origen encontré el equipo en su sitio. Observé que una pareja estaba discutiendo cerca de allí muy acaloradamente. La mujer de unos treinta y cinco años era bellísima, con un cuerpo extraordinario. Al rato se cansaron de discutir y vi como el hombre se marchaba de malas maneras, llamando “maldita puta” a la mujer.
Esta se acercó donde yo estaba para disculparse por haber cogido mi equipo, sin mi permiso. No me hizo ninguna gracia, pero le sonreí sin decir otra cosa más que “no importa, vaya susto”.
Ese día, me enfadé con mis amigos, ellos eran los dueños de la tienda de camping, del equipo de buceo y del coche, y yo era su invitado, por tanto a su entender, yo debía plegarme a sus decisiones. Decidí abandonarlos y cogí mi mochila para largarme de allí.
Fui caminando hasta la estación de tren, con la intención de regresar a casa. Estaba cabreadísimo, era martes, yo tenía que regresar como máximo el domingo por la tarde a casa, a más de cuatrocientos kilómetros de distancia, ¿pero que podía hacer solo y sin dinero?
Faltaban dos horas para que saliera un tren con destino a Barcelona, y yo decidí mientras tanto, ponerme a hacer auto-stop. Eran las dos y media de la tarde y hacia un calor terrible.
Llevaba casi una hora al sol cuando un coche con matrícula francesa, un Renault 4L, que circulaba en dirección contraria, paró, y la mujer del camping que era quien lo conducía, me preguntó a donde iba. Le contesté acercándome a ella, que no lo sabía, que había discutido con mis amigos y que no sabía que iba a hacer. Ella me contestó que estábamos en la misma situación; ella también había discutido con su marido y no sabía a dónde ir.
Me preguntó: ¿Porqué no nos vamos juntos?, no quiero volver a Paris, pero no puedo ir sola de camping. Dudé unos segundos apenas, porque yo tenía muy poco dinero, pero me lancé y le contesté que estaría encantado, pero que mi problema era que no tenía dinero. No importa, contestó, cuando se acabe el que tenemos nos vamos cada uno a su casa.
Vaya cambio en mis vacaciones, en vez de estar con mis amigos con los que no me llevaba bien, me encontraba de viaje turístico, con una mujer preciosa francesa con la que además podía practicar el francés.
Buscamos un camping cerca de donde estábamos, y plantamos la tienda en un sitio maravilloso con unas vistas al Mediterráneo increíbles. Esa misma tarde nos dedicamos a conocernos. Ella y su pareja, habían intentado recomponer su relación que pasaba por sus peores momentos, repitiendo un viaje que habían hecho quince años atrás cuando se conocieron. Pero no lo habían logrado, y ella era muy consciente de que ambos estaban convencidos de que no valía la pena. Ninguno de los dos estaba dispuesto a esforzarse por conseguir amar y ser amado por el otro. No entendía demasiado bien lo que quería decir, además, !! en francés ¡¡¡.
Cenamos en el mismo camping, y yo no hacía otra cosa que pensar, mientras escuchaba lo que ella me contaba, como íbamos a dormir juntos en una tienda tan pequeña. Como si me estuviera leyendo el pensamiento, me preguntó si yo tenía novia, y si mi novia no se enfadaría, cuando se enterase de que había pasado mis vacaciones con otra mujer. Se estuvo burlando un rato de mi, y en un momento dado, sin venir a cuento me preguntó si era virgen y si estaba pensando en hacer el amor con ella. Me ruboricé, tartamudee, y casi me muero del susto pero logré contestarle que era virgen y que no tenía novia.
Me dijo entonces que ella tenía muchas ganas de amar, y que yo iba a tener la misma suerte que ella tuvo a los dieciocho años, cuando un hombre de cuarenta le enseñó casi todo lo que sabía sobre el sexo.
Casi me desmayé del susto, pero esos días fueron seguramente los mejores de mi vida. Danielle era una maestra en el arte de amar, y me hizo gozar y me enseñó a hacer gozar a una mujer, como nadie más lo ha logrado nunca. Y sobre todo me enseñó a amar y a respetar a las mujeres, y a que el mayor placer que yo podía sentir era hacer feliz y hacer gozar a una mujer.
Pero por desgracia en aquellos años, a pesar del mayo francés de 1968, en España todavía vivíamos bajo los dominios de la Iglesia Católica y el general Franco, y no tuve demasiadas ocasiones para practicar lo que Danielle me había enseñado.
Mis vacaciones acabaron pero jamás olvidé a Danielle a pesar de no saber nunca más nada de ella. Pero su huella en mi perduró y nunca hice daño conscientemente a una mujer.
Años después me enamoré de la que sería mi mujer y con la que compartí poco a poco todo lo que Danielle me había enseñado.
Hace un par de años, mi madre me llamó para darme una carta con sello francés y a mi nombre que había llegado a su casa. Era de la hija de Danielle, y en ella me anunciaba que su madre había muerto hacía dos años, que ella había encontrado mi dirección entre los papeles de su madre, y que tenía muchas ganas de conocerme.
Marie, vivía en Paris pero ese verano pensaba venir a España y nos podíamos encontrar en algún sitio. Le contesté dándole mi pésame y diciéndole que recordaba muy bien a su madre. Le di mi dirección y mi móvil y quedamos en que ella me llamaría.
Casi me había olvidado, cuando unos días antes de mis vacaciones me llamó por teléfono para anunciarme su visita a Valencia y el teléfono del hotel donde estaría. Mi mujer estaba de vacaciones en Londres en casa de unos amigos perfeccionando su inglés, y yo tenía intención de partir hacia allí de manera inmediata, Pero no sé bien porqué, en el último minuto cambié de opinión y llamé a mi mujer para decirle que tardaría unos días más por problemas en la fábrica. En realidad no me apetecía conocer a Marie con prisas, y si ella había venido a Valencia a propósito para conocerme, era justo que le dedicase el tiempo necesario.
Fui a buscarla al aeropuerto y la reconocí de inmediato, era la imagen de su madre, pero con un cuerpo incluso más exuberante. Ella también me reconoció en el acto, y me dijo que había visto un montón de fotos mías, que su madre guardaba celosamente.
Fuimos a su hotel, y después de dejar su maleta, nos fuimos a comer a un restaurante de la playa de la Malvarrosa, cerca de Valencia. Allí me puso al día sobre su madre, que había muerto víctima de un cáncer.
Después de comer estuvimos paseando por la playa, y he de reconocer que casi de inmediato ganó mi confianza. La que al principio me había asustado por parecerme demasiado exuberante, cada minuto que pasaba resultaba ser una mujer encantadora y muy sencilla, a pesar del cuerpazo y la cara que su madre le había regalado. La acompañé al hotel para que descansara un rato y quedamos que la recogería para llevarla a cenar.
En la cena me confesó que había leído el diario de su madre, en el que le encantó todo lo que leyó de los días que pasamos juntos en la Costa Brava. Y que como ella también estaba pasando una época similar a la que pasó su madre cuando me conoció, había tomado la decisión de conocerme a mí.
Esa fue la última y única vez que engañe a mi mujer con otra. Le enseñe a Marie todo lo que su madre me había enseñado a mí. Ella gozó y yo también goce mucho. Pero ni me sentí mal ni estoy arrepentido. Pero todas las otras, numerosas, veces en que he tenido ocasión de liarme o simplemente echar un polvo con otra mujer, lo he evitado. Marie se volvió a casar y me cuenta que esta vez sí es muy feliz en su matrimonio.
Como puedes ver mi vida sexual ha sido bastante simple, pero yo estoy muy orgulloso de lo que he hecho.