Una historia que no termina
Y ese día transcurrió normalmente. No encontré ningún libro y no volví a pensar en ella. Ni ese ni los siguientes.
“…My tea’s gone cold, I’m wondering why I got out of bed at all. The morning rain clouds up my window and I can’t see at all…”
Recuerdo perfectamente que había estado durante un buen tiempo en la biblioteca buscando algún libro para pasar el largo fin de semana que venía mientras escuchaba música. Me alegraba que el lunes fuese fiesta y a la vez no, el tiempo últimamente no había sido el mejor y me aburría el clima de la ciudad, por lo cual no me apetecía salir. ¿Qué quedaba? O estudiar, o leer, o ver alguna que otra película. Vi entre los libros uno de mis favoritos, lo tomé y leí una de mis partes favoritas mientras se dibujaba en mí una leve sonrisa que me trajo tantos, pero tantos recuerdos. Me alejé unos cortos pasos para seguir con mi búsqueda… - “…And then you call me and it’s not so bad, it’s not so bad…” – sí, y me adelantaba mentalmente a mi parte favorita de la canción esperando que sucediera. Y en ese momento vi a una chica tomar el
libro que antes mencioné. No pude dejar de mirarla, no porque me hubiera llamado la atención, de hecho no fue hasta mucho después que lo hizo y ni yo me explico aún cómo lo logró. Pero yo no dejaba de mirarla simplemente por la curiosidad de saber si llevaría o no el libro. Mi mirada hacia ella y el pequeño libro era casi una mirada perdida, casi como cuando una se queda observando la nada…
- ¿Lo has leído? – Inquirió. Supongo que debió notar mi mirada.
- ¿Ah, perdón? – Retiré los audífonos de mis oídos al ver que me hablaba.
- Que si has leído el libro. - Repitió señalando a este en su mano y a la vez esbozando una sonrisa amable.
- ¡Oh, sí! Es deslumbrante, te lo recomiendo. – Agregué mientras que a su vez le devolvía el gesto.
- Gracias. – Y se despidió.
Me volví a poner los audífonos y puse la canción donde había quedado, pues el pequeño encuentro me había impedido disfrutar mi parte favorita. “…And I want to thank you, for giving me the best day of my life… Oh, just to be with you, is having the best day of my life”…
Y ese día transcurrió normalmente. No encontré ningún libro y no volví a pensar en ella. Ni ese ni los siguientes.
En una de mis clases donde estábamos estudiando los Derechos Humanos y en ese momento pasábamos por la libertad de expresión y la violencia que se genera a partir de allí como actos violentos por prejuicio y crímenes de odio, nos pidieron examinar a la luz de una película biográfica la temática con el ejemplo de la comunidad LGBT estadounidense. El análisis lo debía entregar tres semanas después, así que tenía el tiempo suficiente para realizarlo. Esa clase me encantaba y esperaba obtener una excelente calificación, así que me dispuse a realizar este trabajo lo mejor posible. Yo, que medio andaba metida en todo, o por lo menos esperaba estar al tanto de lo que sucedía o existía, sabía que entre las tantas comunidades que habían en la universidad, una estaba dedicada especialmente al grupo LGBT donde ofrecían apoyo, discutían temas, hacían reuniones, proyectaban películas e incluso organizaban fiestas. Todo lo que se hace en un grupo universitario como los de Manga, Magia, Alimentación Saludable, Apoyo Humanitario y esas cosas. Fui a Información Universitaria y averigüé lo concerniente al grupo, pues pensaba hablar con algunos de los integrantes para
incluir opiniones propias y a la vez escuchar sugerencias.
A los siguientes días, yo iba entrando a una de sus reuniones y me llevé dos sorpresas. La primera, no tendría que buscar la película biográfica pues ellos la iban a proyectar ese día, al parecer mi profesor estaba al tanto de ello. La segunda, bueno, la segunda me demoré unos segundos en percatarme de esta. Me senté, pues, en una esquina pero al lado de ella, a quien no reconocí de primera vista y le dije:
- Que tal, buenas tardes – Saludé amablemente, como suelo hacerlo con todos.
- Buenas tardes – Me respondió sonriendo y a la vez frunciendo el ceño, como pensando algo para sí misma.
- A ti te he visto en alguna parte, ¿no es cierto? – Pregunté al darme cuenta del gesto anterior.
- Sí, compartimos una opinión literaria. Deslumbrante , ¿recuerdas? – Me decía mientras yo acomodaba mi bolso en el colgador de la mesa.
- Ah, ¡claro! – Y cuando al fin pude acomodarlo y me disponía a verla nuevamente, apagaron las luces del salón y comenzó la película.
Esta transcurrió normalmente y cuando terminó, algunas personas salieron de una vez, otras se quedaron comentándola y yo, que iba primeramente a hablar con los que parecían ser los líderes o voceros de la comunidad, me quedé esperando a que se desocuparan un poco mientras le hablaba a ella de lo que al principio no había podido. Fue una conversación demasiado trivial y corta, pero en esos minutos pude observar cómo varias personas se acercaban a saludarla, o más bien despedirse de ella, de Lucía, y a su vez su sonrisa tierna, sus gestos delicados y su mirada tenuemente inquisidora. Más escuchando que hablando, más observando que mostrándose. Yo no era nada tímida y podía llevar la conversación naturalmente alegre, pero a la vez retenía cada gesto y analizaba muy rápidamente a mi compañera. Podría decir que desde que recuerdo lo he hecho, cuando conozco a alguien, intento precisamente conocerlo no por lo que dice, sino por los pequeños detalles que cada persona emana. Con
ella no fue la excepción, y como decía, fueron cortos minutos en los que sólo hablamos de la opinión suya del libro. Ella se despidió sin saber mi nombre.
Pasaron los días, las semanas. Nota del trabajo: Excelente. Cuando lo recibí, la recordé a ella. Y recordé también las veces que la había recordado mientras hacía ese trabajo. No fue nunca nada extraordinario, pero lo había hecho ¿no? Y yo seguía sin imaginarme que una pizca de curiosidad se colaría prontamente en mí.