Una historia que no termina 6

Cuando me levanté vi una carta en mi mesa de noche y un tercer 'Te amo' encima de un libro que no era mío. La abrí inmediatamente. ”Sé que te debo muchas explicaciones, Jime. Es posible que la única que tenga para darte no sea suficiente, pero aún así es justo que te hable.”

Siento el abandono, no había podido escribir, tuve mil asuntos por resolver. Espero valga la pena. Un abrazo a todos los que me siguieron hace unos meses, si siguen aquí, gracias totales.

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Así pasaron los meses y otro semestre más llegaba a su fin. Mis sentimientos por ella no habían cambiado, al contrario, habían echado raíces profundas en mi corazón y aunque no exigía más de ella, sabía que la quería con todo mi corazón. Veía lentamente pasar el tiempo y a veces sentía que quizás poco a poco todo se terminaría, pero quizás me equivocaba.

Una noche, o madrugada más bien, llegábamos a mi casa después de una larga fiesta con los chicos y cuando terminamos de entrar me abrazó y me dijo que quería hablar conmigo. Me dio un beso muy dulce en los labios y dijo que primero iba a bañarse, que aunque tenía frío necesitaba despejarse un poco y que sentía que había bebido más de lo adecuado. Mientras ella se bañaba fui a la cocina a preparar té y cuando volví a la habitación ella estaba saliendo del baño.

  • ¿Estás mejor? Hice té porque yo también tengo mucho frío. – Le dije mientras me cambiaba.

  • Sí, estoy mejor. ¿No quieres darte un baño tú también? – Me preguntó. En los últimos días había estado bastante alegre, pero hoy era una mezcla entre alegría y ansiedad.

  • No, Lú. Cuéntame ya, sabes que soy muy impaciente. – Contesté guiñándole un ojo.

  • Yo me puedo bañar otra vez, si quieres te acompaño. – Como que no le habían bajado los tragos aún.

  • Jajaja, ¿quieres que me bañe? Está bien, pero yo me baño sola. – Su juego era divertido, me encantaba cuando tonteábamos de esa forma.

  • Tú te lo pierdes, pero de acuerdo, te espero acá y me tomo tu té. – Concluyó sonriente.

Me bañé y me tomé mi tiempo porque el agua estaba en una temperatura perfecta, y más sabiendo que el frío que hacía afuera no era algo tan provocativo como el vapor de la ducha. Finalmente decidí salir pues también quería saber qué tenía que contarme Lucía. Cuando salí, efectivamente se había tomado mi té y estaba envuelta en las mantas blancas viendo uno de mis cuadernos.

  • Sabes, nunca me había percatado de tu forma de escribir. ¡No te entiendo nada! – Me dijo en un tono jocoso.

  • No es mi culpa que no sepas leer. – Le contesté mientras me metía en la cama y me cubría porque seguía haciendo mucho frío y me percaté que sólo tenía ropa interior. – Te vas a congelar y yo no te voy a ayudar.

  • Siempre dices eso y termino yo dándote calor. – Me respondió mientras me abrazaba y me hacía temblar del frío. Su piel parecía hielo.

  • Jajajaja, deja de jugar, ¿qué me tenías que contar?

En lugar de responderme me dio un beso muy suave y puso una de sus manos bajo mi pijama haciéndome tiritar. Continuó besándome hasta que me susurró muy suavemente un “te amo” . Ella ya sabía que yo sentía lo mismo, pero he de confesar que nunca se lo dije en palabras por esa misma inseguridad que nunca se había ido. Ella seguía besándome todo el cuerpo mientras me desnudaba por completo y me acariciaba cada rincón. Esa noche hicimos el amor en medio de palabras divertidas y cosquillas que convertían una noche fría en una llena de magia. Sentirla a mi lado era simplemente fascinante. La mañana siguiente llegó y ella estaba acostada a mi lado y ya vestida.

  • Despiértate, dormilona. – Me acariciaba el rostro y yo me refugiaba en su pecho por la incomodidad de la luz.

  • Es sábado, semana libre, puedo dormir más. – Casi ni me salía la voz del sueño que tenía.

  • Sí, pero quiero que me des un beso. Me voy esta semana a visitar a mis padres.

  • Ah, ok. – Le di un beso con mucho cariño. – Avísame cuando llegues.

  • Claro. Te amo. – Cerré los ojos nuevamente pues era la segunda vez que me lo decía y la primera había sido la noche anterior. Lucía estaba muy efusiva.

Intenté dormir después de que ella se fuera pero lo único que hice fue dar vueltas en la cama. El sueño se me había ido. Cuando me levanté vi una carta en mi mesa de noche y un tercer Te amo encima de un libro que no era mío. La abrí inmediatamente.

”Sé que te debo muchas explicaciones, Jime. Es posible que la única que tenga para darte no sea suficiente, pero aún así es justo que te hable.” A medida que leía sus palabras la ansiedad, el nerviosismo y un poco la confusión se iba apoderando de mí. ”Soy consciente de la distancia invisible que, como tú un día la llamaste, existe entre nosotras. Soy consciente que tú sientes que puedes entrar en mi vida en algunas ocasiones y que en otras no. Sé, también, que mis cambios te confunden mucho y créeme cuando te digo que entiendo todas tus dudas. Esta pequeña libreta decidí empezarla un poco antes de conocerte y como si fuera magia, tú me diste una historia que contar. Te la regalo, espero que la leas y más aún, que me perdones.”

Tomé el libro y supe que era algo como un diario o cuaderno de notas privado muy pequeño. Las primeras páginas eran algo graciosas pues Lucía saludaba al libro, justo como hacen los niños. Hablaba de un viaje que había hecho, de su familia, del dolor de estar lejos de su abuela, habló también de su antigua relación por una llamada que recibió. No escribía todos los días, sólo cuando sucedían cosas interesantes, según sus palabras. Vi, entonces, un día de octubre donde me mencionó.

”Muchas cosas han pasado y no puedo negar que la quiero, pero aun así es imposible no verla solo como una niña. Jimena no se parece en nada a Alejandra. Hace días cuando Alejandra bromeaba con ella y conmigo, fue inevitable pensar en ella como algo más y sólo la idea me hizo palpitar el corazón de forma acelerada. Mi respuesta, sin embargo, evidenció todo lo contrario. Hay algo que me confunde en ella. No sé si le gustan las chicas, no sé si le gusto yo o simplemente es su personalidad la que es tan adorable para con todos.”

Continué leyendo con mi mente en blanco y poco a poco fui descubriendo otros párrafos donde me mencionaba.

”Vengo a darte una respuesta a ti y nuevamente una pregunta a mí. Hoy le di un primer beso y justo cuando quise decirle todo lo que siento por ella, la cobardía me invadió. Quería abrazarla y quedarme así siempre. Pude sentir cómo latía su corazón, cómo temblaba, es sólo una niña para mí. Me enamoré, estoy segura de ello, pero yo no sé si sea la mejor persona para ella. En mi última relación hice mucho daño y lo último que quiero hacerle a ella es eso. No sé qué me pasa, tengo miedo de que pase lo mismo. ¿Por qué cada vez que quiero algo y lo consigo, mi interés se pierde? Con ella siento que es diferente, todo empezó como esa linda amistad. Pero me acostumbré a su presencia, a su cariño, a su amor.”

”Es verdad y lo admito. Sentí celos al ver cómo él la tomaba en sus brazos y la mimaba al despedirse. Ella parecía triste al tener que decirle adiós. Dudé un poco cuando vi esa escena. Estaba aburridísima pensando que no iría al paseo y ya sólo quería irme de allí. Nuevamente no sabía qué debía sentir. Quizás ese chico sí la quería, él sí la merecía y probablemente ella dejaría a un lado aquellos momentos que vivimos en un lugar lejano en su memoria. Sin embargo, me da rabia conmigo porque justo intentando reclamar unos derechos que no me pertenecen, terminé viviendo con ella el momento más hermoso. Quise llorar al sentirme culpable, al ver cómo ella me demostraba todo su amor incondicional, sin preguntas, sin un para siempre.”

”He intentado poner una distancia con el fin de no involucrarme más, que ella tampoco lo haga. Sé que me duele, lo siento cada día en mi pecho al sentir que es incorrecto demostrar frente a todos lo que ella significa para mí. Odiaría que alguien le dijese que siempre suelo hacer lo mismo y que ella no será la excepción. Odiaría que pensase que he jugado con ella cuando no ha sido así.”

”Tú eres como mi diario personal y necesito decirte que he cometido errores. La busqué en otras palabras, en otros paisajes, en otro cuerpo y no la hallé. Mientras manejaba de regreso a casa no dejé de escuchar en el auto esa canción con la que tanto me identifiqué y no pude evitar pensar en ella todo el tiempo… ’A veces me elevo, doy mil volteretas, a veces me encierro tras puertas abiertas, a veces te cuento por qué este silencio y es que a veces soy tuyo y a veces del viento, a veces de un hilo y a veces de un ciento. Y hay veces, mi vida, te juro que pienso: ¿Por qué es tan difícil sentir como siento? Sentir como siento, que sea difícil. A veces te miro y a veces te dejas, me prestas tus alas, revisas tus huellas. A veces por todo aunque nunca me falles, a veces soy tuyo y a veces de nadie. A veces te juro de veras que siento no darte la vida entera, darte sólo esos momentos, ¿por qué es tan difícil?...Vivir sólo es eso...’"

Había leído hasta allí y aunque vi que hacían falta algunas páginas no quise hacerlo. Nunca hubo nadie en su vida sino que estuvo con otra persona sólo por cobardía. ¿Cuántas noches? No los sé, no quería saberlo. La persona que creí que era ella se iba esfumando en cada hipótesis acerca del porqué de su miedo. Sentí rabia porque esa distancia no tenía ningún fundamento coherente para mí. Si era cierto que me quería tanto, ese comportamiento no se repetiría conmigo. Su indecisión me había dolido todos estos meses, me había llenado de dudas. Dejé pasar los días de esa semana libre y no la llamé y tampoco recibí ninguna llamada suya. Supongo entendió que necesitaba tiempo para pensar y entenderla.

Cuando al fin fue hora de encontrarme con ella estábamos todos reunidos y fingí estar normal. Busqué su mirada, pero me encontré con una mirada avergonzada. Era sólo un encuentro en la universidad para un snack de regreso. Cuando nos despedíamos todos, me tomó la mano y me susurró al oído:

  • Jimena, espérame cinco minutos en la salida.

  • Hola Lucía, ¿cómo te fue con tus padres? – Yo no quería ignorarla, sólo que era difícil estar a solas con ella. Procuré actuar como si mil personas estuvieran a nuestro alrededor.

  • Bien, todo estuvo bien. – El silencio se apoderó por unos instantes del ambiente y fue algo realmente incómodo. – Sin embargo, creo que tenemos una conversación pendiente.

  • No sé qué tan necesaria sea esa conversación, Lucía. Si entendí bien, eso era lo que tenías que decirme. Yo la verdad no tengo mucho por decir. – Le dije con un nudo en mi garganta.

  • Ya, entiendo. – Se resignó con una expresión que reflejaba tristeza. – Cuando te decía que te quería, créeme que no mentía. – Me dijo al oído mientras se despedía con un beso en mi mejilla y me abrazaba muy suavemente.

Los días se tornaron grises para mí y podía ver que para ella lo eran también. Ella intentaba parecer alegre, seguirle el juego a los chicos pero en varias ocasiones todos vimos que se distraía muy seguido. Ya no era ella quien planeaba las reuniones, y aunque siempre fue a todas, el brillo de sus ojos era muy difícil encontrarlo. Salí en varias ocasiones con Daniel, a quien le conté una noche en medio de copas en mi apartamento sobre Lucía.

  • Jamás me imaginé que tu corazón perteneciera a una chica. – Me dijo él.

  • Pues ya ves, y aún hoy dudo sobre qué debo sentir exactamente. – Le contesté algo triste.

  • No cierres las puertas de tu corazón, solo haz que sean seguras. Si ella encuentra la llave, podrá entrar nuevamente. – Sus palabras me dejaban pensando solamente si ella quería volver a entrar en mi vida.

Después de varios meses, un día me encontré con ella en la biblioteca, muy cerca al lugar donde la vi por primera vez. Nos saludamos un poco nerviosas porque desde que hablamos ese día a la salida, todos nuestros encuentros habían sido con los chicos.

  • Que coincidencia… - Me dijo sonriente.

  • Sí, bueno, todos usan la biblioteca. – Intenté disimular que también me alegraba el encuentro

  • Es la segunda vez que nos cruzamos accidentalmente aquí.

  • ¿Cuál fue la primera? – En ese momento había olvidado cómo nos ’conocimos’.

  • Por tu libro favorito.

  • Ah, claro, cómo olvidarlo.

  • ¿Quieres ir por un café o tienes clase? Hace frío aquí. – Me invitó. Estaba un poco más en su forma de ser que recordaba. Tomando iniciativas.

  • Sí, vamos. – Dudé un poco pero finalmente decidí que tal vez quisiera estar un poco más junto a ella.

Cuando llegamos ella ordenó su cappuccino habitual y antes de que yo hablara, ordenó por mí un mocaccino con crema y sin arequipe, conociendo desde antes que siempre ordenaba lo mismo. Hablamos de cosas bastante triviales hasta que en un momento todo se fue yendo por otros caminos escabrosos.

  • Te he extrañado, Jimena. – Me dijo mirándome fijamente.

  • …Yo también. – Fue inevitable no decirlo.

  • Sé que no me quieres en tu vida como algo más que una amiga, y si aún me quieres como una amiga no quiero perderte como eso también. - ¿Ah? Antes fuimos solo amigas para los demás. – ¿Quieres acompañarme este fin de semana a una fiesta en las afueras de la ciudad? Me han dicho que estará genial. Deberíamos ir, las amigas van a fiestas.

  • Umm, no sé si pueda, tengo cosas que hacer. – Estando ya en esa situación me sentía nerviosa, me aterraba la idea de una fiesta con ella. - ¿Conozco al anfitrión? – Le pregunté.

  • No creo, es solo un compañero de la facultad pero va adelante. Nunca te he hablado de él. – Utilizaba los tiempos verbales en un modo que parecía que las cosas seguían intactas.

  • Ah, ok. Te aviso en estos días. – Le dije poniéndome de pie porque ya era hora de despedirnos.

  • De acuerdo. Que te vaya bien, Jime. – Se despidió con una suave caricia y un beso en mi mejilla. Había olvidado el efecto de sus leves caricias.

A los días siguientes recibí un mensaje de texto suyo: ”Paso por tu casa el viernes a las 8, lleva ropa si quieres, al día siguiente hay BBQ… Por los buenos tiempos”. No le respondí aunque sabía que iría con ella. Llegó el viernes y estaba ansiosa, me sorprendí, nuevamente, buscando la mejor ropa que podía y arreglándome especialmente para ella. Cuando timbró el teléfono del edificio mi corazón se aceleró incluso más.

  • Hola, Lucía. – La saludé al entrar al auto.

  • Hola, Jime. Gracias por venir, vas a ver que la vamos a pasar muy bien. – Parecía muy natural, tanto que a los pocos minutos mi nerviosismo desapareció.

Cuando llegamos pude ver que la fiesta era realmente sensacional. Era una casa de campo, con dos pisos, terraza y piscina. La fiesta era en la terraza, el clima era espectacular y el cielo estaba lleno de estrellas. Cuando entramos ella me presentó a varias personas y rápidamente todo fue más cómodo. En un momento un chico me invitó a bailar y ella parecía conocerlo, así que me dijo que debería ir porque era un excelente bailarín. Lo decía con una alegría sincera, como lo que éramos, amigas. Estuve bailando con él por casi 40 minutos mientras tomábamos tequila y no sentía los efectos quizás por eso, pero cuando volví con ella era evidente que me había pasado de tragos. Decisión equivocada.

  • Te prometí que te divertirías. – Me dijo ella sonriendo.

  • Sí, debo admitir que Pablo baila muy bien. ¿Tú qué hiciste? – Le pregunté, era fácil hablar con ella ahora.

  • Nada en especial, hablar y de vez en cuando comprobar que definitivamente la compañía al bailar es imprescindible.

  • Jajaja, ¿por qué lo dices?

  • Porque has mejorado bailando, jajaja. ¡Conmigo no te desenvolvías tanto!

  • Es el tiempo, ¿quieres intentarlo? – Le dije y no sabía en qué me metía.

  • ¿Te atreves? – Su mirada se llenó de picardía. – Dicen que hay que probar de todo, pero tal vez esta vez no quieras hacerlo.

  • Vamos. - Si me retaba, lo había logrado.

Bailamos entre todos al principio un par de canciones muy movidas pero poco a poco nos fuimos apartando con bebidas en mano hasta el primer nivel de la casa en el jardín junto a la piscina. Estando allí me dijo en un tono muy bajo:

  • Es insoportable estar junto a ti y no sentir tus labios. – Me había desarmado totalmente y los tragos habían eliminado la mayoría de mis defensas.

  • …No digas más, por favor, no quiero que te arrepientas. – Fue mi último intento.

Obedeció y efectivamente no dijo nada más. En su lugar, me dio un beso cálido y susurró ’si fui alguien para ti fue porque tú así lo quisiste… déjame serlo de nuevo’. Le devolví el beso con mi corazón a mil por hora, pero lo hice, ella sabía que ese lugar en mi corazón nunca había desaparecido.

  • ¿Quieres amanecer aquí, con gente ebria, todo desordenado? – Me preguntó enseguida.

  • No hay otra opción, ¿no? – Volvía a ser ella con sus cambios de tema repentinos.

  • Hoy no te prometo una historia con un final. Hoy, en lugar de un atardecer, te prometo un amanecer.

Me guió hasta su auto y en medio de la noche llegamos a la ciudad, yo tenía sueño por las bebidas, pero cuando reconocí aquel camino en el bosque supe que nos dirigíamos a ese mirador en la montaña. Llegamos al cabo de unos minutos y era aún de noche, pensé que sería peligroso pero Lucía me abrazaba y me sentía protegida. No decíamos nada, pero la música que nos acompañaba era perfecta… ”Frenar el mundo por un segundo y que me digas cuanto querías que esto pasara una vez más…” Vimos el amanecer desde el auto porque hacía mucho frío afuera y en ningún momento dejó de abrazarme o acariciarme. Cuando regresamos a mi casa sucedió exactamente lo mismo que aquella noche después de ver ese hermoso atardecer. Estuvimos todo el día en mi cama dando vueltas, jugando, riéndonos, amándonos. En la noche cuando se despidió, temí por un segundo que la historia se repitiera, pero me equivoqué. Los siguientes meses fueron iguales o más hermosos que aquella madrugada. Ya no había secretos para nadie.

Una noche recibí un mensaje suyo: ”Amor, nunca te dije cómo sabía tu nombre. Hoy eliminando archivos me encontré con tus notas y las de tus compañeros y lo recordé. En tu clase optativa de literatura yo era la asistente del profesor, siempre tenía que llegar temprano y sentarme atrás, por eso nunca me viste. Cuando empezaste a hablar con tanto entusiasmo sobre tu libro favorito quise leerlo. A los días fui a buscarlo en la biblioteca y allí estabas tú. Iba por él, pero al verte te pregunté nuevamente… me causaba gracia tanto amor por él. ¿Te sorprendí ese día cuando te llamé por tu nombre, o no? Te amo.” Me reí por varios minutos y sólo le contesté que cada día me sorprendía. Esa noche reafirmé que ella era parte de mi vida y yo de la suya. Quise escribir cuán feliz me hacía estar a su lado, escribir sobre ella, así que abrí el último cajón de mi mesa de noche recordando aquel cuaderno de notas olvidado que abría quizás un par de veces al año. En la página donde había quedado hacía ya tantos meses no estaba mi letra, estaba la suya: ’Tú y yo no somos solo un momento, somos una historia que no termina’. No era la dirección de una pizzería lo que había escrito allí aquella noche, era la dirección de nuestros sueños.