Una historia para recordar
No puedo explicaros cómo supe quién era, no necesitó hablar y había demasiada gente como para percibir su perfume, pero era Él.
Era un viernes cualquiera del mes de mayo de mi primer año de universidad y, aunque eran las cinco de la tarde, llevaba un par de horas ya de fiesta con mis amigas. Ese día la Facultad de Medicina celebraba su fiesta anual, las clases habían acabado ya hacía rato. En el parking de la Facultad nos reuníamos gran parte de los estudiantes de la ciudad, había música, un bar y un calor sofocante debido a la mezcla de gente y alcohol.
- Acabo de llegar, estoy en la entrada lateral.
Era un mensaje de texto de Luis, mi novio. Llevábamos unos pocos meses conociéndonos y ese día por fin parecía que iba a ser nuestra noche. Puede que estéis pensando que era yo la que había estado dándole largas, pero era todo lo contrario. Yo hacía unos años ya que me había iniciado en el sexo y, como siempre fui muy morbosa, había tenido bastantes experiencias ya a pesar de mi corta edad. Él era tres años mayor que yo, pero era el típico “niño de mamá” que no había ni tocado una teta hasta que me conoció, así que me costó lo mío quitarle el miedo que al sexo.
En pocos minutos había llegado a su encuentro y me acerqué a él sensualmente buscando ir calentando el ambiente, a lo que me respondió con un casto beso en los labios. No es que no tuviera ganas, es que él era así. Como ya lo iba conociendo, esto no me bajó el ánimo y, tras estar un rato con su grupo de amigos, acordamos irnos de la fiesta después de que yo fuera a por una última copa que compartir con mis amigas.
El bar estaba a unos quince metros de donde estaba Luis con sus amigos, aunque la cantidad de gente que había hizo que tardara más de lo esperado en llegar. Cuando por fin tuve mi copa y me disponía a ir en busca de mis amigas, una mano rodeando mi cintura hizo que me olvidara de todo a mi alrededor. No puedo explicaros cómo supe quién era, no necesitó hablar y había demasiada gente como para percibir su perfume, pero era Él. Nacho. Mi punto débil. Me giré sin quitar su mano de mí y quedamos a unos pocos centímetros.
- Sabía que te vería aquí.
No había tanto ruido, pero deslizó esas palabras en mi oído y pude notar un calambre directo desde mis pezones hasta mi clítoris. La tensión se podía palpar, nos mirábamos apenas sin pestañear como si nos fuéramos a comer de un momento a otro. Cualquiera que nos viera podría ver la evidente sexualidad de la situación, pero nos daba igual, no existía nadie más en ese momento. En un acto reflejo, me mordí el labio sonriendo, él bajó su mirada hasta él y sonrió sabiendo que era el anuncio de que mis braguitas empezaban a humedecerse.
- ¿Vas a ser buena y pedirme que te folle?
No pude reprimir un jadeo al escuchar esas palabras. Cualquier otro día ni me lo hubiese pensado, pero era mi gran noche con Luis; la relación era nueva, pero él me gustaba y me apetecía realmente acostarme con él esa noche. Conocía lo bastante bien a Nacho como para saber cómo salir de esa situación. Le iba el morbo tanto como a mí, sabíamos cómo calentarnos y cómo satisfacernos. Si le decía que no para ser fiel a mi novio, él lo vería como un reto, y la humedad de mi entrepierna indicaba que yo llevaba las de perder. Lo único que lo distraería de mí esa tarde sería ofrecerle una situación que alimentara su morbo, y al instante se me ocurrió.
Me acerqué a él y nos comimos la boca con desesperación, mi cuerpo estaba completamente pegado al suyo y no tardé en notar su erección clavándose en mí. No os voy a mentir, ni siquiera me aseguré de que Luis o sus amigos no nos estuvieran viendo. Aunque fuera parte de mi plan para alejar a Nacho, me ponía demasiado la situación. Daba igual cuántas personas hubiera alrededor y si nos ignoraban o si estábamos montando un espectáculo, nos comimos entre jadeos y mordiscos, agarrándonos del pelo y apretándonos el uno contra el otro como si nos fuéramos a fundir en uno solo en cualquier momento.
Cuando supe que Nacho estaba ya totalmente desbocado, le cogí de la mano y, caminando entre la multitud, le pedí que me siguiera. Llegamos a donde estaban mis amigas y, tras un rápido saludo general, le presenté directamente a Marta. Marta era de esas chicas que aparentan ser muy formales, siempre vestida como si fuese a conocer a sus suegros, y por supuesto, una amiga leal que nunca iría a por el ex de una amiga. Era perfecta para Nacho. Me acerqué a su oído y, rozando mis labios con el lóbulo de su oreja, le dije:
- Me tengo que ir. Le prometí a mi novio follar con él esta noche, pero te dejo un regalo.
No hizo falta más. Me guiñó un ojo y me sonrió mientras me alejaba.
Un par de horas más tarde, Luis ya no era virgen. Nada digno de mención, la verdad. Costó muchos polvos sacar algo de provecho del sexo con él, pero el amor es así de ciego.
La noche siguiente mis amigas y yo nos habíamos reunido para salir a tomar algo y ponernos al día de cómo había acabado cada una la fiesta de la noche anterior. Tras unas copas y varias historias de los ligues de algunas de ellas, Marta se animó a hablar.
- Espero que no te moleste, como tú ahora estás tan bien con Luis… -con ese tono que solo una amiga que quiere dar celos a otra sabe poner- El caso es que cuando te fuiste empezamos a hablar y estaba claro que yo le gusté. Me tuvo que convencer porque ya sabes cómo soy yo para esto de las relaciones, pero al final nos fuimos a un parque cercano y acabamos haciéndolo. Se nota que conectamos, fue brutal. No sabes cómo me alegro de que no te siente mal que yo esté con él, porque ha quedado en llamarme para volver a vernos esta semana y tiene futuro a la cosa.
Tengo que reconocer que Marta consiguió lo que buscaba; estaba celosa. Una cosa era buscarle a Nacho una distracción, pero la que le daba sexo brutal era yo. Aproveché el primer descuido para escaparme un momento fuera del bar y llamar a Nacho.
- Veo que te gustó mi regalo…
- No hay duda de que sabes lo que me gusta. Hay que ver lo guarra que es tu amiga. - Risa - No me costó nada sacarla de la fiesta y, en cuanto estuvimos a solas, se tiró al suelo a comerme la polla. Antes de correrme se la saqué, la apoyé con la cara contra una pared y la follé desde detrás.
- ¿Y te gustó?
- No estuvo mal, ya te dije que es una guarra, pero a quien quería comiéndome la polla era a ti.
- ¿Te hubiese gustado follarme contra la pared como a ella?
- Sabes que tú y yo no echamos solo un polvo… La próxima vez que te vea pienso pasarme un fin de semana entero follándote sin parar hasta que no podamos más.
Las siguientes semanas pude disfrutar de Marta desesperándose por no saber nada de Nacho. Puede que algún día le dé el gusto de confesarle que él aún piensa en ella. Al fin y al cabo, aún años después, la historia del día que le entretuve con una amiga para follarme a mi novio, aún la recordamos de vez en cuando antes de follar, cómo no, en honor a Marta y Luis.