Una historia interesante 32

Hay confrontaciones que son ineludibles. ¿Quién gana en esta clase de discusión? ¿Gana quien cree que ganó o gana quien sabe que ganó

-¡Coño Dani estaba durmiendo! –se quejó molesto.- Repito: hoy no voy.

-¿Por qué? –le preguntó Daniela algo molesta.

-¡Porque estoy agotado! –respondió Angel irritado por el interrogatorio.- Además, hoy viene mi hermanito y tengo que arreglar algunas cosas en casa para evitar accidentes. Esta casa no es apta para que un niño de casi cuatro años viva en ella –añadió con seriedad.

- Aníbal y Alejandro tampoco vinieron hoy –comentó Dani.- Se pasan de perezosos.

-No es pereza, es sentido común –replicó Angel.- Estoy agotado y la verdad quiero reponer energías. Ellos seguramente se quedaron en casa estudiando para el examen de mañana. Yo lo hago casi por la misma razón. El examen de ayer no fue fácil y el de mañana tampoco lo será. Si no me hubieses prestado tu auto para dormir un rato luego del almuerzo, no habría podido rendir en la tarde. Pero al llegar a casa estaba agotado –le contó.

- Bueno, nos vemos mañana entonces –se despidió Dani resignada.

-Nos vemos mañana en el examen.

Terminó la llamada y se movió a la derecha en su cama. Vio que eran las siete de la mañana y gruñó un poco por ser despertado sin aviso. Acomodó la cobija para cubrirse hasta el cuello, como siempre hacia, y se durmió de nuevo unos segundos después.

Se despertó un poco antes de las once y lo primero que hizo fue ir a cepillarse y bañarse para luego ir a comer algo. Moría de hambre. Llegó a la cocina aún con el pelo húmedo y vistiendo con bermudas y chanclas.

-¿Entonces hoy no vas a la universidad? –le pregunto su tía por enésima vez. Estaba quitándole la piel a unas papas en el fregadero.

-No –le respondió él abriendo la puerta de la nevera. Tomó una jarra con leche y otra con jugo de piña. Luego, se fue a la despensa y tomo una caja de cereal.

-No deberías faltar –le reprochó su tía dándole un vaso, un plato para cereal y el envase del azúcar.

-Estoy cansado –le respondió Angel sirviéndose el cereal y la leche. Le agrego una cantidad nada pequeña de azúcar y revolvió el contenido lentamente.- Además, me di cuenta que no he preparado la casa para Alfonzo. Viene hoy y este es un lugar con trampas mortales para un niño tan pequeño como él. Debo, como mínimo, cubrir las salidas de corriente –y se zampó una cucharada enorme de cereal.

-Sí, también debes asegurar esa escalera que lleva al piso superior –le recomendó ella. Le servía jugo en el vaso. Él asintió dándole la razón mientras masticaba. – Y también la que lleva al primer sótano.

-Lo sé –le dijo él tomando un sorbo del jugo.

-El almuerzo estará listo a la una en punto –le avisó ella regresando a pelar las papas. Él solo asintió y siguió comiendo ese tardío desayuno con tranquilidad.

El almuerzo resultó ser un guiso de pollo junto con un arroz frito y ensalada de tomate, pepino y cebolla, acompañado de jugo de melón. Ambos comieron tranquilamente en la cocina mientras veían la telenovela nueva que la mujer disfrutaba todos los días a esa hora. La trama esta vez trataba sobre una muchacha pobre que se enamoraba de un chico rico.

-¿Qué acaso esa trama ya no está muy usada? –le pregunto él con burla y sarcasmo. -Creo que desde que soy pequeño han explotado ese concepto.

-Cállate –le replicó ella mirando atentamente.- Está muy buena. Ya la novia del protagonista se dio cuenta que él no la ama y pues, planea vengarse de la otra chica.

-Repito: esa trama ya la han usado antes… -dijo Angel con ironía.- Muchas veces… como un millón de veces ya. Definitivamente, la creatividad novelera ha muerto.

-Shhhh –le cayó su tía mirándolo con severidad.- Deja de quejarte y mejor ve a arreglar todo para el pequeño Alfonzo. Miriam te mataría si algo le pasa a su niño en tú casa.

-Cuanta insolencia –se quejo él bromeando.- Si algún día llegara a irse de aquí, Dios no lo permita –la mujer lo miró con reproche ante la blasfemia,- no le voy a dar carta de recomendación –le amenazó sonriendo.

-Si no te vas, te voy a pegar –le advirtió la mujer sin dejar de mirar la TV. Levantó un puño con dedos regordetes en el aire.

Él se fue riendo sonoramente para que ella lo escuchara. Lo primero que hizo fue revisar la reja de la entrada. Verificando que no se abriría por accidente. Luego revisó el alambrado encima de la reja, ese estaba electrificado así que debía verlo con cautela para evitar morir con los diez mil voltios de descarga. Luego recorrió los alrededores para verificar que no hubiera algún objeto tirado por ahí dejado por accidente por alguno de los que vivían en esa casa. Después, verifico que todas las herramientas como destornilladores, martillos, clavos y similares, en la cochera, estuvieran en su respectiva caja. Vio una por una antes de tomar la enorme caja en donde se almacenaban y llevarla al primer sótano y colocarla en una esquina. Ya que estaba planeando sellar momentáneamente el acceso a ese sótano, las cosas peligrosas irían ahí y se guardarían con llave. La comida de abajo no era necesaria por ahora ya que las últimas compras habían surtido bien las despensas de la cocina. Estaba llevando la segunda caja con herramientas pesadas, cuando escucho a lo lejos el timbre de la puerta. Con un “Ya voy, tu quédate tranquilo” de su tía, él se quedó ahí terminando de arreglar la segunda caja encima de la primera. Todo debía quedar ordenado para que, cuando Alfonzo se fuera, no le resultara tedioso regresar las cosas a sus sitios respectivos. Aprovechando que estaba ahí, decidió entrar a la pequeña habitación en donde estaban los breques eléctricos que controlaban la corriente de la casa y quitarle la electricidad al alambrado superior.

-¿Y por qué no hice esto antes de revisarla con miedo a morir electrocutado? –se pregunto a sí mismo con una mueca de sorpresa.

- Porque eres un idiota –le dijo una vocecita en su cabeza.

-Bueno –le respondió,- ahora podre revisarla de nuevo y tocarla sin el riesgo de morir electrocutado -pensando en lo idiota que podía ser a veces, le llegó la voz de su tía desde la puerta de arriba.

-Te vinieron a visitar otra vez los policías de antes –le dijo con un tono de sorpresa. Hablaba alto para que él la escuchara desde el pequeño cuarto.

-¿Qué demonios…? Estoy ocupado –se quejo.- ¿Podrías traerlos hasta aquí? –le pregunto alto para que lo escuchara. –No pienso interrumpir mis actividades por esos idiotas.

-¡Ya les digo! –le gritó la mujer antes de irse. Escuchó que llegaba unos segundos después acompañada.- Esta ahí abajo.

Escuchó los pasos de ambos hombres al bajar las escaleras.

-Salgo en un minuto –les dijo cuando percibió que estaban a su nivel. Terminó de apagar la corriente de la sala antes de salir.- Igual en la sala solo hay cosas que casi no se usan. Así que… adiós corriente por unos momentos –salió del pequeño cuarto y vio a los dos hombres parados en el marco de la puerta.- Hola –les saludo amablemente.

-Buenas tardes –le respondió Rojas. Ramírez lo miraba irritado y no le respondió.

-Quizá le moleste las escaleras –le comentó Angel medio burlón mirando la prominente barriga del policía,- pero estoy algo ocupado y no voy a interrumpir mis actividades por ustedes dos –les advirtió con altanería.

-Será rápido –le dijo Ramírez.- Si está muy ocupado, iremos directamente al grano.

-Por supuesto que estoy ocupado –Angel cerraba la puerta detrás de él.- Estoy haciendo de esta casa un lugar seguro para un niño de casi cuatro años –explicó tranquilamente.- Mi hermanito estará aquí el fin de semana y no quiero que muera en un accidente –añadió al ver que los otros dos no entendían.- ¿Subimos? –propuso con una sonrisa descarada.- Ya he terminado lo que debía hacer aquí.

-¿Para qué nos hizo bajar entonces? –se quejó Ramírez irritado ante la evidente burla del chico.- Daba lo mismo esperarte en la sala.

-No, no daba lo mismo –le contradijo Angel comenzando a subir las escaleras.- No quiero que estén aquí más de lo requerido y mucho menos sin mi supervisión.

Ambos policías se miraron un segundo. Ya casi llegaban a la puerta.

-No quiero que personas que me siguen sin mi consentimiento, estén cerca de mí, ni dentro de mi casa sin ser vigilados personalmente por mi –les dijo con frialdad mirándolos desde la puerta.- Así que prefiero mantenerlos vigilados yo a ustedes mientras están aquí. Estamos en igualdad de condiciones vigilándonos mutuamente, es lo justo –les dijo en un tono significativo.

Ambos hombres se miraron más sorprendidos aún.

-Nosotros no… -intentó decir Rojas.

-Sí, si lo hacen –le interrumpió Angel molesto.- Me di cuenta el martes luego de salir de un edificio similar a una iglesia. Vamos… no jueguen con mi inteligencia. Ese auto gris… primero lo veo en la tarde detrás de nosotros en un semáforo y luego lo veo al salir del edificio, justo enciende el motor luego de nosotros. Coincidencia no debe ser ¿verdad?

Ambos hombres lo seguían por el pasillo hacia la sala en silencio.

-Esto es una violación a mis derechos, ¿lo saben verdad?

-El código orgánico procesal penal… -intentó excusarse Ramírez.

-No establece que deban vigilarme sin evidencias. –le interrumpió Angel.- Están violando el artículo 125. Dentro de los derechos del imputado, establece que este no debe “ser objeto de técnicas o métodos que alteren su libre voluntad, incluso con su consentimiento”. Ahora bien… eso en el caso de ser el sospechoso, sin embargo, ustedes me han dicho que lo hacen para protegerme… ¿Qué soy? –pregunto sin irse con rodeos -¿víctima o victimario? Ahí hay una enorme diferencia. Si me vigilan para protegerme, eso está bien, pero si lo hacen por ser sospechoso, están vulnerando mis libertades.

-Lo hacemos para protegerte –respondió Rojas.

-Mentira –le contradijo Angel.- Para ustedes soy un sospechoso. Eso me quedó muy claro el viernes pasado cuando fui a su oficina y me interrogaron de una forma nada convincente. Además… ustedes fingieron llegar unos minutos antes que yo. Claro que me di cuenta de eso, pero pensé que estarían en otros asuntos. ¿También me vigilaron ese día y yo los sorprendí y les hice cambiar el plan? –Ramírez abrió mucho los ojos y Rojas se quedo en silencio.- Ya veo… bueno, les advierto entonces que mientras no tengan evidencias contundentes, toda acción en mi contra podría considerarse como ilegal. Técnicamente, yo podría denunciarlos por hostigamiento y acoso. Además, Víctor estaba conmigo el martes y él no tiene nada que ver en esto, eso también lo hace victima de su acoso y si se lo pido, los denunciaría por la misma razón –le advirtió Angel con tranquilidad. Llegaba a la cochera para tomar otra caja de herramientas y emprendió el camino de regreso al sótano con los otros dos pisándole los talones.- Pero no hablemos de leyes, libertades y abusos de poder. Lo extraño es que ustedes me dijeron que yo soy una posible víctima, pero me tratan como sospechoso. Muy extraño eso, pero, quiero terminar este asunto lo antes posible y que se vayan de mi casa. No deseo que estén aquí –admitió con franqueza.- Así que… ¿qué es lo que desean? –pregunto yendo de nuevo al sótano.

Los hombres iban detrás de él sorprendidos ante tal argumento legal.

-Necesitamos que nos digas donde encontrar tú foto de graduación del sexto grado –le dijo Rojas ya que Ramírez jadeaba ligeramente luego de bajar las escaleras.

-No puedo –respondió Angel colocando la tercera caja encima de la segunda.- Esa basura no la tengo yo –y comenzó la marcha de nuevo hacia las escaleras para subirlas.

Detrás de él, Ramírez gruñó alto.

-¿Cómo que no la tienes? –le pregunto con un hilo de voz.

-Eso, no la tengo –respondió Angel con tranquilidad. Iba por el pasillo nuevamente hacia la sala. Sobre una mesa, estaban unos protectores de corriente anti niños.- Ya le quite la electricidad a esta parte de la casa para hacer esto. No tienen idea de cómo le temo a la electricidad –explicó sin razón aparente. Se acercó a uno de ellos y colocó el protector.

-¿Cómo que no la tienes? –le repitió Ramírez jadeando.- ¿La has perdido o destruido? –un brillo en sus ojos se notó por un segundo.

-No la tengo y no tengo ni idea de donde la tiene ella –respondió Angel colocando otro protector en otro toma corriente.- A ver… faltan dos más –se dijo buscándolos. Uno estaba detrás de la TV y el otro detrás de una mesita con un jarrón ornamentado con algunas flores- Esto –dijo señalándolo,- fue idea de mi tía. No sé que tienen las mujeres con estas cosas, aunque tengo que admitir que es bonito –añadió encogiéndose de hombros.

-No te desvíes del tema –le reprendió Ramírez jadeando un poco menos.- ¿Dónde está la foto? –exigió saber.

-¡Que no se! –exclamó Angel mirándolo con molestia.- No sé donde la tenga mi mamá. Les recomiendo que vayan a buscarla en otro sitio.

–La… señora Ballester nos proporcionó una foto –informó Rojas rápidamente, sin darse cuenta de lo que decía.

-Oh vaya… -se sorprendió Angel. -Pero yo me refería a que fueran a pedírsela a mi mamá –aclaró divertido.

-¡Rojas! –le reprendió Ramírez ante la metida de pata.

-Tranquilos… no diré nada sobre el incumplimiento del artículo 115 del código orgánico procesal penal –prometió con sonra. Los policías lo miraron incrédulos.- ¿Qué pasa? ¿Acaso es ilegal saber las leyes del país en donde vivo? –preguntó con sarcasmo. A continuación, extendió ambos antebrazos como lo hacía una persona quien se entregaba a las autoridades.- Si vienen siguiendo lo que la zorra de Ballester dijo, pues… me entrego a las autoridades. Coloquen las esposas… lo confieso todo –dijo con ironía.

-¿Se está burlando de nosotros? –preguntó Ramírez molesto.

-No, para nada –replicó Angel sin abandonar su posición.- Lo que ocurre es que esa zorra ve la pobreza como un crimen gravísimo. Cuando estudie con el infeliz de Jesús, su madre fue una opositora aguerrida de todos los becados en ese colegio. No toleraba que su príncipe estudiara al lado de alguien como yo. Me odiaba a mí de modo personal solo por atreverme a estar cerca de su pequeño. Despreciaba a mi madre solo por ser mecanógrafa. Una vez, durante una reunión, la “confundió” con alguien del servicio del colegio y le ordenó que le sirviera una taza de café ¿eso se los ha dicho?

-No le gustaba la idea –admitió Ramírez en voz baja mirando un segundo a Rojas.

-Señor Ramírez… gustar no es la palabra que yo usaría –Angel quitó la posición de sus manos y las metió en los bolsillos.- A mi no me gustan los frutos secos ni las personas radicalmente religiosas y no por eso voy por el mundo tratando de destruirlos y erradicarlos. Lo que ella sentía por mi iba más allá que un simple “no le gusta”. Me despreciaba y no desaprovechaba la oportunidad de humillarme y a mi o a mi mamá. Vieja zorra… no me sorprenderá que aún siguiera con sus prejuicios ¿a que si?

-Bueno… algo hay de eso –admitió Rojas con incomodidad.

-No me extraña nada que esa zorra continúe siendo una aristócrata de mierda –dijo Angel con desprecio.- Aferrándose a un patético sentimiento de superioridad solo porque tuvo la suerte de nacer en una familia acomodada y luego contraer matrimonio con un importante empresario de la industria chocolatera. Lo que más lamento es que su empresa hace el mejor chocolate del país y cada vez que lo consumo, intento ignorar que mi dinero los hace más ricos –añadió con una sonrisa de amargura.- Pero amo más al chocolate de lo que los odio a ellos –comentó antes de abrir la puerta de la entrada principal y salir por ella.

De nuevo, ambos hombres lo siguieron rápidamente. Encontraron a Angel mirando detenidamente el alambrado eléctrico buscando algún punto peligroso para un niño.

-Dudo mucho que un niño de cuatro años llegue a ese sitio –comentó Rojas.

-Casi cuatro años –le corrigió Angel sin mirarlo. Su atención estaba completamente en su tarea.- No subestimes lo que un niño puede hacer llevado por la curiosidad. Además, no está de más revisar bien todo.

-Esto está bien, pero, ¿no crees que exageras? –insistió Rojas. Ramírez hizo un ruidito con su garganta ante la intrusión de su compañero. Rojas lo miró entendiendo.- Perdón –se disculpó.

-No tiene que hacerlo –le replicó Angel mirándolos.- Al menos usted no está encima de mi hostigándome. Pienso que solo cumple órdenes de alguien superior a usted en rango. Siento que usted es mas cortés que su compañero quien se muere de ganas de verificar mi historia ¿a que si? –la burla era notoria en su voz.- Si quiere vaya y pregúntele a mi mamá sobre la dichosa foto. Es ella quien la tiene desde hace años. A mí me trae malos recuerdos y la verdad, eso no es algo que me guste mucho.

-Muchas gracias por su colaboración –le dijo Ramírez con rabia en los ojos. Se iba hacia la reja que rodeaba la propiedad.

-Su agradecimiento no me interesa –le replicó Angel.- Y por cierto, me gustaría dos cosas. Primero, dejen de seguirme o los voy a denunciar a ambos por hostigamiento y acoso y segundo, es la última vez que nos encontramos de esta manera. Siendo hombres de leyes y justicia, es justo seguir la ley estipulada para esta clase de situaciones. El mismo artículo 125 estipula que debo ser acompañado por un defensor legal cada vez que deba ser interrogado. No sean hipócritas al incumplir la misma ley que hace unos minutos estabas a punto de usar para justificarte.

-Pareces muy informado sobre los derechos de los imputados –observó Ramírez.- Quizá… ¿estás buscando una ley que te proteja? Eso es lo que hacen los culpables –añadió significativamente.

-Yo no hice la ley –replicó Angel.- Como ya les dije, son las leyes del país donde vivo. Es mi deber conocerlas para saber mis derechos y deberes como ciudadano. Además, se me ha recomendado que mi abogado me acompañe de ahora en adelante cada vez que ustedes deseen interrogarme sobre cada minúsculo y desagradable detalle relacionado con este asunto. La próxima vez, usare mi derecho de guardar silencio y solo dejaré que mi abogado trate con ustedes. Y la próxima vez que deseen entrar a mi casa, tendrá que ser con una orden judicial ¿entendieron? –preguntó con una sonrisa. Pero antes de que respondieran, Angel caminó hacia la cochera para tomar la última caja y guardarla en el sótano. El reto fue evidente en sus palabras.

-Ese idiota no sabe lo que acaba de hacer –dijo Ramírez en tono triunfal encendiendo el auto.

-¿De qué hablas? Acaba de corrernos de su casa y además, supo dar buenos alegatos –reflexionó Rojas.- Esto… se ha complicado todo si ahora él se niega a declarar.

-No lo entiendes –replicó Ramírez sin dejar de sonreír. Se acercaban a la entrada de la residencia y el vigilante les abría la enorme reja que cerraba el paso a personas que no vivían ahí.

-No te entiendo –admitió Rojas.- ¿Por qué sonríes?

-Note algo –respondió Ramírez.- Ese sótano… ¿detallaste todo lo que había ahí?

-Un par de neveras grandes para carne y una cava de vinos, además de un par de puertas –recordó Rojas.- Pero sigo sin entender.

-Una de esas puertas –comenzó explicando Ramírez- tenía un tablero con números y un lector óptico al lado del marco. Además, era de metal y no de madera como las otras.

-Bueno, es normal ¿no? Una bóveda o algo así

-No –le contradijo Ramírez.- Yo… conseguí los planos de esa casa mediante algunos favores y pues, en estos se veía que hay un segundo sótano. No decía el contenido, solo mostraba una habitación grande de metal. Pero no podía decir nada sin delatarme. Cuando este imbécil nos dejó entrar a su sótano intentando fastidiarnos haciendo que camináramos de aquí para allá como dos perros falderos, me dio la mejor excusa para conocer esa zona de la casa que antes debía estar prohibida ya que no tenia forma de explicar ni justificar que yo se que existe.

-Sigo sin entenderte –admitió Rojas.- ¿Por qué piensas que ese sótano…? ¡Oh mierda! –dijo de pronto entendiendo.

-Qué bueno que lo entendiste –exclamó Ramírez sonriendo aún más. Comenzaba a bajar por la montaña.- ¿Qué clase de contenidos podrían tener tanta importancia como para guardarlo en un segundo sótano con semejante cantidad de seguridad?

-¡¡Fabiana dijo que la habitación donde ella estaba, se encontraba debajo de otra!! –gritó Rojas agitando las manos.- ¡También dijo que la puerta era de metal y con mucha seguridad al abrirse! ¿Acaso acabamos de…?

-¡EXACTO! –gritó Ramírez.- Creo que hemos conseguido el lugar de las torturas y él mismo se encargó de mostrarlo. Él y Raúl son culpables… ahora lo veo bien –sentenció con seguridad.

-Pero… ya nos dijo que necesitaríamos una orden judicial para entrar de nuevo en su casa –le recordó Rojas.

-De eso me encargo yo –dijo Ramírez con seguridad en la voz.- Quizá me tarde un par de meses, pero le voy a cumplir su condición: entraremos a esa casa con una orden judicial y veremos que esconde en ese sótano y también, revisaremos toda la información que pudiera suministrarnos su habitación. Voy a regresar y no me iré hasta revisar cada milímetro de esa casa. ¡Te lo juro! –lo dijo con una brillo de determinación en su mirada.- Ese infeliz va a pagar la burla que nos hizo hoy.

El auto giró siguiendo el contorno de la montaña a toda velocidad. El júbilo de uno de los ocupantes era proporcional a la gran velocidad en la que se movía el vehículo.

-Lo que me gustaría saber es como supo que lo seguíamos –comentó Rojas desanimado.

-¿Ya se fueron? –le preguntó su tía entrando a la cocina. Sostenía una cesta con ropa sucia.

-Si –respondió él comiendo un trozo de pastel con uno de sus codos apoyado en la mesa. Miraba la TV mientras comía.

-¿Acaso no acabamos de almorzar recientemente? –le preguntó su tía medio regañándolo pasando a su lado con la ropa sucia.

-Claro, pero este es el postre tardío –respondió él sin vergüenza alguna.

-Este niño… -fue lo único que dijo negando con la cabeza. Entraba al pasillo hacia el cuarto de lavado.

-¡Ya no soy un niño! –se quejo él en voz alta para que ella lo escuchara.- Aún deben estarse preguntando como supe que me seguían… qué bueno que Vito estaba conmigo ese día –se dijo en voz baja recordando.

Cuando recién comenzaban a marchar en el auto, Víctor recibió la llamada de Sofía un poco asustado, pues pensaba que se trataba de Orlando. Al responder, ella les dijo que vio algo raro cuando se fueron de la fundación. Comentó, un poco asustada, que vio claramente como un auto gris aparecía de la nada luego de que ellos se habían ido y pues, como iba a una velocidad muy baja, se le ocurrió pensar que también acababa de acelerar de improvisto. “Puede que no sea nada, pero me pareció prudente informarles. Cuídense mucho, hay muchos peligros por ahí” les dijo antes de cortar la comunicación. Como es lógico, Víctor comenzó a ver a través del cristal trasero si un auto los seguía y lo que vio le sorprendió bastante. Si bien tenía los faros delanteros apagados, podía ver muy bien la silueta de un auto a unos veinte metros de distancia de ellos. Angel, para asegurarse, dio un giro que no tenía nada que ver con la ruta y pues, el auto dio ese mismo giro. Antes de entrar en pánico, analizaron la situación.

¿Qué podría ser? ¿Un intento de secuestro, de robo o de asesinato?

En cualquier caso, obviamente confiaban lo suficiente en ellos mismo como para prevenir cualquier situación desafortunada. Hablando sobre la mejor manera de tratar la situación (ya habían ideado una serie de planes de contingencia solo por si acaso), Angel recordó que, en la tarde, cuanto encontraron a Orlando en el semáforo, un auto gris también estaba detrás de ellos. Lo recordaba bien pues él mismo le había hecho una señal para que avanzara y este auto, al hacerlo, había causado un ligero atasco en el carril de la derecha. Al escuchar esas palabras, Víctor buscó en su morral la laptop que siempre llevaba a la universidad para estudiar y la encendió rápidamente.

Usando su memoria, Angel le dijo las placas del auto gris de la tarde y Víctor lo verifico viendo la grabación de la cámara trasera del auto. Ambas placas eran idénticas. Angel lo miró ofendido ante lo que consideraba era una falta de respeto a su excelente memoria, Víctor solo dijo “solo lo verifiqué por si acaso Raba” y comenzó a buscar el dueño de dicho vehículo en una base de datos gubernamental. “¿Eso no es ilegal?” le comentó Angel mirándolo ceñudo mientras giraba de nuevo solo para despistar. No iban a ir a casa hasta que el auto dejara de seguirlos. “Lo es… pero a mí me da igual. Soy un hacker… recuérdalo. Hacer algo así me da un placer casi orgásmico. Además, en este país no tienen la mejor seguridad digital. Está deja mucho que desear. Me he enfrentado a sistemas de seguridad de altísimo nivel, esto no es nada para mí. Ah mira, aquí está el dueño del vehículo. Es un amigo tuyo Raba” le dijo sonriendo y le mostró la foto. Angel lo reconoció enseguida: era el policía Ramírez. El tipo que lo había interrogado el viernes pasado y el que había ido a su casa una vez.

Angel suspiró profundamente y decidió emprender el camino a casa. Esto no le  afectaba ya que igual los policías sabían donde vivía y si se iba a casa, estos dejarían de seguirlo. Llegaron a la zona baja, Santa Mónica, y comenzaron a subir hacia la montaña hasta llegar a la residencia donde estaba su casa. Durante el camino de subida, comenzó a llover fuertemente y pues, al llegar a casa, se empaparon un segundo después de salir del auto. Entraron riendo ruidosamente por las cosas que habían pasado durante el día y cada uno fue en dirección contraria. Víctor a su cuarto a quitarse la ropa mojada y Angel a la cocina a preparar el último chocolate caliente del día antes de ir a su habitación y cambiarse de ropa también por algo más cómodo. Luego, ambos fueron a la habitación de Andrés para llevarle la caja verde con los postres y contarle la historia de Víctor.

Y mientras recordaba ese curioso evento, al día siguiente el miércoles, en la tarde cuando Andrés fue a buscarlo, recordó también que el pasado viernes cuando él llego a dar la declaración, los policías se encontraban en sus cubículos de trabajo. Lo raro era que se veían apurados y jadeantes, como si acabaran de llegar corriendo de algún lado. Él no le dio la mínima importancia a eso hasta que intuyó que quizá ese día también lo habían seguido y al ir de improvisto a la sede de la policía, los había tomado por sorpresa.

Claro, de lo del viernes no estaba seguro, pero lo confirmó hoy con la pasada conversación ahí mismo en su casa. Todo encajaba bien.

El resto de la tarde, la ocupó moviendo otras cosas y asegurando absolutamente todos los tomacorrientes de la casa, luego regresó la electricidad a las zonas que previamente había quitado. Lo último que hizo fue asegurar la escalera a prueba de niños pequeños. Coloco una pequeña reja de plástico duro, ajustada en los reposa brazo, que serviría para cerrar el paso por la escalera en su parte inferior. Colocó una reja en la punta del pasillo y en la base de la escalera, así, ambos puntos quedaban asegurados. Le recordaba a esas que se usaban en los establos que eran individuales, una arriba y otra abajo, solo que esta era abajo para evitar que se cayera y se partiera el cuello. Quizá sería molesto para los otros dos ya que tendrían que hacer una acrobacia para pasar por encima y llegar o salir del pasillo de las habitaciones, pero eso era lo mejor para evitar que Alfonzo cayera desde arriba y se partiera el cuello. Además, eso iba a estar solo hasta el domingo en la tarde, así que dudaba que Andrés o Víctor se molestaran por algo así.

A las cuatro en punto, salía de casa a buscar al niño. Le tomaría una media hora bajar hasta llegar a la entrada de la zona y luego ir un par de cuadras donde estaba el colegio del niño. Llegó incluso antes de lo previsto y estacionó el auto en un espacio entre otros dos. Entró al colorido lugar escuchando las voces de varios niños al mismo tiempo. Lo encontró en el pequeño parque de juegos que tenían ahí junto a otros dos jugando en la rueda. Lo contempló unos segundos antes de llamarlo en voz alta. Alfonzo lo escuchó y detuvo la rueda para ir corriendo alegremente hacia Angel, su “ papa ”.

-Hola pequeño –le saludó suavemente abrazándolo con fuerza.

-¡Hola papa ! ¡Si viniste! –le gritó el niño llamando la atención de algunas madres.

-Por supuesto… nunca rompería una promesa hecha hacia ti –lo tomó debajo de los hombros y lo subió cargándolo. Le beso en la mejilla con cariño. Alfonzo sonreía de oreja a oreja.

-¡¡Te quiero!! –le dijo el niño colgándose de su cuello y tratando de morderle la oreja derecha.

-Yo también te quiero –le susurró al oído. -Vamos pequeño, busquemos tu morral y la lonchera –le dijo Angel caminando hacia el salón de la derecha al parque.

Lo primero que vio al entrar fue un montón de mesitas algo desordenadas y otros niños terminando dibujos con crayones de cera. No puedo evitar sonreír al pensar lo inocente que se es a esa edad. Una niña dibujaba lo que parecía ser una casa usando colores bastante llamativos, otro niño dibujaba un auto con ruedas bastante diferentes una de las otras. Angel vio el morral de Alfonzo y la lonchera en el estante para ello y ahí iba para tomarlo.

La voz de la maestra de Alfonzo lo sacó de sus pensamientos. Le vino del otro lado del salón de clases.

-Disculpe… el niño hoy se orinó mientras dormía, luego del almuerzo, y le cambiamos la ropa –le informó sin rodeos ni delicadeza.

El niño en sus brazos se apretó más y se revolvió en su pecho como si sintiera vergüenza y Angel cambió drásticamente su semblante. Sus dedos a punto de tomar el morral se detuvieron en el aire por la impresión. Sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa.

No le molestaba la noticia en sí. Era bien sabido por él que Alfonzo todavía tenía problemas para controlar el flujo de la orina, eso era algo en lo que se estaba trabajando con mucha paciencia. Después de todo, aún era un niño pequeño y Miriam y él deseaban que aprendiera a su ritmo. Decidieron no presionarlo para evitar algún tipo de trauma que conllevara a empeorar la situación. Sin embargo… algo si le molestó y mucho. Se aclaró la garganta y bajo al niño de sus brazos, quien lo miraba asustado, quizá esperando algún regaño.

-Alfonzo cariño, ¿podrías ir y jugar un ratito mientras yo hablo un momento con tú maestra? Yo voy a tomar tus cosas, no te preocupes por eso –le dijo con suavidad sonriéndole. Él niño le hizo caso rápidamente yéndose alegre ante la posibilidad de estar más tiempo divirtiéndose.

Cuando Alfonzo salió y Angel notó que los otros dos niños estaban en su mundo lleno de colores y casas y autos mal hechos, miró directamente a la maestra, tenso. Caminó la corta distancia que los separaba y le dijo muy bajito y rápidamente.

-Primero que todo, modales. Creo que siendo una maestra de niños tan pequeños, debería dar el ejemplo. Un “buenas tardes” es fundamental en estos casos –le dijo rápidamente. La mirada de la mujer era de sorpresa.- Segundo… esa clase de cosas no se dicen a la ligera y de una forma tan descuidada. Son temas delicados que deben tratarse en privado. Nada le costaba llamarme un segundo e informarme del hecho –sus palabras cada vez estaban más cargadas de rabia.- Tercero, ¿Dónde demonios le enseñaron a dar clases? Creo que existe algo llamado metodología de enseñanza.

-Yo… solo quería…

-¿Avergonzarlo? ¿Humillarlo? –le interrumpió Angel. Seguía hablándole bajo, pero con rabia y severidad.- Eso fue lo único que consiguió al decirme semejante noticia con un nivel de voz suficientemente alto para ser escuchado al otro lado del parque. ¿Sabe lo que es la marginación infantil?

-Claro… nosotros intentamos que todos se integren para evitarla –le respondió la mujer algo asustada ante el arrebato del chico.

-Exacto. Pero con lo que acaba de hacer solo podría conseguir que los demás niños lo aíslen –le reprocho Angel.- ¿Tiene una mínima idea de lo que ello puede causar en un niño? Aquí hay dos niños que escucharon eso y me imagino que no fue muy prudente al momento del suceso y quizá más niños vieron todo. Lo verán como el bicho raro que se orina en los pantalones. La burla no se hará esperar. Los niños suelen ser… bastantes crueles en estos casos, pues no manejan un concepto muy claro de lo que es la discreción. Suelen ser más imprudentes y es deber de cada padre y/o educador enseñarles el significado de esa palabra.

-Pero… no es el único que… -la mujer estaba casi al borde de las lágrimas

-¡No puede decirme algo confidencial como eso! –le interrumpió Angel de nuevo.- Esos son temas delicados que se hablan directamente con los padres del niño en cuestión ¿Qué clase de maestra es usted? ¿Dónde demonios estudio para serlo? Estoy a punto de enviar una queja a la directora y al consejo escolar. Podría hacer que la despidan y luego usar mis influencias, que no son pocas, para evitar que le den trabajo en el país, incluso en el continente… si me pongo severo –le amenazó fríamente.- La próxima vez que haga algo similar, me asegurare personalmente que la despidan. Un poco más de modales y discreción no le vendría nada mal –le recomendó dando la vuelta y yendo a tomar las cosas de Alfonzo.

La mujer se quedo de pie, tensa, en el lugar, sin mover un musculo. De un rápido vistazo, Angel vio el miedo en sus ojos causado por las palabras recién escuchadas.

-¡Helado! ¡Mucho helado! –dijo Alfonzo con alegría desde el asiento trasero. Levantaba ambos brazos con fuerza. Angel lo miró por el espejo y sonrió.

-Sí, pero después, mira que luego podría dolerte la barriga –le avisó Angel sonriendo.

Papa ! ¡Me prometiste que iríamos al cine! –le recordó Alfonzo.

-Claro… pero eso lo haremos mañana en la tarde o el sábado ¡hoy es jueves! –le replicó Angel. Alfonzo hizo un puchero.- No hagas eso… cuando lleguemos a casa haces las tareas y luego vemos una de esas películas que te gustan tanto y comemos pastel de chocolate ¿vale?

-¡SIIIII! –exclamó de nuevo dejando atrás el puchero y haciendo un gesto de triunfo con los brazos. Sonreía ante lo que debía considerar un enorme triunfo.

Angel no pudo evitar reír con alegría. Estos días con Alfonzo debían ser perfectos y él estaba dispuesto a disfrutarlos al máximo. Lo mejor era ignorar el desagradable incidente de unos minutos atrás y disfrutar con su pequeño ese fin de semana.