Una historia interesante 31

¿Qué tan seguro estas de que nadie vigila tus pasos? La privacidad es un privilegio que casi nadie tiene hoy en día.

-Estoy medio muerto –dijo Angel con cansancio. Bostezó sin disimular.

-Eso te pasa por no dormir –le reprendió Andrés.

-Tú tampoco lo hiciste –le recordó Angel.

-Lo sé, pero yo estoy más acostumbrado –le recordó Andrés sonriendo.-Te has debilitado… -añadió reprendiéndolo- y mucho.

-Dichoso Vito… se quedó durmiendo ricamente en casa –se lamentó Angel mirando a través del cristal. Evitó responder eso último. Suspiró con nostalgia. Extrañaba la comodidad de su cama.- Lo único que hizo fue casi obligarme a vestir elegante para hoy y luego a dormir –añadió con una mueca apretando la corbata.

-Ventajas de estudiar con la modalidad semestral –comentó Andrés.- Jodidos estamos tú y yo que tenemos este régimen anual.

-Le estas dando mucha importancia –observó Angel.- No parece algo propio de ti. En otras circunstancias, te habrías quedado a dormir en casa.

-Tengo un examen en la tarde y si no me presento, puede que el imbécil del profesor me repruebe –explico Andrés.- No quiero darle excusas a ese infeliz.

-Te envidio… tienes una capacidad asombrosa de aplicarte lo menos posible y aún así obtener los mejores resultados –le dijo Angel con un poco de resentimiento en la voz.

Andrés se encogió de hombros.

-Suerte quizás… -comentó simplemente.

-Y… sobre lo que te dijo Vito… ¿Qué opinas? –Angel lo miró con curiosidad.

-Que es la primera vez que veo como el amor resulta ser la fortaleza de alguien en lugar de debilidad –respondió Andrés.- Siempre he interpretado el amor como algo patético e insignificante, pero en este caso, solo veo una enorme fortaleza. Claro, tiene dolor en su alma, pero no se rinde ni se deja llevar por la corriente. No es como esas personas imbéciles y masoquistas que se dejan envolver por el dolor de la perdida y se retuercen en ello como cerdos en una porqueriza. Algo inusual si quieres mi opinión. Logró adaptarse a eso. Y bueno… ahora entiendo ese libertinaje que posee y la razón de que a veces le guste ponerse “alegre” como dice él –añadió con una media sonrisa.- ¿Recuerdas que en la Casa Roja estuvo con cinco mujeres al mismo tiempo?

-Claro… ese fue su regalo de cumpleaños de mi parte –le recordó Angel.

-Cierto… a veces nos regalas putas –comentó Andrés con una media sonrisa.- Mi último cumpleaños fue bastante divertido.

-¿Le dijiste a Mico sobre eso? –preguntó Angel con un poco de preocupación.

-Si… ella… no tiene molestias en que yo haga esa clase de cosas –respondió Andrés con tranquilidad.- Nuestro acuerdo me permite divertirme como me plazca.

-A ver cuándo vas a visitarla –le aconsejo Angel intentando sonreír, pero un enorme bostezo se lo impidió.

-Voy el próximo verano –le recordó Andrés.- No eres el único que tiene planes. Ya falta poco menos de dos meses… y además… se viene un evento importante –añadió mirándolo con simpatía.- A ver que puedo darte de cumpleaños.

-Únete a la lista –dijo Angel levantando una ceja y mirándolo de reojo.- Anoche, mientras subíamos, Vito me dijo que haría una enorme fiesta con alcohol, putas, putos y mucho chocolate.

-Me gustó la parte de las putas… quizá hable con él y entre ambos te hacemos algo genial –la sonrisa en su rostro era la misma que pondría alguien que planea una travesura.

-Mientras incluyan chocolate, yo no me voy a quejar –comentó Angel riendo.

Estuvieron en silencio unos minutos mientras Andrés conducía por las calles.

-¿Sabes que conclusión saqué anoche? –preguntó Andrés de pronto.

-Podría ser cualquier cosa –respondió Angel.- Esa cabeza tuya loca y perturbada puede crear cualquier pensamiento raro –añadió con una sonrisa. Aún miraba todo con cansancio en los ojos.

-Que ahora entiendo el porque a veces es sobreprotector contigo –respondió Andrés tranquilamente.- El domingo mientras estabas con Arturo, me comentó que no soportaba que fueses tan bueno con las personas ya que a veces estas habían abusado de esa característica tuya.

-Ser el menor a veces no es muy bueno… como que tienen la certeza de que deben protegerme –se quejo Angel. –No me malinterpretes, eso me gusta… pero coño… se cuidarme.

-Lo sé… pero no me vas a negar que a veces eres bastante impulsivo –le recordó Andrés.- Has mejorado esa característica con el pasar de los años, pero… aún queda latente en ti. Te lo dije hace años: piensa con frialdad. Logras suprimir tus emociones, pero a veces no lo haces del todo y pues… viene la explosión.

Angel lo miró en silencio.

-Lamentablemente, tu hermano tiene el poder de descontrolarte a niveles absurdos –siguió hablando Andrés ya que el otro estaba en silencio.- Busca un equilibrio. Me comentaste que ayer te molestó el hecho de que el llorón dejó que Diego se metiera en su cabeza, pues, tú haces lo mismo con el negro de mierda de tu primo y tu hermano –Angel seguía en silencio. Reflexionando sobre esas palabras.- Cuando encuentres la forma de liberarte de ese sentimiento de pertenencia y control sobre David, verás que serás lo más feliz posible. Ya tienes muchas cosas que deseas, pero ese pequeño e insignificante detalle no te deja tranquilo. Tengo años diciéndotelo: deja ir a David. No eres su padre. No le debes nada.

-Me rendí con Rodrigo –admitió en voz baja,- no quiero hacer lo mismo con David.

-Mientras no lo hagas sufrirás las consecuencias. No digo que debas rendirte, pero si pienso que deberías replantear las cosas –le replicó Andrés.- Te haces daño innecesariamente. No le debes nada a David -repitió.- Él simplemente es un tipo que no quiere hacer nada con su vida. Tiene la idea de que se merece todo, pero no trabaja para merecerlo. Tú mamá tiene la culpa de eso. Logró quitarte la autoridad que, en teoría, deberías tener sobre David por ser tú el primogénito. Ahora ni siquiera ella lo puede controlar. No me extrañaría para nada que David se salga con la suya y logre que le regresen el auto, o robarlo si Miriam se niega lo suficiente.

-Eso lo tengo presente –le respondió Angel.- Ya tengo un plan por si acaso se da ese escenario.

-No puedes aplicar ningún plan y lo sabes –le recordó Andrés.- Ese absurdo juramento que Miriam te obligo a hacerle, te mantiene al margen y según veo, te está destruyendo por dentro –añadió con desagrado.

-Lo sé –añadió con frustración en la voz, Angel.- Pero… mi plan no es violento, así que no afecta en nada lo que le prometí a Miriam.

-Yo no tengo ningún juramento –dijo Andrés mirándolo, pues en ese momento, se detuvo en un semáforo.

-¿Qué? ¿Acaso me estás diciendo que…?

-Yo no tengo ningún juramento –repitió Andrés interrumpiéndolo. Lo miraba con seguridad en los ojos.- No tengo ningún vinculo emocional, como tú, que me limite.

-Lo entiendo hermano, y te doy las gracias, pero no quiero colocarte en esa situación –le dijo Angel con agradecimiento.

Entendía perfectamente las implicaciones de esa frase, pero sabía muy bien los riesgos y la verdad, si ese escenario se hacía realidad, las consecuencias podrían ser terribles para muchas personas.

-Tú no me estas colocando en ninguna situación –le replico Andrés.- Yo mismo me estoy colocando en esa situación. Ya casi estamos a punto de llegar. Mucho éxito en ese examen tuyo –le deseó con sinceridad.

-¡Ya sé quién va a interrogarnos! –gritó Eduardo bajando las escaleras. Jadeaba con cansancio.

-¡¿QUIEN?! –le preguntaron Aníbal, Dani, Angel y Carlos al mismo tiempo.

-El profesor Avellana –respondió Eduardo.- ¡Avellana! –gritó con énfasis.- Ese tipo esta obsesionado con el sistema arterial ¿recuerdan cuando nos dio la primera unidad? ¡Todos los días de practica nos hacia repetirle todas las ramas arteriales!

-Levante la mano quien se sepa eso perfectamente –dijo Aníbal.

Carlos, Dani, Alejandro, Angel y el mismo levantaron la mano. Andrea y Eduardo solo miraron preocupados a los demás.

-Bueno… -comenzó Carlos con apuro. Sacó una carpeta y la abrió mostrando unos dibujos- tengo menos de diez minutos para enseñarles a la perfección todo el sistema arterial y venoso pélvico. ¡Y les juro por mis muertos que se lo van a aprender a la perfección! –les prometió con una seriedad y determinación que ninguno nunca le había visto.

-Un momento Carlos –le dijo Angel de pronto. También sacó de su morral sus propios dibujos.- Muéstrale a Andrea. Eduardo, te vienes conmigo. Considero que así será más fácil.

Entonces se hicieron dos círculos en torno a los dibujos. Daniela, Carlos y Aníbal alrededor de Andrea y Angel y Alejandro alrededor de Eduardo.

-“ Supongo que desea compensar lo de ayer, bueno, eso está muy bien ” –pensó con sorpresa. -Vamos primero con las ramas y luego con las clasificaciones y las divisiones que tienen estas putas arterias –le aviso a un nervioso Eduardo.

Para hacer más difíciles las cosas, comenzó a llover en ese momento. A sus oídos llegaban los truenos a diestra y siniestra.

-Escúchame –le dijo Angel tomándolo por la cara con ambas manos. Como se le hace a un infante a quien se le desea decir algo serio.- Concéntrate. Ignora la lluvia y piensa que esta no tiene poder sobre ti –le dijo mirándolo a los ojos.

-Pero… -Eduardo estaba visiblemente asustado.

-Pero nada. Concéntrate en esto y verás que es fácil, además, la lluvia no tiene poder sobre ti Eduardo –le repitió en voz baja. El tono casi no parecía el suyo. Eduardo asintió más relajado y aliviado.- ¿Estamos bien? –le pregunto con seguridad. Eduardo asintió de nuevo.

-¿Qué le hiciste? –preguntó un muy sorprendido Alejandro.

-Se hablar con los niños –le respondió Angel sin importarle mucho lo ofendido que se iba a sentir Eduardo.

-¡Oye!

-Cállate… eres aún un adolescente y lo sabes –le recordó Angel con severidad.- Ahora concéntrate. Vamos a comenzar con la arteria renal y de ahí, viajaremos hacia abajo hasta llegar a las genitales –le señalo una arteria en un dibujo.

Y entre ambos adultos le mostraros esquemas y dibujos para mostrarle lo que debía aprender de una forma apresurada.

-El sábado cuando estábamos en casa de Carlos ustedes dijeron que todo estaba bien aprendido –les regaño una muy disgustada Daniela media hora después.

-Yo si me lo sé, pero no al nivel de responder un interrogatorio que se base solo en eso –se defendió Andrea apenada.

-Créeme, este interrogatorio no solo será sobre eso –le aseguró Aníbal.- El grupo del cual se encargó este profesor el lunes, pues… solo diré que diez personas salieron llorando con desesperación. Hombres incluidos –añadió con una mueca.

Estaban a la entrada esperando a ser llamados uno por uno.

-¿Piensas que es correcto esto que hacemos? –le pregunto Rojas desde su asiento. Miraba nerviosamente por la ventanilla del auto hacia la entrada de la escuela de medicina.- Si nos ve… podría denunciarnos por acoso.

-Claro. Hay que mantenerlo vigilado –le replico Ramírez.- Pero creo que aquí perdemos el tiempo. Dudo mucho que se mueva en un par de horas. Debe presentar un examen importante y no se irá en todo el día- añadió encendiendo el motor.- Vamos a nuestra cita de hoy.

-Es un milagro que aún no se haya dado cuenta de que lo seguimos desde hace un par de días –comento Rojas.- El viernes cuando fue a la oficina… casi se da cuenta de que nosotros estábamos llegando.

-No se dio cuenta –le aseguró Ramírez.- Llegamos con suficiente tiempo de sobra y él ni lo notó. Iba muy ocupado en su mundo perfecto y controlado. Parece ser que es un déspota a quien le gusta controlar todo.

-Sí pero… eso solo fue suerte –le contradijo Rojas.- Recuerda lo que dijo El Jefe: necesitamos algo con suficiente peso para detenerlo. No debe quedar ninguna duda al respecto.

-¡LO SÉ! –grito Ramírez dando un frenazo.- ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no sé que mi reputación, mi empleo y mi juicio no están siendo probados?

-Lo estas tomando muy personal –contraatacó Rojas sin ceder terreno.- Mi juicio, reputación y empleo también penden de un hilo. Al menos tú tienes trayectoria y contactos. Yo soy un novato que debe soportar el peso de esa realidad –le gruño molesto. Detrás de ellos, un claxon comenzaba a sonar.- Si pierdo esto, lo perderé todo –le recordó.

-Esa equivocación nos está saliendo caro –gruño Ramírez comenzando a moverse de nuevo.- El Jefe no está nada contento y su amenaza es real. Espero que esta cita nos de la confirmación que buscamos.

La declaración que el sospechoso dio el pasado viernes vino con un par de cosas extras. Por un lado, la confirmación de que, de ser cierta la teoría de Rojas, quizá eran dos secuestradores en lugar de uno. Ya tenían algunas sospechas sobre ello, pero era una conjetura descabellada a los ojos de Ramírez. Sin embargo, las coartadas del sospechoso eran en extremo solidas para decir, por ahora, que era el culpable. Sin embargo, de ser cierto que eran dos personas, el segundo sospechoso era el tal Raúl. Por desgracia, también estaba desaparecido. La última vez que fue visto por alguien ocurrió casi dos años antes en un local de comida rápida en donde el pago fue hecho por medio de una tarjeta. Después de ahí, el tipo se esfumó como el vapor que salía del agua hirviendo.

La estrategia era clara: encontrar a Raúl e interrogarlo. Pero ni su madre estaba enterada de su paradero. Perdido como estaba, era imposible encontrar una declaración de él. Pero, para Ramírez, la insistencia siempre se había visto recompensada. Se dirigían, entonces, a casa de la madre de Raúl con la misión de encontrar algo nuevo, por muy remoto y descabellado que pudiera ser.

Rojas observaba el expediente personal de Raúl.

-¿Cómo alguien puede desaparecer en un mundo donde la tecnología está por todos lados vigilando? –preguntó con un desagradable tono.

-En este país puedes irte a un lugar lejos y solitario muy fácilmente –respondió Ramírez en tono neutro.- Quizá está muerto y no fue identificado en la morgue. Quizá fue secuestrado después de Fabiana y por eso ella no lo identificó. O quizá esta por ahí viviendo su vida tranquilamente alejado de todo.

-¿Incluso de su propia madre? –cuestionó Rojas.- Sabemos que no se llevaban muy bien en los últimos años. Pero de ahí a irse sin dejar rastro y dejar a la pobre mujer en una lucha perpetua… no, eso no es algo que un buen hijo hace.

-Cuando eres hijo de una madre controladora y castradora como esa mujer, la perspectiva de alejarte de ella no suena nada mal –argumentó Ramírez.- Sigo pensando que fue por su culpa la desaparición de su hijo.

-Eso no le excusa. A mi parecer, si esa es la razón de irse, significa que es un cobarde –gruño Rojas molesto.

-Siempre lo fue –le recordó Ramírez haciendo un ademan con su cabeza señalando el expediente.- Tenemos varios testimonios que lo dicen. Solo fue admitido en “el grupo” porque Angel estaba con ellos y pues, ya que era el eslabón más bajo de la cadena social, toda la atención se fue hacia este. Pero cuando se fue, Raúl pago todas las consecuencias de eso. Un niño sobreprotegido por la madre, bastante enfermizo y cobarde. Mala combinación compañero.

-Los otros lo cazaron como una manada de lobos a un pobre e indefenso ciervo –comento Rojas.- Mala cosa. ¿Piensas que… ambos se encontraron en algún punto y decidieron hacer todo esto?

Ramírez no respondió inmediatamente. Siguió conduciendo durante un rato antes de decir algo.

-Últimamente, lo que yo pienso no tiene importancia –respondió reflexivo.- Pero viendo que tú teoría de un segundo secuestrador era más cierta de lo que yo mismo pensaba, diría que las únicas dos personas con suficientes motivos para hacer algo eran Angel y Raúl. Fueron ellos dos los únicos que sufrieron las burlas y maldades de los otros. Además, tenemos el testimonio de Angel y él nos dijo que Raúl intentó ser su amigo desde un principio, pero cambio de opinión al ser aceptado en “el grupo” y lo dejó de lado ignorándolo.

-A su modo, también era un marginado.

-Lo fue después. Cuando Angel ya no estaba para ser el blanco de todo.

-Si eso me llegase a pasar –comento Rojas,- culparía también a quien se fue huyendo y dejándome solo.

-Exacto –concedió Ramírez mirándolo con una sonrisa amarga. Parecía que le costaba decir lo siguiente en su conversación- ¿Y si Angel resulta ser, realmente, el último de la lista? – la preocupación era notoria en su voz.

-Estamos yendo en círculos –se quejo Rojas.- Esa conclusión ya la tuvimos hace tiempo. Es por eso que tenemos este plan.

-Lo sé… lo recuerdo –replicó Ramírez.- El problema es que estamos pensando las cosas de nuevo. Siento que estoy perdiendo el tiempo con todas mis conclusiones y que, al final, cuando las cosas se revelen, los resultados serán los más absurdos posibles. Para cuando veamos la verdad de todo, ésta nos estará golpeando en las narices y será demasiado tarde –añadió con amargura.

-No quiero llegar a ese punto –le aseguró Rojas.

-Yo tampoco –gruño Ramírez.- Bueno, ya casi llegamos. A ver si la madre de Raúl nos da la información que estamos buscando.

-Entonces… ¿no como les fue? –preguntó Dani con curiosidad y preocupación.

-Bien –respondió Eduardo ausente. Miraba al vacio con los ojos muy abiertos.

El grupo fue dividido por el profesor. Al llamarlos, llamo a cuatro de ellos. Primero interrogo al mismo tiempo a Angel junto a Eduardo y luego a Alejandro junto a otro compañero llamado Renato Villacres. Angel y Eduardo respondieron todo lo mejor posible y luego, al salir, vieron como Alejandro y Renato se colocaban en los banquitos que los otros dos habían estado usando antes. Ahora, se encontraban rodeados de un montón de otras personas mirándolos fijamente. Dani, Carlos y Aníbal ya habían sido interrogados. Del grupo, solo Andrea quedaba y ella seria interrogada junto a Alexandra.

-Respondió todo sin problemas –comentó Angel a una preocupada Daniela.- Pero aún está en shock. Creo que lo dejó agotado mentalmente al hacerle semejante cantidad de preguntas. El profesor se encargó de hacerle recordar todo lo que sabía. Diría que aprobó con buena nota –añadió tomando a Eduardo por el brazo y casi arrastrándolo entre la gente. Los otros iban detrás de ellos dos.- Lo que más deseo en este momento es ir a dormir antes de la clase de la tarde. Pero primero, Eduardo necesita tomar un respiro de todo y este montón de personas no lo dejan.

Logró moverlo pese a la cantidad de personas y lo llevó fuera del edificio, al patio interno que estaba en la planta baja de la escuela. Ahí, se sentaron alrededor de una mesa de piedra. Dani, Aníbal, Angel y Eduardo se quedaron un segundo en silencio, respirando con alivio. Carlos, en cambio, se quedo arriba acompañando a Andrea hasta que esta entrara a ser interrogada.

Angel miraba hacia el cielo gris, el cual amenazaba con comenzar a llover de nuevo, pensando un poco.

Se sentía cansado debido a los acontecimientos del día anterior. El no haber dormido en toda la noche le estaba pasando factura. Pero, por otro lado, le extrañaba el hecho de estar tan cansado solo por una noche en vela. Andrés le había dicho que no estaba acostumbrado, pero… eso no era excusa. Durante su preparación bajo la tutela de Sarutoshi, él, Angel, había sido adiestrado para resistir días sin dormir y que eso no ocasionara ningún problema para sus energías. Gracias a un largo y riguroso entrenamiento, logró conseguir estar hasta cuatro días y medio sin dormir y que ello no representara ningún impedimento para su mente (la falta prolongada de sueño ocasionaba alucinaciones) ni para su cuerpo, pero ahora… ¿solo una noche y siente tal cantidad de cansancio? Eso no estaba nada bien.

-“ La falta de práctica esta oxidando mis habilidades ” –pensó con amargura y decepción.- “ Si Sarutoshi me ve así, seguramente se molesta y decepciona por mi debilidad. Qué vergüenza ” –se dice a si mismo irritado.

A su lado, Eduardo lanza un quejido que lo saca de su ensimismamiento. Un rayo les advierte que comenzara a llover de nuevo.

-¿Podríamos movernos de aquí por favor? –pide el chico en voz baja.

Todos se levantan al mismo tiempo, tomando cada uno sus cosas. El lugar en donde estaban no era techado y por ende, si llueve, lógicamente se van  a mojar.

-Eduardo… -comenzó a decir Aníbal luego de que se sentaran en otro lugar, bajo la seguridad de un techo,- ¿por qué…? ¿Por qué no te gusta la lluvia? –pregunto con recelo.

Eduardo lo miró unos segundos antes de responder. Quizá dudando si hacerlo o no.

-Mi mamá murió en un accidente de tránsito durante una tormenta muy similar a la del lunes –respondió con lentitud. Su semblante denotaba una gran tristeza.- Yo tenía siete años cuando llegaron a casa con la noticia. Recuerdo perfectamente que esa noche los truenos estaban particularmente ruidosos -miraba al vacio recordando aquello.

Daniela se tapó la boca con las manos, horrorizada. Aníbal lo miró con vergüenza ya que fue él quien le hizo una pregunta que, se notaba, era difícil de responder. Angel solo observaba todo pensando que si las cosas se salían de control, intervendría. Él ya sabía las causas del temor de Eduardo, pero eso era un secreto. Debía fingir sorpresa y entendimiento ante Eduardo.

-Eso explica mucho –comentó Angel colocando su mano en el hombro de Eduardo.- Pero, te repito lo que te dije antes: la lluvia no tiene poder sobre ti. Duele mucho perder a una madre, eso lo sé yo –añadió con una sonrisa amarga,- pero, si encontramos la fuerza dentro de nosotros, podemos acostumbrarnos a la idea de la perdida y continuar con nuestras vidas mientras recordamos con cariño a esa persona que ya no está con nosotros.

-¿Tú mamá… también está muerta? –le pregunto Dani con extrañeza.

-No. Mi abuela –aclaró Angel.- Ella fue mi segunda madre. Murió unos meses después de que yo ingresé aquí la primera vez.

-¿Es doloroso verdad? Perder a esa persona que se quiere mucho –comento Eduardo. Sus ojos comenzaron a brillar por las lagrimas.- Pero, como bien dices, hay que acostumbrarse –se limpio los ojos y sonrió como siempre hacia. -Mi mamá era una mujer risueña. Siempre tenía una sonría en su rostro a pesar de las cosas, por esa razón yo soy así. Me gusta pensar que eso la haría muy feliz ¿verdad? -levantó la mirada con una enorme sonrisa.

-Así es –le respondió Angel con una sonrisa amable.

-A ella le gustaría eso –concedió Aníbal sonriendo también.

-Y estaría muy orgullosa si viera que estas cumpliendo tu sueño –le comento Dani con un golpecito en el hombro.

En ese momento, Carlos, Alejandro y Andrea se acercaban a ellos.

-¿Qué ocurre? –preguntó Carlos al ver el ambiente algo triste. Se sentó entre Angel y Aníbal. Alejandro y Andrea hicieron lo mismo.

-Les conté lo de mi mamá –le respondió Eduardo.

-¡Ah! –exclamó Carlos.

-¿Ya lo sabías? –le preguntó Aníbal. Carlos asintió. Andrea y Alejandro miraban sin entender.- ¿Puedo…? –le pregunto a Eduardo quien dijo un “si” muy bajo. Aníbal procedió a decirlo.

-Ahora entiendo lo que dijiste el lunes sobre perdidas y tormentas –comento Andrea mirándolo con simpatía. Eduardo sonreía con vergüenza.

-Bueno… -intervino Angel aclarando su garganta- creo que deberíamos ir a comer. Me muero de hambre –añadió levantándose.

-Mataste el momento –le reprocho Dani negando con la cabeza.

-A Eduardo no le importa, ¿verdad amiguito? –le preguntó con complicidad alborotando sus cabellos.

-No… vamos, que yo también tengo hambre –respondo él levantándose también.

La sala de esa casa parecía una mezcla de tienda de antigüedades y jardín botánico. Jarrones, de porcelana, de vidrio, de cerámica, y de barro, junto a un montón de mesitas, de madera y de vidrio, también taburetes, masetas con todo tipo de plantas se observaban por doquier. Ramírez debió tener mucho cuidado al entrar ya que temía que su prominente barriga se llevara por accidente alguno de esos adornos que se notaban caros y exóticos. Ni el sueldo de todo el año alcanzaría para pagar alguna de esas cosas si las rompía por accidente. Fue acompañado, junto a Rojas, por una muchacha en uniforme de servicio hasta un sofá de madera antigua. La muchacha les dijo a ambos que esperaran un momento mientras llamaba a su señora quien en ese momento estaba reposando en su habitación. Rojas estaba observando un jarrón de cerámica, en relieve decorado con unas rosas carmesí, bastante llamativo.

-¿Le gusta? –dijo una voz de mujer al otro lado de la habitación.- Mi ex esposo me lo regalo cuando cumplimos un año de casados –explico sin que nadie le preguntara.- Ahora solo lo poseo como el recuerdo de una mejor época.

Baja y regordeta, con cabellos castaños y ojos cafés, Teresa Vielma, los miraba con un águila a punto de bajar en picada a punto de cazar un conejo que correteaba en el suelo.

-Buenos días señora –le saludo Ramírez levantándose. Rojas hizo lo mismo.

-Buenos días señora –repitió.

-¿Encontraron información nueva de mi hijo? –pregunto la mujer sin responderles el saludo. Caminaba con premura y agilidad entre las mesitas y taburetes. Su piyama color beige ondeaba en el aire por la rapidez de sus pasos.

-No señora –respondió Rojas. La mujer se detuvo en seco. Los miraba con decepción y molestia a partes iguales.

-¿Entonces a que han venido? –preguntó sin rodeos. Dio los últimos pasos que la separaban del sofá enfrente de ellos y se sentó con las piernas cruzadas. Los miraba fijamente.

Ramírez se aclaró la garganta sentándose. A su lado, Rojas también lo hacía.

-Requerimos información señora –comenzó explicando.- Una muy… delicada información sobre su hijo.

-Soy toda oídos –replicó la mujer sin dejar de mirarlos.

-Necesitamos una foto –dijo Rojas.- La foto que se tomaron el día de la graduación. Esa donde salen todos los niños de esa promoción.

-Lo siento, pero no puedo dárselas –respondió ella sin delicadezas.- Desapareció el mismo día en que mi hijo lo hizo. Ahí –señalo la pared de la derecha. Se veía un enorme cuadro con una mujer medio desnuda pintada sobre una concha de ostra,- estaba la foto enmarcada hasta que mi hijo se la llevó. Esa es una réplica del Nacimiento de Venus, por si no la conocen. De Sandro Botticelli –añadió con superioridad.

-Conocemos la pintura –replicó Ramírez intentando que no se notara lo ofendido que se sentía porque alguien lo viera como un ignorante cualquiera.- Entonces… la foto ¿está segura que fue su hijo quien se la llevó?

-Por supuesto –respondió la mujer con seguridad.- Me dejó una nota.

-Eso no lo comentó la última vez que hablamos –observó Rojas mirando su libreta de anotaciones.- Nos dijo que él se fue solo con algo de ropa. Un dato como ese, era importante señora –le dijo con reproche.

-No me pareció que fuese relevante –replicó la mujer sin dejarse intimidar.- Esa foto era suya después de todo, así que desde mi punto de vista, no fue nada malo que se lo llevara. Odiaba esa foto. Decía que le recordaba un tiempo muy malo en su vida –añadió pensativa.

-Hablando de eso –comenzó Ramírez,- ¿Qué tanto sabe sobre lo que ocurrió en aquella época?

-Que él fue un buen chico que intentaba sobrevivir –respondió. La respuesta fue rápida y con un gran grado de justificación.

-¿Solo eso? –insistió Rojas.

-Hizo lo que tenía que hacer para evitar inconvenientes –la excusa no sonaba muy convincente.- Yo lo apoyaba en todo y le decía que no le llevara la contraria a los chicos más fuertes que él. Debo admitir, con mucha vergüenza, que mi hijo nunca sobresalió en nada. Estudiante promedio, inteligencia promedio, totalmente cobarde, tímido e introvertido. Nunca logró nada que fuese de utilidad en su vida. No me miren así –le reprocho ella al ver la expresión de los dos policías,- solo digo la verdad. Él venía llorando por las cosas que otros hacían. Tenía un enorme remordimiento todos los días por no hacer nada, tampoco era que lo intentara realmente.

-Según la información de un testigo, su hijo fue amenazado por otros –dijo Rojas.

-Y esa amenaza fue cumplida –admitió la mujer.- Cuando el otro niño se fue, mi hijo se transformó en el blanco de las burlas y los castigos por parte de sus compañeros de clase. Si antes llegaba llorando por el remordimiento, luego de eso llegaba llorando por el dolor de los golpes. Yo intente ir y hablar con sus profesores, e incluso con el mismo director del liceo, pero como los involucrados eran hijos de las personas más influyentes ahí, no hicieron mucho.

-¿Por qué no intentó retirarlo? –preguntó Ramírez.

-Tenía la absurda idea de que, quizá, esas experiencias iban a inyectarle algo de valor y convicción –respondió la mujer.- Pero me equivoqué totalmente. Lo único que eso hizo fue incrementar su cobardía a niveles que yo misma no podía creer. Además, por aquella época, los problemas matrimoniales con mi ex esposo estaban a la orden del día. Digamos que estuve muy inmersa en mis propios problemas como para ver los de mi hijo –añadió avergonzada. Un leve rubor se vio en sus pómulos.- Debido a eso, mi hijo terminó destruido mentalmente. Al final de su adolescencia, no quería salir de su habitación ni relacionarse con nadie. Tuvimos que internarlo casi dos años en un hospital psiquiátrico.

-Eso ya lo sabíamos, pero la ultima vez, usted no nos dijo las causas –le comento Ramírez.

-Estaba avergonzada oficial Ramírez –dijo ella con el rubor extendiéndose por toda la cara.- No quería admitirlo delante de nadie.

-¿Y que la hizo cambiar de opinión? –le pregunto Ramírez.

-La foto. Esa pregunta sobre la foto –respondió ella mirando hacia el punto en la pared donde antes estaba.- Si vienen preguntando sobre algo así, es porque sospechan de alguien. Según recuerdo, ustedes me dijeron que Fabiana había dicho que en la habitación donde estuvo recluida, estaba la dichosa foto de graduación con personas marcadas, algunos desaparecidos y otros encontrados y posiblemente a punto de ser secuestrados.

-¿Entonces porque no nos dijo en ese momento que su hijo se había llevado la foto? –preguntó Ramírez molesto.- Esa información iba a ser fundamental para nuestra investigación.

-Porque, me negaba a creer que mi hijo fuese el secuestrador –dijo ella roja como un tomate.- ¡Mi pequeño no puede ser un asesino! –se tapo la cara con las manos.

-Señora… esa información pudo ser importante en aquel momento –le reprocho Rojas.- Si su hijo es el culpable, y usted lo sospecha, debe informarle al agente Ramírez o a mi persona.

-No importa –le contradijo Ramírez. Se levanto del sofá.- Gracias por toda la información que nos dio hoy. No olvidaremos que, a pesar de su dolor, ayudó lo mejor posible.

Ya en el auto, ambos policías hablaban sobre lo que acababa de ocurrir. Dejaron a la mujer inquieta y deseosa de información. Antes de irse, le prometieron que, si llegasen a tener noticias sobre Raúl, ella seria informada inmediatamente.

-¡Maldita sea! –grito Ramírez golpeando el volante con el puño.- ¡Maldita sea! Nunca en mi vida me había equivocado tanto.

-¡Esta mujer nos ha tomado el pelo! –declaró Rojas.- ¿Cómo pudo omitir semejante información?

-Es una madre desesperada protegiendo a su hijo –gruñó Ramírez encendiendo el auto.- O al menos eso cree. Faltó poco para que la detuviera por obstrucción a la justicia. Pero… solo está asustada. Lo peor del caso es que Angel tenía razón al decir que Raúl podía ser el verdadero culpable. Pero… ¿y si son los dos? Quizá pueda estar traicionándolo –insistió más para convérsense a si mismo que a Rojas a su lado.

-Hablemos con él de nuevo –propuso Rojas.- Vamos a ver si él también tiene o no la foto.

-Mañana… hoy no tengo energías para lidiar con ese imbécil –gruñó Ramírez furioso.- Ni siquiera quiero seguirlo hoy. Vamos a la oficina a poner nuestros asuntos en orden. Evitemos hablar con El Jefe sobre lo que nos dijeron hoy.

Rojas asintió con la cabeza dándole la razón.

Ninguno de los dos policías lo sabían en ese momento, pero ellos también estaban siendo seguidos.

Raúl Enrique Albornoz Vielma miraba con una enorme sonrisa como el auto de ambos policías se alejaba de su antigua casa.

Sentado cómodamente en un auto negro estacionado a unos pocos metros de la casa en donde su infancia fue un infierno, miraba la fachada preguntándose si era prudente entrar y sorprender a su madre.

-Quizá hasta le podría dar un infarto de la impresión –se dijo con júbilo. La sonrisa maléfica no abandonaba su rostro.- Pero no, eso no está en nuestros planes. Ella tiene que estar viva el tiempo suficiente. Lo que tengo que hacer es informar a mi querido socio –tomó el móvil e hizo la llamada. Diez segundos después, le respondieron.- Hola –saludo alegremente.

-¿Qué pasa? –le pregunto su interlocutor.- Sabes que no debes llamarme a menos que sea estrictamente necesario.

-Lo sé –refunfuño Raúl.- Pero esto es importante. Tengo dos cosas que informarte. Primero; están siguiendo a nuestro último objetivo. Lo mantienen vigilado.

- No me sorprende. Eso forma parte de nuestro plan –replicó el otro sin sorprenderse ante la información. -¿Qué más quieres decirme?

-Segundo; están saliendo de mi hermosa y ricamente decorada casa familiar –respondió Raúl en tono meloso.- La puta de mi madre les habló sobre la foto –miró de reojo el equipo de vigilancia en el asiento del copiloto.- Dulce tecnología que nos permite escuchar conversaciones a metros de distancia.

- Interesante. Ya era hora de que fuesen de nuevo ahí –dijo el otro.- Nuestro último objetivo está siendo tratado como sospechoso y eso es algo que nos conviene a ambos. Sigue vigilando, pero por favor, no dejes que tus emociones te controlen. Seguramente pensaste en ir a visitar a la puta de tu madre ¿verdad?

-A veces parece que me lees la mente –comento Raúl riendo.- Si, pensé en hacerlo, pero no vale la pena. Cuando me fui de este inmundo lugar me hice la promesa de no entrar nunca más de nuevo en esa casa. Esa puta solo hizo que mi vida fuese más difícil, y luego, cuando las cosas se pusieron más difíciles aún, me internó en ese asqueroso hospital en un intento de curarme, cuando fue ella quien no me hizo el menor caso. Gracias a ti fue que logre salir sin problemas, pero… ella merece ser castigada.

- Lo cual haremos en su debido momento y bajo ciertas circunstancias –le recordó el otro.- Pero por ahora, sigue vigilando. Hasta ahora, esos dos policías han hecho las cosas que nosotros previmos, pero siempre existe la posibilidad de que se salgan del camino. Es por eso que hay que mantenerlos bajo vigilancia. Es divertido verlos correr en su patético intento de justicia –añadió con burla.

-Esa justicia ya la hicimos nosotros jefe. Todos esos infelices pagaron sus deudas –comento Raúl sonriendo. –Pero aún falta una última masacre y dos víctimas. Queda camino por recorrer.

- Y si las cosas surgen como están planeadas, no te queda mucho tiempo para actuar –le recordó el otro.

-Tranquilo. Llegado el momento, yo haré lo que debo hacer –le prometió Raúl.

- Lo sé… lo sabemos… todo, todo esto, está milimétricamente calculado mi querido Raúl –le dijo con sinceridad.

-Es tú plan después de todo.

- Pero eres tú quien va a llevarlo a cabo –le recordó el hombre al otro lado de la línea.

-Llegado el momento, no va a importar que mantengan vigilado a Angel, él va a ser mío –lo dijo con seguridad.- Y podre divertirme con él todo lo que deseo.

- Debes tener cuidado. Esos dos amigos, los tipos que viven con él, son extremadamente peligrosos –le dijo.- Sobre todo Andrés, si te metes con él, no saldrás ileso, quizá ni siquiera salgas vivo de esa confrontación – le advirtió .- Y no te pienses que el otro, Víctor, es alguien a quien debas subestimar, ese también sabe cómo defenderse y quiere a Angel de una forma irracional. No dudaría en matarte si siente que vas a joder a su querido “Raba” – le recordó con seriedad .- Angel encontró en esos dos los amigos y hermanos que tanto deseaba en nuestro tiempo de estudio. Debemos aprovechar una oportunidad en donde ellos no puedan hacer nada para ayudarlo – ordenó.

-Lo sé… esa… es la razón de mi quietud –replicó Raúl.- Pero se viene el verano, quizá las cosas se pongan interesantes ahí…

- No, no podrás este verano –le contradijo el otro.- Sería contraproducente. Hay que esperar más tiempo o de lo contrario, nuestro plan se verá afectado. Sé que tienes ganas de torturarlo, pero, por ahora tendrás que esperar –la orden llegó sin muchos ánimos por parte de Raúl.

-Si tú lo ordenas… -fue lo único que le respondió, con una mueca de frustración en su rostro.

- Adiós Raúl. Espero que no tengas la necesidad de llamarme de nuevo –se despidió el otro cortando la comunicación.

-Cuando los jefes ordenan, los empleados deben obedecer –se dijo Raúl encendiendo el auto tranquilamente.- Te has salvado por un pelito madre, pero no tendrás la misma suerte indefinidamente. Ya arreglaré cuentas contigo más adelante zorra infeliz.

El sonido del motor llamó la atención de un perro que se paseaba por ahí en ese momento, pero nadie más notó el auto negro que comenzaba la marcha hacia un destino especifico.