Una historia interesante 30

El dolor de la pérdida es de las cosas mas difíciles que existen. ¿En que momento debemos dejar de sentirnos mal ante la pérdida de un ser amado? Espero les guste. Dedicado a alguien que quiero con toda el alma y afortunadamente está a mi alcance, a pesar de la distancia.

-¡Wao! De verdad es que… ¡wao! – exclama él con asombro.- Acontecimientos vividos durante todo el día… lo único interesante que te pasó hoy en tu facultad, desde mi punto de vista, Angel, fue el incidente con el imbécil de Diego, le has demostrado que su voluntad puede ser igualada, eso es importante. Luego… lo de ese niño… -añade antes de morder el postre de fresa. El otro ya se lo ha comido durante el relato de nosotros.

A pesar de ser casi las dos de la mañana, nos encontrábamos en su habitación bien despiertos. Los tres formando un triangulo, sentados con las piernas cruzadas sobre la cama. La habitación tan iluminada como si fuese de día y aún así, la madrugada nos rodea, fría.

-Y bueno… aún queda la última parte… -dice Raba con nerviosismo.- Vito… -me mira un segundo.

-Cuéntale –le digo todavía un poco conmocionado. Lo de esta tarde, aún hace mella en mi estado de ánimo.

-Pero… para contarle una cosa, hay que contarle otra… ¿eso deseas? –Me pregunta Raba levantando las cejas.-Debes comenzar por el principio para que entienda lo que deseas decirle.

-Tienes razón… como siempre Raba… -le digo reflexionando sobre esas palabras. -Entonces digamos que voy a igualar la balanza Andrés. Si yo sé el origen de la amistad de ustedes, es justo que tú sepas el origen de la nuestra y las razones del porque comenzó con odio y resentimiento de mi parte –le digo con calma y tranquilidad, a pesar de temblar ligeramente.

Él, Andrés, nos está mirando con una inesperada curiosidad.

-Entiendes que… nosotros… ya sabes –intenta decirle Raba.

-Lo sé –responde él asintiendo.- Tienen derecho a sus propios secretos.

-Bien… Samuel… -comencé a decirle yo.- Él y yo fuimos unidos. Muy unidos. Tanto o más como Raba y tú o Raba y yo. Como ustedes, nos conocimos gracias a nuestros padres.

Pero antes de continuar quiero que sepas algo, si tú, quien lee estas líneas…

Es mi turno de aportar en esta historia. Seguramente estas pensando “¿Qué ocurre?” Pues te diré que el autor decidió usarme a mí para esta parte de la historia. Mi historia…

Pero antes de que yo le cuente mi historia a él y al mismo tiempo a ti, quien lee estas líneas, diré que me reservo el derecho de omisión. No lo voy a contar todo porque no es el momento. Sabemos que el autor es un bicho raro, y lo digo con bases. Esto ni siquiera formaba parte del plan original, pero le vino un golpe de inspiración y pues… aquí estoy yo, Víctor Adrian, contándote una historia que es sumamente íntima y un poco traumática. Valora la información que te doy y disfruta mientras yo expongo mi vida ante ti porque va a pasar muchísimo tiempo antes de que yo abra mi corazón de nuevo para ti, quien lee estas líneas…

Has silencio… o no, si quieres escucha tu música favorita mientras me lees, pero, eso si, por favor presta atención…

El final del capítulo anterior fue extraño ¿verdad? Casi como… fuera de lugar. Pero no… en esta historia todo tiene una razón y un porqué y muy pronto lo verás. Quizá no en este capítulo, porque, te repito, solo voy a enfocarme en un mínimo fragmento de mi vida, pero si se verá en capítulos venideros.

Entonces… ¿Dónde me quede? ¡Claro! Ya lo recuerdo… a veces mi memoria me juega bromas… algo que considero útil dado que hay muchas cosas que deseo olvidar, pero esas son precisamente las cosas que no puedo borrar.

Retomemos.

-Bien… Samuel… -comencé a decirle yo, de nuevo.- Él y yo fuimos unidos. Muy unidos. Tanto o más como Raba y tú o Raba y yo. Como ustedes, nos conocimos gracias a nuestros padres. Ellos fueron amigos desde la universidad. Mi… papá se hizo amigo de su papá y mi mamá, se hizo amiga de su papá… luego su mamá entró al grupo solo porque mi papá la vio por accidente durante un paseo.

Si te ha confundido el casi trabalenguas que he dicho, léelo de nuevo y verás que no es tan complicado. Es fundamental que lo entiendas porque ésta es la base, el origen, de toda mi vida, ya que desde ese punto se comenzó a tejer el hilo de mi existencia.

-Chocaron, mi papá y ella chocaron por accidente y de ahí comenzó todo. Ella se integró al grupo –le aclaré yo. Él asintió entendiendo.- Entonces, ellos cuatro se hicieron amigos, estuvieron los primeros dos años inseparables y pues… en una época donde los jóvenes adultos son bastante libertinos, ocurrieron cosas intimas… muuuuy intimas –hago énfasis en esto porque es importante que lo entiendas mientras me lees.

No me mires con esa cara tan sorprendida porque en esta historia ya se han descritos cosas que no se verían muy bien por cierto tipo de persona (santurrones mojigatos), así que… sabes que terreno estas pisando al entrar aquí. Los heterosexuales también tenemos nuestras perversiones, solo que en los homosexuales eso se ve y se critica más. La gente es imbécil ¿no crees lector?

En fin… continúo.

-El padre de Samuel era… fue… no, mejor; es… un usuario activo de la marihuana y se encargó de que sus tres mejores amigos entraran en ese mundo –Él me mira y sonríe, entendiendo esas palabras y entendiendo algunas cosas. Dichas cosas no se pueden explicar en este momento porque se llevarían mas paginas de las auto-impuestas por el autor (si no te has dado cuenta, él intenta crear relatos más cortos para que no sean tan pesados de leer. Fíjate y te darás cuenta que los últimos relatos son continuación directa de los anteriores).- Entonces… durante esos viajes con la marihuana, nació el amor. Un amor “limpio” ya que era puro y sin segundas intensiones, pero un poco llevado por sustancias psicotrópicas…

“Poco antes de graduarse y, sin que nadie se explicara cómo no ocurrió antes, dada la actividad sexual de ambas parejas, las dos mujeres quedaron embarazadas casi al mismo tiempo –le digo y él levanta las cejas sorprendido. Creo que eso es lo único que él hace para dar a entender su asombro. Yo no sé cómo leerlo al mismo nivel de Raba.- Entonces –continúe,- el cuarteto acordó que debían enfocarse en crear una estabilidad económica para sus futuros retoños.

Muy responsable de su parte ¿no crees?

-Bueno, dicho eso, fundaron una sociedad poco tiempo después de graduarse –explique yo. Raba me miraba atentamente como si nunca le hubiese contado nada. Sostenía una taza con chocolate caliente. Más chocolate. No entiendo cómo puede consumirlo tanto sin aburrirse o vomitar. La excusa para eso fue el aguacero que nos cayó encima al llegar a casa. Comenzó a llover unos segundos después de que Sofía nos hiciera una peculiar y curiosa llamada. Apenas llegamos y salimos del auto, nos empapamos. Por eso estábamos en piyama sobre la cama de él. Pero eso es tema para dentro de un rato. Lo importante de este momento es lo que le estoy contando a Andrés y, en el proceso, a ti, querido lector.- Durante la firma de un notario, para legalizar la sociedad, Samuel decidió nacer y pues, los cuatro fueron a parar a un hospital vestidos de forma muy formal para la ocasión.

-Un momento –me interrumpes con inesperada amabilidad.- ¿De dónde sacaron el dinero para mantenerse todo ese tiempo?

¿A que tú también te preguntas eso?

-Los abuelos de Samuel tenían algunas propiedades que le heredaron a su único hijo y este vendió una parte y arrendo otra para mantenerse durante la universidad –explico yo.- Como era de buen corazón, asumió el gasto de todos y al final, eran una familia feliz de cuatro. Mi papá era huérfano, mi mamá deseaba serlo y la mamá de Samuel… eso nunca me lo dijeron ni mis padres ni los padres de Samuel. Debería preguntarlo un día de estos.

-Entiendo –dice él.- Bueno, continua.

-Se pone interesante en este punto –comento Raba más alegre de lo que debería estar.

-El caso es que, luego de seis horas de labor de parto, Samuel nace y todo el mundo escuchó su llanto en todo el piso de ese hospital –dije imaginándome algo así. Siempre me pasaba. Imaginaba el llanto de Mi Sael al momento de nacer cuando contaba esa parte de la historia.- Nació a las 11:23 PM. Y al parecer, el llanto de Samuel fue un llamado, porque en ese preciso momento, mi mamá estando en la sala de espera, comenzó a sentir contracciones tan inesperadamente que, la verdad, pensaba que tenía ganas de ir al baño. Pero lo que salió no fue meado, fue líquido amniótico… -él ríe un poco.

Si tienes ganas de reír, hazlo, yo no me molesto. Con lo siguiente, seguro te ríes.

-Entonces con un grito de “¡HE ROTO LA FUENTE!” mi padre se asustó no entendiendo lo que ella decía –añado con algo de vergüenza en la voz.- El pobre estaba buscando vidrios rotos, pues lo único que veía era liquido en medio de las piernas de mamá. Él, no entendiendo, seguía buscando el bendito vidrio. Tardó diez segundos en darse cuenta que la estaba cagando. Cuando mi madre me contó esto, ambos, ella y yo nos reímos muchísimo a su costa. Él solo miraba hacia otro lado. Samuel y sus padres también reían con ganas.

“Cuatro exactas horas después, mis gritos resonaban en todo el hospital (palabras de mis padres). Hora del nacimiento: 03:23 AM. Y bueno… las familias tenían algo más en común, o casi; hijos nacidos con poco tiempo de diferencia –mi voz era algo neutra llegado a ese punto.- Entonces llegó lo que ellos llamaron “la época más rara de sus vidas”. Uno pensaría que la época donde se drogaban y tenían sus relaciones sexuales de dudosa moral seria una época rara, pero no. El nacimiento de sus primogénitos fue lo raro. Montón de bichos raros.

-Pero… eh… ¿estás seguro… de quienes eran tus padres? –me pregunta él con un poco de incomodidad. Raba no pudo evitar soltar una carcajada.

-¡Yo le hice la misma pregunta! –comentó riendo.

¿Tú, lector, también te preguntas lo mismo verdad?

-Ellos también tenían sus dudas, pero… siendo una familia tan unida (en todo sentido), eso no importaba para nada –le respondo.- Samuel y yo crecimos en un departamento con tres habitaciones. Todas llenas con dos personas. Dos de esas parejas follaban como conejos, pero curiosamente, ningún otro niño fue gestado. Ambos éramos hijos únicos y hermanos al mismo tiempo, no por sospechar que fuésemos hijos del mismo padre, si no por que deseábamos ser hermanos y nos comportábamos como tal. ¿Sabes que es lo más curioso?

-Ni idea –me dice él.

-Un miembro de esa joven pareja deseaba poder intimar con el otro huésped de esa habitación –le dije con una mueca entre una sonrisa y un gesto de asco. Él no pudo ocultar su sorpresa. Raba reía con ganas

-¿Samuel era…? –me pregunta.

Yo asiento tranquilamente.

-Lo descubrimos a los nueve años. Él y yo –le aclaro.- Yo le dije que no podíamos por ser hermanos y porque la verdad, me gustaban las niñas de mi colegio y deseaba hacerles “eso que hacían mamá y papá cuando creían que nosotros dormíamos”. ¿Entiendes ahora las enormes similitudes entre Samuel y…? –le hago un gesto con la cabeza señalándole a Raba.- No quiero decir como lo descubrimos, porque Raba se muere por decírtelo –le digo a él mientras mi mirada se posa en Raba.

-Le dio un beso… en la boca –le dijo en un susurro cubriendo su boca de mi. Como si intercambiaran un chisme muy importante.- Y… le dijo que lo quería mucho y deseaba hacer con Vito “eso que hacían mamá y papá cuando creían que nosotros dormíamos”

-El único hombre que me ha besado en la boca y al único que se lo he permitido –recalco.

-¡Oye! Yo te he besado en la mejilla –me reclama Raba. Quizá entendió mal mis palabras.- Tomamos algunas costumbres europeas cuando estábamos por allá.

-Dije en la boca idiota –le recordé yo. Ambos ríen.

-Entiendo –me dice él mirándome.

Raba seguía riendo con ganas.

-Entonces… vino un suceso, un mal suceso –le dije con algo de amargura.- Unos niños mayores golpearon a mi hermano porque él tenía una Game Boy y ellos no. Intentaron robarlo, pero el muy tonto a pesar de ser más pequeño, lo impidió con uñas y dientes. Literalmente, con uñas y dientes… -no pude evitar sentir orgullo por Mi Sael, justo como aquella vez.- El problema es que al día siguiente, llegaron con otros niños y pues, no tuvo tanta suerte. Lo dejaron hecho polvo –la ira me llega al recordarlo lleno de moretones y su ropa rota y sucia. Lloraba al explicar lo que le había pasado.- Cuando eso pasó, nuestras madres fueron y pusieron tal queja e hicieron tal escándalo en la escuela, que esos niños fueron expulsados inmediatamente. Ninguna de ellas estaba conforme. Querían ver sangre. Jamás las había visto tan furiosas como ese día. Mi madre luchaba por Samuel como si fuese su propio hijo. Yo mismo sentía ira y fui a golpear a uno de ellos de un modo salvaje. Casi me expulsan y eso enardeció a nuestras madres aún más.

-¿Y tú dónde estabas cuando eso ocurrió?

Intente quedarme en silencio. En verdad me da vergüenza admitir algo así. Andrés y tú, quien lee esto, podrían juzgarme.

Pero veo la expresión de Raba. Con ella me dice que todo está bien y me da confianza.

-Yo estaba besándome con dos niñas detrás del colegio –admito con ardor en el rostro.- La primera vez que le ocurrió eso, yo confiaba en que los otros dos se quedarían así. Nunca imagine que le caerían tantos encima y pues, estaba muy ocupado con dos niñas detrás del colegio. Samuel me estaba esperando y por eso lo golpearon. Las nalgadas que me dieron por no proteger a mi hermano fueron…

-Entiendo –me interrumpe él con una expresión que se podría traducir como dolor. Andrés podía sentir dolor ¿verdad? Raba me mira y asiente como si me leyera el pensamiento.

-A partir de ahí, me jure a mi mismo proteger a mi hermanito costara lo que costara –le dije yo con valentía en la voz. La misma que use aquella vez cuando se lo prometí esa noche.- Se lo dije mientras ambos estábamos adoloridos, aunque mi dolor era más emocional que físico y el suyo era más físico que emocional. Se podría decir que estábamos en iguales condiciones. Dormimos abrazados toda esa noche.

-Pero… ¿Por qué lo llamaste hermanito? El nació primero –observó él. Nunca se le escapa nada.

-Yo era diez centímetros más alto –le aclare yo.- Mi mamá teorizaba, que esas cuatro horas extras en su vientre me hicieron desarrollarme más y ser más alto. Y según la mamá de Samuel, ya entendía la razón de porque yo nací al escuchar el llanto de su hijo. “Te estaba llamando para que lo protegieras del mundo” me decía. En ese mismo momento, cuando tuvimos esa conversación, nos mostraron una foto de nosotros recién nacidos y estábamos tomándonos de las manos. También dijeron eso cuando descubrieron que él necesitaba anteojos, el tiempo de gestación fue el determinante de todo, decían –y tomando mi móvil, le muestro una foto bastante vieja.

Él la mira y abre mucho los ojos. Mira a Raba y luego la foto un par de veces con rapidez, como intentado confirmarse a sí mismo, casi parece que se le va a desatornillar el cuello.

-¿Ese es Samuel? –pregunta al fin.- Pero si es un clon casi exacto a… -mira a Raba- cuando tenía esa edad. ¡DEMONIOS!

-Lo sé… créeme que cuando yo lo vi por primera vez, pensé que veía un fantasma.

-¡Mierda! Claro… hay ligeras diferencias, pero el parecido es francamente perturbador –comenta él con asombro.

¿Andrés puede sentir asombro? Creo que tendré que preguntar de nuevo que es lo que él puede o no sentir. Pero eso no es tema de este momento.

-No es mi culpa –se defiende Raba.

-Lo sabemos –le decimos él y yo al mismo tiempo.

-Pero… me desvío del tema –guardé de nuevo mi móvil.- A partir de ese momento yo estaba muy pendiente de mi hermanito. Y así crecimos. Once años, doce años y éramos inseparables. Durante ese tiempo el comenzó a llamarme “Vito” de cariño y yo le decía “Sael” de igual forma. Si él le quitó dos letras a mi nombre, yo podía hacer lo mismo –añado riendo con nostalgia, aunque era una nostalgia dolorosa.- Y como también daba la casualidad que teníamos la misma cantidad de letras en los nombres, todo resultó más fácil. Así comenzamos a llamarnos entre nosotros de esa forma y no permitíamos que nadie más interfiriera en eso. Era algo nuestro. Ni siquiera nuestros padres podían llamarnos de esa forma.

Él mira a Raba acusadoramente. Parecía recriminarle que se haya interpuesto entre Samuel y yo al decirme Vito.

-Yo no me interpuse entre ellos –le dice Raba como retándolo.- Se lo que piensas… pero así no pasaron las cosas.

-No he dicho nada –se defendió él medio riendo.

-Sé lo que piensas –le repitió Raba.- Termina de escuchar la historia o más bien parte de ella. Vito te la esta resumiendo solo por ser tú. Yo conozco la versión completa.

-Solo le cuento la versión resumida ya que no quiero aburrirlo –le aclaro yo. Él no puede evitar una carcajada.

¿Te estás riendo lector? Si es así, presta atención porque voy a contar algo delicado.

-Al cumplir trece años, nuestros padres deciden que, como tienen buenas ganancias en su pequeña empresa y además, vienen los cumpleaños, sería bueno irnos de viaje los seis. ¿El destino? Ni ellos mismos sabían… querían una aventura y que sus hijos tuviesen una para celebrar el inicio de la adolescencia.

El rostro de Raba se ensombrece, pues sabía lo que venía a continuación. Él nota la expresión de Raba y me dice:

-Si es muy difícil y personal, no estás obligado a nada.

¿Tú qué opinas lector? ¿Dejo las cosas así o continúo?

Pues… a la mierda tú respuesta. Si estoy aquí es para contar incluso las partes desagradables. Aunque, lamentablemente para ti, voy a omitir las situaciones más perturbadoras porque, como dije antes, esto es un resumen y, si tengo que contar todo, me voy a ir con más paginas de las debidas. ¡¡Hay que respetar límites coño!!

Entonces, retomo mi relato, o como dije antes, mi parte en esta historia… una historia interesante… que nombre tan pretencioso. Deberían preguntarle al autor la razón del porque decidió ese nombre. No es nada del otro mundo y la respuesta es tan simple que se llega a pensar que te está tomando el pelo, pero deberían preguntar… solo digo.

Continuemos.

-Yendo por la autopista, un infeliz que está bajo los efectos del alcohol, nos atropella de frente. Nuestro conductor no puede evitarlo porque el carril de la derecha está ocupado por otro vehículo, atrapándonos para el impacto –comienzo a contar la historia. –Sael no tiene el cinturón porque está sentado entre los asientos delanteros, de espaldas al parabrisas, para poder hablar conmigo, yo si lo tengo porque es la norma, al igual que el conductor y la mujer en el asiento trasero junto a nosotros. Cuando fui consciente de mi mismo, tres personas han desaparecido del coche. Una mujer herida al lado mío y un hombre también herido enfrente de mí. Pero el hombre que estaba de copiloto y la mujer que estaba en sus piernas, cantando unos segundos antes del choque, fueron despedidos del auto junto a un niño de trece años. Ellos tampoco tenían cinturón ya que al ser dos, les incomodaba. Nuestra familia perfecta, unida y amada, rota en tan solo unos segundos.

Él me mira con una seriedad que nunca le había visto. Creo que es su forma de darme a entender que no se toma a la ligera mi historia. Un gesto que agradezco. Una de las razones de evitar contarle algo tan intimo es esa mala costumbre suya de no tomarse nada en serio y la verdad temía contarle mi historia con mis padres y Mi Sael porque no iba a soportar que él la echara de lado como si fuese una basura.

-Y pues… esa fue mi historia con Sael. Hasta ese punto él fue mi acompañante. Todo lo hacíamos juntos. Después… nada, una separación forzosa que ninguno planeó -intento no llorar ya que hace rato lo hice y pues, no quería parecer tan llorón de repente. Aunque el deseo de hacerlo es bastante fuerte.

Raba sin embargo, comienza a llorar. Como si de alguna manera sintiera lo que yo en ese momento. Él lo mira y luego a mí un par de veces antes de asentir, comprendiendo lo que ocurre.

-Lo siento –se disculpa Raba apenado por eso.-Eso fue… ustedes saben… no pude contenerme –se limpia las lagrimas y otras más aparecen.

-Lo sabemos –le responde él.

-No pude evitarlo –se defiende Raba limpiando de nuevo sus lagrimas.

¿Tú, quien lee esto, entiendes? Si no es así, te explicó: Raba tiene una capacidad asombrosa de meterse en los zapatos de los demás. Es por eso que entiende las necesidades de otros y los ayuda como pueda. La mejor palabra que define eso es la empatía. Y a pesar de que sea frio y manipulador por momentos (eso ya lo sabes), es muy noble y sus intensiones siempre son las mejores, aunque sus métodos sean muy… violentos y reprochables.

Y si aún no entiendes como se aplica en ese momento lo que te acabo de explicar, te lo pondré fácil: Raba está sintiendo mi inmenso dolor y no puede evitar reaccionar a ello.

-Tengo una duda… responde si te sientes en condiciones de hacerlo, pero quiero que entiendas que no estás obligado a nada –me dice él. Raba seca sus lágrimas de nuevo, aspira profundamente y se relaja un poco.

-Dime. Aunque intuyo lo que deseas preguntar –le digo mirándolo a los ojos. Evito mirarlo a las pupilas porque él tiene el efecto de crear desesperación al contacto visual con sus ojos. Pero si veo hacia el iris, el color suaviza considerablemente el efecto (ese fue el consejo que Raba me dio antes de conocerle y vaya que me ha evitado problemas. La primera vez que vi el negro fue… terrorifico). Hay curiosidad y cautela en ambos iris azules verdosos. Sabe que es un tema delicado.

¿Tú qué piensas que me va a preguntar?

Te voy a dar cinco segundos. No hagas trampa y has la cuenta regresiva como es. Quizás aciertes y quizás no, pero eso no tiene importancia. Ni te vas a ganar un premio por acertar, ni vas a recibir un castigo por equivocarse.

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-¿Quiénes fueron los adultos que murieron?

¿Acertaste? ¿Si, no? No importa. Quizá la respuesta ya la intuyes así como lo hace Andrés.

-¿Tú sabes la respuesta? –le pregunta él a Raba antes de que yo responda.

Raba asiente lentamente. Otras lágrimas se le escapan y las seca rápidamente.

-La mujer que me dio la vida y el hombre que era su esposo y me dio su apellido, pero de quien no sabía si era realmente mi padre –le respondo con más tranquilidad de la que debería tener.- Aún así, a él lo amaba con locura y a ella también.

-Entiendo –me responde.- Gracias por la confianza y disculpa que quizá haya ido mas allá de lo debido –una sonrisa amable asoma su rostro.

¿Él puede sentir amabilidad por otros?

-No te preocupes –le respondo.- Decir la respuesta no fue tan difícil como creía. La verdad, me siento más aliviado.

Llegados a este punto, te pregunto a ti, ¿Qué opinas? Tomate algo de tiempo si quieres y reflexiona sobre lo que acabo de decir. Para mí fue emocionalmente agotador y lo peor es que aún falta otra parte. Esa en donde conozco al tipo sentado a mi derecha.

-Los días siguientes fueron un infierno. Las siguientes semanas fueron un infierno. El primer año fue un infierno –continúo yo.- Cuando me desperté de nuevo, estaba en un hospital. Un collarín, un yeso en la pierna derecha, otro en el antebrazo izquierdo que cubría hasta mi mano y vendajes en los costados y el abdomen. Comienzo a gritar preguntando en donde me encontraba y una enfermera entra y me explica, intentando hacerse escuchar sobre mis gritos, que tuve un accidente de auto, que estoy en un hospital, ya sabes. Lo típico en esos casos –él asiente.- La mamá de Samuel llega casi una hora después, explicándome que su esposo esta en cirugía porque parte del parabrisas se incrusto en su pecho y tiene un pulmón perforado. Ella no mostraba un mejor aspecto. Tenía un vendaje en la cabeza y un cabestrillo que sostenía su brazo derecho. Entre lagrimas me explica quienes no sobrevivieron y cuando termina, yo comencé a gritar con desesperación. Tal fue el escándalo, que llegaron dos putas enfermeras y mientras una me sujetaba, la otra me inyecta algo que me hizo dormir. ¡Yo no quería dormir! ¡Deseaba gritar hasta desfallecer! ¡Deseaba morir y estar junto a mis padres y mi hermanito!

-Ese es el procedimiento –me recordó Raba.

-Pero… no es el mejor procedimiento –replica él con reprobación.- Le impide al paciente desahogarse solo para no ocasionar un escándalo dentro del hospital que perturbe a otros pacientes –yo estoy totalmente de acuerdo con sus palabras.

-No les funcionó mucho porque me desperté cuando la droga terminó su efecto y comencé a gritar llorando de nuevo –le conté yo.- Me encontraba solo ya que ella fue con su esposo quien estaba recuperándose de la cirugía. Ese sentimiento de soledad que sentí en ese momento… -cierro los ojos con fuerza. No quiero recordar eso, pero debía terminar mi historia. A mi lado, Raba llora de nuevo, pero esta vez, preferimos no comentar nada ya que seguramente era lo que deseaba. Yo continúe con la historia:- a ella y a mí nos dieron el alta unos días después. Teníamos que seguir un tratamiento desde casa y regresar una semana despues para revisarnos las lesiones. Él se quedo un par de días extras recuperándose. Pero fue liberado eventualmente.

“En casa las cosas eran peor. Yo estaba todo el día en nuestra habitación mirando su cama, como deseando que… estuviera ahí, que saliera de debajo de ella riendo. Pero, había que ser realista. Él ya no estaría conmigo. Pienso que ellos dos también sentían lo mismo por mis padres. En la noche, entre mis lágrimas, escuchaba como ambos lloraban. La habitación se me hacia grande, más de lo normal. En un principio, nuestros padres habían decidió que la habitación más grande seria para nosotros porque necesitábamos espacio para ambas camas y eso estaba bien. Pero ahora, esa intención, buena en un principio, jugaba en mi contra. No podía ver sus cosas. Todo ahí me recordaba a él y no podía evitar ver hacia su cama cada vez que me levantaba en la mañana y antes de dormirme en la noche.

-Ya lo dijiste: fue un infierno –me dice él en un murmullo.

-La soledad nos estaba destruyendo –continúe.- Estábamos juntos, pero solo porque vivíamos en el mismo espacio. La verdad, no podríamos estar más lejos unos de otros. No solo me ocurría a mí. Entre ellos la frialdad estaba presente. Y me di cuenta: mi mamá y ella eran inseparables y mi papá y él eran inseparables también. ¿Cómo podíamos llenar ese vacío? Fue ella quien comenzó. Dos meses después, fuimos a visitar las tumbas y mirando las lapidas, nos dijo “ellos no desearían que sintamos esto”. Él y yo lo entendimos. ¡Nosotros no debíamos estar lejos! ¡Éramos una familia! Y luego de eso, comenzamos a ser más unidos que nunca. Llenando un vacio que no debía estar ahí, pero que lamentablemente existía. Ellos llenaron el vacio de mis padres y yo el de su hijo –le digo con una mueca de inconformidad.

-Pero seguían incompletos –dice él. No fue una pregunta, fue una muy acertada afirmación.

-Claro… ya lo dije: llenando un vacío, pero solo eso. Un vacio –le digo mirando de nuevo a los ojos. -Yo no podía llenar el vacío de mis padres y ellos no podían llenar el vacío de mi hermano.

Él se queda en silencio unos segundos reflexionando. Yo continúo hablando.

-El caso es que, luego de ese primer año, comenzaron a tratarme como a un hijo, algo que venían haciendo desde mi nacimiento, pero ahora solo les quedaba un hijo en lugar de tener dos –añadí con algo de amargura.- Y yo, pues, siempre los vi como mis segundos padres porque así crecí. Recuerdo un día en que Sael y yo estábamos enfermos por un fuerte resfriado –recordé yo de pronto,- y su madre nos cuido a ambos con la misma dedicación que se le da a un hijo. Y a la noche siguiente mi madre lo hacía con igual devoción. Pues, ahora estábamos simplemente siendo la familia que solíamos ser, solo que éramos nosotros. Perdón si me vuelvo repetitivo, pero es que… -doy un suspiro- no se… -añado con una sonrisa avergonzada.

-No importa –me dice él.- Es tú historia y la debes contar como quieras.

-Al llegar a mis quince años, se me mete en la cabeza perfeccionar mi ingles, pues el que me enseñaban en el liceo no cumplía con mis expectativas –explico yo.- Y entonces mi padre (comencé a llamarlos papá y mamá casi sin darme cuenta y ellos a mi comenzaron a llamarme hijo), me dice que él conoce a un cliente quien le comentó que iba a enviar a su hijo a Londres a un curso de verano para perfeccionar el ingles. Así que papá encuentra la información y me pregunta si quería ir a Londres el siguiente verano. Mi respuesta fue bastante afirmativa como puedes imaginar. Llegó con los billetes de avión, el permiso firmado y el pasaporte al día siguiente. Ese verano me embarque a Londres y ahí conocí a este tipo –le señalo a Raba con una cabeceada.- Me asignan una habitación y cuando llego, hay otro niño ahí, pues, sobre una de las dos camas que hay, veo ropa muy bien doblada y escuchaba a alguien en el baño. Él ya estaba ahí porque llegó en la mañana con el grupo de becados.

“Me acomodo en mi cama sin importarme mucho algo asi, cuando lo veo salir del baño terminando de cepillarse los dientes. Mi primera reacción fue la de irme corriendo –explico yo con una risotada.- ¡Pensé que veía un fantasma! Me tomó unos segundos darme cuenta que no era Sael. Este niño era más gordo, un poco más alto, y realmente era imposible que fuese Sael ¡porque había muerto! Me saluda y yo no respondo. Solo lo observo con miedo y sorpresa. De verdad que deseaba alejarme de él.

-Yo pensaba que eras un presumido –menciono Raba. -Otro niño rico que me despreciaba por ser pobre –dice con una mueca. -Y más cuando hiciste lo otro.

-¿Qué fue lo otro? –pregunta él sin comprender.

-Salí corriendo de la habitación a exigir que se me cambiara a una privada –le respondí. Él me mira con ingenua sorpresa.- Pero coño, entiéndeme. Acababa de ver a un tipo que era casi idéntico a mi difunto hermano y de cuya muerte, la verdad sea día, no había logrado reponerme. ¿Te imaginas una tortura así?

-Te entiendo –me dice él.

-Entonces me preguntan si hay algún problema con mi compañero de cuarto y no sé cómo explicarlo –le sigo contando.- ¿Qué iba a decirles? “me recuerda a mi hermano muerto y no lo quiero ahí al lado mío”. Tampoco quería meterlo en problemas porque él no tenía la culpa, así que digo que el ruido de la calle me ocasionará unas enormes jaquecas que venía padeciendo desde el último año.

-¿Te creyeron semejante mentira tan idiota? –me pregunta él con burla.

-Aunque no lo creas, así fue –le respondí yo riendo.- Al venir de una familia con dinero (más o menos, tampoco se compara a lo de ahora), pues, ellos debían tratarme de una forma diferente. Recuerda que era un instituto en Londres y debían tener buena reputación y referencias de sus clientes. Así que en ese mismo momento me cambiaron de habitación. Me alejaba de ese chico raro que me recordaba algo que deseaba olvidar. Lo siento Raba –le digo a modo de disculpas de nuevo. La verdad, ya había perdido la cuenta.

-No importa… cuando supe tus razones, dejé de sentirme mal –me dice Raba con un gesto de molestia.

-El caso es que después, lo ignore lo más que pude. Algo francamente difícil teniendo en cuenta que veríamos las mismas clases –un gesto de ironía asoma mi rostro.- Al parecer, es una especie de cerebrito que, a pesar de su corta edad, tiene el conocimiento requerido para estar en una clase de alto nivel. Entenderás que mi intento de alejarme fracasó estrepitosamente –los tres nos reímos de eso.

-No te será fácil deshacerte de mi Vito –me dice Raba con alegría.

-Comprendo tu dolor –me dice él colocando su mano en mi hombro en un gesto de entendimiento.

-Nos san infelices… ambos me quieren –asegura Raba.

-No se… a veces me pregunto la razón de ello… –le digo yo solo para molestarlo.

-Yo también –dice él asintiendo. Finge que reflexiona.

-Continuemos con la historia por favor –pide Raba en tono cortante. Andrés y yo no podemos evitar sonreír con malicia y burla.

Le hago caso y continúo.

-Cinco días después lo veo en una mesa repasando sus apuntes, practicando su interpretación del idioma. Daba pena verlo –añado.- Parecía perdido entre todo eso. Me dio curiosidad por saber que le pasaba. No se… quizá era porque me recordaba a Sael cuando algo le perturbaba. Me acerco y me mira con sospecha y recelo. Pero yo le pregunto “¿Qué ocurre?” “¡Mi pronunciación es un asco!” me dice tenso por la preocupación. “Tengo una beca. Me costó mucho que me dieran el permiso para venir acá y ahora voy a fallar y a defraudar a mi abuela, a mi mamá y a mi tío”. Lo miro con sarcasmo porque yo lo había escuchado en clases y en mi opinión era bastante aceptable y así se lo hago saber. “Aceptable no es lo mismo que excelente o perfecto” me dice con una mueca –mientras digo esto, leo en los labios de Raba las palabras que me dijo en aquel tiempo. -“No tiene que ser perfecto” le digo yo encogiéndome de hombros. Y pasa la tragedia –me quedo en silencio unos segundos y Raba traga saliva.

-¿Qué ocurrió? –pregunta él sin entender.

-“Me gusta hacer las cosas perfectas” me dice con una convicción y un tono de voz idéntico… ¡Idéntico! al que usaba Sael cuando estaba en una situación similar –le respondo.- En consecuencia, le doy un golpe…

-Espera… ¿Qué? –pregunta Andrés estupefacto.-¿QUÉ?

-Un buen derechazo –dice Raba.

-Le doy un golpe y me voy corriendo. Afortunadamente, nadie del instituto que pudiera amonestarme me ve y aprovecho para huir sin siquiera ayudarle a levantar los libros que se le han caído. Yendo hacia mi habitación, lo veo llorar y lo hacía igual que Sael. Ese gesto de que todo se ha derrumbado, de que se sienten terribles por dentro, era el mismo de mi hermano y entonces lo odie más por ello –lo digo de una forma avergonzada.- Lo siento Raba –le repito mirándolo.

-Todo eso esta perdonado –me responde Raba sonriendo.

-¿Y tú como te sentiste? –le pregunta él a Raba mirándolo.

-Terrible. No sabía qué coño era lo que le había hecho a ese niño presumido –responde Raba.- Primero decide irse de habitación y sé que es mi culpa, luego me golpea cuando hablamos sin razón aparente. Pensé que era igual a mis antiguos compañeros. Un niño rico que no le gustaba la gente pobre. Yo no entendía nada. Ese golpe me dolía bastante en la cara, pero más me dolía el corazón. Lo sé… era tan llorón en aquella época.

-Y viendo lo resentido que llegaste a ser en esa época… no me extraña nada que sintieras todo eso –comenta él.

-Lo siento Raba –le digo de nuevo avergonzado.

-Sí, si… tú sabes que ya te perdoné. Continua por favor, si no, se nos hará el día aquí.

-Cuando llegué a mi habitación, comencé a golpear la almohada con rabia y frustración. No entendía que era lo que me pasaba. Yo no era así… pero este chico invocaba sentimientos que no debían estar presentes. Lo sentía como una… –mire a Raba antes de continuar y me anima a continuar con un gesto. Trague saliva antes de seguir.- Lo sentía como una copia barata de mi hermanito. Algo que no debía existir y que se merecía todo mi desprecio y odio solo por estar ahí. ¿Cómo se atrevía este niño a parecerse tanto a mi amado hermanito? ¡A MI SAMUEL! La rabia que sentía… no era nada normal. Así que decidí simplemente ignorarlo por completo. Y durante casi dos semanas, eso funciono, hasta que…

-El almuerzo… -dice Raba con nostalgia.

-Hubo un evento dentro del instituto y nos asignaron la misma mesa, junto a otros cinco estudiantes -le digo con una mueca.

-Coño… pero de verdad… algo los quería juntar…

-El destino –dice Raba con misticismo en la voz.

-Mi mamá dice que fue el espíritu de mi hermano –digo yo con sonra.

-¿Tus padres saben esta historia? –me pregunta él sorprendido.

-Claro. Después de que nos hiciéramos amigos, lo invite a casa y cuando ellos lo vieron, entendieron la razón de que yo le permitiera ser mi amigo. Ese día, durante el almuerzo, le explicamos todo a Raba y pues, le contamos a ellos lo que ocurrió en Londres.

-Ya veo ¿y cómo actuaron cuando lo vieron?

-Mi mamá gritó un poquito y papá no dejaba de mirarlo de forma extraña –le respondí con una sonrisa nerviosa.

-Me hacían sentir muy incomodo –admitió Raba.- La verdad, se me ocurrió la idea de que ya sabía de donde le venía la locura vivida por mí en Londres.

Andrés y yo reímos un poco por lo bajo.

-Bueno… el almuerzo… estando sentados en esa mesa, vimos algunas exposiciones que hablaban sobre la fundación del instituto, el origen del idioma y todas esas mierdas aburridas. Lo único que yo intentaba era evitar mirar a la mala copia a mi derecha. Tenía el rostro crispado y los puños apretados con fuerza. Él aprecia no darse cuenta porque miraba todo con concentración. Cada una de las palabras que se dictaban, él las escuchaba y disfrutaba cada una de ellas.

-Oye… fue muy ilustrativo –me recuerda Raba.- Lo que ocurre es que tú estabas ahí odiándome y con ganas de matarme por parecerme a Samuel y no te enteraste de nada. Pero en una época en donde el internet no existía tan libremente como ahora, cualquier forma de información era bienvenida para mí. Además, estaba en Londres… ¿Cómo no disfrutar y valorar ese viaje?

-Cuando terminaron con la segunda exposición, llegó la hora del almuerzo… a él le sirvieron unas salchichas en puré de patata, con guisantes y salsa de cebolla y…

Andrés comienza a reír.

-¡Las salchichas te persiguieron hasta Londres! –dice él viendo nuestra cara de confusión. Ambos, Raba y yo, asentimos entendiendo el chiste y reímos también.- Perdón Víctor… es de mala educación interrumpir algo tan importante, pero no pude evitarlo hermano…

-No importa… tienes toda la razón… las salchichas lo persiguen…

-Eso es porque soy el mejor en lo que hago –nos dice Raba con chulería.

-Luego, me sirven pescado rebosado y frito con patatas fritas –le digo yo cuando terminamos de reír.- Y entonces… vi su comida y la verdad me provoco un poco. Su olor era maravilloso…

-Y sabía muy bien… -agrega Raba.

-… y le propuse algo que, en principio, solo hacía con Sael: compartir mitad y mitad la comida. ¿Por qué lo hice? No lo sé. Me gusta pensar que fue una especie de prueba, pero hasta hoy no entiendo del todo que fue lo que me motivo a ello. Él, contra todo pronóstico, lo hace. “Me gusta mucho el pescado, por eso lo hago” me dice con cara de dureza. Luego, cuando nos hicimos amigos, me dice la verdad: lo hizo porque era buena gente con todo el mundo y le gustaba ayudar, así se tratase de personas malas como yo. “Yo fui muy bien educado por mi mamá, mi abuela y mi tío” me dice con orgullo –cuento esa historia sin poder evitarlo. Raba siempre ha tenido un buen corazón.

-Entonces… comiste de la salchicha de Angel… -dice él con doble sentido. Yo lo miro con las cejas levantadas.

-Si… el embutido llamando salchicha que le sirvieron al tipo a mi lado –le digo yo como retándolo.- Y estaba deliciosa –Raba extiende su mano izquierda hacia mí y yo la palmeo con mi derecha.

-También había puré… la salchicha no lo era todo –nos dice Raba.

-Y el resto es historia –digo.- Desde ese punto en adelante, acepte que se pareciera a mi hermano y hasta llegue a disfrutar ese hecho.

-Pero… aceptarlo solo porque se parecía a tu hermano no es lo correcto –me dice él.- Después de todo, tarde o temprano las diferencias iban a salir a colación y seria más doloroso para ti cada vez que recordaras que Angel y Samuel no eran la misma persona –un comentario bastante acertado.

¿Tú, quien lee esto, piensas igual que él? La verdad, tiene razón y lo sabes.

-Lo acepté, eventualmente –le dije.- Me tomó bastante tiempo, pero al final pude separar ambas personas. Él ayudó mucho. Cuando le conté la verdad de todo, me entendió, me perdonó (ya lo había hecho, pero cuando supo mis razones, me dijo que eso estaba perdonado) y me ayudó. De eso estaré eternamente agradecido Raba –digo mirándolo con gratitud.

-Me harás llorar de nuevo –me dice haciéndose el fuerte.- Siento tu alivio y felicidad en mi pecho, como otras veces.

-¿Cuándo te conto su historia tú…? –comenzó Andrés.

-Sí, bastante –le responde Raba. Yo no entiendo lo que hablan, pero tengo un presentimiento.- Sentía su dolor en extremo. Fue terrible para ambos, pero nos permitió dos cosas. A él desahogarse y a mi entenderlo a profundidad –efectivamente, le iba a preguntar si lloró en aquella ocasión.

-Ya veo… ¿Entonces…? Orlando-Niño… voy a llamarlo así para no confundirme con el viejo Orlando –explica él con una risita.- ¿Cómo entra Orlando-Niño en todo esto?

-Es idéntico a Samuel –le respondo yo.- Claro, al igual que con Raba, tiene sus diferencias, pero es una versión de Sael si él hubiese llegado a esa edad. Aunque bueno, me gusta pensar que Sael habría sido más alto.

-Te sorprenderías del parecido –le aseguró Raba.- Incluso tiene similitudes conmigo que si bien no se notan tanto, existen. Ahí están. Quizá seamos familiares lejanos. Averiguamos que su familia tanto materna como paterna es vecina de mis ancestros paternos. Quizá… solo quizás, seamos familia lejana y por eso tenemos un parecido. Aunque… no sé. Recuerden que yo me hice un estudio genealógico para saber de donde provenían mis ancestros y pues... su apellido no lo sabemos porque a ninguno se nos ocurrió preguntarle. Quizá todo se remonta a un mismo ancestro común y si resulte que somos familiares lejanos. Quizá todo es una casualidad y él es mi segundo gemelo. Ya solo quedan cuatro –y rió con nerviosismo.- Falta mucho por saber. Pero de eso se va a encargar Sofía. Planeo enviarle un correo explicándole nuestras sospechas.

-Ya sabes… la teoría de que todos tenemos 7 personas parecidas en el mundo y un 10% de probabilidades de encontrarnos -dije yo ya que él no entendió ese último comentario.- Veníamos hablando de eso en el auto.

-Ah… si, ya lo recuerdo –dijo él.- Solo diré que… ustedes adoptaron un hijo –Raba y yo lo miramos sin entender.- Le ayudaron, lo alimentaron cuando lo necesitaba, lo educaron (en ese muy corto periodo de tiempo) y le mostraron que podría tener un mejor futuro y van a ayudarlo a conseguirlo. Ha tenido enormes carencias afectivas con su padre, al igual que- señaló a Raba con los labios- y yo. A partir de hoy, ustedes se han transformado, sin saberlo, en sus figuras paternas. Aún sigue siendo un adolecente y sabemos que a esa edad, muchas características físicas y psicológicas no están desarrolladas del todo. Ocuparon un espacio en su personalidad justo como un padre debería hacer. No me extrañaría nada que en un futuro, Orlando-Niño tenga más similitudes con ustedes.

-Yo soy el padre –le digo yo rápidamente.

-Claro… tú eres el hombre –me dice Raba con picardía.- El día de la madre quiero un buen regalo.

Los tres reímos con ganas.

-Aún me queda una duda… -comenta él aún medio riendo.- Raba… ¿Qué es Raba? ¿Por qué ese apodo? –Raba y yo nos miramos con complicidad.

-Cuando yo lo conocí… no, mejor dicho, cuando comenzamos con nuestra amistad –comienzo a explicar,- note enseguida que tenía unos modales bastante refinados. No eran afeminados, ojo, pero sí bastante londinenses.

-Estábamos en la puta Londres ¡En Londres! –me replica Raba.- Allá los modales son fundamentales. Yo no iba a representar mal a mi país en ese instituto que me permitió conocer más acerca de esa cultura. Además… de allá era Harry Potter y en ese libro siempre se trataban con respeto. Ese fue mi punto de partida –añade con una sonrisa.

-Entonces… como bien dice él, sus modales eran los implementados por la ciudadanía –continúo.- Algo que me pareció bastante gracioso. Yo tengo buenos modales, pero una vez en confianza… sale mi lado salvaje –añado con una risita. Raba también se ríe y Andrés asiente con regocijo.- Debido a eso comencé a llamarlo “Caballero Angel”. Pero en un punto, lo modifique a “Caballero Rángel” solo para fastidiarlo.

-Le agregó la R por mi problema de pronunciación –explicó Raba.- ¿Recuerdas que en un principio arrastraba mucho la R en los sonidos fuertes cuando pronunciaba algunas palabras en ingles? –le pregunta Raba. Él asiente.

-Lo recuerdo. Pronunciabas “ underrstand ”, “ differrent ”, “ underrground ”, entre otras –dice él con una media sonrisa.- Y ahora que lo pienso, eso cambió cuando regresaste de Londres –añade con un gesto de entendimiento.

-Yo le decía que Rángel sonaba horrible –continua Raba.- Y él ni caso –se lamenta.

-Entonces, para fastidiarlo más, comencé a llamarlo “Raballero Rángel”

-Lo cual sonaba más horrible –dice Raba irritado.- Entonces le dije “No me molesta que me tengas un apodo. Me encanta, pero coño Víctor, eso suena horrible ¡horrible! Rángel suena horrible”

-Y cuando me dijo eso, comencé a llamarlo “Rángel Rangél” solo para fastidiarlo aún mas –comento yo riendo.

-Cuando comenzó eso, casi le doy un golpe –explica Raba. Andrés no dice nada porque está riendo como un loco imaginándose la situación.- Entonces le dije “Regresemos a Raballero Rángel y ya veremos que surge de ahí ¿vale?”. El muy desgraciado reía con ganas por mi forma de decirle que me rendía –añade con una mueca.

Yo solo siento unas enormes ganas de reír nuevamente y mucha felicidad en el pecho recordando esos buenos momentos.

-Y aún lo hago –le aclaro yo. Andrés sigue riendo.- Pero como Raballero Rángel era muy largo y al cabo de unos días me daba pereza decirlo, decidí que debía acortarlo. Y desde entonces… lo deje en Raba.

-Lo cual le agradecí por completo –dice Raba asintiendo.- ¿Te puedes creer que todo eso ocurrió en solo una semana? Me sentía como alguien sin identidad con tantos cambios en mi bello y hermoso nombre –dice con suficiencia.

Andrés sigue riendo un poco. Pienso que lo que realmente le causa gracia es el hecho de que Raba fue fastidiado hasta el punto de rendirse ante algo. Negaba ligeramente con la cabeza imaginando todo. Respiró profundamente un momento para enseriarse y decir algo.

-Víctor… creo que después de contarme tu historia, estoy un paso más adelante en tu vida y la verdad, eso nos hará entendernos mejor en el futuro. Llevado por ese argumento, me tomo la libertad de darte un consejo: separa las identidades. Amaste a Samuel con locura por ser tu hermano, pero debes entender que Orlando-Niño no es Samuel –Raba soltó un quejido.- ¿Qué?

-Yo también se lo dije –le respondió Raba.

-Y yo lo sé –le aseguro.- Pero eso no quiere decir que no vaya a ayudarlo. Sael era muy noble, y respetare su memoria ayudando a un chico que se asemeja mucho a él. Además, esa era una de las razones de ayudar desde un principio en la fundación. Aunque mi participación solo era monetaria hasta ese momento –Andrés asiente con aprobación.

-Gracias por entender mi consejo –me dice.

-Y a ti por dármelo –le respondo.

-Si quieren se besan –bromea Raba.- A mi no me molesta. Me dará una imagen hermosa para una paja. Y además, yo se lo di primero –nos recuerda.

Él y yo lo miramos con desdén. Raba solo ríe.

-Eso solo confirma lo similares y objetivos que son ustedes –le dije.

-Bueno Víctor… la verdad, tú historia es bastante compleja. Muchos matices y verdades ocultas. Supongo que habrá más, pero por ahora es mejor descansar y ya, después, con más ganas y energías, puedas sentirte mejor y contar aquello que has omitido o quizás no… quizás con esto es suficiente. No te estoy forzando a nada.

-Estoy seguro que olvidé cosas, adrede y por accidente…

-Lo hiciste –me confirma Raba.- Pero en esencia contaste lo más importante –una enorme sonrisa muestra sus blancos dientes. A pesar de eso, se nota cansado.

Veo la hora en el reloj de mesa: 4:30 AM

-Nos hemos desvelado –informo mirándoles.

-Mierda… yo tengo un examen y debería estar descansando –dice Raba levantándose apresuradamente. Nos da unas palmaditas en los hombros a modo de despedía y se va a su habitación sin darse cuenta, o quizá sí, que tenia la tasa de chocolate, vacía, entre sus dedos.

-Creo que lo mejor es ir a dormir estas dos horas –me dice Andrés. Coloca el plato vacio en su mesita de noche- Fue un día muy largo para ustedes.

Me levanto y le deseo buenas noches antes de irme a mi habitación. Él me responde con un amable “duerme bien”.

Voy caminando a mi habitación pensando.

Mi Samuel… Sael… no puedo evitar pensar que si él y Raba se hubiesen conocido, quizá fuesen una pareja perfecta. Muy similares en carácter y actitud, pero… eso es algo imposible. Sael murió por culpa de un maldito infeliz que decidió ir a conducir un auto estando bajo los efectos del alcohol, sin preocuparse en lo más mínimo de las consecuencias. Pues, hoy en día las estaba pagando. Tres muertos a cuestas, entre ellos un menor de edad, no era algo leve para las leyes.

Me subo a mi cama pensando… ¿de que valía que estuviera pagando? Mi hermano había muerto, mis padres habían muerto, mis otros padres habían perdido a su preciado hijo y sus mejores amigos. Una familia rota en tan solo segundos. Después de eso, solo nos teníamos a nosotros mismos. Yo llené el vacio que dejo su hijo y ellos llenaron el vacio de mis padres, parcialmente ¿Pero cómo demonios yo iba a llenar el vacío de mi hermanito? ¿Y cómo demonios ellos iban a llenar el vacío de sus mejores amigos?

Saco mi móvil y veo de nuevo su foto, pero esta vez estamos todos juntos, los seis, como la familia feliz y perfecta que éramos. Esa foto fue de nuestro último cumpleaños juntos. Se veía tan bien y feliz con ese gorrito triangular.

Recuerdo como intentaba colocarme uno a mí y el como yo huía para evitarlo. Mi madre riendo y la suya regañándolo por fastidiarme. Luego mi padre gritando que la foto saldría mal si no nos quedábamos quietos. Se veía irritado ante su intento fallido de inmortalizar el momento justo antes de irnos. Pero después todos posamos y sonreímos con verdadera felicidad en ese momento. No sabíamos que un par de horas después, esa felicidad iba a verse destruida. La ignorancia es buena en algunos contextos.

No puedo evitar un par de lágrimas.

Vivir duele y duele mucho.

Quizás si yo hubiese tenido los reflejos suficientes, soy yo quien lo salva a él asegurándolo con mi cinturón y mis padres se quedan con su hijo biológico y yo me voy con los míos. Pero el destino es torcido y sádico (Andrés lo dijo hace un par de capítulos).

Afortunadamente… encontré a alguien quien me ayuda en mi permanente duelo y me permite ser yo mismo.

¿Cómo soy con los demás?: fácil, el chico que se ríe de todo, que es risueño y aventurero. Que dice palabrotas a diestra y siniestra. Así soy porque no quiero que la gente vea mi dolor y además, soy bastante liberal debido a que nuestros padres eran así y nos mostraron que era la mejor manera de vivir la vida.

Lectores… les he permitido conocerme más. Quizás a algunos les guste y a otros no, pero eso no lo puedo controlar. Espero que lo hayan encontrado esclarecedor y hasta entretenido. No voy a contar más nada por mucho tiempo.

Y pues… ya nos veremos….