Una historia interesante 29
Es bueno aprovechar las oportunidades que se presentan, claro, siempre y cuando, estas sean legales y no dañen a otros. ¿No creen lo mismo?
-Tú cállate borracho –le espetó Angel tomándolo del hombro y halándolo hacia él para que no perdiera el equilibrio y cayera por las escaleras.- Entremos por favor. Hace algo de frio aquí afuera. Señor Danilo, por favor, prepare chocolate caliente para mí y nuestro invitado y un café bien cargado para este tipo “alegre”. Tenemos que hablar con Sofía ahora mismo. Se nos presentó una situación –y miró a Orlando con una sonrisa.
El señor Danilo se quitó para darle paso a los otros tres.
-Sofía está descansando –informó el señor Danilo mientras iban por un pasillo en penumbras.
-¡Apenas son las diez de la noche! –exclamó Víctor caminando con algo de dificultad.- Mierda… si me descuido un segundo, voy a caerme.
-Eso te pasa por tomarte casi toda una botella –le regañó Angel.
-Eso fue tu culpa. No me ayudaste mucho –le recriminó Víctor.- Señor Danilo… vaya y busque a Sofía y despiértela si es necesario. Nosotros estaremos en la oficina de la planta baja. Orlando, ven aquí –lo puso delante suyo y lo tomó de ambos hombros.- Sigue a Raba y guíame en el proceso. No vamos a encender las luces porque eso llamaría mucho la atención. Pero como ya te dije, Raba es la mejor memoria que podrías encontrar en el planeta y se sabe el camino de memoria. Yo… estoy un poco mareado. Pero tranquilo que no voy a vomitar encima de ti, ya estas suficientemente sucio –añadió riendo levemente. El eco de su risa resonada un poco alrededor. Angel lo miró con ganas de matarlo unos segundos y Víctor se apresuró a callarse.- Lo siento –murmuró apenado.
El señor Danilo aceleró el paso y se perdió en la penumbra. Podían escuchar claramente sus paso alejándose y luego ascendiendo.
Angel guió a ambos hacia un pequeño pasillo que giraba a la izquierda, entraron en este y llegaron a una puerta, también de madera. Víctor intentó abrirla, pero esta tenia seguro.
-¿Tienes tu llave? –le preguntó a Angel.- Yo nunca la tengo.
-Idiota… -le respondió Angel en un murmullo solo audible debido al silencio del lugar y a la cercanía de ellos tres.
Angel rebuscó en su bolsillo y sacó su manojo. Tomó una llave metálica sin siquiera buscarla mucho. Dicha llave era de paleta, con una espiga cilíndrica más o menos larga, terminada en una estructura aplanada que sobresalía por ambos lados de la espiga, con dientes tallados que recordaban a las almenas de un castillo. La introdujo en la bocallave, tomó el pomo de la cerradura y giró ambos, la llave y el pomo al mismo tiempo. Escucharon un click y la puerta se abrió enseguida.
-Una llave maestra. Abre todas las puertas de este edificio –le explicó Angel a un estupefacto Orlando.- Solo existen ocho ejemplares. Cinco para nosotros los fundadores y tres para los encargados. Eso incluye al señor Danilo, la licenciada Sofía y a nuestro director general –con su mano derecha accionó el botón para encender la luz. El tablero estaba al lado del marco de la puerta.
-¿Entonces por qué no la usaste para entrar? –preguntó Orlando sentándose en un sofá apoyado en la pared izquierda.
-Porque al viejo Danilo le podría dar un infarto si la puerta se abre de noche sin su consentimiento –le respondió Víctor echándose a su lado con fuerza. Lo miró un segundo antes de decirle con una mueca de asco: -Necesitas un baño amiguito –Orlando se ruborizo de nuevo.
-No era una emergencia Orlando –explicó Angel.- Si lo fuere, créeme que entro sin tocas dos veces el intercomunicador. Por ahora esperemos aquí a que lleguen esos dos –comentó sentándose del otro lado de Orlando.
Cinco minutos estuvieron esperando antes de que ver como una mujer de mediana edad entraba por la puerta. Vestía con una bata de dormir de seda color rosado. Su cabello castaño estaba recogido en una apresurada coleta. Los miraba con ojos penetrante detrás de un par de gafas de montura cuadrada.
-¿A qué debo el honor de esta inesperada visita? –preguntó cruzando los brazos. Su tono era severo, como el de esas profesoras de unos veinte años atrás.
Víctor señaló a Orlando son sus labios. Sonreía con picardía.
-¿Estas ebrio? –le preguntó Sofía mirando con reprobación.-Danilo me dio a entender eso cuando fue a llamarme.
-Alegre… -le aclaró Víctor levantando su índice derecho en señal de protesta.
-Se tomó poco más de la mitad de una botella de vino él solo –explicó Angel.- ¿No tendrás por casualidad una pastilla inhibidora? Lo necesito en sus cinco sentidos lo antes posible.
-Ya le dije a Danilo que trajera una junto a lo que le ordenaste preparar –le informó la mujer sentándose en la silla con ruedas en frente del escritorio.- Soy toda oídos –cruzó piernas y brazos (de nuevo), esperando.
-Encontramos a un pobre desdichado quien sufrió una horrible injusticia de parte de un infeliz… -respondió Víctor intentando parecer serio,- de varios infelices la verdad –añadió con desagrado.
Sofía miró a Orlando levantando una ceja. Parecía examinarlo más allá de la piel. El chico se sintió incomodo ante tal forma de examinarlo. Miró al suelo apenado.
-¿Cómo te llamas niño? –le preguntó la mujer luego de observarlo detenidamente.
-Orlando –respondió él intimidado.
-¿Cuántos años tienes?
-Casi 17 señora.
-Pareces tener menos de esos –observó la mujer.
-Existen artículos científicos que explican la relación entre la desnutrición infantil y la baja estatura –le recordó Angel, tratando de evitarte el mal momento al chico.
-Lo sé –le replicó la mujer volteando a verlo.- Yo también leo los boletines estadísticos que se publican a diario –añadió en tono cortante
-Lo encontramos hoy en un semáforo haciendo malabares con estos pinos –contó Angel señalándolos.- Vimos que alguien dentro de un auto lo engañaba haciéndole creer que le daría dinero, pero solo arrojó uno de los pinos al suelo y casi lo golpea al acelerar con él al lado del vehículo.
-¿Vieron las placas del auto? –preguntó la mujer. Angel asintió.
-Todo eso quedó registrado por la cámara frontal de nuestro auto –respondió Angel.
-Eso no me lo habían dicho –dijo Orlando.
-Porque no era necesario que lo supieras –respondió Víctor colocando la palma de su mano izquierda en la cabeza de Orlando. Intentó acariciarle el cabello en un gesto algo paternal, pero Orlando lo tenía tan sucio que era algo difícil de hacer. - Nuestra prioridad era alimentarte y ayudarte en el momento del incidente.
-Luego me pasas una copia de esa grabación –dijo Sofía.- No diré que lo voy a multar por ser un patán, porque eso no es un delito. Pero si fue un tipo muy imprudente al casi golpearlo acelerando con él al lado del auto y mucho más si estaba agachado en ese momento. Un mínimo movimiento en falso y seguramente le habría quitado los dedos de la mano que estaba recogiendo el pino. O la mano completa.
-Exacto. Además, es menor de edad. Hay leyes especiales que lo protegen de esa clase de cosas –agregó Angel.
El señor Danilo entraba en ese momento con una bandeja. Dos tazas con chocolate caliente, dos con café y una pequeña pastilla verde era el contenido de la misma. Puso la bandeja sobre el escritorio y salió por la puerta en total silencio.
-Presiente que lo vas a regañar por no responder al primer llamado –le contó Sofía a Angel a modo de confidencia. Tomó su taza con café y le dio un sorbo.- Viene bien para el frio de la noche y también para terminarme de despertar.
-No es tan tarde por Dios… -refunfuñó Angel levantándose. - Lo del señor Danilo lo hablaremos después. -Tomó la taza de café restante junto a la pastilla. Se la tendió a Víctor sentado en el sofá.
-Gracias –respondió él con una sonrisa traviesa.- Estoy consciente de lo que hago, pero estoy más desinhibido de lo normal y no es bueno para lo que queremos –y se metió la pastilla a la boca. Dio un largo trago al café tragando ambas cosas.- En cinco minutos estaré más sereno.
-Esa pastilla neutraliza las enzimas encargadas de metabolizar el alcohol en el hígado y el estomago –le explicó Angel a Orlando tendiéndole una taza con chocolate caliente. Tomó la otra para él y se sentó de nuevo en el sofá.- Además, funciona también como supresor del etanol y anula su efecto en el sistema nervioso central. Ese comportamiento desinhibido y sin vergüenza es por el alcohol en su sangre. Bueno… mas sin vergüenza de lo normal.
-¡Cállate Raba! –le espetó Víctor irritado. Comenzó a reír por lo bajo como un niño que acaba de hacer una travesura.
-Grosero –le replicó Angel con sarcasmo.
-¿Si sabe lo que le ocurre al beber alcohol, porque lo consume? –preguntó Orlando.
-Porque le encanta tomar alcohol –respondió Angel.- Normalmente tiene pastillas como la que acaba de tomar, pero ya que no es tan previsivo como yo, solo las lleva encima cuando sabe que irá a beber. Lo de hoy fue muy esporádico –le explicó Angel. Palmeó ambas manos enfocándose.- Bueno, a lo que vinimos. Orlando, cuéntale a ella lo que nos dijiste a nosotros. Así, Vito logra serenarse durante ese tiempo –levantó la taza y dio otro sorbo.
Entonces Orlando procedió a contar su historia. Otra vez. Sofía lo escuchaba atentamente mirándolo detrás de sus gafas. En ciertos puntos, ella solo hacia una gesto de desagrado con los labios o levantaba una ceja con reprobación. Al final del relato, miraba su taza, ya vacía, reflexionando.
-Esto es complicado. Pero no imposible –dijo lentamente.- Acondicionaremos una habitación para ti hoy, de forma provisional. Además, mañana mismo te vera el médico y te hará un chequeo completo. Hay que saber si estás enfermo debido a la indigencia a la que has estado sometido los últimos meses –explicó sin rodeos.- Estarás unos días en observación mientras te estudiemos. No puedo dejarte con la población general porque, disculpa mi falta de tacto, no sé si tengas alguna enfermedad contagiosa.
-Un poco de tacto por favor –le ordenó Angel molesto.
-¡Es solo un niño coño! –replicó Víctor indignado.
-¿Ya estas mejor? -preguntó Angel mirando a Víctor.
-Ya estoy mejor –le respondió él sin dejar de mirar a Sofía con reprobación.
-Solo le digo la verdad –se defendió la mujer.- No voy a arriesgar a mis otros niños, con los cuales hemos trabajado tanto, por otro que llega sin ningún tipo de garantías. Solo serán dos semanas mientras te hacemos estudios –suspiró levemente.- Con respecto a lo otro… eso es algo que nos va a llevar tiempo. Mañana mismo me pongo en contacto con nuestros conocidos en el Ministerio Público para comenzar a procesar a tu padre por poner en riesgo a toda tu familia. Hablaré con el departamento legal que tenemos aquí y luego con los chicos de búsqueda y rescate –informó levantándose.
-¿Desde cuándo llamas a los detectives de esa forma? –preguntó Angel con extrañeza.
-Ese fue un apodo que le puso uno de los chicos de acá y… creo que lo adquirí sin darme cuenta –respondió ella sonriendo.- ¿Ustedes ya hablaron con Martin? ¿Ya sabe que hay un nuevo niño aquí? –ellos negaron con la cabeza. -Me harán hacer el trabajo sucio… -gruñó arrugando la frente.
-Ventajas de ser el jefe –replicó Víctor sonriendo.- Y de niño nada… en poco más de un año podrá votar por el presidente… un poco de respeto –y le alborotó el cabello a Orlando con más facilidad que antes.
-Acabas de joder tu propio argumento –comentó la mujer.- Hace rato dijiste que era un niño… decídete idiota.
Orlando la miró sorprendido por la mala palabra.
-Acostúmbrate –le advirtió ella.- Digo esta clase de palabras sin ningún pudor. Entonces… ¿se les ofrece algo más?
-Déjanos solos un momento por favor –le pidió Víctor amablemente.
-Mientras lo haces ¿podrías traer al señor Danilo? –le pidió Angel. Ella asintió y salió de la habitación.
-Ella… ¿es su empleada? –preguntó Orlando.
-Claro. Todos aquí los son, pero nosotros estamos en las sombras –respondió Angel.
-Pero ella les habla de un modo tan… no se… -Orlando no encontraba las palabras.
-¿Insolente? –le ayudó Víctor. Orlando asintió.
-Cuando trabajaba, mi padre decía que sus jefes eran sumamente altaneros y no aceptaban criticas de ninguno de sus empleados –contó Orlando.- Mucho menos que les hablaran de ese modo. Más de uno fue despedido por insubordinación.
-Estas confundiendo conceptos –dijo Víctor.- Altanería, insolencia, e insubordinación son conceptos totalmente diferentes. Sofía no es nada de eso, ella simplemente habla con la verdad y nos dice las cosas que, en su muy acertada opinión, debemos escuchar.
-No necesitamos empleados lameculos –intervino Angel.- Simplemente necesitamos empleados que nos pongan los pies en la tierra. Claro, hay un nivel en lo tolerable que podemos ser con los empleados a nuestro cargo, pero ya que tenemos personal eficaz, eficiente y efectivo, les permitimos ciertas libertades. Seguramente los jefes de tu padre pecaban de orgullo y arrogancia, y todo eso basado en el cargo y no en el conocimiento. Muchos son así. Yo… soy arrogante -admitió con una leve sonrisa,- pero mi arrogancia deriva de mi inteligencia, no de que me considere superior solo por tener más dinero o un mejor cargo que otros. Eso es, francamente, patético –añadió con desagrado.
-Hay ahí una enorme diferencia –comentó Víctor.- Además de lo anterior dicho, hay que admitir que no somos perfectos. También cometemos errores y en esos momentos requerimos que se nos corrijan algunas actitudes que no vayan con lo debidamente hecho. Si eso mejora las condiciones, lo tomamos y lo aceptamos ¿Nos hacemos entender?
-Mas que jefes, ¿se consideran lideres? –parecía que Orlando entendió el mensaje.
Víctor y Angel asintieron.
-Este es un proyecto que está comenzando y no sabemos a ciencia cierta su futuro, así que, siguiendo el consejo de nuestro… benefactor, decidimos contratar a personas profesionales para que se encargaran de administrar este lugar- le explicó Angel.- Y encontramos, o mejor dicho, nuestro benefactor encontró, a una familia ideal. Sin embargo, lo mejor es que nosotros estemos tras bambalinas, al menos por ahora. Y eso es algo que queremos hablar contigo en privado.
-Entre otras cosas… pero primero lo importante –dijo Víctor con seriedad. El tipo risorio de hace rato estaba en el pasado.- No lo veas como condiciones, o bueno, quizá si lo sean las dos primeras, pero ya lo otro son consejos de nuestra parte. Primero: no puedes decir que nosotros te trajimos para acá. Desde que esto funciona, han llegado unos doscientos mocosos de todas las edades posibles…
-Actualmente hay doscientos cuarenta y tres niños, sin contarte –intervino Angel.- Según el último informe que se me entregó en marzo pasado. No sé cuantos hay en la actualidad. El informe trimestral vendrá el próximo mes.
-Eso… él sabe esos números mejor que yo. Es el único que revisa los informes, mi participación es más monetaria que otra cosa –admitió Víctor. -Pero como te iba diciendo, hay muchos niños, con uno más no habrá diferencia. Sin embargo, no puedes decirle a nadie que dos tipos quienes admitieron ser los fundadores te trajeron. Eso podría acarrear preguntas que no se si sea bueno que respondieras.
-¿Pero entonces, como voy a explicar que estoy aquí? –preguntó Orlando confundido.
-Dirás que escuchaste un rumor y en tu desesperación, decidiste venir a buscar ayuda –le respondió Angel con tranquilidad.- No serás ni el primer caso ni el ultimo en venir acá por ese medio. Tan sencillo como eso. No des tantos detalles porque si no, podrías confundirte y contradecirte, eventualmente.
-Mantén esa versión y veras que no hay problemas –añadió Víctor.- Segundo, con Sofía, el mayor respeto y obediencia, lo mismo con el señor Danilo. Ellos, junto a Martin, el director general, están encargados de cuidarte de ahora en adelante. ¿Entiendes? –Orlando asintió.- Hasta aquí las condiciones. Ahora vienen un par de consejos generales.
Angel suspiró antes de decirle lo que debía decirle.
-No debes ponerte en contacto con tú familia por el momento –le dijo con suavidad para no golpearlo muy fuerte.
-¡Pero ustedes me dijeron…! –intentó decir Orlando. Su semblante tranquilo cambio a uno tenso y asustado.
-Sé lo que te dijimos, pero eso tendrá que esperar –le interrumpió Víctor.- Dime algo ¿Quieres que ellos vean en ti alguien fuerte o alguien desvalido?
-Alguien fuerte –respondió Orlando bajito mirando al suelo.
-Exacto. Pero para parecer fuerte, debes verte y sentirte fuerte –le dijo Angel.- Y eso lleva tiempo. Debes curar tu cuerpo y mostrarles que de verdad aquí van a recibir ayuda. Pero debes ser el ejemplo de ello –añadió Angel.
-No debe ser mas de un mes o dos, quizá tres dado tu lamentable aspecto –dijo Víctor observándolo de arriba abajo.- Tienes meses sin verlos, un par más no hará diferencia.
-Está bien –acepto Orlando sin estar del todo convencido.
-Créeme, estarás tan ocupado estos meses venideros, que pasaran rápido –le prometió Víctor.- Además, nosotros estaremos en contacto, así que esperamos buenas y excelentes noticias de tu parte y de parte de Sofía. Es estricta, muy expresiva al hablar y parece que no ha follado en años, pero tiene un muy buen corazón –añadió con sonra.
Y como si hubiese sido invocada con la sola mención de su nombre, Sofía entraba por la puerta con mala cara. El señor Danilo llegaba detrás de ella, con la misma mala cara, pues seguramente ambos habían escuchado.
-Escuche lo penúltimo que dijiste –le dijo con una pequeña arruga en la frente.
-Mientras hayas escuchado lo último, por mi está bien –replicó Víctor con desfachatez.
-¿Ya le informaron que debe ser discreto? –preguntó Sofía ignorando a Víctor.
-Sí. Ya le explicamos todo –le respondió él.
-Bien… Danilo lo va a llevar a su habitación de las próximas noches para que descanse –informó ella.
-Primero quiero hablar con él –dijo Angel rápidamente.- A solas.
Hubo un tenso silencio seguido de esas palabras. Unos segundo en donde nadie dijo ni hizo nada como esperando.
Luego fue roto por Víctor con total tranquilidad
-Ven pequeño –le dijo a Orlando tomándole de nuevo por los hombros.- Después que ellos hablen, iras a tu habitación.
Lo empujó levemente y ambos salieron, seguidos de Sofía quien le dio una última mirada a Angel. Él se dio cuenta que ella estudiaba su semblante para ver las intenciones de su charla con el señor Danilo. Algo imposible ya que él tenía un semblante bastante inexpresivo para evitar precisamente lo que ella intentaba hacer. No fue hasta que la mujer cerrara la puerta, que Angel decidió hablar.
-Lo de esta noche… -comenzó diciendo.
-Yo… lo siento –le interrumpió el anciano. Angel levanto las cejas por la interrupción.- Perdón Don Angel –este solo pudo suspirar con paciencia.
-Ni aunque lo digas mil veces me acostumbro –comentó con una pequeña mueca en los labios.- En fin… lo de esta noche –el anciano lo miraba tenso,- fue un accidente y yo entiendo de accidentes –el pobre hombre pudo respirar entonces.- Sin embargo, usted tuvo la muy mala suerte de cometerlo precisamente delante de dos de sus… jefes. Sabe perfectamente las razones de esa regla. ¿Qué hubiese pasado si en lugar de nosotros era una madre desesperada requiriendo ayuda? ¿Y si toca una primera vez y al no recibir respuesta se va y le ocurre algo malo? ¿Y si es un niño desesperado pidiendo ayuda y se va al no obtener respuesta? ¿Qué fue lo que evitó que siquiera respondiera con la voz al primer toque? –y lo miró fijamente esperando una respuesta.
-Hoy fue un día sumamente acontecido… –respondió el señor Danilo. Angel no pudo evitar bufar ante esa afirmación. El hombre se interrumpió ante ello.
-No me mal interprete –se apresuró a explicarle Angel.- Mi reacción viene debido a que mi día también fue bastante acontecido –señaló hacia la puerta.- Ahí está el ejemplo. Continúe por favor –le pidió con amabilidad.
-Hace tres días llegaron dos hermanos –continúo el señor Danilo.- Hemos estado atendiéndolos pero padecen un grave caso de parásitos… tienen áscaris…
-¿ Áscaris lumbricoides ? –le interrumpió Angel. El hombre asintió.- Entiendo… es algo inaudito, pero no imposible de ver en niños.
-Poco antes de que usted llegara yo estaba con uno de ellos… ya sabe… ayudándolo a… evacuar y… –el hombre no encontraba las mejores palabras.
-Ya entiendo. Observé que tenía las manos mojadas y las manga corridas, así que se me ocurrió que quizá se encontraba en el baño y pues… ese tipo de inconveniente puede resultar viable. Veo que no estaba equivocado del todo –se apresuró a decirle Angel para sacarlo de su apuro.- El desparasitante que se usa aquí puede ser bastante fuerte ¿Cuántos años?
-Diez y once.
-¿Van a requerir cirugía? –le preguntó Angel genuinamente preocupado.
-Por ahora no, pero no se está descartando –respondió el señor Danilo.- Sofía y yo nos turnamos para cuidarlos y yo le hacia el relevo.
-Entiendo entonces… lo único que puedo concluir con esto es que ya es hora de contratar nuevo personal –reflexionó Angel.- Más de doscientos niños para tres personas durante la noche…
-Martin ya se está encargando de ello –explicó el hombre.- Pero está complicándose con los candidatos. Durante el día no es complicado porque tenemos a los maestros y el personal médico. Pero él quiere que el personal de la noche tenga ciertas… cualidades que vayan bien con el puesto.
-Martin puede ser bastante quisquilloso –concedió Angel. El señor Danilo asintió dándole la razón.- Entiendo que no quiera buscar a cualquiera, pero pienso que si busca enfermeras competentes, todo va a salir bien. Bueno, supongo que en el informe trimestral eso se verá reflejado –miraba al hombre con tranquilidad.- ¿Qué pensaba? ¿Qué iba a despellejarlo vivo sin esperar ninguna explicación?
-Sofía dice que… ustedes pueden ser muy estrictos –comentó el hombre. Mostraba alivio en su arrugada cara.
-El burro hablando de orejas… -gruñó Angel. El anciano soltó una pequeña risita.
-Escuche risa… o quizás un quejido de dolor –comentó Víctor abriendo la puerta.- Del otro lado no sabía la diferencia.
-Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas –le regañó Angel.
-Inmoral –le replicó Víctor.- ¿Ya se acabó la masacre? Puede que Sofía lo niegue, pero le preocupa que mates a su padre de un infarto si lo regañas mucho –añadió con una sonrisa picara.
-¡Yo no he dicho ni hecho nada! –escucharon al otro lado de la puerta.
-Exacto. Eso digo: no dices nada, pero se nota a leguas –le replicó Víctor mirándola.
-Vámonos Vito… mañana tengo un examen y ya casi es media noche –dijo Angel yendo a la puerta.
Unos segundos después, se encontraban en la enorme puerta del edificio que daba a la calle. A modo de despedida, Víctor le dio un fuerte abrazo a Orlando, otro gesto bastante paternal.
-Cuídate mucho y conserva mi regalo –le dijo palmeando su espalda.- Como dijo Raba cuando llegamos, fue hecho con mucho cariño. Sé que tu pasado fue difícil, pero trabaja en un mejor futuro –añadió sonriéndole.
-Ve con el señor Danilo a dormir –le aconsejó Angel.- Y termina de comer eso antes de que Sofía diga que es inapropiado –le dijo riendo señalando la caja.- Y mañana cuando despiertes y pienses que lo ocurrido hoy fue solo un sueño, abre los ojos y veras que es real. Tu realidad –le dijo palmeando su cabeza y tocando sin asco su sucio cabello.
Orlando se fue de nuevo hacia la oscuridad del edificio, detrás del señor Danilo. Los observaba con alegría y tristeza a partes iguales. Seguía sosteniendo sus coloridos pinos en una mano y la caja verde en la otra.
-Cuídalo por favor –le pidió Víctor a Sofía.- Mándale a confeccionar ropa. El pobre solo tiene eso que lleva y ya no da más de sí. Me envías la cuenta que yo me hago cargo personalmente. Y si desea llamarnos a Raba o a mí, encárgate de eso por favor ¿vale? –ella asintió.
-Nunca te había interesado mucho esto –observó la mujer.- Desde un principio dejaste claro que solo donarías dinero –Víctor solo se encogió de hombros.
-Tengo mis razones… y son tan validas como cualquiera –fue lo único que dijo antes de irse al auto.
-¿Tú las conoces verdad? –le preguntó la mujer a un pensativo Angel. Miraba al punto en donde Orlando fue devorado por la oscuridad.
-Tengo una ligera sospecha –respondió encogiéndose de hombros.- No lo hemos hablado ya que Orlando nos acompaño en todo momento, Víctor no quería despegarse de él. Pero estoy seguro de que va a confirmarlas. Y lo siento, pero no te las voy a decir –le advirtió antes de que ella dijese algo más.
-No las estoy pidiendo –le respondió ella un poco ofendida.- Lo único que opino es lo extraño de la situación. Nada más.
Y antes de que Angel dijese algo más, ella cerró la puerta en sus narices. Él no pudo evitar reír mientras iba hacia el auto.
¡Claro que sabia las razones de su hermano! Lo conocía lo suficiente para leerlo y entenderlo sin mediar palabra alguna. La vida es cíclica y a veces nos encontramos con personas desconocidas que nos recuerdan a otras personas conocidas del pasado o del presente y eso casi siempre ocasionaba una respuesta emocional. Después de todo, siempre se ha dicho eso de “todos tenemos un gemelo en algún lugar del mundo”. Lo extraño de todo era que… Víctor, había encontrado no solo a un gemelo, ¡si no a dos! ¡Dos personas que le recordaban a esa otra de su pasado! y por quien habría dado la vida si las cosas no hubiesen pasado tal y como ocurrieron.
Angel entró al auto y observó hacia adelante con las manos al volante. No encendió el auto enseguida, solo se quedaron ahí. Durante un segundo, ninguno dijo nada. Entonces…
-¿Te recuerda a Samuel verdad? –preguntó en voz baja sin dejar de mirar al frente.
-¡Es idéntico Angel! ¡Idéntico! –exclamó Víctor con la voz ronca y quebrada, sin poder contenerse más. Angel miró de reojo y vio lágrimas saliendo de sus ojos con rapidez. Seguramente se había contenido desde la tarde.- Los mismos ojos, esa expresión de timidez, ruborizarse por la vergüenza, esa desconfianza del principio ¡Dios! El cabello… ¡el cabello! Incluso me atreví a tocárselo a pesar de lo sucio que estaba solo para recordarme que estaba ahí ¡ahí en frente de mí! Angel… ¡Por Dios! ¡Le encanta la naturaleza! ¡A SAMUEL LE ENCANTABA LA NATURALEZA! Cuidaba el jardín de casa con mucho ahínco…
-Lo sé Víctor… lo sé… yo también lo vi… Samuel a regresado a ti –le dijo Angel con sus ojos brillantes por un par de lagrimas que también se asomaban en los suyos. –O bueno… una figura idealizada de él.
-Lo se Angel… Orlando no es Samuel, pero es que se parece tanto –Víctor seguía derramando lagrimas tras lagrimas.- ¡Mierda! Es que… esa timidez… ¿Sabes? me recordó también a ti cuando nos conocimos… a tú modo, eras tímido y por eso me recordaste también a Samuel. Y yo me negaba a ello, por eso no me caíste nada bien. Te veía como una copia sin autorización de Samuel…
-Lo sé Vito… y luego me pediste disculpas de todas las formas inimaginables –le recordó Angel.- Nunca hubo rencores de mi parte. Antes te referías a mi como “copia barata” –añadió medio riendo.
-Eso de compartir la comida… lo hice para probarte ¿Alguna vez te lo he dicho? –Angel asintió.- Y pues… tenias reservas porque te parecía raro, pero aceptaste y pues…
-Lo sé Vito… ya lo sé.
-Se que sabes… siempre has sido compresivo en ese tema –le dijo Víctor con agradecimiento.- No… no te ofendas… nunca te he considerado un sustituto de Samuel, no te ofendería de esa forma. Pero sabes que me lo recordaste ese día en Londres… cuando te vi por primera vez fue… la única diferencia es que Orlando… no tiene gafas cuadradas.
-Lo sé… yo lo sé –repitió Angel mirando al frente.
-¡Yo se que sabes coño! Pero me gusta decírtelo para… no se… para que lo sepas –soltó una risita nerviosa.- Nuestra amistad no solo se basa en la imagen de una persona muerta, lo sabes…
-¡Lo sé!
-¡Y yo se que sabes! Pero ahora Orlando… Dios… -suspiró con júbilo y se limpió las lagrimas.- Samuel… Mi Sael … ¡Es idéntico! –repitió aún sin poder creérselo.
-¿Pero si entiendes que uno y otro son personas diferentes no? –le recordó Angel con lentitud. Era necesario darle ese golpe de realidad.
-Por supuesto… pasa igual que contigo. Tú eres tú, Raba y Samuel es... fue Samuel. Orlando es Orlando y Samuel fue Samuel –lo dijo como una especie de rezo.- Pero hare lo que sea por ayudar a ese niño. Se lo merece después de todo lo que ha sufrido. ¡Pero es que incluso tú historia y la de Orlando es similar! Mismos padres imbéciles, hasta tienen orígenes en el mismo estado, en Trujillo ¿Cuáles son las probabilidades de eso? –preguntó respirando con algo de dificultad.
-Ni idea… tú eres el matemático… un día de estos haces ese cálculo y por favor respira –le aconsejó Angel encendiendo el auto.- Estas al punto de un colapso nervioso –comenzó a mover el vehículo.
-No puedo evitarlo… -dijo Víctor tragando saliva. Respiró con más calma esta vez- No puedo evitarlo… es… simplemente es…
-Lo sé…
-¡Ya sé que sabes! –replicó Víctor mirando hacia adelante, ausente.- MiSael … -murmuró con la mente en otro lado. Nuevas lágrimas escapaban de sus ojos.
Angel no leía mentes, pero de hacerlo, vería en ese momento los recuerdos llegando a la memoria de Víctor uno tras otro. ¿Qué estaría recordando? Se preguntó a sí mismo. Seguramente las mejores partes vividas junto Samuel. “Mi Sael” como siempre lo llamaba cuando ellos dos hablaban sobre el otro. Aquel chico que fue su hermano. Aquel chico quien fue el primero en llamarlo Vito. El primero y al único quien se lo permitió. Claro, hasta la llegada de la persona que le recordaba a su difunto hermano y a quien también le permitía llamarlo de ese modo tan selectivo.
Nadie más tenía ese derecho.
Angel observaba a Víctor de reojo sonriendo. Hacía años que no veía tal emoción en Víctor. Pero ahora parecía que las cosas podrían mejorar en ese aspecto. Orlando podría ser lo que Víctor necesitaba para terminar de salir de ese profundo dolor y resentimiento que sentía desde los trece años y que sabía ocultar muy bien. Era una lucha constante para Angel, y no se quejaba de ello, pero si podía contar con la ayuda de un tercero que acelerara el proceso, lo aceptaba con gusto. La felicidad de Víctor era fundamental.
-Hay cosas que debemos hacer tú y yo –le dijo Víctor de pronto. –Hablemos con Andrés y vamos a contarle esa historia… –su móvil sonó en ese momento interrumpiéndolo.- Detente –le pidió con seriedad al ver quien lo llamaba.- ¡Es Sofía! ¿Piensas que… algo le pasó a Orlando? –preguntó asustado. Tocó la pantalla para responder a la llamada.
…
Sofía observaba el auto inmóvil en la calle desde la ventana de su habitación. Le parecía algo extraño que aún no se movía, siendo que ya tenían unos diez minutos desde que se habían despedido. Le sorprendió subir a su habitación y ver el auto. Incluso llegó a pensar que quizá tendrían algún problema mecánico justo en el instante en que el auto encendía para, unos segundos después, emprender la marcha. Se quedó el tiempo suficiente para notar como un auto gris pasaba unos segundos después rápidamente, como si acabara de acelerar o algo así. Pensando en eso estaba, cuando Danilo tocaba la puerta con sus huesudos nudillos.
-Pasa… -dijo saliendo de sus pensamientos.
-El niño ya esta ubicado en su habitación –informó su padre.
-Bien –concedió la mujer.- Mañana por favor llama a la modista. Víctor me autorizó, aunque parecía más una orden, a comprarle mucha ropa porque solo tiene eso con lo que llegó y además de eso, hay que hacerle el uniforme y el del los otros dos niños nuevos.
-Entendido hija –fue la respuesta del anciano.
-¿Angel no fue muy severo contigo? –le preguntó la mujer de pronto.
-No… le explique lo que ocurrió y fue bastante comprensivo –explicó el hombre.
-Eso forma parte de él –comentó la mujer.- Es por eso que acepté este trabajo. Mañana me reuniré con mi hermano. Nos urge personal nocturno.
-Lo mismo dijo Angel –añadió su padre.
-Buenas noches papá –le dijo Sofía a modo de despedida con una sonrisa.- Descansa mucho ¿sí?
-Buenas noches hija –le respondió él saliendo de la habitación y cerrando la puerta.
¿Cuál era el interés de Víctor? Sea lo que fuera, la razón debía ser bastante fuerte si se tomó la molestia de alimentarlo y llevarlo hasta ahí él mismo. Algo le decía que, en este caso en particular, debía ser muy cautelosa. Orlando debía ser atendido, si bien no con privilegios, si con mucho cuidado. Algunas de las lecciones que se quería enseñar era el que todos eran iguales y se les debía tratar con respeto y empatía. Si ella comenzaba a tratar a algún niño con mucha deferencia, dicha lección podría perderse, pero… siempre se podría tratar a uno u otro niño con un poquito más de cuidado que a otros y eso no traería consecuencias tan nefastas.
Lo mejor sería dormir ya que al día siguiente debía atender a los niños enfermos con parásitos y llamar a todo su equipo explicando la situación de Orlando para actuar lo antes posible. Sería un día mas ocupado de lo normal, pensó con cansancio.
Pero antes de dormir, debería hacer una última llamada del día. Algo raro ocurrió hace unos minutos y no estaría mal notificárselos a ellos.
…
En otro lado de la ciudad, un cansado joven terminaba de subir los cuatrocientos treinta y tres escalones que debía recorrer todos los días al salir y regresar a su casa.
Se sentía físicamente agotado. Últimamente le hacían salir mas tarde de lo normal y eso no le gustaba mucho a su mamá. Pero trabajar un poco extra les venía de maravilla porque eso le traía propinas extras.
Entró a su casa y vio lo lúgubre del lugar.
No muy bien iluminada, la sala tenía un viejo y destartalado sofá apoyado hacia una pared y una vieja tele en blanco y negro apoyada enfrente del sofá hacia la pared contraria. Una puerta en la pared mas alejada de la puerta de la entrada, le llevaría a su habitación y otra abertura situada en la pared de la izquierda le llevaría hacia la cocina y el baño, solo separados por un pequeño pasillo.
Así de pequeña era su casa, pero no se sentía tan mal ya que por lo menos, su mamá vivía junto a él y eso hacía más fácil su vida.
-Hijo… ¿eres tú? –escuchó la voz de la mujer desde la única habitación.
-Si… ya llegué –le respondió él con cansancio y recorriendo la distancia entre una pared y otra con solo cinco pasos. Entró a la habitación y vio a su mama acostada en la vieja cama. Se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
-Te ves cansado –le dijo su madre incorporándose y apoyando la espalda en el cabezal de la cama.- Te explotan en ese restaurante –se quejó la mujer.
-Pagan bien mamá –le replicó él sentándose a los pies de la mujer.- Es un trabajo de medio tiempo que nos ayuda mucho –rebusco en sus bolsillos y le tendió un fajo de billetes.- Las propinas de hoy –le explicó como si hiciera falta.
La mujer vio los billetes y abrió mucho los ojos.
-¿Tanto? –preguntó sorprendidísima.- ¡Pero si esto es lo que haces en una semana! Hijo… -le miró de forma reprobatoria- ¿de dónde sacaste este dinero? Sé que lo necesitamos, pero si robaste…
-¡¡No mamá!! –le interrumpió él dolido antes semejante acusación.- Jamás haría algo así. Hoy fueron dos clientes y me dieron todo eso, o casi todo. Hoy me fue bien porque atendí varias mesas y pues, esos dos me dieron ese dinero –repitió.
-A ver… ¿y porque lo hicieron? –insistió la mujer.- No hay razones para que los ricos sean amables con los pobres… ¿seguro que solo eso? –preguntó con desconfianza. Miraba los billetes como si tuviesen un virus contagioso.
-Seguramente… querían humillarme o algo así o eso fue lo que pensé al principio –respondió él.- Antes de darme cuenta ya se habían ido así que no pude regresarles el dinero. Estaban apurados en irse. Llevaron a un chico de la calle a comer y… luego se lo llevaron.
-Ay mi Dios… -gimió la mujer persignándose.- Ese pobre niño… seguramente le harán cosas… malas…
-No… no creo –le contradijo él.- Hice algunas preguntas y al parecer uno de ellos es socio del dueño, el señor Camilo. Me lo confirmaron casi al cerrar –explicó él.- Y según entendí, no son malas personas. Yo pensaba que querían humillarme… pero quizá no es eso.
-Ay hijo… no creas mucho en las personas con dinero –le dijo su mamá con condescendencia.- Nadie que tenga dinero es bueno. Nadie. Solo mira cómo vivimos muchos en esta ciudad. Los ricos se hacen ricos a costa de los pobres. Así de fácil –sentenció la mujer tomando los billetes.- Diría que este dinero debe estar manchado, pero… la verdad lo necesitamos mucho –comenzó a toser descontroladamente.
Él se apresuró a ayudarla dándole golpecitos en la espalda y frotando su huesudo pecho. La tuberculosis de la mujer se hacía más difícil de llevar cada día. Comenzó a escupir en un vaso todo lo que salían de sus pulmones. La sustancia verdosa y viscosa le salía de la boca a borbotones. Él miraba con asco, pero le ayudaba lo mejor que podía.
Un rato después (que a ambos le aprecio eterno) su mamá se incorporaba en la posición de antes y respiraba mejor.
-Estoy cansada –se quejó.- Hoy tuve otros dos de estos ataques y me sentí morir.
-Siento no haber podido estar aquí –se disculpó él con tristeza.
-Ya tú haces mucho por mí –le replico su mamá.- Trabajas para ayudarme y eso ya es suficiente.
-No lo es –contradijo él. Ella solo se encogió de hombros.
-Intenta descansar esta noche hijo –le sugirió echándose a un lado para abrirle espacio a su hijo. Tomo el fajo de billetes con una mueca en los labios.- Mañana podre comprar lo que necesitamos.
-Descansa mamá –le dijo él acurrucándose junto a ella.
Cerró los ojos y el sueño le llegó bastante rápido.