Una historia interesante 27

Si dos voluntades con igual fuerza chocan, ¿quién ganaría?

-¡El lugar es todo nuestro! –declaró Eduardo con alegría.

-Claro, estamos aquí… casi al alba –le respondió Andrea sin mirarlo, pues levantaba en alto una maqueta de vejiga para ver su interior.

-Un poco mas y nos quedamos desde anoche aquí –comentó Aníbal. Metió la mano enguantada dentro del cadáver entre viseras abdominales y comenzó a explorarlo. Hizo una mueca de triunfo y añadió:- creo que encontré el uréter derecho. Bien, ya que fue ubicado en este cadáver, me voy a otro –e intentó moverse pero Carlos le interrumpió.

-Aquí no está el uréter derecho. Fue seccionado por accidente por un estudiante hace unos días. Me lo comentó nuestra profesora ayer. Aunque yo diría que fue mas una advertencia para no cometer el error que acabas de tener –le contradijo Carlos mirando la fina línea de tejido que Aníbal sostenía en su mano.- Eso que estas tocando es un ligamento que aún no sabemos de dónde procede. Parece el uréter, pero es otra cosa. Fíjate en el recorrido que hace, no llega a la vejiga ni viene de los riñones.

Aníbal comenzó a mover sus dedos sobre el tejido y sintió que llegaba al lugar equivocado dentro del cadáver.

-¡Demonios! –exclamó molesto.

-Te lo dije –añadió Carlos sin dejar de mirar dentro de la pelvis del cadáver- ¿Y esto qué es? –miraba detenidamente lo que parecía carne mechada con algunos días de cocción. Tomó su pinza y comenzó a tocar ese tejido con desconfianza.- Dani, ayuda por favor.

Ella lo miró desde la otra mesa en donde estaba en ese momento con otro cadáver. Se acercó rápidamente caminando entre las cavas de almacenamiento y se posicionó a su lado.

-¡Oye, eso es trampa! –se quejó Angel desde la cava en donde Daniela estaba hace unos segundos. Sostenía un riñón reseco en su mano y lo abría como un libro para ver su interior.- Dijimos que no nos llamaríamos entre nosotros.

-Solo serán unos segundos, luego soy toda tuya –le dijo Daniela guiñándole un ojo. Miró lo que sostenía Carlos con la pinza y le dijo:- Parecen restos del músculo elevador del ano y eso –señalo una estructura al lado de las fibras- parece ser el arco tendinoso de dicho músculo.

-¡¡Pero eso no estaba así antes!! –gruñó Carlos.- La semana pasada esas fibras no estaban separadas de la pelvis.

-Me parece que algunas personas han estado dañando los cadáveres –comentó Alejandro desde su mesa.- Este cadáver tiene el conducto deferente roto en dos lugares. Me costó encontrar sus partes y colocarlas en su sitio –añadió levantando la mirada. Un gesto de molestia asomaba en su rostro.- Imbéciles que no saben lo que hacen y joden el estudio de otros. No les pido que sean anatomistas expertos, pero al menos que sepan cuidar los cadáveres.

-A esta pobre señora le destruyeron ambas trompas de Falopio –dijo Angel desde su mesa, también molesto.- Creo que el examen de ayer dejo un rastro de mal manejo del cadáver –todos asintieron dándole la razón.- Dani cariño, aléjate de esa chusma y regresa a mi –añadió en tono meloso, mirándola. Extendió sus brazos como si tuviera la intención de abrazarla cuando ella llegara.

-Ya es toda tuya -le dijo Carlos con los ojos en blanco mientras ella reía y se regresaba a su mesa.- Acaparador.

-Pero eso no va a ser por mucho tiempo ya que en un rato llegarán más personas y esto va a estar abarrotado –comentó Aníbal negando con la cabeza.

-Por eso debemos aprovechar cada segundo –replicó Alejandro y fijó su mirada hacia el cadáver sin perder más tiempo.

La predicción de Aníbal se hizo realidad media hora después. Primero llegaron en grupos pequeños, después un montón de gente llenando la sala de ruido de conversaciones cada vez más altas. Alejandro incluso, usando su posición como delegado, se subió a uno de los bancos de madera para hacer oír por encima de todo ese ruido.

-¡Oigan! ¡OIGAN! –gritó con fuerza. Todas las miradas fueron a su dirección y el silencio se apoderó del lugar.- Por favor… hacen demasiado ruido. Les pido de la mejor manera posible que hablen lo más bajo que puedan. Estamos aquí para hacer un repaso, no para mantener conversaciones con al alto volumen.

-No podemos quedarnos callados solo porque tú lo desees –le replicó un estudiante. Todos vieron hacia donde provenía la voz.

A nadie le extrañó que fuese uno de los amigos de Diego.

-No es que él lo desee –le atajó Angel,- es que sinceramente el ruido que se está haciendo es francamente desagradable. Ustedes, por ejemplo –de una mirada los abarco a todos- lo único que hacen es hablar y no veo que estén repasando en ningún cadáver. La verdad, solo están entorpeciendo el trabajo de otros –les dijo con seriedad.

-Este no es un espacio para conversaciones personales –afirmó Alejandro.- O por lo menos, este no es el momento para ello. De verdad pido algo más de consideración con las personas que están repasando.

-No es nuestra culpa que las personas sean tan irresponsables de dejar sus asuntos para última hora –replicó Diego con una sonrisa de satisfacción.

Ese último comentario desató una serie de murmullos.

-Entonces, si consideras que estar acá es algo innecesario, te invito a que te vayas y no estorbes a los demás –le sugirió Alejandro sin dejarse amedrentar.

Diego le dedicó una mirada asesina.

-Tú no eres nadie para decirme donde debo y no debo estar –le replicó molesto.

-Entonces no dañes el trabajo de otros –le ordenó Alejandro con frialdad.- Si vas a quedarte, hazlo en silencio. Claro, si tú ego te lo permite.

Ente ese comentario, muchas personas abrieron los ojos con sorpresa. Otros miraban a uno y otro esperando una confrontación.

Diego lo miró fijamente solo unos segundos, antes de voltear la mirada hacia otro lado e ignorarlo.

-Un gesto dice más que mil palabras –le susurro Angel a Daniela. Dos personas cerca de él lo escucharon también pese al ruido que comenzaba de nuevo, pues fijaron en él su ojos.

Ese gesto que bien podría significar que se rendía, tenía otra connotación oculta, pues su mirada de prepotencia y altanería decía que simplemente Alejandro era demasiado insignificante como para seguir perdiendo su valioso tiempo, el de Diego, en una discusión sin sentido.

-¿Qué quieres decir? –le preguntó Daniela sin entender. Los otros dos estudiantes estaban atentos también a la respuesta de Angel.

-Que Diego considera a Alejandro como una persona de baja categoría y no va a seguir discutiendo con él –le respondió Angel sin dejar de mirar a Diego.- Si yo fuese Alejandro, pediría silencio de nuevo y me bajaría de ese banquito.

Curiosamente, eso fue lo que hizo Alejandro unos segundos después.

-¿Cómo sabes que eso es lo que significa la acción de Diego? –le preguntó Daniela sin dejar de mirar a Alejandro.

-Tú conoces a Diego mejor que yo ¿y te atreves a formularme esa pregunta? –le preguntó Angel con una mueca de desagrado. Comenzó a tomar todos sus instrumentos quirúrgicos antes de que alguien más lo hiciera. Siempre existen accidentes y algunas piezas podrían perderse.

-Diego considera a todos como seres inferiores –murmuró Daniela asintiendo ligeramente.

-Que bien que me entiendas –repuso Angel. Vio algo metálico debajo del cadáver cuando lo movió ligeramente para revisar. Tomó una pinza por su mango. - ¿Y tú como llegaste tan lejos? –le preguntó a la pieza como si esta pudiera responderle.

-Eso fue mi culpa –admitió Daniela avergonzada.- Cuando Carlos me llamó la puse solo un momento y pues, la olvide. Perdón –se disculpo ella ruborizada.

-No importa –le dijo Angel cortante. Mentía y ambos lo sabían, pero ninguno dijo nada más al respecto.- ¿Podrías enviarle un mensaje al grupo preguntando si alguno desea quedarse más tiempo? Yo lo haría, pero… -le mostró ambas manos enguantadas y llenas de fluidos de cadáver.

Ella se apresuró a hacerle caso. Angel vio alrededor de ellos y notó como Aníbal, Carlos y Eduardo tomaban sus respectivos móviles. Carlos negó con la cabeza mirando a Daniela y comenzó a recoger sus cosas también. Eduardo le escribió algo y Angel escucho un ligero sonido en su propio móvil. Aníbal le comentó algo a Alejandro y este también negó. Andrea estando al lado de Carlos escuchó algo que el chico le dijo en voz baja y también negó.

Unos minutos después, todos se encontraban saliendo de la sala. Alejandro tenía en ese momento una seriedad y un color rojo en sus mejillas.

-Parece que yo no fui el único que se dio cuenta del verdadero significado del gesto de Malfoy –comentó Angel doblando su bata y guardándola en el morral.

-¡Imbécil! –fue la exclamación de Alejandro. Estaba furioso.

-Yo lo único que vi fue a alguien rendirse –añadió Eduardo,- ¿o no?

Carlos, Andrea, Angel y Daniela negaron con la cabeza, Alejandro lo miró con lastima y Aníbal levantó una ceja.

-Se nota que aún eres un niño… -dijo Alejandro de malas maneras.- Te falta mucho por entender sobre las personas –le añadió con frialdad.

El semblante feliz y tranquilo que normalmente Eduardo tenía en su rostro se ensombreció por las palabras de Alejandro.

-Perdón por no ser tan experimentado como ustedes… -replicó levantando la voz.- No es mi culpa ser una especie de genio que se adelanta a sus tiempos –añadió indignado.

-“Maldita sea… estos imbéciles de mente débil dejan que los enemigos entren en su cabeza. Esa es la peor situación en una guerra” –pensó Angel con desagrado mirándolos a ambos. Si quería que las cosas no fuesen a más, esta vez sí tendría que intervenir.- Eduardo, lo que Alejandro quiere decir es que te falta experiencia de la vida. El problema es que se deja llevar por sus emociones y no lo dice de la mejor manera. Debes admitir, Ale, que tu comentario fue inapropiado.

Alejandro lo miró desafiante.

-Increíble que seas tú quien me lo dice –le replicó con frialdad.

-¿Cuando me he dejado llevar por mis sentimientos y la he cagado? –le preguntó Angel igualmente desafiante.- “ Este imbécil ahora viene en mi contra. ¡Coño, no dejes que tus patéticos sentimientos te dominen!”

-No… tú no te dejas llevar por tus sentimientos. Tal parece que no los tienes –le replicó Alejandro agarrando de malas maneras su morral.

Ese último comentario fue recibido con gestos de alarma de los otros. Angel solo levanto las cejas esperando a que el otro dijese algo más. A veces la mejor estrategia de ataque era recibir el golpe del rival y regresarlo con el doble de fuerza.

-Siempre te muestras sereno y parece que las cosas te resbalan –continuó Alejandro.- Eso no lo hacen las personas normales –recalcó.

-Nunca me he considerado normal –respondió Angel con seriedad.- Y claro que las cosas me afectan, pero no me veras lloriqueando por ellos en los rincones… ni en el baño –añadió con maldad. Alejandro lo miró con los ojos muy abiertos.

-¡Serás…! –intento decirle. Se puso rígido, casi como si deseaba abalanzársele encima.

-Lo soy ¿y qué? –le interrumpió Angel. –Una vez me dijiste que yo era, extrañamente, alguien muy similar a Diego. Pero que la única diferencia era que yo si era una buena persona. Pues tienes razón… soy idéntico a él. Será por eso que logro entender tanto sus acciones –en ese momento, observo fugazmente a Daniela.

-¡Vete a la mierda! –Alejandro se apresuró a irse hacia las escaleras.

Todos observaron cómo se iba caminando pesadamente y con rabia en los ojos.

-“Que cobarde, ni siquiera se queda a confrontarme. Al menos logré desviar su atención hacia mí y no hacia el pobre de Eduardo que ya tiene suficientes problemas con esta maldita lluvia que cae cuando quiere”.

Durante unos segundos un silencio tenso se apodero del lugar. Algunos de ellos aún asimilaban lo que acababa de ocurrir ¡Angel y Alejandro discutiendo! No era algo que se podría esperar de dos buenos amigos.

-¿Qué es lo que acaba de pasar? –preguntó Andrea en voz baja a Carlos.

-Andrea cariño, estamos en un lugar relativamente pequeño, el mínimo sonido es escuchado claramente –le respondió Angel sin mirarla. Tomaba su morral y su bolso de comida.

-Yo… este… lo siento –dijo ella abochornada.

-Alejandro necesita relajarse –dijo Daniela.- Lo que ocurrió ahí dentro le afectó más de lo debido.

-Exacto. Personalmente puedo asegurar que la actitud de Diego es toxica –comentó Aníbal.- Yo mismo me he visto afectado por ella.

-Porque ustedes dejan que eso les afecte –le replicó Angel.- Y no, -añadió antes de que Aníbal respondiera algo- no voy a discutir contigo sobre ello. Ya he discutido con uno de ustedes y no necesito ni quiero hacerlo con otro –respiró profundamente.- ¿Por qué mejor no vamos a sentarnos por ahí en una mesa y nos quedamos repasando hasta la hora del almuerzo? –propuso.

La idea fue recibida con asentimientos por parte de todos.

A unos cuantos kilómetros de ahí y sin que Angel lo supiese, dos personas planificaban el siguiente movimiento en un plan con muchos involucrados y ninguno de ellos consientes de ello.

-¿A qué hora va a llegar? –preguntó Rojas con impaciencia mirando su reloj.

-Juventud impaciente de hoy en día –se quejó Ramírez.- Llegará cuando tenga que llegar –le dijo tecleando algo rápidamente. Parecía escribir una carta o documento oficial. Su prominente barriga tocaba la mesa y parecía dificultarle el escribir.

-¡Debió llegar hace media hora! –le recordó Rojas mirando hacia la puerta buscando a alguien.

-Llegará cuando tenga que llegar –le repitió Ramírez sin dejar de mirar el monitor.- Es una mujer muy ocupada que necesita tiempo para adaptarse a su situación.

-Estamos hablando de la posible vida de su hijo –le recordó Rojas mirando de nuevo su reloj.

-Ella… ella sospecha que su hijo… no está entre los vivos –comentó Ramírez levantando levemente la mirada hacia Rojas. Este no lo miraba pues vigilaba la puerta.

-Entiendo que haya perdido la esperanza pero eso no le da derecho a ser impuntual –se quejó Rojas rindiéndose en ver la puerta. Se apretujo en su silla con mala cara.

-Pareces un niño ansioso –le dijo Ramírez regresando la mirada al monitor. Intentaba crear un cuadro pero le costaba que sus manos llegasen –creo que es hora de bajar algo de peso –murmuró muy bajito.

-Estoy ansioso –admitió Rojas sin escuchar lo último.- Recuerda que tenemos un plazo para entregar una hipótesis y pruebas contundentes de que dicha hipótesis es real –añadió mirando de reojo hacia la oficina del jefe.

-¿Y crees que eso no me preocupa? –murmuró Ramírez en tono grave.- Mi reputación pende de un hilo.

-¿Qué haces por cierto? –le preguntó Rojas mirando hacia el monitor.

-Estoy haciendo una cronología de sucesos –respondió Ramírez mostrándole.- Hay algo que no me termina de convencer.

-Nunca nada te convence… –le recriminó Rojas. Ramírez levantó la mirada.

-¿Otra vez con eso? Ya te pedí disculpas por descartar tu teoría sin siquiera revisarla –le dijo Ramírez irritado.

-Despreciaste mi teoría y ahora míranos, desesperados por probarla –le recordó Rojas.- Si hubiese al menos podido revisarla, nos habríamos ahorrado meses de trabajo inútil y no tendríamos al jefe encima de nuestras cabezas.

Ramírez no replicó ya que el chico tenía la razón en ese punto. Durante meses, descartó la teoría de dos secuestradores debido a que los indicios solo daban muestra de un solo perpetrador. Pero, al darse cuenta que su principal sospechoso tenia las mejores coartadas posibles (se encontraba a miles de kilómetros de distancia mientras ocurrían los hechos), a Ramírez le tocó cambiar toda su estrategia y admitir que quizá la teoría de Rojas era más real de lo que había pensado en un principio. Algo que Rojas se encargaba de recordarle cuando menos lo esperaba.

Sin embargo, algunas cosas aún no le convencían del todo. Era sumamente sospechoso que justamente él, Angel, se encontrara de viaje durante los acontecimientos. Claro, habían otros viajes registrados, pero ¿y si los demás viajes eran un engaño a simple vista? Quizá… solo quizá, solo existieron para dar la impresión de viajar mucho y justificarse durante los viajes en los que ocurrieron los secuestros. Pero seguir esa hipótesis era algo descabellado. En este punto, viajar era algo nuevo para el maricón y quizá era por eso que lo hacía seguido. Pasó de no tener nada a tenerlo todo. Cuando una persona tenía carencias, su forma de actuar al recibir cosas cambiaba totalmente. Quizá este era el caso, pero ¿y si no?

Miraba al monitor con cansancio y frustración. Meses trabajando en una teoría, perdidos en un segundo, y lo peor, perdidos por un error de juicio. No leyó el expediente que él mismo había pedido por emocionarse ante una prueba que, al final, no llevó a nada.

Y ahora tenía que lidiar con las consecuencias de todo eso.

Replantearse la estrategia y confiar en que el plan de Rojas funcionara.

Nunca fue una persona que confiara en otros. Desde muy joven, vio como las personas cometían injusticias y abusos de poder. Fue por ello que deseó ser policía al crecer. Como todo niño ingenuo, soñaba con traer justicia al mundo y salvarlo de las cosas malas. Pero los sueños de un niño pocas veces se cumplen. No pudo traer justicia a ningún lado. Mientras más criminales conseguía atrapar, más parecían salir de las alcantarillas. Las cosas malas de las que deseaba salvar el mundo eran peores día tras día.

Al borde de la jubilación, se retiraba con el sabor amargo de la derrota. Quizá las generaciones venideras si puedan con el mal en el mundo, un fracaso que él se tomaba muy personal.

Aunque quizá… si resolviera este caso correctamente…

-¡Ya está aquí! –casi gritó Rojas sacándolo de sus pensamientos.

Entonces la vio.

Alta, esbelta y con una apariencia que no reflejaba su edad real, María Teresa de Ballester (la mujer odiaba que le dijeran “viuda de Ballester”), entraba al lugar como si fuese la dueña. Vestía con tal formalidad, que se notaba enseguida que era la jefa en su oficina. Sus pasos, zapato de tacón alto, resonaban con fuerza en el lugar. Algunos incluso movían sus cabezas para verla, pero ella los ignoraba ya que seguramente no le importaba en lo más mínimo. Se movía con tal gracia, que uno olvidaba que ya tenía poco más de cincuenta años. En su mano, sostenía un enorme sobre. Ese era el objetivo de esa reunión.

-Buenas tardes señora Ballester –le saludo Rojas cuando la mujer llegó a su lado. Él se levantó de su silla y tomó otra que tenía más cerca ofreciéndosela con galantería.

-Buenos días detectives –le saludó con una voz lenta y clara. Se sentó mirando a ambos policías con suspicacia.- Señor Ramírez, aquí tengo su inusual pedido –y le tendió el sobre directamente ignorando el intento de Rojas de tomarlo.

Ramírez abrió el sobre y vio su contenido: una foto.

-Muchas gracias señora Ballester. Entendemos que usted es una mujer muy ocupada –el tono de disculpa era notorio.- Pero le aseguro que esto tendrá resultados para encontrar a su hijo.

La mujer lo miró con una mezcla de decepción, lastima y resignación.

-Cuando una mujer se hace madre –comenzó diciendo con lentitud- se crea un vinculo, difícil de explicar, con la vida que ha salido de tus entrañas. Dicho vínculo es tan fuerte que cada acontecimiento ocurrido al hijo, lo siente la madre. Cada vez que alguno de mis hijos era herido, yo lo sentía en carne propia, casi como si era a mí a quien le ocurría. El día que mi hijo desapareció, yo me encontraba en Estados Unidos por una cuestión de negocios familiares y durante todo ese día yo presentía algo en mi pecho. Al momento de recibir la noticia de su desaparición, yo ya lo sabía detective.

Ambos hombres intercambiaron una mirada.

-Ustedes no lo entienden ya que son hombres –les dijo la mujer.- Hace poco más de dos años, sentí un dolor tan atroz e inhumando en mi cuello que supe en ese momento la verdad: mi hijo estaba muerto. Y antes de eso, sentía ligeros cortes y golpes alrededor de mi cuerpo, aunque no tenía ninguna herida, sentía el dolor. El desgraciado que hizo eso, se encargó de torturarlo hasta la muerte. Mi hijo está muerto detectives –sentencio la mujer con severidad. Dado lo que decía, no mostraba ningún tipo de emoción.- La única razón de porque los ayudo, es simplemente que quiero ver a la cara al tipo que lo mató, deseo que me diga que hizo con su cadáver y pretendo darle un funeral y un entierro digno. No es correcto que el cadáver de mi hijo esté por ahí, solo y mutilado. Merece algo más que un sucio y putrefacto agujero para descasar. Tenemos un panteón familiar y su lugar de eterno reposo está ahí esperándolo –añadió con los labios fruncidos. En ese momento desvió la mirada, quizá para ocultar algún sentimiento repentino y miró hacia el monitor detrás de Ramírez.

Ramírez vio que entrecerraba los ojos y parecía ver y reconocer algo.

La mujer se levantó antes de que ninguno de ellos pudiera decir nada y se acercó lo suficiente para verlo con más claridad.

-Angel Villanueva… -susurró con desagrado. –Recuerdo a ese niño. Un sucio y desagradable becado en el colegio donde mi hijo estudiaba. Recuerdo perfectamente las veces que tuve el infortunio de verlo en persona y a la desdichada criatura que era su madre. Una simple mecanógrafa –añadió con asco.- ¡Imaginen! El hijo de una mecanógrafa estudiando al lado de mi pequeño. Fue todo un escándalo cuando nos informaron que en el colegio iban a aceptar becados. Yo fui de las primeras en negarme. ¿Él es el culpable? ¿Sospechoso?–preguntó con autoridad.

-No –mintió Ramírez intentando alejar a la mujer del monitor.- Pero es una posible víctima. Como ya le informamos en su momento, en su testimonio, Fabiana nos dijo que algunas personas estaban marcadas como localizadas y otras como capturadas. Villanueva pertenece al primer grupo. Sospechamos que quizá sea el próximo en ser capturado.

-¿Cómo es posible que mi pequeño haya sido asesinado y esa pequeña cucaracha este libre? –preguntó la mujer indignada. Retrocedió unos pasos y se sentó de nuevo en la silla.- Yo diría que él es el culpable de todo. Las personas po… -se interrumpió- sin recursos… pueden sentir mucha envidia de aquellos más favorecidos por la vida. Alimentan su envidia con resentimiento y hacen las cosas más terribles justificándose luego con palabras llenas de resentimiento. Si me preguntan, yo diría que es él –repitió.

-Ahora mismo no es tan pobre que se diga –terció Rojas mirando a la mujer con un poco de desagrado. Parecía ofendido, pero evito decir o hacer algo inapropiado.

-¿Cómo dice? –le preguntó la mujer sin comprender. No le gustó mucho la altanería del joven a su lado.

-Posee una fortuna bastante cuantiosa –respondió Rojas con sequedad.

-Me cuesta creerlo –le contradijo la mujer.- Poseer una fortuna cuantiosa requiere de generaciones. Solo aquellos que hemos nacido en ese mundo sabemos lo que eso significa. A mis ojos, él es un podre diablo, haga lo que haga y tenga el dinero que tenga. El estatus social no es algo que se encuentre tan fácil –añadió con frialdad y ofensa.

Ramírez se aclaró la garganta.

-Bueno… no quisiéramos quitarle más tiempo señora Ballester –le dijo con amabilidad a la mujer quien se levantó de la silla.- En cuando nos sea posible, le entregaremos la fotografía. Lo único que necesitamos es estudiarla un poco y reproducirla para tener una copia –le informó.

-Esa sería una foto perfecta, pero lamentablemente estuvo contaminada de indeseables desde el momento de su creación –dijo la mujer con el mismo tono de asco.- Hagan lo que quieran con ella. La verdad, me sentí aliviada cuando me la pidieron. Esa era la excusa perfecta para deshacerme de tan vergonzoso recuerdo. No la quiero de regreso –dijo con severidad antes de comenzar a caminar hacia la puerta.

-Snob hija de puta –susurró Rojas mirándola salir de la puerta. El desprecio en sus facciones era bastante notorio.

-¿Me quieres explicar de dónde salió ese arrebato de ira de hace rato? –le preguntó Ramírez sorprendido.

-Conoces a mi mamá ¿verdad? –le replicó Rojas con frialdad.- Recuerda las cosas que ella te ha contado en las muchas cenas que hemos tenido en casa.

La madre de Rojas se podría definir como la más típica y tradicional ama de casa. O por lo menos eso era en los tiempos actuales. Ya que su hijo era quien trabajaba, la mujer, de casi setenta años, se encargaba de todo lo referente al hogar. Pero Ramírez sabia que eso no fue así siempre. Con un hijo pequeño, y un esposo muerto, la mujer vivió una pesadilla en otros tiempos, manteniendo dos trabajos al mismo tiempo, se las arregló para educar a su hijo sin ayuda de nadie. En las mañanas hacia trabajo de limpieza en casa de gente rica y en las tardes, trabajaba en una oficina de abogados, desempeñándose como mecanógrafa , además los fines de semana, ambos se iban al mercado a vender chucherías y comidas caseras para tener algo de dinero extra.

¡Mierda!

-Rojas… -le dijo Ramírez con timidez.-Debes entender que…

-¿Intentas justificarla? –le interrumpió Rojas ofendido.

-No… eso no –a Ramírez le costaba decir aquello.- Esa mujer tiene un punto de vista muy diferente al nuestro Rojas. En su cabeza si no eres un rico de cuna con varias generaciones antes que tú, no eres nadie. Quizá ese pensamiento fue lo que causo la muerte de su hijo y ahora ella está pagando las consecuencias de ello. Piensa que ya tiene suficiente castigo sabiendo que su hijo posiblemente murió gracias a la forma de la crianza que ella muy felizmente le enseñó.

-Pero sigue mostrando desprecio por las personas pobres… -replicó Rojas.- Perdón… por personas “sin recursos”. Vieja bruja –añadió con rabia sentándose de golpe.

-Rojas por favor… que tus sentimientos no nublen tu juicio –le recomendó Ramírez.

-Y disculpa, pero… ¿dolida? Hablaba de la muerte de su hijo como si tal la cosa –comentó Rojas tomando la fotografía.

-Tienes que entender que desde su punto de vista, ella no pude mostrarse débil enfrente de personas a las que considera inferiores –le explicó Ramírez.

-Tú incluido –le replicó Rojas levantando la mirada.

-Yo incluido –le admitió Ramírez con desagrado.

-Dilo –le ordenó Angel. Estaban uno enfrente del otro separados por unos veinte centímetros.

-¿No me vas a dejar tranquilo si no lo hago verdad?

-No. Te fastidiare hasta el final de nuestros días –le advirtió Angel tratando de no reír.

-Miserable infeliz… ¿ves que si te pareces a Malfoy?

-Eso no es algo que yo niego, pero como bien dijiste tú mismo una vez: yo si soy buena gente y él es un miserable. Dijiste que eso era lo que nos diferenciaba.

-Perdón… me equivoque –dijo Alejandro en voz bien alta.- Me deje llevar por la rabia que sentía y la cagué totalmente.

-Gracias –le dijo Angel con una sonrisa.- Pero también debes decirle a Eduardo estas palabras. Después de todo, a él también le dijiste cosas hirientes.

-No hace falta –gritó Eduardo desde donde se encontraba el grupo.

-Sí, si hace falta Eduardo –le respondió Alejandro caminando hacia ellos. Se sentó al lado de Andrea y dijo:- No fui yo mismo esta mañana y dije cosas que no debía. Me afecto más de lo debido lo que me hizo Diego.

-No te dejes influenciar por ese infeliz –le recomendó Daniela.- Si dejas que entre a tú cabeza, te va a destruir sin darte cuenta.

-Creo que todos hemos notado eso –añadió Carlos. -Pero… tan amigos como siempre –una sonrisa asomó en su rostro.

-Por supuesto –respondió Angel.- Ahora… tengamos una placentera comida. La comida une a la gente ¿saben? los hace más amigos y todo, compartir y esas cosas…–añadió con voz melosa mirando de reojo hacia Andrea.

-¡Ya te dije que si te voy a dar de mi pastel! –le gruñó Andrea.- Lo traje para todos… tarado.

No pudieron evitar reír.

La hora del almuerzo transcurrió con normalidad. Terminaron de almorzar y el grupo se dividió. Andrea, Carlos, Eduardo y Alejandro decidieron irse a sus respectivas casas. Angel, Daniela y Aníbal decidieron quedarse el resto de la tarde. El primero porque, igual Víctor llegaría a media tarde y los segundos porque iban a dar un último repaso. Pero Angel decidió acompañarlos solo para matar el tiempo hasta que Víctor llegase. Siendo el inicio de la tarde, muchos ya no estaban ahí y el ruido de la mañana era mucho menor.

Angel estaba solo en una mesa con un cadáver y Daniela y Aníbal en otro discutiendo un poco y haciéndose preguntas de práctica.

-Esas preguntan que se hacen, no serán las que les hagan mañana –les advirtió Angel en broma.

-¿Cómo lo sabes? –le preguntó Daniela riendo.

-Por algo muy fácil: saben esas respuestas –respondió Angel con picardía.- Aquí los profesores tienen algún poder basado en la telepatía que les permite saber aquello que el estudiante no sabe y eso es precisamente lo que preguntan –explicó con una sonrisa.

-¡Exacto! –dijeron los otros dos al mismo tiempo riendo.

-Me pasó con los últimos dos exámenes –admitió Aníbal negando con la cabeza.

-A mi me paso con el… -iba a contar Daniela, pero se vio interrumpida por un bullicio formado de pronto afuera de la sala.

Angel también escuchó como llegaban un centenar de voces al mismo tiempo. Casi parecía que cantaban a viva voz, pues el sonido parecía tener algo de ritmo. Pero no. Cuando entraron, vieron a un grupo como de diez personas que hablaban ruidosamente.

-“¡No puede ser! ¿Otra vez ellos?” –pensó Angel irritado.

Y es que, de nuevo, era el grupo de Diego quien hacia semejante ruido. Angel se quitó los guantes y saco su móvil del bolsillo.

- Yo no me voy a dejar perturbar por alguien como él, pero si viene buscando problemas, los va a encontrar –escribió en su móvil. Escuchó  como el de Daniel y el de Aníbal sonaban y ambos se apresuraban a tomarlos.

-¿De qué hablas? –le preguntó Carlos.

- Diego y su grupo llegaron de nuevo a la sala de disección haciendo ruido –explicó rápidamente Aníbal.

-¡¡¿Otra vez?!! –escribió Eduardo.- ¿Acaso él espera a que estemos nosotros ahí para ir a molestar?

-¿Ven que es un bastardo infeliz? –escribió Alejandro con algunos emoticones de rabia.- Él mismo dijo que ya no necesitaba estar ahí.

-Lo hace para molestar el muy imbécil –escribió Aníbal.

-Intenten entonces alejarse de él y ya – propuso Eduardo.

-En realidad no deseamos estar cerca de él, Eduardo –escribió Angel.- Simplemente aparece y ya. Últimamente está muy irritable. Más de lo normal.

-Sigan haciendo lo que hacen y por favor avisen si ocurre algo – escribió Alejandro. - Estoy a punto de entrar al metro junto a Andrea (a quien ya le dije todo, está furiosa por cierto) y voy a perder cobertura. Nos escribimos mas tarde.

Siguiendo el consejo de Eduardo y Alejandro, ellos se juntaron en una mesa. Angel tomó sus cosas y fue hacia donde estaban Daniela y Aníbal sin dejar de ver al grupo, que en ese momento comenzaba a prepararse para revisar cadáveres. Dos se fueron hacia una mesa, otros dos hacia otra y así fueron repartiéndose por toda la sala. Algunos incluso se fueron hacia la sala de al lado, yéndose por las escaleras.

-Si se dispersan es lo mejor –comentó Angel en voz baja.

-Así no hacen tanto ruido y de verdad están aquí para estudiar –comentó Aníbal.

Daniela miraba en ese momento hacia Diego. Este solo revisaba uno de los cadáveres con las manos en la espalda. Daba la impresión de un profesor que enseñaba a sus alumnos.

-Deja de mirarlo o tendrá una excusa para dirigirnos la palabra –le advirtió Angel en voz baja. Ella le hizo caso y fijó su mirada en el cadáver que tenía enfrente.- Primero, intentemos ver los conductos deferentes aquí porque Alejandro dijo en la mañana que este cadáver los tiene seccionado en varias partes –propuso a los otros dos. Hablaba tranquilamente evitando demostrar lo molesto que estaba.

Algo difícil ya que desde su posición le llegó el olor del perfume de Diego y al parecer se acercaba hacia Angel por la espalda.

-Si tú amigo no los vio antes debe ser bastante inútil –escuchó Angel a sus espaldas.- Hasta un invidente podría verlos –añadió Diego con sarcasmo.

Ellos tres levantaron la mirada y se observaron un segundo en silencio.

Antes de que pudieran decir o hacer nada, Diego, junto a dos de sus amigos, se acercó a su mesa. Diego se situó a la derecha de Angel y los otros dos a la derecha de Diego.

Angel apretaba con fuerza el borde metálico de la mesa para evitar golpearlo tal y como deseaba en ese momento. La pinza que hacía unos segundos tenía en la mano, estaba en el pecho del cadáver. Diego hizo un ademan de tomarla y Angel, rápidamente, interpuso su mano entre la pinza y los dedos de Diego.

-Si te atreves a tomar mis instrumentos, te partiré el brazo en dos –le advirtió Angel con una voz que no parecía la suya. Miraba directamente a Diego a su derecha, al momento de decir su amenaza. Daniela lo miró algo asustada y Aníbal sorprendido por esa reacción.

Diego sonrió con suficiencia.

-Veamos si te atreves –le retó con altanería. Ambos se miraban a los ojos retándose mutuamente.

-Si piensas que yo voy a ser sumiso ante ti, se nota que no me conoces –le dijo sin parpadear siquiera. Angel quitó su mano y dejó la vía libre a Diego. -Vamos… pruébame –le retó.

Ambos se observaban con tal ferocidad que su público de cinco se negaba siquiera a intervenir. Quizá por miedo o prudencia. Diego no acercó su mano, pero tampoco la alejó. Miraba a Angel con esos ojos verdes y ese semblante altanero que tanto le caracterizaba. A su vez, Angel le regresaba la misma mirada con sus ojos cafés y ese semblante igual de altanero, pero que casi nunca mostraba.

-Ustedes dos… -intentó decir Daniela

Se vio interrumpida cuando, al unísono, ambos chicos le dirigieron sendas miradas fulminantes para luego mirarse entre ellos de nuevo.

-Es mejor que te calles –le ordenó Diego de malas maneras.- Recuerda tu lugar Daniela Villaruel.

-Dani… por favor… mantén distancia y tú también Aníbal –les recomendó Angel con suavidad sin dejar de mirar a Diego.- Este es un asunto entre este tipo y yo. Te estoy esperando Diego –le recordó.- Tómala y atente a las consecuencias –le reto de nuevo.

-Diego… viejo… no vale la pena –le dijo uno de sus amigos.- Aquí tienes la mía –intentó darle su pinza pero Diego lo despreció con la otra mano.

-Ya lo dijo él –le replicó Diego sin bajar la intensidad de su mirada.- Esto es algo entre nosotros.

Pero antes de que esa curiosa situación se prolongase, uno de los profesores llegaba apresuradamente desde la otra habitación subiendo las escaleras que comunicaban ambas zonas.

-Chicos, cerramos en cinco minutos –les informó. Atrajo la mirada de todos- No tenemos personal que se encargue de quedarse para vigilar la sala así que tendremos que cerrar más temprano. Recojan sus cosas –añadió en tono apremiante y apurado. Bajo rápidamente por las escaleras sin enterarse de nada.

Diego y Angel miraban hacia donde un segundo antes el profesor estaba parado. Regresando de nuevo la mirada hacia el otro. Levantaron una ceja en un idéntico movimiento y respiraron al mismo tiempo. Casi parecía que estaban viéndose frente al espejo.

-Estamos pendientes –le dijo Diego retirándose de la mesa. Sus dos amigos lo seguían.

-Estamos pendientes –le repitió Angel en voz alta.

Daniela respiró profundamente. Estuvo tensa durante todo ese tiempo.

-Pensé que se iban a ir a los golpes –comentó aliviada.

-No tienes idea de cuánto lo deseaba –admitió Angel tomando su pinza. La cubrió con un plástico transparente y a continuación la introdujo en su morral en el lugar asignado para ella.- Desde la mañana cuando humilló a Alejandro, deseaba golpearlo. El problema es que vino la discusión idiota entre Ale y yo y pues, las cosas se desviaron un poco.

-Se merece que lo golpeen –murmuró Aníbal tomando su morral. Lanzó una mirada de asco en dirección a Diego y sus amigos y comenzó a caminar hacia la salida.

Angel presionó la palanca que bajaba la base que sostenía el cadáver. Cuando este estuvo dentro, movió la tapa de la cava para cubrir al cadáver.

-Dani… -le dijo él en voz baja mientras ella hacía lo mismo con la otra parte de la tapa.

-¿Qué? –preguntó ella levantando la mirada.

-Necesito reunirme con tu papá. A solas –le aclaró.- ¿Existe la posibilidad de que puedas organizar una reunión privada entre él y yo?

Daniela lo miró con extrañeza. Él le regresó la mirada con convicción. Había tomado una decisión.

-¿Confías en mi verdad? –le preguntó con mucha seriedad. Ella asintió lentamente.- ¿Puedo confiar en que lo harás? –ella asintió de nuevo.- Pero, te quiero pedir un favor: debes ser muy discreta. Nadie de tú familia debe saberlo, ni siquiera Edgar, ni mucho menos Santiago o tú madre ¿Queda claro? –ella asintió de nuevo como hipnotizada.

-¿Qué planeas? -le preguntó la chica con lentitud.

-Lo verás en su momento –fue la respuesta de Angel.

-¿Lo verá en su momento? –le preguntó Víctor mirándolo con sorpresa.- Raba… no me digas que… vas a…

-Claro Vito –le respondió Angel con un brillo de determinación en sus ojos.- Es hora de que actúe conforme a lo planeado.