Una historia interesante 25

Mateo y Angel comenzaron de una forma no muy tradicional. He aquí la continuación de ello.

-¡Ja! ¡Espero que te duela bastante! –le deseo Alberto burlón.

-¡Ya cállate! –le volvió a gritar Angel molesto.

Mateo observaba todo lo que ocurría preguntándose, nervioso, en qué manos había caído su destino…

En ese momento, Angel dejo de recordar y se concentró en lo que estaba haciendo. Mateo y Alberto estaban acostados en el suelo, uno al lado del otro. Ambos con sendas erecciones. Parecían un par de mástiles de un barco. Una blanca, medio rojiza en la cabeza y la otra negra y amoratada en la punta. Ambas gruesas y largas, aunque la de Alberto ganaba muchos centímetros.

-Ahora –dijo mirando a los dos hombres en el suelo- vamos a jugar el juego de la silla, pero acá serán vergas en las que se deben sentar el participante.

-Pero… hace rato dijiste… y yo pensé que… –balbuceo Mateo. El alivio no podía evitarlo.

-¿Qué iba a permitir que Alberto te penetrara con la trompa de elefante que tiene? –preguntó Angel sentándose a horcajadas sobre Mateo. Se inclino y le dijo en la oreja susurrándole- ¿Estás loco? Tu culito es solo mío y solo cuando me dé la gana de usarlo… ¿Olvidas lo que te dije cuando te rescatamos? –le recrimino ofendido. – Eso solo lo hice para asustarte… pendejo – y comenzó a subir y bajar rápidamente. Algunos gemidos escapaban de su boca.

-Ven acá maricón… -dijo Alberto mirando a Mateo. Se acercaron un poco y comenzaron a besarse.

-Eso… que rico –dijo Angel levantándose y cambiando al pene de Alberto. Ver a los hombres besarse mientras él, Angel, estaba cabalgando a uno u otro era bastante erótico.

Y durante el siguiente turno de Mateo, Angel continuo recordando aquella noche…

Mientras Alberto seguía conduciendo, Angel logro sacar de un bolso una pomada que se aplicaba en la espalda. Se la tendió a Mateo luego de aplicarse por toda la zona herida. Un poco de sangre se mezclo con dicha pomada.

-Un poco para evitar una infección –le dijo amablemente. Mateo la tomo con algo de duda. Le temblaban ligeramente las manos.- Y también ayuda con el dolor. Si quieres aplícala también en los ojos. ¡A la mierda! –exclamo molesto pues Mateo lo miraba inmóvil.- Yo mismo te la voy a aplicar –y se acercó un poco, pero el otro intento evadirlo.-¿Qué harás? ¿Intentaras saltar del vehículo? ¡Ven acá coño que no eres un niño!

Le dio un leve manotazo en las heridas para que se quedara quieto al menos por el dolor. Mateo grito mucho, pero se quedo acostado en el suelo del vehículo. Angel comenzó a aplicarle la pomada con mucho cuidado. Suavemente pasaba las yemas de los dedos por las zonas más sensibles. En algunos lugares, pequeñas gotas de sangre seguían saliendo. Pero la pomada parecía funcionar porque en un momento dado Mateo dio un suspiro de alivio.

-¿Ves que es mucho mejor? –le preguntó Angel con amabilidad en la voz.- Supongo que el imbécil de tu hermano no hacia esto cuando terminabas herido ¿verdad?

Mateo, desde el suelo y sin voltear a mirarlo, negó con la cabeza.

-Pues bien… desde ahora eso va a cambiar –le prometió Angel.

-Llegaremos en diez minutos –anuncio Alberto.

-Bien –respondió Angel acercándose al bolso y sacando de él una botella con una bebida ambarina. Abrió el envase, dio un largo trago (casi la mitad del líquido) y se lo tendió a Mateo que continuaba inmóvil en el suelo- Toma, te hará bien. Es bueno hidratarse. Y después de hacer tantas mamadas, la lengua queda algo seca y rasposa y la garganta arde un poco. Esto te refrescara la garganta –añadió colocándoselo en una mano.- No lo dejes caer.

Pero al parecer, el destino es torcido y sádico. En ese momento, Alberto pasó encima de un bache en el camino. El auto dio un salto y la bebida se cayó de la mano de Mateo. Todo su contenido fue a dar al suelo, derramándose.

-¡Oye! –grito Angel molesto.

Mateo se levanto asustado.

-¡Perdón por favor! ¡Fue mi culpa! –lo miraba con los ojos abiertos muy asustado. Temblaba como un niño pequeño.- Yo lo limpio –e intento algo desagradable. Bajo su cabeza e intento lamer el líquido con la lengua.

-¡Espera! –Angel, tan rápido como pudo dada su situación, colocó su mano entre la boca de Mateo y el líquido derramado. Formo un arco con su dorso que quedo en contacto con los labios enrojecidos de Mateo. El movimiento le salió caro, pues su hombro se quejo silenciosamente lanzándole un dolor punzante y continúo.- No hace falta que… -no pudo evitar una mueca de dolor- hagas algo así. Fue un accidente. Levántate coño… -Mateo le hizo caso, pero Angel sabía que solo le obedecía la orden porque para el otro eso era una costumbre.

-Pero gritaste –sollozó Mateo. Un par de lagrimas asomaban su rostro.- Yo pensé que… me castigarías… y… actué… ¡perdón! ¿Hice mal? –una gota de sudor recorrió su asustado rostro.

-Claro que grite… –dijo Angel con esfuerzo. Aun le dolía el hombro.- Pero no era a ti. Le gritaba al tarado que conduce y no ve por donde va –le recrimino a Alberto mirándolo.

-No es mi culpa que estos caminos estén mal hechos –se defendió el otro.- ¡Es casi media noche! Esta oscuro…

Angel miro a Mateo con gravedad.

-¿Qué hare contigo ahora? –pregunto con gravedad en la voz.- Podría intentar curar tu cuerpo, pero tu mente está rota y tu alma es solo un vacio que debe ser llenado– lo miro con preocupación. Mateo lo observaba mas asustado aun.- Pero, como yo no sé, le pedí a alguien su ayuda.

-Eso debiste pensarlo antes de sacarlo de su vida –le recrimino Alberto.- ¿Qué te piensas? ¿Qué sería tan fácil como decir “abra cadabra patas de cabra” y listo? No Angel… te queda mucho que aprender sobre la dominación y la sumisión.

-¡Ya cállate! –le repitió Angel. Alberto puso los ojos en blanco.- ¡No pongas los ojos así coño! ¡Estás conduciendo! –le recordó irritado. Saco otra botella del bolso con el mismo liquido ambarino, la abrió y se la dio entera a Mateo.- Tómala por favor… con cuidado porque solo quedan otras dos y no será hasta llegar a la casa que podremos tomar más –Mateo tomó la botella

-Quedan cinco minutos idiota… -le dijo Alberto.- No tienes que esperar tanto tiempo.

-¡Tú sigue manejando y ve bien coño! Otro golpe de esos y de verdad nos va doler aquí atrás –comento Angel mirando como Mateo se tomaba el liquido tan rápido que algo de su contenido se vaciaba hacia su cuello.- Calma… te vas a ahogar y luego… -pero antes de terminar, Mateo ya se acababa el liquido.

-Esta dulce –observo Mateo.- Hace años que no pruebo nada dulce.

-No quiero ni imaginar cuanto tiempo es eso… -dijo Angel mirándolo de soslayo. Tomo otra botella y se la trago casi toda.- Me gustan las bebidas dulces. Bueno… el sabor dulce en general –admitió sonriendo.- Soy bastante glotón con los postres

-Por eso eras gordo antes… ¡mira que nos costó mucho que bajaras de peso! –le recordó Alberto

-¡Te voy a volver a mandar a callar! –le amenazó Angel.

-¿Entonces como podre avisarte que ya llegamos? –le replico Alberto deteniendo el auto.

Alberto se bajo del auto. Escucharon que lo rodeaba colocándose detrás. Abrió las portezuelas posteriores. Afuera, la luna emitía un leve resplandor. Angel tomo el bolso, mientras Alberto ayudaba a Mateo a salir.

-Creo que él necesita más ayuda –le dijo con timidez.

-Ya te dije que mi nombre es Angel –le dijo él colocándose una camisa (mueca de dolor incluida) y bajándose del vehículo con bastante agilidad dado el estado de su cuerpo.

-Que se joda… el mismo se lo buscó –replico Alberto. Agarro un brazo de Mateo y con cuidado lo paso por encima de su musculoso hombro. Lo ayudo a caminar por un pequeño caminito de tierra que conducía a una pequeña casa.

La entrada estaba cerrada por una pequeña puerta de madera y la casa en sí, estaba hecha de placas de zinc y algunas placas de madera. El barro y lodo rodeaban toda la propiedad. Algunas pisadas en el suelo de barro que mostraban las salidas y entradas de esos dos.

-El lugar es un asco… pero es la primera propiedad que poseo y me siento orgulloso de ello –explico Angel con dignidad.- Ya le hare los arreglos necesarios en un futuro –saco una llave dentro del bolso y abrió la puerta.- ¿Oye Mateo, que tal te huele la libertad? –le pregunto para animarlo.

-Huele a mierda –se quejo Alberto con cara de asco.

-Ah sí… es que a unos cincuenta metros, crían caballos. Hay un camino que sigue un sendero por donde se puede pasear montando los caballos. El problema es que el lugar apesta a veces –comento Angel con algo de vergüenza.

-Lo sé idiota –le respondió Alberto. –Yo vivo aquí contigo ¿lo olvidas?

-Yo no estaba hablando contigo –le replico Angel ceñudo.- Se lo explicaba a Mateo.

Mateo seguía mirándolos con una cara de total confusión, no entendiendo del todo el tipo de relación que estos dos tenían en realidad. Él estaba acostumbrado a órdenes y castigos y desde hacía años que no había escuchado nada más aparte de eso.

Entraron a la cabaña y Angel encendió las luces. El lugar estaba mínimamente decorado. Una cama matrimonial, un sofá de tres plazas enfrente de una mesa que sostenía una TV. Al lado de esta, una laptop cerrada, pero que se veía era de última generación. Una pequeña puerta que estaba abierta en ese momento y mostraba un inodoro.

-Si… una pocilga… pero es mi pocilga –dijo Angel con el mismo orgullo en su voz.

Alberto coloco a Mateo en la cama con mucho cuidado. Este intento negarse, pero no pudo evitarlo. Al contacto con el suave colchón, dejo escapar un gemido de gusto.

-Déjame adivinar… tienes años sin saber lo que significa acostarte en una cama –le dijo Angel encendiendo la TV. Comenzó a revisar algunas cosas en ella.- Oh que bien… ¡el capitulo nuevo si se grabó! –dijo contento como un niño.

-Ya madura por Dios… -le regaño Alberto y fue hacia el baño. Enseguida escucharon un fuerte chorro caer en el inodoro.- Uff que alivio… tenía ganas desde que el hermano de este comenzó con la bendita apuesta –termino de hacer lo que hacía y fue a lavarse las manos dejando caer agua de la ducha arriba del inodoro.- Mierda… está helada el agua. Por cierto, -añadió saliendo del pequeño baño- ¿podrías instalar algo para calentar el agua? Mira que por acá el frio es muy común. No entiendo como solo te enfocas solo en la TV y en los videojuegos. Solo usas esa mierda y todo lo demás pasa a segundo plano –le recriminó.

-Coño eso es todo un logro… tuvo que venir Víctor a enseñarme como usar este bicho y a configurar este otro, porque yo ni idea –dijo Angel con cinismo en la voz. Señalo la consola de videojuegos al lado de la TV.

-Madura… -le repitió Alberto saliendo por la puerta de la entrada.

-Tranquilo… fue a buscar que comer. Esta noche cenaremos como reyes. Hay un pequeño restaurante, como a medio kilometro, donde sirven una gran variedad de comidas. –le dijo Angel a un pensativo Mateo. Algunas lágrimas escaparon de sus ojos. -No sigas llorando por Dios… pareces un niño.

-Es que… hace años que no toco una cama a menos que no sea para ordenarla –admitió sentándose en el borde.

-¿Tú hermano… donde te hacia dormir? –pregunto Angel con una inesperada seriedad. Aunque ya intuida la respuesta.

-Cuando él estaba de buen humor, en el piso junto a su cama. Cuando quería castigarme, me dejaba dormir en una jaula que estaba en la cocina, y si las cosas se ponían feas, me amarraba a un palo en el jardín por el cuello. Lo peor era cuando llovía y me dejaba ahí toda la noche… siempre desnudo. Al principio me enferme, pero luego creo que mi cuerpo se acostumbró –dijo como intentado dar una muestra de fortaleza.

-Entiendo… -dijo Angel en voz baja mirando al suelo. Imaginar algo así le era desagradable en todo aspecto.

-Yo… no entiendo que pasa ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué… por qué me ayudaste? –pregunto con nerviosismo. Angel solo se encogió de hombros.

-Porque tenía el poder de hacerlo. Porque quería. Porque me diste pena. Porque deseaba ayudar a alguien –respondió Angel.- Elige la opción que quieras.

Antes de que Mateo pudiera decir algo mas, se vio interrumpido por el sonido de un auto acercándose. Las luces iluminaron el exterior como si fuese de día.

-Ah, ya llegó –dijo Angel viendo por un pequeño espacio entre las laminas de madera y zinc.- ¿Qué demonios hace aquí? –se pregunto sorprendido.- Se supone que viene mañana.

Escucharon como se detenía el auto. Vieron como las luces se apagaban. Y escucharon la voz de una mujer quejándose.

-Yo de verdad que no entiendo… tienes una fortuna Angel ¡una fortuna! ¿Y decides vivir en este… basurero? –escucharon mientras la mujer se acercaba.- ¡¿Y para más inri me haces venir aquí?! –le grito abriendo la puerta de una patada.

Natasha observaba todo con profundo desagrado. Miró primero a Angel y luego a un muy asustado Mateo. Sus zapatos negros de tacón estaban manchados de barro.

-¿Qué haces aquí? Se supone que vendrías en la mañana –le dijo Angel.- Aun ni siquiera le he explicado nada.

-Das asco… deberías bañarte. Hueles a semen, sudor, sangre y algo de mierda –le dijo olisqueando el lugar. Se fue hacia la cama y se sentó a un lado de Mateo. Lo miro de arriba abajo con algo de desagrado antes de decirle:- y tú también…

-El olor a mierda viene de un establo que esta como a cincuenta metros por allá –se defendió Angel señalando a su derecha.- Además… no se dé que te quejas… ¿Qué acaso en tu trabajo el semen, la sangre y el sudor no es cosa de todos los días? –le recrimino con sarcasmo en la voz.

-Mis esclavos son impecables con su limpieza –se defendió ella.- A mi no vendrán apestando de esa manera.

Mateo observaba en total silencio. Miraba a Natasha con desconfianza.

-No me mires así escla… -se detuvo ante la mirada amenazante de Angel, -perdón… es la costumbre –se aclaro la garganta.- Mateo… lo tuyo… solo eran negocios. Me desligo de cualquier responsabilidad sobre ti. Fue tu hermano quien te prostituyó.

-Claro… pero tu se lo facilitaste –le recordó Angel. Daba la impresión que Mateo también quería decirlo, pero se quedo callado.

-Se quedó furioso… cuando ustedes salieron estaba casi echando espuma por la boca –explico medio riendo.- No se esperaba algo así el pobre.

-¿Pobre? –pregunto Mateo indignado.

-Mateo… no hables. Deja que ella cuente lo que ocurrió –le pidió Angel y luego se dio cuenta de su error.- Habla cuando ella termine –le pidió con amabilidad, pero sabía que para Mateo eso era un orden.

-¡Ja! Le ordenas… -se burlo Natasha.

-Le pido… -le contradijo Angel.

-Suena a orden para él. Toda su vida escuchó órdenes. No sabe distinguir entre un pedido amable y una orden –le recordó la mujer.- Bueno… en fin… Enrique se quedo soltando toda clase de groserías. Nunca lo había visto tan furioso –explico riendo.- Intentaba por todos los medios deshacer la apuesta, pero nuestras reglas son muy claras. Además había muchos testigos y tenemos las grabaciones…

-Deshazte de ellas –le interrumpió Angel con autoridad.

-Ya lo hice pequeño mocoso mandón… -le dijo ella.

-Espero que no me mientas –le amenazo Angel.

-Si no me cayeras tan bien, te daría una enorme bofetada -Angel levanto una ceja.- Como iba contando, teníamos a muchísimos testigos y las grabaciones que se empeño en revisar para buscar alguna falla de tu parte y declarar como nula la competencia.

-¿Nula? –pregunto Angel sin pizca de sorpresa en la voz. –Pues… este dolor que siento en el cuerpo y que intento ignorar desde hace rato, sin éxito, es la prueba de que gané. Pero eso era algo que yo previne y por eso acepte que lo grabaras. Pobre infeliz… ni idea de que todo fue planificado.

-Claro que no… él, al igual que tu, pecan de arrogancia. La diferencia es que tu eres un billón de veces más inteligente y no, no te estoy alagando –se apresuro a decir viendo que Angel se ruborizaba.- Esa inteligencia a veces te hace imprudente. Niño idiota…

-Que no soy un niño –le recordó Angel irritado.- Dime ¿se fue del bar?

-Claro… se fue enseguida dominado por el diablo… hijo mío… le hiciste una putada de las grandes –aseguro ella divertida.

-Putada fue la que él le hizo a su propio hermano todos estos años –replico Angel con amargura.

-Si… muy cierto… pero aun así… -admitió ella viendo de reojo a Mateo quien estaba acostado en la cama. Respiraba pausadamente.- No te atrevas a colapsar aquí o todo esto habrá sido en vano. Mira que quiero mi recompensa… -miraba fijamente a Angel.

-¿Cómo lo sabías? –pregunto Mateo al fin. Miraba el techo reflexivo.

-¿Qué tu hermano caería en mi trampa? –pregunto Angel.- Fácil… Natasha me dio una cantidad enorme de información y Dennis –al escuchar ese nombre, la mujer casi escupe el suelo- me dio otra cantidad enorme de información. Ambas versiones desde diferentes ángulos de visión. Y usando toda esa información, logré trazar un plan. Uno en donde tu hermano terminaría perdiéndote. Una vez, un amigo me dijo “un hombre sediento, es propenso a ahogarse” y vaya que esa lógica se aplica mucho en la vida. Un buen amigo, ya lo conocerás –le dijo con una sonrisa.

-Uy si… ese hombre bello de ojos azules –canturreó Natasha saboreando.

-¿Por qué yo? –pregunto sin dejar de mirar al techo de zinc y madera.

-Porque le gusta salvar a los desposeídos y victimas –le respondió Natasha con burla.- Y también meterse en asuntos que no le corresponden… aunque eso es una ventaja. Orlando estaría muerto si Angel no fuese así.

-¿Podrías callarte? Me lo pregunto a mi ¿sabes? –le replico Angel de malas maneras. Mateo escuchaba sorprendido como un chiquillo como ese le hablaba de esa forma a una de las mujeres más poderosas dentro del bajo mundo. –Pero en esencia, ella tiene razón -miró un momento por el mismo agujero de antes.- Alberto aun no llega y me muero de hambre –parpadeo con fuerza un par de veces por el dolor que sentía en sus hombros.- Maldita sea… esa segunda prueba fue dura. ¡Pero como se les ocurre que un humano puede cargar vigas de hierro de un lado a otro! –intento mover ambos hombros y una punzada de dolor lo detuvo.

-Te dije que esa prueba siempre terminaba mal. Está hecha para probar la fortaleza física de los esclavos. En nuestro negocio, un esclavo débil es sinónimo de un amo débil –respondió Natasha con orgullo en la voz.

-Ese orgullo que sientes esta sobrando aquí –le replico Angel.-Pienso que con piedras de gran tamaño se podría obtener el mismo efecto –añadió él.- Pero eso no importa. Ese es tu mundo. Mi mundo es otro…

-Usamos piedras con los esclavos más pequeños… -admitió ella con cautela, como para no invocar la ira de Angel.

Él le dedico una mirada asesina por un segundo antes de desviarla. Sabía muy bien lo que estaba implícito dentro de esa última frase.

-Ahí viene la comida… olfateo todo desde aquí –añadió con los dientes apretados, prefería cambiar de tema antes de tener una nueva discusión con la mujer sobre la pedofilia dentro del mundo del sadomasoquismo. Estaba agotado y de verdad no deseaba gastar sus últimas energías en algo así.

-¿Seguro que lo que hueles no es la mierda del lugar? –preguntó Natasha burlona.

-Zorra –le respondió Angel molesto.

Al cabo de unos segundos, Alberto entraba por la puerta con dos enormes bolsas que contenían envases de plástico.

-Compre chino, si querían saber –dijo mirando a los tres ocupantes de la cabaña.

-¡Ay por favor! ¡Me dará hambre en un rato! –se quejo Angel.

-Toma… esta bolsa es tuya… toda –le dijo con la intención de arrojársela. Pero recordó que estaba herido y prefirió dársela en la mano.

-Espero que puedas comer… -dijo Angel mirando su bolsa. Todos sabían que se refería a Mateo.- Dudo mucho que tu hermano permitiera que comieras comida decente.

-Jamás… siempre… eran sobras –respondió Mateo tomando el envase que Alberto le tendía.

-¿Quieres? –le preguntó Alberto a Natasha.

-Claro cariño… todo lo que me ofrezcas… -lo miro como quien mira un suculento plato de fresas.- Aunque ya eso lo he tenido –y rio por lo bajo.- Pero se vale repetir –le dijo guiñándole un ojo.

-Puta… -le dijo Angel tomando un tenedor y abriendo un envase.

-Mira quién habla… -le respondió ella.- Tú eres lo mismo, pero en masculino –se apresuro a decirle mirando la expresión del rostro del chico. Casi se podría decir que iba a matarla.- Negro bello… ¿Qué trajiste para beber? –pregunto mirando dentro una de las bolsas.

Estuvieron comiendo en silencio por la siguiente media hora. El único sonido de la habitación era el de cubiertos tocando el plástico de los envases, el sonido de masticado o el sonido de la bebida pasando por la garganta. Mateo comió con gula todo lo que le daban. Parecía no tener fin con su apetito. Terminó echado en la cama apoyándose con los codos. Después se acostó completamente al dolerle los codos cuando se apoyó, intentando no quejarse.

-Bueno cariño… yo me voy a retirar porque tengo negocios –aviso Natasha levantándose.- Solo quiero hablar un pequeño tema importante –esta vez miraba a Mateo.- Tu esposa… eres un hombre casado, no lo olvides. No sé qué planes tenga ese psicópata con tu esposa, pero yo que tú me divorcio antes de que eso ocurra –añadió mirándolo con condescendencia. Algo de esa “lealtad de género” se notaban en sus últimas palabras.

-Sí, es lo mejor. Quiero estar lejos de esa puta –dijo Mateo con resentimiento y dolor.- Nuestro matrimonio solo es una fachada. Algo que hizo mi hermano para poder tener a dos mujeres a su disposición sin que lo catalogaran de polígamo. Nunca fue mía… todo eso es un parapeto.

-Tú lo dirás, pero nuestras normas estipulan que, “ cuando un esclavo es perdido por su dueño anterior y ganado por otro nuevo, durante alguna competencia previamente pactada por ambos amos, este esclavo debe irse con el nuevo dueño llevando todas sus pertenencias, en caso de que el anterior amo dejase que dicho esclavo tuviese pertenencias ”. Eso incluye –siguió explicando- a las personas ligadas al esclavo si estas –añadió para aclarar,- a su vez, están involucradas de alguna forma con las sesiones que dicho esclavo lleva a cabo por orden de su amo. Todo esto está en las normas de la Casa Roja. Mi amado legado… –soltó con algo de nostalgia y orgullo en la voz.- Antes de ingresar, a los aspirantes se les da un reglamento que deben aceptar. Yo… no admito a nadie que no acepte mis normas, porque esa es mi casa. Si bien doy un servicio y se me da una enorme compensación económica, los sujetos dentro de ella deben cumplir mis normas –ante esa declaración llena de orgullo, dignidad y autoridad, la figura de Natasha, alta y esbelta, se hizo más imponente que nunca. -Tú esposa, por ende, es propiedad de Alberto, quien usando a su “esclavo”, ganó una competencia y quien a su vez, te ha cedido a dicho esclavo que no era tal… o sea, Angel. Tu esposa le pertenece a Angel ahora junto contigo y los futuros hijos que, quizá, podrían tener ustedes dos en un futuro. A menos claro, que Angel decida que estos nazcan bajo el amparo de la libertad de vientre. Pero eso solo puede decidirlo el amo que tenga crías de sus esclavas –añadió con rotundidad.- Y si les preocupa, Enrique no puede hacer nada para prevenir que se la lleven. Son las normas de la Casa Roja –repitió con más autoridad aun.- Él sabe las consecuencias que pueden existir si decide ignorar mis reglas –un gesto amenazante se vio en su semblante durante un segundo.

-¿Qué harás con ella? –le pregunto Mateo. Angel lo observaba con una expresión que daba miedo. No porque fuese de furia o algo similar, sino todo lo contrario. Esa sonrisa erizaba los vellos de la nuca y daba la sensación de estar en un callejón sin salida. Y sus ojos… como si observara el interior de un túnel vacio… la nada. Todo el brillo de antes se había esfumado.

-De eso me encargo yo –respondió con Angel una voz que no parecía la suya. Fría y carente de sentimientos. Su sonrisa se quedo en el rostro mientras pensaba todo lo que haría con la mujer.

-¿Va a sufrir? –pregunto Mateo mas por curiosidad que por preocupación.

-Como no tienes idea –respondió Ángel con esa misma voz extraña.

-Bien… -fue lo único que dijo Mateo antes de echarse de nuevo en la cama.

-Mateo cariño… no te dejes engañar por esa faceta de niño que a veces tiene Angel. Este –le señalo con un dedo- es peor que tú hermano… ya lo veras. Unas cuantas veces más malo y mil veces más inteligente. Y no… no vas a dormir. Nada de eso. Te vienes conmigo –le regaño Natasha dándole un pequeño golpe en la pierna.- Levántate.

-¿Qué? –pregunto Mateo confuso.- ¿Qué significa esto? Pensé que… ya era libre… -el miedo se reflejaba en su rostro de nuevo.- Angel… me dijiste… –abrió mucho los ojos.

Entonces se levanto y fue a refugiarse a los pies de Angel. Comenzó a llorar desconsoladamente. Angel cerró con fuerza los ojos. El brillo de antes regresó y lo que se veía en él era una mirada de compasión.

-¡Basta Mateo! –pero el otro no le hizo caso.- Creo que tendremos que arreglar eso –se dijo Angel con una mueca. Le molestó el tono de su voz, bajo y humillado con el que Mateo pedía quedarse.- Pero por ahora intentemos buscar tu libertad. Y no hablo de la libertad de tu cuerpo, esa ya la tienes, me refiero a la libertad de tu mente y de tu alma. Y tú necesitas ayuda. Tus ojos… tus ojos me decían que no deseabas estar ahí. Lo vi desde el primer momento, en la oficina de ella –señalo a Natasha.- Si tienes el suficiente valor para resistir un par de meses, te prometo que tu vida va a cambiar. Al finalizar este año, estarás libre de tu hermano para siempre, pero solo si de verdad lo deseas. No es justo que solo yo haga el trabajo. Tú también debes hacer tu parte -y un par de lágrimas asomaron en los ojos de Mateo.- No, no debes llorar. Guarda tus lágrimas para después y recuerda: lo que va a ocurrir solo tiene un objetivo y ese es tu libertad. Puede que ahora no me creas o pienses que solo me burlo de ti. Que soy tan sádico y mal intencionado para jugar con tu mente, probando tu lealtad o algo así y quizá, hasta dejando que saborees la esperanza que te estoy dando solo para quitártela después. Pero esa no es mi intención. Te lo juro –la sonrisa amable de Angel termino de convencerlo.- ¿Ahora dime… hasta donde estas dispuesto a llegar?

-No sé qué quieres de mi –dijo el hombre. Se notaba vulnerable. Casi como un niño que no entendía algunas cosas de la vida.

-Quiero que dejes de ser sumiso –le dijo Angel.- Pero de aquí –toco la coronilla del hombre.- Natasha puede curarte la mente si dejas que lo haga.

-Yo no solo se hacer sumisos cariño, también puedo lograr que dejen de serlo –aseguró con suficiencia en la voz.

-Me consta –intervino Alberto. Se levanto de la cama y fue hacia los pies de Angel donde sostuvo a Mateo por los hombros y lo ayudo a incorporarse.- Confía en ella. Sé que es difícil hombre… pero como dijo antes… solo eran negocios. Nada personal.

-Lo que hay que ver… -dijo la mujer con desagrado. Angel le dirigió una mirada asesina otra vez.- Si no fuese por mi recompensa, ni me molesto… por cierto Angel… ¿Hablaste con tu amigo?

-Claro… Andrés está encantado. Te vera cuando él –señalo a Mateo con un gesto de su rostro- este completamente curado.

Natasha abrió mucho los ojos con una enorme alegría. Algo de rubor asomó en sus pomulos. Dio un saltito y se puso erguida totalmente. Miro a Mateo y le vociferó:

-¡Vamos lindura! ¡Debemos comenzar cuanto antes! –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Ella tomó a Mato por un brazo (él se quejo por el dolor) y lo halo con fuerza fuera de la cabaña. Mateo apenas y pudo despedirse con un gesto antes de desaparecer. Escucharon como se encendía el auto y vieron como las luces de este se alejaban.

-Andrés va a matarte –le advirtió Alberto con una sonrisa.- O Natasha… quien logre darte primero.

-Claro que no –contradijo Angel.

-Le mentiste a Natasha diciéndole que Andrés aceptó estar con ella y eso es una mentira del tamaño de una casa –le recordó Alberto sentándose en la cama. Dio un respingo de cansancio y comenzó a desvestirse.

-Yo no mentí… solo… tergiversé la historia –admitió Angel levantándose de la silla y sentándose al lado de Alberto.

-Eso es una forma elegante de decir que mentiste –Alberto se quitaba el pantalón quedando totalmente desnudo. Su cuerpo se veía impresionante en esos momentos. Cada musculo, cada vena brotada y la verga larga y cabezona, colgaba flácida entre sus piernas.

-Si no estuviera tan cansado… nos divertiríamos con eso –comento Angel mirando la verga de Alberto.

-Ya tendremos otros días –respondió el hombre negro con una sonrisa.- Por ahora voy a bañarme… ¿me acompañas? No haremos nada… pero debo limpiarte las heridas y desinfectarlas de nuevo.

-Vamos entonces… -respondió Angel pausando lo que estaba viendo.- Necesitare tu ayuda para un par de cosas… y no te preocupes tanto por lo que pase con Andrés. Él es cosa mía. Ya tengo el argumento perfecto para que coopere –le dijo quitándose la camisa y el suspensorio que traía puesto. Estaba manchado por todos lados- Son cómodos… pero no me gustan mucho –añadió riendo.

Después de un reconfortando baño en donde Alberto frotó con cuidado sus heridas, las limpio y luego curó, ambos se encontraban en la cama arropados y listos para dormir.

-Sabes… -comenzó Alberto abrazándolo por la espalda. Le hablaba en voz baja, no para excitarlo, solo para comenzar el tema con delicadeza- pienso que deberías retomar tus estudios –Angel intento mirarlo sobre el hombro.

-¿Para qué? –mucha tristeza se veía en sus ojos y se percibía en el tono de su voz.- Mi objetivo principal era salvar a alguien… pero ella está muerta. Llegue tarde para hacer algo por su vida –la voz se quebró y no pudo seguir hablando.

-Viendo lo que he visto hoy, creo que ya deberías estar listo para salir de ese agujero en donde estas. Y no me refiero precisamente a esta choza que llamas casa –le comento Alberto con delicadeza.- Tú abuela estaría orgullosa de ti Angel…

-Yo solo quería ayudarla ¿sabes? –dijo Angel con un par de lagrimas en los ojos.- Pero no pude… llegue tarde y esa enfermedad la destruyó antes de que yo pudiera hacer algo… -y comenzó a llorar levemente.

-Eso no fue tu culpa –le recordó Alberto como siempre le decía cuando hablaban de ese tema.

-Yo lo sé… yo no la enfermé… pero, mi responsabilidad era curarla y no llegue a tiempo –respondió Angel dolido. Las lagrimas seguían saliendo de sus ojos.- Durante años estudié con ahínco para ser el mejor en cuanto llegara a la universidad. Pero… antes de que yo llegara a ser médico, me llego el dinero –dijo levemente.- No sabes cómo me alegre por eso. Pero ni el dinero me ayudo en su momento. No me ayudo nada… era demasiado tarde -comenzó a llorar con fuerza.

Alberto solo lo abrazó y lo dejo llorar hasta que el sueño le llego a ese chico al que conocía desde hacía años.

-Mañana –dijo de pronto antes de dormirse- viene Andrés. ¿Entiendes lo que eso significa no? –pregunto antes de que el sueño lo atrapara. Alberto no respondió, pero si entendió lo que debía hacer.

Pero… esa noche, Angel (ya sea por el poder expresar en voz alta lo que sentía o por el simple hecho de hacer algo bueno por un inocente) durmió en paz con el mundo. Una paz que no sentía desde hacía unos meses. A pesar de que una vida no compensaba otra, él se sentía tranquilo sabiendo que una vida que aun no se perdía, había sido salvada por él. Otra vida de una corta, pero apreciada lista…

Casi la misma paz que sentía en esos momentos estando ensartado en Alberto, quien se encontraba sentado en el sofá con Angel sentado sobre él dándole la espalada. Mateo a su vez, sentado sobre Angel, dando pequeños saltos, besándolo con ganas. Alberto abrazaba a Angel por el pecho por sobre la camisa y la corbata que se negó a quitarse y lo embestía con fuerza dado que tenia a dos personas sobre él.

Angel solo miraba a Mateo a los ojos mientras lo besaba con ganas y le embestía a su vez con fuerza. La verga de Mateo, gorda y larga, se frotaba entre los dos abdómenes en ese momento.

Unos diez minutos después, Alberto embistió con fuerza clavándolo todo, descargando dentro de Angel y este, a su vez descargó en Mateo. Ambos dieron un gemido de gozo por eso. Pero aun faltaba Mateo. Angel comenzó a masturbarlo con fuerza hasta que unos segundos después, este eyaculaba y mojaba ambos cuerpos.

-Súper divertido… -dijo Angel cuando se vestían.

-Hoy fue un día muy memorable –comentó Alberto sirviéndose un trago. Se lo llevó a la boca y bebió el contenido.

-Eso es tan asqueroso –dijo Angel con mala cara. Se ponía los elegantes zapatos en ese momento.

-Acabas de tragar semen ¿y dices que el ron es asqueroso? Eres tan ilógico –le replico Alberto sonriendo.

-Pero es que el semen si le gusta –lo defendió Mateo.

-Exacto. Esa es la diferencia –dijo Angel.- Si me disculpan, tengo clases en la tarde y solo me queda una hora libre para comer.

-¿No quedaste conforme con estos dos? ¿Aun quieres comer más? –preguntó Alberto agarrando su verga y la de Mateo. Reía con picardía.

Pero Angel no le respondió. Se acercaba rápidamente a la puerta para irse.

Llegó luego de tres cuartos de hora. La lluvia que aun caía en ese momento seguía interfiriendo en el flujo vehicular de la ciudad. Cuando apagó el moto, se acomodo rápidamente la camisa, pues esta aun estaba algo arrugada en algunas partes, y se colocó la chaqueta para que no se notara tanto. Prefirió dejarse el olor a sexo en el cuerpo apropósito. Le era bastante erótico y placentero que sus compañeros percibieran que, quizá, había tenido sexo y seguramente, cuando estuviera en el laboratorio con los microscopios, la leche que Mateo y Alberto depositaron en el (dos veces el primero y otras tres veces el segundo a lo largo de esa mitad de mañana) se escurriría mientras él, Angel no hacía nada para detenerla, sintiendo ese dolor, muy placentero a veces, luego de que te abrieran el ano, mientras hablaba tranquilamente de células y tejidos con los otros.

Los encontró a todos sentados alrededor de dos mesas unidas almorzando y hablando animadamente.

-Hola niños –saludó alegremente sentándose en un lugar entre Andrea y Carlos.

-Y debo suponer que eso te encantó pervertido –le dijo Andrés riendo.

Afuera, una leve llovizna aun caía. El sonido de esta en la vegetación era bastante agradable. Por ello la puerta estaba abierta a pesar de la brisa fría que entraba por ahí de vez en cuando.

-Por supuesto. Súper divertido besar a mis amigas con la boca que minutos antes estaba mamando verga y tragando semen –dijo Angel sin dejar de reír.

-Qué asco… lo que más lamento es que la ropa quedo hecha una piltrafa –se quejo Víctor dolido.

-Oye… sexo entre hombres vestidos con formalidad… una de las cosas más eróticas del mundo –dijo Angel saboreando, pero todos sabían que no era precisamente el pescado asado que comía en ese momento, lo que saboreaba.

-Cambiando de tema, porque de verdad quiero cambiar de tema, ¿No tenias que mostrarnos algo Andrés? –pregunto Víctor cortante,  mirándolo significativamente.

-Por supuesto –respondió Andrés con una sonrisa. Tomo la grabadora que estaba en la mesa en esos momentos. La encendió y le dio al botón de play.- Escuchen atentamente…