Una historia interesante 24

¿Quieren saber cómo se conocieron Angel y Mateo? He aquí la respuesta

La sorpresa inicial al salir del baño y ver como Mateo estaba de espaldas a él, con los pantalones bajados hasta las rodillas, viendo como sus nalgas iban de adelante hacia atrás, se pasó rápido al saber quién podría ser el tipo que, obviamente, le estaba realizando una mamada. Rápidamente, él mismo comenzó a bajarse los pantalones al mismo tiempo que intentaba acercarse a ellos. Se puso al lado de Mateo tomando uno de sus hombros y acerco su propio pene a la boca de Angel.

-Solo tú podrías ocasionar que Mateo haga estas cochinadas en su oficina a media jornada laboral –le comentó riendo mientras Angel dejaba el pene de Mateo y se metía el suyo en la boca.- ¿No deberías estar estudiando? –añadió mientras se lo sacaba de la boca un momento para bajarse bien los pantalones y dejarlos en sus tobillos.

-¿Y acaso tú no deberías estar trabajando? –le replicó el chico antes de meterse el pene de Mateo en la boca.

-Hoy tocaba revisión de mi auto –le respondió Alberto frotando con el glande negro y amoratado la mejilla izquierda de Angel algo abultada en ese momento.

-La revisión se hace allá abajo, no aquí bebiendo en horario laboral –le recordó Angel un segundo antes de meterse el pene de Alberto en la boca y señalando la botella en el escritorio con una mano.

-Bueno, Mateo y yo somos grandes amigos ¿no? –Alberto y Mateo intercambiaron una mirada cómplice. –No es insólito que yo venga a veces y compartamos una copa –en ese momento Mateo se quitaba por completo el pantalón. Intentó quitarse la camisa y la corbata pero Angel se lo impidió.

-Luego les paso un memo quejándome de semejante falta de respeto para con su jefe –bromeo Angel mientras cambiaba de uno a otro. Mateo y Alberto solo rieron un poco.

-Pues… mi jefe está en este momento queriendo sacarme la leche a fuerza de succión –dijo Mateo respirando profundo y extendiendo la cabeza mirando hacia el techo.

Unos minutos después, los tres estaban desnudos solo de cintura hacia abajo. Todos en ese momento con camisas de vestir y corbata daban un escenario bastante erótico. Mientras Mateo se encontraba sentado en su escritorio, Angel le daba una mamada de las suyas y Alberto, con una copa en la mano le chupaba el culo a Angel alternando lameteadas en su raja y pequeños tragos del licor ámbar.

-Me encuentro en un dilema –comento Angel jadeando levemente.- No sé si castigarlos por hacer estas cosas en horario de trabajo o aumentarles el sueldo por hacer lo que hacen. Qué cosas de la vida.

-No te preocupes Angelito –respondió Alberto poniéndose de pie. Colocó el glande en la entrada trasera de Angel y lo penetro lentamente, pero sin detenerse. Cuando lo tenía ensartado hasta las bolas le dijo:- esto lo hago con mucho gusto y cualquier castigo valdrá la pena –comenzó a meter y sacar su negro y largo pene lentamente.

-Yo no necesito que me aumenten nada… tú sigue en lo tuyo –le ordenó Mateo tomándolo de la nuca y apretando para que Angel se tragara todo su pene. Angel lo miraba con fijeza mientras le hacia una garganta profunda.

-No te confundas… recuerda tú posición querido Mateo –le dijo sacándoselo de la boca y en un todo meloso y peligroso a partes iguales.- Se me ocurre hacer algo hoy. Algo que hace tiempo no hacemos –añadió mirando a Mateo a los ojos.

Mateo trago saliva. ¿Angel se refería a… eso ?

Y como si este le leyera el pensamiento, asintió mirándolo.

-Tranquilo… seré amable y tierno –le dijo con malicia en los ojos.-Pero no digo lo mismo de Alberto… él puede ser bastante fiero en estos asuntos. Solo mira lo que hace.

Y es que, en los últimos segundos, Alberto había aumentado las embestidas progresivamente hasta llegar a una velocidad bastante alta. La larga salchicha de su entrepierna entraba toda y salía hasta el glande tan rápido, que se podría decir que casi iba a reventar el culo de Angel.

-Pero como tú eres un niño grande, aguantas todo ¿Verdad Angelito? –le dijo tomándolo por la cintura como para evitar que escapara. Los gemidos de ambos llenaron la habitación unos segundos y Mateo solo observaba algo asustado.

Unos minutos después, Mateo se encontraba acostado completamente sobre su escritorio, abierto de piernas, con Angel salivando su agujero. Alberto tomaba un poco de su vaso y se masturbaba mirando expectante. No era común lo que iba a ocurrir y por nada del mundo quería perdérselo. Angel se levanto todo lo largo que era y colocó su glande en la entrada del culito de Mateo.

-Relájate o te va a doler… sabes que es gordo –le advirtió Angel comenzando a penetrar lentamente. Mateo dio un leve quejido pero no trato de evitar nada.- Alberto, querido… ¿podrías…?

Este se acercó al otro lado del escritorio y puso su pene en la boca de Mateo. Él la abrió y comenzó a chupar la cabeza y unos pocos centímetros más. Y entre los dos, Angel y Alberto, comenzaron a meter sus güevos por los respectivos agujeros de Mateo. Iban con buena sincronía dado el hecho de no hacer eso muy a menudo y el pobre de Mateo se vio atrapado de esa manera.

-¿Ves? No fue tan malo –le dijo Angel cuando lo tenía clavado hasta las bolas. Alberto solo metió poco menos de la mitad.- Deberías apreciar lo que se hace… no te alejes de tus orígenes Mateo –comenzó a sacarlo lentamente.- Estarías haciendo esto todos los días si no fuese por mi –le recordó con una sonrisa maléfica. Metió el güevo con fuerza y Mateo solo dio un chillido que fue ahogado por la verga que le taponaba la boca.- Me gustaría ver las caras de tus empleados si vieran a su respetable jefe en estas condiciones –añadió burlón comenzado a embestirlo con algo de fuerza.

Observar como el ano de Mateo era estirado por su güevo ocasionaba en Angel una pequeña emoción que hacía mucho tiempo no sentía. Claro, le encantaba ser el pasivo siempre, en eso no había discusión posible, pero coger un culito de vez en cuando tampoco le era indiferente. Después de todo, así fue como conoció a Mateo unos años atrás.

Y mientras le embestía con mayor fuerza y Mateo solo gemía ahogado por el güevo de Alberto, Angel recordó un poco de eso…

Se encontraba conduciendo por la ciudad durante la noche. Llegó a un edificio con la fachada poco iluminada y llevo el auto hasta la entrada de un pequeño estacionamiento superficial. Si bien el lugar tenía un estacionamiento subterráneo mucho más grande, él prefería ese ya que al momento de irse era más rápido y fácil desde ahí.  Estacionó su auto al lado de un Mercedes del año y apagó el motor.

Se quedó un momento ahí dentro respirando profundamente. No era la primera vez que iba a ese lugar, pero siempre sentía una pequeña incomodidad antes de entrar, pues sabía lo que ahí dentro ocurría y a pesar de necesitar estar ahí dentro, no podía evitar sentirse algo apesadumbrado. Al cabo de un rato, decidió salir tomando únicamente un pequeño bolso el cual puso alrededor de su cuerpo.

El tipo de la entrada lo observó con desconfianza pero Angel le mostró una pequeña tarjeta que lo acreditaba como usuario, así que le abrió la puerta y lo dejó pasar sin problemas. Al ser nuevo, el portero actual no sabía bien quien era cliente recurrente y quién no.

Dentro, el ambiente era bastante común para un bar: algunas mesas dispuestas para usuarios de todo tipo. Una barra larga en donde algunos bebían apoyados en ella, solos o acompañados. Un olor a licor y cigarro que llenaba el ambiente. Un pequeño escenario donde, en ese momento, un enorme televisor apoyado en una base sobre el suelo emitía un partido de baseball y muchos de los que estaban ahí lo observaban atentamente.

Pero Angel ignoró todo eso. Fue directamente al final de la barra, se acercó a un tipo sentado en un taburete con las manos cruzadas, observándolo fijamente y le dijo algo al oído. En seguida, el tipo se levanto rápidamente y le abrió una puerta a su lado. Esta era la entrada a un pequeño pasillo y al final de este, otra habitación más grande.

Un ambiente más festivo se notaba enseguida a pesar de lo que se observaba en ella. Un montón de sofás, mesitas y sillas de madera estaban desperdigadas por todo el lugar. Unas cuantas puertas que llevaban a habitaciones escondidas. No estaba tan iluminada como la habitación anterior y por eso no se veía bien a sus usuarios, solo algunos contornos, pero si se veía claramente lo que hacían algunos. Hombres y mujeres. Algunos con ropas formales, otros con ropas algo más cómodas y otros sin nada de ropa. Algunos camareros de ambos sexo y de edades variadas, llevaban bandejas con licores caros y exóticos. Estos vestían de la forma más variada posible. Algunos con tan solo una cadena de cuero o metal en el cuello, otros con guantes en las manos como única vestimenta y otros con cualquier otro estilo algo revelador. Todo dependía de lo que el cliente quisiera colocarle a sus meseros. Angel sabía que alguno de esos meseros eran esclavos de la dueña del lugar, e incluso algunos eran esclavos personales de los usuarios quienes los llevaban para lucirlos a otros y demostrar, como es lógico, su dominación al público.

- “La especie humana siempre quiere que otros noten su existencia y supremacía ” –pensó con algo de desagrado.

Él siguió caminando entre algunos esclavos observando muy fugazmente. Existían reglas en ese lugar y no quería romperlas. Si un esclavo era visto mucho tiempo por alguien que no fuese su dueño o dueña, este (el dueño o dueña) podría sentirse ofendido y crear algún inconveniente. Era su propiedad y debía respetarse. Si bien el objetivo era demostrar algo (la dominación en este caso), debían seguirse una serie de lineamientos. Angel siguió hacia una de las puertas del fondo, siendo seguido por algunas miradas, sin ver algo que le llamase la atención. Lo que buscaba no estaba ahí y no debía perder el tiempo.

Entró por la puerta y bajó unas escaleras de caracol a su derecha. Llegó a otra habitación con una curiosa decoración. Ahí si estaban algunas maquinas usadas en actos sexuales considerados aberraciones de la naturaleza. Una serie de instrumentos de tortura y placer que se conservaban en una gran mesa y algunos de sus usuarios tomaban cosas de ahí para luego usarlas en sus sumisos personales o, en casos muy concretos, sumisos prestados para el placer de su amo. Pero en ese momento, esa habitación no tenia lo que él buscaba, así que camino rápidamente entre amos y sumisos que gemían a partes iguales. Unos de placer, otros de dolor y otros con una mezcla de ambas cosas.

Totalmente indiferente, siguió hasta llegar a otra puerta. Esta vez, entró a un pasillo con paredes de metal, alumbrado por tenues luces blancas de neón en el techo. Casi como el pasillo de una cárcel.

-La verdad sea dicha, esto es una cárcel para algunos –se dijo en voz baja. Miró al techo y vio una cámara de seguridad. Sin comentar nada al respecto, siguió por el pasillo hasta el final.

Angel llegó frente a una puerta de madera. Tocó dos veces con los nudillos con fuerza. Al otro lado, una voz femenina le respondía un sonoro “adelante”. Abrió la puerta y entró.

Una habitación muy bien iluminada, ocupada por tres personas. Una mujer de unos cincuenta años, vestida muy elegantemente, le miraba con mucha curiosidad sentada en una silla de cuero. El otro, sentado de frente a la anfitriona y una copa en la mano. A su derecha, un hombre de rodillas mirando al suelo.

-Buenas noches –le dijo la mujer muy cortésmente.- Esperaba tú visita. Un poco tarde debo decir –sonreía.- Normalmente llegas más temprano.

-Estaba ocupado en algunos asuntos –le respondió Angel secamente. Mantenía el rostro inexpresivo. Era necesario si no quería que se notara su desagrado al ver al hombre arrodillado. Un sumiso a toda regla. Ella no dejaba de sonreír a Angel con cierto aire maternal.

-Enrique, cariño, deberías preparar tu espectáculo –le recordó la mujer al hombre sentado enfrente de ella.- Tus clientes esperan.

El tipo se levanto con una sonrisa de suficiencia. A sus pies, el que estaba de rodillas, se puso a cuatro patas, sin dejar de mirar al suelo.

-Por mí no hay problema. Nuestro asunto ya esta hablado –le respondió el hombre llamado Enrique, al tiempo que iba hacia la puerta. El otro hombre se coloco a su lado, yendo en cuatro patas- Voy a mi habitación personal, por si acaso me necesitas luego. ¡Vamos perro! –le ordeno al otro dándole una patada en el costado.

Ambos salieron por la puerta. Uno caminando tranquilamente con aires de superioridad y el otro sin dejar de mirar el suelo, en cuatro patas.

-¿Puedo sentarme? –preguntó Angel en un tono muy neutro. Una sonrisa cortes se colocaba en el rostro de la mujer. Ella le señalo la silla que antes estuvo ocupada por Enrique y él se sentó. –Que desagradable momento –dijo al fin molesto. Miro a la mujer con algo de resentimiento. –Lo hiciste adrede ¿verdad?

-Por supuesto –admitió ella. Se levanto de la silla y fue a una mesita de madera en un rincón. Tomo dos vasos de ahí y una botella. –Es saludable que veas ese tipo de situaciones. Aunque me costó un poco mantenerlo aquí el tiempo necesario para que lo encontraras. Llegaste tarde, algo muy impropio de ti -añadió llenando el primer vaso. Hizo amago de llenar el segundo.

-Ni te molestes… sabes que no consumo alcohol –le dijo Angel fríamente antes de que ella siquiera inclinara la botella para llenar el segundo vaso.- Ya te lo dije: estaba en otros asuntos. Asuntos muy personales –añadió para evitar que ella siguiera preguntando.

Se llevo su vaso a la boca dando un largo trago. Luego de pasar la bebida por su garganta, puso de nuevo el vaso en el escritorio y miro a Angel fijamente.

-¿Deseas el mismo servicio de siempre? –preguntó.

-Claro. Llama a Dennis por favor –le dijo él.- Lo voy a reservar por toda la noche –ella hizo una leve mueca.

-Tengo otros… y mejores –le dijo algo dolida.

-Pero yo lo quiero a él y solo a él –le dijo Angel cortante. -Estaré en mi habitación. Mándalo hacia allá –y se levanto de la silla. Se fue hacia la puerta abriéndola.

-Entendido –dijo ella con algo de rabia en la voz antes de que Angel cerrara la puerta.

Antes de cerrarla, Angel miro sobre su hombro hacia ella.

-Yo soy homosexual Natasha… acéptalo… nunca podría estar contigo de la forma que tú deseas –le dijo con crueldad. Antes de que ella replicara algo, él cerró la puerta.

El sujeto que estaba en la oficina de Natasha cuando Angel llegó ahí, se fue hacia su habitación “personal” solo para hacer uso de su esclavo. Ahí lo esperaba una mujer de unos cuarenta años quien, ante todos, era una devota y amable esposa, pero en el fondo estaba tan podrida como su cuñado. Dicha mujer, era la esposa del hombre arrodillado en esa habitación. En su mano, un látigo negro y muy largo, esperaba ser usado en contra del pobre hombre.

Al hombre lo ataron a un potro y, mientras el hombre lo sodomizaba con fuerza, burlándose de los quejidos de dolor del otro, ella comenzó a golpear con el látigo la espalda del esclavo. Rápidamente, comenzó a enrojecer por la fuerza con la que ella le golpeaba. Medio borrachos, se dejaron llevar por la emoción y el pobre esclavo terminó amarrado a una cruz mientras ellos dos rociaban cera ardiente sobre su pecho.

Angel supo todo eso gracias a una curiosa petición que le pidió a Dennis, su acompañante siempre que estaba ahí. Lo llevó a una habitación en donde Angel comenzó ver todo lo que ocurría. Estaba al otro lado de un espejo falso.

-¿Cuántos años tiene? –le pregunto Angel con curiosidad. Dennis lo observo algo asustado.- Los años reales… no los que, seguramente, la vida de esclavo le ha hecho parecer.

Hubo un prolongado silencio.

-28 años –respondió Dennis al fin.

-Parece tener unos veinte mas –admitió Angel.- Dime algo… ¿él es feliz con esa vida? –Dennis negó con la cabeza.- Dile a Natasha que necesito reunirme con ella de nuevo. No digas que lo estoy ordenando, eso no creo que se lo tome muy bien, dile que es una petición mía. –No dejaba de observar lo que le hacían al pobre hombre en ese momento.- Y, ni una palabra a nadie más. Vas a su oficina y luego regresas junto con ella. Si intenta enviarte a otro lado, dile que fui especifico con mi orden –le añadió antes de que Dennis saliese de la puerta.

Natasha llegó unos cinco minutos después acompañada por el chico. Entró a la habitación y se colocó al lado de Angel quien no dejaba de mirar.

-¿Cómo se llama ese hombre? –le pregunto Angel con firmeza, sin dejar de mirar. Señalaba al esclavo.

Natasha se tomo su tiempo para responder.

-Mateo –respondió al fin.- Y esa de ahí es su esposa. El hombre que lo domina, es su hermano mayor –aclaro sin que Angel preguntase.- ¿Alguno de los tres te llama la atención?

-Si quisiera comprarlo, ¿me lo venderían? –preguntó Angel serio.

-Lo dudo. Enrique se enorgullece de lo que hizo con su hermano. Siempre viene acá un par de noches, le alquila a cualquiera por una suma grande y se va hasta una nueva visita dos o tres días después. No creo que quiera deshacerse de su principal fuente de dinero. Tiene otros, claro, pero este es su más querido juguete.

-Es su hermano –le recordó Angel.

-Enrique no lo ve así –respondió Natasha mirando como en ese momento, Mateo estaba siendo sodomizado con una porra de policía.-La verdad, le encanta que vean lo que le hace a su hermano. Esto… solo es una muestra para futuros clientes. ¿Cómo es que estas aquí por cierto? –preguntó con curiosidad.

-Dennis es mío por hoy y obedece todas mis órdenes –le recordó Angel. No deseaba que el pobre chico sufriera un castigo por su culpa.- Y él me obedeció cuando le ordene que deseaba ver lo que los dos hombres en tu oficina iban a hacer. Por supuesto, pagare lo que se debe pagar por estar aquí viendo todo.

-Interesante… –fue lo único que comento Natasha.

-¿No soy el único que ve esto verdad? –preguntó Angel mirando de reojo a Natasha, quien negó con la cabeza. Tomó un sobre de dinero de entre los bolsillos de su chaqueta y se lo tendió a la mujer.- Por la información y la discreción que deseo con este tema, además de mis gastos de hoy. Tienes la noche libre Dennis, ya pague por ti, pero no te daré uso esta noche. Ve a dormir –añadió mirando al esclavo. Natasha tomó el sobre sonriendo. -Déjalo descansar hoy.

El chico hizo una reverencia y se fue de la habitación en silencio.

-Tienes mucha debilidad por él –le recrimino la mujer.

-Y tú envidia –le atajo Angel.

-No te equivoques cariño –le dijo la mujer desafiante.- Yo tengo muchos años encima como para tener sentimientos tan patéticos como esos por alguien que no vale la pena.

-Sigue justificándote… es divertido ver tus patéticos intentos –le comento Angel sin dejar de mirar como Mateo era usado como un caballo por su esposa. Natasha vio como Angel sonreía con malicia y determinación. Señal inequívoca de que había tomado una decisión.- Necesito tu ayuda con este tema –admitió sin muchas ganas.

-Sabes que yo no me inmiscuyo en esos asuntos –le replico ella.- Eso es malo para el negocio.

-Malo para ti, querrás decir –le recrimino Angel.- Te daré cualquier cosa, excepto eso que deseas de mi. No eres tú, soy yo. Nunca he sentido el más mínimo deseo de estar con una mujer.

-Yo podría… -intento decir ella.

-No, no podrías –le corto Angel.- No podrías porque tú voluntad no es más fuerte que la mía. Fracasarías estrepitosamente y luego se generaría un profundo resentimiento hacia mí y ninguno de los dos desea eso ¿verdad?

-Yo… -ella respiro profundo.- Entonces quiero a otro. Tu amigo –él la miro ceñudo.

-¿Cual?

-El de ojos azules –respondió ella.

-Técnicamente, son verdes azulados o azules verdosos. Eso depende de la luz –aclaro él medio riendo.- Él es peor que yo… no soportarías media hora.

-Eres bastante arrogante para ser tan joven ¿lo sabías? –comentó ella.

-Lo sé… siempre he pecado de arrogancia –admitió él.

-No deben subestimar lo que otros podemos hacer… y me refiero también a tus otros amigos –le advirtió ella en tono peligroso. El rubor en su rostro decía que ella estaba muy ofendida por el último comentario de Angel- Tengo mucho camino en estas cosas. Mucho antes de que tú nacieras, yo ya me encargaba de domar hombres.

-Eso no lo dudo –dijo él con sonra.- Pero siempre se da el caso de que las nuevas generaciones superen a las anteriores. Solo hay algo que no poseo: experiencia, y de eso tú tienes bastante. ¿Por qué crees que decidí conocerte? No fue una simple coincidencia que el señor Orlando nos presentase.

-Lo sé cariño. Mi amado Orlando me hablo muy bien de ustedes –dijo ella en tono meloso.- Hablo maravilla sobre los niños... –se interrumpió contrariada. Angel la miró de mala manera,- perdón… los jóvenes tan talentosos que le salvaron la vida.

-No hablemos de eso. No es un tema para esta ocasión –dijo Angel cortante.- Solo me interesa él en estos momentos –señalo a Mateo quien en ese momento estaba de rodillas en el suelo.

Enrique vociferaba las maravillas de su esclavo. Lo estaba ofreciendo al mejor postor y las ofertas no pararon de escucharse. Angel acciono un botón para detener lo que veía. El espejo dejo de mostrar lo que ocurría en la otra habitación. Tenía enfrente de él su propio reflejo.

-¿Por qué te interesa un tipo como ese? –pregunto Natasha con curiosidad.

-Tengo mis razones –respondió Angel dándose la vuelta.- Ya hablaremos luego de lo que tengo planeado hacer para salvar al pobre infeliz.

Casi una hora después, Angel se encontraba en su coche manejando con algo de preocupación. Antes de ir a ese sitio, se informo muy bien sobre las cosas que ocurrían ahí, pero verlo era muy diferente a enterarse por un tercero. Cosas como esas ocurrían, y en el mundo, aunque algunos podrían censurarlo, otros simplemente lo disfrutaban en mayor o menor grado…

En la actualidad, Angel embestía a Mateo con ganas. Casi se podría decir que deseaba reventarlo solo para que, como dijo antes, recordara sus orígenes y las condiciones en que fue encontrado. Mateo sudaba copiosamente y trataba de empujar un poco a Angel por el pecho, pero este le mantenía las piernas muy abiertas y seguía embistiendo con ganas. Alberto se separó de Mateo y se colocó detrás de Angel.

-Ya lo que ocurra… no será mi responsabilidad –le aviso Angel sonriendo.

Alberto lo penetro con fuerza y comenzó a mover a Angel de adelante hacia atrás formado un hermoso baile entre los dos. Angel cerraba los ojos con fuerza y de su boca salía un bajo, pero continuo gemido de placer. Se acostó sobre Mateo separando más sus piernas y comenzó a besarlo mientras Alberto desde atrás le perforaba el ano.

Y así, como en este momento lo ayudaba empujando con fuerza, años antes Alberto lo ayudó para liberar a Mateo del yugo de su hermano mayor.

¿Qué clase de infeliz podía hacerle eso a su hermano menor? ¡Los hermanos mayores debían proteger! Incluso Angel, quien no se llevaba nada bien con David, siempre buscaba la forma, de un modo discreto, de que este no corriese ningún peligro. De Laura y Alfonzo ni se diga. El único “hermano” por quien no se preocupaba era aquel que también era hijo de su padre. Pero eso es por una razón totalmente valida.

Saber que alguien podía esclavizar a su hermano menor, solo para obtener un beneficio económico, fue una desagradable sorpresa y la verdad, se sintió asqueado.

Un par de semanas después de esa conversación entre Angel y Natasha, un hombre negro, musculoso y de casi dos metros, era bienvenido a ese bar. Un viejo conocido de la dueña le pidió dejarlo entrar al lugar justo como hace un tiempo pedía lo mismo a nombre de un joven de poco menos de veinte años. La diferencia era que este hombre negro iba por motivos totalmente diferentes. Llegó en una Van negra con algunos juguetes, entre ellos un joven con una máscara de cuero que le cubría toda la cabeza. Solo los orificios de los ojos, nariz y boca. Guantes en sus manos y un collar de cuero en el cuello de donde una cadena de metal lo llevaba con fuerza. Caminaba en cuatro patas por el lugar atrayendo algunas miradas. Su dueño era especialmente cruel.

Lo tomó con fuerza del cuello y lo llevó hasta un pequeño escenario dentro de la habitación. Habló desde ahí con fuerza para todos los presentes. Su voz era profunda y llena de autoridad.

-Este, es un sumiso que merece un castigo. Una puta que no conoce su lugar y que debe entender que le sirve a su dueño. Yo… no perdono fácilmente, pero he caído en la debilidad de creerle sus estupideces. Pero díganme mis queridos colegas ¿Quiénes no han caído en alguna trampa llevados por el cariño que podrían sentir por esta escoria que nos sirve?

-¡Una desgracia! ¡Nunca hay que creerles nada! –gritó una mujer entre la multitud. Algunos murmuraron dándole la razón.

-Pero a veces uno siente la decepción de estos perros amigos míos –dijo otro hombre desde un sofá.- Yo personalmente he sufrido algunas. ¡Pero eso se corrige! ¿A que si perra? –le dijo al chico a sus pies. El chico se puso a mamar enfrente de todos sin ningún tipo de pena.- ¿Ven? ¡Y ni siquiera di la orden! –algunos rieron por lo bajo, otros aplaudieron con júbilo.

-Debemos aplaudir ese magnífico control querido colega- dijo el tipo negro desde el escenario.- Personalmente he intentado muchísimo y aun le falta algo por aprender a mi puta. La pobre no entiende que yo soy su amo –miró al chico con maldad.- Lamentablemente no entiende que yo soy su dueño. Puedo decir que es el mejor en lo que hace, pero aun tiene que aprender. Por eso está aquí hoy. Quiero cederlo a quien desee usarlo hoy –declaro con contundencia.- Pero quiero que él mismo muestre lo que hace.- Le dio una patada en el costado arrojándolo fuera del escenario. El chico cayó al suelo con un quejido. Desde arriba, el hombre estiro la cadena haciendo que el chico se levantase.- Quien desee probar su boca, tiene toda la libertad de hacerlo. Es muy bueno tragando, ya lo verán –dio un pequeño salto fuera del escenario con agilidad. Le quito la cadena del cuello al chico.- Ve mi pequeño, dale a nuestros amigos una probada de tus habilidades felatorias.

Las próximas horas, el chico se vio rodeado de toda clase de hombres quienes, uno a uno, descargaron dentro del chico quien se vio obligado a tragar todo lo que decidieran darle. Algunos incluso, mearon dentro de su boca. Pero eso no le importaba si podía cumplir con su compromiso. Su amo lo observaba fijamente pendiente de cualquier falta hacia el tipo de turno que metía la verga hasta la garganta de su preciado sumiso.

-Lo hiciste bien… lo hiciste muy bien –fue lo que le dijo el amo al finalizar la jornada. Todos los hombres que hicieron uso de su boca, alabaron su desempeño. El chico estaba lleno de toda clase de fluidos por todo su cuerpo.

Regresaron dos días después y esa vez, fue usado no solo por la boca, sino también por el culo. Esa noche, recordaría como muchos hombres lo usaron sin ningún tipo de clemencia pues, después de todo, ese era un castigo impuesto por su amo. Incluso algunos usaron látigos para divertirse un poco mientras lo sodomizaban.

En la tercera ocasión, mientras era usado por un tipo grande quien lo embestía por el culo con fuerza y otro, algo más pequeño y gordo, pero aun así lo ahogaba con su largo pene por la boca, observo como un hombre se acercaba a su amo. Intercambiaron unas cuantas palabras y ambos miraron hacia el chico fijamente. Su amo asentía enérgicamente y estrechaba la mano del otro tipo.

-¡Oh mis amigos! –dijo muy alto atrayendo miradas hacia él.- Parece que nuestro colega Enrique desea una amistosa competencia –dijo complacido.- ¿Qué dicen? ¿Nos divertimos un poco a costa de nuestros perros? –preguntó a la multitud quien en ese momento comenzó a aplaudir.

Las personas presentes comenzaron a dar su aprobación. Comenzaba algo divertido y nadie quería perderse ese asunto. Alguien grito “¿Pero que se va apostar? ¿Apostaran cada uno a sus perros?”. Otros dieron una señal de aprobación. Enrique y el tipo negro intercambiaron un par de palabras.

-Cada uno apostara a la perra –anuncio Enrique sonriendo.- La perra que pierda será entregada al amo ganador.

Muchos sabían que ese era un movimiento muy común con Enrique. Cuando veía que un sumiso era competente, siempre intentaba ganarlo a toda costa. Hablar con el dueño de dicho sumiso, y mostrarle que, si hacen una competencia, siempre se podría ganar algo más de dinero. Este tipo, algo novato en esos asuntos, terminaría sin esclavo y derrotado por Enrique. Pero nadie advertiría nada pues ya muchos habían gozado con el sumiso y siempre existía la posibilidad de que Enrique dejase que se usara más tiempo. Este tipo era un desconocido quien dejó claro desde un principio que eso era un castigo. Cuando el castigo terminara, ¿iba a dejar que lo usaran de nuevo? Todos sabían que no. Enrique sin embargo… tenía un precio. Siempre tenía un precio.

El centro de la habitación fue despejado por algunos sumisos quienes movieron las maquinas. Deseaban total visibilidad sobre lo que ocurriría. En estos casos donde la ganancia era el propio esclavo, no debían quedar dudas de los resultados.

El tipo negro se acerco a su esclavo y le dijo algo en voz baja. Seguramente le daría ánimos y una amenaza.

Enrique trajo a rastras a su hermano y lo coloco en el centro de la habitación.

-Lo mejor que tengo –declaro sin que nadie se sorprendiera. Era normal que usara a su esclavo estrella en esas competencias.

-Bien… comencemos –dijo el tipo negro sonriendo.

Muchas personas terminaron sorprendidas por el rumbo de los acontecimientos. Todos, excepto un hombre alto y negro llamado Alberto y su sumiso.

-¡Puta madre! ¡Esto como duele! –se quejo Angel mirándose la sangrante espalda. Los látigos hicieron un destrozo importante en la zona.- Conduce con cuidado coño.

-Ya te había dicho yo que eso era una barbaridad ¡pero me ignoraste olímpicamente! –le regaño Alberto desde el asiento del conductor mirándolo por el espejo.

-¡Cállate! –le espeto Angel de mal humor.

Dentro de la Van negra, un asustado Mateo observaba como un sumiso le hablaba con altanería a su amo. Él también presentaba algunas heridas sobre todo su cuerpo. En su ojo izquierdo, un golpe producido por su antiguo amo al perder tan vergonzosamente frente a lo que consideraban era un sumiso novato.

Apenas ganaron la competencia, el amo negro tomo a Mateo y lo proclamo de su propiedad mientras en una silla, Enrique miraba con rabia y resentimiento. Parecía que quería decir algo, pero sabía que las normas en el lugar estipulaban que debía renunciar a su esclavo y cederlo al amo ganador. Lo único que pudo hacer fue cargar contra Mateo y golpearlo fuertemente en el ojo. Muchos de los presentes lo detuvieron en el acto. Si hacia algo más, podría ser expulsado y no regresar más. La dueña del lugar no era conocida precisamente por perdonar el rompimiento de sus sagradas normas. Ella observó todo desde un rincón sin comentar nada, acompañada de dos muchachas que le servían bebidas.

Mateo los veía a los dos asustado.

-Estas hecho una piltrafa –observo Angel.

-Tú igual –replico Mateo ronco.

Angel levanto una ceja sorprendido por la altanería de Mateo. Seguramente eso era debió al erróneo pensamiento de que Angel también era un esclavo y pues, lo veía como su igual. Probablemente el respeto del hombre iba únicamente hacia su nuevo amo.

-Mucho gusto. Mi nombre es Angel –dijo intentado estrechar la mano del otro. Un saludo que no fue correspondido.- Eres un mal educado –le recriminó Angel dolido por eso.

-Creo que ya te he visto antes –dijo Mateo de pronto,- pero no recuerdo donde.

-Claro que no lo vas a recordar –le dijo Angel,- el imbécil de tú hermano siempre exigía que caminaras en cuatro patas mirando el suelo. Quizá si te muestro mis zapatos pudieras reconocerme –bromeo Angel con algo de amargura. Hizo una mueca por el dolor -¡AY!

-¿No se supone que tu aguantas el dolor? –pregunto Alberto con sarcasmo.

-¡Cállate! –le espeto de nuevo Angel con terquedad.- Ya quiero ver si  aguantas cuatrocientos cuarenta y nueve latigazos en la espalda antes de gritar como una niña –le reprocho con algo de orgullo.

-Hablas de tipo que tienes al lado ¿verdad? Fue él quien chillo como cerdo al matadero con esa cantidad –le recordó Alberto.- Que yo recuerde, aguantaste…

-… quinientos noventa y seis –interrumpió Angel con orgullo.- Y podía mas, -aseguró con rotundidad, -pero ya que este –señalo a Mateo- había gritado, no valía la pena seguir con esa prueba. Pero joder… como duele… ¿A ti no te duele? –le preguntó a Mateo quien lo miraba con confusión.

-Algo… después de tantos años, el dolor no significa nada –respondió Mateo.

-Entiendo… puede ser muy horrible ¿verdad? No me imagino vivir una vida de esa forma –admitió Angel. Sintió una punza de dolor en las rodillas, luego una en las manos y después otra en las nalgas la cual recorrió toda su espalda hasta llegar a los hombros.- Coño… me duele todo al mismo tiempo – se quejo mirando las zonas que le dolían.

-Excepto el culo ¿verdad? –le reprocho Alberto.- Seguramente gozaste como nunca… ¡Puto! –le escupió de pronto.

-Te voy a golpear –le amenazo Angel.- Pero si, fue divertido. Creo que es lo que me hacía falta para salir de este agujero sin fondo donde me estaba metiendo yo solito -murmuro.

-¿Tener a un montón de hombres follandote a diestra y siniestra? –pregunto Alberto levantando una ceja.

-No idiota… -le respondió Angel malhumorado.- Salvarle la vida a alguien… a eso me refiero. –Miró a Mateo fijamente. El otro le regresaba la mirada asustado, confundido y aturdido en partes iguales.- Tú hermano nunca más volverá a tocarte ¿está claro?

-Lo sé… tengo otro amo –respondió Mateo mirando en dirección a Alberto.

-Ah no… no, no, no… ni lo pienses –respondió este negando con la cabeza.- Tú no eres mío… tu libertad se la debes a este idiota de aquí –señalo con el pulgar derecho hacia donde estaba Angel.- Yo solo fui una pequeña ayuda para realizarlo.

-¡Hola! –saludo Angel cuando Mateo lo miro sorprendido. Una sonrisa de oreja a oreja mostraba sus blancos dientes. Una visión curiosa dado que tenía los labios enrojecidos y rotos en algunos lugares.

-¿Ustedes… quiénes son? –pregunto Mateo asustado. Ojos muy abiertos.

-Eso no es asunto tuyo… lo que debes saber es que eres libre –le dijo Angel.- Pero primero, debemos curarnos y después hablar de negocios –añadió con una sonrisa.- ¡Espera! No me refiero a eso –añadió viendo que Mateo intentaba alejarse de él. Algo inútil teniendo en cuenta que estaban en un lugar confinado.- Esta noche iremos a descansar. Ya mañana hablaremos de cosas. Ah y por cierto –añadió con complicidad,- de pequeño Alberto no tiene nada… lo que tiene entre las piernas es el más grande que he visto en mi vida… -se relamió un poco los labios, pero el gesto desapareció con otra punzada de dolor.- ¡Puta madre como duele!

-¡Ja! ¡Espero que te duela bastante! –se burlo Alberto.

-¡Ya cállate! –le volvió a gritar Angel molesto.

Mateo observaba todo lo que ocurría preguntándose, nervioso, en qué manos había caído su destino…