Una historia interesante 23
La percepción de la realidad es ambigua. Diferentes factores externos estimulan diferentes respuestas internas. Ya saben lo que dicen; cada cabeza es un mundo.
-Repito: llevar esta ropa es innecesario –puntualizó Angel observándose al espejo.
-Elegancia ante todo Raba… elegancia ante todo –le insistió Víctor por decima vez. Terminaba de hacerle el nudo a la corbata.
-¡Una mierda! –se quejo Angel.- Totalmente innecesario todo esto –señalo la corbata.- El parcial practico, en donde debo ir bien vestido, es el próximo miércoles –le recordó.
-Te va a matar o va a quemar esa cosa, ya verás –le advirtió Andrés a Víctor desde la puerta, riendo.
-Ni una cosa ni otra… Raba sabe que me pondría muy triste si hace lo segundo –respondió Víctor.- Tú eres todo un caballero Raba y un caballero debe vestirse bien en toda situación –aseguro Víctor con seriedad.- Te prometí que irías como todo un caballero a sus exámenes importantes y eso es lo que hago –replico Víctor tajante.
-Muy raro que estés despierto tan temprano Andrés –le recrimino Angel con los ojos entrecerrados mirándolo por encima del hombro.
-¿Y perderme esto? –dijo Andrés con burla.- No me perdería algo así por nada del mundo. Valió la pena despertar un poco antes –y comenzó a reír con ganas. Angel hizo una mueca de desagrado con la boca.
-¡Quédate quieto coño! –le ordeno Víctor arreglándole el pantalón.- Mira que tú tía se esmero en planchar muy bien esta ropa. Ahora que recuerdo… -saco su móvil y le tomó una foto antes de que Angel pudiera hacer algo,- me pidió una foto ya que no sabía si podría verte hoy cuando llegaras. ¡Y no te quejes como un niño malcriado! –añadió antes de que Angel dijera algo.
-Te odio…
La vestimenta era, a ojos de un tercero, completamente elegante. Zapatos negros y muy pulidos, pantalón negro de poliéster texturizado, correa de cuero a juego con los zapatos, camisa azul pálido manga larga y una corbata delgada de color azul marino y sobre ella, una americana también de poliéster texturizado a juego con el pantalón. Víctor observaba de lejos y silbaba con admiración.
El desayuno transcurrió como total normalidad, o casi. Víctor constantemente miraba que Angel no derramara ningún liquido sobre la ropa que con tanto trabajo logro colocarle. Andrés solo reía de lo lindo burlándose de Angel.
-Hermanos… quisiera que hoy estuvieran aquí a las ocho para mostrarles algo –dijo Andrés de pronto. Angel y Víctor dejaron de hacer lo que hacían y lo observaron con seriedad. No era común ese tipo de cosas con Andrés.- Me gustaría sus opiniones sobre lo que ocurrió ayer. Intente mostrarles al llegar pero como tú no estabas aquí–añadió mirando a Víctor,- preferí esperar a que llegaras, pero me dormí antes de eso –Víctor se carraspeo la garganta con algo de pena.
-Lo siento… estaba ocupado, con mi novia –admitió en voz baja.- Pero hoy estaré aquí a esa hora. Lo prometo.
-Bien, aclarado ese punto, me gustaría… -intento decir Andrés, pero se interrumpió ante un enorme trueno que se escuchó con fuerza.
-No, no, no, no, no, no, no… -dijo Angel en tono de alarma levantándose y yendo corriendo a la puerta que daba al jardín trasero.- ¡LA PUTA QUE TE PARIO! –grito furioso ante la lluvia que comenzó a caer. Andrés y Víctor se observaron sin entender.
-¿Cuál es la emergencia? –pregunto Víctor cuando Angel regreso y se sentó con mala cara.- Es solo lluvia. Te encanta la lluvia Raba –añadió tomando un trago de jugo de naranja.
-¡Ayer lave los autos! –le recordó con una mueca de desagrado.- Todo el trabajo y ahora se van a llenar de agua sucia –gruño arrugando las cejas. Además, cuando llueve, el tráfico de esta ciudad es un caos.
-Mierda… -dijo Andrés de pronto entendiendo lo que Angel quería decir.- Tienes toda la razón. La ruta que usamos para ir a la universidad luego de dejarte se…
-… hace todo un infierno cuando llueve –terminó Víctor abriendo los ojos como platos.- ¿Qué hacemos?
-De nuevo un maldito impedimento por no tener un lugar para estacionar –señalo Angel con mal humor.- Voy hacer una llamada –y tomó su móvil de la mesa. Comenzó a buscar a quien quiera que iba a llamar.- Espero que esté despierto –añadió con algo de preocupación mientras se llevaba el aparato al oído.- ¿Hola? Si buenos días… ¿Cómo amaneciste? Ah… me alegro –algo de alivio se vio reflejado en su rostro.- Mira… me gustaría que me hicieras un favor ¿vale? Si… llueve y la cosa no parece mejorar –miro hacia la puerta donde la lluvia caía con mas fuerzas que antes.- ¿Iras hoy a la facultad? –preguntó algo tenso por la respuesta.- ¿No? ¡Excelente! –exclamo con una sonrisa.- ¿Entonces… si entiendes la razón de mi llamada verdad? –lo que sea que le decían, hacia que su semblante se relajara.- Excelente, muchísimas gracias Arturo –dijo.- Si… vale. Ah por cierto… -dijo de pronto antes de colgar- llama y dile al vigilante que tu puesto estará ocupado hoy bajo tu permiso, así no habrá ningún problema. De verdad muchísimas gracias. Bien… adiós. Nos vemos mañana –y colgó la llamada con una sonrisa. –Listo –anuncio sin necesidad de explicar nada.- ¿Ven por qué es bueno tener buenas relaciones con las personas? –preguntó a Víctor y a Andrés.
-Si… lo sabemos… -respondió Andrés levantándose y dejando su plato en el fregadero.-Puedes hacer uso de ellas en cualquier momento. Yo también lo hago… a veces –añadió encogiéndose de hombros.
-Lo mismo digo –añadió Víctor mirando la hora en el reloj de su muñeca.-Bueno, ya arreglado tu asunto con el transporte el día de hoy… nos toca algo de trabajo para bajar de aquí con esta lluvia –y se levanto.
-Esperen… momento… ¿Quién se va a llevar el Tanque? –pregunto Angel antes de que ambos, Víctor o Andrés, salieran de la cocina.
Antes de que ninguno dijera nada, los tres se miraron con los ojos muy abiertos, entiendo la pregunta, durante un segundo y comenzaron a correr fuera de la cocina. El primero en entrar por el pasillo hacia la sala fue Andrés, seguido de Angel y Víctor pisándole los talones. Andrés corrió con todas sus fuerzas evadiendo con agilidad el gran sofá pasándole por un lado, Angel saltó sobre este flexionando sus rodillas, tratando de que el pantalón no se rasgase y Víctor dio una voltereta pasando incluso sobre la mesita de vidrio, se apoyo con ambas manos en el piso y se impulsó sobre el otro sofá, el individual, que estaba en frente del grande, girando sobre sí mismo y quedando de frente. El objetivo era llegar a la mesa que estaba en la puerta de la entrada en donde las llaves de los coches los esperaban. El primero en llegar fue Andrés quien tomó una llave con gesto de triunfo, el segundo fue Víctor quien llego antes que Angel por un milímetro, pues su salto le dio una ventaja que supo aprovechar.
-Esto fue culpa de esta maldita ropa –se quejo Angel tomando la última llave: la del Tanque.- No me deja moverme bien.
-Te jodes… -le replico Andrés.- Yo a ese bicho no lo usare en mucho tiempo.
-¡JA! ¡VICTORIA! –grito Víctor levantando las manos y mostrando orgulloso sus llaves.
-En teoría, deberías usarla tú, pero como en una competencia los resultados son irrevocables, te salvaste por un pelito –comento Andrés cuando regresaron a la cocina por sus bolsos, pues, por la carrera, estos quedaron momentáneamente olvidados ahí.
-Claro que me salve por un pelo… no me gusta para nada usarlo –respondió Víctor tomando su bolso.- Prefiero algo más discreto.
-Si voy a perder, al menos que sea con alguien que quiero mucho ¿no? –comento Angel tomando su morral. Se lo hecho al hombro y tomo sus platos para colocarlos en el fregadero. –Por favor, regálenme cinco minutos de su tiempo para realizar una llamada.
Llamo rápidamente a Miriam para saber si ya estaba lista y salir hacia su trabajo, dejando a Alfonzo en el colegio en el camino y si Laura estaba lista para conducir con una tormenta como esa. Miriam le respondió que todo estaría bien. Le explicó que decidieron dejar a Alfonzo en casa al cuidado de David y ellas se irían en un taxi más tarde, como a media mañana, esperando a que para ese momento, la lluvia no fuese tan fuerte. Durante toda la llamada, Andrés intercambio un par de mensajes con Marta para informarse también sobre el proceder de esta y Tomas. Ambos, Andrés y Angel dejaron de comunicarse justo al mismo tiempo. Hicieron señales de “todo bien por aquí” y salieron por la entrada principal de la casa.
Fuera, la lluvia caía como si no hubiera un mañana. Enormes gotas de agua se arremolinaban antes sus ojos formando una especie de mini tornado. Una brisa fría cargada de agua les golpeaba el rostro humedeciéndolo.
-Espero que nuestras madres no tengan accidentes de tránsito –pido Angel con un poco de preocupación. –Esto comienza y empeora por segundos.
Los tres tomaron cada uno un paraguas de un cesto que estaba en la entrada, mientras el viento resonaba en sus oídos. Se colocaron las capuchas para protegerse las orejas del frio.
-Cuidado al manejar –comento Andrés abriendo su paraguas y yendo a uno de los autos pequeños.- Iremos uno detrás del otro, pero igual tengamos cuidado –se metió en el auto y encendió el motor.
Angel y Víctor hicieron lo mismo.
Cada uno encendió el coche y espero a que la reja de seguridad se abriese para, uno detrás del otro, comenzar a salir por ella. Primero salió Andrés ya que el coche en el que él estaba fue el mismo que Víctor uso el día anterior para salir. Dio media vuelta y retrocedió un poco. Luego salió Angel en el Tanque haciendo lo mismo que Andrés colocándose delante de él. Y después Víctor en el otro coche. Ya dentro del coche, Angel saco de la guantera un pequeño radio de onda corta. Esperó a que la estática se disipara y habló por el. Ya el vaho no dejaba ver casi nada por el cristal de las ventanillas
-Me siento en una caravana –comentó divertido.
- Si… muy divertido –respondió Andrés con seriedad.- Víctor, vas de primero. Por favor informa todo lo que puedas ver. El Tanque no me deja ver nada.
-Tranquilo. Yo me encargo de informar lo que vea –respondió Víctor.- Entonces vamos.
-Si por favor… ya la neblina y el agua se acumulan y no me dejan ver bien –recalco Angel mientras comenzaban la marcha.
-¿Tú estarás bien? –le pregunto Andrés
-Si… siempre y cuando me concentre en los movimientos de Vito, todo estará bien –le respondió Angel.
- Bien. Solo me quedaría concentrarme en tus movimientos y listo
- Como diría el viejo Sarutoshi: “una perfecta, aceitada y sincronizada maquina. Eso es lo que deben ser cuando trabajen en equipo” –dijo Víctor con algo de suficiencia en la voz
El problema con vivir arriba de una montaña, era que, cuando llovía, las curvas de las carreteras se hacían algo peligrosas al hacerse mas resbalosas por el agua. Si bien se puede conducir bien si se tiene cuidado, muchas personas cometían imprudencias al conducir y estas traían muchas consecuencias (la mayoría de veces trágicas). Para evitar eso, ellos tenían un sistema ordenado que les garantizaba bajar por la montaña sin ningún problema.
Se mantenían uno detrás de otro con Víctor a la cabeza dirigiendo la marcha. Observaba todo lo que ocurría en una fracción de segundo y guiaba a los otros dos quienes seguían cada orden.
- Trafico a unos veinte metros. Vamos frenando poco a poco –dijo en un momento dado.- Hay un pequeño accidente. Dos idiotas chocaron en la curva que esta mas adelante y ahora esto esta lento. Tengo delante de mí a cinco autos que cruzan lentamente la curva.Andrés, mantente lo más cercano a Raba porque hay un idiota que se cree más inteligente y trata de colarse para pasar en lugar de hacer la fila.
- Veo el accidente, pero no parece que hayan heridos–comento Angel con preocupación en la voz.-Espero que nadie muera
- Logre verlo ¿un auto verde? –pregunto Andrés sin hacer caso del cometario de Angel.
-No. Es rojo –respondieron Angel y Víctor al mismo tiempo.
- Entonces hay dos idiotas porque tengo a mi lado a un auto verde que también intenta colarse –explico Andrés con desagrado.
Evitando que otros intentaran colearse y crear otro accidente, mantuvieron los autos lo mas juntos posibles hasta pasar por el único carril que se movía. Llegaron al nivel del accidente y lo pasaron llegando a la otra parte de la vía, mas despejada, para cruzar una curva algo peligrosa por la lluvia. El resto del camino fue más tranquillo a pesar de no ver mucho debido a la lluvia. Víctor los guio hasta llegar a un punto donde podían irse por un camino secundario, a la derecha, de una vía que les ayudaría a bajar un poco más rápido. Muchas residencias a ambos lados y calles que rodeaban todas las residencias formando pequeños cuadros. Claro que, la idea ya la habían tenido otros y ellos se colocaron, uno detrás de otro, bajando con algo de lentitud detrás de otros autos. Llegaron a la vía principal, ya en la entrada de Santa Mónica, se separaron. Víctor y Andrés se fueron por una via que los llevaría a la universidad, mientras Angel tomaba un camino secundario que lo llevaría a hacia la vía principal y esta hacia su facultad.
-Bueno, nos vemos en la noche – dijo Víctor unos segundos después. -Raba, ten cuidado con los imbéciles que piensan que están en una competencia. La lluvia los enloquece más de lo normal.
-Lo sé. Tendré cuidado –se despido Angel.
- Avisa al llegar – le pidió Andrésantes de cortar la comunicación.
Logro llegar, una media hora después, justo en el momento en que un trueno bien fuerte se escuchaba en la lejanía. En la entrada, el vigilante lo observaba llegar algo confuso. Seguramente no reconocía el auto que intentaba entrar por ahí.
-Una lástima que este vigilante no sea el mismo que ya me conoce y a quien logro convencer solo con mis modales –se dijo Angel abriendo la ventanilla.- Buenos días –le saludo con cordialidad.
-Buenas –le respondió el otro.- ¿Es usted usuario regular del estacionamiento?
-“Por supuesto que no idiota. ¿Acaso no reconoces a los usuarios ni siquiera por la costumbre de verlos siempre?” –pensó Angel irritado. En lugar de eso le dijo:- No. Pero tengo la autorización de un usuario quien me cedió su lugar por hoy debido a que, por la lluvia, me vi forzado a traer mi auto –le explico rápidamente. -Pero soy estudiante de acá –añadió mostrándole la identificación del lugar.
-Déjeme revisar un momento por favor –tomando el radio de onda corta de su cintura. Hablo rápidamente con otro tipo quien le dijo que efectivamente Angel tenía autorización para usar el estacionamiento por ese día.- Bien, como pudo escuchar, todo está en orden. Pase un feliz día –le dijo el vigilante levantando la barra de seguridad.
-Veo que Arturo de verdad si me hizo el favor –comento Angel para sí mismo.
Entró al estacionamiento y bajó por la rampa de acceso hacia el piso inferior. Giró en redondo hacia la derecha, bajando hacia otro piso y busco el lugar que durante un tiempo usaba de vez en cuando sin la debía autorización y gracias al otro vigilante.
-Lamento profundamente que lo hayan cambiado. Ese sí que era agradable- dijo al momento en que apagaba el motor. Tomo su móvil, escribió “Listo, todo en orden. Llegue sin contratiempos” y lo envió. Andrés respondió un “Bien. Éxito en tu prueba” y Víctor un “Buenas noticias Raba. Nos vemos esta noche en casa. Éxito en tu examen”.
Tomó su morral y cerró la puerta colocando el seguro interno. El auto emitió un pitido avisando que la alarma estaba activada. Subió rápidamente por las escaleras hacia los pisos superiores. Llegó por esta a la pequeña plaza techada de la escuela y vio en el cafetín a Carlos sentado en una silla mirando en su laptop. Seguramente haciendo un repaso de último minuto.
-Feliz día caballero –le saludo Angel cuando estaba a su lado. Carlos dio un respingo por la sorpresa y levanto la mirada.
Se miraron por un segundo y comenzaron a reír mientras estrechaban sus manos.
La razón de sus risas estaba en las vestimentas que ambos portaban.
Carlos también se vio obligado a vestir formalmente. Pero en lugar de tener una chaqueta de cuero como Angel, él tenía un chaleco azul marino que le rodeaba una camisa blanca manga larga y una corbata del mismo color del chaleco. De resto, la vestimenta era casi igual a la de Angel.
-¿Tú papá? –le pregunto Angel.
-¿Víctor? –pregunto Carlos al mismo tiempo.
Ambos asintieron enérgicamente y siguieron riendo mientras Angel se sentaba.
Un trueno se escucho a la distancia en ese momento.
-Joder… espero que los otros no se compliquen para llegar –comento Carlos mirando al techo como si pudiera ver la lluvia a través de este.
-Quizá. Yo mismo tome medias para venir –respondió Angel. –Traje el auto yo mismo –añadió al ver que Carlos lo miraba sin entender.- Arturo me hizo el favor de cederme su lugar –añadió antes de que Carlos preguntase algo.
Pero al parecer las personas si tendrían problemas para llegar, pues durante la próxima hora el lugar se llenaba lentamente. Seguramente debido a la tormenta que arreciaba en ese momento, muchos se vieron obligados a venir por vías diferentes y otros se retrasaron por el simple hecho de venir en transporte público. Los primeros del grupo en llegar fueron Daniela y Aníbal, en el auto de ella. Luego Eduardo unos diez minutos después de ellos. Los saludo a todos mirando a Carlos y Angel y solo comentó riendo “¿Quién va a casarse?”. Él, si bien estaba vestido formalmente, no tenia corbata ni chaleco ni chaqueta de cuero.
-Este es un atuendo formal, no un traje de gala –le puntualizó Carlos.
-Exacto –dijo Angel negando con la cabeza.
-A mi me parecen lindos y elegantes –comento Daniela. Aníbal se atraganto un poco con el café que tenía en esos momentos en la boca. Tocio un poco antes de decir algo.
-Mi mamá también intento eso de la corbata, pero mi abuelo se aseguró de que en su casa las corbatas estuvieran todas mojadas justo esta mañana –dijo medio riendo.
-¿Por la lluvia? –preguntó Eduardo con curiosidad.
-No que va… todas fueron repentinamente metidas en la lavadora –respondió sonriendo.- Según explicó mi abuelo “las corbatas deben lavarse, aunque mucha gente se niegue a hacerlo” y listo, hoy yo no uso corbata.
Unos minutos después, Alejandro y Andrea llegaban algo mojados por la lluvia. Él también tenía un nivel de formalidad en su ropa, pero no llegaba al límite de una corbata o un chaleco, su estilo era muy similar al de Eduardo. Ella tenía un vestido verde malaquita hasta las rodillas, con un estampado de líneas que se retorcían entre sí recordando el color natural de esas rocas.
-Andrea si entiende. Un traje forma pero alegre –comento Daniela.- No como ustedes hombres que solo traen camisas y corbatas.
-¿Tú aun saltas de felicidad por tener a otra mujer en el grupo verdad? –le preguntó Eduardo con sarcasmo. Ella no dijo nada.
-¿Les gusta? –preguntó Andrea luego de sentarse.- Lo hizo mi hermana. Le sobró algo de tela luego de hacerle un vestido similar a una clienta suya.
-Está muy bonito –concedió Daniela.
-“Si Andrea, ya sabemos que tu hermana es costurera y necesita clientes, deja de darle publicidad cada vez que puedes” –pensó Angel mirando hacia una ventana por donde se veía la lluvia caer.- “Creo que voy a tener que hacer algo con respecto a eso”.
Luego de intercambiar los saludos de rigor, se quedaron un par de minutos hablando sobre el examen que en breve presentarían.
Cuando llegó la hora, se levantaron en el preciso momento en que un relámpago sonaba a sus cabezas. Fuera la tormenta arreciaba con fuerza. Eduardo dio un leve quejido que todos notaron. Lo observaron por un segundo antes de que Carlos le dijera algo.
-Tranquilo ¿sí? No pasa nada… -le dijo en voz baja, pero audible, en tono tranquilizador.
-No me gustan mucho los relámpagos –admitió a los demás.
Pero si alguno hubiese querido comentar algo, el sonido de otras personas acercándose enmudeció todo intento de hablar. Todos se reunían en torno a la entra de uno de los auditorios y el sonidos de varias voces al mismo tiempo llenó el lugar. En la puerta, una de las profesoras comenzó a llamar.
-¡Mata Ramiro! –llamo sobre el bullicio.
-Bien… esto ya comienza –susurro Alejandro.
Unos cinco minutos después, comenzaron a llamar a gente conocida.
-¡Sosa Eduardo!–llamo ella muy alto.
Él se apresuro a ir a la entrada y pasar por ella.
-¡Soto Alejandro!
-¡Torres Andrea! –llamo la profesora.
Ambos pasaron rápido por la puerta.
-¡Uzcátegui Diego! –llamo luego de que Andrea entrase.
Él apareció entre el montón de gente. Vestía tan elegante como Angel, exceptuando que llevara una americana y no una chaqueta de cuero como este. Se veía seguro de si mismo, alto, altivo, con esa sonrisa engreída que tanto le caracterizaba, como si esta prueba no fuese nada para él. Luego comenzaron a llamar a sus amigos y uno a uno fue entrando.
-¡Villacres Renato! –llamo la profesora. Nadie respondió.-¡¡Villacres Renato!! Bueno… aun no llega –dijo ella marcando con un lapicero el lugar del chico retrasado. Levanto la mirada y llamo de nuevo:- ¡Villapol Daniela! ¡Villaruel Carlos! ¡Villanueva Angel! ¡Viloria Aníbal!
Uno a uno se fue acercando a la puerta.
-Ya lo sabía… siempre juntas estas villas… –comentó la profesora con una sonrisa.- Pasen… pasen… -los apuro a los cuatro.- Mucho éxito a ustedes. Espero que mis clases hayan servido de algo –les añadió rápidamente en un susurro, cuando pasaron a su lado, antes de llamar al siguiente.
Dentro, un poco de frio debido al aire acondicionado. Los bolsos de otros compañeros colocados en el escenario y frente a este, una fila de estudiantes que eran dirigidos a los asientos por uno de los profesores. Poco a poco todos se colocaron en sus lugares asignados por el profesor y no fue hasta que el ultimo estudiante se sentó que los profesores comenzaron a repartir las hojas con los exámenes.
Cuando Angel recibió el suyo, vio que tendría el mismo sistema que los anteriores. Entonces comenzó a escribir su nombre y dio vuelta a la hoja.
“A continuación se presentaran sesenta preguntas de selección simple. Solo habrá una opción de respuesta. Usted consta de sesenta (60) minutos para responderlas. Lea bien los enunciados y si tiene alguna duda, no dude en consultar con el personal docente”
-“Como si consultar con ellos sirviera de algo” –pensó algo burlón.- “Bien, comencemos con esto” –y leyó la primera pregunta- “¡Esta me la sé!”
Otro trueno se escucho a la distancia y algunos estudiantes se sobresaltaron por la sorpresa.
-“ Espero que Eduardo logre concentrarse” –pensó mirándolo de reojo con disimulo por unos segundos. Se veía algo pálido.
…
-¡¡Estaba facilísimo!! –exclamo Carlos sonriendo de oreja a oreja. Un rayo le quitó la sonrisa de la boca. Miró rápidamente a Eduardo con preocupación.
Eduardo solo miraba hacia su desayuno sin verlo realmente. Sus ojos estaban ausentes, como cuando se pensaba en algo muy importante.
Se encontraban todos en el cafetín, con dos mesas unidas, sentados tranquilamente. Fuera, la lluvia seguía cayendo y el frio continuaba alrededor de ellos. Sobre las mesas estaban los alimentos que algunos de ellos consumían ya que no todos desayunaron antes de la prueba.
-Esto ya dejo de ser lluvia, ahora es un diluvio –comento Alejandro con algo de preocupación. Él era quien vivía mas lejos de todos y quien se vería más afectado para llegar a casa. –Tengo ganas de llamar a mi papá para que venga por mi más tarde –añadió con preocupación .- El problema es que si él viene, llegaremos bastante tarde a casa –explicó con desanimo.
-¿Y no tienes ningún otro familiar en la ciudad que te pueda ayudar? –le pregunto Carlos. Alejandro negó con la cabeza.
- “No lo hagas” –le dijo una vocecita a Angel muy parecida a la de Andrés.- “Tú no tienes la obligación de ayudar a todo el mundo. Sigue masticando tranquilamente tu segundo desayuno. ¡NO LO HAGAS!” – y se mordió un poco el labio inferior para evitar decir lo que deseaba.
-Si quieres… te quedas en casa hoy. Yo no tengo ningún problema.
-¿De verdad? –pregunto Alejandro mirando a quien le dijo eso.
-Claro. Tengo que pedir permiso, pero no se van a negar si explico las razones –le respondió. Alejandro respiro aliviado.- Y por la ropa no te preocupes. Pienso que quizá la mía podría servirte por esta ocasión. Ya mañana todo debería ser igual que siempre
-¡Muchísimas gracias por eso! –dijo Alejandro emocionado. –Yo le aviso a mis padres para que no se preocupen.
-Somos amigos ¿No? –le dijo Aníbal.- Es bueno ayudarnos entre todos. No creo que a Dani le moleste llevarnos a los dos ¿verdad? –ella negó con la cabeza.
- “¿Ves como se soluciono todo sin que tuvieras que intervenir?” –le dijo la vocecita en su cabeza.
-“¡Ya cállate!” –le respondió Angel sin dejar de mirar lo que ocurría.
La razón de no intervenir era que sus preocupaciones eran otras. La verdad prefería preocuparse por los más allegados a él. El clima estaba igual o peor que hace unas horas y eso que aun ni siquiera eran las diez de la mañana. Ya había llamado o enviado mensajes para informarse sobre cómo estaban algunos de ellos. Odiaba el hecho de sentirse preocupado, pero eso era algo que lamentablemente no podía evitar ya que su naturaleza era proteger a quienes quería (una característica suya con lo que en el pasado algunas personas abusaron), y la verdad el sentimiento de preocupación de su pecho no se iba a pesar de saber que todos estaban bien. Incluso en esos momentos no podía evitar preocuparse por Eduardo a quien no le gustaba la lluvia ni los relámpagos, y aun sabiendo la razón de ello, sentía un pequeño malestar al no poder decirle algo que pudiera animarlo. Se suponía que él, Angel, no debía conocer la razón del malestar de Eduardo pues, este no le había contado nada, pero aun así, Angel sabia muchas cosas que, por ahora, nadie de su grupo de estudio debía saber.
-¡Angel! –escucho que alguien lo llamaba.
Perdido como estaba en sus pensamientos, no noto que Andrea le estaba hablando.
-¿Qué? –pregunto él algo perdido. Todos lo observaban
-¿Qué te pasa? –le pregunto Daniela preocupada.
-Estoy algo preocupado. La lluvia puede ser buena a veces, pero otras puede ser mortal –durante una fracción de segundos, miro a Eduardo sin poder evitarlo.- Mi mamá, mi hermana y mis hermanos deben andar por ahí en la calle con este clima y pues… me preocupa un poco –admitió mirando hacia la misma ventana de la mañana.
-Entendemos –comento Eduardo.- Mi hermano y mi papá también deben andar por ahí –hizo una mueca de preocupación.
-A veces la lluvia puede ser una perra, pero gracias a ella tenemos otras buenas cosas –objetó Aníbal.- Esta lluvia de mayo, por ejemplo, es el aviso perfecto para saber que las cosechas de agosto vendrán bien. Por ejemplo, si no lloviera, créanme que las cosas se pondrían feas en este país ya que no tendríamos los productos agrícolas. Así que la lluvia es buena la mayoría de las veces –añadió como si eso zanjara el asunto.
-“No sé si le está buscando el lado positivo o simplemente habla para que lo noten” –respiro profundo evitando decirlo en voz alta.- “ Aunque si logra suavizar un poco el ambiente, al menos su estúpido comentario será útil”.
Eduardo miraba a Aníbal con algo de desagrado. Comenzó a negar con la cabeza con algo de rabia.
-Eso no ocurre siempre –dijo en voz más alta de lo normal. Su tono era duro. Parecía que quería decir algo, pero no se atrevía.
-“No, no funcionó… una lástima”.
-Bueno, no niego que la lluvia ocasiona inconvenientes –dijo Aníbal sin darle mayor importancia al asunto.- Pero pienso que trae más cosas buenas que malas.
-Sí, pero a veces, solo a veces, trae cosas malas –intervino Carlos antes de que Eduardo respondiera.- Pero, -añadió alto, como para dar fin al tema- todo depende de la experiencia de cada quien. A algunos no les gusta la lluvia, pero a otros podría gustarle en exceso. Es cuestión de cada quien –la forma de decirlo sonaba algo desesperada. Casi como si deseara que hablasen de otra cosa. Miraba a Eduardo de reojo como deseando que este no dijese nada más.
-“¡Lo sabe! tú lo sabes Carlos ¿verdad?” –pensó Angel.- “Intentas desesperadamente que se hable de otra cosa, pero no te atreves a hacerlo tú mismo. Veamos como surgen los acontecimientos entonces” –pensó con algo de malicia.
-La lluvia es la lluvia. O se disfruta o se tiene desagrado hacia ella porque interfiere en las actividades normales de cada quien –comentó Andrea.- Cada quien es libre de darle la importancia debía o quitársela –y parece que el tono reflexivo de su voz enfrió un poco los ánimos pues cada quien se sumergió en sus propios pensamientos. Algunos se encogieron de hombros (Aníbal, Alejandro y Daniela) y otros solo observaban a la nada (Eduardo, Carlos y Angel).
-“ Zorra… otra vez usando ese tono conciliatorio tuyo para evitar discusiones innecesarias. ¡Yo quería sangre!” –la vocecita en la cabeza de Angel sonaba molesta. Él se burlo mentalmente de ella.
-“Eso te pasa por pensar que otros hagan tu trabajo. Bien que yo podía meter el dedo en la herida y comentar algo, pero mejor no. Me alegro que no pase nada. Trabajé mucho para tener un grupo como este y no voy a dejar que nada pase para separarlo” –le respondió Angel burlón.
-“Pero antes querías dejar que surgieran los acontecimientos” –le recordó la voz.
-“Claro, pero si las cosas se salían de control entonces yo intervendría. Si no lo hice en su momento, es porque estoy preocupado por otros asuntos” –le replico Angel.- “Estos de aquí no son niños. Incluso el menor de nosotros tiene 16 años. Pero por desgracia a veces casi parecen niños, niños insoportables que merecen un escarmiento. Me alegro haber incluido a alguien maduro como Andrea para que mantenga cierto control sobre ellos. Aquí todos tienen una función…”
Miraba a todos y a ninguno pues, su mente estaba en otro lado. En este momento, ellos hablaban animadamente cada uno con otro. Alejandro y Aníbal discutían sobre donde dormiría en su casa. Daniela y Andrea hablaban sobre el examen y la segunda sonaba preocupada mientras la primera le decía que todo saldría bien. Carlos y Eduardo hablaban en voz baja sobre la familia. Casi parecía que Angel estaba de sobras en ese momento y quizá lo mejor sería levantarse e irse. Él mismo no deseaba mucho estar en ese momento ahí. La siguiente clase comenzaba a las dos de la tarde y ni siquiera eran las diez de la mañana. Así que tomó una decisión.
Se levantó tomando su morral tan rápidamente que medio asustó a Carlos quien estaba a su lado.
-Tengo una reunión dentro de media hora –explico rápidamente antes de que alguien preguntara algo.- Nos vemos mas tarde. Debo estar llegando para la clase de la tarde –añadió despidiéndose con la mano. Todos los demás lo observaban sorprendidos pero le respondieron el saludo.
Antes de darse cuenta, ya se encontraba encendiendo su auto.
Llegó quince minutos después al lugar a donde iba. Normalmente, llegaba por la entrada principal, pero como en ese momento eso debía estar atestado de otros coches y de empleados, se fue por la entrada/salida trasera, esa que utilizaban los clientes que sacaban los autos ya reparados. Entró saludando al vigilante al mismo tiempo que se identificaba para que este subiese la barra de seguridad, la cual en ese momento emitía una luz azul en señal de que un coche está pasando por ahí. Llegó a un lugar reservado entre el laberinto de coches que estaban ahí a apagó el motor. Salió rápidamente del coche y se fue caminando a toda prisa hacia una puerta que se veía en la pared más alejada de él.
-Buenos días Mateo –le saludo abriendo la puerta de la oficina.
Si bien Mateo se encontraba en su escritorio, notó el aroma de alguien más dentro de la oficina. Un aroma conocido y que resultaba muy conveniente para lo que vino. Además, la botella de ron abierta sobre el escritorio junto a dos vasos era la prueba de que alguien más estaba ahí.
-¿Hay alguien más aquí verdad? –pregunto Angel sentándose en el sofá y estirando las piernas.
-Está en el baño –respondió Mateo levantándose. Se acerco a la puerta y colocó el seguro.-Interesante que estés aquí junto con él al mismo tiempo.
-Yo no sabía que estaba aquí –respondió Angel con una sonrisa.- Vine solo por ti. Pero si él está aquí, mejor para todos –y la sonrisa se ensancho.
Mateo se acercó hacia Angel quien se estiro en el mueble cómodamente. Mientras caminaba, bajaba la bragueta de su pantalón sabiendo lo que el otro deseaba. La razón de esa visita tan inesperada como agradable.